Mario Vargas Llosa como cuentista

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Mario Vargas Llosa como cuentista
Aleksandr Balzhi
Universidad Lingüística Estatal de Moscú
Si a un lector ruso medianamente leído se le preguntara por la obra de los cuentistas
peruanos difícilmente mencionaría los nombres de Ciro Alegría o J..Ma.Arguedas. Ello no
sería en modo alguno un cuestionar el talento descriptivo de los cuentistas de ese país ni
nucho menos su indudable capacidad para relatarnos historias. Se explica, en gran parte, por
el hecho de que en nuestro país los autores peruanos han sido escasamente o nada traducidos
al ruso, habiendo sido los editores no siempre infalibles a la hora de valorar las obras que
debían traducirse. Por otra parte, las grandes obras literarias de los grandes autores dejan a
menudo en un segundo plano otras joyas de menor tamaño pero no de menor valor
El famoso prosista peruano Mario Vargas Llosa ha tenido una rara fortuna en el
mercado literario ruso. Por una parte pueden contarse con los dedos de la mano los escritores
latinoamericanos que hayan visto publicadas sus obras en ruso con tanta rapidez una vez
editadas en el país de origen (hay que señalar que en Rusia ha sido traducida y publicada la
mayor parte de las obras de ese autor). Por otra, durante un período bastante prolongado de
tiempo (recuérdese el conflicto en torno al “Boeing” surcoreano y la condena política que
hizo el escritor del comportamiento de las autoridades soviéticas) las traducciones de Vargas
Llosa al ruso desaparecieron del mapa y en la crítica literaria de la ex Unión Soviética la obra
del autor fue proscrita, de forma que hasta mediados de los años 80 alrededor de su nombre
reinó un silencio sepulcral.
En general puede decirse, no obstante, que los escritos de Vargas Llosa están lo
suficientemente presentes en las ediciones en ruso y han merecido una valoración objetiva y
completa en la literatura especializada sobre la obra de los escritores latinoamericanos. A ello
contribuyó poderosamente el que las versiones rusas fueran realizadas por traductores de
renombre, entre los que se encuentran tales celebridades como V.Spásskaya y L.Siniánskaya.
Asimismo, destacados críticos literarios entre los que merecen mención I.Terterián y
Y.Dashkévich, ponderaron su técnica narrativa y su estilo artístico.
Sin embargo, el lector ruso conoce más que nada sus novelas, marcadas por su
polifacetismo y los síncopes diacrónicos del argumento. El conflicto en sus novelas nunca
tiene una acepción única. La estructura de sus novelas, el virtuosismo de la trama, provoca el
pasmo hasta en el más avezado lector. Sus innovaciones formales nunca son especulativas,
nunca se perciben como artificiales. Detrás de la táctica en la construcción novelística de
M.Vargas Llosa siempre se percibe una estrategia del globalismo integrador de un mundo
dinámico, contradictorio y tridimensional.
Salvo raras excepciones una forma literaria tan compacta como el relato ha quedado,
pero, fuera de la atención del amplio círculo de nuestros lectores, - aquí cabe mencionar sólo
su magnífica narración “Día domingo” («Иностранная литература», № 10, 1969.
В.Спасской) y su novela corta “Los cachorros” (en la antología «Перуанские рассказы ХХ
века» Traducción de E.Braguinskaya"). Recientemente han sido editados en ruso cuatro de
sus relatos: “El desafío”, “Un visitante”, “El hermano menor” y “El abuelo”1. Pero la
traducción de los mismos, realizada por el autor de este artículo, perseguía solamente fines
1
А.Б.Балжи. Фронтальное чтение на испанском языке: параллельные тексты. Учебное пособие.
Москва, 1997, стр 46 -142.
didácticos y se incluyó en un manual de escasa tirada; por lo tanto su contenido escapa al
amplio círculo de los lectores rusos. La importancia de la prosa "menor" en la obra de Vargas
Llosa no radica únicamente en que sus narraciones de una sola trama pueden ser consideradas
piezas para la construcción de una entidad literaria más complicada, sino en que, en el
análisis de las mismas y a través del prisma del volumen del contenido, se revela un proyecto
capaz de materializarse en una forma literaria con una mayor pretensión de cubrir el corte
sincrónico de la vida de una nación.
El único límite en el camino de semejante desarrollo virtual de la forma será el factor
temporal de la acción; en cambio gracias al laconismo narrativo y a la acertada disposición de
los puntos de referencia,se abre a la imaginación del lector un amplísimo campo para
construir la sucesión visual y reconstruir las reticencias del autor. Para analizar este fenómeno
recurriremos al estudio de los cuatro relatos mencionados anteriormente.
El estudio del género literario que nos ocupa (aparte de su interés intrínseco, derivado
de la personalidad de nuestro autor) nos permite complementar la comprensión de los
métodos y procedimientos en la composición estructural estilística de sus obras de mayor
extensión. Si los relatos de M.Vargas Llosa son una especie de prisma que refracta y disgrega
aquella unidad que son sus novelas, cada uno de ellos constituye un miniargumento, un
microguión donde todo está dirigido a la encarnación de un concepto único. En el relato se
supera la pluralidad de líneas argumentales características de la novela, al igual que los
eslabones de relación. Sobre este fondo el dinamismo del concepto se revela con mayor
relieve puesto que ahorrar el volumen narrativo presupone la intensificación de todos los
procedimientos sintácticos a que recurre el autor. En el aspecto estilístico, Vargas Llosa
escribe sus relatos de una manera más desenvuelta a la que se observa en sus novelas, de
montaje más complicado.
Pero tanto sus novelas como los relatos no tienen por delante más objetivo que
reflejar: su país. Como ha sido notado con mucha certeza,
El talento de Mario Vargas Llosa, un talento
tempranamente formado y manifestado, es un talento de un solo
amor. Él conoce un solo tema que es su patria, Perú, su pasado
y su presente 2.
¿Es posible encontrar aquel punto común, aparte del estilo, que emparenta sus relatos
entre sí en el plano temático? Creo que sí. Prácticamente en todos los relatos está presente el
tema de la violencia. Se descubre a diferentes niveles y con diferente material social y
humano. La violencia es para el autor objeto de estudio, fuente de colisiones y tornasol en
las manifestaciones de la naturaleza humana. Así, en el relato “El hermano menor”, la
violencia es la arbitrariedad del apoderado hacia el indio. En “Un visitante”, el slavajismo de
las autoridades respecto a la personalidad humana. En “El desafío”, la violencia en el sentido
social estratificado, es decir, en su forma “pura”: la lucha como forma de manifestar el odio y
la autoconciencia. Hasta en “El abuelo” este motivo se deja revelar en forma de la
autoafirmación de un anciano demente. En lo que se refiere a la novela corta “Los jefes” la
violencia es evidente y se presenta como el único modo comprensible a los adolescentes para
ocupar un lugar bajo el sol y protegerlo celosamente contra los intrusos.
M.Vargas Llosa vincula expresamente su noción de la realidad con la violencia y
declara que las obras literarias donde no se trata de ella le parecen irreales y por lo tanto le
2
И.А.Тертерян. Смех и серьёзность Марио Варгаса Льосы. Пред. к книге: Капитан Панталеон и
рота добрых услуг. Москва, 1979
aburren3. Pero esta noción en su acepción personal debe interpretarse de un modo extensivo.
Así, en el relato “Día domingo” el elemento de la violencia (como eje de una situación
conflictiva) se transforma en el concepto del triunfo sobre el rival, así como también en la
superación de la naturaleza y, en cierto sentido, en la autosuperación (como manifestación de
la violencia contra sí mismo). Lo que no se puede encontrar en la obra de Vargas Llosa son
descripciones contemplativas, pacificadoras. Este escritor es inconcebible como autor de,
digamos, novelas pastorales. El caldo de cultivo de su prosa “menor” es la furia, la
superación, el conflicto, el choque entre valores morales.
La problemática social de los relatos constituye un fondo natural e inalienable al
desarrollo de los acontecimientos. El problema de la posición social de los padres en la
novela corta “Los cachorros”, la interacción entre los apoderados y los indígenas en “El
hermano menor” y hasta el que la familia del anciano Eulogio pertenezca a la élite social (“El
abuelo”), - todo ello condiciona sustancialmente el conflicto genético de la situación. La
tonalidad del relato cambia visiblemente cuando el autor parte de otro tipo de premisas, como
por ejemplo en “Día domingo”, donde todo se subordina a una única motivación que es un
arranque juvenil y donde cualquier otro motivo empañaría la idea inicial concebida por el
autor.
La mayor parte de los protagonistas de estos relatos gozan de un talento poco
frecuente: el de gustar invariablemente al lector. Ello se debe a su vez al talento de su creador
que supo encontrar la forma adecuada para hacerlos gustar.
Muchas veces, en sus relatos, el autor recurre a la técnica de ocultar el eje de la
narración, importante para profundizar en el sentido intrínseco del contenido. El enigma que
se descubre al final de la historia contribuye a realzar el efecto emocional. Así, en “El
desafío” nos enteramos de las relaciones familiares entre el viejo Leónidas y Justo cuando la
tragedia ya se ha consumado. En “El hermano menor” este eje viene a ser la calumnia de
Leonor al indio, que tan caro lo pagará. El conocimiento de estos hechos trastorna la
impresión recibida por el lector, hace cambiar la valoración moral de lo sucedido, hace que el
lector revise su actitud hacia los personajes y despierta el deseo de volver a leer el relato con
otra óptica; muchas veces añade al contenido nuevas entonaciones como, por ejemplo, en “El
hermano menor”, donde el motivo de la impunidad de los apoderados adquiere un matiz de
contagio del que no está exento tampoco el protagonista.
Según el autorizado testimonio de I.Terterián, M.Vargas Llosa es
...uno de esos prosistas modernos que trabajan en el
perfeccionamiento de su instrumental con reflexión y afición
especiales. Lo hace conscientemente y con claridad de objetivos, no
sólo como narrador práctico sino también como teórico uniendo en sí
al artista y al crítico literario 4.
A ello se puede agregar que un considerable peso específico en la búsqueda de nuevas
maneras narrativas recae precisamente en las formas prosaicas “menores”.
En los relatos citados se usa con mucha maestría el procedimiento de la acentuación
expresiva estilística de la acción en los momentos culminantes cuando la exposición de ésta
pasa desde la esfera objetiva constatante al área de las conjeturas intuitivas, de las
suposiciones completivas de la trama hechas por uno de los protagonistas. Así se presenta la
escena donde David agrede al indio en “El hermano menor” (vista a través de la imaginación
de Juan) o una de las escenas de pelea en “El desafío” (vista a través de la imaginación de
3
4
Vargas Llosa, M., La novela, Lima, 1968, pág. 22.
И.А.Тертерян. Цит.предисловие.
Julián); es natural que las suposiciones de los personajes acerca de lo acaecido encuentren en
seguida la confirmación del autor en el curso de los sucesos.
El dinamismo de los mejores relatos de M.Vargas Llosa, la descripción,
excepcionalmente realista, del ambiente y el lugar de la acción, así como el tono del estilo
indirecto (conste que las réplicas en el relato “Un visitante” vienen acompañadas de verbos
en presente de indicativo para denotar acciones pasadas) hacen que estos relatos adquieran un
aspecto acusadamente cinematográfico. Sin dejar de ser un hecho de la prosa literaria poseen
muchos de los méritos de un protoguión. No es casual que la prosa “mayor” de Vargas Llosa
ya haya tentado a muchos cineastas.
Lo compacto del género obliga a M.Vargas Llosa a trata de conseguir la máxima
saturación semántica y estilística de la acción y de las características humanas. Las palabras
del autor que acompañan al discurso directo tienden a convertirse en verdaderas acotaciones
de un guión cinematográfico, pero son premeditadamente parcas, dejando el campo libre para
la imaginación emocional de un lector o de un director de cine. Por todas partes se ve un
“-dijo...” donde según la lógica podría y debería ponerse “- preguntó...”,
“- replicó...”, “- se asombró...” etc. Este procedimiento persigue la máxima concentración de
la atención del lector (¿o espectador?) en el discurso directo de los personajes donde la
entonación supuesta se derivará del mismo contenido. El texto de semejante diálogo suena sin
querer en los oídos con la correspondiente tonalidad.
Al crecer la intensidad del relato el autor logra un efecto especial con el empleo de
frases intencionadamente exiguas, casi sincopadas, que abarcan todo el campo de la acción:
El teniente... desaparece entre las rocas. El Jamaiquino entra
en el tambo. Los ojos de la mujer están llenos de odio” (“Un
visitante”)
Estos saltos en la presentación de imágenes recuerdan el trabajo de un cámara de cine.
En cambio cuando viene la descripción de la culminación, el discurso del autor empieza a
abundar en proposiciones desmesuradamente largas (“El desafío”) donde se reflejan todas las
peripecias del suceso de modo que la acción pasa volando antes de que termine el respiro
necesario para poder leer su descripción, - un modo afín al “rapide” cinematográfico.
La propensión de M.Vargas Llosa a hacer estallar las normas sintácticas asentadas en
su prosa “mayor”, cede el lugar a la técnica de la presentación sucesiva del material en los
relatos, aunque las huellas del intento de hacer explotar la estructura normal del diálogo se
dejan ver en “El desafío” donde Justo habla de su choque con El Cojo:
- Nos encontramos en el “Carro Hundido” (...) Se me echaron
encima como perros (...) Nos separó el cura. “¿Eres muy hombre?”,
gritó el Cojo. “Más que tú”, gritó Justo. “Quietos, bestias”, decía el
cura. “¿En “La Balsa” esta noche, entonces?”, gritó el Cojo. Bueno dijo Justo -. Eso fue todo”.
Vargas Llosa trata de sobreponerse a la coyuntura político social y apela a los valores
humanos universales como, por ejemplo, a la fidelidad. En el relato “Un visitante” el escritor
deja conscientemente fuera del marco de la narración el carácter ilegal de la actividad de
Numa y de sus compinches. Con ello el tema de la fidelidad y la traición se convierte en un
factor independiente. El protagonista, Jamaiquino, se nos presenta con los rasgos negativos
por excelencia. Es un canalla hecho y derecho que no tiene porqué fingir otra cosa.
Emborracha a una mujer y se mofa de ella cruelmente. La vileza del protagonista ha sido
valorada meritoriamente por aquellos que la emplean. Provocando antipatía hacia este
personaje Vargas Llosa hace que el lector sienta simpatía por Numa y los suyos. Esta simpatía
es de tal índole que sería difícil imaginarse la actividad de Numa como criminal, por ejemplo,
aunque no cabe la menor duda de la ilegalidad de su estado. De esta manera, a pesar de las
orientaciones escogidas, la obra del escritor peruano revela una valoración objetiva en la
contraposición de las fuerzas sociales.
Los eternos valores humanos del deber, el honor o la condena de la traición son
universalizados en los escritos de Vargas Llosa. Asimismo cree en la universalidad peruana
de muchos de sus personajes, por ello no es casual que el lugar de la acción en algunos de sus
relatos sea una noción geográfica colectiva. Así, en “El desafío”, la ciudad que de hecho
viene a ser uno de los factores centrales de la narración y a todas luces recuerda a Lima (con
el cuartel Grau y el malecón limeño), de repente incluye una realidad geográficamente algo
distante que es el algarrobo caído en el lecho del río. Más evidente se revela el motivo de los
desplazamientos de espacio en el relato «Un visitante” en el que el teniente se propone llegar
hasta Piura a caballo en el curso de una noche , en algo más que problemático: el lugar de la
acción por sus condiciones naturales (junto a la selva) debe ser referido a otra zona
geográfica. Esto no es un temor a coincidencias indeseables: más de una vez el escritor
demostró a sus lectores que no evita, cuando lo considera oportuno, establecer paralelos más
que transparentes con la realidad topográfica y con los hechos reales. Su empeño de
universalizar debería ser interpretado como la absoluta convicción del autor en la autenticidad
de sus personajes y en la exactitud de la relaciones humanas, percebida por él. Es notable
también que en el área de los colisiones estrictamente personales el escritor no recurra a
modificaciones algunas del lugar de la acción (“Día domingo”).
El relato “El abuelo” contrasta con otras narraciones de Vargas Llosa y es una prueba
de lo inesperada que se vuelve la creación del escritor cuando su búsqueda literarias se
encaminan fuera de una realidad que tan bien conoce, la realidad de las aspiraciones y
necesidades de las gentes humildes. El tema de la lógica estrafalaria de la mentalidad en
descomposición de un viejo marasmático que asustó de muerte a su propio nieto podría
considerarse tributo al tremendismo, pero aquello que se percibe como algo natural en la obra
de otros autores, adquiere cierto matiz de esnobismo en un maestro tan destacado como
Mario Vargas Llosa. La originalidad del cuentista no decepciona al lector cuando el narrador
es fiel a su credo: escribir basándose en la experiencia de la vida. Según el testimonio de
Y.Dashkévich5, M.Vargas Llosa dijo en una ocasión:
Casi siempre me atengo a la regla de escribir lo que vi
personalmente, de lo que fui testigo, de aquéllos a quienes conocí o
conozco.
Y este credo del gran escritor peruano se justifica con sus mejores creaciones en el
género de la prosa “menor”.
5
"Литератyрная газета", №- 46, 1979.
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