Continúan las acciones - Guerra en el Atlántico Sur

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Malvinas. Guerra en el Atlántico Sur
CONTINUAN LAS ACCIONES. UN DRAMA EN ALTA MAR
En los días posteriores a la destrucción del “Sheffield”, la actividad bélica en el Teatro
de Operaciones fue escasa.
En la madrugada del 5 de mayo (04.30 hs.), el radar de Puerto Argentino detectó cinco
helicópteros enemigos volando a 40 millas al sudeste, hecho que ha llevado a algunos
autores argentinos a especular sobre la posibilidad de que los británicos estuviesen
buscando a algún piloto de Sea Harrier abatido, cosa que no fue así.
Poco después, dos Hércules C-130 que despegaron del continente hacia la capital de las
islas debieron regresar por problemas climáticos. Por otra parte, un KC-130 no llegó a
decolar aunque fue puesto en alerta para una misión de reaprovisionamiento en vuelo
que finalmente se canceló.
A las 09.45 un Fellowship F-27 detectó al Aviso “Sobral” cuando navegaba hacia Puerto
Deseado junto al “Comodoro Py” por lo que, alrededor de las 10.00, se envió hacia allí a
un Bell 212 con instrucciones de aproximarse a la averiada embarcación para recoger un
herido grave.
Otro que partió desde el continente ese día, más precisamente de Comodoro Rivadavia,
fue el Learjet 35A que bajo el indicativo “Pua”, debía realizar una misión de diversión.
Lo tripulaban el capitán Juan Martínez Villada, los primeros tenientes Carlos D. Ronconi
y Eduardo E. Bianco y el teniente Luis A. Herrera, quienes regresaron a su base sin
haber establecido contacto con los radares enemigos.
Los Learjet integraban el Grupo 1 Aerofotográfico, que desempeñaría un rol
preponderante durante el conflicto.
Al comenzar la guerra la Fuerza Aérea Argentina poseía seis de esos aparatos de los
cuales, los dos primeros, matrícula T-21 y T-22, fueron entregados a la II Brigada Aérea
con asiento en Paraná, provincia de Entre Ríos, a poco de salir de fábrica en 1978. Esas
unidades se incorporaron al Grupo 1 Aerofotográfico (GIA) junto a los aviones Guaraní,
de fabricación nacional para misiones de reconocimiento fotográfico y cartográfico.
Posteriormente, en 1980, llegaron los matrícula T-23 y T-24, agregándose después los
VR-17 y VR-18, con los que se completó la dotación, destinándose a los dos últimos al
Escuadrón de Verificación de Radioayudas del arma, para llevar a cabo tareas de
calibración.
El T-23 fue uno de los tantos aviones que antes del conflicto violaron el espacio aéreo
malvinense como también algunos Hércules C-130 de la Base Aérea de El Palomar. En
febrero de 1982 la aeronave efectuó varias pasadas a baja altura sobre Puerto Stanley
argumentando problemas en el tren de aterrizaje, lo que generó preocupación y malestar
entre los isleños y las autoridades británicas.
Después del 2 de abril, los aparatos T-21, T-22, T-23 y T-24 fueron desplegados a
Comodoro Rivadavia para misiones de urgencia, entre ellas, tareas de reconocimiento,
exploración y producción de mapas, como parte del Grupo Aéreo de Exploración y
Reconocimiento, en tanto se confiscaban otras doce unidades a empresas y particulares,
para reorganizar el Escuadrón Fénix.
Con la llegada de las naves enemigas al Teatro de Operaciones, los Learjet del Grupo 1
Aerofotográfico, dotados de radares Omega y Sistemas de Navegación Inercial (INS),
fueron utilizados exclusivamente en misiones de reconocimiento y exploración, volando
día y noche. A partir del 22 de mayo emprendieron arriesgadas misiones guiando
cazabombarderos hacia la Gran Malvina, lo que los convertía en blancos potenciales
para buques y aviones enemigos.
Los británicos han intentado minimizar la acción de los Learjets, negando o restándole
importancia al riesgo asumido por sus pilotos. El insidioso comentario de los autores de
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Malvinas. La Guerra Aérea, es prueba de ello: “Estas actividades eran sin duda
peligrosas, pero como los buques británicos raramente se aventuraban más allá del
meridiano 59 Oeste y como los Sea Harrier tenían órdenes de no proseguir la caza muy
al oeste de Malvinas, hubo quizás alguna exageración respectote los riesgos corridos
por los Learjets. Sin embargo, las características de sus misiones eran de tal naturaleza
que siempre eran blancos potenciales para los radares británicos, sobre todo si se
hubiesen internado más al Este”. Contradictoriamente, en la misma página, los autores
hablan del derribo del Learjet T-24 del vicecomodoro De la Colina, alcanzado por un
misil Sea Darts del “Exeter”.
Habituados a que en la literatura y el cine, las grandes hazañas son patrimonio exclusivo
de anglosajones y germanos, los ingleses descalifican lo que quizás haya sido la
actuación más heroica y sacrificada de las fuerzas argentinas.
La otra salida significativa de aquel día fue la del Boeing 707 TC-91 del vicecomodoro
Riccardini (indicativo “Carbón”), que en misión de exploración y reconocimiento lejano,
avistó a las 13.15 -hora local-, dos cargueros y dos fragatas clase 22, a 1380 millas
náuticas al este de Mar del Plata. Completaban su dotación, además del piloto, el
vicecomodoro Rubén Montenegro y los suboficiales principales Oscar Vignolo, José
Ramos y Andrés Hustey.
Sin embargo, la única acción de envergadura de aquella jornada la llevaron a cabo un
Tracker y un helicóptero Sea King de la dotación del “25 de Mayo”, cuando atacaron un
submarino británico que merodeaba en el Golfo San Jorge, en cercanías de Puerto
Deseado.
El 6 de mayo el Hércules C-130 matrícula TC-65 del comodoro Jorge Martínez efectuó
el cruce a las islas Malvinas transportando material bélico, suministros, provisiones y
correspondencia.
El avión partió de Comodoro Rivadavia a las 12.00, bajo el indicativo “Tigre” y aterrizó
en Puerto Argentino a las 15.50 (hora argentina), siendo el primer vuelo de transporte en
romper el bloqueo británico. Su tripulación estaba compuesta, además de Martínez, por
el vicecomodoro Alberto Vianna, los capitanes Andrés Valle y Roberto Cerrutti, el
suboficial principal Pedro Razzini, el cabo primero Carlos Ortiz y los suboficiales
auxiliares Carlos Nazzari y Juan Marnoni quienes después de efectuar la descarga,
emprendieron el regreso a las 16.25, arribando al punto de partida a las 18.35.
Ese día también despegó el Boeing 707 del vicecomodoro Benet Joaquín Argüelles,
matrícula TC-91, para confirmar los avistajes efectuados por Riccardini.
Mientras eso ocurría, las fuerzas enemigas no se quedaban quietas.
Ese día, durante la noche, zarparon desde la isla Ascensión varias unidades navales, una
de ellas, el “Atlantic Conveyor”, que llevaba consigo una preciosa carga de aviones
Harrier GR3, Sea Harrier, helicópteros Wessex y cuatro Chinook, además de equipo
diverso para las tropas de tierra. Los aviones embarcados habían arribado a la base de
Wideawake el 3 de mayo, tras un prolongado vuelo desde Inglaterra en el que uno de
ellos debió aterrizar en el aeropuerto de Dakar por desperfectos mecánicos.
Fue un día de actividad aérea reducida ya que ninguna PAC se acercó a menos de 30
millas de la capital malvinense aunque desde Bahía de la Anunciación fue avistado un
submarino que hizo cundir la alarma.
Hay versiones poco precisas que involucran a un Fellowship F-27 detectando a un
submarino no identificado entre Mar del Plata y Puerto Belgrano, que otras fuentes
atribuyen al Boeing 707 matrícula TC-91 del vicecomodoro Riccardini y otras que
hablan de un Neptune, informando sobre ecos al noroeste de la Isla Soledad.
A todo esto, la ayuda y solidaridad del Perú hacia la Argentina, modesta en comparación
a la que recibía Gran Bretaña por diferentes vías, se hacía cada vez más notable. En esos
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días, un Hércules C-130 de esa nacionalidad llegó a la Base Aérea de El Palomar
transportando pertrechos, armamento, municiones y repuestos esenciales para la Fuerza
Aérea de nuestro país mientras Lima anunciaba el alistamiento de aviones Mirage en la
Base Aérea de Las Palmas, próxima a esa ciudad.
Mientras tanto, el jefe del Estado Mayor del FAS, brigadier Roberto Camblor, propuso
en reunión de oficiales de la Armada, estudiar la posibilidad de montar una batería para
el lanzamiento de misiles Exocet desde Puerto Argentino. El tema sería estudiado con
mayor detenimiento e iba a ser aprobado tiempo después.
En aquella jornada los británicos perdieron otros dos Sea Harrier con sus respectivos
pilotos. Las dos aeronaves, pertenecientes al Escuadrón 801, despegaron del
portaaviones “Invincible” piloteadas por los tenientes John Eyton-Jones (avión matrícula
XZ452) y Al Curtis (avión matrícula XZ453) y fueron victoreadas hacia lo que parecía
una formación de cazas enemiga que volaba cerca de los restos del “Sheffield”, a unas
20 millas de sus posiciones.
Los aparatos descendieron del manto de nubes que cubría el sector y se encontraron con
un banco de niebla profundo que impedía la visibilidad. Según fuentes británicas, los
pilotos colisionaron entre sí y se estrellaron en el mar a los 53º00’S, 57º07º sin que
ninguno de sus cuerpos fuese recuperado.
Especialistas argentinos, entre ellos el comodoro Rubén O. Moro, veterano de esta
guerra y autor del libro La Guerra Inaudita, suponen que esa versión podría ser falsa y
que los británicos estarían blanqueando posibles derribos por parte de las fuerzas
argentinas para minimizar su vulnerabilidad, suposición para nada descabellada.
El 7 de mayo otros dos Boeing 707 salieron de Buenos Aires, el TC-91 al mando del
vicecomodoro Horacio Ernesto Genolet y el TC-92 al del vicecomodoro Otto Adolfo
Ritondale, el primero hacia el Cabo de Hornos y el segundo hacia el Atlántico
meridional.
Ninguno de los dos detectó actividad enemiga por lo que, al día siguiente, continuaron
las patrullas hacia otros puntos del área de conflicto, más precisamente a las Georgias y
a una posición situada a los 20º 25’S/23º 32’O, al comando de los vicecomodoros
Joaquín Benet Argüelles y Eduardo Fontaine respectivamente, quienes obtuvieron los
mismos resultados. Sin embargo, a las 18.08 del día 7, un avión Electra detectó ecos al
sur de la Isla de los Estados que en realidad resultaron ser pesqueros que todavía
operaban en el sector.
En la mañana de aquel día (07.50 hs.), el “25 de Mayo” alcanzó la desembocadura del
Río Negro seguido de cerca por otras unidades de la flota de mar que se retiraban hacia
sus bases naturales, después de navegar “casi pegadas” a la costa patagónica. Existía
cierta preocupación a bordo dado que el día anterior, aviones de reconocimiento habían
detectado a un submarino fantasma en cercanías de Puerto Belgrano y eso mantenía a las
tripulaciones en permanente estado de alerta.
Lejos de allí, en Puerto Argentino, se dio una nueva alarma cuando a las 09.25 hs.
aviones Sea Harrier en misión de exploración, sobrevolaron a gran altura la población,
obteniendo fotografías de diferentes posiciones y de las defensas allí emplazadas.
Mientras eso ocurría, el alto mando argentino trataba de determinar el lugar en el que los
británicos efectuarían el tan temido desembarco anfibio, llegando a la conclusión que los
puntos más probables eran el Estrecho de San Carlos, Fitz Roy y Darwin, los tres
recorridos en el mes de abril por el brigadier Ernesto Crespo a bordo de un helicóptero.
A las 22.00 GMT del 8 de mayo zarpó desde Ascensión la fuerza de desembarco que
llevaba a bordo a los efectivos que debían llevar a cabo el asalto anfibio a una cabecera
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de playa a determinar y al día siguiente, se produjo el ataque al “Narwal” que finalizó
con uno de sus tripulantes muerto y la embarcación hundida.
Mientras el destructor “Coventry” cañoneaba Puerto Argentino, dos Sea Harrier del
Escuadrón 800 despegaron del “Hermes” para bombardear el aeropuerto de la capital
malvinense y realizar patrullajes aéreos con el “Coventry” como buque de control. Iban
armados con los mortíferos misiles Sidewinder AIM-9L y llevaba cada uno una bomba
de 1000 libras (454 kilogramos).
El primero en decolar fue el teniente Dave Morgan de la RAF (el mismo que salvara
milagrosamente su vida el 1 de mayo cuando las antiaéreas le perforaron el timón de su
aeronave) y su jefe, el teniente Gordon Batt, de la aviación naval.
El mal tiempo impidió llevar a cabo las tareas de patrulla por lo que se les ordenó a
ambos regresar. Sin embargo, en ese preciso instante, Morgan detectó un eco a 110
kilómetros al noroeste y 150 º de latitud, novedad que comunicó inmediatamente al
“Coventry”.
Los Sea Harrier recibieron la orden de investigar de que se trataba y de manera
inmediata, descendieron a 115 metro de altitud atravesando el manto de nubes que en
esos momentos cubría el océano. Enfilaron directamente hacia el objetivo y poco
después, apareció ante ellos la silueta de un pesquero que navegaba hacia el oeste a una
velocidad de 12 a 14 nudos aproximadamente. Los pilotos lo sobrevolaron, Morgan a lo
largo y Batt a 90º de al trayectoria de su compañero y luego se alejaron.
Morgan se elevó por sobre la capa de nubes y estableció nuevamente comunicación,
solicitando instrucciones; su compañero Batt hizo una segunda pasada por la popa del
navío y de ese modo logró identificarlo. A través de la radio informó que se trataba del
“Narwal”, comunicación que Morgan retransmitió al “Coventry”.
Los pilotos recibieron la orden de “atacar para detener” dado que el buque les resultaba
sospechoso y eso hicieron. Sabían que desde el inicio de las hostilidades la Argentina
había desplegado embarcaciones espías y que merodeaban pesqueros con personal
militar a bordo; incluso días atrás, una fragata había interceptado a esa misma
embarcación. Su presencia en la zona no podía significar otras cosa que una misión de
guerra encubierta.
Al momento de ser interceptado (08.45 hora argentina), el “Narwal” se encontraba a
52º56’S y 59º12’O, en medio de un mar agitado y con principio de tormenta.
Batt y Morgan se lanzaron directamente hacia la embarcación disparando sus cañones de
30 mm por encima de su estructura, señal internacional de detención inmediata o de que
se aceptaba el combate. El pesquero siguió su curso hacia el continente, a una velocidad
de 14 nudos (unos 25 km/h aproximadamente) mientras izaba la bandera nacional.
Al ver eso, Morgan se lanzó en picada y arrojó su bomba de 1000 libras en ángulo bajo.
El proyectil pasó muy cerca de la embarcación y cayó en el mar, elevando una gruesa
columna de agua.
Batt hizo lo mismo con la suya y en seguida se elevó. La bomba pegó en el castillo de
proa y atravesó tres cubiertas sin explotar aunque destruyendo por completo el pañol de
electricidad.
El marinero Julio César Rodríguez, que dormía en su litera, se despertó repentinamente
y a los gritos alertó a sus compañeros de camarote. Saltaron todos al mismo tiempo y
casi enseguida se dirigieron a cubierta en momentos en que los Sea Harrier hacían su
segunda pasada ametrallando el casco del pesquero por ambas bandas. Los proyectiles
alcanzaron el puente de mando, la sala de máquinas y la línea de flotación, arrancando
trozos de su estructura.
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Por orden del capitán Fabbiano, el “Narwal” viró y se detuvo enfrentando al norte y casi
enseguida arrojó las primeras balsas con hombres a bordo a los que las balas británicas
les pasaron muy cerca.
La tripulación se abocó de lleno a reparar las averías y evitar el ingreso del agua pero
poco fue lo que pudo hacer. La bomba de Batt había producido bastante daño además de
once heridos por esquirlas y la única muerte, la del contramaestre Omar Alberto Rupp,
cuyo cuerpo fue subido a cubierta por sus compañeros cuando todavía agonizaba.
Rupp se encontraba en su camarote junto a Luis Roberto Zaragoza, cuando el proyectil
atravesó el recinto y le arrancó una pierna.
Mientras se trabajaba en construir un bote salvavidas con unos tambores, maderas y las
redes de pesca (los cuatro de la dotación estaban inservibles), algunos marineros, entre
ellos Rodríguez y el capitán de pesca Asterio Daisaku Wagata, un paraguayo hijo de
japoneses, nacionalizado argentino, depositaron el cuerpo del contramaestre sobre la
cubierta e hicieron espacio para que el enfermero de a bordo, Juan Ángel Gómez, le
practicara las primeras curaciones.
Gómez le aplicó una importante dosis de morfina e intentó hacerle un torniquete para
cortar la hemorragia pero todo fue inútil porque la pierna había sido arrancada desde la
ingle. También le dieron algo de bebida pero el dolor era insoportable y prácticamente
no absorbió nada.
Mientras tenían lugar esos hechos, el telegrafista de a bordo, Arturo Alberto Reinoso,
irradió varios mensajes dando cuenta del ataque y solicitando auxilio.
Aquí se presenta un extraño dilema, difícil de resolver, ya que en numerosas ocasiones
se habló de las balsas y de los náufragos boyando en ellas. Jorge Muñoz reproduce en su
libro los partes emitidos por el jefe de radio:
“09.05 Aquí ‘Narwal’. Somos atacados por aviones ingleses en latitud 52º45’S y
longitud 58º02’O. Tenemos heridos graves.
09.12 ‘Narwal’ averiado y a la deriva hace agua y peligro de hundirse por fuerte
tormenta. Lanzamos botes y balsas al agua con heridos. Estamos tratando de contener
la entrada de agua”.
“11.00 Falleció uno de los heridos. Otro avión inglés nos sobrevuela y ataca.
11.05 Han sido destruidas todas las balsas: resta un bote para los que quedamos.
Requerimos ayuda urgente.
11.25 Quedan seis hombres en un bote a la deriva. No quedan elementos de salvamento.
‘Narwal’ A punto de hundirse. Nos arrojamos al agua. Viva la Patria…”.
Por su parte, el tercer conductor de a bordo, Feliciano Miño, quien sufrió numerosas
heridas, se refiere a ello en un reportaje aparecido en el sitio web { HYPERLINK
"http://www.elmalvinense.com.ar" } en el que dice: “Ya se había dado la orden de
abandonar el barco. Éramos un blanco fijo y los aviones no cesaban en su afán de
destrozarnos, aún a sabiendas que no teníamos con qué responderles; me acuerdo que
me lancé a una balsa con unos compañeros y allí apareció ese maldito avión, nos
ametralló impiadosamente, de milagro no nos mató a todos, pero la balsa de caucho, se
hundió en segundos. Algunos trataban de desarmar las puertas para usarlas como
flotantes, había peligro de tiburones ya que es una zona donde habitualmente se pueden
encontrar. Éramos una docena de heridos, sufrí el impacto de las esquirlas de la
metralla en el ojo y la mano izquierda. A Zaragoza lo hirieron en la columna, y aún
tiene la esquirla”.
Sin embargo, en un reportaje aparecido en “La Capital” de Mar del Plata, en el año
2007, Wagata (a quien se menciona erróneamente como capitán del buque) refiere lo
siguiente: “…quisimos bajar con las balsas, que habíamos hecho reparar en Buenos
Aires. Pero de las cuatro balsas la única que andaba tenía el piso podrido. Por eso
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construimos una balsa con dos tambores de doscientos litros, madera y las boyas que
usábamos en las redes de pesca. Igual no llegamos a usar nada porque a la balsa la
terminaron de destruir ellos, pero el bote que estaba del otro lado no lo tocaron. Así y
todo tuvimos 11 heridos, la mayoría de ellos por esquirlas”.
Tres versiones diferentes de igual número de protagonistas.
Lo que no sabían los tripulantes del “Narwal” era que los mensajes emitidos por Reinoso
habían llegado a destino y que, desde Puerto Argentino, se había despachado en su
rescate al helicóptero Puma SA-330 matrícula AE-505 del Batallón 601 de la Aviación
de Ejército.
La aeronave partió al comando del teniente primero Roberto Mario Fiorito, con el
teniente primero Juan Carlos Buschiazzo y el sargento Raúl Dimotta completando su
tripulación. Voló cerca de treinta minutos en dirección al pesquero hasta que a las 16.07
(19.07Z), a poco de repasar la Isla de los Leones Marinos, fue derribado por un misil Sea
Dart disparado desde el destructor “Coventry”, precipitándose al mar. Ni sus cuerpos ni
los restos del aparato fueron encontrados.
Rupp, mortalmente herido, había perdido una pierna, arrancada de cuajo desde la cadera
y tenía deshecha la otra.
Mientras el enfermero Gómez intentaba asistirlo, Rodríguez, superando la pena y la
impresión, lo sostenía entre sus brazos y allí murió, después de una larga agonía.
Oriundo de Bahía Blanca, hacía solo un mes y medio que había nacido su hijo, al que no
llegó a conocer.
Entre los heridos más graves se encontraba Feliciano Miño, segundo asistente de
Máquinas, que había perdido el ojo derecho además de sufrir heridas de esquirlas en una
mano y un codo; Jesús Morales, Osvaldo Ferrero, Oscar López, Lucio Bussetti, Luis
Wenz, Gregorio Carballo y el mismo Julio César Rodríguez, quienes también fueron
víctimas de las esquirlas.
Mientra la tripulación intentaba mantener la nave a flote y trataba de asistir a los heridos,
llegaron volando dos Sea King (algunas fuentes sostienen que fueron tres) que se
detuvieron sobre la embarcación y descolgaron cuerdas. El aparato pertenecía a la
dotación del “Invincible” y de él descendieron varios marines vestidos de negro,
fuertemente armados, un médico para tratar a los heridos y un maquinista que de manera
inmediata, se puso a revisar los daños.
Los marines recorrieron la nave en busca de armamento y al comprobar que no había
nada, redujeron a la tripulación separando a al oficial de inteligencia de la Armada del
resto del personal.
-¡¿Usted es González Llanos, verdad?! –le preguntaron e inmediatamente después le
ordenaron que se estuviera quieto.
Tras comprobar que el pesquero carecía de armamento, los comandos procedieron a
secuestrar la documentación secreta y las calves que el capitán de corbeta González
Llanos no había alcanzado a destruir por estar abocado al socorro de los heridos.
Los marinos del “Narwal” fueron evacuados en los helicópteros después de ser izados de
a uno con una cabría, incluyendo el cadáver del contramaestre Rupp.
Concluida la operación, las aeronaves viraron y se retiraron hacia el oeste, volando sobre
las encrespadas aguas del océano mientras un buque-remolque se aproximaba al lugar
para amarrar al pesquero y conducirlo a las islas Georgias.
Fue duro para los marineros aquel último vistazo, cuando el “Narwal” malherido se
bamboleaba sobre las olas.
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Tras un vuelo de tres horas, los prisioneros alcanzaron a distinguir la silueta del
“Invincible” rodeado por varias embarcaciones.
Según Muñoz, reconocieron cerca al “Hermes”, notablemente escorado y todavía
humeando, con numerosos averías en la superestructura de su cubierta de vuelo, detalle
que Wagata, no menciona en el reportaje del año 2007.
Antes de posarse, los helicópteros se detuvieron en el aire, a escasos metros de la
cubierta del portaaviones, porque en esos momentos estaban decolando algunos Sea
Harrier. Cuando les dieron autorización, hicieron su aproximación y se posaron en las
plataformas, siguiendo las indicaciones de los señaleros.
En medio de gran incertidumbre, los marinos del “Narwal” notaron que comenzaban a
descender, atravesando varios niveles hasta llegar a un espacioso recinto inferior. Se
trataba de un amplio hangar donde personal armado los hizo descender.
Una vez fuera, les entregaron ropas secas y mantas y después de requisar sus
pertenencias, los condujeron aparte para someterlos a un riguroso control.
Los heridos recibieron inmediata atención en tanto al resto de los marinos se les sirvió
alimento. Después de eso, se los condujo a la capilla de a bordo y allí se los alojó, previa
entrega de catres de campaña para dormir.
El interrogatorio al que fueron sometidos posteriormente permitió a sus captores
corroborar que el “Narwal” realizaba, efectivamente, una misión de guerra, más
precisamente de exploración y espionaje.
El momento más duro y emotivo tuvo lugar a la mañana siguiente, cuando se llevaron a
cabo las exequias de Rupp.
En la ceremonia, oficiada por el capellán anglicano del “Invincible”, estuvieron
presentes su comandante, el capitán Jeremy Black y varios marineros que tuvieron a su
cargo arrojar el cuerpo al mar. “Señor de los océanos, recibe el cuerpo de este, tu
hijo…” finalizó diciendo el clérigo después del salmo y las oraciones de rigor. Cuando
los marineros británicos alzaron el cuerpo y los lanzaron al agua, un estridente “¡Viva la
Patria!” brotó de labios de sus compañeros, algunos de ellos sumamente emocionados.
Los hombres del “Narwal” permanecieron a bordo del “Invincible” varios días,
perfectamente atendidos, conversando, jugando al ajedrez, al dominó o a los naipes,
sometiéndose a las revisaciones médicas y siguiendo con satisfacción la evolución
favorable de sus compañeros heridos. El temor latente de un ataque al portaaviones
estaba siempre presente pero lograba sortearse con el espíritu de camaradería que
primaba entre ellos.
Una mañana, se presentó el mismísimo príncipe Andrés quien se interesó por su
situación, conversó amablemente con ellos y hasta les convidó golosinas.
En esas condiciones permanecieron diez días hasta que el 19 de mayo se decidió
transferirlos al HMS “Hecla”, pequeño buque hospital donde, según Wagata, estuvieron
un solo día. El 20 los pasaron al “Uganda” y al cabo de algunos días, regresaron al
“Hecla” que fue el buque en el que viajaron a Montevideo. Allí además de festejar su
cumpleaños (el de Wagata), les hicieron una fiesta de despedida que incluía una
orquesta1.
Según refiere Jorge Muñoz, durante su estancia en el “Uganda”, los marineros del
“Narwal” fueron testigos de la feroz batalla del Estrecho de San Carlos donde, a
prudencial distancia, vieron los contundentes ataques de la aviación argentina y la
zozobra que llevaron a la Fuerza de Tareas. Incluso debieron ceder sus literas a algunos
heridos del “Coventry” y el “Atlantic Conveyor”. Sin embargo, una vez más, volvemos a
corroborar que Wagata no dice absolutamente nada de eso.
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Llegaron a la capital uruguaya el 1 de junio, tras permanecer prisioneros veintidós días.
Una vez en tierra, la Cruz Roja procedió a hacerles una revisión para ver el estado en el
que se encontraban y después de una buena ducha y una reconfortante cena, se
dispusieron a pernoctar en dependencias portuarias. Embarcaron al día siguiente en el
“Piloto Alsina” y al igual que los treinta y nueve operarios de las Georgias, llegaron al
puerto de Buenos Aires, tras un apacible cruce del Río de la Plata.
Ya en suelo argentino se registraron emocionantes escenas de reencuentro familiar,
potenciadas por el hecho de haber vivido experiencias tremendamente fuertes y
protagonizado una serie de peripecias que los marcaría por el resto de sus vidas.
Regresaron todos a sus hogares y actividades habituales, conmocionados por las
vivencias de la guerra pero satisfechos de haber servido a su país2.
Conocida la tragedia del “Narwal”, en la Argentina se dijo que los Sea Harrier habían
ametrallado las balsas adrede, versión de la que se hizo eco su vergonzoso periodismo.
Los ingleses negaron rotundamente esos hechos, informando que a bordo del pesquero
habían encontrado documentación que confirmaba su misión de guerra3. Si hubo balsas
en el mar y las balas les pasaron cerca no fue porque se les hubiese disparado
directamente sino porque se hallaban muy cerca de la embarcación cuando esta era
atacada.
El “Narwal” se hundió el 10 de mayo cuando era remolcado hacia las islas Georgias,
muy cerca de donde ese mismo día lo había hecho el calcinado casco del “Sheffield”.
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Malvinas. Guerra en el Atlántico Sur
Referencias
1
A su regreso al país, el marinero Jorge Ricardo Fulgenzi hizo referencia al excelente trato que recibieron
de parte de los británicos quienes en todo momento les ofrecieron ayuda además de buena comida y
atención.
2
Una vez en el puerto de Buenos Aires, los marineros del “Narwal” fueron conducidos al Hospital Naval,
donde fueron sometidos a una nueva revisión. En esa ocasión, un torpe médico, totalmente falto de ética y
profesionalidad, le dijo, sin medir consecuencias: “Tengan cuidado de acá a unas semanas, unos meses,
que nos les agarre el raye. Traten de estar tranquilos”. Muchos de los marineros debieron arreglárselas
por su cuenta para abandonar el lugar. A Wagata lo fue a recibir su familia, con banderas de Paraguay,
Japón y Argentina, pero otros estaban solos. De todas maneras, una red de taxistas solidarios se ocupó de
acercarlos gratuitamente hasta el restaurante donde la empresa pesquera propiedad del “Narwal” les había
organizado un almuerzo.
3
Los mismos argentinos confirmaron la versión que es la que hoy se puede encontrar en fuentes
bibliográficas.
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