? EL MERCURIO DE ANTOFAGASTA DOMINGO 17 DE JULIO DE 2011 OPINIÓN A quí estamos: ¡evaporándonos! El sol pega tan fuerte que tomamos siete litros de agua mineral Sidi Harazem al día. Después de almuerzo hay que fondearse en la pieza para capear el calor. Con la ventana y las puertas abiertas para que circule un poco de aire …. ilusos, lo que sopla es el aliento del demonio avivando las brasas en que nos cocemos. Toda la maldita tarde en cueros, tomando harta agüita, duchas a cada rato, rociando el colchón y preguntándonos que malhadada conjunción de imbecilidades nos trajeron hasta el culo del mundo: caliente cagarruta de mosca entre las montañas Atlas y la rivera norte del Sahara. Un abrazo desde Zagora, Marruecos, Agosto 1978. Leemos en el dorso de una postal. Fotografía de un aviso aparentemente pintado en la pared: cuatro palmeras, dunas y en la lejanía montañas grises. En primer plano a la izquierda, un árabe, de medio cuerpo y rostro borroso, tiene por la brida la cabeza y el cuello de un camello. Detrás, tres camelleros y sus respectivas bestias se dirigen hacia la derecha. En el cielo, una larga flecha apunta en la misma dirección y sobre ella la frase en francés: Tombouctou: 52 jours (Timbuktú: 52 días). Un poco más arriba, supuestamente la misma información en árabe. ESPERA La pareja esperaba un bus para descender hasta Agadir, en el Atlántico. Pasaba a las cinco de la mañana … cosa que no ocurrió esa madrugada, ni la siguiente. Nada de que preocuparse, el colectivo estaba en panne en Ouarzazate. Seguro que demorará un poquito, los repuestos los traen de Marrakech. Pero no dejen de venir. Nunca se sabe – les dijeron. Al principio lo tomaron como la oportunidad de conocer un lugar pintoresco. “Que conjuga el encanto del desierto con el verdor del valle del Draa”, decía la guía, invitándolos a visitar el villorrio de Tamegroute. Muros de barro rojo suficientemente altos de modo que sus estrechas callejuelas nunca recibían el sol. Aparte de una mujer velada que se deslizó entre dos puertas ojivales, no había un alma. De pronto, a la vuelta de una esquina, se encontraron con un grupo de tuaregs que les cedió el paso a regañadientes. Asustados, apuraron el tranco hasta el final del pasadizo: estaban de nuevo en el desierto. En otra ocasión, arrendaron un auto para visitar las ruinas de “La ciudad más meridional del imperio romano”. Un improvisado guía les indicó una descomunal rueda de piedra. “moula, moula”, repetía en su media lengua, hasta que comprendieron que se trataba de un molino para hacer aceite de oliva. Más allá seis magníficas columnas de capiteles corintios sostenían, La odisea de un extraño viaje Timbuktú: 52 días en camello » Lo que había detrás de una vieja postal escrita en distintos idiomas, nada adelantaba lo que encontraríamos en el camino inútiles, el cielo. Palmeras fosilizadas: Plantadas por una cohorte de aburridos romanos, enviados a ese peladero a expiar quien sabe que delitos - comentaron. Toda pretensión estéticohistoriográfica se esfumó cuando el guía insistió en venderles unos figurines de greda. ESPEJISMO Al regresar, vieron tambores oxidados, neumáticos, manchas de petróleo, un acopio de piedras blancas, palmeras polvorientas, bolsas plásticas enredadas en los matorrales, el domo de una tumba islámica y el esqueleto de un burro …Vistos por el retrovisor, todos esos ingredientes heterogéneos se transformaban en una ciudad fantástica, en los jardines colgantes de Babilonia … Una novela es un espejo que se pasea a lo largo de la ruta, discurrió él. Lo último que divisaron antes de entrar a la ciudad fue un montón de cabras encaramadas como pájaros en un ERIC GOLES Premio Nacional de Ciencias árbol raquítico. Ya esa misma noche sospecharon que todo aquello había sido un espejismo. Si seguimos los itinerarios propuestos por la guía, podemos inferir que nuestra pareja visitará la feria. “Imperdible. Todos los aromas y colores exóticos del Magreb, la vida bullendo en medio de paisajes espectaculares” … En efecto, ineluctablemente olerán especias extrañas, palparán la acritud de recipientes y tejidos, extraviándose finalmente entre innumerables objetos que les dejarán por un rato en la memoria palabras como harissa, daga, safi, baraka, henna, cardamomo, tajine, zoco … sin embargo, justo cuando esos vocablos les saldrán al paso, ya habrán perdido todo entusiasmo. Peor aún, estarán avergonzados por no tenerlo. Se esforzarán entonces por combatir la desidia: sacarán fotos, comprarán unas cuantas chucherías, pilas para la linterna, agua mineral. Incluso, él elegirá para ella una delgadísima mantilla negra de algodón salpicada con hebras de lana de colo- res vivos y una pulsera de plata con incrustaciones de amatista y crisocola. Consecuencia del largo regateo, del calor, del ruido, de la muchedumbre, escaparán a empellones de ese dédalo de carpas miserables, olores desconocidos y voces incomprensibles. ESCONDITE Ya en la calle principal, se sentarán a recuperar el aliento, justo para descubrir el aviso de los 52 días que toman las caravanas para atravesar el Sahara hasta Timbuktú. “La ciudad donde parte a esconderse el pato Donald cuando deja la embarrada”- comentará él, con una risa forzada …En realidad, otro comentario anodino para no referirse a lo que ya sabían: el bus no llegaría nunca … Contrariamente a lo que se podría esperar, la futura evidencia de esta complicidad los pondrá contentos. Como esas personas que lentamente se asfixian o congelan: entregados; sin esperanza ni estridencias; sin miedo ni pena.