LUIS ALFONSO L.R. ROSAS Y CLAVELES PARA COMUNISTAS Y CAPITALISTAS UTOPÌA DE UN HUMILDE SER HUMANO CONTENIDO 009. Capítulo 1: Mi primer recuerdo 016. Capítulo 2: Similar a un caballero ingles 022. Capítulo 3: Un milagro de Dios 027. Capítulo 4: Hueles muy mal 036. Capítulo 5: El niño Dios 045. Capituló 6: Regalo de Navidad 052. Capítulo 7: Profesores 060. Capítulo 8: David y Goliat 069. Capítulo 9: El Chaman 078. Capítulo 10: Paraíso o infierno 090. Capítulo 11: Los telescopios 096 Capítulo 12: ¿Quién tiene la razón? 109. Capítulo 13: Cansado del caviar 120. Capítulo 14: El pito 134. Capítulo 15: “Que amigo” 151. Capitulo l6: Bajo cuerda 156. Capítulo 17: La caneca Azul 162. Capítulo 18: Saravena 175. Capitulo 19: Fortul 186. Capítulo 20: Betoyes 204. Capítulo 21: Gloria 210. Capítulo 22: Zapzurro 216. Capítulo 23: Zungo 4 PROLOGO No tengo títulos ni postgrados, no soy poeta ni escritor. Simplemente soy un hombre del común. Que hastiado de la maldad de algunas personas y de la apatía de un gran número de seres humanos. Hoy se atreve a escribir estas sencillas letras. Esperando llegar a lo más profundo de sus mentes y corazones. Con la esperanza de contribuir, e iniciar un cambio trascendental, del violento y desigual mundo en el que vivimos actualmente Mi biografía, tan solo es un pretexto para poder expresar y gritar al mundo entero. Que igual que miles de colombianos. Estoy cansado de ésta maldita violencia. Que hace mucho tiempo, agobia a mi hermosa patria. Un gran porcentaje de mis compatriotas, se limitan a esperar que los demás hagan y cambien lo que también, nosotros podemos hacer y cambiar; para mejorar nuestro nivel de vida y el de toda la humanidad. Con esta corta y humilde historia, de mi fugaz existencia, en la que narro los hechos más relevantes y transcendentales de mi vida. Quiero hacer un homenaje especial, a mis buenos padres, a mis queridos hermanos, a mi amada esposa e hija y a todas las personas que de una u otra manera, han influido en mi forma de pensar y de actuar. También, quiero hacer un gran reconocimiento póstumo, a todos los hombres, mujeres y niños, que han perdido sus vidas en el terrible y demencial conflicto, que a través de su historia ha venido, padeciendo mí amando país. Conflicto patrocinado y manipulado por mentes ansiosas y sedientas de poder y dinero. Pertenecientes a uno y otro bando, o como los quieran llamar: de derecha e izquierda, comunistas, proletarios, socialistas, guerrilleros, terroristas, imperialistas, capitalistas, oligarcas, paramilitares, narcotraficantes y delincuentes de todo tipo. El libro inicia con un relato de mis primeros recuerdos infantiles, que deben ser muy parecidos a los de cientos de niños humildes, de esta corta edad. 5 Hice todo mi esfuerzo para traer a mi mente, los sucesos más destacados de mi infancia, tratando de recordar mínimos detalles, de una época inolvidable para cualquier persona. La infancia, sinónimo de felicidad, pureza, ingenuidad, bondad, imparcialidad, solidaridad y amistad. Calificativos que deberían permanecer con todos los hombres y mujeres por el resto de sus vidas; cualidades que harían de nuestro planeta un lugar más hermoso y justo para vivir. Posteriormente, describo mi adolescencia y pubertad, en donde grandes cambios ocurren en nuestras mentes y cuerpos. Es la época en que muchos adultos intentan por todos los medios, inculcar y manipular nuestras mentes, con sus locos ideales, convirtiendo a miles de chicos despistados, en fanáticos del odio y desprecio por el hombre que no este de acuerdo con sus demenciales pensamientos. Los jóvenes de mentes débiles, de escasas aspiraciones en la vida y de baja autoestima, son manipulados y sugestionados fácilmente, por inescrupulosos líderes, que los llevan como a ovejas, a integrarse a bandas de delincuencia común, pandillas, barras bravas, consumidores de todo tipo de alucinógenos o grupos subversivos. Muchas veces involucrándolos en cruentas y despiadadas guerras. Los medios de comunicación, con su sed de dinero, también han influido de gran manera, en el comportamiento delincuencial y agresivo de miles de chicos desorientados, que al ver sus novelas, series o películas; tratan de imitar a los desalmados villanos que allí son representados. Al final, hago un recuento de los hechos más relevantes y trascendentales de mi vida. Hechos que marcaron mi existencia profundamente, al mismo tiempo y mientras mi historia se va desarrollando, voy expresando mi humilde opinión sobre las ideologías, que manipulan a mi patria y al mundo entero y que han llevando a los hombres de mentes frágiles y sugestionables, a tomar parte en terribles conflictos bélicos. 6 Por su puesto, en este preciso momento, quiero invitarlo a usted respetado lector, y toda la humanidad, a iniciar la revolución más grande de nuestra historia. Antes de comenzar, quisiera compartir con toda nuestra bella comunidad mundial, algunos apartes de un hermoso regalo, que me obsequió un buen y maravilloso hombre; a quien tildaron de loco. Del libro sagrado de los Lamas: “No permitas que la adversidad arranque las alas de la esperanza; tampoco dejes que la prosperidad obscurezca la luz de la prudencia. Dichoso el hombre que perdona las injurias, las borra de su recuerdo, la venganza y la malicia no hallan sitio en su corazón, por mal no devuelve mal, no odia a sus enemigos sino que perdona la injusticia de ellos con amistosa amonestación. No recibas favor de la mano del orgulloso, nada debas al egoísta y al avaro, la vanidad del orgulloso te expondrá a la vergüenza, la avidez del avaro jamás estará satisfecha. No cierres tu oído al llanto del pobre, ni endurezcas tu corazón ante las calamidades del inocente. Cuando veas al desnudo en la calle tiritando de frio, sin casa ni abrigo, que la bondad abra tu corazón que las alas de la caridad lo cobijen y amparen de la muerte para que tu propia alma pueda vivir. En tu trato con los hombres se imparcial y justo y no les hagas lo que no quisieras que te hicieren. Dios no nos castiga, el mal es nuestro propio castigo. El corazón del envidioso es hiel y amargura, su lengua escupe veneno, el triunfo de su vecino le quebranta el descanso. Se siente afligido en su cuarto y el bien que acontece a otro es mal para él. El odio y la malicia anidan en su corazón y para él no hay descanso. En su propio pecho no siente amor por el bien por lo tanto considera a su vecino semejante a él mismo. Trata de rebajar a quienes lo exceden y achaca una mala interpretación a todo lo que hacen.El esta vigilante y medita maldades, pero los hombres lo detestan y él queda aplastado como una araña en su propia tela”. 7 MI PRIMER RECUERDO Me levantaba apresuradamente, mi reloj biológico nunca fallaba, siempre me despertaba un poco antes de las cinco de la mañana, en las frías madrugadas Bogotanas. Me vestía rápidamente, salía corriendo de la habitación, me sentía muy feliz y dichoso, tal vez como todos los chicos de mi edad, mi pequeño corazoncito latía vertiginosamente y en un dos por tres bajaba las escaleras de una vieja casa de inquilinato de tres pisos, en donde residían unas ocho familias de escasos recursos económicos. Llegaba al segundo piso, atravesaba el pasillo, me paraba frente a una gran puerta de madera color café. Tocaba varias veces y esperaba con ansiedad que la vieja puerta se abriera. -Buenos días Luisito -sigue -tan puntual como siempre decía la señora Silvia. Una amorosa y bondadosa mujer de unos sesenta y cinco años. -Buenos días doña Silvia -respondía. Dando brinquitos, entraba al viejo apartamento, y con una gran sonrisa dibujada en mi rostro infantil, saludaba a todos los residentes, que apenas se estaban levantando: -Buenos días don Milciades. -Buenos días Clara. -Buenos días José. -Buenos días Martha. -Buenos días Lilia. Todos me respondían con alegría y cariño, era lo que sentía mi pequeño corazoncito. Martica, se sentaba en la cama y levantaba los brazos, abría las manos, estiraba su delgado cuerpecito, daba un gran bostezo, sacudía su cabecita, recogía su negro y alborotado cabello, restregaba con sus pequeñas manitas, sus hinchados ojos negros, se bajaba de la cama lentamente y se dirigía como sin querer a una pequeña mesa de madera. Sobre esté trajinado mueble, descansaba una ponchera esmaltada de color blanco, muy blanco como el granizo que a veces cae en la fría capital de Colombia. 8 La vasija tenía tres hendiduras negras, producto de uno que otro golpe, a su lado una jarra plástica transparente llena de agua. Mi pequeña amiguita Martha, se subía en una vieja butaca, se arrodillaba, cogía la jarra, vertía algo de agua sobre la tina, se inclinaba un poco, tocaba el liquido frío, casi helado con las yemas de sus pequeños dedos; todo su cuerpecito se estremecía: -“Huy que frío” -exclamaba. Después de unos segundos y con gran valor introducía sus manitas, en el golpeado cuenco, aparaba un poco de agua y la aplicaba en su tersa carita, cuidando de lavar muy bien sus grandes ojos negros. Luego, cogía una toalla blanca, que colgaba sobre el espaldar de una estropeada silla de madera, secaba su rostro y se apresuraba a invitarme, para comenzar el día, con una nueva ronda, de los interminables juegos de nunca acabar, pues éramos los mejores amiguitos del inquilinato. Don Milciades, Clara, Lilia y José cumplían con la rutina diaria de lavar sus rostros, en el mismo recipiente, que acababa de utilizar Martica. Se vestían apresuradamente y caminaban de un lado a otro como si el tiempo no les fuese a alcanzar. Doña Silvia, que vestía un camisón azul, se apresuraba a encender el fogón y ponía una gran olla, en la que preparaba una sabrosa changua (sopa), compuesta por ingredientes muy conocidos por los rolos o Bogotanos como: papa sabanera, cebolla larga, cilantro, cálao (pan muy duro) y el infaltable hueso carnudo. En una olleta preparaba un delicioso y humeante chocolate. Mientras tanto, yo corría y jugaba con la pequeña Martica por toda la habitación, que hacia las veces de dormitorio, sala, comedor y cocina. Unos minutos mas tarde, doña Silvia servía el desayuno, sobre una gran mesa de madera, que me recordaba al sagrado mueble de la última cena. -Pueden pasar a desayunar –decía la bondadosa mujer. -Tu también Luisito -cuidado te quemas. -Gracias doña Silvia -contestaba. 9 La señora Silvia, acariciaba mi cabello y continuaba con sus nobles labores domesticas. La changua y el chocolate, humeaban incesantemente, y el apartamento quedaba impregnado de un magnífico olor, me apresuraba a tomar la caliente sopa; introducía la cuchara en el plato, soplaba varias veces, daba unos pequeños sorbos y continuaba soplando, hasta que la changua, quedaba mas fría y así podía terminar con agrado, mi acostumbrado y sabroso menú mañanero. Mientras los integrantes de esta buena familia, discutían diversos temas de su diario vivir, yo cogía la taza de chocolate que ya estaba más fría que la sopa que acababa de consumir, movía mis pequeños pies de un lado a otro y empezaba a ingerir la nutriente bebida, acompañada por un delicioso pan francés. En ese instante, mi mirada se dirigía a un cuadro que me fascina observar, en el aparecían unos perros fumando y jugando billar. Que cuadro mas chistoso pensaba. Luego, giraba la cabeza y en la pared del costado derecho, observaba un cuadro que me producía temor; era la representación del purgatorio, por un momento imaginaba que esas inmensas y rojas llamas, se saldrían del cuadro y nos a quemarían a todos. Don Milciades, un bondadoso hombre, de baja estatura, algo encorvado por su edad, se levantaba de la mesa y se dirigía al fondo de la gran habitación, con dificultad se arrodillaba frente a la inmensa cama; la misma que chirreaba y parecía quejarse, cuando Martica en sus acostumbrados juegos saltaba sobre su mullido lecho. Mi veterano y querido amigo, inclinaba su viejo y trajinado cuerpo, estiraba el brazo, buscaba con rapidez y sacaba la herramienta con la cual se ganaba la vida; una vieja caja de embolar color marrón. Se ponía de pie, se acomodaba su gran saco de paño, descolorido por el tiempo y de enormes bolsillos, en los que guardaba desde su arrugado pañuelo, hasta el preciado pan duro, que compraba a precio de ganga, en una panadería del centro de la ciudad después de un duro día de trabajo y que compartía alegremente con su 10 humilde familia y que también me brindaba, como si fuese uno más de sus pequeños hijos. Se despedía con mucho amor de su esposa y de sus queridos retoños, me cogía el cabello con su áspera pero cariñosa mano y me decía: -Hasta luego mijito. -Hasta luego don Milciades -que le vaya bien –le respondía. Antes de cerrar la puerta, el cariñoso anciano exclamaba: -Que mi Dios me los proteja. -A su merced también –contestaban todos sus hijos y su mujer. Unos segundos más tarde, Clara, José y Lilia se despedían con un fuerte abrazo y beso de su buena madre. -Chao Luisito –decían. -Chao Lilia. -Chao Clara. -Chao José. -yo les respondía. Salían apresuradamente y cerraban la puerta, tan fuertemente, que el cuadro de los perros que jugaban billar, se alcanzaba a inclinar un poco, doña Silvia se cogía la cabeza y exclamaba: -“Benditos muchachos”. Yo, seguía correteando a Martica por toda la habitación, que en medio de gritos y carcajadas se subía rápidamente a la vieja y destartalada cama de José, luego saltaba con agilidad de felino, a la cama de Clara, que acostumbraban a tender con un colorido y curioso cubre lecho; elaborado con retazos de algunas cobijas, que ya habían cumplido con su noble función. Correteando con todas mis fuerzas, trataba de alcanzarla, pero la pequeña niñita de cabellos crespos, de ojos negros y vivaces, me esquivaba y me evadía con suma destreza; corría tan rápida y desesperadamente, que casi tumbaba la mesita de mantel blanco, en donde descansaba la Virgen María, con su cara tan hermosa y angelical; con sus mejillas rosadas como los pétalos de la mas bella rosa del jardín del edén, con su túnica azul y blanca; azul como el azul del inmenso mar Caribe y blanca como las nieves perpetuas del monte Everest.