Llop se desdobla sin doblegarse

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CUADERNO
CULTURAL DE
DIARIO
DE
MALLORCA
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JUEVES, 27
DE SEPTIEMBRE DE
2007 NÚMERO 450
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JOSÉ CARLOS LLOP. FOTO: MASSUTI
Llop se desdobla sin doblegarse
Desde la madurez que nunca le ha abandonado, el mallorquín escribe contra el frenesí en ‘La avenida de la luz’ y ‘París: suite 1940’
MATÍAS VALLÉS
LITERATURA
La aspillera
cinco minutos en una conversación telefónica y ni él
hablaría con otro mamífero cara a cara, ese desperdicio. Contrariando estos dogmas, el poeta mallorquín ha
logrado “la plácida complicidad del tiempo”.
Un libro te deslumbra cuando no necesitas que nadie
comparta tu forma de disfrutarlo. Me ocurre en La avenida de la luz, y deberán perdonarme la indolencia discursiva. Llop ha tomado ventaja, puede insertar la poesía en su
experiencia vital sin necesidad de reconstruirla —“los bloques de cemento han tapiado el mar”—. Lidia con asuntos
en los que se hace difícil no incurrir en la sensiblería —la
‘Elegía’ por el padre muerto—. Atenúa los efectos especiales —sonoridad, reiteración—. El corte del verso no
atiende a reglas melódicas, sino al diapasón de la respiración. Del escandido al escanciado, el lento aliento.
Si necesita una descripción del vecindario poético de La
avenida de la luz por orden alfabético, piense en Auden,
Brodsky, y así hasta Zagajewski, rellene usted las iniciales
intermedias. A mi juicio, el autor no necesita las referencias geograficoculturales que prodiga y que funcionan
como un branding, accesorios para saciar las ansias taxonómicas. Enfrentado a la extinción de su pasado, Llop no
busca la revolución ni el consuelo. No puede alcanzar la
madurez, porque su obra arranca de ella. A cambio, la
madurez tampoco le alcanza en su literatura contra el frenesí —“soy el escriba de una ciudad que no existe”.
Llop no necesita quejarse, le basta con tomarse en
serio la escritura. En otro tiempo, su esmero despuntaría
hacia el clasicismo. Hoy es quijotesco. O dickensiano,
como preferiría un autor que golpea por partida doble con
París: suite 1940, una novela confeccionada a dos manos
con César González Ruano, y de la que se hablará largo y
tendido. Aquí mismo. Al desdoblarse sin doblegarse, el
escritor mallorquín lanza un desafío y confirma que milita
ya en una Liga aparte. Los demás, a Frankfurt.
Más artículos sobre José Carlos Llop en las página 3 y centrales
▲
Me atengo a la miscelánea que exige
internet. Las novedades, ni que sean literarias, han dejado de someterse a la prueba del examen en profundidad,
un juicio que puede cocinar cualquier académico. En la
era del culto al amateur se impone la lectura intermitente, súbita, entre dos miradas a la pantalla. Nada nos merece ya la atención suficiente. Por supuesto, he sometido el
poemario La avenida de la luz a esa tortura. Lo he ojeado
más que hojeado, a la velocidad de broadband.
Este procedimiento de degustación poética lesiona
las intenciones del autor, José Carlos Llop en el caso de
La avenida de la luz. No camuflo mis veleidades sádicas,
quiero que le duela. Sin embargo, la ruleta de lineas leídas a vuelo de página pronto se desacelera, se remansa,
se detiene sin resentirse. Pasa a ocupar de las décimas
al segundo, casi a un minuto entero —El lugar del hijo—
, más tiempo del que hoy dedicamos sin interrupción a
persona alguna. Sólo un aborigen prenuclear invertiría
Queremos tanto a Llop
Este número 450 de Bellver tiene un protagonista, porque se lo
merece: el escritor mallorquín José Carlos Llop, quien publica
simultáneamente la novela París: suite 1940 (Nadal Suau y
Guillermo Busutil, centrales) y el poemario La avenida de la
luz (José Luis de Juan, página 3). También le dedican sus artículos Matías Vallés (aquí arriba) y Daniel Capó (en la 3).
Otros contenidos de este suplemento: Jean Schalekamp nos
habla del pintor Hermann Stenner (página 6, imagen izquierda), mientras que Víctor M. Conejo lo hace de Muchachito
Bombo Infierno —foto derecha—, y Florentino Flórez de Los
4 Fantásticos (página 7). En la 8, Biel Mesquida y el habitual
Paseo de ronda, a cargo de M. Elena Vallés.
Francesc M. Rotger, coordinador
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Diario de Mallorca
P o r
l a s
s o l a p a s
Y ahora, la versión
en castellano
Aparece estos días la traducción al español
de esta novela de Gabriel Janer Manila,
que obtuvo la victoria en la convocatoria
más reciente del Premi Ramon Llull. La historia de una familia de banqueros mallorquines, arrancando de la misteriosa muerte
de uno de ellos, Joseph D. Cohen, le sirve a
Janer para trazar un fresco inquietante.
Gabriel Janer Manila: Tigres
Planeta, 256 páginas, 21 €
El ‘Far West’
como ensoñación
Su jubilación como profesor de filosofía,
amén de otros recuerdos personales, le sirven a Gabriel Genovart, un enamorado del
cine, para echar la vista atrás; analizando,
al mismo tiempo como ejercicio literario y
como análisis cinematográfico, una selección de algunos de los títulos míticos del
western. Con prólogo de Antoni Figuera.
Gabriel Genovart: El somni de l’oest
Fundació “Sa Nostra”, 167 páginas, 10 €
Regreso a
las ‘rondalles’
Resultado del primer concurso La Punta del
Llapis, del Institut d’Estudis Baleàrics. Una
historia mágica, entrañable y hasta ecológica, gracias al personaje de la ballena,
que revalida su atractivo en esta nueva
edición.
La crítica del lector
Ni panegírico ni censura
Llorenç Villalonga: Dos pastiches proustianos
Prólogo de José Carlos Llop, apéndice de Jorge Herralde
104 páginas, 11’5 €, Anagrama, 2007
En el introito a sus dos exquisitos trasuntos imaginarios,
ahora editados de nuevo por un Jorge Herralde treinta y
seis años más viejo, Villalonga niega de facto “haber disloLLORENÇ VILLALONGA. cado gran cosa” con unos remedos que, amén de un conociFOTO: LORENZO miento profundo de la obra de Proust, demuestran su admiración. Ésta arranca de sus tiempos de estudiante, confiesa, para glosar a continuación “aquella sensibilidad dubitativa” que le fascinó.
Insiste en que no ha pretendido caricaturizar al homenajeado, como si en realidad no fuese consciente de la magnitud de sus trabajos, incluidos en el volumen
de cuentos El lledoner de la clastra, publicado en 1958. No en vano, aunque
seguro de sus ideas —nos recuerda Jaume Vidal i Alcover, su amigo y biógrafo—,
Villalonga era desconfiado, y fuera de las cuales profesaba el escepticismo, recurriendo a la ironía. Por eso, tanalejado del panegírico como de la censura, tengo
la impresión de que estos pastiches conjuran sus dudas, amén de “la inteligencia
lúcida, imbricada de realidad y fantasía” del francés, que encarna el comienzo
de la transformación de la narrativa.
Francisco J. Caparrós
!
¿Has leído un libro y te ha gustado? ¡Dínoslo! No hace falta que sea una novedad
rabiosa, puede ser un título de cualquier autor o género. Tu opinión nos interesa.
Compártela con el resto de los lectores de Bellver y explícanos brevemente qué
te ha atraído o te ha interesado de ese volumen que nos sugieres.
Castellano. Ficción.
1 John Boyne: El niño con el pijama... Salamandra.
2 Isabel Allende: La suma de los días. Plaza & Janés.
3 Cormac McCarthy: La carretera. Mondadori.
4 Mark Haddon: Un pequeño inconveniente. Alfaguara.
5 Nora Roberts: Lirio rojo. Plaza & Janés.
6 Joe Hill: El traje del muerto. Suma.
7 Gervasio Posadas: El secreto del gazpacho. Siruela.
8 A. Pérez-Reverte: La piel del tambor. Alfaguara.
9 Ildefonso Falcones: La catedral del mar. Grijalbo.
6 J.K. Rowling: H.Potter y el misterio... Salamandra.
Elizabeth Gaskell: Cuentos góticos
Alba, 544 páginas, 28 €
Dos casos
d’Héctor Barrera
Publicada en 1989, Cavall i rei té com a
protagonista el redactor de successos
Hèctor Barrera, el qual investiga dos casos alhora: el segrest d’un empresari i la
mort d’una prostituta; Barrera recorre
al ja cèlebre detectiu privat Toni Butxana i a Carlota Max, redactora de la crònica rosa.
Ferran Torrent: Cavall i rei
Columna, 184 páginas, 15 €
Recomendado de la semana:
Benjamin Black és el pseudònim de John
Banville, l’autor d’El mar, premi Man
Booker. En aquesta novel·la, Banville
evoca el món de la societat dublinesa de
la dècada de 1950 i presenta el personatge de Quirke, un original detectiu de
ficció que investiga la mort de Christine
Falls.
Filología poética
y divertida
Bàrbara Sagrera Antich:
Les cançons populars del
Diccionari català-valenciàbalear Moll, 239 páginas, 10 €
Entrevistas realizadas, con su buen oficio y
su eficaz equipo, por Pere Estelrich i Massutí, en su programa de IB3 Ràdio No et
quedis a ca teva. Treinta y nueve personalidades de Balears, desde José Carlos Llop
hasta Magdalena Aguiló, entre sus vertientes profesional y humana. El prólogo es de
Francisca Ramis.
m á s
En sus Cuentos góticos, E. Gaskell (Londres, 1810 - Hampshire, 1865) no se aleja
del realismo victoriano que caracteriza
otras de sus novelas, como Mary Barton o
Los amores de Sylvia; al contrario, estos
relatos de misterio constituyen una exploración del género en busca de sus fundamentos reales.
Un original
detectiu de ficció
Treinta y nueve
personajes
Pere Estelrich: Suggeriments
Documenta Balear, 171 páginas, 18 €
Exploración del
género de misterio
(Envía tu comentario a [email protected]. Máximo 60 palabras)
Miquel Rayó (adaptación)
y Ferran Terol (ilustraciones):
La Mare Baleneta
Institut d’Estudis Baleàrics, 77 páginas, 20 €
L o s
Jueves, 27 de septiembre de 2007
FRANCESC DE BORJA MOLL. FOTO: TORRELLÓ
v e n d i d o s
Castellano. No ficción.
1 J. Ratzinger: Jesús de N. La Esfera de los Libros.
2 Eduardo Punset: El viaje al amor. Destino
3 Ronda Byme: El secreto. Urano.
4 Javier Sierra: La ruta prohibida... Planeta.
5 Mario Luna: Sex code. Nowtilus.
6 Paulo Coelho: Como el río que fluye. Planeta.
7 Pedro Gómez: Filosofía para bufones. Ariel.
8 Roger Penrose: Las sombras de la mente. Crítica.
9 Augusto Cury: Padres brillantes... Planeta.
10 Robin Lane Fox: El mundo clásico. Crítica.
¿La filología es ardua? Bueno,
también puede ser entrañable
y divertida… Como en estas
1.586 “gloses”, o breves composiciones del cancionero balear (básicamente, del mallorquín), que Bàrbara Sagrera ha
recopilado, basándose en las
referencias a las mismas en el
“Alcover-Moll”, a modo de
ejemplos de las entradas. La
autora de Felanitx, profesora
de la Universitat de les Illes
Balears, ha realizado un trabajo que nos descubre un universo desaparecido.
Benjamin Black: El secret de Christine Falls
Bromera, 340 pàginas, 19’5 €
La guerra fría
como trasfondo
Con la guerra fría como trasfondo, la canadiense Ann-Marie MacDonald construye un thriller alrededor de la familia de
un comandante de las fuerzas aéresas:
el padre se ve involucrado en la protección de un científico nazi y la hija es víctima de abusos en unas extrañas clases
particulares.
Ann-Marie MacDonald: Así vuela el cuervo
Lumen, 1.024 páginas, 27’9 €
Semana del 14 al 20 de septiembre. Fuente: casadellibro.com
Català. Ficció.
1 John Boyne: El noi del pijama... Empúries.
2 Martí Gironell: El pont dels jueus. Columna.
3 Markus Zusak: La lladre de llibres. Losada.
4 Sergi Pàmies: Si menges... Quaderns Crema.
5 Jed Rubenfeld: La interpretació... Edicions 62.
6 Paul Auster: Trilogia de Nova York. Proa.
7 Haruki Murakami: Tòquio Blues. Tusquets.
8 Ildefonso Falcones: La esglèsia del mar. Plaza & Janés.
9 Enrique Moriel: La ciutat sense temps. Columna.
10 Albert Salvado: L’informe Phaeton. Columna.
Català. No ficció.
1 J.A. Duran i Lleida: Entre una Espanya... Columna.
2 Alfons López Tena: Catalunya sota... RBA.
3 Estevez y Hoz: El secret més ben guardat. Ara.
4 Roberto Saviano: Gomorra. Empúries.
5 Bel i Germà: Aeroports i poder. Edicions 62.
6 J. de Domènech: L’espectacle de la... La campana.
7 Ramon M. Nogues: Déus, creences... Fragmenta.
8 Michel de Montaigne: Assaigs II. Proa.
9 Fidel Masreal: Conviure amb la depressió. Mina.
10 Pilar Senpau: Fruits de la vida. Proa.
Jueves, 27 de septiembre de 2007
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Diario de Mallorca
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Elegías conmovedoras
JOSÉ LUIS DE JUAN
POESÍA
Cosecha poética de los últimos tiempos
(2002-2005), José Carlos Llop nos entrega 24 poemas
autónomos que a su vez están ligados, no solo por el estilo y su mundo de siempre, sino por una mirada elegiaca,
fúnebre, a la que alude el mismo titulo, Avenida de la
luz, antesala deslumbrante a la que abocan recuerdos,
imágenes y sobre todo, palabras como talismanes.
Los registros líricos de Llop han ido variando, pues se
trata de un gran conocedor de la poesía, de los mejores
en nuestro país. Quizá ha variado menos la posición
desde la que recibe el impulso poético. La poesía puede
tratar del amor o de la muerte, a veces de las dos, pero
raramente. Decía Ezra Pound que hay dos tipos de poetas: los que desean hacer música, cantar, y los que buscan expresar alguna cosa, sentimiento, emoción, reflexión. Llop es de los segundos, en ambos casos. Uno de sus
primeros libros se tituló La tumba etrusca. Y en La avenida de la luz la muerte se convierte en el objeto de la
obra, hasta el punto que anuncia incluso la muerte
misma de la poesía: “No habrá fuerza y tampoco / motivos. Tendrás que aceptar que la renuncia es la única vía”.
Poesía de resignación, por tanto, de eventual “dimisión”, que la continuación de la vida sin duda revocará. A
veces recuerda aquel poema de Joan Alcover en el que
plasma esa emoción tan de nuestra tierra a través de la
carne del olivo. El viejo árbol vive apenas, viene a decir el
poeta, para lamentarse de lo que en él ha muerto. Por fortuna, Llop guarda memoria de los buenos tiempos, como
en “Al margen” y “Café turco”, poemas sueltos y elegantes. Si el poeta amante no suele filosofar, el elegiaco no
deja de hacerlo. Y en poesía el pensamiento deja un regusto de timidez, confusión, ternura. Y ahí se encuentra lo
mejor de este libro: su férrea moral, su generosidad, su
inocencia van impregnando los versos mientras el lector se
hunde en la agridulce conciencia de su imperfección.
“Somos ciegos y no sabemos”, “Pues siempre es el
vacío /lo que nos apresuramos a disimular”, “El amor/ —
como el destello de una lámina/ de Pentecostés— pende
todavía en el aire”: he aquí, sí, destellos últimos de este
ultimo poeta tímido, casi apocado cuando se trata de
emociones e intimidad, que vigila su sombra y mide —a
veces a milímetros, otras a millas marinas— sus palabras.
Llop se muestra cercano en la lejanía como un faro.
Leyendo esos versos paseamos —entre fascinados y rechazados— por un original mundo autista, retóricamente
inconcreto, infinitamente estrecho, refinadamente vago.
He buscado en este libro versos que sostengan imágenes
puras y simples, exentas de palabras mayores —como
tiempo, mundo, epifanía, muerte, memoria, amor, ciudad, mujeres, Dios—, y de veras que los hay, escondidos
detrás de una cortina de solemnidad clásica. En el poema
mejor del libro, “Cuarenta días”, estalla un alarde de
compasión y autenticidad inigualables en la poesía de hoy.
Versos hondos, preciosos: “Queda un tamarindo y nacen/
alcaparras”, “Las ranas han callado durante unos minutos”, “las abubillas charlan agitando sus crestas”; pero
cuando parece que vamos a “saber” lo que es una higuera y un olivo, resulta que la primera “es bíblica/ como las
cabras, / y el olivo, griego”. Y que los poéticos veraneantes “somos arena en el cosmos/ y en el horizonte”.
JOSÉ CARLOS LLOP. FOTO: MASSUTI
Quizá esa derivación hacia lo general y lo nominal sea
debido a que el poeta cree en la dimensión sacra de la
palabra. Por eso escribe: “el lenguaje solo es exacto/
ante la verdad que inventa”. En “Lenguas muertas” percibe “el aleteo de un animal invisible, / un aleteo pose-
LOS REGISTROS LÍRICOS DE LLOP HAN IDO
VARIANDO, PUES SE TRATA DE UN
GRAN CONOCEDOR DE LA POESÍA,
DE LOS MEJORES EN NUESTRO PAÍS
ído por el ritmo”, y en “Gomila Square” piensa “que las
palabras también forman/ una ciudad que ha de decir
las cosas/ tal como las cosas jamás pensaron que llegarían a ser dichas”. Todo eso nos lleva a entender el sentido y el admirable silencio de esta poesía crepuscular
de Llop. Un libro en el que brilla la mejor luz en el conmovedor homenaje al padre, un regalo inesperado para
todos los hijos, que agradecemos en lo mucho que vale.
José Carlos Llop: Avenida de la luz
Lumen, 96 páginas, 11’9 €
La geometría de la luz
DANIEL CAPÓ
PERFIL Recuerdo perfectamente el momento en que
descubrí la literatura de José Carlos Llop. Fue una tarde de
invierno de 1996, hacía frío y las nubes condensaban el
color del cielo. Yo, por aquel entonces, era un joven policía militar que salía a pasear a menudo por las murallas de
la ciudad. Miraba el mar, tomaba notas, leía. El libro era
La estación inmóvil, su primer dietario, publicado por
Guillermo Canals en una hermosa colección que se llamaba Port Royal. Aquella tarde, empezaron a caer copos de
nieve y la luz, de repente, adquirió una intensidad inaudita formando una especie de mosaico de teselas blancas. En
una de las notas del dietario, leí que “escribir es un viaje
a través de las tinieblas hacia la claridad”. Pensé en ello,
cerré el libro y regresé andando al cuartel.
Años más tarde, me di cuenta de que en la literatura de
José Carlos Llop, la luz y el orden van de la mano. Una luz
especial, por supuesto, que sombrea la memoria y le con-
vierte en un poeta de la mirada. Y una voluntad de orden
que busca perfilar la intimidad del yo sobre un tapiz de
resonancias clásicas. Esto es cierto, incluso en su libro más
oscuro, El mensajero de Argel, una auténtica novela de
ideas que traza un paralelo entre la desaparición de la
memoria y la atmósfera nihilista de nuestra época y en la
que subyace la esperanza de una luz que salve al hombre
del olvido y descifre el silencio que queda sin respuesta.
LA CRÍTICA HA DICHO, Y CON RAZÓN, QUE
LA DE JOSÉ CARLOS LLOP ES UN VOZ PECULIAR
DENTRO DEL PANORAMA LITERARIO ESPAÑOL:
UNA VOZ QUE BEBE DE LA BIBLIA Y DE TINTÍN,
DE JÜNGER Y DE BRODSKY, DE ELIOT Y
DE LOS GRANDES NOVELISTAS INGLESES
De ahí que la crítica haya dicho, y con razón, que la de
José Carlos Llop es un voz peculiar dentro del panorama
literario español: una voz que bebe de la Biblia y de Tintín,
de Jünger y de Brodsky, de Eliot y de los grandes novelistas ingleses. Una voz, además, que con el paso de los años
ha ido adquiriendo una densidad metafísica —lean por
ejemplo, su extraordinaria “Elegía” en el reciente La avenida de la Luz— poco frecuente en nuestras letras. Quizá
porque en España aún cuesta entender que la belleza —o
la elegancia— constituye una forma de moral y que la literatura —en su sentido más pleno— es el esqueleto intelectual y humano sobre el que asienta la cultura europea —su
pathos, diríamos, pero también su ethos. “La literatura —
anota Llop en su diario— disecciona la soledad, eximiéndola de la muerte”. A ambos lados, sólo el vacío.
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Diario de Mallorca
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Jueves, 27 de septiembre de 2007
París era
una treta
José Carlos Llop publica París: suite 1940 (RBA Libros)
NADAL SUAU
y confirma, no sólo su buen estado de forma, sino
NARRATIVA
una condición indiscutible: la del escritor verdadero.
Ya nadie podrá obviar que su entronque es europeo
y sus dimensiones, universales
CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO. FOTO: JOSÉ GARCÍA NIETO
Ya lo he contado alguna vez en
un rincón digital, pero me apetece recordarlo hoy:
yo he visto a Europa. Quiero decir que Europa se
sentó frente a mí. Fue en el ferrocarril de
Barcelona, y fue tragicómico: el continente tenía
demasiados años, mala circulación y una mirada
clorótica. Este anciano, que era un indigente pero
también una cultura arrasada, trataba de mantener la pulcritud de su traje gris sobre la camisa
blanca de costuras torpes: alisaba su chaqueta
metódicamente, su mirada quedaba prendida en
algún borde gastado de los zapatos. Yo no sé decir
a qué olía: tal vez a gasóleo. No me importunó su
presencia, pero la atmósfera se volvió de pronto
irreal, como si una densidad nueva perturbara el
vagón. Mirando a este hombre, quedé fascinado
con la gorra que llevaba ceñida: una gorra de béisbol, levemente ladeada, cuya visera lucía barras y
estrellas y el nombre de un equipo que ni recuerdo ni supe reconocer. He dicho que se la había
ceñido, y no es una vana palabra: había un celo
disparatado en la fuerza con que la gorra intentaba encapsular el cráneo rasposo. Y créanme ahora:
a la altura de Sarrià, este anciano de pupila lacustre se puso a cantar Lili Marlene. A mí siempre me
entristece Lili Marlene, y será que en esa canción
viven todos los recuerdos de quienes deseaban a la
Dietrich desde la trinchera. El anciano, como una
sibila, entonó Lili Marlene y volvió a callar. No
creo que me mirara ni una sola vez.
Cuento esta anécdota provechosa porque la
nueva novela de José Carlos Llop arranca en un
vagón de tren: el narrador, que es el autor, es un
joven de veinticinco años que lee las Memorias
de un escritor español mientras su tren se desvía
a una estación nebulosa. El narrador piensa de
pronto en la Segunda Guerra Mundial, en las
entrañas de Europa, que tienen siempre una textura expresionista... El narrador, en fin, va pensando en el derrumbe de una civilización en los
años cuarenta, y en ese otro país exhausto,
España, que en esa época estaba “aparcada en
una vía muerta”. Y entonces se da cuenta de que
en el libro que le acompaña “había una novela no
escrita, desdibujada en lo que aquel escritor
callaba. Supe que algún día escribiría esa novela”. Aquí la tenemos, treinta años después:
París: suite 1940 recrea un capítulo muy jugoso
de la vida de César González-Ruano, periodista y
escritor español, que en 1940 abandona Berlín,
donde goza de una existencia cómoda como
corresponsal de un régimen amigo, para instalarse en París y vivir como un millonario. Cosa curiosa, porque él no es millonario y además no está
trabajando para nadie. No escribe, no publica,
sólo ejerce de crápula con buen gusto. Un día,
las autoridades nazis le detienen. ¿Qué demonios
hacía González-Ruano en París? ¿Traficaba con
arte? ¿Espiaba? Y si era así, ¿para quién? ¿Tal vez
estafaba a judíos con pasaportes falsos?
Llevo años leyendo a Llop, y sé que la suya es
literatura verdadera: aquí no hay jerarquías,
todos sus libros nacen de una fuente que es
noble. Para él, el escritor no es un Dios, pero tal
vez sí un antiguo escriba; la literatura no es mercadotecnia, sino la adhesión a otras voces, antiguas y nuevas, que suenan en el mismo registro;
para Llop, la civilización y la memoria van de la
mano, y eso no es algo que podamos tomar a
broma. Por eso, sus libros tienen siempre autenticidad y dicha. Ahora bien, hay tareas más ambiciosas, y otras que lo son menos: París: suite
1940 está entre los trabajos más valiosos del
mallorquín. Será uno de los libros del año, pero
sobre todo es una pieza maestra. Una novela de
primer orden. Para empezar, por la técnica escogida: Arcadi Espada, muy empingorotado él,
habla de faction para referirse a este modo de
narrar: los puentes abiertos entre la realidad y la
ficción, la narración que se desliza hacia la investigación o el reportaje... Estamos ante uno de los
lenguajes oportunos de la narrativa de nuestra
época. Llop lo explica así: “París: suite 1940
traspasa la realidad surgida de la literatura autobiográfica de César González-Ruano, para crear
una realidad distinta. A eso le llamamos ficción.
Los demás protagonistas del libro, si fueron reales, dejaron de serlo para convertirse en personajes secundarios de esta ficción”.
Y esa ficción es una gozada: el ritmo es
bueno, la trama sólida, y la atmósfera inmejorable. Si se habla de Llop, nadie le niega las buenas trazas para la creación de ambientes; pero
claro, en este libro el ambiente es París en la
Segunda Guerra Mundial, un territorio comanche
para la literatura española, y al mismo tiempo de
una importancia desmedida para la tradición
europea. El reto es resuelto con excelencia, y
París danza ante nuestros ojos: una ciudad en
guerra que será el Paraíso perdido de CGR —así se
refiere el narrador a su protagonista—, el laberinto en el que jugará al escondite toda su vida y
en toda su obra. Nuestro narrador-investigador
recurre a fuentes diversas para recrear los pasos
‘PARÍS: SUITE 1940’ RECREA UN
CAPÍTULO MUY JUGOSO DE LA VIDA DE
CÉSAR GONZÁLEZ-RUANO, PERIODISTA
Y ESCRITOR ESPAÑOL, QUE EN 1940
ABANDONA BERLÍN PARA INSTALARSE
EN PARÍS Y VIVIR COMO UN MILLONARIO
de González-Ruano en 1940, y eso nos permite
escuchar voces muy agradables: Dionisio
Ridruejo, Carles Fontseré, el mismo Ruano... Hay
pasajes muy divertidos, como el del interrogatorio, y Llop nos ofrece unos carnets estupendos de
los tipos que pueblan este territorio caótico. Ojo
a la mirada ornitológica del escritor, que tiene
elegancia, sí —¡cuántas veces se ha dicho eso!—,
pero también perfora con precisión si se trata de
localizar el Mal. En esto no caben relativismos: el
capítulo “La Espera” recrea las vidas posibles de
quienes, tal vez, quién sabe, fueron estafados
por CGR o por alguien cercano a él: una joven
hermosa condenada por ser judía, o el retratista
acorralado por la Policía de Asuntos Judíos. El
PARA LLOP EL ESCRITOR NO ES UN DIOS,
PERO TAL VEZ SÍ UN ANTIGUO ESCRIBA;
LA LITERATURA NO ES MERCADOTECNIA,
SINO LA ADHESIÓN A OTRAS VOCES,
ANTIGUAS Y NUEVAS, QUE SUENAN
EN EL MISMO REGISTRO
Mal existe, las víctimas también. La compasión
es un deber de naturaleza sagrada.
Este libro habla de Europa, y de España en
Europa. Habla de una civilización agonizando, y
de cómo el baile de máscaras sigue mientras
caen las bombas. París: suite 1940 también
habla de literatura, de cómo el yo juega a
transformarse en la ficción (CGR es un personaje “doblemente inventado: por él mismo y por
la invención que pueda sugerir lo que él inventa”). En esta novela, la literatura demuestra
que sólo ella puede atrapar las partículas de
vida suspendidas en el gas amoral de la guerra:
este libro atrapa la niebla y ofrece una lección
ejemplar. Después de leerlo, la gorra de mi
anciano ya no invita al choteo, ni su canto parece absurdo. Europa me miró frente a frente.
José Carlos Llop: París: suite 1940
RBA, 160 páginas, 16 €
Jueves, 27 de septiembre de 2007
b e l l v e r
Diario de Mallorca
5
El hombre
sin espejo
GUILLERMO BUSUTIL
NARRATIVA
La Primera y
la Segunda Guerra Mundial,
junto con el periodo de
Entreguerras, han sido un importante yacimiento de inspiración
para el cine y la literatura. Dos
géneros que aprovecharon el
filón de la épica del antihéroe
(la mayoría de los espías lo fueron), la fascinación del misterio
que envuelve a estos personajes
que siempre suscitaron las simpatías del público y el afán
social por conocer los supuestos
entresijos de quiénes lograron,
con su actividad clandestina,
engañar, robar y cambiar el
curso de los conflictos bélicos,
para elaborar excelentes argumentos de ficción que, por otra
parte, contribuían a inculcar
sutilmente la ideología política
de sus gobiernos.
Un objetivo que se dio especialmente en el cine norteamericano cuya industria nos ha
legado maravillosos títulos como
Casablanca o El Tercer Hombre,
pero que no deberían eclipsar la
excelente factura de otras películas, tal vez menos conocidas
pero igualmente brillantes,
como Confesiones de un espía,
de Anatole Litvak; El hombre
que nunca existió, de Ronald
Neame; o El Hombre Atrapado,
de Fritz Lang. Estos títulos se
distinguen por el inteligente
tratamiento de la poliédrica
figura del espía, con su romanticismo y sus ángulos muertos,
por la magistral ambientación
de la atmósfera y por el suspense de la historia. Ingredientes
que también ha barajado con
una habilidosa prosa José
Carlos Llop en novelas como
Háblame del tercer hombre, El
informe Stein y ahora con la
publicación de París Suite 1940,
editada por RBA.
Una novela en la que Llop
vuelve a trenzar la delgada
frontera entre la ficción y la
realidad, con el propósito de
indagar en la nunca demostrada
historia secreta de César
González Ruano. El maestro de
la literatura de prensa, autor
de interesantes biografías centradas en Baudelaire, Wilde y
Matahari y cuya figura, bohe-
LLOP VUELVE A TRENZAR
LA DELGADA FRONTERA
ENTRE LA FICCIÓN Y
LA REALIDAD, CON
EL PROPÓSITO DE INDAGAR
EN LA NUNCA DEMOSTRADA
HISTORIA SECRETA DE
CÉSAR GONZÁLEZ RUANO
mia, noctámbula y repleta de
divertidas como excéntricas
anécdotas, le convirtió en vida
en un perfecto personaje literario de su época. Igual que José
Carlos Llop lo recrea en esta
novela que aborda su estancia y
encarcelamiento, durante los
primeros años del París ocupado
por los alemanes, en la prisión
de Cherche-Midi. Una experiencia que le sirvió para escribir
una balada del mismo nombre
que la prisión y para dejar una
leyenda que lo relacionaba con
el contrabando de antigüedades
y con el espionaje.
Paris Suite 1940
El espía es un hombre sin un espejo que delate su sombra de guante blanco ni la ambigüedad moral de su comportamiento. José
Carlos Llop lo sabe bien, como demuestra en
esta sugerente novela que no busca revelar
un episodio oculto de las actividades de
González Ruano.
Llop opta y consigue, con acierto, recrear
un argumento de misterio, hilvanando la
Historia con la historia y la vida con la literatura, que enseguida capta la atención del
lector por la brillantez, soltura y precisión de
una prosa bastante cinematográfica y definida por sus claroscuros, su filtrada documentación, por lo que sugiere entre líneas y por la habilidad con la que el autor administra los
vacíos, las suposiciones y los descubrimientos que apunta el desarrollo de la trama.
Otro acierto es utilizar la primera voz narrativa y la urdimbre de
personajes secundarios y el excelente fresco sobre el universo artístico de una ciudad, en la que otros célebres y reales personajes
(como Celine y el propio Sartre) no se libraron de la sospecha de
haber colaborado o de haber mirado hacia otra parte durante la ocupación nazi. Por eso, lo importante de Paris Suite 1940 (que bien
pudiese haber firmado Paul Morand) no es sólo el personaje aristado
de CGR sino la sutil y envolvente atmósfera que Llop convierte en la
verdadera protagonista y en el espejo donde el espía puede contemplar a solas el doble de sí mismo.
LLOP DURANTE LA ENTREGA DE LOS PREMIS DIARIO DE MALLORCA 2007. FOTO: MASSUTI
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Diario de Mallorca
PHANTASTISCHE LANDSCHAFT MIT WASSERFALL (MEERSBURG) (1914)
Jueves, 27 de septiembre de 2007
ZWEI WEIBLICHE AKTE IN BLAUER LANDSHAFT (1914)
Un genio que murió antes de tiempo
Una exposición recorre las creaciones del pintor alemán Hermann Stenner, fallecido a los 23 años
JEAN SCHALEKAMP
ARTE
Cuando uno contempla la exposición retrospectiva dedicada al pintor alemán Hermann Stenner —nacido en
1891 en Bielefeld, muerto en 1914 cerca de Lodz, Polonia—
le parece incomprensible como alguien haya podido pasar
en tan pocos años —a penas cinco— por una evolución pictórica que en la historia del arte abarca varios decenios:
desde el post-impresionismo hasta el expresionismo, el
futurismo, el vanguardismo y el cubismo. O, en otras palabras, las corrientes que dominaban el arte europeo durante
los primeros cuarenta años del siglo pasado. Desde luego
Hermann Stenner, hijo de un profesor de bellas artes, tenía
el arte ya en las venas. En 1909 fue admitido en la
Academia de Arte de Múnich, donde también había estudiado Paul Klee. Durante las vacaciones de verano seguía estudiando en la escuela de pintura de Hans von Hayek, quien
le dio el consejo de dejar Múnich y de matricularse en la
Real Academia de Bellas Artes en Stuttgart. Muy pronto ya
empezó a desarrollar su propio estilo. Pasó una temporada
en París y en 1913 fue invitado a participar en la Primera
Exposición de Expresionistas en Dresden. En 1914 realizó,
junto con Oscar Schlemmer y Willy Baumeister, las pinturas
murales en el edificio de la Confederación Alemana del
Trabajo en Colonia. Dos meses después, cuando estalló la
Primera Guerra Mundial, se alistó, también junto con Oscar
Schlemmer, en el ejército alemán y murió en el frente de
Polonia en diciembre de aquel mismo año, a la edad de 23
años, aún prácticamente desconocido. Su amigo Oscar
Schlemmer le sobrevivió hasta 1943, cuando murió, no por
consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, sino de una
larga enfermedad. El ya había conseguido la fama como uno
de los principales representantes del Bauhaus.
En sus apenas cinco años de estudiante de Bellas Artes y
de pintor, el jovencito Stenner había realizado unos 300 óleos
YA LOS PRIMEROS CUADROS QUE PINTÓ
STENNER, TODAVÍA UN ADOLESCENTE, IRRADIAN
LA IMPRESIÓN DE UNA BELLEZA ARROLLADORA
y más de 1.500 obras gráficas. Una extensa selección de este
tesoro se puede admirar en el castillo Aschberg, un edificio
barroco situado en medio del impresionante paisaje pre-alpino, que en su interior alberga una larga sucesión de salas de
exposición. Caminando por estas salas uno hace como un
UNO SE PREGUNTA: ¿CÓMO ES POSIBLE QUE
UN CHICO QUE AMA TANTO LA VIDA SE DECIDA
VOLUNTARIAMENTE A PARTICIPAR EN LA
CARNICERÍA DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL?
viaje a través del tiempo, a través de uno de los periodos más
ricos en tendencias pictóricas que Europa ha conocido. Ya los
primeros cuadros que pintó Stenner, todavía un adolescente,
entre 1906 y 1908: paisajes, retratos, pintor y modelo al aire
libre, reflejos en el agua de un canal, irradian la impresión
de una belleza arrolladora. Luego, desde la
época de Stuttgart, hay las obras post-impresionistas con evidentes influencias de Van Gogh,
Signac, Cézanne, todas con su sorprendente
luminosidad, su perfecta armonía. Y en las salas
siguientes una clara evolución hacia el expresionismo y el cubismo, con influencias de
Chagall, Kokoschka, Kandinsky... Y de pronto se
ve un autorretrato que llama mucho la atención: el pintor en chaqueta roja y camisa blanPge. Papa Joan XXIII, 5-E • Geranis Centre
ca, los labios muy rojos, carnosos, sensuales, y
Tel. 971 71 33 50 • Fax 971 21 36 41• 07002 Palma de Mallorca • [email protected]
una mirada fuerte, azul, que te mira sin rode-
Pedagogia i Psicologia
os: la mirada de un joven de apenas 20 años que ya sabe perfectamente lo que quiere. “Quiero pintar según mis sentimientos”, escribe a su padre, tres años antes de morir.
Entre las distintas salas han expuesto fragmentos de las
cartas que escribía a sus padres en sus años de estudiante:
pedidos de dinero con muchas excusas y detalladas explicaciones. Pero también les explica más de una vez lo
mucho que ama la vida, la soledad, pasear, contemplar la
naturaleza. Y uno se pregunta: ¿cómo es posible que un
chico que ama tanto la vida se decida voluntariamente a
participar en la carnicería de la Primera Guerra Mundial?
Varias salas están dedicadas a su obra gráfica, dibujos y
grabados, algunos hechos en París en 1912, ya con clara tendencia cubista, como su Torre de Eiffel con su puente. En esta
época empezaba a interesarse también por los temas religiosos, pero más bien en la esperanza de conseguir encargos para
la decoración de iglesias. En estas obras, con títulos como Via
Crucis, Descendimiento de la Cruz, Llegada de Santa Úrsula,
sigue experimentando con la forma, llegando a veces casi al
arte abstracto. También hace audaces experimentos con los
colores, como en su serie Mujer verde con sombrero amarillo,
haciendo curiosos juegos rítmicos en la composición. Y entre
sus últimas obras, como el maravilloso cuadro Cuatro actos en
paisaje, están las figuras femeninas, desnudas, maravillosas
con su gracia casi irreal, estiradas como las mujeres de
Modigliani o de Giacometti. Si no hubiera muerto antes de
tiempo, el nombre de Hermann Stenner hubiera figurado
entre los pintores más famosos de los años 20 y 30 del siglo
pasado. Pero tan sólo disponía de estos miserables cinco años.
Seguía experimentando hasta aquel fatídica fecha del 7
de agosto, cuando se alistó en un regimiento de granaderos. Hay una foto del pintor, con su cara pálida de jovencito inocente, pero con cierto orgullo en su oscuro uniforme y las impresionantes botas militares. Aquel chico prometedor que tanto amaba la vida, la naturaleza, los colores. En la madrugada del 5 de diciembre, en un ataque
nocturno cerca de Lodz, todo se acabó.
Castillo Achberg, Landkreis Ravensburg, Alemania
Hasta el 14 de octubre
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Jueves, 27 de septiembre de 2007
Diario de Mallorca
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Jaleo sincero
VÍCTOR M. CONEJO
MÚSICA Un gran periodista saca respuestas hasta interesantes de un entrevistado plano. Un gran músico ofrece creatividad
y personalismo por muy estricto que sea su
género. En el ramo del mestizaje es harto
complicado decir cosas nuevas y Muchachito
Bombo Infierno, un tipo que tiene el culo
pelado de componer y tocar, es un as en
dicho asunto del mestizaje. Visto lo visto y
oído lo oído, no sólo resulta ser un artista
genuino, sino que es incluso versátil, algo
remarcable en un género que parecía dar
señales de agotamiento o falto de sustancia.
El alboroto tabernario del Muchachito
sonó muy gordo en Vamos que nos vamos
(editado por La fábrica de colores, 2004,
discográfica de Ojos de brujo), y la mejor
noticia respecto a su nuevo trabajo es que
suena continuista, sí, pero también novedoso, nada inmovilista ni artrítico. Suena funkarra, rumbero, agitanao, con reggae y
swing, roncanrolero, latino y hasta popero;
suena a todo y no suena a nada ya escuchado antes. En un género dado últimamente al
estereotipo sonoro, ha llegado este currante fino y filipino para dar unas clases de sinceridad que sonrojan a los calcomaníacos, a
esos que parecen querer sustituir la habilidad por la técnica o, peor, por un monín o
monina que cante y baile mejor o peor.
A la espera de que El bicho confirme en
su nuevo trabajo que también tiene algo
que decir, la cosmogonía iniciada por Kiko
Veneno y Peret, seguida por Las Grecas,
Los Amaya, Los Chichos y Los Chunguitos y
continuada por Ojos de brujo, Fermín
Muguruza, Macaco y Manu Chao, tiene en
el Muchachito a un titular fijo. Cuando a
este catalán, nacido Jairo Perera en Santa
Coloma de Gramanet, le dio por hacer
MUCHO MUCHACHITO Y SUS MUCHACHOS. FOTO: ESTELA GARCÍA
ruido con Trimelón de naranjus (dos álbumes en 1997 y 2000) ya llamó poderosamente la atención. Ahora que gestiona
totalmente su propio proyecto, ha sido
capaz de crear un personaje particularísimo que sabe que donde hay que liarla es en
el escenario. Ahí impone su concepción del
directo bullero, un directo que incluye a
Santos de Veracruz -ilustrador miembro de
pleno derecho de la banda- que ejecuta un
mural diferente en cada bolo, en una suerte de performance que ha quedado como
marca de la casa infernal, que queda lejos
de resultar trivial o desubicada.
Llegados a este punto de elogio, no
cabe sino recomendar intensamente la cita
que el Muchachito y sus infernales muchachos ofrecen al público balear el próximo
29 de septiembre en Manacor (que además
celebra un aniversario, el quinto de Renou
Col·lectiu, unos señores con las ideas muy
claras y muy generosas respecto a lo que
debe ser la oferta musical balear, ¡enhorabuena!). Promete ser la cita bailonga del
año en franca competencia con la fantástica fiesta que nos ofreció Fermín Muguruza
en Porreres hace un par de meses.
Muchachito Bombo Infierno: Visto lo visto
El orfanato Eléctrico, trece temas, 14 €
Alan Davis al fin
FLORENTINO FLÓREZ
CÓMIC
Alan Davis es lo que se dice un buen profesional. Lleva desde los ochenta produciendo obras de
gran calidad, en compañía de algunos de los mejores
guionistas del negocio como Claremont o Moore. Es un
hombre de confianza, un conservador de estilo clásico
que no se ha movido del género de los superhéroes. Su
dibujo no pretende ser innovador, sino que continúa la
línea iniciada por artistas anteriores como Neal Adams,
de quien toma muchos de sus acabados, evitando el
barroquismo que caracteriza al americano.
Hace ya años que Davis lucha por ganarse la aprobación del público como autor completo, escribiendo
sus propios guiones. Como otros dibujantes antes que
él, se lo ha tomado con calma, abordando relatos sencillos en los que su dibujo, siempre espectacular,
podía lucirse. Entre sus últimas obras podríamos citar
El clavo, una de esas historias fantásticas en las que se
nos narraba un futuro alternativo a la realidad habitual de los comics de la DC. O Killraven, donde retomaba un personaje casi olvidado de la Marvel, ofreciéndonos la mejor versión que yo recuerde.
Mi problema con Alan Davis es que era el típico caso
de autor impecable... que no me dice nada. Su dibujo
es irreprochable, lleno de energía, vitalidad, de acabados limpios y narrativa ágil. Sus historias contenían
humor y buenas intenciones. No se me ocurre qué
echarle en cara, pero, reconociendo su calidad, siempre me ha dejado frío. Es como si le faltara ese algo
más que separa las obras brillantes de las rutinarias.
Sé que todo lo anterior no es muy objetivo, pero no
puedo ofrecer mejores razones. Alan Davis es perfecto, pero esa perfección me aburre.
Sin embargo, este último trabajo suyo me ha resultado muy convincente. Considero que alcanza cotas de
emoción que no había logrado antes. Ya lo he dicho,
Davis es un hombre del sistema y aquí nos habla de Los
4 Fantásticos, quizás los personajes más famosos de la
Marvel después de Spiderman. Parece conocerlos bien y
sentirse a gusto con ellos. Y transmite esas sensaciones
al lector. Aborda un relato muy ambicioso, que incluye
muchas acciones en paralelo, fuertes saltos espaciotemporales y la movilización de gran parte del Universo
Marvel, incluyendo no sólo a sus pobladores, sino también sus geografías más extremas, de la Zona Negativa
a las simas del Hombre Topo. En la descripción queda
ESTE ÚLTIMO TRABAJO DE DAVIS
ME HA RESULTADO MUY CONVINCENTE.
CONSIDERO QUE ALCANZA COTAS DE
EMOCIÓN QUE NO HABÍA LOGRADO ANTES
ya claro el único aspecto débil de la historia: sólo es
apta para iniciados, lectores fieles que hayan disfrutado con anteriores aventuras de los fantásticos protagonistas y estén familiarizados con sus hazañas, virtudes
y anhelos. Si no, considero que la avalancha de datos
es excesiva y difícilmente permite el acceso a lectores
desinformados. Pero si son ustedes fans de la extraordinaria familia, o han visto la peli de la Jessica Alba y
quieren más, éste es sin duda su tebeo.
Por supuesto, más allá de la historia siempre pueden
disfrutar con los brutales dibujos de Davis, más vitales,
sexys y potentes que nunca. Como es habitual, apoyado
a las tintas por el siempre eficaz Mark Farmer ¡Excelsior!
Alan Davis: Los 4 Fantásticos: el fin
Panini Comics, 144 páginas, 12 €
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Diario de Mallorca
Jueves, 27 de septiembre de 2007
PLAGUETA DE NOTES (CXXLX)
Centenari de Blanchot
BIEL MESQUIDA
El 22 de setembre de 2007 l’escriptor silenciós
i secret, Maurice Blanchot, hauria fet 100 anys
i no es temen de la feta els mitjans de comunicació que celebren sempre seguit el darrer
bel de la moda. Emperò encara que Blanchot
ha escrit algunes de les idees més innovadores
del segle XX sobre literatura, filosofia i lluita
(el maig del 68, una de les seves poques aparicions, es llançà al carrer, redactà pamflets,
octavetes i un manifest amb trenta-cinc escriptors i filòsofs i parlà a les assemblees) és un
home del qual, com els estadounidencs J. D.
Salinger o Thomas Pynchon, no existeixen gaires fotos seves ni entrevistes. Una instantània
que li robà un paparazzo en un supermercat ha
sortit publicada per l’editorial Arena Libros,
que dirigeix Alejandro del Río que ha publicat
d’ell El último hombre i La comunidad inconfesable, traduïts magníficament per Isidro
Herrera. També ha publicat La comunidad
desobrada del filòsof francès Jean-Luc Nancy
que dialoga amb La comunitat inconfesable
blanchotiana. Cal recordar que Blanchot sempre ha parlat de la seva obra com una ‹‹no
obra››, una desobra: ‹‹Toda obra és el resultat
d’una violència de contraris que no es concilien
mai, mentre l’obra és obra.›› Per això per a ell
tot és al·lusió, fragment, aïllament, distància
entre el seu dir i no dir. El fet d’escriure es basa
en un procés de ruptura, perquè escriure és
passar del jo a l’això, a ser una cosa entre les
coses. I l’obra es troba amb plenitud en la lectura i en el lector com a hoste. Per Blanchot és
impossible escriure jo sense estar simultàniament referint-se a l’altre, a ell, a això. I trob la
dimensió política quan diu coses així: ‹‹Tota
parla és manament, terror, seducció, ressentiment, elogi, empresa. Tota parla és violència.››
He rellegit una peça breu i fonda de M B:
L’instant de la meva mort (1994), traduït amb
justesa pel poeta Arnau Pons i que fou publicat a Negranit en una edició no venal el març
de 2000, que és un text d’una intensitat esparverant en què un jove que anava a ser afusellat
MAURICE BLANCHOT
per un esquadró nazi es salva en el darrer
moment, un instant sense present: ‹‹Només
roman la sensació de lleugeresa que és la
mateixa mort o, per dir-ho d’una manera més
precisa, l’instant de la meva mort d’ara endavant sempre imminent.›› Una escriptura feta
de silenci i de desaparicions, de qüestionament
de l’esquema vida-obra, que ha esdevingut far
incandescent en aquests anys de naufragis, de
confusió, d’holocaust i de megamort. La revista Anthropos núm. 193-194 dedica dues-centes
cinquanta planes a MB amb un títol luxós: La
escritura del silencio. Dos exordis de F.
Nietzsche i d’Antonio Machado donen pas a un
sumari riquíssim d’un número coordinat per
Antoni Mora que desplega els temes essencials
i bàsics de la producció textual de MB: més
enllà del visible i invisible; retòrica i escriptura; teoria literària; l’espai literari com a disrupcions en el discurs filosòfic; ésser sense
ésser; la filosofia i l’amistat; l’estètica del neutre; llegir sense saber llegir, la paraula en l’estrall; diàleg amb autors estimats de MB com
Lévinas, Sartre, Duras, Bataille, René Char.
Aquesta revista-llibre és un tresor que cal llegir
en petites dosis perquè els estudis són fondos,
llargs i cal rellegir continuament. Destacaré el
magnífic editorial que conté tres fragments de
MB i un trailer fet amb fragments del llibre MB:
una estética de lo neutro d’A. Ruiz de
Samaniego ple de lluminosos anàlisis; la cronologia d’Àlvar Camps clarificadora; reveladors
els tres textos de MB i la entrevista sobre el
dret a la insubmissió i recalcaré l’arriscat i
bellíssim text d’Arnau Pons —‹‹La palabra en el
estrago (Por el derecho de Blanchot al testimonio)››—en què la materialitat de l’escriptura
(feta de llargues citacions, cartes, parèntesis,
notes a peu de plana, etc.) produeix una obra
discernidora, complexa i plena d’arcs voltaics
poètics. La figura del testimoni centra un escrit
en què saviesa i provocació, sedassament i erudició, discurs i diàleg trenen un tapís que
comença una lectura inacabable.
PASEO DE RONDA
Auserón nos roció de laca, pero no de pop
M. ELENA VALLÉS
■ No sé qué me cautivó más: si fue la Negra Flor o el hoyuelo del mentón, en el que me hubiera gustado despeñarme y romperme la crisma. El público le trató como a un
colega: “Hey, Santi, que estás muy serio”. Y el tipo se hizo
el duro, aunque se le veía permeable como un crustáceo
de seda. Auserón se reinventó —juro que lo intentó— a
golpe de jazz el pasado sábado en el Teatre Principal. Creía que lo encontraría en las últimas, cortándose ya las uñas
para que la muerte al menos no le pillara en un estado poco higienizado. Pero el tipo me iluminó, por eso me conformaría con ser su electricista. A otros compañeros les
chirría su conversión. Y decido reflexionar entre cubitos
de hielo para sacarme de la manga una justificación a tanto halago: hace tiempo que ningún hombre me hurga. No
encajo en el perfil de Annabel Lee, a pesar de ser lo que
mejor sonó. Tengo que reconocer que mi efusión auseroniana fue fruto de un calentón. Lo siento, Santi.
■ Si el día después del Mallorcapop algún valiente se hubiera atrevido a describir los hechos en su crónica —la de
ayer, una noche de karaoke sobre la arena—, al día siguiente le habría pedido para salir. Me hubiera, incluso, roto las
manos en aplausos continuados o le hubiera robado un beso. Las administraciones se implicaron en la coorganización
de los conciertos de micro de los 40 Principales y sin embargo dejaron en la cuneta a los del Pitch, que traían un
cartel cargado de artistas de renombre internacional. Un
poquito de por favor. Vamos a ponernos en plan positivo,
para que luego no digan que siempre lanzo esputos. Guitarras sin alambres de cobre y sin conexión a amplificadores
es igual a ahorro de luz para los ciudadanos. Bien, políticos. Igual fuisteis los artífices de la cópula de alguna parejita en la playa e incluso de la primera borrachera de algún
adolescente que iba haciendo carreras de obstáculos entre
las neveras. Si fuera un civil sin carné de prensa, me habría
negado en rotundo a hacer cola en el McDonald’s del pop.
P.S. Lo que sí vi fueron voces muy fotogénicas.
■ Que no, que Travolta no tiene la gracia de Divine en
Hairspray. A pesar de transformarse en señora gorda no
la veo poniéndose un filete entre las piernas para macerarlo como hizo la drag queen en Pink Flamingos. La película de Adam Shankman, en clave de fábula cándida y
desposeída de la crítica de costumbres dirigida contra la
clase media que se escondía siempre tras los metrajes
del de Baltimore, carece de la expresión artística de lo
cutre, estilizada al máximo, de John Waters, el Papa del
Trash, según el beat William Burroughs. La única que se
salva es Michelle Pfeiffer, cuya interpretación se cuenta
entre lo más perdurable. Ya he leído en algunos blogs
que se trata de una película con la que hacer cropofagia, uno de los ejercicios gástricos que practicaba Divine
en los últimos fotogramas del film de 1972. Para llegar
lejos, ya se sabe, hay que comer muchos excrementos.
LA DOBLE DE DIVINE NO ACTUÓ EN EL MALLORCA POP
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