Si alguno quiere venir detrás de mí (Mc 8,27

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Si alguno quiere venir detrás de mí (Mc 8,27-35)
CONTEXTO
Muchos han denominado a este texto del evangelio de Marcos como “texto-bisagra”, cuya
puerta nos permite pasar de la primera parte del evangelio (Mc 1,14-8,30: El Mesías) a la
segunda parte (Mc 8,31-16,8: Mesías sufriente e Hijo de Dios). De esta forma se completa el
mensaje de la Buena Noticia según san Marcos: Jesús de Nazaret es Mesías, Hijo de Dios,
crucificado y resucitado para nuestra salvación.
TEXTO
El texto recoge dos preguntas que son fundamentales para el evangelista, pues se repiten de
diferentes maneras a lo largo de toda su obra: ¿quién es Jesús? y, como consecuencia, ¿cuál es
el camino del discípulo?
¿Quién es Jesús?
Los discípulos llevan un tiempo con Jesús. Han oído sus palabras, han estado presentes en sus
curaciones, incluso han sido enviados a predicar y a curar. El Maestro nunca les ha pedido
opinión sobre sus parábolas o sus obras, pero ahora sí. Provoca el diálogo preguntándoles por
el punto de vista de los otros: “¿quién dice la gente que soy yo?”, y enseguida pide a sus
seguidores su propia y personal respuesta: “¿Y vosotros…?”.
Mientras la gente descubría en Jesús alguien que mantenía una relación especial con Dios, y le
denominaba “profeta”, Pedro, como portavoz de los discípulos, le confiesa “Mesías”, es decir,
el anunciado en el AT para realizar las promesas divinas. Sin embargo, a Jesús no se le puede
encerrar en esquemas humanos, él no es un mesías “al uso”. Por eso Jesús les manda callar, no
quiere dar lugar a equívocos. Les pide silencio porque, de momento, comprender su
mesianismo y qué implicaciones tiene para ellos, es algo que les supera. Y enseguida “empezó
a enseñarles” (Mc 8,31).
Curiosamente, no les habla en parábolas, sino “con toda claridad”, y no les instruye sobre un
reino que irrumpe poderosamente, sino sobre rechazo, muerte y resurrección. En pocas
palabras les enseña qué tipo de Mesías es, no un mesías poderoso, sino un Mesías sufriente.
En sus palabras, continúa la paradoja: todo ello tiene sentido dentro del plan divino de
salvación (es lo que encierra la palabra técnica “debe”), es decir, Dios está obrando en todos
estos acontecimientos transformando el mal en bien. Por eso, la última palabra es la Vida, la
resurrección.
¿Cuál es el camino del discípulo?
Evidentemente, Pedro no puede aceptar un Mesías sufriente que tenga que padecer en la
cruz. Así que toma aparte a Jesús y se pone a increparle. Abandona su puesto de discípulo
(detrás de Jesús), le aparta del camino (lo tomó aparte) y se convierte en su tentador
(Satanás). Las palabras de Pedro son tentadoras y, como Satanás, pretenden impedir que Jesús
realice la voluntad del Padre.
Rocío Gª Garcimartín
Editorial Verbo Divino
La respuesta de Jesús no se hace esperar. Reprende con dureza a Pedro pidiendo que se
coloque “detrás de él” y lo siga, que cambie su actitud y deje de pensar al modo humano.
Enseguida, comienza a instruir a los discípulos mostrándoles cuál es su camino, si le confiesan
como Mesías.
-
Una nueva invitación:
o “Si alguno quiere…” El seguimiento es un acto de libertad, no puede
imponerse.
o “…venir detrás de mí” El seguidor siempre está en camino, un camino que se
recorre “detrás” del Maestro y Señor, teniendo como objetivo la búsqueda y
realización de la voluntad de Dios.
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Tres actitudes necesarias:
o “Niéguese a sí mismo”, es decir, haga de Jesús la opción central de su vida, por
encima de ambiciones no acordes con el Evangelio (Fijémonos que no significa
minusvalorarse).
o “Cargue con su cruz”, es decir, asuma las consecuencias de dicha opción, si es
necesario, llegando hasta la muerte.
o “Sígame”, es decir, ir detrás de Jesús con las actitudes anteriores.
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Dos respuestas posibles, en contraposición:
o “Quien quiera salvar su vida…” Representa a las personas preocupadas sólo
por sí mismas, incapaces de mirar a nadie y a nada que no sea su exclusiva
felicidad. Son las personas “yo-yo”.
o “El que pierda su vida por mí y por el Evangelio…” Son aquellas que han
descubierto a Jesús y, por él, son capaces de jugarse todo. Para ellas, “perder”
es darse y, paradójicamente, salvan la vida.
No es un camino fácil. Ni de comprender ni de seguir. Por eso Jesús, en los pasajes evangélicos
que siguen, se va a dedicar a instruir a sus discípulos, les enseñará lo que significa identificarse
con él, recorrer su camino para así alcanzar la plenitud de la vida.
Rocío Gª Garcimartín
Editorial Verbo Divino
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