Poesía de Posguerra

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T.8. LA POESÃ A DE POSGUERRA
Nuestra poesÃ−a habÃ−a iniciado un proceso de rehumanización a partir de 1927.
Una general preocupación por el hombre como te−ma poético da lugar tanto a la expresión de
problemas exis−tenciales como a una visión del hombre inmerso en los problemas sociales. Estamos, pues,
ante la misma diversi−dad de enfoques que hemos visto en la novela o en el teatro.
Ello conduce a distinguir, en la evolución de la poesÃ−a, unas etapas paralelas a las que marcaban el
desarrollo de los demás géneros.
1. La poesÃ−a de los años 40 y principios de los 50
Comencemos por examinar la etapa constituida por los años 40 y principios de los 50.
En ella, nos encontramos a poetas mas o menos coetáneo de Miguel Hernández, que se les suele agrupar
bajo el nombre de generación del 36 o “generación escindida”.
Por un lado están los exiliados y por otro, los que siguen en España
En el centro de la poesÃ−a arraigada hallarÃ−amos a un grupo de poetas llamados los garcilasistas, quienes
vuelven sus ojos ha−cia Garcilaso y hacia otros «poetas del Imperio». Se trata de autores que encierran
una visión del mundo ordenada e, incluso, optimista. Uno de los temas dominantes es un firme sentimiento
religioso, junto con temas tradicionales (el amor, el paisaje, las cosas bellas ... ).
A tales caracterÃ−sticas responde la poesÃ−a que com−ponen, por aquellos años, Luis Rosales, Leopoldo
Pa−nero, Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo, José GarcÃ−a Nieto, Rafael Morales, etcétera.
Sin embargo, a partir de la publicación de Hijos de la ira (1944) de Dámaso Alonso ⓠun poeta de la
generación del 27â“ se inicia una nueva corriente que recibe el nombre de poesÃ−a desarraigada. Se trata
de una poesÃ−a de agrio tono trágico (que, a veces, fue calificada de «tremendista», como cierta novela
de la época); que muestra un mundo caótico, invadi−do por el sufrimiento y por la angustia. En ella,
vuelve a aparecer el tema religioso, pero aquÃ− los poetas imprecarán a ese Dios que parece, como en el
pensamiento existencialista, haber abandonado a su suerte al hombre. A esta poesÃ−a corresponde también
un estilo bronco, directo, más sencillo y menos preocupa−do por los primores estéticos.
En esta lÃ−nea se incluyen poetas como Carlos Bousoño, Gabriel Celaya y Blas Otero.
Añadamos en seguida que el panorama de la poesÃ−a de la inmediata posguerra no se agota con las dos
lÃ−neas expuestas. Surgen también en aquellos años autores di−fÃ−cilmente encasillables como José
Hierro y José MarÃ−a Valverde o movimientos como el Postismo de Carlos Edmundo de Ory (1923),
un movimiento que enlaza con la poesÃ−a de vanguardia: pretende ser un «surrealismo ibéri−co».
2. La poesÃ−a social (años 50)
Hacia 1955 se consolida —en todos los géneros— el llamado «realismo social». De esa fecha eran dos
libros de poemas que marcan un hito: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos iberos de Gabriel
Cela−ya. En ellos, ambos poetas superan su anterior etapa de an−gustia existencial, para situar los problemas
humanos en un marco social. Su estela será seguida por mu−chos de los que antes se inscribÃ−an en la
«poesÃ−a desarraiga−da»: Victoriano Cremer, Eugenio de Nora, Garciasol, Ô. Figuera, L. de Luis...
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Autores como Antonio Ma−chado y de Miguel Hernández o los hispanoamericanos Neruda (España en el
corazón) y César Vallejo (España, aparta de mÃ− este cáliz) pudieron servir de precedentes o el
mismÃ−simo Vicente Aleixandre (Historia del corazón) sirvieron de guÃ−a a esto poetas.
Se trata de una nueva poesÃ−a que, saltando del “yo” al “nosotros”, pretende convertirse en un arma capaz de
transformar el mundo, para ello el poeta debe «tomar partido» ante los problemas del mundo que le rodea.
El poeta se hace «soli−dario» de los demás hombres.
En cuanto a la temática, hay que destacar la gran pro−porción que alcanza el tema de España, más
obsesivo aún que en los «noventayochistas» y con un enfoque distinto (más polÃ−tico). Proliferan, en
efecto, tÃ−tulos de libros o de poemas como éstos: Que trata de España (Otero), Tierras de España
(Garciasol), España, pasión de vida (Nora), Dios sobre España (Bousoño), etc.
Dentro de la preocupación general por España y del propósito de un «realismo crÃ−tico», se sitúan
temas con−cretos que resultan paralelos a los que vimos en la novela y en el teatro de la misma tendencia: la
injusticia social, la alienación del hombre moderno, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un
mundo mejor.
EstilÃ−sticamente se trata de una poesÃ−a que emplea un lenguaje claro de tono coloquial, pues va dirigida
«a la mayorÃ−a».
2.1. Blas de Otero
Su trayectoria poética presenta una evolución que lo lleva de la poesÃ−a desarraigada a la poesÃ−a
social. Por esto, se ha dicho que su poesÃ−a resume las etapas cubiertas por la lÃ−rica española durante
varias décadas. Blas de Otero busca sacudir las conciencias y compartir con el resto de la humanidad
su «tragedia viva», que puede residir en la propia conciencia o en la vida en sociedad.
PoesÃ−a desarraigada
Blas de Otero se inicia en la poesÃ−a religiosa con Cántico espiritual (1942), pero introduce un cambio con
Ôngel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1950), fundidos luego en un único libro titulado
Ancia (1958).
Los versos de esta etapa expresan la angustia del hombre frente a la muerte. El yo poético se siente solo,
abandonado, y dirige a Dios -un Dios más parecido al vengador y justiciero del Antiguo Testamento que al
benevolente Jesús del Nuevo- preguntas desesperadas, sin respuesta. Ese silencio provoca el enfrentamiento
hombre-Dios, con duras imprecaciones. Al final, solo queda el vacÃ−o, una enorme soledad.
EstilÃ−sticamente, es una poesÃ−a que emplea un lenguaje violento y dramático, como ya dijimos más
arriba.
PoesÃ−a social
Esta poesÃ−a se inicia con Pido la paz y la palabra (1955) y continúa con En castellano (1960), Esto no es
un libro (1963) y Que trata de España (1964). El poema «A la inmensa mayorÃ−a» hace explÃ−cito su
cambio de actitud: AquÃ− tenéis, en canto y alma, al hombre / aquel que amó, vivió, murió por dentro /
y un buen dÃ−a bajó a la calle: entonces / comprendió: y rompió todos sus versos. En su búsqueda
solitaria, el poeta se encuentra con «los otros»: Definitiva−mente, cantaré para el hombre. Y en su
canto, dos vocablos se convierten en claves: la palabra, que permite a todo hombre gritar su protesta, y la paz,
para que España pueda vivir sin la presencia de la muerte y la injusticia. En definitiva, el poeta buscará
solidarizarse con los que sufren; incluso podrÃ−amos decir más, con los españoles, que sufren, porque
él debe convertirse en un testigo que denuncie las injusticias de la España franquista. EstilÃ−sticamente,
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Otero ha pasado de los tonos dramáticos de los libros anteriores a tonos más sencillos.
à ltima poesÃ−a
En los años setenta, Blas de Otero vuelve a una poesÃ−a de carácter reflexivo, pero centrada en aspectos
autobiográficos. El poeta medita sobre la realidad desde la perspectiva del hombre que analiza su propia
trayectoria. A esta época pertenece su obra Historias fingidas y verdaderas (1970), escrita en prosa.
3. La “Promoción de los 60”
A finales de los cincuenta apareció un grupo de poetas que, sin dejar los temas sociales, buscaba una mayor
elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal. Para ellos el
poema es un instrumento que permite al ser humano -y, por tanto, al poeta—conocer el mundo, conocerse a
sÃ− mismo. Son los poetas del grupo de los cincuenta, también conocidos como la Promoción de los
sesenta: Ôngel González (nacido en 1925), Jaime Gil de Biedma (1929-1990), José Ôngel Valente
(1929), Francisco Brines (1932), Claudio RodrÃ−guez (1934)...
Se puede establecer una temática común a todos ellos:
*la reflexión sobre el paso del tiempo (el tiempo pasa y destruye; sólo la infancia y la adolescencia se
verán como un paraÃ−so perdido);
*el amor como cauce del erotismo y la amistad;
*la reflexión sobre la creación poética.
En el estilo es muy visible un voluntario alejamiento de la poesÃ−a social a la que juzgan pedestre. Si muchos
siguen fieles a un estilo conversacional, «habla−do», antirretórico, ello no debe ocultar una exigente
labor de depuración y de concentración de la palabra. Cada poeta se propone la búsqueda de un lenguaje
personal, nuevo, más sólido. Sin embargo, no les tientan las experiencias vanguardistas. Frecuentemente
recurren al empleo de la ironÃ−a.
3.1. Jaime Gil de Biedma
Sin duda es este autor uno de los poetas más valorados de la “Promoción de los 60”. Y es asombroso que
haya alcanzado tal puesto con una obra que suma poco más de 150 páginas, las del vo−lumen titulado Las
personas del verbo, que reúne sus tres libros: Compañeros de viaje (1959), Moralidades: 1959-1964
(1966) y Poemas póstumos (1965-1967) (1968).
Su primer libro causó ya gran sorpresa en un momento en que dominaba la poesÃ−a de carácter social. El
tÃ−tulo, Compañeros de viaje, era una expresión que utilizó Lenin para designar a quienes, pese a su
origen burgués, com−partÃ−an los ideales revolucionarios. Y Gil de Biedma la em−pleaba con la misma
ironÃ−a con que se llamaba a sÃ− mismo «burguesito en rebeldÃ−a» o «señorito de nacimiento»
con «mala conciencia». En ese libro y en el siguiente, Moralidades, aparece des−de luego lo social (asÃ−,
en poemas como “Por lo visto”, “Las grandes esperanzas”, “ApologÃ−a y petición”, “Años triunfales”... ).
Es clara su repulsa de la situación social y polÃ−tica. Pero el tono era nuevo. Gil de Biedma es el ejemplo
supremo de esa entrada del desenfado, de la ironÃ−a, cuyas raÃ−ces po−dÃ−an ser ora el escepticismo, ora el
pudor.
Ciertos poemas suyos son como una crónica desencan−tada de la vida burguesa, entre amarga, burlona o
nostál−gica (léanse poemas como “Barcelona ja no es bona” o “Infan−cia y confesiones”). Pero, más
que una poesÃ−a social, lo que vemos es precisamente una «poesÃ−a de la experiencia». De ahÃ− que los
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recuerdos de infancia y adolescencia tengan una notable presencia, y que se entrelacen fuertemente lo
público y lo Ã−ntimo.
Lo Ã−ntimo acabará por dominar. El amor le inspira in−tensos poemas eróticos; la amistad, versos
entrañables y pudorosos. Y junto a ello, el paso del tiempo, el desgaste vital, el desencanto creciente... Tal
es lo que prevalece en Poemas póstumos, tÃ−tulo irónico y amargo. A él pertenece el excepcional poema
“Contra Jaime Gil de Biedma” y otros espléndidos como “No volveré a ser jo−ven”, “De senectute” o
“De vita beata”, en los que logra renovar la expresión de un desengaño hondo (y conmovedor, aun−que tal
vez el poeta no lo quisiera).
En resumen, en Gil de Biedma se puede observar a la perfección el paso que vive la poesÃ−a en la década
de los 60; esto es, la vuelta a lo Ã−ntimo, al “yo” poético. Pero el poeta no dialoga con su “yo” para
mirarse el ombligo, sino para intentar, primero, comprenderse a sÃ− mismo y, después, ayudar a los
demás a comprenderse. «Al fin y al cabo ⓠescribe en el prefacio a Compañeros de viaje (1959)ⓠ, un
libro de poemas no viene a ser otra cosa que la historia del hombre que es su autor, pero elevada a un nivel
de significación en que la vida de uno es ya la vida de todos los hombres, o por lo menos, atendidas las
inevitables limi−taciones objetivas de cada experiencia individual, de unos cuantos de entre ellos.»
Insistamos en la originalidad de su estilo. Los tonos ya citados â“ desenvoltura, ironÃ−aâ“ forman parte de
su incon−fundible estilo conversacional, a veces aparentemente pro−saico. Pero su facilidad es engañosa:
sus poemas están lle−nos de sutiles juegos verbales, proezas métricas que no siempre será fácil
descubrir, alusiones y claves que sólo captará un lector culto... He aquÃ− algunas de las cualida−des que
han dado a Gil de Biedma el puesto que ocupa en la poesÃ−a actual.
Además, Jaime Gil de Biedma publicó A favor de Venus (1965), un conjunto de poemas amorosos, de
fuerte carga erótica, en los que deja de lado los convencionalismos.
4. Los «NovÃ−simos»
Bajo esta denominación se incluyen poetas como M. Vázquez Montalbán, Mar−tÃ−nez Sarrión, J.
M. Ôlvarez, Félix de Azúa, Pedro Gimferrer, V. Molina-Foix, Guillermo Carnero, Ana M. Moix y
Leopoldo MarÃ−a Panero.
Estos poetas no cubren, desde luego, todo el horizon−te poético del momento, pero resultan muy
representativos de una nueva sensibilidad, dentro de la llamada generación del 68.
Se trata de poetas que se han dejado influenciar por autores muy diversos: desde los hispanoamericanos
Vallejo u Octavio Paz, a algunos poetas del 27 —sobre todo Cernuda y Aleixandre— o de los 50 , como Gil
de Biedma o Valente, sin olvidarnos de ciertos poetas ingleses, franceses y griegos. Pero no es menos
importante la inspiración que encuen−tran en el cine, la música y la canción, los «cómics»,
etcétera.
En la temática encontramos lo «personal» (la infancia, el amor o el erotismo, etc.) junto a lo
«público» (la guerra del Vietnam, la sociedad de consumo ... ). Al lado de tonos graves —ecos de un
Ã−ntimo malestar— aparece una provo−cadora e insolente frivolidad. Marilyn Monroe se codea con Che
Guevara, y Carlos Marx con Groucho Marx. Frente a la sociedad de consumo, son sarcásticos y corrosi−vos.
Sin embargo, muestran su «escepticismo sobre las po−sibilidades que tiene la poesÃ−a de cambiar el
mundo» (F. de Azúa). En lo personal y lo polÃ−tico, son inconformistas y disidentes; pero, como poetas,
persiguen metas estéticas.
Es el estilo, en efecto, lo que les importa ante todo. La renovación del lenguaje poético es, pues,
objetivo, principal. Ven en el Surrealismo, en especial, una lección vigente de ruptura con la «lógica»
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de un mundo absurdo.
Por ello, y por la audacia de ciertas experiencias, puede decirse que nos hallamos ante un nuevo
vanguardismo, paralelo de las corrientes experimentales que vimos en la novela y en el teatro de aquellos
años.
5. La poesÃ−a desde 1980
El panorama de la poesÃ−a española actual presenta una gran variedad de tendencias. Puede decirse que, en
general, la actitud individualista y la negativa a dejarse encasillar son dos constantes de los nuevos poetas. La
mayorÃ−a de los crÃ−ticos señalan como predominantes las tendencias que siguen: surrealista;
culturalista y clásica, experimental, poesÃ−a erótica y poesÃ−a de la experiencia.
6. PoesÃ−a del exilio
Por otra parte, tras la guerra, los escritores exiliados continúan su obra. Durante los primeros años
predominan los ataques amargos contra los vencedores, la ideolo−gÃ−a nacional-católica y la situación del
paÃ−s, con tonos agresivos y lastimeros. Más tarde, la obra de todos ellos toma, en su conjunto, una
dirección más personal reflexiva en la que el recuerdo de España se evoca con nostalgia y gran
emoción.
Uno de los escritores que mantuvo durante el resto de su vida el ardor combati−vo contra la España
vencedora fue el zamorano León Felipe (1884-1968), pertene−ciente a la Generación del 14.
Jaime Gil de Biedma escribió una serie de poemas a los que tituló Las afueras, considerados pos él
mismo como de aprendizaje.
Por último, en prosa escribió, además de la obra titulada Diario del artis−ta seriamente enfermo, ensayos
de los que existe una com−pleta compilación en El pie de la letra. Ensayos, 1955-1979 (1980). Entre ellos
destaca Cántico: el mundo y la poesÃ−a de Jorge Guillén (1960) y su labor crÃ−tica centrada en poetas
como Eliot, Cernuda y Espronceda. Sus ensayos son el fruto de las reflexiones de Gil de Biedma sobre su
oficio y de la búsqueda en los escritores que más admiraba de las razones de sus preferencias. También
merecen ser resalta−das sus traducciones de Christopher Isherwood, T. S. Eliot, W. H. Auden o Louis
MacNeice.
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