comercio de balandra, contrabando y piratería en el golfo de méxico

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Comercio de balandra, contrabando
y piratería en el Golfo de México
Dr. Antonio García de León
Instituto Nacional de Antropología e Historia, México
Piratería y contrabando
Los espacios litorales que permitieron el desarrollo durante más de un siglo –de 1568
a 1718-, del fenómeno de la “piratería” en el Golfo de México fueron realmente extensos,
pues iban desde Tejas hasta la península de Yucatán, formando un arco en cuyo centro
se ubicaba el puerto de Veracruz, el más importante de la Nueva España. Las actividades
de piratas, corsarios y filibusteros, particularmente en la Costa de Sotavento veracruzana
y los litorales de Tabasco y Campeche, constituyeron una extensión crítica de un sistema
mucho más complejo que hemos definido como la articulación del “comercio de balandra”
y el contrabando con la piratería propiamente dicha1: en donde las acciones violentas y los
ataques filibusteros se definían como sucesos particulares en el campo de las actividades
comerciales pacíficas, legales e ilegales. Nuestra principal hipótesis es entonces que no existió
una frontera precisa entre piratería y contrabando y que, por lo tanto, la “actividad enemiga”
se hallaba integrada de muy diversas maneras al conjunto del comercio americano. Estas
actividades, en el caso del Golfo de México, tampoco pueden separarse de la dinamización
del mercado interno de la Nueva España ni de la expansión de las redes comerciales que
prosperaron al mismo tiempo en que decaía hacia 1660 el gran comercio atlántico entre
Sevilla y Veracruz (la Carrera de Indias, monopolio de la Casa de Contratación); en una
época en que, además, se desorganizaba la trata de esclavos africanos por la cancelación de
los asientos portugueses -debido a la guerra de independencia de Portugal en 1640-, y de
que aumentaba sensiblemente el comercio intercolonial y el contrabando en el puerto de
Veracruz.
La dinámica general
Hubo sin embargo en este periodo un referente más amplio, el que realmente preocupaba
a la Corona y que obligó a la fortificación de varias ciudades portuarias de la América española.
Esta acechanza tenía que ver con la creciente actividad, exacerbada en la segunda mitad del
siglo XVI de los corsarios franceses e ingleses, y que estaba en el contexto de enfrentamientos
internacionales de mayor escala. Es en esta dinámica que se sitúan los ataques de esa época a
1 Esta ponencia resume muchos de los datos expuestos en: Antonio García de León, Contra viento y marea. Los
piratas en el Golfo de México. Plaza y Janés. México, 2004.
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los puertos de Veracruz y Campeche, así como los asaltos y amagos ocasionales contra otros
puertos de menor talla e importancia dentro del mismo Seno Mexicano: Tampico, Tuxpan,
Almería –hoy Nautla-, Alvarado, Tlacotalpan, Coatzacoalcos, Villahermosa y Champotón.
La “batalla de San Juan de Ulúa”, un incidente grave ocurrido en septiembre de 15682, es
uno de los mejores ejemplos de las amenazas que se cernían sobre los virreinatos coloniales, en
este caso sobre la Nueva España. Su dinámica tiene que ver precisamente con las actividades
del corso oficial enemigo, que fue más común al siglo XVI, el que creó toda una imagen en
la que los corsarios se asociaban a un enemigo infiel, en este caso anglicano, que encarnaba
los fantasmas que el mismo imperio había venido construyendo para su afirmación política
y para evitar los signos de decadencia que ya eran visibles en esta época de la “revolución de
los precios”.
La de 1568 era la tercera expedición de John Hawkins, su “tercer viaje de negrero”,
en donde, supuestamente y como lo manifestaba en su defensa, solamente comerciaba,
o intentaba hacerlo, respetando las reglas del imperio español, o como él mismo decía,
“rescatando esclavos y otras cosas que traía y pagados los bastimentos que en ellos tomaba
por su justo valor (…) y los derechos pertenecientes a las rentas reales de Su Majestad…”3.
Otras complicidades previas, y hasta cierto punto producto de los cambios de la época,
se demuestran en el hecho de que el capitán corsario se jactaba de haber sido nombrado
caballero por el mismísimo Felipe II, cuando éste visitó Inglaterra años antes, hecho en el
que se amparaba, junto con las cartas de “buena conducta” obtenidas de algunas autoridades
portuarias españolas, lo que le permitía negociar antes de que su presencia generara
desconfianza y violencia. Pero el caso es que esta escaramuza marcó una circunstancia
importante para la misma defensa de la Nueva España y, paradójicamente, un ascenso en
el prestigio del capitán inglés, que se coronaría en su actuación veinte años después como
contralmirante de la flota que derrotó a la Armada Invencible y el ser, por lo mismo, armado
Caballero de los Mares y miembro de la nobleza.
La incursión a Veracruz en 1568 muestra también la expansión original del llamado
“comercio triangular”, que tuvo un desarrollo importante como forma particular de
triangulación de las ganancias y que combinaba mercancías europeas, esclavos negros y
productos caribeños (azúcar, tabaco y algodón)4. Este tipo de comercio, el mismo que trajo
a Hawkins a las aguas del Caribe y el Golfo de México, estaba conformado entonces por tres
facetas, por tres viajes marítimos, que producían una triple ganancia a la economía británica.
La primera fase, el intercambio de manufacturas por esclavos, producía una primera ganancia.
El segundo paso implicaba un cambio con beneficio de esclavos por productos coloniales.
Y el tercero era el viaje de las Antillas a Inglaterra, que transportaba perlas, plata y materias
2 Sobre los acontecimientos de San Juan de Ulúa existe una excelente documentación tanto inglesa como española,
lo cual ha permitido reconstrucciones minuciosas, como la novela histórica de Rayner Unwin, La derrota de John Hawkins. Historia de su tercer viaje de negrero, Editorial Herrero. México, 1964. Véase también la Colección Fernández de
Navarrete en MN.
3 Como dice en su carta al virrey Martín Enríquez en el momento de intercambiar rehenes: AGI, Indiferente General,
legajo 858, septiembre de 1568.
4 Cf. J. E. Merrit, “The Triangular Trade”, Business History, no. 3, 1960. Pp. 1-18.
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primas a procesarse en esta última, lo que implicaba un nuevo beneficio económico y base
para el desarrollo industrial. Esto explica que, durante la derrota de Hawkins en Veracruz, el
Jesús of Lubeck haya sido saqueado con tan buen provecho por los españoles, pues en la nao
capitana se acumulaban los productos en metálico de las dos primeras ganancias netas de la
expedición. Este comercio se extendió en sus beneficios hacia Francia y Holanda, y es parte
de la explicación de cómo la hegemonía mundial se traslada de España al norte de Europa
en esas décadas. Este comercio en tres pasos era en realidad una red atlántica montada sobre
la Carrera española e interfiriendo con ella. Era también una red de comercios separados
e interdependientes, en donde los pagos por esclavos eran hechos, más que en productos,
en letras de cambio posdatadas. Cada vez más, y en función de las limitaciones técnicas de
los buques negreros, los productos americanos eran transportados por flotas especializadas
y variadas, especiales para el comercio entre el Caribe e Inglaterra, mientras que lo mismo
ocurría con los productos que ésta importaba de África. La tercera expedición negrera de
Hawkins, que fracasó en San Juan de Ulúa por esta serie de incidentes inesperados, era típica
de este comercio y anunciaba, en la propia composición de su flota, esta especialización a la
que Inglaterra recurrió cada vez con más frecuencia.
Pero por sobre la precariedad de San Juan de Ulúa y su banda inmediata, se empezó
a erigir una nueva formación urbana que atraería otras formas de ataque y de comercio
clandestino, que serían más característicos del Golfo de México en el siglo XVII…
Los escenarios regionales
El puerto de Veracruz, -que en su actual emplazamiento se remonta a 1599-, se había
desarrollado a lo largo del siglo XVII de una manera vertiginosa -en base a las necesidades
exponenciales del mercado interno de la Nueva España-: convirtiéndose en la “precisa garganta
y paso” de un siglo largo que allí parece haberse acabado hasta 1707 por lo menos, creando en
su litoral interior -a Barlovento y Sotavento-, un variado mercado interno de abasto y zona de
influencia; extendiendo además sus redes de tierra adentro hacia Puebla, la ciudad de México,
Acapulco y las Provincias Internas, y alcanzando su máximo esplendor en la segunda mitad del
siglo XVIII. Desde su fundación en el último emplazamiento, el actual, Veracruz gozaba de
una posición de monopolio, pues era la única salida marítima legal de los productos mineros,
artesanales o agrícolas de toda la Nueva España, así como la única puerta autorizada de lo que
venía del Caribe y el Atlántico.
Más allá de una serie de elementos a los que nos referiremos más adelante, la vida
del puerto parece estar marcada por una característica muy perdurable y que aparece en
la mayoría de las referencias documentales de la época: el contrabando y las arribadas
maliciosas, los enormes intereses que giran alrededor de las finanzas reales y el comercio
interior y exterior, la convivencia la más de las veces pacífica con la piratería del litoral,
el “comercio de rescate” a pequeña escala -el comercio de balandra-; y, sobre todo, las
complejas redes de corrupción y fraude que se desarrollaron entre los contrabandistas y los
funcionarios del puerto y los de seis jurisdicciones del litoral aledaño hacia el norte y el sur.
Gran parte del “tesoro americano” se concentraba por dos meses en el pequeño caserío,
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convirtiendo a Veracruz, por pocos días, en la ciudad más rica del mundo, y en ese sentido,
a veces sólo sobrepasada por la Feria de Portobelo.
Los cursos de los ríos y deltas de Tabasco, los Ahualulcos -en el confín de Coatzacoalcos- y
todo el sur de Veracruz, eran las rutas predilectas de la pequeña trata o el saqueo, dependiendo
de las circunstancias. A menudo, el comercio ilegal y la piratería se aliaban no solamente con las
comunidades vecinas sino también con funcionarios menores criollos, o con señores naturales
indios, y se llegaba a acuerdos en la trata de cacao, maíz, puercos, mujeres, madera, palo de tinte
y tabaco. Cuando los acuerdos se rompían o los piratas o contrabandistas eran denunciados,
se daba la ruptura: las incursiones se tornaban entonces violentas, se capturaban rehenes
indios que eran vendidos en Jamaica como esclavos y se atacaban los caseríos indígenas o los
emplazamientos españoles, las villas fundadas en la región desde el siglo XVI. Así fenecieron
Santa María de la Victoria en Tabasco y la Villa del Espíritu Santo en Coatzacoalcos, la que tuvo
una larga agonía entre 1606 y 1658.
Los ataques más documentados sobre los pueblos del litoral, se dieron hacia 1672, cuando
Francia rompía uno de sus tratados con España, y en virtud de una serie de incidentes locales y
de poca monta que terminaron por influir sobre el conjunto de las costas del Golfo y que habían
empezado a causar problemas desde 1664, en la relación de las autoridades españolas, tanto con
Francia como con Inglaterra, las que según estas autoridades, no se ajustaban ni respetaban los
tratados de paz y seguían atacando a las poblaciones pacíficas que se negaban a servirles.
En virtud de esta situación, que afectaba más fuertemente a la provincia de Coatzacoalcos y
a Tabasco y Campeche, se desarticuló de manera notable el sistema de cobro de tributos sobre
estos pueblos de indios, logrando muchos de ellos decretos de exención por algunos años, para
poderse reponer de las pérdidas causadas por los asedios y los traslados de pueblos. De por sí, la
caída poblacional del mundo indígena había sido muy severa en el litoral, llegando a su punto
más bajo en 1646. Cuando apenas comenzaba una recuperación demográfica, la región fue
nuevamente afectada, esta vez por la presencia cada vez más numerosa y agresiva de los piratas5,
haciendo que la población empezara de nuevo a crecer pero más tardíamente que en el resto
de las provincias: de hecho, la recuperación relativa entre los indios del Golfo se dará hasta
bien entrado el siglo XVIII. En un previo lapso de incertidumbres que corre de 1664 a 1667,
se reportan a la Corona los campamentos piratas de la desembocadura del Coatzacoalcos6,
quienes, y a pesar de algunas acciones armadas en su contra, logran consolidar su permanencia
hasta 1673, por lo menos7.
Asimismo, y desde 1676, el número de piratas y contrabandistas establecidos se había
incrementado hasta en un millar de individuos armados en la banda occidental de la Laguna
5 Cf. Información hecha a pedimento de los Indios…AGNM, 1672, así como: Piratas…, El Virrey da quenta de la
hostilidad ejecutada por Ingleses en la Costa de la Provincia de Guazaqualco…AGI, 1672.
6 Cf. Piratas, Piratas en la isla de Santa Ana y Barra de Guazaqualco, AGNM, 1664 a 1667.
7 Piratas, Alojamiento de enemigos Ingleses en una Isla nombrada Santa Anna, en la boca del Río de Guazaqualco.
AGNM, 1672./ Id, En cuanto a la Nueva Veracruz (…) que los Ingleses no respetan en la América la paz ajustada con ellos.
AGNM, 1672.
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de Términos, generando gran inquietud en el castigado puerto de Campeche8. Esta situación,
que en realidad marca un nuevo posicionamiento de los enemigos del imperio en el conjunto
del Caribe, está muy relacionada con la corrupción y los fraudes detectados en 1676 entre los
Oficiales Reales de los puertos de Veracruz y Campeche, los que sostenían abiertas relaciones
con los contrabandistas. En el caso de Campeche, la relación era directa con los establecidos en
la Laguna de Términos, mientras que en Veracruz, algunos militares y artilleros de la Armada
de Barlovento se beneficiaban del comercio ilegal y engrosarían después las filas de los atacantes
del saqueo de 1683, entre ellos el mismo Laurens de Graff, que a la sazón servía allí como
artillero de la Armada de Barlovento9.
Pues en función de la piratería y sus efectos, no cabe duda que el ataque más aparatoso se
dio en mayo de 1683, cuando unos 300 piratas de varias nacionalidades, incluyendo españoles
y otros súbditos de la Corona española, al mando del holandés Laurens de Graff, Lorencillo,
-acompañado de Francisco de Grammont, alias Agrammont, y Van Horn- atacaron y retuvieron
el puerto de Veracruz durante varios días10. El famoso pirata conocía a los principales tratantes
y factores, los que habían sucedido a los portugueses en el control de los tratos, y los sitios y
edificios en donde se guardaba la plata labrada, el oro, las joyas y otros bienes. Conocía las
entradas de la exigua muralla, casi sepultada por la arena, y tenía tratos con el gobernador y los
oficiales reales en los meses previos al ataque11. Cuando atacó el puerto, la Armada de Barlovento
se hallaba en Yucatán, transportando unos negros esclavos decomisados a un buque holandés
en Jamaica, y Lorencillo pudo copar la plaza, cometer varios crímenes, violaciones y secuestros,
robarse la totalidad de los negros y mulatos, esclavos y libres de la ciudad (un millar y medio)
y evadir la llegada de la Armada, de la que además, había sido artillero y condestable12. Para
8 Piratas, Piratas y contrabandistas establecidos en la estancia de Xicalango, junto a la Laguna de Términos en la Provincia
de Yucatán. AGNM, 1676.
9 Piratas, Fraudes a la Real Hacienda en Veracruz y Campeche. AGNM, 1676.
10 Varios testimonios de época son importantes: Juan de Ávila, Relación verdadera que como testigo de vista haze el
Reverendo Padre Fray Jhoan de Ábila […] a el R.P. Fray Agustín de Betancur […] del saco y suceso que hizo la Armada y
Junta de Piratas, en la ciudad de la Nueva Veracruz el día martes 18 de mayo de 1683. Alcancía. México, 1937. (Conforme
a un manuscrito de la Biblioteca Nacional de París), 1937; Veracruz, BNM, documento confidencial de mayo de 1683;
Veracruz, AGI, Patronato 243, R 4, 29 agosto 1683, Veracruz, Indulto…, AGNM, 1706. También: Juan Juárez Moreno,
Corsarios y piratas en Veracruz y Campeche. Escuela de Estudios Hispanoamericanos. Sevilla, 1972.
11 Laurens de Graff había nacido en Holanda antes de su independencia, por lo que era considerado flamenco
español. Era alto, de larga cabellera rubia dorada, lo cual imponía en su presencia. A bordo de su nao y en sus correrías,
siempre llevaba una orquesta de violines y trompetas, que a veces hacía tocar en el fragor de la batalla.
12 Uno de los informes más interesantes proviene de un testigo anónimo (Ciudad de la Nueva Veracruz: Sacco de su
puerto por unos piratas en tiempos de Carlos II. Carta confidencial. BNM. Documento 18719/38. ff. 1-2v. Mayo de 1683.),
que dice que la entrada fue de 800 hombres, “capturando todas las calles y luego la casa del Gobernador: fue dueño de
todo lo que avía en ella, la gente, hombres y mugeres y niños, la fue metiendo en la iglesia parrochial y a los mulatos y
negros en otros parajes donde los tuvo tres días y murieron más de 100 personas de hambre y sed. A los hombres fue
llevando a bordo de sus navíos y a la demás gente a una ysleta a dos leguas de la ciudad [isla de Sacrificios], luego pidió
150 mil pesos por el rescate de la gente aviendo robado más de tres millones de reales de plata y lozas, y los prisioneros
hubieron de benir en darle los 150 mil, por más de lo robado para que no los pasase a cuchillo (…) y se llevaron más de
1,300 esclavos de negros y mulatos con que fue la mayor pérdida que ha tenido este Reino desde que se ganó. El enemigo
es un pirata de nación holandés casado en islas de Canaria (…) siendo que ay una Armada de seis navíos que llaman de
Barlovento y en cinco años ha que vino a estas partes no ha hecho acción ninguna, más de gastar a Su Majestad 500 mil
pesos cada año, que con estas y otras cosas está acabado este reino. Son pecados nuestros y Dios nos quiere castigar con
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colmo, y cuando la ineficiente Armada de Barlovento arribó, ante la queja de los principales de
la ciudad que se habían quedado sin sus esclavos y sirvientes, ésta misma vendió, a un precio
elevado, a los negros de Curazao capturados en Jamaica. Lorencillo escapó, la ciudad se repuso
poco a poco, atacó dos años después el puerto de Campeche y el gobernador inculpado y los
Oficiales Reales se pasaron 23 años en el presidio de San Juan de Ulúa, acusados de complicidad
en el asalto13.
Mientras, el llamado “rescate”, el robo directo que caracterizó desde la conquista la
acumulación primitiva en las cuencas ribereñas del Sotavento, seguía siendo practicado por
los tratantes de poca monta y constituyó también ya, desde fines del XVI, parte del encuentro
cotidiano de los indios con los piratas, a los que Dampier llamó baymen y privateers. Sólo que el
original era considerado “lícito” y el segundo “ilícito”, en tanto realizado por los enemigos de la
Corona: herejes, luteranos y calvinistas de nación francesa, holandesa, inglesa, o por sus aliados
“zambos mosquitos” del litoral atlántico centroamericano.
Michel Bertrand, quien ha estudiado los libros de sobordo y las cuentas reales y de los
principales comerciantes del puerto de Veracruz en el período de 1660 a 168014 considera
también que el fraude comercial en la segunda mitad del siglo aparece como una “estructura
permanente” del comercio del puerto, constituyendo una verdadera “economía sumergida”
que fortaleció las rutas del contrabando, tuvo tratos con la piratería y evidenció las debilidades
de los sistemas de defensa en un puerto en el que se concentraba la plata de la Nueva España
para su traslado a la metrópoli y a los situados15; siendo muchos los medios utilizados por los
maestres de navío, los comerciantes y los Oficiales Reales para defraudar a la Real Hacienda.
Utiliza también los informes del contador Sebastián de Guzmán y Córdoba sobre el papel
jugado por los barcos de la Armada de Barlovento en el fraude marítimo y el contrabando. Por
ejemplo, el cacao llegado ilegalmente a Veracruz entre 1666 y 1673 alcanzaba los tres millones
de libras, es decir, el 40 por ciento del total del cacao llegado a Nueva España, y que para
pagar menos derechos, se le consignaba como “cacao de Guatemala” (Soconusco), siendo en
realidad venezolano. Estos análisis permiten establecer claramente la amplitud del fraude, que
enviar estos piratas para que nos enmendemos y mucha de la gente que vino a la Veracruz son españoles de todas naciones
y algunos mulatos de la tierra, todos mal contentos, con que se han hecho piratas, y como saben la tierra y entrada de
puertos se arrojan a hacer lo se ha visto”. El informe culpa además a un espía portugués, Antonio Melo (corredor de Lonja
en Lisboa), quien embaucó a las autoridades del puerto, haciéndose llamar Antonio de Benavides Pimentel, con plaza de
Maestre de Campo y Visitador de las Cajas Reales. Este personaje logró hacerse de plata labrada y sobornos, ser capturado
y preso, y ya en Puebla, liberado por el ataque a Veracruz, a donde dijo volverse para defender a Su Majestad. Es interesante notar que este personaje, a quien se conoció en México como El Tapado, estuvo a punto de unirse a los piratas. Su
proceso fue interrumpido a raíz del ataque, pero después se prosiguió y fue ejecutado en circunstancias misteriosas.
13 Indulto al Gobernador y Oficiales Reales de la Veracruz implicados en el ataque de Lorencillo de 1683. AGNM, Reales
Cédulas Originales. Vol. 33, exp. 20. ff. 98-98v. 29 de octubre de 1706.
14 Citado también por el mismo autor: Michel Bertrand, “Sociétés secrètes et finances publiques: fraudes et fraudeurs à Veracruz aux XVIIe et XVIIIe siècles”. Mélanges de la Casa de Velázquez. T. XXVI/ 2, 1990. Paris. Diffusion de
Boccard, 1990. pp. 103-128.
15 Los situados eran los suministros de plata, que para el pago de la administración española, se enviaban desde
Veracruz a La Florida, Campeche, La Habana, San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, Isla de Margarita y Cumaná.
Desde Acapulco, otros situados partían a Manila, en las Filipinas. Otro situado era el de las harinas de trigo, para el abasto
de las naos y la población española del Caribe.
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en Veracruz oscila entre la mitad y las tres cuartas partes de las mercancías introducidas en la
aduana, amplitud sobre cuyas redes florecía el contrabando y una acumulación de riquezas que
no tenía proporción comparada con la escasa y mala defensa del puerto.
Esta permanencia de la relación compleja entre fraude, contrabando y piratería, era debida
en general a varios factores, y explica mucho de lo que ocurrió durante el siglo XVII. Sus causas
podrían remitirse así:
· A las debilidades del sistema mercantil español, caracterizado por la lentitud, el
alto costo del transporte, los impuestos, un complejo sistema de recaudación, la
ineficiencia y la corrupción.
· A la existencia de una demanda creciente, aumentada por el ascenso de la población
desde 1660, insatisfecha por las políticas restrictivas o represoras de la Corona,
acompañada de un aumento de la capacidad adquisitiva y de las necesidades de una
población cada vez más ávida de consumo.
· El contrabando, en gran medida controlado por los holandeses y por sus intermediarios
ingleses, ofrecía cada vez más una creciente variedad y cantidad de productos. A
gran escala, se vivía una caída del imperio español, que transfería sus excedentes en
metálico al norte de Europa, financiando con el tesoro americano, entre otras cosas,
la revolución industrial inglesa o las sofisticaciones del comercio holandés: “Uno debe
comprender”, decía Daniel Defoe poco después, “a los holandeses tal como ellos
son realmente, los intermediarios del comercio, los comisionistas y los negociantes
de Europa [...] Ellos compran para revender y la mayor parte de su vasto comercio
consiste en aprovisionarse en todas las partes del mundo con el fin de poder, a su vez,
aprovisionar a todo el mundo entero”16.
Para principios del siglo XVIII, y una vez resuelta la Guerra de Sucesión a favor de Inglaterra
–y cuando los tratados de Utrecht obligaron a la desocupación de la Laguna de Términos por
los filibusteros ingleses-, el capitalismo adquiría una esencia que le ha permitido sobrevivir, la de
la competencia a ultranza, haciendo de lado a los piratas y filibusteros que ya no eran necesarios
para el control de los nuevos mercados.
Por sobre los recuerdos de sus hazañas, bulle un mundo que ha perdido la memoria de
los orígenes de la riqueza de las naciones, de cuando los tesoros se amasaban con sangre, de
cuando la riqueza original, como en los rescates de los filibusteros, aumentaba poco a poco, en
la progresión de los robos y los despojos. Y como la historia gira en espiral, allí están de nuevo
las mismas pasiones en nuevas escalas, desatadas y sin control, en un mundo moderno que no
ha dejado de basar su supervivencia en la ley del más fuerte…
16 Daniel Defoe, citado por Celestino Arauz Monfante, El contrabando holandés en el Caribe durante la primera
mitad del siglo XVIII. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. 2 Vols. Caracas, 1984: pág. 22.
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Archivos mencionados:
AGI
Archivo General de Indias. Sevilla
AGNM Archivo General de la Nación. México, D. F.
BM
Biblioteca del British Museum. Londres
BNM
Biblioteca Nacional. Madrid
MN
Archivo Histórico del Museo Naval. Madrid
En especial: Colección de documentos manuscritos de Martín Fernández de Navarrete y
los 9 tomos de Cesáreo Fernández Duro.
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