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Pilar Álvarez
Universidad de Karlstad
De Escandinavia a México: entre dioses y mitos como
expresión y convergencia del pensamiento y del
comportamiento humano
Los mortales creen que los dioses han nacido y que incluso tienen
vestido, voz y figura como ellos. Pero si los bueyes, caballos y leones
tuvieran manos y pudieran dibujar con ellas y plasmar imágenes, como
los hombres, dibujarían las figuras de sus dioses y crearía sus cuerpos,
los caballos con formas de caballos, los bueyes de bueyes, tal como lo
fuera la figura que cada uno poseyera.
Los etíopes afirman que sus dioses son de nariz chata y negros; y los
tracios, que tienen ojos azules y son pelirrojos.
Jenófanes de Colofón (580-475 a. C.)
Frs. 11, 12, 14, 15 y 16.
(Citado en Fontán Barreiro, p. 9).
Sabemos que el ser humano busca encontrar una respuesta a su origen, a la
cosmogonía, como también justificar su existencia en el presente y asegurar su lugar
postrero en el mundo. Testimonio de ello es el patrimonio mitológico y la iconografía
mítica como producto del deseo de acercarse a la/s divinidad/es abstracta/s. Aunque
sepamos que en los relatos las descripciones responden más a la fantasía que a la
lógica, es factible observar que en culturas tan aparentemente distantes en tiempo y
espacio como la escandinava y la mexica, es posible, dentro de nuestra perspectiva,
hallar en el paisaje mental de las mismas elementos en común en la concreción de
estas descripciones. Nos referiremos específicamente a la presencia iconográfica de
aves (cuervos/colibríes, águilas), ofidios (serpientes) y fieras (perros/lobos).
Nos acercamos a estas representaciones animales, asociadas a los dioses, a
las divinidades o como actores portadores de sentido, en el intento de establecer las
concomitancias que se dan en sus acciones y funciones tanto en la mitología
escandinava1 como en la india/indígena. Mencionamos la presencia de la vaca
gigante (Audumbla) y el caballo de ocho patas, como animales míticos porque, si
bien no son animales comunes en el paisaje mitológico de las dos culturas,
1
. Estas Eddas estaban divididas en: la Edda Mayor y la Edda menor. La Edda Mayor, que es también la más
antigua, es una colección de poemas anónimos. El idioma es islandés y data del año 1000 o incluso antes. Se
pueden dividir los poemas en dos grupos: poemas míticos que hablan sobre la creación y el fin del mundo, y los
poemas heroicos que hablan principalmente sobre Odin y Thor. La Edda Menor es también llamada la Edda de
Snorre Sturluson quien la escribió alrededor de 1220. Es un manual de poesía para los escaldos.
En: Mitología escandinava, Enciclopedia Microsoft® Encarta® Online 2009. 2009-07-21
aparecen como parte de la cosmogonía nórdica y explicación del origen posterior del
hombre.
De acuerdo con la perspectiva psicoanalista, consideramos estas expresiones
del imaginario como «arquetipos»2 que responderían al inconsciente colectivo de la
humanidad. La asociación que ofrecen estos animales con respecto al espacio en
que desarrollan sus acciones, ya en el cielo, ya en la tierra, abre la idea, planteada
por el filósofo sueco Swedenborg (1688-1772) en la teoría de las correspondencias,
relativa a que a todo hecho natural le corresponde una realidad espiritual con la cual
el ser humano puede entrar en contacto mediante experiencias místicas (Lübcke, p.
533). A este respecto, hay que tener muy en cuenta que en la mitología nórdica, el
antagonismo no está representado por la lucha entre la maldad y la bondad, sino
que se plantea como la oposición entre el orden y el caos. Así, los dioses
representan el orden y la estructura, mientras que los gigantes y los monstruos
representan el caos y el desorden. De tal forma, si hay correspondencia entre cielo e
infierno, lo puede haber entre tierra y paraíso como expresiones duales bien/mal,
orden/ caos, ascenso/descenso.
Vale resaltar, antes de empezar, como parte de la repercusión que tienen
artísticamente los referentes míticos en las recreaciones poéticas, la actualidad de
las mismas en creaciones artísticas, literarias, pictóricas o fílmicas posteriores. En el
espacio literario nórdico, podríamos tomar como ejemplo, uno de los textos de la
obra de Selma Lagerlöf (1858-1940), maestra y escritora genéricamente prolífica3.
Lagerlöf, enfrentada a la necesidad de explicar a sus alumnos la inmensa geografía
de su país, echa mano en su libro El maravilloso viaje de Nils Holgersson (19061907) y, con fines didácticos, enaniza4 a un niño, como los conocidos espíritus del
bosque nórdico (troles, enanos, duendes). Así las cosas, encarama al pillo rubio
sobre un ganso como medio locomotor, para que junto con éste y su primaveral
bandada emigrante describan, al surcar el paisaje sueco, la geografía del país.
Recientemente, Lars von Trier, en su premiada y más reciente película
Anticristo (2008), recurre al espíritu de la naturaleza, del bosque como co2
Es el término con el que también K.G.Jung aplica en la psicología contemporánea, para designar una serie de
actores y motivos que, a su juicio, se encuentran en el inconsciente colectivo de la humanidad y que constituyen
modelos o prototipos de ordenación, según ciertas imágenes, de los sentimientos, aspiraciones y modos de
conducta del existir humano. Estos arquetipos se manifestarían en la conciencia por medio de los sueños, la
imaginación y los símbolos. (Estébanez C., 57).
3
Una de las pocas escritoras nórdicas que ha recibido el premio Nobel de Literatura (1909).
4
En la representación de lo imaginario, Durand plantea este proceso como la liliputización o «inversión del
gigante» (Durand, 203).
protagonista de trasfondo y a tres animales (un cuervo, un zorro y el ciervo) para
sacar a la superficie y revelar la desgarradora/desgarrante, en versión de von Triers:
psiquis femenina.
Somos conscientes de la presencia referencial a elementos míticos como
parte, y constante, de la esencialidad artística mexicana. Creemos que en la
actualidad uno de esos animales cuasi-míticos (además por su fealdad), los
escuincles, hace parte de la simbiosis cultural actual y cotidiana en algunos hogares
mexicanos, y que incluso ha cruzado las fronteras del comercio internacional y ahora
también es miembro de la familia europea.
Las representaciones mitológicas nórdicas-mexicas.
En algunas representaciones míticas lo humano de las figuras queda escondido u
oculto tras máscaras y ornamentos, sean entre plumajes o pieles de vistosos
colores, gélidos cascos y/o férreas armaduras. Se puede considerar que la
representación de la divinidad llega a sugerir al reducir la imagen humana, la visión
del mundo que representa.
No obstante, es interesante señalar que, mientras las imágenes de algunos
dioses mexicas son más bien representaciones de fuerzas de la naturaleza,
principalmente animales, encarnadas en seres humanos; en la mitología y el
imaginario nórdico los dioses no se «mimetizan» con estos, sino que aparecen
acompañados por los animales tal y como son. ¿Cómo interpretar esa diferencia a
pesar de la correspondencia? En la situación mimética se trataría de una función de
integración, asimilación total, mientras en el caso de las divinidades nórdicas se
trataría de una extensión o prolongación del «poder».
Mitología nórdica
En la religión politeísta los dioses y las fuerzas que representan son más que todo
poderes (orden y estructura) antes que, como hemos mencionado líneas arriba,
representantes del conflicto entre el bien y el mal. Por su parte, los gigantes y los
monstruos representan el caos, el desorden e incluso, dada la necesidad, actúan y
hacen alianza a favor del orden.
Las Eddas eran textos mitológicos, religiosos, heroicos y poéticos fechados,
según el Codex Regius en el siglo XIII. Pertenecían a la tradición oral y eran
aprendidos de memoria antes de que se inventara la escritura. Como parte del ritual
del paso de la pubertad a la edad adulta, los jóvenes tenían que identificarse con la
figura del dios protagonista, que a menudo era Odín, y pasar por las pruebas que el
dios había establecido y superado.
En la cosmogonía nórdica el origen del mundo se explica como el resultado
de la conflagración de temperaturas de los mundos del fuego y del hielo. En uno de
los bloques de hielo vive un gigante (Ymir). Al dormir Ymir suda y de su brazo
izquierdo surge una pareja de gigantes, de la copulación de sus piernas pare un hijo.
Surge, entonces, la gigante vaca (Audumbla)5, que se nutre de la escarcha de hielo
a falta de verdor, y a su vez, alimenta al gigante con los cuatro ríos de leche de sus
mamas. Audumbla lame la escarcha sagrada de las rocas salobres y de ella nace el
primer hombre (Bure), cuyo hijo Bor se casa con Bestla y tiene a los dioses Odín,
Vile y Ve. Estos matan a Ymer y de todas las partes de su cuerpo crean el mundo.
Odín, Vile y Ve crean de dos árboles al hombre (Ask, fresno) y a la mujer (Embla,
olmo) (Baksted, pp. 46-47).
Los cuervos, el colibrí, águila: el orden contra el desorden (nórdica) o el
triunfo de la luz contra la oscuridad, el bien sobre el mal (mexica)
Asociada a la imagen del rey Odín suelen aparecer dos cuervos. Los cuervos, Hugin
y Munin, son los ojos omnipresentes del rey Odín (Oden). Reportan a este rey lo que
la mirada de sus ojos ha visto, lo cual contribuye a que Odín pueda reinar
imperialmente y, de forma omnipresente, atestigua lo que sucede a las personas, los
gigantes, las elfínas y los enanos.
La caracterización de estas aves varía. En ocasiones representan el
«pensamiento» y la «memoria» de Odín, la personalización/materialización de su
juicio y alma. En otras, son aves carroñeras.
Pero, según las leyendas indoeuropeas, la Omnipotencia es tuerta (Durand, p.
144). Hay que recordar que el rey Oden sacrifica un ojo a cambio de su sabiduría.
Ese ojo está en el fondo del pozo del gigante Mimer, quien le permite beber cada día
y obtener sabiduría para saber todo lo pasado y todo lo que vendrá. Odín es,
entonces, el dios clarividente y «espía».
5
Se encuentran paralelos en los mitos indios e iraníes (indoeuropeos), pero no hay asociaciones inversas directas
del norte a Oriente.
No obstante, Odín también es conocido como el rey de la muerte. Como parte
de la naturaleza las aves, en su papel de mensajeras aéreas, advierten y
contribuyen a mantener el orden, enfatizar la imagen y la necesidad de distancia del
caos; para mantener el equilibrio ocasionado por la descomposición y la crueldad
que reina sobre y bajo la tierra: resultado de la acción del hombre sobre ésta. La
mitología confirma el isomorfismo del ojo, de la visión y de la trascendencia divina
como posibilidad de manutención del equilibrio.
Por su parte, en la mitología mexica aparece, asociado con la luz, el dios
guerrero Uitzilopochtli («colibrí izquierdo», «colibrí del sur»), engendrado por la diosa
tierra y el alma de un guerrero sacrificado convertida en colibrí como el dios sol. El
sol en el Cenit toma el nombre de este dios que, para sobrevivir las predicciones,
mata a su hermana, Coyolxauhqui, que es la diosa de las tinieblas y las estrellas. En
este dios se presentan unidos, a su vez, en isomorfismo el sol, el Este y el cenit, los
colores de la aurora, el pájaro y el héroe guerrero alzado contra las potencias
nocturnas (Durand, p. 142).
Por otra parte, si comparamos el águila y el cuervo podemos trazar la
correspondencia entre estas como aves desanimalizadas y mensajeras de la
voluntad de allá arriba (Durand, p. 123). De allí que, según Durand (p. 123), el águila
«romana» y el cuervo germano céltico aparecen en las heráldicas, como sería el
caso del emblema nacional mexicano de origen mítico. Los animales, su grado de
complejidad y evolución biológica, también expresan la jerarquía de los instintos. El
triunfo de un animal superior sobre uno inferior corresponde al simbolismo análogo,
así el triunfo del águila sobre la serpiente.
En la mitología nórdica, asociado con el árbol cósmico nórdico6, el Yaggdrasil,
aparece un águila en su copa y una víbora al pie del árbol. La rivalidad, la
yuxtaposición entre el pájaro y la serpiente «viene a dramatizar y verticalizar la
imagen cósmica». De acuerdo con Durand, el árbol cósmico se humaniza por su
verticalidad y se convierte en símbolo del microcosmos vertical que es el hombre (p.
326). Es, entonces, el hombre la figura triunfante entre estas luchas mediatizadas
por animales que, de una u otra forma, contribuyen a su preponderancia en el
imaginario colectivo.
6
Las raíces se hunden en el corazón de la tierra, su ramaje conserva la fuente de la juventud. En el Yaggdrasil
anida toda la creación.
En esa línea de pensamiento sabemos que la serpiente, que oculta el triple
secreto de la muerte y de la fecundidad, es el animal en el Bestiario lunar que más
se acerca al simbolismo cíclico del vegetal. Unida a un árbol se presentan dos
temporalidades: la animal y la vegetal. La perennidad como animal que se regenera
y la vegetal verticalizada en el árbol-bastón, emblema de flor y fruto, de un retorno
más allá de las pruebas temporales y los dramas del destino, en la vertical
trascendencia (Durand, p. 305).
Vemos entonces, que la serpiente en el paisaje mental iconográfico azteca
como parte del ciclo agrolunar7 (Durand, p. 301) representa aproximadamente seis
dioses aztecas (mexica)8 y es asociada algunas veces con otros atributos animales,
los del pájaro, los del fénix. Por ejemplo: dios creador y patrono del gobierno,
sacerdotes y mercaderes es Quetzalcóatl o Serpiente de plumas preciosas; dios de
la caza, la guerra y la Vía Láctea Mixcoatl, serpiente nube; la diosa del maíz o Siete
Serpiente.
El lobo y el perro devoradores del tiempo: el descenso y el retorno
La imagen de animales con fauces, dientes afilados, devoradores, que ladran y
muerden es representada en la iconografía nórdica y la azteca por lobos y perros. El
lobo aparece como el compañero mítico e invernal de las serpientes de los mares
estivales (Durand, p. 79). Representa en la mitología nórdica la muerte cósmica: son
devoradores de astros. El perro es considerado como doble doméstico del lobo y en
la mitología azteca, en algunos casos a modo de complementariedad, su imagen es
representada míticamente con rasgos que hacen posible su papel fiero y destructor.
Fenrir es el lobo hijo del dios Loki y la giganta Angerboda, hermano de Hel y
de la serpiente Midgard. Este lobo corre con la jeta abierta, una quijada toca la tierra
y la otra el cielo, de sus ojos y narices salen llamas. Pertenece a la era de la
destrucción del mundo y Odín se convertiría en su víctima. Los dioses lo secuestran
para vigilarlo y solamente Tyr, dios de la guerra, quien sacrifica su mano derecha en
las fauces del lobo, era capaz de alimentarlo.
7
En el Bestiario de la luna aparecen animales dispares: el Dragón monstruoso, el caracol, el oso, la araña, la
cigala, el cangrejo, el cordero o la serpiente. Para Durand, esta disparidad confirma la ley de lo fantástico de
acuerdo con la cual, no es un objeto o una materia lo que organiza y carga de semantismo el símbolo, sino un
esquema dinámico lo que estructura la manifestación iconográfica en los objetos más dispares (p. 298). El
dragón y la serpiente suele asociarse también como símbolos del flujo y reflujo de la vida.
8
La serpiente es el símbolo triple de la transformación temporal, la fecundidad y de la perennidad ancestral.
Aparecen: Chicomecoátl, Cihuacoátl, Coatlicue, Mixcoátl, Quetzacoál, Xiuhcoátl.
Los carros celestes, el sol y la luna, son perseguidos por los lobos Skoll y Hati
(el que odia), hijos de una giganta, de cuya estirpe de hechiceras, las Jarnvidur,
nacerá Managram, el lobo que se tragará la luna mientras el lobo Fenrir se hace
cargo del sol.
A su vez, como gemelo del dios Quetzacoátl, la estrella matutina, aparece
Xólotl (Gemelo), un perro de color oscuro contrario de su gemelo, estrella vespertina
(Venus). Representa los aspectos oscuros de la dualidad de los gemelos. También
surge como parte de la mitología azteca, Ahuítzotl (a (tl) = agua y huiz (tli) = espina)
que es un monstruo acuático con tamaño y forma general de perro, pero con manos
y pies de mono, orejas puntiagudas y cubierto de pelaje gris oscuro, similar al hule y
fuera del agua mojado se apelmazaba en mechones que parecían espinas. Tenía
una cola larguísima terminada en una mano, con lo que atrapaba a todo lo que se
acercara a las aguas donde habitaba y los ahogaba.
Ahuitzotl estaba al servicio de las divinidades de la lluvia. Las almas de los
sacrificados que irían al paraíso, pero eran primero atacadas por éste y les
arrancaba las uñas, los dientes y los ojos en su gruta subacuática. Atraía a los
pescadores llorando como un bebé desde las orillas, en ocasiones expulsaba fuera
del agua a peces y ranas.
El caballo
Uno de los animales cuya aparición no encuentra explicación clara en el contexto
mitológico nórdico y, por razones obvias, no está representado en la mitología
americana pagana es el caballo. No obstante, podemos encontrar asociaciones
míticas entre las dos culturas una vez que las particularidades del animal remiten
arquetípicamente a la asociación con el sol.
En la mitología nórdica los dioses regulan el paso de los días y de las noches,
consecuentemente, las estaciones. Una de estas diosas es Sól, la diosa del sol que
cabalga por los cielos en su carro tirado por los caballos Alsvid y Arvak. Hay que
recordar que Sól es cazada durante el día por Skoll, un lobo que quiere devorarla.
Los eclipses solares significan que casi fue atrapada por Skoll. Predeterminada su
muerte será remplazada por su hermana, mientras la luna, Máni, hermano de Sól, es
cazado por Hati, el lobo. El calor del sol no abraza la tierra porque en medio está
Svalin. La luz no emana del sol, sino de los caballos en la mitología nórdica.
El caballo de Odín se llama Sleipnir, un regalo del gigante Loki. Tiene ocho
patas9 y puede cabalgar sobre la tierra, el mar y también por el aire. Las técnicas de
ataque se basaban en la fuerza de dos elementos opuestos: el hielo y el fuego. Se
cree que era un símbolo del viento y se remite a las creencias populares sobre la
relación del caballo con el reino de la muerte.
Según Durand, el sol no se vincula con el caballo como astro celeste, sino
como «temible movimiento temporal» (p. 71). El caballo es símbolo del tiempo
porque está unido a los grandes relojes naturales (sol/luna).
En ambas culturas se entrega la repartición del espacio sagrado desde una
perspectiva y una forma bipartita, lo diurno/lo nocturno como entre los antiguos
mexicanos, y los aspectos polémicos guerreros de las divinidades del Norte, señala
Durand, de acuerdo con los estudios de Soustelle (p. 51).
A modo de conclusión:
El paisaje mental, representado en la iconografía nórdica y azteca, muestra que las
concomitancias y diferencias entre sus cosmogonías, la explicación de la creación
del hombre, su existencia y el destino sobre el mundo creado por él, está
acompañado por procesos de mimetización y de compenetración con el mundo
animal.
La omnipotencia de los dioses nórdicos para establecer el orden y luchar
contra el caos, es mediatizada por las cualidades de los animales que les
acompañan, a su vez, las deidades aztecas se mimetizan con las fuerzas de la
naturaleza en la lucha contra sí mismos, la misma naturaleza y el hombre como ser
humano.
Los animales, además de significar arquetípicamente, pueden estar
sobredeterminados por caracteres particulares que no se vinculan directamente a la
animalidad como, por ejemplo, el sepultamiento y el cambio de piel que la serpiente
comparte con la semilla, la ascensión y el vuelo que el pájaro comparte con la flecha
(Durand, p. 65).
Lobos, perros, colibríes, cuervos, águilas, serpientes se transforman en el
mundo mítico de lo aparentemente ilógico y lo subjetivo como posibilidades mediante
las que el imaginario concretiza el pensamiento humano. Podríamos afirmar que los
9
Este dato se conoce de acuerdo con los relatos de Snorre y la piedra de Tjängvide en Gotland datada en el 800.
conflictos espirituales y la esencia del alma humana, sea nórdica, sea americana es
universalmente una.
Fuentes:
Baeksted, A. (1984). Nordiska gudar och hjältar. Oslo: Forum.
Durand, G. (1981). Las estructuras antropológicas de lo imaginario. Introducción a la
arquetipología general. Madrid: Taurus.
Estébanez C., D. (1996). Diccionario de términos literarios. Madrid: Alianza.
Fontán Barreiro, R. (1999). Diccionario de la mitología mundial. Madrid: Edaf.
García Gual, C. (1997). Diccionario de Mitos. Barcelona.
Lübcke, P (red.). (1988). Lexikonet. Filosofer och filosofiska begrepp från A till Ö.
Stockholm: Forum.
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