El Domingo Gordo - Ayuntamiento de Jerez

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El Domingo Gordo
La fiesta de los Quintos de Noblejas.
José María Espada Calpe y Mónica Cornejo Vallei[i][i].
(Publicado en “Encanal”, nº7, Vilanova i La Geltrú, Barcelona, Octubre 2001, pp. 59)
Este artículo lo puedas consultar en la web de José María Espada Calpe.
http://www.telefonica.net/web2/sword/default.htm
Hace calor a pleno sol en la carretera. Estamos llegando a la entrada del
pueblo. En el muro de un corral algo derrumbado hay carteles pegados de las
últimas elecciones locales, encima están los de la última sesión tecno-house en la
macro-discoteca del pueblo con los DJ's Chumy y Nano, y a su lado una
pintada ¡Qué vivan los quintos del 2002!. Un grupo de mozos andan por las
calles desiertas dando voces, tumbos y vino. Visten ropas de camuflaje y están
parando a los coches... quieren que bebamos. Son los quintos de cualquier
localidad de España.
Este año (2001) acaba
de desaparecer la Prestación
Social Sustitutoria al Servicio
Militar Obligatorio (la mili)
dentro
del
marco
de
la
profesionalización del Ejército
Español
y
desaparece
definitivamente el modelo de
ejército
de
reemplazo
que
sirvió de legitimación para la
fiesta de los Quintos en tantas y
tantas pequeñas localidades de
todo el Estado Español. Sin embargo, las celebraciones de quintos continua en
localidades como Noblejasii[ii][ii] (Toledo), donde se ha producido un curioso proceso
de revitalización de la fiesta re-inventadose la celebración como algo tradicional e
independiente de la mili. Los quintos son los jóvenes que eran tallados para engrosar
durante el siguiente año los distintos relevos de la ‘mili’. En realidad tanto la mili
(cumplir con la Patria) como los quintos siempre formaron parte de aquello que se
llamaba 'hacerse todo un hombre': eran entre otras cosas, ritos de paso masculino
(con su iniciación, separación de los iniciados, contaminación y purificación
mediante pruebas que dan lugar a un umbral de salida). Claro, hoy en día, la
condición juvenil, ese período de vida que se abre entre la infancia y el acceso al
estatus adulto pleno, cumple el papel que en otras sociedades y tiempos donde no
existía la juventud, cumplían estos ritos. Pero las celebraciones de quintos siguen
siendo un referente importante y una marcador del paso a la mayoría de edad en
muchas localidades. Sin embargo este paso constituye una fiesta exclusiva
masculina. Los quintos tiene un equivalente simbólico femenino, las Damas, cuyas
celebraciones son sin embargo radicalmente distintas, y de la comparación de ambas
se extraen conclusiones sobre el sentido de la fiesta como rito de paso. Quintos y
Damas son tradiciones que funcionan como instituciones cruciales en la creación de
valores para la reconstitución y renovación de los modelos hegemónicos de
feminidad y masculinidad, en definitiva del jerárquico orden social de género.
Quintos, maricones y pelusos.
Durante el mes de febrero tres grupos generacionales salen a
las calles para celebrar una tradición que culmina en el llamado
‘Domingo Gordo’. Junto a los quintos, participan en la tradición dos
grupos generacionales: los ‘maricones’ -que no son homosexuales
sino que tienen un año menos-, y los ‘pelusos’ -que son los que
tienen dos años menos. La fiesta sucede durante los fines de
semana comprendidos entre ‘las hogueras de San Antón’ y el
último domingo antes del ‘miércoles de ceniza’, que es el ‘domingo
gordo’. No existe un claro acuerdo por parte de sus protagonistas
actuales sobre la fecha ('último fin de semana de febrero', 'para
carnaval', 'antes de Cuaresma') pero prácticamente ninguno alude
a las fechas de la ‘talla’ o del ‘ingreso a filas’, que parecen ya
quedar
muy
lejos
del
imaginario
de
los
actuales
quintos.
Tradicionalmente en muchas localidades la fiesta de los quintos
correspondía con ‘San Sebastián’ que es el patrón de las Milicias,
en ese día se hacían hogueras y salían a las calles tanto los mozos
en filas como los quintos. San Sebastián se celebra tres días
después de San Antón. En el caso de Noblejas la fiesta de San
Antón es una celebración importante en la que participan todos los
y las habitantes del pueblo y en la que se reúnen por cuadrillas
(grandes grupos de amigos/as, generalmente de edad similar)
para cenar matanza, y en las que se prenden hogueras en calles y
‘cercos’iii[iii][iii] con los sarmientos de la pasada campaña vitícola. De
una forma intermitente (no todos los años se ha hecho) los quintos
salientes organizan en San Antón una cena con los quintos
entrantes, donde se realiza el ‘traspaso de poderes’. A partir de
este momento se abre un tiempo de excepción y comienzan los
preparativos. Los quintos se reúnen varios fines de semana en
algún ‘cerco’ para cenar y organizar las fechorías, las canciones y
pintadas que protagonizarán su fiesta, y que sólo son permitidas
durante este tiempo de excepción. Se autoriza así, no sin
tensiones y bajo unos límites, a que quintos, maricones y pelusos
‘tomen las calles’.
Todos se 'separan' y deben permanecer el fin de semana del
domingo gordo fuera de casa, ya sea en las calles, en los cercos o
en los bares, bebiendo y celebrando con sus respectivos pares.
Permanecen rodeados de un halo de secreto con el que protegen
sus planes de acción y van sucios hasta cruzar el umbral de salida
del rito (algo que sólo hacen los quintos). Sin embargo cada grupo
de iniciados hace cosas distintas. Los quintos llevan varias
semanas, 'quitando' las cortinas de las puertas de las casas del
pueblo, pero sus dos actividades principales son llenar el pueblo de
pintadas de burla durante la noche anterior al domingo gordo y
cantar canciones satíricas en la plaza del ayuntamiento en la
mañana del domingo. Mientras, los maricones se dedican a buscar
a los pelusos por las calles para llenarles de huevos podridos,
milhojas, añil, ketchup, mostaza, escayola o betún. Los pelusos
deben salir y soportar que los maricones les manchen.
Es un proceso encadenado de estadios, de manera que cada
joven participa durante tres años en sus distintos papeles: se debe
salir de peluso si se quiere llegar a ser quinto, y no se contempla
no participar (no salir). Así los ‘desertores’, que los hay, reciben la
sanción en forma de estigma (pintadas en su puerta, crítica,
ostracismo...).
Esta
estructura
en
tres
generaciones
es
perfectamente análoga con las formas de subcultura cuartelera de
la tropa de reemplazo. En lo alto de la cúspide están los ‘wisas’
(bisabuelos), quiénes próximos a licenciarse gozan del respeto y el
reconocimiento, y se dedican a estar ociosos, escaqueándose de
toda tarea y contando los días que les quedan para abandonar el
cuartel. Más abajo se encuentran los ‘abuelos’ y los ‘padracos’ que
‘son ciertamente veteranos pero deben demostrarlo’ para hacerse
respetar, y para ello maltratan a los novatos sin ningún tipo de
contemplaciones’ (Sánchez, 1999, p.84iv[iv][iv]). En la base se
encuentran los ‘bichos’ y los ‘chinches’, también llamados ‘peludos’
o ‘pelusos’ como en Noblejas, que deben hacer todo tipo de
desagradable trabajo cuartelero (guardias y fregados). Sánchez
expone que 'el recurso a una terminología filial representa una
relación vinculante de tipo generacional entre las partes de manera
que todos están vinculados y todos seguirán el mismo proceso
dentro del ciclo vital que constituye para el soldado de reemplazo
el hecho de la mili’. Análogamente, la estructura generacional
puesta en juego en las quintas marca un tipo de vinculación
comunitaria que permanece en el tiempo. Es corriente escuchar a
adultos decir ‘ese es quinto o maricón mío’ o ‘peluso mío’. Las
quintas están integradas también por las amigas de los quintos
que,
sin embargo, juegan el papel de acompañantes en los
preparativos y objeto de las pintadas y burlas. En este sentido
durante las semanas precedentes al domingo gordo intentan
negociar las posibles pintadas y expresan su temor a las acciones
de sus 'amigos'.
La parte importante de la fiesta para los quintos comienza
con noche del sábado. Para celebrar el domingo gordo preparan el
escenario: arrancan varios olivos de los campos cercanos (con una
retro-excavadora prestada), los transportan y disponen en círculo
en la plaza del ayuntamiento. Tras haber preparado el escenario,
los quintos se retiran al ‘cerco’, donde van a pasar gran parte de la
noche, comiendo, bebiendo, ensayando las canciones y terminando
de preparar varios de los elementos simbólicos que han de portar
a la mañana siguiente como son el carro decorado (con los colores
nacionales, banderolas, naranjas y limones), el carnero (al que
emborracharán y maltratarán durante la noche, y que en los
últimos años suele morir de coma etílico), la tajada que llevarán
en el carro (jamón, chorizos, vino), el traje de quinto (con sus
zapatos, pantalones y chaleco negro, camisa blanca, pañuelo y
faja roja, y gorra de chulapo), o las picas o 'ijaas' (apero de
labranza que es pintado y decorado con cintas, y utilizado como
instrumento de ritmo). A cierta hora preparan las pinturas y salen
a las calles.
Hay algunas pautas prescritas para desarrollar la fiesta pero
una gran parte de la organización es espontánea (los recorridos
por el pueblo o el contenido de las pintadas) y depende de la
configuración concreta de cada grupo de quintos y de sus
habilidades. La tradición exige más o menos el uso de ciertos
símbolos y el desarrollo de ciertas actividades (por ejemplo, llevar
un carnero por la mañana) que son las que configuran el horizonte
de sentido de la acción y la memoria colectiva. Pero existe una
gran flexibilidad en la interpretación y el desarrollo de las
indicaciones contenidas en lo que se dice haber hecho siempre.
Además hay un importante peso de lo que las quintas recientes
hayan hecho, ya sea para repetirlo o para no hacerlo. No siempre
se ha matado al carnero (y la tradición no lo prevé) pero este año
sucedió. Lo mismo con las pintadas o las canciones y sus
contenidos. Los quintos contemplan como referente en casos los
relatos de lo que sus familiares dicen eran sus fiestas de los
Quintos. Los quintos se reconocen así en la memoria de una
tradición que por otro lado los actores apuntan ha variado mucho
con el paso de los años. Antes de las fiestas los quintos dicen que
van a hacer muchas cosas de las cuales algunas se hacen y otras
no –como tabicar la puerta del quinto que no sale o parar los
coches en la carretera nacional. Sin embargo introducen
innovaciones como preparar pasquines que anuncian su fin de
semana y advierten sobre sus ‘cojones’. Los quintos experimentan
diversas tensiones entre tradición e innovación, entre transgresión
y comedimiento, entre otras. Deben mantenerse fieles a la
tradición mientras deben innovar para singularizarse y pasar a la
‘historia’ de los quintos de Noblejas.
Cada grupo debe representar un papel específico en la
teatralización de la fiesta, así cada grupo esta obligado a
desarrollar el aprendizaje de la toma de decisiones grupal entre
iguales y las habilidades de negociación y organización. El
individuo pone su individualidad al servicio del grupo. La quinta
funciona como un sujeto colectivo –único e indistinto- siempre que
se respeten los límites consensuados sobre las distintas acciones.
Las pintadas son de ‘los quintos’, las canciones son de ‘los
quintos’,
los
representa
huevazos
a
todos
son
de
‘los
maricones’...
cada
uno
ha
de
ser
consecuente
con
esta
y
representación. Han de resultar amenazantes, la gente
(especialmente l@s niñ@s) les huye a la vez que tiene curiosidad,
no quieren mancharse pero quieren ver la acción. A cada grupo le
compete un modelo de aprendizaje creciente en responsabilidad,
según la fase en que se encuentran. Los pelusos no deben
preparar mucho pero por lo menos deben disponer de la ropa
apropiada y un ‘cerco’, con comida, bebida y otras cosas para
pasar el fin de semana fuera de casa (no se duerme, o se duerme
vestido en cualquier rincón por unas horas). Los maricones
necesitan todo esto y además se organizan para comprar huevos,
añil... buscar un tractor y un remolque –en el que llegan por la
mañana a la plaza del ayuntamiento y donde permanecen durante
las canciones de los quintos-, así como una garrotas, gorros de
paja, algunas prendas militares, guantes de látex para no
mancharse... . Los quintos son los que más trabajo tienen y
además arriesgan más el recibir denuncias por sus acciones. Así
los quintos 'están deseando que se pase', y dicen que cuando se lo
pasaron mejor era de 'peluso'.
Una de las condiciones que rodean su tiempo liminal y que
constituye el trasfondo de referencia axiológica de la tradición es el
ejercicio de una violencia ficticia. Durante este período de
liminalidad y separación-contaminación, las andanzas de los
quintos-maricones-pelusos,
se
dramatizan
buscando
una
percepción de amenaza para el resto del pueblo. Las madres y las
hijas esperan durante la noche las pintadas y las borran antes de
que amanezca para que nadie pueda leer lo que los quintos dicen
de los moradores de la casa. Hoy en día el Ayuntamiento también
participa en este borrado de urgencia de las pintadas. Pintadas y
canciones
son
dedicadas
principalmente
a
los
maricones,
especialmente aquellos que destaquen por algún ‘fallo’ moral,
vicio, fealdad, etc.; a las chicas, especialmente las de su quinta o
menores que igualmente destaquen por algún rasgo físico o moral,
así como contra ciertas autoridades (alcalde, cura), personajes y
comercios del pueblo. En otros casos las pintadas sirven
simplemente para dejar constancia de su paso ('Quintos 02’ o ‘02’
a secas).
La
violencia
se usa en un doble
sentido que articula
la
lógica
de
la
rebelión tanto como
la del rito de paso.
Por
un
violencia
lado,
se
la
usa
para
construir
los
roles
de
las
distintas
generaciones
de
iniciandos,
marcando
una
jerarquía.
Se
dramatizan tres roles: el que es agredido, el que agrede y los que
refinan su violencia mediante la voz –escrita y cantada- (aunque
no siempre fue asív[v][v]), fase última de la iniciación. La violencia
dialéctica de los quintos contra maricones y contra las mujeres
(teniendo en cuenta que no se reconoce competencia a maricones
y pelusos para este trato con las mujeres) contribuye a construir
cierta jerarquía de género. Al mismo tiempo la violencia exclusiva
de los quintos hacia autoridades y pueblo en general refleja el
esfuerzo de conquista del estatus adulto, ejecutándose en este
momento la lógica de la inversión y la rebelión.
Sin embargo no hay que perder de vista que todo es una
pantomima que pone en juego varios argumentos, horizontes de
significado y tensiones; el uso de esta violencia obedece a la
representación de las tensiones sociales, no a las tensiones
sociales como tal: la violencia es simbólica, es ficticia. La violencia
real que constituye la matanza del carnero, por ejemplo; se
disimula diciendo a los niños que curiosean y preguntan, que el
carnero está dormido o borracho. Más que la violencia en sí,
parece importante su percepción, la recreación de un tiempo
caótico, la impresión de fuerza o poder por parte de los propios
quintos y su exhibición. Y en este contexto la violencia tiene
mucho de lúdica, ya que el rito es un acontecimiento festivo, no un
acontecimiento traumático. Los que se asustan y sin embargo
disfrutan son los niños. Resulta curioso que la provocación
‘refinada’ y dialéctica de los quintos (pintadas y canciones) que no
constituye una amenaza grave, sin embargo sea en realidad más
fastidiosa en sus efectos. Por otro lado los quintos conocen los
límites de sus fechorías y los riesgos que entrañan de denuncias
personalizadas por daños, en este sentido limitan sus acciones y
negocian entre ellos para que una actuación individual no tenga
consecuencias ni legales ni en la imagen del conjunto.
Lo característico de los quintos no es sólo el desarrollo de su
iniciación mediante la rebelión, sino que el esfuerzo de conquista
del estatus conduce a su consecución final en la plaza. Puede
decirse que la conquista se realiza por la noche, entre la
ocultación, la excepcionalidad y la ocupación ruidosa de las calles,
mediante
los
varios
usos
de
la
violencia
y
la
autoridad
momentáneamente concedida. Todo converge y se resuelve en el
Domingo Gordo donde concluye su iniciación. Se visten de fiesta y
aparecen en público portando los símbolos de su poder como la
pica, el carnero, las olivas que han traído desde el campo, y
también los símbolos de su integración como los colores de la
bandera española, la indumentaria de fiesta, y sus propias
canciones (que muestran el saber hacer adquirido). Critican al
pueblo, al cura, al alcalde (sus superiores), y ridiculizan a los
maricones y a las mujeres (sus inferiores). Con ello se incorporan
a la madurez como sujetos legitimados para 'dictar' en condiciones
de igualdad con los otros hombres y restituyen el orden social
momentáneamente alterado. Maricones y pelusos escuchan sus
canciones en la plaza. Una vez finalizada la ‘performance’, los
quintos se mezclan entre la gente, mientras que maricones y
pelusos continúan su batalla ritual un poco más. Finalmente posan
todos juntos para la foto final, los pelusos abajo, maricones en el
medio y los quintos arriba, y se van a comer todos juntos.
Maricones y pelusos cierran sólo provisionalmente su iniciación
mientras que a los quintos solo les resta transpasar los poderes en
la cena de San Antón del año siguiente.
Re-produciendo sociabilidades y modelos de
masculinidad y feminidad.
Los quintos constituyen un claro caso de grupo de pares y de
edad masculino, unificado en un solo sujeto colectivo que exige la
participación de todos los varones de esa edad en el rito. A su vez
las características del rito cumplen todos los elementos (con todas
las matizaciones posibles) de un rito de paso que reafirma cierto
modelo de masculinidad (demostración del arrojo y ejercicio del
poder –humillación de pelusos en su tiempo, maltrato del carnero,
ingesta de alcohol, habilidades de negociación igualitaria entre
pares, ejercicio del poder de designación –burla, insulto- sobre
mujeres y menores de edad, sanción crítico-moral y satírica de
superiores, rechazo de la homosexualidad pero potenciación de la
homosocialidad de heterosexuales, etc.). Este carácter es crucial
ya que está presente como característica que define la tradición y
frente
al
que
cada
uno
de
los
quintos
debe
responder
obligatoriamente. Así los quintos negocian entre ellos los límites de
lo exigible a cada uno en su identificación con los valores de la
fiesta, permitiéndose que mientras algunos llevan estos valores a
sus consecuencias más extremas otros puedan no identificarse y
no participar activamente de ellos, pero deben dejar hacer a los
otros siempre que su acción no perjudique al conjunto (posibles
denuncias
judiciales).
Estas
tensiones
sobre
la
forma
de
representar el papel de quinto, centrales a la organización y
negociación colectiva, están estrechamente relacionadas con las
formas mediante las que construyen sus modelos de masculinidad
(participación o no en el maltrato al carnero, diversión en la
ingesta de alcohol o no, nivel de violencia que se utiliza en las
‘bromas’ y trastadas, en las letras de sus canciones, en sus
pintadas –tanto en su emplazamiento como en el contenido-, etc.).
Los quintos discuten, negocian y aceptan las diferencias dentro de
ciertos marcos que delimitan recíprocamente los límites de lo
asumible colectivamente y lo que queda bajo responsabilidad
personal. Unos deben de aceptar que otros hagan cosas que ellos
no harían por poner un caso.
Esta caracterización de la fiesta de quintos se hace
particularmente clara al atender a la celebración que protagonizan
las chicas de la localidad, las fiestas de Las Damas. Si bien las
damas como grupo es el equivalente simbólico de los quintos en el
discurso, la procedencia y el sentido de ambas fiestas son
distintos. La equivalencia se basa en el paralelismo de edad y en
representar los roles de género, roles que presentan diferencias
radicales y plenas de significado. Ello es particularmente visible en
dos
dimensiones
de
la
fiesta:
la
organización
y
los
roles
reproducidos.
Las damas son ocho jóvenes de entre 15 y 18. El grupo no se
forma por asociación de los participantes sino por competición o
selección, de la que además son responsables otras personas. No
existe rito de paso alguno sino una reafirmación de un estatus
dependiente como analizaremos ahora. No se puede ser dama si
no se es seleccionada, no es una prueba a la que se pueda
concurrir libremente. Se puede sugerir a la Junta (Hermandad que
funciona en Noblejas a modo de Comisión de Festejos) que se
desea ser dama pero una insistencia excesiva sería impertinente y
sospechosa. Por otro lado habiendo sido seleccionada se debe
competir por la condición de Reina en una ceremonia en la que las
damas deben participar fundamentalmente con su presencia
adecuadamente preparada según los requerimientos de imagen y
comportamiento. Se trata de un concurso de belleza similar a las
elecciones de ‘misses’. El papel de las simbólico de las damas es el
de 'marcadores rituales' de las fiestas patronales, o sencillamente
servir
de
ornamento
estético
a
los
desfiles,
pasacalles,
procesiones, verbenas, misas y todo tipo de acto público. Sus
celebraciones específicas se dividen en tres (presentación, elección
y coronación). En todas ellas se reúnen en casa del Presidente de
la Junta hasta la hora de la ceremonia (pasada medianoche) y
están acompañadas en todo momento por las esposas de los
hombres de la Junta. En todas las ceremonias salen acompañadas
del brazo de algún varón (hermano, primo, padre, tío) y no
participan en la organización de los eventos, siendo su única
aportación un margen sobre su forma de presentación.
La junta busca no sólo a aquellas chicas de las que tienen
conocimiento sobre sus cualidades, sino cuyas familias pueden y
desean
participar
con
especial
protagonismo
en
las
fiestas
patronales ya que deberán asumir una serie de gastos y
responsabilidades que no todas las jóvenes ni todas las familias
pueden y/o desean asumir. Durante todos los meses en los que se
extiende su condición deben estar expuestas a la visibilidad y al
juicio público, se convierten en personas populares y observadas
en los más mínimos detalles. Deben cuidar escrupulosamente en
las apariciones públicas en que son protagonistas de no producir
ninguna ruptura del orden expresivo y demostrar su competencia
en el arreglo personal.
En conclusión, las damas son convocadas a participar,
mientras los quintos son responsables de su asociación y de las
decisiones que toman respecto a sus actividades. Hasta cierto
punto es posible interpretar que desde que el joven empieza su
participación como 'peluso' es entrenado en un modelo de toma de
decisiones donde lo que prima es la igualdad de los miembros del
grupo de edad dentro de una estructura de edad y género. Para el
caso de las damas es patente que estas tienen muy poca libertad
de decisión. Todo es organizado para su lucimiento, pero incluso
su
lucimiento
personal
obedece
a
unas
prescripciones
que
establecen los organizadores. Es significativo que, además, no
permanecen solas casi nunca. Muy al contrario que los quintos,
una de cuyas herramientas principal en la preparación de su fiesta
es el secreto, que va alimentando su modelo masculino de
solidaridad.
No es difícil apreciar que la subjetividad femenina que reproducen las damas viene
marcada por su estatus de dependencia, de modo que no existe rastro de posible rito
de paso a una edad adulta o de rito que marque la mayoría de edad. Así las jóvenes
permanecen fuertemente tuteladas dentro del hogar paterno hasta edades más tardías,
disfrutando de una superprotección mayor y una autonomía reducida en
comparación con la de sus hermanos. Resta señalar que en Noblejas encontramos un
clásico caso en el que las chicas pugnan por equipararse con el grupo de edad
masculino entrando en su asociación (las quintas participan de la organización de las
celebraciones de sus amigos hasta el límite de lo que se las permite) ya que celebrar
actos paralelos para las chicas de la misma edad es algo que de momento no parece
plantearse con fuerza.
José María Espada Calpe © 2004
y Mónica Cornejo Valle.
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California 94305, USA.
i[i][i]
Este artículo está basado en una investigación antropológica en la que los autores han participado
como parte del equipo de la Universidad Complutense de Madrid. El estudio ha llevado a la realización del
documental ‘El domingo gordo’, de los mismos autores junto a Maria del Carmen Gómez García-Alcalá,
bajo el nombre de Equipo ‘Emerging World’.
ii[ii][ii]
Noblejas (3.100hab) situado en la manchega mesa de Ocaña. Tradicionalmente vinculado al vino, la
oliva, el esparto o el yeso, pero ha protagonizado un crecimiento económico importante en el último cuarto
de siglo con la instalación de diversas industrias (aluminio, yeso, emisora onda corta, hélices para
turbinas eólicas, agroalimentarias...), servicios (gran protagonismo de la administración local), y por la
mejora de las comunicaciones que le han vinculado muy especialmente a Madrid (trabajo en la
construcción, comercialización de vino de mesa).
iii[iii][iii]
Los cercos son fincas tapiadas que se encuentran a las afueras del pueblo. Pueden estar cubiertas
o no, disponer de una pequeña cocina con chimenea o no, y es el lugar donde guardan los aperos de
labranza, tractor, perros u otros animales, y donde se celebran fiestas y encuentros grupales.
iv[iv][iv]
Sánchez Navarro, Eulogio. (1999) La mili en tres dimensiones. En ‘Revista de Antropología Social’,
Universidad Complutense de Madrid, nº8, pp. 81-108. Madrid.
v[v][v]
De hecho, parece que la aparición de los pelusos data de comienzos de los años 80, y que
antiguamente los maricones ocupaban el lugar de los pelusos. Así el término peluso parece ser un
préstamo de las terminologías de la tropa que ya habíamos señalado.
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