Los de re chos hu ma nos y las po lí ti cas de igual dad de gé ne ro

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FRONESIS
Revista de Filosofía Jurídica, Social y Política
Instituto de Filosofía del Derecho Dr. J.M. Delgado Ocando
Universidad del Zulia. ISSN 1315-6268 - Dep. legal pp 199402ZU33
Vol. 21, No. 1, 2014: 42 - 57
Los derechos humanos y las políticas
de igualdad de género
Ángela Sierra González
Facultad de Filosofía, Universidad de La Laguna
Santa Cruz de Tenerife-España
[email protected]
Resumen
Las resistencias opuestas al desarrollo de las políticas de igualdad son una manifestación de las barreras opuestas a los derechos humanos y este es tema que se
pretende abordar en este trabajo y sus derivaciones en la actual crisis sistémica. Por
otro lado, hay que precisar que no se tiene la intención de intervenir en el debate
abierto sobre las implicaciones a largo plazo de la crisis ni examinar, de manera exhaustiva, sus particularidades, pero sí, parece procedente, por la naturaleza del tema
tratado, las políticas de igualdad y la equidad entre los géneros, los individuos y las
minorías, efectuar algunas puntualizaciones sobre la crisis, sus orígenes y desarrollo
actual y examinar sus efectos en las políticas de igualdad de cara al futuro próximo.
Palabras clave: Políticas de igualdad, políticas públicas, justicia, género y ciudadanía.
Human Rights and the Policies of Gender Equality
Abstract
The resistance that opposes the development of policies of equality is a manifestation of barriers that oppose human rights. This work and its derivations in the
current systemic crisis attempt to approach this topic. On the other hand, it is necessary to add that the intention is not to intervene in the open debate about the
Recibido: 11-11-2013  Aceptado: 16-01-2014
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long-term implications of the crisis or to examine, in an exhaustive manner, its particularities. Nevertheless, due to the nature of the topic, i.e. the policies of equality
and equity between genders, individuals and minorities, it seems correct to make
some specifications about the crisis, its origins and current development and to examine its effects on the policies of equality with a view to the near future.
Keywords: Policies of equality, public policies, justice, gender and citizenship.
1. Cuestiones previas: globalización y asimetrías
La igualdad de género es, antes que nada, un derecho humano y acto
de justicia1. Esta última se caracteriza por una circunstancia, a saber, el tratamiento que se le dé a cada individuo puede ser diferente pero equivalente en términos de derechos, beneficios, obligaciones, y oportunidades. Esta
es la base de una sociedad justa y equitativa, pero cuando nos planteamos
reflexionar sobre la justicia lo primero que salta a la vista es, que los diferentes contextos de la globalización 2 generan polarización social, dado que
no sólo engendra, sino que perpetúan diferentes tipos de asimetrías. Entre
ellas las asimetrías existentes entre hombres y mujeres. El reconocimiento
explícito de que los derechos humanos de las mujeres son efectivamente
derechos humanos ha sido tardío 3 si las agencias transnacionales han impulsado su reconocimiento formal, mediante la firma de convenios, sin embargo, la globalización, como proceso complejo, ha dificultado su matrerialización. El proceso de globalización significa literalmente transformar en
global; o lo que es lo mismo, en universal, lo local. Es decir, descontextualizar o “deslocalizar”. En ambos casos, en el social y en el político se produce
la deslocalización como efecto de la transnacionalización de las decisiones.
Así, pues, las asimetrías tienen una doble dimensión, social y política.
En ambos casos en el social y en el político se produce la deslocalización.
Esto implica la enajenación externa del poder político nacional, incapaz
ahora de ejercer un contrapeso equilibrador sobre los efectos de las “intervenciones” transnacionales, incluso, aunque éste pueda producirse en el terreno del derecho en aquellos estados pertenecientes a entidades supranacionales organizadas como comunidades políticas y de derecho. Tal es el
caso de la Unión Europea en la actualidad. Si bien, se mantiene la ficción
interesada de la posibilidad de una obtención ilimitada de progreso en el
seno del “mercado global”; lo cual en la práctica representa, la transformación de la democracia en una democracia “ritual” y procedimental, una democracia débil y vulnerable, basada en una política no intervencionista,
desreguladora y privatizadora. Una democracia formal, que se limita a poner en marcha procesos electorales, pero que hurta la discusión de valores
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como la igualdad real de los individuos, la justicia social, la solidaridad intergeneracional e intergrupal, el respeto por las diferentes identidades:
Valores todos ellos, que fueron negociados democráticamente, durante décadas, en los Estados Sociales.
Se trata, por lo tanto, de globalizar una concepción dogmática de la
democracia representativa, donde los criterios de legitimación de la esfera
pública se tornan minimalistas y los valores sociales son sustituidos por
otros criterios ajenos a la justicia y la equidad. La mayor fuente de conflicto
intercultural, racial y territorial lo constituyen, pues, las asimetrías. Estas
en situación de crisis sistémica, como la presente contribuye a ahondar las
diferencias entre hombres y mujeres 4 y aumentar la brecha existente entre
unos y otros.
Una de las asimetrías constatable en los últimos años, por su evidencia y dramatismo, es la asimetría de la “desigualdad”. La equidad se entiende como justicia en la distribución de los recursos disponibles (oportunidades) y como retribución justa de las funciones realizadas por los hombres y
las mujeres en términos de valoración y recompensas sociales. Este debe
ser precisamente el marco de la aplicación de las políticas de igualdad. Debemos entender la igualdad de los individuos y de las minorías, no como
semejanza sino como equivalencia y equidad. Equidad es más que igualdad, entendida como semejanza, es un concepto más próximo al de justicia
en sus dos dimensiones: justicia distributiva y justicia retributiva.
La noción de equidad se aproxima al concepto de justicia de estas dos
formas. Una característica sustantiva de la equidad es que toma en cuenta
la situación previa de los destinatarios/as de los derechos, así como, las consecuencias de la distribución de recursos en su futuro. Es decir, que se trata de una igualdad “situada”, contextualizada, porque considera las condiciones previas desde las que se parte de igual forma que las consecuencias
de las acciones derivadas de su aplicación. Al introducir la cuestión de la
equidad en relación al avance de los derechos y oportunidades de los individuos y las minorías y su plasmación en las políticas públicas de igualdad,
nos asaltan las resistencias individuales y colectivas ante esas políticas públicas. Resistencias que son actualmente recurrentes.
Estas recurrencias se observan, particularmente, después de la crisis
sistémica que desde el 2008 condiciona el desarrollo de los logros de la
igualdad, creando barreras internas en los Estados, que actúan como frenos inhibiendo desde dentro el propio avance de la equidad para las minorías e incluso de la igualdad de género.
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En el sistema económico-social en el que vivimos, el capitalismo, es difícil de categorizar el significado de una crisis, como la presente, o, siquiera, definirla, lo que es obvio es que afecta a las políticas de igualdad y su
aplicación por la administración estatal y local.
2. El estado de derecho: experiencias y expectativas
Uno de los temas más presentes en el debate político de los últimos
años es la configuración y la práctica de las políticas públicas y en el proceso de valoración de las mismas se ha comenzado a discutir el papel que juegan los derechos humanos en esta materia, como perspectiva a cumplir y
como instrumentos de protección de éstos. El debate sobre los derechos
humanos, y las evaluaciones sobre el éxito o fracaso de su aplicación en los
procesos normativos está asociado a la calidad democrática de éstos y al
sentido y función del estado de derecho.
Pero, antes de entrar a tratar ciertos aspectos de la introducción de
los derechos humanos, como principio inspirador de las políticas públicas,
dirigidas a la consecución de la igualdad quisiera señalar que éstas han
sido un instrumento estratégico fundamental para generar y consolidar los
procesos de emancipación, desarrollo, y crecimiento personal y colectivo
de los territorios, las culturas y de las minorías marginadas. Es decir, en los
sujetos de las asimetrías. Por ello, en este trabajo nos alejamos de su consideración, como suele ser habitual en algunos análisis de las políticas de
igualdad, tratándolas como medidas, exclusivamente, técnicas, de carácter
redistributivo y antidiscriminatorio. De hecho, el reduccionismo de las políticas públicas a técnicas ha generado una mentalidad procedimentalista.
Como si el contenido de las políticas fuera un conjunto de intervenciones,
de carácter administrativo, limitadas o extensas, que pudieran ser despojadas de perfiles políticos. O, como si éstas fueran apolíticas y no contemplaran ningún propósito. En ese mismo tenor procedimentalista se destaca el
hecho de que esta clase de políticas públicas es cada vez más un asunto responsabilidad de órganos técnicos o burocracias (locales, nacionales o internacionales), para expresar con ello una presunta “neutralidad”. Si bien no
aclaran en sus análisis, si estos técnicos individuales u organismos son inmunes a presiones políticas. Olvidándose, por cierto de señalar, que cambian sus prioridades cuando cambian los gobiernos locales o regionales. De
hecho, las prioridades son efímeras, pues, se cambian cuando los intereses
políticos y económicos de quienes ostentan el poder deciden que los valores de las instituciones deben cambiar.
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Conviene que desmitifiquemos esa creencia. Las políticas dirigidas a la
consecución de la igualdad no son, únicamente, procedimientos. Cuando se
las caracteriza de este modo ello se debe a que no se ha logrado crear un sistema integrado de previsiones sociales, como sucede, en algunos países en
los que gobiernos neo-liberales asumen los programas sociales sen términos
de eficiencia en la inversión5. Estos gobiernos se replantean la necesidad de
su intervención, ahora limitada a la focalización (en el ámbito de los territorios, grupos e individuos) de quienes han quedado al margen del mercado,
es decir, a las minorías que se hallan en la pobreza extrema. En estos casos,
las políticas sociales destinadas a promover la igualdad aparecen a como
fragmentada e incompletas, puesto que se encuentran dispersas en distintos
niveles de gobierno y son portadoras de la estigmatización social. Aparte, de
carecer de una visión unificadora, como puede ser, en su caso, la feminista
orientada a resolver cuestiones de desigualdad endémicas como desempleo,
subempleo, bajos salarios, analfabetismo o escasa escolaridad, insuficiente capacitación para el trabajo, hacinamiento en viviendas, carencia de servicios
básicos, enfermedades y muertes evitables, inseguridad ciudadana.
Hay que empezar a reconocer dos aspectos básicos de la influencia de
los derechos humanos en las políticas de igualdad: 1º) que han venido de
la mano de profundos cambios sociales que han cristalizando en los últimos
treinta años y 2º) que los desarrollos de esas políticas han estado asociado a
modelos socialdemócratas de sociedad en el área europea y políticas socialistas o afines en otras áreas geográficas. Y ¿Qué caracteriza es este modelo? La voluntad de superación de la situación de igualdad formal de los
ciudadanos ante la ley para transformarla en una igualdad real, en términos de las condiciones sustantivas de vida y mayor cohesión social 6. Este es
un modelo que descansa sobre el principio de que la ciudadanía tiene derecho a percibir servicios y beneficios, la legislación social tiene una naturaleza solidaria y universalista, pues, se orienta a incluir a toda la población
más que a enfocar sus recursos hacia grupos específicos con problemas
particulares. A través de las políticas públicas se pretende construir una sociedad más equitativa, al margen de la lógica del mercado, ofertando bienes y servicios. La equidad se entiende, en este modelo, como justicia en la
distribución de los recursos disponibles (oportunidades) y como retribución justa de las funciones realizadas por los hombres y las mujeres en términos de valoración y reconocimiento sociales 7. Pero ello suponía un paso
delante de las mujeres, pues, se manejaba, como justificación, de las políticas de igualdad el término equidad.
Equidad es más que igualdad, entendida como semejanza, es un concepto más próximo al de justicia en sus dos dimensiones: justicia distributi-
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va y justicia retributiva. La noción de equidad se aproxima al concepto de
justicia de estas dos formas. Una característica sustantiva de la equidad es
que toma en cuenta la situación previa de los destinatarios/as de los derechos, así como, las consecuencias de la distribución de recursos en su futuro. Es decir, que se trata de una igualdad “situada”, contextualizada, porque considera las condiciones previas desde las que se parte de igual forma
que las consecuencias de las acciones derivadas de su aplicación.
Así, pues, en el modelo socialdemócratas –que es que las ha implementado– las políticas públicas que desarrollan la igualdad y, en particular,
la igualdad de género, constituyen uno de los pilares del sistema democrático8 y de la transformación del derecho, como instrumento de emancipación. El papel de la igualdad de oportunidades en la legitimidad de la democracia ha sido reiterado en varios contextos y momentos durante el último medio siglo9. Pero especialmente estas circunstancias se han dado en el
modelo socialdemócrata. Las aportaciones de las políticas de igualdad de
oportunidades se han reflejado en la organización del tiempo de trabajo,
los horarios, la configuración de los servicios y de los espacios físicos de las
ciudades, que responden a la voluntad de superar las deficiencias de un
modelo que se basaba en la división sexual del trabajo y en el pleno empleo. Y, han sido relevantes, no ya para mejorar la situación de las mujeres
sino la de la sociedad en su conjunto.
¿Cómo se desarrolla estas políticas públicas? A través del Estado de derecho. El siglo XX ha sido el siglo de la puesta en práctica del “Estado de derecho”, bajo diversas denominaciones., particularmente, bajo la denominación de estado democrático-social. Los gobiernos socialdemócratas se han
dado en estado de democracia constitucional. En éstas hay un marco jerárquico colocado por encima de reglamentos y leyes ordinarias en la que se reconocen derechos que no pueden ser vulnerados por leyes inferiores, se trata de la Constitución en la que se regula la forma de Estado, la forma de gobierno, los derechos fundamentales y la regulación de los poderes públicos,
incluyendo las relaciones, entre los poderes públicos y los ciudadanos.
El Estado de derecho es una noción indicativa de un valor, a saber, la
eliminación de la arbitrariedad en el ámbito de la actividad estatal que
afecta a los ciudadanos y la igualdad de éstos ante la ley. Como concepto,
fue fundamentado filosóficamente por Kant y por Humboldt a fines del siglo XVIII, y por Benjamín Constand a comienzos del siglo XIX, teniendo
en el siglo XX, su mayor desarrollo jurídico. A comienzos del siglo XX el
concepto de estado de derecho fue redefinido por Han Kelsen, como un
Estado en el cual las normas jurídicas están jerarquizadas de tal manera
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que su poder está limitado y orientado por principios generales. Para legislar políticas públicas de igualdad de género ha sido preciso un cambio de
paradigma en la consideración del concepto de derecho y de sus funciones
específicas.
3. Cambios en la concepción del derecho
¿Cómo se produjo ese cambio de paradigma? Reflexionando sobre el
papel del derecho, no sólo de la justicia y la equidad. De hecho, aparecen
discursos críticos de para qué ha servido, pero, también de cómo puede
cambiar. Así, se encontramos, una nueva concepción del derecho como un
instrumento para obtener efectos sociales que se consideran deseables y, a
la vez, se denuncia, los sistemas normativos que vehiculizan sistemas de valores propiciadores de la desigualdad. Desde este punto de vista el derecho
aparece como un reflejo de ideologías y esquemas valorativos dominantes y
recibe los embates de los diferentes grupos de presión que pretenden no
sólo reflejar sus intereses, sino, también, sus valores y mantener un tipo de
orden que garantice bajo el concepto de la seguridad jurídica, por una
parte, una forma de sociedad y, por otra, de orden. Tanto desde una perspectiva política como desde una perspectiva jurídica, nadie es de antemano
más que nadie.
Sin embargo, bajo el denominado “estado de derecho” las estructuras
sociales y políticas han mantenido grados de desigualdad y, también, la arbitrariedad, según Gustavo Zagrebelsky, quien ha señalado que el calificativo “estado de derecho” se habría podido aplicar a cualquier situación.
Dado que todos los Estados están dotados de un orden jurídico 10. En todas
las manifestaciones del Estadio de derecho, la ley se configura como la expresión de la centralización del poder político, con independencia de los
modos en que ésta se hubiese determinado históricamente y del órgano, o
conjunto de órganos, en el que se hubiese realizado.
Lo que importa destacar aquí es que el derecho evoluciona desde una
concepción de orden, como conjunto de normas para reglamentar la conducta social con el propósito de prevenir los conflictos y establecer cauces
de resolución, a materializarse como un medio de regulación de circunstancias básicas de la vida humana 11. Y, con esta nueva concepción entra en
el terreno de las perspectivas existenciales de la ciudadanía. Por consiguiente, entra en el juego, también, las perspectivas existenciales de las
mujeres. Se introduce, de manera general, como causa de disidencia respecto del derecho constituido por parte de la ciudadanía que éste no tenga
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en cuenta el libre ejercicio de sus facultades como personas. Y esta disidencia incluye a las mujeres.
Las críticas del derecho desde una perspectiva feminista habían empezado con la Ilustración. La privación de opciones, o ausencia de opciones permite articular, de modo crítico, significados subjetivos de experiencias y prácticas sociales y contrastarlo con las aspiraciones propias. Se inicia, así, una crítica al derecho como injusto, dado que engendraba una posición social diferenciada, mediante la asignación de papeles, espacios, características e identidades diferentes para cada persona, en razón de su
sexo biológico, lo que daba como resultado una situación diferenciada en
términos de derechos, valores y oportunidades. Minorías marginadas y
mujeres coinciden, parcialmente, en las críticas en cuanto la norma jurídica determina lo que es conveniente, adecuado y posible para ellos clausurando los escenarios de cambio en relación a sus comportamientos y actitudes, papeles y actividades.
La crítica ilustrada se basaba, al principio, en subrayar la aplicación
de diferentes principios para diferentes clases de sujetos, esto constituía, a
juicio de los críticos, una quiebra del universalismo. Se hacía un especial
hincapié en que la división y la diferencia eran imputables a una injusta
desigualdad. Se señalaba, con razón, en que existían principios diseñados
para que los sujetos se ajustasen a roles peculiares y ello constituía una invalidación práctica del universalismo que se postulaba con las reformas jurídicas emprendidas a raíz de la revolución francesa y el movimiento codificador napoleónico.
El periodo comprendido entre finales del siglo XVIII y mediados del
XIX12, en Europa fue testigo de la eliminación gradual y pacífica o, repentina y violenta (1848) de las barreras legales que privaban a la mujer del
ejercicio de diversos derechos, como participar en el poder político, tener
propiedades, ejercer ciertas profesiones o disponer de sus personas libremente. Pero fue un camino sinuoso. A finales del siglo XIX y comienzos
del XX, los objetivos del discurso crítico se concentran en la lucha por el
voto y la equiparación política de hombres y mujeres que el sufragismo entendía era la llave de otras transformaciones. Pero hay que señalar que las
propuestas de cambio no son la expresión de una conciencia crítica uniforme sino que está integrado por distintas perspectivas y distintas formas de
analizar las causas de la dominación y la desigualdad y también por distintas propuestas para superarlas. No se identifican con la izquierda ni fue
una reivindicación de la izquierda 13. Al contrario, fue, sobre todo, unas rei-
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vindicaciones de carácter liberal, que se orientaba, particularmente, hacia
la reivindicación de la libertad política de las mujeres.
Sin embargo, el feminismo liberal que defiende la igualdad de oportunidades tiene el problema de la distancia entre la igualdad de derechos y
la tozuda realidad de la desigualdad en los hechos. De ahí, que se haya ido
a pique en el siglo XX por que ha sido incapaz de resolver el problema del
reparto de empleo, un nuevo concepto de trabajo y de tiempo. No ha sido
capaz de resolver la feminización de la pobreza. En su discurso se daba una
incongruencia, a saber, la contextualización de las políticas de igualdad y,
por consiguiente, la introducción de la equidad como principio inspirador
de éstas.
4. El derecho como campo de choque, orden y emancipación
Obviamente, la cuestión de la igualdad de género será uno de los debates que se abrirán en el siglo XIX, aunque la desigualdad de clases cobrará un protagonismo superior. Pero, lo que importa destacar aquí es
que, a partir, de las críticas más o menos coincidentes, el derecho aparece
como al servicio de una cierta concepción de las relaciones sociales y de las
relaciones de género y que éste puede y debe ser modificado.
De hecho, la crítica marxista del derecho se centra en el aspecto ideológico de las normas. Éstas cumplen funciones políticas muy específicas que
se pueden reducir a tres grandes rubros: lograr legitimar la autoridad estatal, fortalecer el control social y mantener la gobernabilidad Así, la teoría
del derecho de Marx es una teoría del derecho que considera a éste, como
instrumento de dominio de clases y, por extensión, del dominio del hombre sobre la mujer, como se observa el libro de Engels El origen de la familia, la propiedad y el Estado 14. Y, en esta lógica, la regulación aparece como
conjunto de normas, instituciones y prácticas que garantizan la estabilidad
en las expectativas de un determinado sistema de relaciones sociales y de
género. Un sistema de relaciones sociales sin cambios sustanciales en valores y oportunidades. Sobre todo en lo que concierne a la estabilidad de las
expectativas vitales que reproducen los esquemas tradicionales de relaciones entre hombres y mujeres.
Las minorías y las mujeres no persiguen la estabilidad de las expectativas, sino cambios en su propia situación, de manera que en la modernidad amplios grupos sociales apuntan a una nueva realidad, porque se hallan inmersos en un conflicto “entre sus aspiraciones y sus propias prácticas”. Este conflicto evidencia la discrepancia entre las experiencias vitales y
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las expectativas y, éste conflicto, devienen críticas con el status quo y las
instituciones que intentan mantener la permanencia de éste.
Lo cierto es que favorece la aparición de las políticas de igualdad de
género una circunstancia, a saber, que el derecho se convirtió en el campo
de choque entre la experiencia de la sumisión y la expectativa de la liberación. Gana terreno la idea del derecho es la estructura de orden social existente en un momento y lugar determinado, pero, también, puede ser un
instrumento de cambio. Así, la concepción del derecho como instrumento
de emancipación es la aspiración a un “mejor” orden y una “mejor” sociedad, pero también a una mejor vida.
El éxito de la lucha por la emancipación estará constituido en la modernidad por la capacidad de crear una nueva relación política entre experiencias y expectativas. Y, esto es lo que el feminismo, como pensamiento
crítico, pone de manifiesto e intenta formular una nueva relación entre experiencias y expectativas. E, intenta, a su vez, que la nueva relación se garantice, mediante normas. Es decir, que las expectativas individuales puedan ser consideradas a la hora de legislar. De ahí, emergerá el concepto de
igualdad de oportunidades. De este modo el éxito de la pugna por la
emancipación de las minorías y de las mujeres reside en la capacidad de
transformar el horizonte regulativo. Depende de que el derecho llegue a
ser un factor de cambio, y los cambios lleguen hasta los diferentes ámbitos
sociales: al entorno familiar, a la educación, al gobierno, a las actividades
económicas, a la distribución de los ingresos y de los recursos, E, igualmente, a las instituciones creadas, para cada contexto socio-cultural particular.
5. Las retóricas de la igualdad
El fundamento de la igualdad en un estado de derecho radica en que
nadie está exento de la obligación de cumplir las leyes y toda la ciudadanía
han de ser tratada del mismo modo. El Derecho genera, asimismo, como
orden el valor igualdad. La igualdad en términos jurídicos significa que las
normas de un sistema de Derecho otorgan el mismo trato (iguales derechos y deberes) a todos aquellos que se encuentren en un mismo plano
normativo. Igual trato a los iguales jurídicamente, es decir, a quienes la
norma da la misma posición, trato diferente a los ubicados en una situación
jurídica distinta.
Consiguientemente, el contenido esencial de la igualdad no se encuentra en la prohibición de establecer tratamientos normativos diferenciados, sino en la interdicción de formaciones diferenciadas no justificadas,
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esto es, arbitrarias o discriminatorias. La clave del principio de igualdad no
radica en la «no diferenciación», sino en la «no discriminación». En este
marco de actuación las políticas de igualdad son mediaciones jurídicas que
tiene que tener en cuenta esta realidad, pues, se refieren a aspectos como:
la identidad de los beneficiarios, su grado de vulnerabilidad social, su estatus como “merecedores” o “indignos” de apoyos, el carácter jurídico de las
asignaciones (derechos, beneficencia, caridad, etc.), pero, también, han de
tener en cuenta el proceso mediante el que se realiza la mediación, porque
las políticas públicas convierten a las administraciones en un agente que
realiza transferencias sociales, etc. Las transferencias son consideradas
“progresivas” cuando se traspasan recursos de grupos o clases sociales más
ricos, a grupos más vulnerables, como las mujeres. El proceso se denomina
“transferencias regresivas”, cuando se hace en sentido contrario, como está
sucediendo en este momento.
6. Los contextos de la igualdad
¿Cuáles son hoy los contextos de aplicación de las políticas de igualdad? Es quizá este el más crucial de los temas que hay que en discusión.
Caracteriza a estos tiempos, además de la aplicación del liberalismo jurídico, las cuestiones relativas al poder del Estado y su cesión de soberanía en
virtud de la globalización. Hoy, está planteado el naufragio no sólo del modelo socialdemócrata, sino el problema de la eficacia del derecho nacional,
con todas sus variantes: acceso a la justicia, publicidad del derecho, sometimiento de todos los grupos a la norma, habida cuenta que los Estados nacionales están debilitados en su poder de decisión económica, desprovistos
de poderes frente a las entidades financieras y económicas trasnacionales y,
sólo se reafirman en su poder frente a las pretendidas autonomías políticas
de grupos sociales15, minorías territoriales.
Y ante las libertades más elementales de las personas individuales. En
ese ámbito legislan. Y, legislan contra ellos. La noción básica que inspira las
políticas de igualdad es la desmercantilización, proceso que, como he dicho, ocurre cuando un servicio público es ofrecido como un asunto de derecho. El modelo socialdemócrata compensan el peso del mercado con el
peso de la democracia. Se pretende con ello, limitar el poder del mercado,
pero en estos momentos ha irrumpido el mercado como un sujeto con capacidad para desestabilizar la democracia. La lucha entre los dos ámbitos,
mercado y democracia, ha sido constante desde al menos los primeros años
del siglo XX, y nada se explica, actualmente, si no es través de ese prisma
que tan didácticamente planteó Schumpeter XVI en su Capitalismo, socialis-
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mo y democracia. Lógicamente los dos sistemas están basados en principios
distintos: “un euro un voto” en el caso del mercado, y “un individuo un
voto” en el caso de la democracia, sólo podrían dar resultados consistentes
si todos los individuos con derecho a voto poseyeran el mismo número de
votos monetarios. Y eso no es así.
7. A manera de conclusión
Nos encontramos en un paisaje político de conflicto entre democracia
y mercado, pero el recorrido que se ha realizado permite sacar algunas
conclusiones importantes para avanzar en las políticas de igualdad en relación a la mercantilización y a las transferencias regresivas. La más importante es que las políticas de igualdad, son variables y están estrechamente
ligadas al desarrollo y vertebración de los derechos humanos en los marcos
normativos. Otra que los principios de jerarquízaciónde las políticas de
igualdad, que se han desarrollado a lo largo de la historia, mantienen relaciones de tensión y contenciosos no resueltos, porque entre los destinatarios de las políticas de igualdad existen, también, semejanzas y diferencias.
Por ello, no puede asumirse una direccionalidad preestablecida y única.
Hay que destacar que las formas de hacer políticas de igualdad puede
entrar en crisis y transformarse, pero que estos procesos siempre son un
asunto de grado, cuyo análisis requiere matices. Precisamente para desarrollar instrumentos adecuados para analizar y/ o comparar, distintas formas o momentos diferentes en las trayectorias de la política social, o para
ponderar las consecuencias de procesos económicos o políticos amplios
como la globalización en la conceptualización o ejecución de dichas políticas, a escala nacional, regional o internacional, es necesario construir paradigmas. O, modelos de sociedad. Uno de ellos es el socialdemócrata y otro
el liberal. Para el primero hay que limitar el mercado, para el segundo hay
que dejar su libre juego. El problema con que nos encontramos es que hoy
existen transferencias negativas de los más vulnerables a los menos vulnerables. Acentúa las diferencias de status y la mercantilización de las relaciones sociales.
Las mujeres por supuesto, están incluidas en ese proceso de transferencias negativas, porque nos hallamos en un proceso de cambio del paradigma del uso del derecho. Y, por supuesto del significado de la equidad
que desvirtúan a los derechos humanos.
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Notas
1.
¿Qué se entiende por igualdad? Se entiende como tal una situación en que los
diferentes comportamientos, aspiraciones y necesidades de mujeres y hombres
sean considerados, valorados y favorecidos de la misma manera.
2.
Tras el término “globalización” existe toda una construcción ideológica, realizada por la doctrinas del neoliberalismo económico, herederas de Milton
Friedman, que –como ha señalado Alain Touraine– son las auténticas creadoras de los actuales contextos de la globalización de los mercados y de su comprensión espacio-temporal. Es decir, cuando hablamos de “globalización” debemos tener en cuenta, que “se trata de una construcción ideológica y no de la
descripción de un nuevo entorno económico. (Porque) constatar el aumento
de los intercambios mundiales, el papel de las nuevas tecnologías y la multipolarización del sistema de producción es una cosa; (pero) decir que la economía
escapa y debe escapar a los controles políticos es otra muy distinta. Se sustituye
(en este caso) una descripción exacta por una interpretación errónea” e ideológicamente interesada, cuando se afirma y se propaga normativamente, que
nada ni nadie debe controlar el proceso global del capital y que se deben despolitizar las redes económicas y financieras. Véase la entrevista que le realizaron a Alain Tuoraine, “La globalización como ideología” en El País, 29/09/1996.
3.
El reconocimiento de los derechos de las mujeres como derechos humanos se
da de manera definitiva en la Conferencia de Naciones Unidas de Derechos
Humanos celebrada en Viena en 1993. La integración de las mujeres en el discurso de los derechos humanos en pie de igualdad con los hombres supone un
avance esencial.
4.
Un hecho que está provocando alarma es la disminución de las denuncias por
los malos tratos y el repunte de la violencia de género. Han aumentado considerablemente las muertes por violencia de género y paralelamente hay menos
separaciones y divorcios, a pesar de que aumenten los malos tratos como se ha
indicado.
5.
El argumento de peso que se utiliza consiste en que las políticas de igualdad
llevan implícitos programas sociales que se transforman inversiones improductivas, pues, están destinadas a subsidiar sectores marginales que carecen de deseos de superación.
6.
De esta forma, las políticas sociales constituían mecanismos de redistribución
de recursos que trataban de compensar las desigualdades sociales guiadas por
el criterio de equidad, al margen de los mecanismos de mercado, ofertando
bienes y servicios en materia de salud, educación, vivienda, alimentación y
transporte.
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7.
En el modelo de Estado socialdemócratas se instituyeron, los seguros contra
accidentes, enfermedades y desempleo, o las pensiones por vejez y jubilación.
Se crearon con características definidas, como universales, obligatorias y financiadas por el Estado a través de impuestos generalizados.
8.
Es una pieza clave del sistema junto con los siguientes: 1. El respeto de los derechos fundamentales y libertades individuales.2. Estado de Derecho.3.Elecciones libres y periódicas. 4. División de funciones del Estado.
9.
Entre las dos guerras mundiales, el Rector de la Universidad de Harvard, James Bryant Conan, proponía que era necesaria una verdadera redistribución
de las oportunidades sociales que hiciera posible la asignación meritocrática de
éstas para responder a la aspiración democrática de igualdad de oportunidades. Tesis semejantes sobre la importancia política de esa igualdad fueron sostenidas por varios líderes del movimiento de derechos civiles en los Estados
Unidos en los años sesenta, y por la administración del Presidente Lyndon B.
Johnson, que incorporó dicha igualdad como objetivo en la Guerra contra la
Pobreza. También en Europa varias naciones, a comienzos de los sesenta, impulsaron reformas educativas orientadas por la igualdad de oportunidades
para distintos grupos sociales como objetivo. Más recientemente, algunas democracias de América Latina han adoptado el tema como objetivo político asociado a la legitimidad de la democracia.
10. Según Zagrebelsky durante el siglo XX, “llegaba a ser irrelevante que la ley impuesta se resolviese en medidas personales, concretas y retroactivas; que se hiciera coincidir con la voluntad de un Fürher, de un Soviet de trabajadores o de Cámaras sin libertades políticas, en lugar de con la de un Parlamento libre; que la
función desempeñada por el Estado mediante la Ley fuese el dominio totalitario
sobre la sociedad, en vez de la garantía de los derechos de los ciudadanos” (Zagrebelsky, G.: El derecho dúctil, Ed. Trotta, 4ª Edición, Madrid, 2002).
11. Vulnerabilidad del individuo, protección ante la agresión, limitación de los intereses, reducción de la dominación de un individuo sobre otro.
12. A principios del siglo XIX las mujeres no podían votar, ni presentarse a elecciones, ni ocupar cargos públicos y, en muchas áreas de Europa, tampoco pertenecer a organizaciones políticas o asistir a reuniones de grupos políticos.
13. Como ha señalado Carmen Martínez Ten, quien precisó en su artículo “Políticas para la igualdad, un proyecto de izquierdas” (publicado en la Revista LEVIATAN, 1998) que el feminismo no es en su origen un movimiento hijo del socialismo, sino del liberalismo.Tiene mucha razón cuando observa: “es un lugar común decir que el feminismo y el socialismo se llevaron mal durante bastante tiempo. Los
partidos socialistas rechazaban a las feministas por su procedencia burguesa y de clase
media, y los sindicatos obreros se oponían al trabajo de las mujeres. Sin ir más lejos, en la
España republicana la izquierda se opuso al voto de las mujeres argumentando que sien-
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Ángela Sierra González
Frónesis Vol. 21, No. 1 (2014) 42 - 57
do un voto conservador daría la victoria a la derecha. Clara Campoamor, que defendió
en el Parlamento el voto para las mujeres, no era socialista, era del Partido Radical”
14. Engels, F.: El origen de la familia, la propiedad y el estado, publicado, por primera vez. En octubre de 1884 en Hottingen-Zürich, la edición usada para este
trabajo es la de la Editorial Progreso, Moscú, según la 4ª edición del libro.
15. Grupos de pensionistas, mujeres, jóvenes, trabajadores asalariados, funcionarios…
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