2 de enero de 2013, fue concebido por obra del espíritu santo

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2 DE ENERO DE 2013, FUE CONCEBIDO POR OBRA DEL ESPÍRITU
SANTO
La catequesis del S anto Padre Benedicto XVI durante el Año de la Fe
BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
SALA PABLO VI
MIÉRCOLES 2 DE ENERO DE 2013
[VÍDEO]
Fue concebido por obra del Espíritu Santo
Queridos hermanos y hermanas:
La Natividad del Señor ilumina una vez m ás con su luz las tinieblas que con frecue ncia
envuelven nuest ro mundo y nuestro cor azó n, y trae esperanza y alegría. ¿De dónde vien e
esta luz? De l a gruta de Belén, donde los pa stores encontraron a «María y a José, y a l
niño acostado en el pesebre» ( Lc 2, 16) . Ant e esta Sagrada Familia surge otra pregu nta
más pr ofunda : ¿cómo pudo aquel pequeño y débil Niño traer al mundo una novedad tan
radical como para cambiar el curso de la historia? ¿No hay, tal vez, algo de misterioso en
su origen que va más al lá de aquella gr ut a?
Surge siempre de nuevo, de este mod o, la pr egunta sobre el origen de Jesús, la misma q u e
plantea el procurador P oncio Pilato dura nt e el proceso: «¿De dónde eres tú?» ( Jn 19, 9).
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Sin embargo, se trata de un origen bien clar o. En el Evangelio de Juan, cuando el S eño r
afirma: «Yo soy el pan bajado del cielo» , los judíos reaccionan murmurando: «¿No es este
Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que
ha bajado del ciel o?» ( Jn 6, 41-42). Y, poco m ás tarde, los habitantes de Jerusalé n se
opusieron con fuerza ante la pretensión m esiá nica de Jesús, afirmando que se conoce bie n
«de dónde viene; mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene» (Jn
7, 27). Jesús mismo hace notar cuán ina de cua da es su pretensión de conocer su orig en, y
con esto ya ofrece una orientación par a sa be r de dónde viene: «No vengo por mi cuen ta ,
sino que el V erdadero es el que me envía ; a ese vosotros no lo conocéis» ( Jn 7, 28).
Cierto, Jesús es origi nario de Nazaret, n ació en Belén, pero ¿qué se sabe de su verdade ro
origen?
En los cuatro E vangeli os emerge con cla rid ad la respuesta a la pregunta «de dó nde »
viene Jesús: su verdadero origen es e l Pa dr e, Dios; Él proviene totalmente de Él, pero
de un m odo d ist int o al de todo profet a o enviado por Dios que lo han precedido. Este
origen en el misteri o de Dios, «que nadie conoce», ya está contenido en los relatos d e
la infancia de l os Evangelios de Mate o y d e L ucas, que estamos leyendo en este tiemp o
navideño. El ángel G abriel anuncia: «El Espír itu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por e so e l Santo que va a nacer será llamado Hijo d e
Dios» (Lc 1, 35). Repetimos estas palabr as ca da vez que rezamos el Credo, la profesió n
de fe: « Et in carnatus est de Spiritu Sanct o, ex Maria Virgine », «por obra del Esp íritu
Santo se encarnó de María, la Virgen». En esta frase nos arrodillamos porque el velo qu e
escondía a Dios, por decirlo así, se abr e y su misterio insondable e inaccesible nos to ca:
Dios se convierte en el Emmanuel, «Dios co n nosotros». Cuando escuchamos las Misa s
compuestas por los grandes maestros de m úsica sacra —pienso por ejemplo en la Misa de
la C oronación, de Mozart— notamos inm ediat amente cómo se detienen de modo espe cial
en esta frase, casi queri endo expresa r con el lenguaje universal de la música aquello qu e
las palabr as no pueden manifestar: el mist er io grande de Dios que se encarna, qu e se
hace hombr e.
Si consideramos atentamente la expre sión «por obra del Espíritu Santo se encarnó de
María, la Virgen», encontramos que la m isma incluye cuatro sujetos que actúan. En mo do
explícito se menciona al Espíritu Santo y a M arí a, pero está sobreentendido «Él», es d e cir
el Hijo, que se hizo carne en el seno de la Vir gen. En la Profesión de fe, el Credo, se d efine
a Jesús con diversos apelativos: «Señor , .. . Cristo, unigénito Hijo de Dios... Dios de Dio s,
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios ver da de ro.. . de la misma sustancia del Padre» (Cre d o
niceno-constant inopol it ano). Vemos ento nce s q ue «Él» remite a otra persona, al Padre. El
primer sujeto de est a frase es, por lo ta nt o, el Padre que, con el Hijo y el Espíritu Sa n to,
es el único Dios.
Esta afirmación del C redo no se refie re al se r eterno de Dios, sino más bien nos ha bla
de una acción en la que toman parte la s tr es Personas divinas y que se realiza «ex Maria
Virgine». S in ell a el i ngreso de Dios en la h ist or ia de la humanidad no habría llegado a su
fin ni habr ía tenido l ugar aquello que es centr al en nuestra Profesión de fe: Dios es un Dio s
con nosotros. A sí, María pertenece en modo irr enunciable a nuestra fe en el Dios que o bra ,
que entra en la histori a. Ella pone a disposición toda su persona, «acepta» convertirse en
lugar en el qu e habi ta Dios.
A veces tam bién en el camino y en la vida de fe podemos advertir nuestra pobreza, nue stra
inadecuación ante el t estimonio que se ha d e ofrecer al mundo. Pero Dios ha ele gido
precisamente a una humilde mujer, e n u na aldea desconocida, en una de las provincias
más lejanas d el gran Imperio romano. Siem pre , incluso en medio de las dificultades más
arduas de afrontar, debemos tener confianza e n Dios, renovando la fe en su presen cia y
acción en nuestra historia, como en la d e M ar ía. ¡Nada es imposible para Dios! Co n Él
nuestra existe ncia camina siempre sobre u n terreno seguro y está abierta a un futuro d e
esperanza fi rme.
Profesando en el Credo : «Por obra de l Espí ritu Santo se encarnó de María, la Virge n»,
afirmamos que el Espí ritu Santo, com o fu er za del Dios Altísimo, ha obrado de modo
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misterioso en la Virgen María la concepción del Hijo de Dios. El evangelista Lucas reto ma
las palabras d el arcángel Gabriel: «El Espí ritu vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te
cubrirá con su sombra» (1, 35). Son e vidente s dos remisiones: la primera es al mome n to
de la creación. Al comi enzo del Libro d el Gén esis leemos que «el espíritu de Dios se ce rnía
sobre la faz de l as aguas» (1, 2); es el Espí rit u creador que ha dado vida a todas las co sas
y al ser humano. Lo que acontece en Ma rí a, a tr avés de la acción del mismo Espíritu divin o,
es una nueva creación: Dios, que ha lla mado al ser de la nada, con la Encarnación da vida
a un nuevo i n ici o de la humanidad. Los Padre s de la Iglesia en más de una ocasión hab lan
de Cristo como el nuevo Adán para poner de relieve el inicio de la nueva creación p or el
nacimiento de l H ij o de Dios en el seno de la Vir gen María. Esto nos hace reflexionar sobre
cómo la fe trae también a nosotros una novedad tan fuerte capaz de producir un seg und o
nacimiento. En efecto, en el comienzo del ser cristianos está el Bautismo que nos hace
renacer como hi jos de Dios, nos hace pa rt icip ar en la relación filial que Jesús tiene co n e l
Padr e. Y quisiera hacer notar cómo el Bautism o se recibe, nosotros «somos bautizado s»
—es una voz pasiva— porque nadie es capaz de hacerse hijo de Dios por sí mimo: es un
don que se confiere gratuitamente. San Pablo se refiere a esta filiación adoptiva de los
cristianos en un pasaj e central de su Ca rt a a los Romanos, donde escribe: «Cuantos se
dejan llevar por el E spíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un
espíritu de esclavitud, para recaer en el t em or, sino que habéis recibido un Espíritu d e
hijos de adopci ón, en el que clamamos: “¡ Ab ba , Padre!”. Ese mismo Espíritu da testimo n io
a nuestro espíri tu de que somos hijos de Dios» ( 8, 14-16), no siervos. Sólo si nos abrimo s
a la acción de Dios, como María, sólo si co nf ia mos nuestra vida al Señor como a un amigo
de quien nos fiamos tot almente, todo cam bia, nuestra vida adquiere un sentido nuevo y un
rostro nuevo: el de hijos de un Padre que no s ama y nunca nos abandona.
Hemos hablado de dos elementos: e l prim er elemento el Espíritu sobre las aguas, el
Espíritu Creador. Hay otro elemento en la s pa labras de la Anunciación. El ángel d ice a
María: «La fuerza del Altísimo te cu br irá co n su sombra». Es una referencia a la n u be
santa que, durant e el camino del éxodo , se det enía sobre la tienda del encuentro, sobre el
arca de la Alianza, que el pueblo de Isr ael lle vaba consigo, y que indicaba la presencia d e
Dios (cf. Ex 40, 34-38). María, por lo t an to, e s la nueva tienda santa, la nueva arca de la
alianza: con su «sí» a l as palabras de l ar cángel, Dios recibe una morada en este mun do,
Aquel que el universo no puede conten er e stablece su morada en el seno de una virgen .
Volvam os, entonces, a la cuestión de la q ue hemos partido, la cuestión sobre el origen
de Jesús, sintetizada por la pregunta de Pilato: «¿De dónde eres tú?». En nue stras
reflexiones se ve claro, desde el inicio de los Evangelios, cuál es el verdadero origen d e
Jesús: Él es e l H ij o unigénito del Padr e, vien e de Dios. Nos encontramos ante el gran e
impresionante mist erio que celebramos en est e tiempo de Navidad: el Hijo de Dios, por
obra del Espíritu Santo, se ha encarnado en el seno de la Virgen María. Este es un anun cio
que resuena siempre nuevo y que en sí tr ae e speranza y alegría a nuestro corazón, po rqu e
cada vez nos dona la certeza de que, aunque a menudo nos sintamos débiles, po bre s,
incapaces ante las dificultades y el mal de l mu ndo, el poder de Dios actúa siempre y obra
maravillas preci samente en la debilid ad . Su gr acia es nuestra fuerza (cf. 2 Co 12, 9-1 0).
Gracias.
Saludos
Saludo cor dia lmente a los peregrinos
provenientes de E spaña, México y los
anunciar la alegría y la esperanza que
del Señor se hace presente en nuestra
de len gua española, en particular a los grup o s
dem ás países latinoamericanos. Invito a todos a
nos tr ae la Navidad, la certeza de que la poten cia
h ist or ia. Feliz Año nuevo. Que Dios os bendiga .
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