860 - UACJ

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La Fragua de los Tiempos
4 de abril de 2010 #860
El asesinato del general Pascual Orozco (parte II)
Jesús Vargas Valdés
Después de conocer lo que se publicó en la prensa de El Paso, y luego de
revisar los documentos que tuve a la mano, así como las versiones que
recogieron algunos historiadores con respecto a la muerte del general
Pascual Orozco, no tengo ninguna duda en sugerir que fue obra de un
complot y que para ejecutarlo, los asesinos tuvieron que contar con todo el
apoyo del Gobierno y probablemente con soldados del ejército de aquel
país.
Una de las fuentes más importantes para tratar de reconstruir este
acontecimiento es la prensa de aquellos días. Después del 30 de agosto que
se conoció la noticia, los periódicos de El Paso dedicaron muchos artículos
y notas a este acontecimiento. Los reporteros y directivos del periódico
Justicia que se editaba en español, fueron los más interesados en buscar los
verdaderos móviles del complot. Así lo demostraron desde el momento en
que se encontraron los cuerpos de los cinco mexicanos.
Entre los encargados de la publicación y circulación del periódico
Justicia se percibe en los editoriales y en las notas de aquellos días una
postura muy ambivalente por la simple razón de que estaban actuando en
territorio de Estados Unidos, sujetos a las leyes de ese país que en cualquier
momento se podían utilizar para suspender el periódico y para
encarcelarlos.
De cualquier manera, en sus notas son muy insistentes en que se debe
conocer la verdad, que se debe investigar todo lo necesario para identificar
a los asesinos y hasta recogen en las páginas del periódico rumores sobre la
participación de elementos del ejército de Estados Unidos, pero revisando
todos los señalamientos es evidente que las miradas del periódico y sus
colaboradores se dirigen hacia los villistas como principales sospechosos.
Considero que esta circunstancia le restó objetividad al periódico y
contribuyó a generar más confusión, pues por más que las motivaciones
antagónicas separaban a los dos bandos y que había un odio de por medio,
en aquellos momentos el villismo se encontraba en plena derrota y el
Gobierno norteamericano ya había decidido su apoyo a los
constitucionalistas, es decir, a los carrancistas.
Para comprender mejor el ambiente que prevalecía en aquellos días es
necesario considerar que en El Paso se encontraban miles de chihuahuenses
que habían emigrado durante la segunda mitad de 1913, por miedo.
Entre esos refugiados se encontraban muchos hombres que habían
participado en la lucha armada contra la dictadura y después en la rebelión
contra el Gobierno del presidente Madero. Se encontraban también
elementos que habían participado o simpatizado con el Gobierno de
Victoriano Huerta. Pero en aquellos momentos, la mayoría de los
refugiados eran personas, hombres y mujeres integrantes de una clase
media que no simpatizaban con el general Villa y le temían porque lo
consideraban un elemento negativo, por su fama de “sanguinario” y por
todo lo que se le achacaba de los tiempos en que había sido bandolero.
Probablemente la mayoría de esos refugiados habían apoyado en su
momento el antirreeleccionismo y después se habían manifestado como
simpatizantes de un cambio revolucionario, pero un cambio mesurado,
ordenado. El fracaso del Gobierno del presidente Madero, la guerra civil
provocada por el golpe militar de Victoriano Huerta y la instauración de un
gobierno villista en Chihuahua, había dislocado totalmente la visión
política de esos ciudadanos y en esos momentos consideraban que el
general Orozco representaba la única garantía para recuperar el orden
porque respetaba la propiedad privada, no permitía el desorden ni el saqueo
porque era respetuoso de las leyes fundamentales, etcétera.
Entre aquellos refugiados mexicanos que sumaban muchos miles y que
la mayoría eran chihuahuenses, se había conformado una relación de
verdadera devoción hacia el general Orozco. Habían abandonado el estado
de Chihuahua por temor a los villistas. Habían emigrado hasta esa ciudad
por el miedo de morir, de ser aprehendidos y torturados; o de perder a su
familia. Habían abandonado su tierra, sus amigos, sus casas, sus recuerdos,
forzados por circunstancias políticas que nunca habían imaginado y que los
habría de conducir a una terrible desgracia.
Ellos aspiraban a retornar a sus ciudades, a sus pueblos, a sus ranchos
para recuperar sus casas, sus propiedades grandes o pequeñas. Recuperar
el ambiente de tranquilidad y de orden en el que habían crecido. Para ellos
el villismo en Chihuahua representaba la anarquía, la violencia, la
inseguridad en todo.
La única esperanza que los alimentaba de optimismo, cada mañana al
levantarse, era que el general Orozco regresara a Chihuahua y derrotara a
los villistas, a los carrancistas, para que se instaurara un nuevo gobierno de
progreso y respeto a las leyes y a las personas.
Entre los refugiados se sabía y se comentaba de los planes que habían
acordado los huertistas con el general Orozco y otros líderes chihuahuenses
como el general José Inés Salazar para recuperar el gobierno de México.
Cientos de refugiados estaban comprometidos en pasar a territorio
chihuahuense para incorporarse al nuevo ejército en cuanto las condiciones
lo permitieran y seguramente entre los más comprometidos se sabía que en
los planes de esa nueva guerra estaban involucrados los alemanes. La
muerte del general Orozco acabó de un golpe con todas sus esperanzas de
retorno y muchas de las familias de aquellos refugiados ya no regresaron
sino que se introdujeron más hacia el interior del territorio de los Estados
Unidos.
El entierro del general Orozco y sus compañeros
En el periódico Justicia del 3 de septiembre de 1915 fue publicada la
esquela y la invitación a todos los mexicanos residentes en El Paso y en
Ciudad Juárez.
Los funerales del valiente guerrillero se efectuarán hoy, a las 10:00 AM,
y al efecto la familia del general Orozco de acuerdo con las demás
familias de los compañeros del jefe extinto, hizo circular las esquelas
mortuorias, cuyo tenor es el siguiente:
El lunes próximo pasado fallecieron en la sierra del Águila los señores
generales Pascual Orozco, Crisóforo Caballero, José F. Delgado, Andrés
Sandoval y Jesús M. Terrazas. –Sus deudos, amigos y correligionarios,
lo participan a usted con profundo dolor y le suplican eleve sus preces al
Eterno por el alma de cada uno de los finados, sirviéndose concurrir a los
funerales que se verificarán mañana a las 10:00 AM –El Paso, Texas,
septiembre 2 de 1915. –El cortejo fúnebre partirá de la agencia de
inhumaciones Nagley & Kaster en la calle N. Campbell 110 para
disolverse en el panteón.
Aparte de este periódico también circulaba mucho entre los refugiados
mexicanos el periódico El Norte de El Paso Texas, donde se incluyeron
varios artículos y comentarios anónimos sobre la muerte del general
Orozco. En el número correspondiente al 4 de septiembre de 1915 se
publicó una breve reseña que se transcribe enseguida:
A las nueve de la mañana de ayer, la calle N. Campbell, desde su
intersección con la de San Antonio hasta más allá de la Avenida Myrtle,
estaba materialmente apretada de gente, en su mayor parte mexicanos.
Apenas terminados los servicios religiosos llegó al frente de la agencia
de Nagley y Kaster una auto-plataforma en la que dos jóvenes mexicanos
conducían dos hermosas y grandes banderas mexicanas.
A la vista de los dos venerados lienzos la apretada concurrencia sintió
algo así como un choque eléctrico. Todos se pusieron en movimiento y
los que permanecían sentados se pusieron en pie. Todas las cabezas se
descubrieron y muchos ojos femeninos se humedecieron visiblemente
con las lágrimas. El acto fue de esos que emocionan profundamente.
Poco después fueron conducidos los ataúdes a la plataforma quedando
el que encerraba los restos del caudillo en medio y teniendo a cada lado
dos de sus cuatro compañeros “colorados”, así fueron extendidas sobre
ellos las dos enseñas nacionales y esta escena causó una nueva e intensa
conmoción en el público.
En seguida se inició el desfile tomando la avenida Mayrtie. A la
plataforma seguían inmediatamente una hilera de 64 automóviles,
algunos de ellos ocupados por los dolientes más allegados, pues sobre
este particular los dolientes fueron cuantos mexicanos y mexicanas
honrados viven en El Paso. A los autos seguía una cadena de vehículos
de tracción animal y una inmensa ola de gente a pie.
Ocho cuadras fueron cubiertas por el inmenso y excepcional cortejo, y
hubo norteamericano que dijera que él no habría creído, que hubiese
tantos mexicanos en El Paso... baste decir que los últimos concurrentes
llegaron al panteón cuando ya los cinco oradores que leyeron
alocuciones fúnebres habían terminado de hablar y algunos de ellos
emplearon más de media hora.
Frente al nicho de imitación de mármol que hay a la entrada del
cementerio se detuvo el cortejo y enseguida hizo uso de la palabra en pie
sobre el auto mortuorio el erudito e inteligente ingeniero Rómulo
Escobar, cuyo verbo florido y bellísimas imágenes describiendo la vida
ejemplarísima del inmortal hijo de Chihuahua, penetraron hasta lo más,
lágrimas de dolor a todos los ojos y aplausos que no pudieron contenerse
y que allí en aquellos momentos solemnes causaron un efecto
indescriptible.
Al ingeniero Escobar siguieron el joven José U. Ugalde y algunos
otros señores cuyos nombres sentimos no conocer.
Los mártires de Green River
El 7 de septiembre el periódico Justicia publicó una nota con ese
encabezado y enseguida la información de que un periódico amigo del
estado de Texas había publicado algunos datos de cada uno de los
“valientes muertos de una manera infame en Green River el treinta de
agosto”.
Pascual Orozco.- Nació el mes de julio de mil ochocientos ochenta y
uno en San Isidro, pueblo perteneciente al distrito de Guerrero, estado de
Chihuahua, siendo hijo del señor Pascual Orozco y la señora doña
Amada Vázquez de Orozco. Pascual creció del lado de sus padres que le
dieron educación mandándolo a la escuela de ciudad Guerrero donde
tuvo por maestro a don Mariano Irigoyen. Cuando Orozco terminó su
instrucción primaria, se dedicó al comercio, ayudando a su padre en un
giro mercantil que tenía establecido en el pueblo de San Isidro. A los 19
años de edad Orozco casó con la señorita Refugio Frías, de cuyo
matrimonio nacieron doce hijos: de los cuales viven Roberto, Daniel,
Elenita, Emigdio y una graciosísima niñita de 3 años llamada Esther. El
mayor de los niños del general Orozco tiene 12 años de edad.
Orozco, después de casado empezó a trabajar por su cuenta,
habiéndose establecido en estación Sánchez, donde se dedicaba al
comercio y la arriería; tenía un atajo de mular y era contratita de carga
del Concheño y otras importantes negociaciones mineras que están
trabajando en el corazón de la Sierra Madre de Chihuahua.
Entregado en esas ocupaciones lo sorprendió la revolución de 1910 y
se levantó en armas contra el Gobierno del general Díaz, habiendo sido
el principal caudillo de esa revuelta, que terminó con el pacto de ciudad
Juárez y la salida del país del general Porfirio Díaz. Después, meses más
tarde de haber escalado el poder don Francisco I. Madero, Orozco se
sublevó en su contra secundando a los miembros del Partido Liberal.
Cuando triunfó Huerta con su cuartelazo, Orozco se sometió y del
lado de éste estuvo peleando hasta que los carrancistas lo derrotaron.
Orozco no quiso reconocer el gobierno de Carbajal y se volvió a
insurreccionar con las tropas que tenía bajo su mando, habiendo sido
sofocado su levantamiento por los carrancistas que lo aniquilaron
obligándolo a venirse a refugiar a los Estados Unidos, donde había
permanecido desde el 15 de septiembre del año pasado, hasta el día en
que fue muerto por los rangers americanos, Orozco murió a los 34 años
de edad.
Tales son a grandes rasgos los datos biográficos del general Orozco.
Ahora vamos a ocuparnos de sus compañeros.
Crisóforo Caballero.- Era un hombre joven, a lo sumo contaría unos
treinta y cinco años de edad. Hombre de relativa instrucción. En 1912
abrazó el orozquismo, siendo nombrado por Pascual, jefe de la Oficina
Telegráfica de ciudad Juárez, donde permaneció hasta que esta plaza fue
evacuada. Caballero era un hombre bastante jovial y desde hacía tiempo
acompañaba a Orozco. También era casado y deja en la orfandad
algunos hijos.
José Delgado.- Era un hombre alto, moreno, como de cuarenta años;
casado y sin hijos. Fue revolucionario desde 1910 y en 1912 fue
aprehendido por Francisco Villa en Hidalgo del Parral, juntamente con el
general José de la Luz Soto y el mayor Jesús Yáñez, porque se opusieron
a que Francisco Villa saqueara dicha ciudad, cuando iba huyendo de
Chihuahua por la persecución que le hacían los “colorados”, Villa acusó
a Soto, Delgado y Yáñez de ser partidarios del movimiento
antimaderista, y por esa causa se les procesó en Santiago Tlatelolco,
donde permaneció hasta que Orozco fue a México reconociendo el
gobierno del general Huerta. Orozco influyó por la libertad del entonces
teniente coronel José Delgado y lo ascendió a coronel, dándole el mando
de un batallón de infantería de los que el general chihuahuense se formó
en Torreón a su paso para Chihuahua. El coronel Delgado combatió
contra los villistas en San Andrés, donde fue herido, y después en la
ciudad de Chihuahua, en Tierra Blanca y en Ojinaga, portándose siempre
con gran valor. Era una excelente persona y un gran amigo.
Jesús Miguel Terrazas.- Este señor no era revolucionario de ideas; fue
enemigo de la revolución de 1910 y sus simpatías por el Gobierno
constituido lo hicieron que prestara sus servicios en las filas del
Gobierno maderista, habiendo combatido contra los “colorados” cuando
éstos, bajo las órdenes del general Benjamín Argumedo y de Baudelio
Rodríguez, atacaron la plaza de Balleza, defendida por Manuel Chao.
Después, el elemento maderista se levantó en armas contra el
Gobierno del general Huerta y entonces el mayor Jesús Miguel Terrazas
se afilia definitivamente con los federales y del lado del coronel Alfredo
Villa combatió a los villistas en Parral, Chihuahua y Ojinaga.
Después del fracaso del general Salvador R. Mercado en la plaza
últimamente nombrada, el mayor Terrazas se internó nuevamente a
México y fue mandado a Jalisco bajo las órdenes del general Félix
Terrazas, para combatir a los revolucionarios carrancistas que operaban
en aquellas regiones.
Terrazas, antes de abrazar la carrera de las armas, se dedicaba a la
agricultura; era un hombre de regulares conocimientos en su tanto de
campesino, y al morir contaba unos cuarenta años de edad,
aproximadamente. Los antecedentes de don Jesús Miguel Terrazas, no
son malos, antes bien era reputado como un hombre honrado. Deja en la
orfandad una numerosa familia, la cual queda desamparada debido a que
todos sus bienes le fueron confiscados por los villistas en un rancho de
las cercanías de Balleza, de donde era nativo.
No se incluyen los datos de Andrés Sandoval porque en el periódico donde
se consultó la información esta parte es ilegible.
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