1 Der Prinz von Homburg (El Príncipe de Homburgo). Ópera en tres

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Der Prinz von Homburg (El Príncipe de Homburgo).
Ópera en tres actos de Hans Werner Henze. Libreto de Ingeborg
Bachmann, inspirado en la tragedia homónima de Heinrich von Kleist
(1777-1811), escrita en 1811, el año de su fallecimiento.
Estreno mundial: Hamburgo, 22 de mayo de 1960.
La partitura está especialmente dedicada a Igor Stravinsky.
Programa realizado por Fernando Funes.
Introducción
Hans Werner Henze, nació en Gütersloh, Westfalia, el 1 de julio de
1926, el primer aniversario de su desaparición física tuvo lugar el
pasado 27 de octubre del año 2012, en la ciudad de Dresden.
Su aprendizaje musical comenzó en Braunschweig en 1942, donde
estudiara piano, percusión y composición. Continuó posteriormente en
Heidelberg bajo la tutela de Wolfgang Fortner en 1946, luego de que el
músico fuera conscripto en el ejército en 1944. Su espíritu
vanguardista, lo llevó a adoptar la técnica del serialismo en 1947, pero
pocos años más tarde en 1953, Henze le da la espalda a Alemania
donde siente que ya no puede vivir acorde a sus convicciones políticas
ni orientación sexual, fijando su residencia en Italia. En su patria
adoptiva, va a plasmar una obra creadora de carácter ecléctico.
Junto a otras grandes figuras innovadoras de la música del momento,
lideradas por Pierre Boulez, Luigi Nono y Karlheinz Stockhausen, Henze
sigue su propio camino sin dogmatismos, sintiéndose libre en incluir
sobre la base dodecafónica una gran variedad de estilos como música
árabe, jazz entre otras. Henze, siente que ni debe renunciar a
experimentar con rítmicas atípicas y menos aún a renunciar a su vena
lírica como es el caso también de la ópera de esta noche, “El Príncipe de
Homburgo. A pesar de haber sido un compositor que abarcara
prácticamente todos los géneros musicales, Henze ha sido considerado
como uno de los más importantes cultores del teatro musical y de la
ópera.
Su labor como operista comenzó en 1951 con BOULEVARD SOLITUDE,
una adaptación moderna y jazzística de la historia de Manon Lescaut,
continuando luego con dos óperas radiofónicas.
Su siguiente opus operístico que antecede a la obra de esta noche, fue
la monumental ópera EL REY CIERVO, de 5 horas de duración, ya
compuesta en suelo italiano entendiéndola el compositor un como
homenaje a su patria adoptiva y su cultura siendo estrenada en 1956.
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Poco tiempo después, el compositor buscaba nuevamente un tema para
una ópera. La poetiza y escritora Ingeborg Bachmann (1926-1973),
quien ya había colaborado como libretista del compositor y que había
quedado fascinada con una representación de la obra teatral EL
PRÍNCIPE DE HOMBURGO, O LA BATALLA DE FEHRBELLIN, de
Heinrich von Kleist, propuso al músico la transformación de esta pieza
teatral en una ópera.
El resultado es una composición, con fuertes contornos marciales que
denotan sin embargo el espíritu anti-militarista del compositor y su
libretista. A pesar de la temática disruptiva y el carácter cuestionador
de la obra, el compositor no exige del oyente, como era frecuente en
aquellos años, su propio compromiso en el sentido de cuestionarse
también su forma de percibir. No intenta obligarlo a romper con el
sistema establecido por la tradición musical. El oyente, por el contrario,
puede sentir la continuidad de la tradición musical y sin embargo estar
escuchando una obra vanguardista en donde la utopía social y
anárquica junto a la ensoñación romántica del protagonista, choca
frontalmente con la realidad del aparato político-militar del sistema
establecido.
Como es característico del segundo período de la música de Henze, al
cual el propio compositor denominara no en vano su fase lírica, las
series dodecafónicas ya no son tratadas de un modo riguroso siguiendo
a un Arnold Schönberg o Anton Webern, sino que se infunde en ellas un
cierto contorno, paradojalmente lírico, creando con ello una experiencia
única. Tan solo en los interludios sinfónicos, la orquesta ejecuta a pleno
para dar el carácter marcial de la casta prusiana, pero siguiendo
también parámetros rítmicos de Igor Stravinsky, a quien la partitura
está dedicada.
El discurso musical esta centrado en las líneas vocales, pero éstas
aunque desencarnadas forman – a diferencia de otros compositores de
aquel momento- , un tipo de canto declamatorio parlando, embebido de
elementos líricos, que por momentos se hacen muy claros y diáfanos
con el apoyo de una orquesta que procede a acompañarlos a modo de
conjunto de cámara en determinados pasajes. Claros ejemplos de ello
son el dúo entre el protagonista y la princesa Natalie hacia el final del
primer acto, o el etéreo y onírico soliloquio del príncipe antes de serle
revelada la verdad hacia el final de la ópera.
En los últimos años, esta composición se ha transformado en la más
representada de Henze. El rol titular ha sido del agrado de numerosos
barítonos, desde Vladimir Rudzak en los años ‘60, hasta nuestros días
con barítonos como Thomas Hampson, Matthias Goerne, o Christian
Gerhaher. Nuestra versión de EL PRÍNCIPE DE HOMBURGO de Hans
Werner Henze proviene de una representación llevada a cabo el 12 de
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enero del corriente año en la ciudad alemana de Mainz, contando con
los siguientes solistas:
FRIEDRICH WILHELM, PRÍNCIPE ELECTOR
DE BRANDENBURG…………………………tenor ALEXANDER SPEMANN
LA PRINCESA ELECTORA………………....mezzosoporano SANJA ANASTASIA
PRINCESA NATALIE VON ORANIEN…….soprano VIDA MIKNEVICIUTE
MARISCAL DE CAMPO DÖRFLING………bajo-barítono HEIKKI KILPELÄINEN
PRÍNCIPE FRIEDRICH
ARTUR VON HOMBURG……………………barítono CHRISTIAN MIEDL
CONDE HOHENZOLLERN………………….tenor, THORSTEN BÜTTNER
CORONEL VON KOTWITZ:
bajo, HANS-OTTO WEIS
Orquesta Filarmónica del Estado de Mainz dirigida por: HERMANN BÄUMER.
Argumento
La acción se sitúa en el año 1675 en Fehrbellin, Brandenburg, y en
Berlín, durante las guerras entre Prusia y Suecia en el siglo XVII.
La ópera da comienzo con un extraño acorde que parece remitirnos al
inicio de EL HOLANDÉS ERRANTE de Richard Wagner. Noche en el
jardín del castillo de Fehrbellin. En vísperas de la batalla contra los
suecos, el Príncipe de Homburgo se halla en estado de trance, como en
un sueño, armando una corona de flores con sus manos.
El resto de los hombres del Príncipe Elector de Brandenburgo, al ver a
su líder de caballería en ese estado de ensueño, se preguntan si estará
enfermo. El Elector toma la corona de sus manos y la reemplaza por
una cadena de plata, otorgándole además la mano de la princesa
Natalie von Oranien. El príncipe queda a solas, acariciando el guante de
la princesa, momentos en que el Conde Hohenzollern despierta a su
amigo del trance, pero el guante permanece en sus manos, como un
vínculo entre lo real y el sueño, estableciendo a la fantasía como su
realidad absoluta. El príncipe de Homburgo cuenta entonces a
Hohenzollern su sueño.
El interludio sinfónico siguiente nos lleva a otro plano totalmente
distinto. Conferencia militar en un salón del castillo. El mariscal de
campo Dörfling repasa el plan de la batalla, indicando al príncipe que
retenga a su caballería hasta que reciba la orden de ataque.
El protagonista lo escucha pero aún en estado onírico, cree que la
princesa Natalie está buscando el guante que tiene en sus manos.
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Cuando ésta lo recoge, el Príncipe de Homburgo comprende el elemento
de realidad que su sueño encierra.
La escena cambia al campo de batalla en Fehrbellin. Los soldados
esperan la orden de sus superiores, mientras que el protagonista pide
instrucciones al conde Hohenzollern, ya que no tiene claras sus
órdenes.
Se halla soñando una vez más con Natalie. En ese momento se escucha
un disparo de cañón y la batalla da comienzo. Desde una colina, el
Príncipe de Homburgo sigue el curso de la pugna. Cuando comienza a
perfilarse una posible victoria prusiana, el príncipe de forma rápida e
insensata, ordena el ataque de su caballería, sin haber esperado recibir
las órdenes del Príncipe Elector.
El interludio describe las consecuencias de la batalla, con su tono
oscuro y un plañidero solo de saxofón. Los hombres recogen los
cadáveres, y se rumorea que Príncipe Elector de Brandenburgo ha
muerto en la contienda, lo que provoca tristeza en la Princesa Electora,
la Princesa Natalie, y del propio protagonista. El Príncipe de Homburgo
y Natalie se confiesan su mutuo amor. Se descubre que el rumor de la
muerte del Príncipe Elector era falso, y éste se presenta con sus
hombres, declarado que la victoria estuvo en peligro por el ataque
prematuro de la caballería, y que el responsable, sea quien sea, será
enviado a concejo de guerra debiendo ser sentenciado a muerte.
Cuando el príncipe viene a traerle los trofeos de la victoria, el Elector
ordena su inmediato arresto. El Príncipe de Homburgo es conducido a
prisión.
En su celda, el príncipe recibe la noticia de que la corte marcial lo ha
condenado a muerte, y que el Elector se halla a punto de firmar la
sentencia.
En camino a realizar una petición de apelación del veredicto, observa
con horror una tumba que ha sido excavada tal vez para el mismo en el
patio del castillo.
En los aposentos de la princesa Electora, el Príncipe de Homburgo pide
apoyo a la princesa y que ésta interceda por él; pero ella siente, que a
pesar de la gran estima que le profesa, es absolutamente impotente
ante la situación. Por su parte y reafirmando su amor por él, Natalie le
dice que intentará hacer cambiar de parecer al Elector.
En el gabinete del Elector, Natalie pide a su tío perdón para el Príncipe
de Homburgo, pero éste le responde que el príncipe ha olvidado su
entrenamiento militar, y que ha antepuesto su propia conducta
insubordinada y libertad ante el deber. Finalmente el Elector le entrega
una carta en la que ofrece la libertad y el perdón al príncipe, si éste
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considerara en su espíritu y corazón, que la acusación contra él fuera
injusta.
De nuevo en la prisión, Natalie dándole las buenas nuevas al Príncipe
de Homburgo le hace entrega de la carta del Príncipe Elector. Pero el
protagonista reflexiona y se da cuenta de que no puede aceptar la
oferta, ya que la sentencia fue justa. Natalie lo besa, y le dice que ella
también seguirá a su corazón, ordenando a su regimiento de Dragones
que lo liberen por la fuerza.
En el estudio del Elector, el Mariscal de Campo trae la noticia que el
regimiento de Dragones de la Princesa Natalie está en la ciudad, con el
objetivo de liberar al Príncipe de Homburgo. El Elector a su vez recibe la
noticia de la decisión del Príncipe de Homburgo de acatar la sentencia
mientras los oficiales se presentan pidiendo su perdón. El Príncipe
Elector ordena entonces que saquen de prisión al Príncipe de
Homburgo, asegurándoles que será el propio príncipe quien les
enseñará lo que es la libertad y el honor.
El Príncipe se presenta y anuncia que no cambiará su decisión. La
muerte lavará su honor mancillado. Esto da total satisfacción al Elector,
comprendiendo que el Príncipe de Homburgo ha salvado su dignidad, y
ordena que se lo devuelva a su calabozo.
El Elector cree haber establecido su código moral, y que el Príncipe de
Homburgo lo ha comprendido, por lo que rompe en pedazos la sentencia
de muerte.
Con los sones de una marcha fúnebre en forma de interludio, El
Príncipe de Homburgo es conducido por el Conde Hohenzollern al jardín
del castillo, con los ojos vendados. Creyendo que va a ser ejecutado, se
siente ya separado de la vida.
De pronto se presenta el Elector con toda su corte, quita el vendaje de
los ojos del príncipe, que entonces ve la realización de su sueño anterior
a la batalla. Emocionado pierde el conocimiento por unos breves
instantes; lo que parecía ser sueño, la corona, la cadena de plata y la
mano de la princesa, se ha vuelto realidad. El príncipe recobra el
sentido, pronuncia un anatema sobre los enemigos de Brandenburgo, y
la ópera culmina con un final feliz.
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