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CEUSKO JAURLARITZAREN AHOLKU
BATZORDE JURIDIKOA
COMISIÓN JURÍDICA ASESORA
DEL GOBIERNO VASCO
DICTAMEN Nº: 014/2001
TÍTULO: Consulta 111/2000 sobre la reclamación de responsabilidad patrimonial
formulada por la Sra. B.A.D.M. con motivo del fallecimiento de su esposo.
ANTECEDENTES
1.
El dictamen solicitado a esta Comisión, que tiene carácter preceptivo por aplicación
de lo dispuesto en el artículo 3.1 del Decreto 187/1999, de 13 de abril, en relación
con los artículos 22.13 y 23, párrafo 2º de la Ley Orgánica 3/1980, de 22 de abril, y el
artículo 12 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, trae causa del expediente
tramitado por el Departamento de Interior, a raíz de la reclamación, en materia de
responsabilidad patrimonial de la Administración, formulada por Dña. B.A.M, en su
propio nombre y en el de sus dos hijos.
2.
La indemnización solicitada asciende a la cantidad de treinta y un millones doscientas
ochenta y dos mil seiscientas ochenta y cuatro (31.282.684) pesetas.
FUNDAMENTOS
I.
Relación fáctica.
3.
El día 25 de noviembre de 1998, sobre las 13,30 horas, en la Ertzainetxea de Muskiz,
cuando el agente Don A.M. fue a cambiarse de ropa para acudir a la cita que tenía
con el psicólogo, se disparó con su arma reglamentaria, acción que le causó la
muerte.
4.
Cuando sucede el luctuoso hecho estaba en situación de alta médica respecto a la
Seguridad Social y en servicio activo en el puesto que ocupaba, aunque había
solicitado pasar a la segunda actividad.
II. El procedimiento seguido.
5.
Antes de entrar en el análisis de la concurrencia de los requisitos de fondo
determinantes de la exigencia de responsabilidad patrimonial de la Administración,
interesa dejar constancia de la documentación más relevante
del expediente
administrativo:
6.
-
Reclamación de responsabilidad a la que se acompaña, entre otros documentos,
el informe de la autopsia practicada el 26 de noviembre de 1.998 así como el
informe de la misma fecha suscrito por la psicóloga de la UTAP y la del servicio
psicológico relatando sintéticamente la historia clínica del fallecido.
-
Informe de la Jefe de Sección de Salud Mental de 28 de febrero de 2000 en el
que se contesta a la petición de información del instructor sobre (1º) el tratamiento
que seguía el fallecido en el centro de salud, (2º) los informes elaborados por los
profesionales, (3º) si se procuró por los psiquiatras y psicólogos que atendían al
fallecido su revisión por la unidad de valoración de incapacidades de la Seguridad
Social y (4º) si, a juicio, de dichos psicólogos, el fallecido había demostrado
cualquier tipo de sintomatología que hiciera conveniente ser apartado del
desempeño de la labor policial- incluyéndose dentro de la misma el portar armas-.
-
Informe del Jefe de la Unidad de Muskiz de 28 de febrero de 2000 en el que
contesta a la petición de información del instructor sobre la conducta del agente
fallecido en los días inmediatamente anteriores del suicidio.
-
Copia de la documentación relativa al pago de la cantidad correspondiente a la
póliza contratada por el Gobierno Vasco con la entidad Lagun Aro Vida y copia del
recibo de finiquito suscrito por la interesada por importe de tres millones quinientas
cincuenta mil (3.550.000) pesetas.
-
Alegaciones y documentación presentada por ésta. Entre dicha documentación,
como medio de prueba, acompaña las declaraciones juradas suscritas por seis
compañeros de trabajo del fallecido. Asimismo se aporta copia de la Orden del
Consejero de Interior de 6 de julio de 1998 que resuelve un supuesto relativo a
otro ertzaina que entiende apoya su pretensión.
-
Certificado de lo tratado en la sesión del pleno del Consejo de la Ertzaintza de 4
de agosto de 1.999 sobre la solicitud de reconocimiento en acto de servicio del
agente fallecido.
-
Copia de la tramitación del expediente seguido tras la petición del agente fallecido
del pase a segunda actividad.
-
Al requerir la documentación relativa a dicha petición se aporta otro Informe de 26
de mayo de 1999 de la Jefe de Sección de Salud Mental de la UTAP.
-
Propuesta de resolución que propone la desestimación de la solicitud presentada.
Con fecha 22 de enero de 2001 se requirió por esta Comisión la ampliación del
expediente remitido con la documentación que obrara en el Departamento de Interior
relativa a procedimientos judiciales seguidos a instancia de la reclamante.
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7.
El 21 de febrero de 2001 se remite copia de la Sentencia firme del Tribunal de
Justicia del País Vasco (TSJPV) de 29 de febrero de 2000, dictada en el recurso de
suplicación interpuesto por Dña. B.A.M. sobre declaración de contingencia de
accidente de trabajo en las pensiones de viudedad y orfandad. Asimismo se adjunta
copia de la Resolución por la que se desestima la pretensión de obtener la
declaración de muerte en acto servicio –que se encuentra recurrida ante la
jurisdicción contencioso-administrativa y pendiente de sentencia-.
8.
En la citada Sentencia del TSJPV de 29 de febrero de 2000, a lo que aquí importa,
determina que la enfermedad padecida por el agente no puede ser imputada al
trabajo que venía desempeñando y, por tanto, que no cabe considerar la muerte
como accidente de trabajo.
III. Valoración del procedimiento
9.
Examinado el expediente administrativo es de ver que se han cumplido los trámites
que establece el Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, por el que se aprueba el
Reglamento de los procedimientos en materia de responsabilidad patrimonial de las
administraciones públicas iniciados por reclamación del interesado (en adelante, el
Reglamento).
10. El expediente de responsabilidad patrimonial tramitado se inicia por reclamación de la
interesada, constando como día de presentación de ésta el día 24 de noviembre de
2000.
11. Es indudable, por tanto, que la solicitud ha sido presentada en tiempo hábil sin que
haya prescrito el derecho a reclamar establecido por el artículo 142.5 de la Ley
30/1992, de 26 de noviembre, en su nueva redacción dada por la Ley 4/1999, de 13
de enero.
12. En orden a la instrucción seguida, ésta ha sido cabalmente impulsada de oficio y,
como luego se verá al examinar los documentos obrantes en el expediente, es
reseñable el esfuerzo del instructor, formulando preguntas muy precisas sobre los
aspectos sustantivos del luctuoso accidente, con el fin de clarificar los puntos
esenciales para dilucidar la existencia o no de responsabilidad patrimonial. Asimismo,
el fundamental trámite de audiencia ha sido cumplido en forma satisfactoria.
13. Hay no obstante una cuestión que empaña la labor instructora: la persistencia en
admitir las declaraciones juradas de los testigos aportados por la actora sin realizar
respecto a los mismos una verdadera prueba testifical.
14. Esta Comisión ya ha advertido (DCJA nº 103/2000) de la necesidad de realizar una
práctica correcta de las pruebas testificales atendiendo a su característica principal
(la inmediatez) que permita al instructor descubrir la debilidad o fortaleza de las
declaraciones juradas que se aportan como prueba por la parte actora.
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15. La ausencia de esa capital actividad instructora (máxime cuando como aquí sucede
es la única prueba aportada por la reclamante para apoyar su versión de los hechos)
priva asimismo a esta Comisión de un elemento de juicio importante que, como se ha
reiterado, no puede suplir ni completar la actividad instructora que corresponde en
solitario al órgano competente.
16. En cuanto al plazo de 6 meses para resolver establecido en el artículo 13.3 del Real
Decreto 429/1993, ha sido ampliamente rebasado, si bien a la vista de las
circunstancias que concurren en el caso y, en especial, a las distintas vías de
impugnación iniciadas por la hoy reclamante –con posible incidencia en la pretensión
resarcitoria- el retraso resulta justificado.
17. En todo caso, al no constar que la reclamante haya decidido acudir a la vía
contencioso-administrativa –al entender producido el silencio negativo que establece
el artículo 13 del Reglamento- procede la emisión de este dictamen.
IV. Análisis de los elementos constitutivos de la responsabilidad
18. Por lo que se refiere al fondo del asunto, en la propuesta de resolución sometida a
dictamen, tras exponer los requisitos que rigen en materia de responsabilidad
patrimonial de la Administración, se razona, en síntesis, que atendidas las
circunstancias del caso se ha producido una ruptura del nexo causal por la conducta
de la propia víctima que decidió poner fin a su vida.
19. En efecto, a la fuerza mayor –única circunstancia admitida por la ley para la ruptura
del nexo causal- la jurisprudencia en forma reiterada añade efecto excluyente a la
intencionalidad de la víctima en la producción o el padecimiento del daño o a la
gravísima negligencia de ésta (esto es, su actuación dolosa o gravemente
negligente).
20. La pretensión formulada se funda en un supuesto funcionamiento anormal que viene
a concretarse, en síntesis, en el siguiente razonamiento: la Administración actuó
negligentemente al permitir que el agente estuviera en posesión de su arma
reglamentaria, conociendo la enfermedad que padecía.
21. Comparte la Comisión este planteamiento, pues en el caso es cierto que para poder
apreciar la existencia de responsabilidad patrimonial es necesario identificar un
funcionamiento anormal de la Administración para superar el inexcusable requisito
del título de imputación al servicio público del daño cuyo resarcimiento se pretende.
22. Y, asimismo, comparte el criterio según el cual el único posible elemento de
anormalidad en el funcionamiento de la Administración gira en torno al uso del arma
reglamentaria por el agente como instrumento para quitarse la vida (tal y como
sucedía en el caso resuelto en el DCJA nº 131/2000).
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23. Ahora bien, a diferencia del supuesto allí dictaminado, es de ver que en el que ahora
estudiamos el agente estaba en activo y, precisamente, se encontraba en tal
situación por indicación de los profesionales que le estaban atendiendo quienes no
habían observado necesidad de adoptar ninguna medida en relación al arma
reglamentaria.
24. Por tanto, en el caso, el análisis del título de imputación tiene dos vertientes: la
referida a la asistencia sanitaria que recibía el fallecido y la que centra el examen en
la actuación de la “Administración policial”.
25. En cuanto al primer ámbito, ha de tenerse en cuenta que a la hora de enjuiciar las
reclamaciones por daños derivados de la atención médica, no resulta suficiente con
que el daño se produzca en el curso de dicha atención.
26. Tal entendimiento de la institución, como viene reiterando la jurisprudencia,
supondría configurar la responsabilidad administrativa en forma tan amplia que
resultaría contraria a los principios que la sustentan, desnaturalizándola.
27. En efecto, para imputar a la actividad de prestación sanitaria un funcionamiento
anormal no basta con acreditar un desenlace negativo: hace falta probar un claro
apartamiento de lo que el Tribunal Supremo viene denominando “lex artis ad hoc”;
esto es, la prestación adecuada derivada de la preparación científica y técnica de los
especialistas.
28. Pues, como viene reiterando el citado Tribunal, las personas a cuyo través se presta
la asistencia sanitaria no tienen el deber de ser infalibles en la obtención del objetivo
marcado; razonamiento que adopta como premisa la no inclusión de la medicina
entre las ciencias exactas, al intervenir con frecuencia elementos de difícil
previsibilidad.
29. En el caso, del material probatorio obrante en el expediente sobre el tratamiento
(extremo que no ha sido objeto de prueba alguna en contrario por quien reclama), se
concluye que el agente estaba recibiendo una atención médica intensa y adecuada,
en tanto era prestada por profesionales especialistas en el tratamiento de dolencias
como la padecida por aquél.
30. En efecto, en el informe de 28 de febrero de 2000, a las detalladas preguntas del
instructor sobre el tratamiento que seguía el agente cuando se produjo el luctuoso
accidente, se relata que estaba siendo tratado farmacológicamente por la psiquiatra
del centro de salud de Ortuella, recibía tratamiento psicológico por parte del servicio
de psicoterapeutas concertado por el Departamento de Interior, individual y de pareja,
y con anterioridad había sido tratado por otro psicólogo del citado centro de salud.
31. Por lo que está plenamente acreditado que se tomaron las medidas adecuadas para
responder a la dolencia del ertzaina fallecido.
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32. Asimismo, el expediente acredita que los distintos especialistas que le asistían, en
forma unánime, consideraban que cuando sucedieron los hechos su situación era
estable.
33. En efecto, en el Informe de 26 de noviembre de 1998 –suscrito conjuntamente por la
psicóloga de la UTAP y por la del servicio concertado- se señala que “en este
momento se encontraba en una situación de estabilidad psicológica con mejoría de
su situación familiar y laboral. Dado que tenía una cobertura adecuada, no
percibiéndose ningún síntoma que haría (sic) pensar en el fatal desenlace”.
34. En el Informe de 26 de mayo de 1999 de la Jefe de Salud Mental, se reitera que en el
momento del fallecimiento se encontraba en tratamiento psiquiátrico individual y en
pareja, además de recibir apoyo individual una vez por semana con otro psicólogo
“siendo su cuadro clínico estable, no habiéndose observado por parte de los
especialistas que le trataban indicio alguno que hiciera pensar en tal desenlace. Se
encontraba así mismo de alta laboral por la Seguridad Social no existiendo petición
alguna sobre la retirada de su arma reglamentaria”.
35. Y, ya en fin, en el antes citado Informe de 28 de febrero de 2000 se reitera que “no se
le apreció por parte de los especialistas que le trataron ningún tipo de sintomatología
que hiciera conveniente el que dicho agente fuera apartado del desempeño de la
labor policial, incluyendo la retirada del arma”.
36. Por tanto, nada hay en el expediente que permita apreciar la quiebra o apartamiento
de la “lex artis” en tanto los especialistas coinciden en el diagnóstico y en la
imprevisibilidad del fatal desenlace (sin que tampoco se haya practicado pericia en
contrario).
37. Y, como secuencia lógica de dicha conclusión, acreditado en el expediente que los
especialistas, atendida la situación estable que observaban en el paciente, no
estimaron necesario adoptar medida restrictiva alguna en el uso del arma
reglamentaria y acreditado, también, que la Administración policial se atuvo a las
pautas establecidas por los citados especialistas para que el agente desarrollara su
trabajo, no cabe apreciar tampoco un funcionamiento anormal –por omisión- de
aquélla.
38. En otras palabras, no cabe identificar un funcionamiento anormal de la
Administración policial porque el agente portara el arma reglamentaria el día de los
hechos, pues quienes cuentan con la pericia para valorar si su uso era incompatible o
no con el estado de salud del agente no estimaron necesario recomendar ninguna
precaución; sin que pueda esta Comisión sustituir ese criterio.
39. Tampoco cabe, como parece pretenderse por quien reclama, derivar un
funcionamiento incorrecto de la Administración policial por incumplimiento de la
normativa que rige el uso del arma reglamentaria pues conforme a la que resulta
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aplicable -Real Decreto 137/1993, de 29 de enero, por el que se aprueba el
reglamento de armas, concretamente su artículo 98.4- la necesidad de acreditar “ad
hoc” las aptitudes psíquicas y físicas necesarias para poder obtener la renovación de
licencias y autorizaciones está exceptuada, precisamente, para el personal de las
fuerzas y cuerpos de seguridad que se encuentre en activo.
40. El propio caso que la reclamante aporta como “término de comparación” al cumplir el
trámite de alegaciones ratifica la precedente consideración ya que, al margen de la
disparidad del diagnóstico, en todo momento se vincula el uso del arma
reglamentaria a la situación de alta médica para el desempeño de la función policial.
41. Asimismo, es opinión de la Comisión que la precedente valoración del material
probatorio queda intacta y no se desvirtúa por las declaraciones de los compañeros
de trabajo del fallecido.
42. Y ello porque, al margen de lo antes manifestado sobre su práctica y de que las
declaraciones refieren distintos hechos dilatados en el tiempo (algunos incluso
relativos a los primeros episodios de su dolencia –año 1990-) en los que el agente
parecía querer deshacerse del arma reglamentaria, es lo cierto que sus testimonios
vienen a valorar el estado psíquico del agente (todos declaran que durante los meses
anteriores a su muerte mostraba ansiedad y estrés) y si en dicho estado podía o no
desarrollar su trabajo.
43. Y, como ha quedado razonado, la valoración sobre la dolencia del agente y su
relación con su actividad es labor que sólo a los especialistas corresponde, sin que
una persona lega en psicología o psiquiatría pueda sustituir esa valoración.
44. Por ello, considera esta Comisión, de acuerdo con los principios que estima deben
servir para valorar supuestos como el aquí dictaminado, que no ha quedado
acreditado que en la producción del letal evento interviniera un elemento de
anormalidad en el servicio público que pueda servir de título de imputación para
apreciar una concurrencia de culpas.
CONCLUSIÓN
45. En atención a lo expuesto, la Comisión Jurídica Asesora del Gobierno Vasco es del
parecer que no cabe apreciar la existencia de responsabilidad patrimonial en este
caso.
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