Viernes: APÓSTOL POR VOCACIÓN. « Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios, que había ya prometido por medio de sus profetas en las Escrituras "» (Ro 1,1-2). ¿Cómo puedo acoger en mi vida la acción providente de Dios que me hace ser lo que soy? ¿Cómo y de qué manera Jesús, que ha sido para Pablo la promesa, es la salvación un punto de referencia para mi, para saber quién soy, qué soy, de dónde vengo a qué estoy llamado? “San Pablo se siente verdadero apóstol y, por tanto, parece claro que el concepto paulino de apostolado no se restringe al grupo de los Doce (Ga 1, 17). San Pablo tenía un concepto de apostolado que rebasaba el vinculado sólo al grupo de los Doce y transmitido sobre todo por san Lucas en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 1, 2. 26; 6, 2). En efecto, en la primera carta a los Corintios hace una clara distinción entre "los Doce" y "todos los apóstoles", mencionados como dos grupos distintos de beneficiarios de las apariciones del Resucitado (cf. 1 Co 15, 5. 7). En ese mismo texto él se llama a sí mismo humildemente "el último de los apóstoles", comparándose incluso con un aborto y afirmando textualmente: "Indigno del nombre de apóstol por haber perseguido a la Iglesia de Dios. Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo" (1 Co 15, 9-10). ¿Qué es, por tanto, según la concepción de san Pablo, lo que los convierte a él y a los demás en apóstoles? En sus cartas aparecen tres características principales que constituyen al apóstol. La primera es "haber visto al Señor" (cf. 1 Co 9, 1). La segunda característica es "haber sido enviado". El tercer requisito es el ejercicio del "anuncio del Evangelio" (Benedicto XVI). Hoy Dios actúa en nuestras vidas igual que la de Pablo, haciéndonos saber que somos apóstoles para el mundo de hoy. Sábado: EVANGELIO Y EVANGELIZADOR. « Un elemento típico del verdadero apóstol, claramente destacado por san Pablo, es una especie de identificación entre Evangelio y evangelizador, ambos destinados a la misma suerte. De hecho, nadie ha puesto de relieve mejor que san Pablo cómo el anuncio de la cruz de Cristo se presenta como "escándalo y necedad" (1 Co 1, 23), y muchos reaccionan ante él con incomprensión y rechazo. Eso sucedía en aquel tiempo, y no debe extrañar que suceda también hoy. Así pues, en esta situación, de aparecer como "escándalo y necedad", participa también el apóstol y san Pablo lo sabe: es la experiencia de su vida. A los Corintios les escribe, con cierta ironía: "Pienso que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar, como condenados a muerte, puestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. Nosotros, necios por seguir a Cristo; vosotros, sabios en Cristo. Débiles nosotros; mas vosotros, fuertes. Vosotros llenos de gloria; mas nosotros, despreciados. Hasta el presente, pasamos hambre, sed, desnudez. Somos abofeteados, y andamos errantes. Nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Si nos insultan, bendecimos. Si nos persiguen, lo soportamos. Si nos difaman, respondemos con bondad. Hemos venido a ser, hasta ahora, como la basura del mundo y el desecho de todos" (1 Co 4, 913). Es un autorretrato de la vida apostólica de san Pablo: en todos estos sufrimientos prevalece la alegría de ser portador de la bendición de Dios y de la gracia del Evangelio» (Benedicto XVI). ¿Cuál es el sufrimiento de Pablo como apóstol? “¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros” (Gal 4,19). Es el sufrimiento propio de quien ama, y de quien ama con un amor materno y paterno. Un amor que es capaz de engendrar la vida, cuidar de la vida, enseñar a vivir en medio de las dificultades y de las alegrías. En pocas palabras un Amor que enseña a vivir. VERBUM DEI DESDE LA FIGURA DE SAN PABLO. Pautas de Oración Verbum Dei desde la figura de San Pablo. I. APÓSTOL POR VOCACIÓN. “El apóstol san Pablo, figura excelsa y casi inimitable, pero en cualquier caso estimulante, se nos presenta como un ejemplo de entrega total al Señor y a su Iglesia, así como de gran apertura a la humanidad y a sus culturas. Así pues, es justo no sólo que le dediquemos un lugar particular en nuestra veneración, sino también que nos esforcemos por comprender lo que nos puede decir también a nosotros, cristianos de hoy” (BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Miércoles 2 de julio de 2008). ¿Por qué acercarnos a la persona de San Pablo? ¿Por qué es una persona que resulta inimitable? Acercarnos en este mes a la figura de San Pablo, es acercarnos a nuestra vocación y misión. Como nos dice Jaime: « “Lejos de rebajar el Evangelio de Jesús que es para todos y acortar la meta y derecho que el Padre confiere en Cristo a todos sus hijos, nos esforzaremos, con el apóstol Pablo, hasta ver a Cristo formado en ellos” (Cfr Gal 4,19). Con toda justicia se nos puede exigir que también con Pablo, con decisión y verdad, les podamos ofrecer y pedir: "Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo" (1Cor 11,1) » (Estatutos de FMVD No. 94). I. Apóstol por vocación. Fraternidad Católica Misionera Verbum Dei Medrano No. 917 Tel. 36 17 86 63 30 de diciembre 2012. Al hablar de ser apóstoles, discípulos y misioneros es estar hablando de nuestra identidad. Y al hablar de nuestra identidad estamos hablando que es ella la que configura nuestra espiritualidad y no al revés. Por lo tanto al ir profundizando en la persona de San Pablo, hablamos pues de los medios y que al igual que él nos hace ser lo que somos, con la finalidad de configurarnos cada día, con Cristo, nuestro pastor y maestro, hasta que nuestra vida pueda decir: “Ya no soy el que vive si no es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,19-20). Lunes: LA PERSONA DE SAN PABLO, ANTES DEL DAMASCO. « En lo que a mí respecta, tendría motivos para confiar en mis títulos humanos» (Flp 3,4). ¿Dónde estabas Pablo cuando la Palabra llegó a ti? “Pablo fue discípulo de Gamaliel el Viejo, nieto del gran rabí Hillel, según las normas más rígidas del fariseísmo, adquiriendo un gran celo por la Torá mosaica (cf. Ga 1, 14; Flp 3, 5-6; Hch 22, 3; 23, 6; 26, 5). Por esta ortodoxia profunda, que aprendió en la escuela de Hillel, en Jerusalén, consideró que el nuevo movimiento que se inspiraba en Jesús de Nazaret constituía un peligro, una amenaza para la identidad judía, para la auténtica ortodoxia de los padres. Esto explica el hecho de que haya "perseguido encarnizadamente a la Iglesia de Dios", como lo admitirá en tres ocasiones en sus cartas (1 Co 15, 9; Ga 1, 13; Flp 3, 6). Aunque no es fácil imaginar concretamente en qué consistió esta persecución, desde luego tuvo una actitud de intolerancia” (Benedicto XVI). En su interior mostraba una riqueza humana, en valores muy grande, en su interior mostraba un afán de posesión exasperado, Pablo se consideraba perfecto, no veía su debilidad, ni su fragilidad. Su fe estaba más en la justicia, que en un Dios de misericordia. Cuando una persona se encuentra en esta postura, en la que nada ni nadie puede contradecirle pues posee la verdad y no hay error… se vuelve fanático y por ende violento. Esto es algo que estamos viendo no tan lejos, lo vivimos en carne propia. La diferencias entre los pueblos, las razas, entre las mismas personas que forman parte de un pueblo, un rancho o de una familia… cuánta diferencia, cuánta exclusión según nuestros parámetros. Y es precisamente ahí, y desde ahí, donde el Señor nos llama a ser apóstoles y ser sus enviados en medio de nuestro mundo, a ser como su mismo Hijo. Martes: LA PERSONA DE PABLO DESPUÉS DEL DAMASCO. « Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte…» (Flp 3,7-10). ¿Hacia qué dirección te ha conducido el Señor? “Cada día se levantaba con fervor de espíritu y, frente a los peligros que lo acechaban, era cada vez mayor su empuje, como lo atestiguan sus propias palabras: «Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacía lo que está por delante» (Flp 3,13) Daba gracias a Dios, porque lo asociaba a su sufrimiento. Imbuido en estos sentimientos se lanzaba a las contradicciones e injurias, que le acarreaban su predicación, con un ardor superior al que nosotros empleamos en la consecución de los honores, deseando la muerte más que nosotros deseamos la vida, la pobreza más que nosotros la riqueza, y el trabajo… Y, lo que era para él lo más importante de todo, gozaba del amor de Cristo; con esto se consideraba el más dichoso de todos… prefería ser, con este amor, el último de todos… Gozar del amor de Cristo representaba para él la vida, el mundo, la compañía de los ángeles, los bienes presentes y futuros, el Reino, las promesas, el conjunto de todo bien; sin este amor nada catalogaba como triste o alegre” (San Juan Crisóstomo). El Señor ha conducido a Pablo, hacia una plenitud de vida, de alegría, que es hoy también la nuestra. El Señor no nos evita las dificultades pero si nos muestra que el camino auténtico de felicidad y realización está en responder a su llamado (Gal 1,16). Miércoles: LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO. Jueves: LA TRANSFIGURACIÓN DE SAN PABLO. « Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer» (Hch 9, 1-19; 22, 3-21; 26, 4-23). « San Pablo, por tanto, no fue transformado por un pensamiento sino por un acontecimiento, por la presencia irresistible del Resucitado, de la cual ya nunca podrá dudar, pues la evidencia de ese acontecimiento, de ese encuentro, fue muy fuerte. Ese acontecimiento cambió radicalmente la vida de san Pablo. Los análisis psicológicos no pueden aclarar ni resolver el problema. Sólo el acontecimiento, el encuentro fuerte con Cristo, es la clave para entender lo que sucedió: muerte y resurrección, renovación por parte de Aquel que se había revelado y había hablado con él. En este sentido más profundo podemos y debemos hablar de conversión. Este encuentro es una renovación real que cambió todos sus parámetros. Ahora puede decir que lo que para él antes era esencial y fundamental, ahora se ha convertido en "basura"; ya no es "ganancia" sino pérdida, porque ahora cuenta sólo la vida en Cristo. Ese acontecimiento ensanchó su corazón, lo abrió a todos. En ese momento no perdió cuanto había de bueno y de verdadero en su vida, en su herencia, sino que comprendió de forma nueva la sabiduría, la verdad, la profundidad de la ley y de los profetas, se apropió de ellos de modo nuevo. Al mismo tiempo, su razón se abrió a la sabiduría de los paganos. Al abrirse a Cristo con todo su corazón, se hizo capaz de entablar un diálogo amplio con todos, se hizo capaz de hacerse todo a todos. Así realmente podía ser el Apóstol de los gentiles» (Catequesis Benedicto XVI). ¿Cómo ha tenido lugar este paso? “Tal vez el lector medio puede sentir la tentación de detenerse demasiado en algunos detalles, como la luz del cielo, la caída a tierra, la voz que llama, la nueva condición de ceguera, la curación por la caída de una especie de escamas de los ojos y el ayuno. Pero todos estos detalles hacen referencia al centro del acontecimiento: Cristo resucitado se presenta como una luz espléndida y se dirige a Saulo, transforma su pensamiento y su vida misma. El esplendor del Resucitado lo deja ciego; así, se presenta también exteriormente lo que era su realidad interior, su ceguera respecto de la verdad, de la luz que es Cristo. Y después su "sí" definitivo a Cristo en el bautismo abre de nuevo sus ojos, lo hace ver realmente. Como se ve, en todos estos pasajes san Pablo no interpreta nunca este momento como un hecho de conversión. ¿Por qué? Hay muchas hipótesis, pero en mi opinión el motivo es muy evidente. Este viraje de su vida, esta transformación de todo su ser no fue fruto de un proceso psicológico, de una maduración o evolución intelectual y moral, sino que llegó desde fuera: no fue fruto de su pensamiento, sino del encuentro con Jesucristo. En este sentido no fue sólo una conversión, una maduración de su "yo"; fue muerte y resurrección para él mismo: murió una existencia suya y nació otra nueva con Cristo resucitado. De ninguna otra forma se puede explicar esta renovación de san Pablo” (Catequesis Benedicto XVI). ¿En qué se parece y en qué se diferencia mi experiencia de la de Pablo? ¿Cómo puedo yo acoger la acción providente de Dios en mi vida? ¿Cómo puedo yo al igual que Pablo tener ese encuentro vivo con Jesús Resucitado que trasforma mi vida? Reconociendo que la conversión o transfiguración es un don de Dios (cfr. 2Cor 4,7). Teniendo un corazón muy agradecido por lo que Dios nos da cada día (cfr. Col 1,12) y pidiéndolo como gracia que Dios pone a nuestro alcance (ver Ef 3,16ss).