LOS DISTRITOS METROPOLITANOS (I) Fernando Carrión M. El

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LOS DISTRITOS METROPOLITANOS (I)
Fernando Carrión M.
El patrón de urbanización de América Latina -desde la postguerra mundial- se sustentó
en dos elementos: las periferias populares con sus denominaciones de villas miseria,
favelas, suburbios, pueblos jóvenes o barrios periféricos; y la metropolización.. Como
resultado de este proceso se tuvo un crecimiento urbano con alta primacía urbana
(macrocefalia) y con un desborde de sus límites físicos.
La conurbación trajo superposición de jurisdicciones territoriales como en México o
Buenos Aires, y un desborde de la institucionalidad urbana que no permitió atender el
crecimiento. De allí que se crearon múltiples problemas de coordinación entre las
distintas administraciones municipales y provinciales, así como una falta de respuesta
ante las crecientes demandas de la población.
Esta nueva realidad hizo pensar en nuevas formas de gobierno en las aglomeraciones
metropolitano de América latina, donde predominaron cuatro posibilidades: la creación
de una entidad supra urbana (Bogotá), el fortalecimiento de los mecanismos de
mancomunidad (El Salvador), el planteamiento de criterios divisionistas (Santiago) o el
fortalecimiento de la unicidad del gobierno (Quito).
En este principio de siglo nuevamente las aglomeraciones metropolitanas se convierten
en centro de debate respecto de su gobernabilidad, porque el proceso de globalización
les convierte en los anclajes estratégicos de la integración; justo en un momento en que
la ciudad y su gobierno se empoderan, gracias a su conversión en actores con
protagonismo internacional. Son gérmenes de las llamadas ciudades-Estado.
De esta manera las aglomeraciones metropolitanas se convierten en unidades complejas
y grandes (metrópolis) y en unidades territoriales continuas o discontinuas, que buscan
nuevas formas de gobierno. Pero no es fácil porque, en unos casos, el peso de la
macrocefalia urbana, les puede convertir en un poder significativo de disputa con el
gobierno nacional (Santiago y Chile) o en otros, no existe una cultura comprensiva que
busque una reestructuración de lo público.
La experiencia indica que un gobierno metropolitano en la hora actual tiene que tener
autoridades electas, recursos propios, competencias suficientes y legitimidad social. Si
bien este planteamiento no se discute, a la hora de llevarlo a la práctica se tienen dos
modelos claramente identificados: uno que apuesta por la vía mercantil y el otro que le
asigna mayor peso a lo ciudadano (enfoque de derechos) y a lo público.
La ciudad del mercado parte de la crítica a lo estatal, por ineficiente y centralizado, y
encuentra su salida en la privatización mediante empresas, fundaciones, corporaciones y
concesiones. Hay un cambio en la relación entre el ejecutivo municipal y el concejo, así
como en las formas de representación. El Alcalde pasa a llamarse gerente y en el
presupuesto se priorizan las tasas. Ejemplos: Curitiva, Monterrey, Lima y Quito.
La ciudad de lo público es pensada desde la reingeniería del aparato municipal y de la
concepción de la ciudad como espacio público. El alcalde asume la condición de jefe de
Gobierno, porque el municipio tiene múltiples competencias (no solo servicios) y en lo
económico privilegia los impuestos. Los casos emblemáticos son: México, Bogotá,
Montevideo.
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