Guerra, elecciones y corrupción

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Guerra, elecciones y corrupción
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Afganistán
Guerra, elecciones y
corrupción
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Fecha de publicación en línea: Martes 11 de agosto de 2009
Fecha de redacción: 11 de agosto de 2009
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Guerra, elecciones y corrupción
La ofensiva de las tropas de la OTAN, en el sur del país, debería preparar la puesta en pie de un poder
"legítimamente" elegido. Pero el fracaso militar podría preparar el fracaso político. Momento clave para la estrategia
de Obama
Las segundas elecciones presidenciales desde la ocupación de las tropas americanas y sus aliados tendrán lugar el
20 de agosto. Las tensiones y la violencia no dejan de exacerbarse estos últimos meses y los atentados se
multiplican; el verano afgano se anuncia como el más sangriento desde la caída de los talibanes.
La población es su primera víctima, a la miseria se añade una inseguridad creciente. El poder corrupto está aislado
y los talibanes refuerzan su influencia hasta las puertas de Kabul.
La ofensiva militar desencadenada por Obama en la provincia de Helmand, en el sur, está lejos de ser un éxito y
conlleva grandes pérdidas, en particular para las tropas británicas. Los signos de desmoralización se multiplican.
Lejos de controlar la situación, incapaces de encontrar reales apoyos, los ejércitos de ocupación negocian con los
talibanes y los señores de la guerra, mediante la presión de las armas y de la corrupción, reforzando los poderes de
una camarilla de jefes locales y de sus milicias que sangran a la población. Las ONGs, que gestionan el 80% de la
ayuda internacional, tratan con ellos, proporcionando en gran medida los fondos de la corrupción generalizada.
Cualquiera que sea el resultado, las próximas elecciones aparecen como una mascarada democrática, muy incapaz
de poner en pie un poder con algo de autoridad. Los talibanes amenazan con impedir su desarrollo. Hay 41
candidatos, pero lo esencial de la campaña electoral se resume en negociaciones con los señores de la guerra, a
cambio de puestos y de tráficos de influencias garantizados.
En esta batalla, el actual presidente, Hamid Karzai, aparece como el más capaz de imponerse, bajo la batuta de los
americanos, como lo había hecho tras la caída de los talibanes. Está construyendo una nueva alianza de señores de
la guerra para repartirse los poderes locales. Habría negociado así un acuerdo con un antiguo jefe de una
organización islamista, Hekmatyar. Éste combatió las tropas de la OTAN al lado de los talibanes, está perseguido
por los americanos como terrorista y se ha comprometido a hacer callar sus armas a cambio de ministerios, de
gobernadores locales y de una ayuda financiera.
La democracia, a la sombra de los ejércitos, adopta la máscara siniestra de la violencia y de la corrupción.
Las dificultades encontradas por los ejércitos de la OTAN, la crisis provocada por la extensión del conflicto a
Pakistán y la generalización de la corrupción crean un clima de desmoralización entre las propias tropas. La nueva
estrategia de Obama actúa en el sentido contrario al esperado. La inestabilidad cede su plaza a una descomposición
moral y política, para demostrar su fracaso. Incluso en los Estados Unidos crece la contestación frente a esta guerra
sucia que se está convirtiendo en el "Vietnam de Obama".
31/7/2009
Carta de Joe Glenton a Gordon Brown
Martes, 4 de agosto de 2009.
[Joe Glenton es cabo en el Ejército británico. Se ha negado a volver a combatir a Afganistán y está acusado de
deserción. Irá ante un tribunal militar. Apoyado por la coalición "Stop the war", ha escrito una carta pública al Primer
ministro británico explicando su negativa].
Señor Primer Ministro,
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Guerra, elecciones y corrupción
Le escribo como militar en servicio en el Ejército británico a fin de expresar mi punto de vista y mis preocupaciones
sobre el actual conflicto en Afganistán.
Mi principal preocupación es el hecho de que el coraje y la tenacidad de mis compañeros militares se haya
convertido en una herramienta de la política exterior americana. Creo que el hecho inmoral de engañar a estos
valientes hombres y mujeres ha provocado sufrimientos enormes no solo a las familias de los militares del ejército
británico que han sido muertos y heridos, sino también al noble pueblo afgano.
He percibido en el pueblo afgano cualidades que han suscitado también la admiración del soldado británico desde
hace mucho. Cualidades de solidez, humor, determinación total y rechazo a dar un paso atrás.
Sin embargo, son estas cualidades las que, temo, continuarán, por las dos partes, motivando una situación de
desacuerdo. No conducirán más que a más sufrimientos en nuestras dos comunidades.
No soy un general, ni un político y no puedo pretender tener el control de la estrategia. Sin embargo, soy un soldado
que ha servido en Afganistán, lo que me ha dado algunas ideas sobre este asunto.
Creo que cuando los militares británicos ponen su vida en peligro al servicio de la nación, el gobierno que les envía
al combate está obligado a velar por que la causa sea justa y buena, es decir, la protección de la vida y de la
libertad.
La guerra en Afganistán no reduce el riesgo terrorista y, lejos de mejorar la vida de los afganos, siembra la muerte y
la devastación en su país. Gran Bretaña no tiene nada que hacer allí.
No creo que nuestra causa en Afganistán sea justa o buena. Le imploro, señor, que haga volver nuestros soldados
a casa.
Traducción: Alberto Nadal para VIENTO SUR
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