Demasiado en juego para esas manos http://www.elsalvador.com/noticias/2005/11/22/editorial/edi1.asp Editorial La globalización, el libre intercambio, la apertura, el TLC son fórmulas para el crecimiento, pero siempre que no nos hagan tragarnos las píldoras venenosas de fomentar sindicatos y con ello caer en el juego de la extrema izquierda El Diario de Hoy [email protected] Nunca hay que echar en saco roto la advertencia del exprimer ministro francés Clemenceau: la guerra es demasiado seria para dejarla en manos de militares. En el presente del país, las cuestiones laborales son demasiado críticas, tienen tantas repercusiones, como para dejarlas en manos del ministro y las autoridades de Trabajo. No porque ellos carezcan de capacidad, sino por la gama tan amplia de actividades y campos que tocan, lo que en esencia constituye asuntos de Estado. En más de una ocasión, cuando algunas gremiales han querido hablar sobre temas laborales, incluido el chantaje de la OIT respecto a la sindicalización de los empleados públicos, se les pide hacer sus planteamientos con las autoridades de Trabajo. Es claro que al final de cuentas es en leyes de Trabajo que se concretan medidas y políticas laborales, pero esas regulaciones y normas terminan afectando no sólo lo laboral, sino también lo económico, el desarrollo o retraso, lo político y lo social en un país. Paradójicamente fue el Ministerio de Trabajo el que estrenó la poción de amargura que puede representar la sindicalización de los empleados públicos: la primera huelga y desorden se los montaron a ellos. Lo hicieron sin que existiera motivo, fuera de las maniobras usuales de los comunistas. Sería ingenuo, decimos, suponer que una reforma laboral no va a afectar gravemente en algunos casos y de manera favorable en otros, el estado de la economía o la generación de empleo. La regla, hay que recordarlo, es que a mayor rigor o exigencia “laboral”, vale decir de los sindicatos, menor empleo habrá. En los años de la gran locura ---locura en el gobierno y locura en el monte--- los sindicatos desempeñaron un papel nefasto, que llevó a la quiebra a un sinnúmero de empresas por ser una especie de brazo violento de la guerrilla. Al restablecerse la paz (obra de los acuerdos entre Reagan y Gorbachev, no de la comedia montada por las Naciones Unidos) los sindicatos desaparecieron, pues los trabajadores terminaron por entender a quiénes en realidad servían, a los comunistas y no a ellos. La nefasta alianza sindicatos-subversión-OIT quiere resucitar a esos muertos. Inclusive ya se llegó a la firma de acuerdos laborales entre el régimen de Kirchner en Argentina y nuestro Ministerio. ¡Con Argentina, país bajado del Primer Mundo al segundo por los sindicatos peronistas! Parece que no se han informado sobre lo que pasó en El Salvador antes del cuartelazo de 1979, el cuartelazo de las desgracias, el inicio de la gran robadera y las matanzas. Progresar sin tomarnos la píldora El curso que corremos peligro de tomar es contrario al funcionamiento de una economía de mercado, lo único capaz de sacar al país del subdesarrollo. O como lo expresó el expresidente Aznar, lo que nos llevaría a tener gobiernos profundamente sociales por ser creadores de empleo. No caigamos en el error de copiar fracasadas políticas argentinas, sino de inspirarnos en lo que están haciendo los neozelandeses o los irlandeses, los dos mejores ejemplos de éxito económico en la actualidad. La globalización, el libre intercambio, la apertura, el TLC son fórmulas para el crecimiento, pero siempre que no nos hagan tragar las píldoras venenosas de fomentar sindicatos y con ello caer en el juego de la extrema izquierda.