Lixus (Larache, Marruecos) CARMEN ARANEGUI GASCÓ Universidad de Valencia Lixus, colonia fenicia en la costa atlántica de Marruecos1 Los textos antiguos aluden a Lixus con referencias míticas y literarias revestidas de una gran antigüedad (Bunnens, 1979) si bien en sus acepciones geográficas los periplos e itinerarios sitúan el río y la ciudad siempre en relación a Cádiz o a las Columnas de Hércules (Desanges, 1992), confirmando su inserción en el confín de ese círculo geopolítico. M. Gras (1992) señala que la memoria histórica de Lixus tiene en Estrabón XVII, 3,3, y en Plinio V, 2-4 y XIX, 63, los textos que sintetizan su singularidad indisociable de la lejanía geográfica, lo que predispone a los autores clásicos a conferirle paralelamente una lejanía cronológica. Más allá del Estrecho de Gibraltar, en la orilla africana de la fachada atlántica, el paisaje del Lucus en su salida al océano y la presunta prioridad de Lixus respecto a Gades y Utica, establecimientos ambos de reputada antigüedad en la Península Ibérica y en Tunicia, configuran la escenografía de un espacio y un tiempo primigenios, consagrados a Heracles-Melqart mediante un altar, según Estrabón, y un templo, según Plinio, más antiguo, dicen, que el de Cádiz, precisamente allí donde, a partir del clasicismo, la tradición propondrá la localización del Jardín de las Hespérides, objetivo del undécimo trabajo de Hércules (Bonnet, 1988: 198-200). Se mezclan así en las referencias a Lixus un mito protagonizado por la divinidad asociada al dios tutelar de Tiro (Fenicia) con la evocación del avance de la civilización logrado por navegantes que introducen la noción de mercado en tierras desconocidas, y en ello subyace la memoria de las antiguas expediciones fenicias a África, jalonadas por santuarios propiciatorios de la seguridad de las travesías y de las operaciones que las mueven. Los estudiosos de la antigüedad se han esforzado en contrastar estas informaciones con la topografía del sitio en que Barth identificó Lixus en 1849, excavado intermitentemente desde el último tercio del siglo XIX. Un mapa del siglo XVII que refleja la obra portuaria de Antonelli en Larache, conservado en el Archivo de Simancas, muestra la amplitud del estuario del Lucus respecto a hoy y permite plantear la hipótesis de que la colina del Chumis donde está el yacimiento, a 80 m. s. n. m., apareciera a la vista de los navegantes antiguos como un islote, dato a considerar en el debate sobre la ubicación del altar de Hércules «sobre una isla que las mareas nunca inundaban» (Estr. XVII,3,3), a pesar de la opinión mayoritaria de los arqueólogos a favor del carácter extraurbano de este altar, posible hito territorial de la ciudad, sede, a su vez, del templo, según Bonnet (1992), pero todo ello no son sino especulaciones eruditas guiadas por la filología y la geografía, ésta muy cambiante por su propia definición. Desde la perspectiva arqueológica la ocupa- 171 1 Las excavaciones de Lixus constituyen una de las actuaciones arqueológicas en el marco de colaboración cultural suscrito entre España y el Reino de Marruecos, y se han realizado en 1995, 1998, 1999, 2000, 2001 y 2002 y han dado lugar a una primera memoria científica que con el título Lixus, colonia fenicia y ciudad púnico-mauritana. Anotaciones sobre su ocupación medieval, ha sido publicada en la serie Saguntum-Extra 4 de la Universidad de Valencia (2001). Complementariamente los resultados de las excavaciones han sido presentados por los directores del equipo o por los componentes del mismo en La Aventura de la Historia 10, 1999; Revista de Arqueología 223, 2000 y 228, 2000; Premières journées marocaines d’archéologie et du patrimoine, Rabat, 2001, 169-186; BAM 33, e.p.; y en los congresos siguientes: V CISPP (Marsala, 2000) y II CEPO (Cádiz, 2001). LIXUS (LARACHE, MARRUECOS) 172 ción fenicia de la cima de Lixus no plantea dudas, si bien queda pendiente de comprobación la función del llamado barrio de los templos, singular conjunto de seis edificios religiosos de época romana, en la etapa fundacional de la ciudad, descartándose la antigüedad del templo H tal y como se conoce hasta este momento (Habibi, 1993) y, por tanto, la implantación material del santuario fenicio de Hércules que se quiso ver en esa construcción. Lixus no tiene un relato fundacional propiamente dicho, sino que se integra en la historia de la mano, por una parte, de Gades y, por otra, de Heracles-Melqart, que aseguran su vinculación a la colonización tiria sin especificar, sin embargo, cuál era su relación con la colonia gaditana. Es más bien la investigación la que hasta hoy ha planteado la subordinación de las colonias de ambas riberas del estrecho o bien su actuación coordinada. El Periplo de Scylax, después de las Columnas de Hércules, describe los accidentes geográficos de un golfo empórico entre el cabo Espartel y la desembocadura del Tahadart, con Lixus a continuación en posición central sobre la costa que se proyecta hasta el Sebú. De todas las poblaciones situadas en esta costa, la única a la que Estrabón reconoce capacidad para generar nuevas colonias es Lixus, lo que, unido al factor religioso, contribuye a destacar su estatuto colonial y, probablemente, su hegemonía territorial. La investigación arqueológica ha documentado una particular frecuencia de materiales fenicios desde la costa mediterránea próxima a Tetuán (Sidi Abdeslam del Behar, Kach Kouch...), a Tánger y hasta el curso bajo del Lucus (Lixus, Rakkada, Aziz Slaoui...), tal vez gracias al trabajo de campo de Tarradell y Ponsich que dieron a conocer muchos yacimientos, pero la dispersión de testimonios arqueológicos fenicios llega con probabilidad hasta Banasa y la desembocadura del Sebú, prosigue en Sala junto al Bu Regreb, e incluso llega más al sur de Mogador (Essaouira), que fue enclave extremo de la colonización fenicia de Marruecos durante muchos años. Aun a falta de muchas precisiones, se vislumbra una ocupación litoral densa, quizá similar a la de las costas andaluzas, de unas extensión que en la actualidad no se puede precisar. De entre todos esos yacimientos, Lixus destaca por concentrar en su solar o en su entorno algunos hallazgos excepcionales. En primer lugar, el estoque Rosnoën recuperado en el Lucus (Ruiz Gálvez, 1983) –un espadín estrecho y largo de bronce datado hacia el 1000 a. C.–, conservado en el Museo Charlottenburg de Berlín, es un indicio de participación en un circuito comercial atlántico, bien conocido desde Francia hasta Lixus, que supone el antecedente de la apertura al exterior de aquellos pueblos atlánticos que estarán en disposición de negociar con los fenicios (Souville, 1983) durante el primer milenio. Importante es, asimismo, el cazo de bronce con mango rematado en ca- beza de cisne (Boube-Piccot, 1994) por ser una importación chipriota de finales del siglo VII a. C. que amplía hasta Marruecos la difusión de piezas orientalizantes de lujo; también pueden citarse, con un significado menor, el escarabeo de pasta vítrea (Tarradell, 1960, lám. XXI) de los siglos VI-V, así como repetidos hallazgos de huevos de avestruz. Sin embargo, las excavaciones practicadas muestran la extrema escasez de cerámicas griegas antiguas propias de otros contextos fenicios, lo que ha dado lugar a que se reitere la marginación de Lixus respecto a las importaciones de época orientalizante y arcaica (Villard, 1960) movidas por el comercio internacional. Vuelve a destacar en época púnico-mauritana el yacimiento por su categoría portuaria y por las murallas con que se dota la ciudad (Lenoir, 1992); por ser un lugar de hallazgo de inscripciones púnicas y líbicas (Xella, 1992; Galand, Février y Vajad, 1966), por su desarrollo económico, apreciable en su actividad pesquera y por ser sede de una ceca monetal (Mazard, 1955), todo lo cual le da un puesto destacado en el ambiente mauritano. Los habitantes de la colonia romana de Lixus, de época claudia (hacia el 50 d. C.), mantuvieron viva la memoria de las raíces míticas y ultramarinas de la población a juzgar por la iconografía de algunos objetos del ornato de sus viviendas, como el grupo en bronce con la representación de Hércules y Anteo (¡el rey mauritano de época de Augusto Iuba II incluía a Anteo en su genealogía!), la máscara de bronce de océano o el emblema del mosaico de las termas del teatro con la misma representación, sin embargo no debieron sospechar que el subsuelo de su ciudad guardaba el archivo de su fundación por los fenicios, todavía hoy escasamente explorado y del que nuestro equipo arqueológico espera obtener respuesta a muchas de las preguntas que la investigación contemporánea tiene formuladas respecto a las consecuencias de contactos entre civilizaciones diferentes. 173 La investigación actual y sus puntos de interés La colonización fenicia de la fachada atlántica se muestra con facies culturales heterogéneas cuya razón de ser supera aquella autonomía respecto de Cartago regida por Cádiz, enunciada en el planteamiento del «Círculo del Estrecho» (Tarradell, 1960, p. 25, y 1969), concepto que sigue siendo, sin embargo, válido porque afecta a regiones muy relacionadas entre sí. La diáspora comercial de Tiro (Aubet, 1994) supone un modelo de colonización distinto al aristocrático que llega hasta Cartago. Se caracteriza por generar una dialéctica extremo-occidental específica, de acuerdo con el medio natural y la cultura de cada sector geográfico afectado (Pellicer, 2000). Tartessos, Extremadura, Ibiza y el estuario del Tajo, como el del Lucus, aparecen con respuestas próximas pero no idénticas a LIXUS (LARACHE, MARRUECOS) 174 juzgar, principalmente, por los materiales que presentan, de modo que nuestro primer objetivo es insertar Lixus en ese mosaico cultural fenicio atlántico para entender a continuación mejor el proceso que desencadenó el encuentro de poblaciones orientales de cultura avanzada con sociedades campesinas en el norte de Marruecos. La cronología de este fenómeno en el caso de Lixus, y en otros muchos, no está, de momento, basada en dataciones radiocarbónicas, sino que se apoya en la cerámica importada que, para esta etapa, proporciona aproximaciones de una fiabilidad de entre cincuenta y cien años, similar a la obtenida en la medición del C14. La asociación de engobe rojo y cerámicas a mano denota el inicio del siglo VIII a. C. para la ocupación del lugar, distinguiéndose el momento inicial del siglo VIII de su segunda mitad, con mayor variedad de tipos cerámicos, cuando se afirma la presencia fenicia, con una fase de expansión en el siglo VII y, finalmente, un período de crisis a partir del 550-500 a. C. Hay quienes consideran que desde las costas de Cádiz, Málaga, Granada y Almería se funda una segunda generación de establecimientos durante el siglo VII (Aubet, 1994; Gómez Bellard, et al., 1990), si bien los estudios más recientes han subido la fecha de diversas colonias antes consideradas tardías, como Lixus, cuestión que está en la base de la oportunidad de las nuevas excavaciones hispano-marroquíes y su contribución a la problemática de las fases y focos de creación de colonias fenicias en Occidente. Otro aspecto destacado en estos estudios tiene que ver con el grado de estabilidad del poblamiento que origina la colonización. Se han observado traslados entre núcleos próximos (Aubet, et al., 1999), enclaves comerciales con plazos de ocupación muy cortos (Mascort, et al., 1991; Gómez Bellard y Guérin, 1995) frente a lugares que gozan de estabilidad durante siglos, con modelos de urbanización dispares en sus sistemas defensivos, en sus tipos de casas, o bien en sus necrópolis donde la incineración se revela mayoritaria en la Península Ibérica (Pellicer, 1962; Schubart y Niemeyer, 1976; Ruiz Mata y Pérez, 1989; Amores y Fernández, 2000), sin equivalencia con lo que ocurre en Rekkada, única necrópolis con enterramientos antiguos en las inmediaciones de Lixus. También las cerámicas a mano –más homogéneas de lo que se pensaba– de los niveles profundos de las colonias están siendo objeto de discusión puesto que cada vez son menos los lugares fenicios superpuestos a una población local del Bronce Final (Belén y Escacena, 1995) y esto obliga a considerar tales vasijas en la perspectiva colonial más que en la de la sociedad indígena, mientras que las denominadas habitualmente cerámicas fenicias de Occidente –a torno– (engobe rojo, cerámicas claras, grises, pintadas, ánforas) muestran la importancia del engobe rojo cuya distribución apenas sobrepasa el eje del Cabo de la Nao-Ibiza por el Mediterráneo, ni Lisboa por el Atlántico. Las ánforas Vuillemot-Rachgoun 1, las ampollas, los trípodes, las urnas de tipo Cruz del Negro y los pithoi llegan en cantidades apreciables a un espacio mayor que va en el Mediterráneo desde el estrecho de Gibraltar hasta Marsella mediante un comercio del que son prueba fehaciente; los jarros, bandejas y candelabros de bronce orientalizantes se alejan excepcionalmente en su distribución más allá del circuito diseñado por los recipientes de transporte, de modo que la arqueología dispone de una serie de herramientas para diferenciar las áreas pobladas por fenicios de las áreas comerciales, éstas con distintos niveles de incidencia en la redistribución de bienes. La cerámica griega coetánea, sin embargo, muestra un reparto muy irregular: existen concentraciones de hallazgos, como ocurre en Huelva (Cabrera, 1995), y vacíos muy destacados, tal vez debido al estado de la investigación. También hay que destacar que el flujo de cerámicas griegas muestra un descenso coincidente con la crisis de 550-500 a. C. para incrementarse a partir de 490-475 en el área ibérica mediterránea (Asensio, et al., 2000). Las excavaciones de Lixus, en su momento, deberán contemplar estos ritmos que no cuentan con una experimentación arqueológica en el caso de Marruecos. El estudio de la explotación de los recursos y de la modificación del entorno natural está siendo una vía muy útil a la investigación centrada en la colonización. La identificación de una factoría comercial, o de un asentamiento agropecuario, o de una actividad minero-metalúrgica –con rendimientos nunca alcanzados hasta ese momento y, en ocasiones, con la deforestación y destrucción del entorno de las colonias como contrapartida– tiene en el análisis del paleoambiente la demostración de la puesta en valor de recursos por los fenicios desaprovechados hasta su llegada, según se ha visto en todo el sur de la Península Ibérica, factor que deben tener su propia realidad en el yacimiento de Lixus y su entorno. Sin ánimo de comparar áreas distintas y con un grado de documentación arqueológica desigual, nuestros estudios en la ladera sur del yacimiento de Lixus son deudores del estado de la cuestión formulado desde España, Portugal e Italia (Cerdeña, Sicilia occidental) y de los métodos de trabajo experimentados para una mejor comprensión de la empresa de Tiro más allá del estrecho de Gibraltar. La cronología derivada de los contextos cerámicos, el estudio de la arquitectura, la valoración de los intercambios y 175 la analítica paleoambiental, constituyen, de este modo, los objetivos de nuestro proyecto que tiene un alto contenido formativo. Los fenicios en Lixus La arqueología fenicia en Marruecos se inicia en los años cincuenta con las excavaciones de Mogador (Essaouira) (Jodin, 1965) y, principalmente, con las de Lixus (Larache), LIXUS (LARACHE, MARRUECOS) 176 Sidi Abdeslam del Behar y Emsá (Tarradell, 1959 y 1960). Sólo algunas publicaciones (Boube, 1962; Boube-Piccot, 1994; López Pardo, 1996; Belén, et al., 1996; Bokbot, 1998; El Khayyari y Kbiri-Alaoui, 1999...) y programas muy recientes con resultados en parte inéditos, además de las nuevas excavaciones en Lixus (Aranegui, 2001; Aranegui, 2002: 169-186), marcan el retorno a la cuestión fenicia, que afecta a todo el norte del país hasta el Lucus o, tal vez, hasta el Sebú, en mayor medida que al resto del litoral, atlántico y mediterráneo, donde, sin embargo, se multiplican las noticias de nuevos hallazgos fenicios, sin contexto ni cronología precisos de momento. Tarradell (1959) observó niveles fenicios en la cima de Lixus, en el barrio de los templos, en la «casa Montalbán», bajo la «basílica pagana» y en la ladera meridional; Ponsich (1981) y Bokbot y Onrubia (1992) documentaron después materiales antiguos junto al templo H y en la muralla sur, deduciéndose así una superficie poblada de unas 12 ha para la colonia inicial, extensión similar a Toscanos (Málaga) y superior al Cerro del Villar (Málaga) y a La Rábita (Guardamar), que duplica la de Torre de Doña Blanca (Puerto de Santa María) y triplica la de Sa Caleta (Ibiza). En el contexto occidental Lixus se sitúa, por tanto, entre las colonias de primer rango por su extensión. En la actualidad el modelo de casa fenicia documentado en Lixus es incompleto y puntual. Los restos constructivos fenicios de la ladera S están a una profundidad comprendida entre los 2,10 y los 3,44 m y forman parte de una urbanización escalonada en la ladera, parecida en algunos aspectos a la del sector artesanal de Doña Blanca (Ruiz Mata y Pérez, 1995). Consisten en muros de unos 50 cm de ancho cuya altura máxi- ma conservada es de alrededor de 1 m, de mampostería de tamaño medio, trabada en seco con ayuda de piedras menores y asentada sobre piedras desordenadas y potentes cuando la estructura está en un cambio de rasante, con pavimentos de tierra apisonada y elementos de adobe que dan lugar a niveles de arcilla endurecida una vez derrumbados. Estos edificios se elevan sobre un nivel que contiene materiales en contacto con la roca natural del suelo geológico. No se ha exhumado ninguna vivienda completa, pero parece que las unidades de habitación, cuyas paredes perimetrales están trabadas entre sí, lo que denota su planificación y coetaneidad, tienen más de 100 m2 de superficie útil distribuidos en planta rectangular con divisiones internas que dan lugar a espacios de uso doméstico e industrial, a juzgar por el pequeño horno metalúrgico que se encuentra en una de ellas y conserva restos de cobre. Para los siglos VIII-VII no se tiene conocimiento ni de muralla, ni de almacenes, ni tampoco de necrópolis en Lixus, si bien los trabajos del INSAP en curso en la localidad vecina de Rekkada, sobre el Lucus, darán a conocer, en su momento, la primera necrópolis fenicia arcaica de Marruecos, situada río abajo del yacimiento, sobre una pequeña loma próxima a su desembocadura. Los análisis de restos vegetales y animales nos autorizan a afirmar que los lixitas aspiraban a optimizar los recursos medioambientales y conocían estrategias agropecuarias avanzadas. Mediante la antracología se comprueba una utilización de leña de distintos biotopos y con características diversas; la carpología da a conocer, entre otras especies, cebada vestida y trigo desnudo indicando la roturación de distintas categorías de tierras, así como guisantes y habas que, o bien denotan la rotación de cultivos o bien el aprovechamiento de parcelas húmedas junto al río siendo esto más problemático por la influencia de las mareas en la desembocadura del Lucus, con aportación de sal. El olivo está también presente desde el inicio de la ocupación del lugar, lo que ofrece un cuadro característico de una explotación agrícola estable y equilibrada del entorno. El predominio del ganado bovino, seguido de los suidos y ovicápridos, denota, asimismo, no sólo una dieta rica en proteínas cárnicas sino también una cabaña jerarquizada con predominio del ganado mayor. Es interesante, por otra parte, la aparición de elefante, detectado también en Mogador, exponente de la explotación del marfil en Marruecos, apreciada materia prima de la refinada artesanía orientalizante. Los niveles púnico-mauritanos Una gran parte de la muralla occidental, las necrópolis oriental y occidental y la urbanización visible en la cima de la colina, además de las acuñaciones locales, hacen de Lixus el mejor monumento de la civilización púnico-mauritana en el conjunto del patrimonio arqueológico de Marruecos. El yacimiento tiene así potencialmente la posibilidad de divulgar, además de sus construcciones romanas, el urbanismo mauritano característico de la época anterior al cambio de Era, sólo puntualmente documentado en otros sitios. Las excavaciones recientes reiteran, sin embargo, que todo este panorama corresponde estrictamente a la época de la monarquía mauritana de los siglos II-I a. C. y que faltan datos de los siglos VI a III, que podríamos denominar con mayor propiedad púnicos, no tanto por una total ausencia de materiales de este período sino por ausencia de muchos detalles relativos a su contextualización. A lo largo de nuestras intervenciones sólo se han podido relacionar con estructuras constructivas contados niveles púnicos. De este modo se confirma la hipótesis de la gran remodelación de la ciudad a partir de 200 a. C., momento en que se amplía la urbanización en la ladera sur hacia las fábricas de salazón y el puerto y el hábitat alcanza entre 15 y 20 ha de extensión, si incluimos las necrópolis, causando esta reconstrucción la supresión de buena parte de los depósitos de la ciudad inmediatamente anterior, poco visible en el registro arqueológico estudiado. Las excavaciones recientes han revelado para esta etapa una arquitectura y una técnica constructiva muy distintas a las de la fase fenicia. La aparición en nuestras excavaciones de una pequeña cista con un cálato ibérico del taller de Tivissa (Tarragona) (Conde 1993) por debajo de uno de los suelos parece ser una ofrenda fundacional propiciatoria contenida en un recipiente que se divulga por el Mediterráneo occidental integrado en el comercio de Roma tras la Segunda Guerra Púnica (218-202 a. C.) que, aquí, sugiere la reocupación de Lixus por un nuevo contingente humano. Es en este contexto en donde se ha identificado la vid, ausente, de momento, en las muestras del período fenicio cuando, sin embargo, se difundió su cultivo por Occidente. La edificación de la ladera sur utiliza margas, duna fósil y calizas en bloques de tamaño medio para levantar manzanas de casas alineadas según las curvas de nivel, de las que se conservan paredes de hasta 3 m de altura y de entre 55 y 65 cm de anchura, con alzados probablemente de adobe o tapial, sólo ocasionalmente apoyadas sobre los muros fenicios subyacentes. La estabilidad de 177 LIXUS (LARACHE, MARRUECOS) 178 tales estructuras se logra ensanchando la base de los muros, en cuyo caso aparecen zapatas de cimentación, o bien excavando una pequeña trinchera para el asiento de las hiladas más profundas, aunque hay que considerar, por otra parte, el juego de equilibrio entre las habitaciones adosadas entre sí, contrarrestando empujes de manera eficaz gracias a la división interna de los espacios, con superficies comprendidas entre los 18 m2 y los 9,5 m2, y al uso de contrafuertes o puntales que refuerzan unas paredes no del todo operativas como muros portantes para unas viviendas de dos alturas siendo con frecuencia la inferior un sótano adaptado a la topografía de la pendiente, a veces con un pilar sustentante. Los edificios se presentan enlucidos con cal y los pavimentos son de tierra batida con alguna piedra incrustada o, excepcionalmente, de piedras planas, mientras que las cubiertas son planas de tierra y ramaje, a modo de azoteas. Un patio enlosado aparece intercalado en una batería de habitaciones y destaca como área de trabajo porque en él se hallan un par de hornos de distinto tamaño de los que el mayor ha sido atribuido a una forja dado el orificio que presenta en la base del hogar, por una parte, y la recuperación de residuos siderúrgicos en sus inmediaciones, por otra. Este horno estaría activo como tal entre el 200 y el 100/80 a. C. amortizándose después y su presencia hace pensar en el «barrio de los metalúrgicos» de Byrsa (Lancel y Thuillier 1982, 217-260) a pesar de que éste es de una cronología anterior al de Lixus. Se documenta así en definitiva una tipología constructiva desconocida hasta ahora en Lixus que, al ser específica de la ladera sur, refleja también la zonificación funcional de la ciudad indicio de su complejidad socio-urbanística. En la parte que desciende hacia el puerto y sobre las fábricas de salazones, aparecen estas viviendas en las que alternan espacios cubiertos escalonados en dos alturas y espacios a cielo abierto con equipamientos productivos, apreciándose en ellos una evolución comprendida entre 200 a. C. y el cambio de Era. Las cerámicas de barniz negro del taller de Kuass (Arsila) (Ponsich 1968), a 30 km del yacimiento, suponen en Lixus las imitaciones de vajillas ática y campaniense mejor estudiadas en la región donde equivalen a un fenómeno igualmente conocido en Cádiz, Ibiza, Rosas, etc., especialmente significativo hasta el inicio del siglo II a. C. Son sobre todo abundantes entre 200 y 130 a. C. fase en la que presentan decoración de palmetas festoneadas como las que también se emplean en Cádiz; después los hallazgos disminuyen y empeoran en calidad porque son desplazados por el barniz negro de Cales (Perdroni 2001) de la fase de producción media, muy abundante en Lixus. En la cima del Chumis y al norte del barrio de los templos hay manzanas completas de viviendas púnico-mauritanas exhumadas en la década de 1950 en las que se aprecia su peculiar disposición compacta y concéntrica, propia de edificios con sótano y un número de pisos que aumenta hacia el núcleo central, dando lugar a un alzado escalonado, con un pequeño patio de luces en su eje central. En la vivienda al sudoeste de los templos –«casa Montalbán»– se conservan puertas arqueadas con uso de dovelas. Todo esto indica la diferencia de la casa-tipo en la arquitectura de la parte elevada de Lixus y en la del área industrial de la ladera, tipos que esperan aún una descripción pormenorizada pero de los que puede adelantarse el mayor desarrollo en altura y la mayor capacidad de almacenaje para el del sector elevado y la presencia de patios y funciones artesanales sobre el área de las salazones, donde también hay almacenes. En la campaña de 2002 se ha podido excavar minuciosamente en la ladera sur un almacén de ánforas abandonado adjunto al patio de los hornos citado, cuyo nivel de pavimento está 1,20 m por debajo del de éste, lo que da idea del tipo de lugar de almacenaje típicamente lixitano. Se ha podido establecer, en consecuencia, la tipología de sus ánforas, su cronología y su contenido en el que están presentes los moluscos, concretamente los mejillones, envasados en ánforas Mañá C2b. Esto nos lleva a disponer de una muestra del aprovechamiento de los recursos pesqueros, principal fuente de riqueza del lugar. Los análisis de ictiofauna y malacofauna derivados de las excavaciones son aun escasos para llegar a conclusiones generales pero sí que reflejan una diferencia entre los restos de la alimentación de los habitantes de este barrio y los productos envasados en ánforas y, por lo tanto, más elaborados. Los primeros se componen principalmente de especies de talla pequeña del área del estuario (sepias, anguilas...) y los segundos de es- pecies que tienen que ser capturadas en mar abierto, tanto en fondos rocosos como de arena, con mayor valor para la salazón. Para la época del Alto Imperio los estudios de las inscripciones pintadas sobre ánforas de salazón de la forma Beltrán IIB realizados por Liou (1993, 140; Liou y Rodríguez Almeida 2000, 7-23) han dado a conocer lo que se denomina corda o cordula, un preparado a base de atunes de un año típico de la zona comprendida entre Tánger y Lixus, ciudad ésta que aparece abreviada en una de las inscripciones del Pecio Gandolfo (Almería) ratificando el origen de la mercancía. Son datos para una etapa posterior a la que estamos estudiando, pero que confirman lo que anuncia la gran batería de fábricas de salazón que recibe al visitante de las ruinas de Lixus: la explotación de la pesca con fines de comercialización de sus derivados. La ganadería de época púnico-mauritana tiene en el cerdo su máximo representante, seguido del buey, sacrificado a edades inferiores a las de la fase antigua, de los ovicaprinos y del caballo, no documentado antes. Es, como casi todo, una cultura ganadera bien distinta a la de la etapa fenicia. 179 LIXUS (LARACHE, MARRUECOS) Bibliografía 180 AMORES, F., y FERNÁNDEZ, A.: «La necrópolis de Cruz del Negro, Carmona (Sevilla)», Argantonio Rey de Tartessos (C. Aranegui ed.), Sevilla, 2000, pp. 157-163. ARANEGUI GASCÓ, C. (dir.): Lixus colonia fenicia y ciudad púnico-mauritana. Anotaciones sobre su ocupación medieval, Saguntum-Extra 4, Valencia, 2001. ARANEGUI GASCÓ, C.: «Excavaciones marroquíes y españolas en Lixus (1995)», Premières Journées Marocaines d’Archéologie et du Patrimoine (Rabat 1998), 2002. ARANEGUI, C., y HABIBI, M. (e.p.): «Lixus (Larache)les niveaux phéniciens et punico-maurétaniens du “sondage du caroubier”», Les niveaux d’époque maurétanienne au Maroc (Rabat 2000), BAM. 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