Las reformas engañosas de Mohamed VI

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Las reformas engañosas de Mohamed VI
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Marruecos
Las reformas engañosas de
Mohamed VI
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Miércoles 29 de junio de
2011
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Las reformas engañosas de Mohamed VI
Hace tres meses, Mohamed VI prometió reformar la Constitución de Marruecos, respondiendo así a las
manifestaciones de miles de jóvenes que reclamaban más democracia y justicia social, siguiendo el ejemplo de las
revoluciones árabes. En un nuevo discurso a la nación pronunciado el pasado 17 de junio, el rey presentó su
proyecto de reformas que había encargado a una comisión de expertos cuyos miembros había seleccionado
cuidadosamente en vista de una misión tan delicada. La reacción internacional y en particular francesa fue casi
unánime: en un contexto árabe en plena efervescencia, Mohamed VI muestra el camino llevando a su país por la vía
democrática.
Un número de prestidigitación política
Sin embargo, estos anuncios no satisfacen a algunos demócratas, en particular al Movimiento del 20 de febrero, que
hablan de un simple "maquillaje" de las instituciones. Consideran que esta reforma "cosmética" no cambia para nada
la Constitución vigente, que desde el primer refrito de 1962 declara al rey monarca por derecho divino. "¡Eso pasa
por hacer manifestaciones a plazos, los domingos después de la siesta, la playa, el helado y el café! ¡Ahí tenemos el
resultado!", saltó con sorna un usuario de Facebook tras el muy esperado discurso real.
¿Ha conseguido la monarquía marroquí realizar un número de prestidigitación política excepcional? ¿Ha apostado
Mohamed VI por el agotamiento de las revoluciones árabes para hacer promesas que en el fondo no está dispuesto
a cumplir? Este sentimiento lo comparten en Marruecos muchos de los que soñaban con la ruptura con el antiguo
régimen y con una cita crucial con la Historia, tomando como modelo la monarquía española, que había optado por
enterrar el franquismo con la entronización de Juan Carlos.
Con esta nueva "ley suprema", el soberano marroquí conserva todas sus prerrogativas de jefe del Estado y siguen
siendo la autoridad suprema en materia religiosa. Estamos por tanto lejos de esa "monarquía constitucional,
democrática, parlamentaria y social" que anunció el rey y que debía consagrar una verdadera separación de
poderes a costa de la autocracia.
El rey preside el consejo de ministros
Si la nueva Constitución prevé la supresión de la disposición que establece el carácter "sagrado" de la persona del
rey sustituido ahora por su inviolabilidad, este seguirá gozando de poderes exorbitantes. Los demócratas
reclamaban esta desacralización del monarca para preservar únicamente la vertiente protocolaria y cultural del
trono. Pero lo que se propone es justo lo contrario. En el plano político, el rey preside el consejo de ministros, que
determina las grandes líneas estratégicas del Estado, y nombra y revoca al jefe del gobierno y a sus ministros.
Puede disolver las dos cámaras del parlamento. Además, dirige la política exterior del país y ostenta el mando de las
fuerzas armadas.
Además, en el plano religioso se confirma su título de Comendador de los creyentes, una condición que la nueva
Constitución viene a reforzar, pues constituye la única autoridad religiosa legítima del reino a la cabeza de un
Consejo de ulemas (teólogos) convertido en clero y consagrado por primera vez en un texto constitucional, cosa que
en el islam es objeto de controversia. Esta doble chapa (temporal y espiritual) constituye un cerrojo absoluto e
inaudito en la cúspide del poder.
Un jefe de gobierno "por delegación"
Si a partir de ahora el rey tendrá que elegir forzosamente al futuro jefe de gobierno entre las filas del partido que
haya ganado las elecciones cuando hasta ahora podía designar a quien quisiera, el "superprimer ministro" no
tendrá en realidad más que un reducido margen de maniobra, ya que ejercerá su función bajo la tutela efectiva del
rey. La conducción de los asuntos del Estado se efectuará "por delegación", en el marco de un programa y un orden
del día del consejo de ministros que deberán ser aprobados previamente por el rey, quien además seguirá
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presidiéndolo. Si bien el jefe de gobierno podrá proponer y destituir a los miembros de su gobierno y designar a
algunos otros responsables, en todos los casos necesitará el aval de palacio.
Además, el nombramiento de los poderosos gobernadores provinciales seguirá siendo una prerrogativa del rey. En
la práctica, los poderes reales del primer ministro y de su gobierno estarán supeditados al arbitrio del monarca y de
sus consejeros, como sucede actualmente. Es más, los mecanismos de tutela quedan consolidados, ya que las
decisiones estratégicas se adoptarán en el seno del gabinete real y de las comisiones consultivas con que cuenta el
rey desde hace años y que han servido para ir acaparando prerrogativas de gobierno.
La justicia, un poder tutelado
Los poderes del parlamento siguen siendo limitados, pese a un ligero refuerzo en materia de investigación y de
moción de censura contra los ministros, pero es sobre todo en el ámbito de la justicia donde la Constitución no
garantiza la separación de poderes, y no lo hace de modo flagrante. Amparándose en su papel de árbitro entre las
instituciones, el rey, que es de hecho un "monarca ejecutivo", conserva la tutela sobre la justicia: preside
directamente el consejo superior del poder judicial (función que hasta ahora correspondía al ministro de Justicia),
ejerce el derecho de gracia y nombra a los magistrados. La justicia sigue impartiéndose en su nombre.
Mohamed VI ha propuesto consagrar en la Constitución la igualdad entre hombres y mujeres, así como la protección
de los derechos humanos universalmente reconocidos. Sin embargo, dado que el islam seguirá siendo la religión de
Estado, estos derechos únicamente se aceptan en el marco de lo que él llama las "constantes de la nación", es
decir, la religión musulmana.
Una mala noticia para los laicos que esperaban que se instaurara (cuando menos) un Estado civil con las garantías
de una Constitución esencialmente liberal que consagrara la libertad religiosa, una noción que el rey sustituye por la
del "libre ejercicio del culto", que ya está contemplada en la Constitución vigente y que reduce la fe a la afiliación.
Así, las leyes religiosas seguirán organizando la vida social en el marco de una "monarquía islámica".
El ejército y el aparato de seguridad, protegidos en su santuario
El rey conserva asimismo la jefatura de los ejércitos y presidirá un Consejo Superior de Seguridad, cuya misión
consistirá en "gestionar los asuntos de seguridad internos, estructurales e imprevistos". Aunque entre sus miembros
figurarán los jefes del poder legislativo, ejecutivo y judicial, esta instancia de carácter meramente consultivo impide
al poder civil controlar los aparatos de seguridad, acusados a menudo de violar repetidamente los derechos
humanos y que pasarán a depender más que nunca exclusivamente de la autoridad real. No habrá ningún ministro
de Defensa sometido a la autoridad del jefe del gobierno, y los jefes de los servicios secretos responderán
únicamente ante el rey.
"El rey ejerce sus funciones soberanas de garante y de árbitro", ha afirmado Mohamed VI, cuyo proyecto de reforma
constitucional será sometido a referéndum este 1º de julio. Falso, responden sus detractores, que consideran que
esas funciones son contradictorias con sus promesas, e incluso engañosas.
Lo único cierto es que no abrirán la vía a una monarquía parlamentaria: Mohamed VI no ha renunciado a una parte
de sus prerrogativas, al contrario, las ha grabado en piedra, aun a riesgo de provocar más de una crispación política.
En todas las ciudades del reino siguen produciéndose manifestaciones, con la novedad de que ocasionalmente se
entonan lemas a favor del derrocamiento de la monarquía.
22/6/2011
Traducción: VIENTO SUR
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