El niño y la niña de 1 año ¡Ya tenemos a nuestro niño en el mundo! Afortunadamente para todos, está sano. Ahora empieza una etapa nueva, llena de alegría pero también de miedos e incertidumbres. El parto preparó al niño físicamente para empezar a vivir: se cortó el cordón del paraíso terrenal y comenzó el largo éxodo de la vida. El niño está físiológicamente a punto: sus pulmones insuflan el aire necesario, su corazón late con fuerza, su llanto denota el ímpetu de la vida que lleva en su interior. Pero emocionalmente aún no está preparado; para que pueda extraer todo su potencial necesitará del cariño de sus padres. El afecto de los padres respecto al hijo en este punto, lo asemejaría a la fertilidad de la tierra que una simiente necesita para poder crecer. Mientras más nutrientes tenga el terreno, mejor crecerá el árbol y mejores frutos dará... Este hijo establecerá su primer contacto con el mundo a través de la madre, y posteriormente a través del padre, hermanos y familia en general. Pero de momento en esta relación no caben más que dos: Dos en uno, Uno en dos. La mente de la madre es la mente del niño, el cuerpo de la madre es el cuerpo para el niño. Esta relación exclusiva es normal hasta aproximadamente el segundo mes de vida del niño. Posteriormente se realizará una apertura hacia su entorno más inmediato. El niño puede fijar la vista en otros objetos cercanos y relativamente lejanos, puede seguir con la mirada, su cabeza la puede mantener erguida y mirar; y como todo ha ido bien, el niño puede empezar a reconocer que existen otras cosas distintas a su mamá, (aunque quizás imagine todavía que todo es mamá...). Esta relación de exclusividad irá paulatinamente perdiendo importancia a medida que la autonomía del niño va siendo cada vez mayor. El desarrollo neuromadurativo de músculos y sistema nervioso irá permitiendo, siempre bajo un clima de afecto, que el niño pueda explorar más y más su entorno. Un hito importante en este año es el destete. La alimentación hasta los 4 - 6 meses de vida también tenía tintes de exclusividad. El pecho de la madre para el bebé. Poco a poco, y con el nacimiento de los primeros dientes se impone la ingesta de alimentos cada vez más sólidos para fortalecer al niño su dentadura y aparato digestivo, y sobre todo para estimular su independencia y ganas de crecer. Esta edad relativa de entre 4 1 y 6 meses marca el primer paso importante de cara a establecer la separatidad mental del niño y su madre. El hecho del destete es necesario para ambos, ya que la madre también tiene derecho a ir recuperando espacio para sí misma, para desarrollar los objetivos que le son propios como persona y para vincularse de nuevo con su medio habitual. El destete del que estoy hablando es emocional. No importa si se le da el pecho o toma el biberón, ya que afortunadamente hoy en día existen muchos sustitutos para una buena crianza. El problema de la alimentación reside en la calidad de la misma. Es decir, el cariño con el que se lo alimenta y cómo se va tratando al bebé para dejar de ir poco a poco considerándolo como tal y más como lo que empieza a ser: un niño. El bebé dura poco. Un feto suele durar 9 meses. Un bebé tan sólo 4 ó 6 meses. Un niño dura hasta los 3 - 4 años. Más tarde será un preescolar. (Las acotaciones que hago de estos términos no están en ningún diccionario, sólo es una apreciación personal). Atravesado este momento crucial del desarrollo, llegará una fase en el que las idas y venidas del niño serán frecuentes. Ya que el niño estará más interesado en su propia experimentación y descubrimiento del mundo que en otra cosa. Esto le llevará a realizar una de las grandes hazañas ontológicas de nuestra especie: alcanzar la posición erguida, posición privilegiada que le permitirá dominar el mundo a su antojo, ir y venir. Mirar, tocar, tomar las cosas y llevarlas de un lugar a otro, y en primer término, llevarse a sí mismo hacia donde desea ir. El niño y la niña de 1 año: Dos en Uno Este hijo establecerá su primer contacto con el mundo a través de la madre, y posteriormente a través del padre, hermanos y de la familia amplia. Pero de momento en esta relación no caben más que dos: Dos en uno, Uno en dos. Aquí de nuevo tengo que precisar el papel del padre. Aparentemente sólo hay dos: madre e hijo. Pero debemos recordar el frágil estado emocional en el que se encuentra la parturienta y que necesitará de todo el apoyo para reestablecer fuerzas y recuperarse de un estado parecido al duelo (no olvidemos que ha perdido algo de sí, el feto que le ha acompañado durante 9 meses, aunque ha ganado algo mucho mejor que es un hijo). Por ello es importante el papel de la madre de la parturienta, que ayudará con sabios consejos de su experiencia como madre a la vez que mimará a su hija que ya es madre; y el papel del marido, que dará consuelo y apoyo y procurará las condiciones de descanso oportunas para favorecer la pronta recuperación de la nueva madre Por otra parte, el embeleso que surge entre la madre y el bebé es necesario para que lleguen a entenderse. Surge una fascinación permanente de uno hacia el otro, no pueden dejar de mirarse, no pueden dejar de estar separados uno del otro. En cuanto uno está despierto busca al otro y bien juegan, charlan o simplemente el niño está en el regazo de la madre. Es que ahora tienen que conocerse, se estudian, se miden. Fueron 9 meses de imaginación, fueron 9 meses de espera fantaseada. Ahora por fin 2 se pueden contemplar cara a cara. Hay que mirar todo con detenimiento: sus rasgos y facciones, sus muecas y maneras, su cuerpecito, sus movimientos, su voz, sus ojos, su mirada... Es lo que Winnicott llamaba "preocupación materna primordial". También este autor habla de la función de sostenimiento del bebé. El bebé tiene que sentirse seguro en los brazos del que lo acoge, si no estará intranquilo y desasosegado. El bebé lo quiere todo para sí: atención, seguridad, estabilidad física y emocional. Este sentimiento de estar bien sostenido es lo que le permitirá liberar energía para poderla ligar a otros objetos como por ej., el rostro de la madre. Esta sensación física de saberse sostenido será un elemento clave para construir el sentimiento de confianza básica del que hablaba Erikson. En este estado de conocimiento mutuo la madre (y el padre) observarán cómo el bebé duerme, sonríe o simplemente está plácido, lo cual significa que todo va bien, y en otros momentos, que llora y chilla, manifestando su malestar. Es en estos momentos cuando se ha de preguntar qué le puede estar pasando. Si vemos que las funciones físicas básicas están cubiertas, tales como la alimentación, la higiene corporal y el soporte, habremos de pensar que esos estados de malestar obedecen a sensaciones internas del bebé que son naturales a la propia condición humana, y que como tal tan sólo podremos ayudarle dejándolo que lo exprese a la vez que procurándoles nuestro consuelo cogiéndolo, hablándole y conteniendo su angustia vital. A todos nos gustaría que el malestar no existiera, pero sabemos que eso es irreal y tendremos que aprender desde el principio que los estados de bienestar y malestar se alternan y que ambos son naturales siempre en una proporción adecuada. El bebé ya calmado, podrá de nuevo iniciar sus rondas de exploración con el entorno, y cada nuevo "descubrimiento" del niño lleva aparejado un grado de excitación. Este nivel de excitación hay que cuidarlo, la mejor manera es proveer al niño de unos ritmos constantes y equilibrados de vigilia y sueño. Al principio esta constancia en los ritmos de alimentación, higiene y descanso / vigilia, además de crear un sentimiento de confianza en el bebé, permitirá asumir durante el sueño aquellos elementos que produjeron excitación durante la vigilia. Todos sabemos que el bebé necesita al principio muchas horas de sueño y pocas de vigilia. Sin embargo, a medida que pasan los días, este ritmo debe variar aumentando las horas de vigilia y reduciendo las horas de descanso. Este cambio de ritmo irá en constante progresión a lo largo de toda la vida, pues todos sabemos que las personas de mayor edad necesitan cada vez menos horas de sueño. Para ayudar a contener esta excitación del bebé, la cultura humana ha sabido hacer esto de una forma progresiva e intuitiva. Un ejemplo práctico son las cunitas de los niños. De recién nacido, al niño se le coloca en un "Moisés", que es una canastilla de dimensiones reducidas, normalmente ovalada acorde al tamaño del bebé. Estos primeros habitáculos evocan claramente al seno materno, recordemos que la canastilla de Moisés es cerrada. Conforme el niño va creciendo, se le pasa a una cuna, que es como una caja pero con barras. Por fin, cuando el niño tiene ya tiene más de tres años, se le suele poner un dormitorio de "niño mayor" con una cama parecida a la de los adultos y con alguna pequeña protección en uno de los laterales (a modo de 3 baranda). Toda esta evolución del mobiliario del dormitorio del niño, obedece a que el nivel de contención de su angustia ha ido aumentando internamente, y que por lo tanto no necesita tanta contención externa. Recuerdo que siempre hablamos de alternancias de estados bienestar y malestar. Habrá períodos en los que el niño necesite mayor contención (pesadillas, enfermedades, etc...). Cuando estos estados mejoran el nivel de contención interno se hará cargo de soportar la angustia natural que comporta vivir. Por último, y para terminar con el tema de la excitación, es conveniente que el bebé no comparta durante mucho tiempo el dormitorio de los padres, y estimo oportuno que a partir de los 4 a 6 meses el niño duerma en una habitación distinta. Esto va a depender mucho de las condiciones particulares de cada vivienda, pero creo que es lo más sano para todos, tanto para el niño como para los padres, que también tienen derecho a su propia intimidad. El problema de la excitación no es el hecho de sentirla, sino de comprenderla y el bebé puede sentirse inundado de sensaciones que debido a la inmadurez de su mente no logra llegar a entender. Este punto puede resultar conflictivo tanto para los padres como para el propio niño, ya que se conjugan elementos de angustia con sentimientos de abandono y rechazo (se excluye al bebé de la relación de pareja), además entra en juego el destete que también ronda este período. Para ayudar a los padres, diremos que este conjunto de decisiones se toman para favorecer la autonomía del niño, para ayudarle a pasar de la transición bebé a niño. Ya no es un bebé, ya puede tomar alimentos más sólidos, ya no necesita tanto de la atención permanente de los padres: Ya empieza a ser un niño. El niño y la niña de 1 año: Acoplamiento La familia entera necesita un reajuste físico y emocional para la acogida de un nuevo miembro. De dos a tres, de tres a cuatro, etc. ,(en el caso de que venga un sólo hijo...). La llegada de un nuevo componente obliga quizás a realizar profundos cambios no sólo en el mobiliario de la casa, sino en la dinámica misma de la familia. Ya nada será igual que el día anterior. Toda la atención para el nuevo miembro. Pero sin duda, esta atención se centra de nuevo en el binomio madre-hijo. Quizás la función primordial de ese embeleso mutuo que surge entre el bebé y la madre sea el conocimiento de ambos. Habrá que ver los ritmos de alimentación, de sueño y vigilia, de comida, de juego, de higiene... La madre también tendrá un estilo propio de alimentar y cuidar al bebé, quizás un estilo que se irá definiendo con la misma crianza, con su propia experiencia y con la ayuda de otras personas. En esta etapa pues se produce el primer modo de relación social, la primera modalidad de comunicación, que es una comunicación TOTAL pues están implicados todos los sentidos de ambos interlocutores (¡hasta el sexto sentido, la intuición!). Que sea una comunicación total no implica que sea una comprensión total. Es más, si se pone tanto esfuerzo en involucrar a todos los canales sensoriales en este tipo de comunicación quizás se deba a la necesidad de comprenderse mutuamente cuanto antes, pues el afecto ligado a esta comprensión será el combustible que necesitará el motor del bebé para avanzar por la vida... 4 Este conocimiento recíproco deberá estar lo más libre de prejuicios posible por ambas partes. Pero es inevitable tener expectativas e ilusiones sobre el futuro del bebé. Quizás se lo habría uno imaginado más alto, más delgado, que se pareciera a tal o a cual persona, que fuera más despierto o más "bueno"... En fin tantas posibilidades que habrá que desechar. Sólo a través del conocimiento diario y de los modos de relación entre ambos será posible identificar al niño tal cual, tal cómo es y no como nos gustaría que fuese. Este ejercicio de reconocimiento habrá que tenerlo presente durante toda la vida y nos ayudará a posibilitarle el margen de libertad necesario para que el niño se sienta libre para poder ser él mismo (dentro de los cauces de una relativa seguridad y respeto a los demás, por supuesto). También en el bebé se producen formas de conocimiento de la madre que a veces pasan imperceptibles para los adultos, tales como el reconocimiento del olor corporal y de la ropa de la madre, la forma en la que se siente acogido o sostenido, el tono de su voz, las palpitaciones de su corazón, y sobre todo, del estado de ansiedad o serenidad que la madre pueda transmitir al bebé. Sucede con frecuencia que en determinadas situaciones, una madre no puede conseguir que su hijo se duerma o deje de llorar. En este caso habrá que ayudar a la madre simplemente realizando esta tarea la persona que en ese momento esté más calmada, procurando vivir estos momentos sin dedicar ningún reproche, sino intentando comprender la situación. Las percepciones que el bebé va haciendo de la madre al principio son muy difusas y globales ya que su sistema neuromadurativo está aún en desarrollo. Así pues la visión está reducida a unos 20 cms de distancia, con lo que no puede alcanzar a ver con mayor profundidad. Tampoco puede sostener ni girar la cabeza, con lo que no puede explorar el entorno, aunque su oído y olfato sí están funcionando plenamente. Todas estas sensaciones que le llegan al bebé de pronto tendrá ahora que empezar a organizarlas: es por ello por lo que al principio deberá dormir con más frecuencia, para asimilar las cantidades de excitación que están recogiendo sus órganos sensoriales tanto del mundo exterior como de sus propias sensaciones internas. En esta misma confusión de sensaciones el bebé no puede discriminar entre él mismo y los demás, entre las sensaciones internas y externas. Será pues, a través de la experiencia repetida y diaria de determinados ritmos de relación cómo el bebé podrá ir poniendo de a poco, cada cosa en su sitio. Y con esfuerzo logrará identificar al cabo de los meses la cara de su madre como el logro del primer hito en la consecución de su propia identidad y seguridad, ya que en ella depositará todo su bienestar, así como todo su malestar. Esta primera identificación del rostro de la madre, y posteriormente de su persona será la que le permitirá realizar después la suya propia en comparación con ella, así como con los demás miembros de la familia cercana y lejana. Diríamos de una forma simple, que el bebé se hallaba “incrustado” dentro del cuerpo de la madre durante el embarazo, “acoplado” desde el nacimiento hasta los primeros seis u ocho meses, en el que empezará a diferenciar a la madre para poder después él 5 mismo desacoplarse y “diferenciarse” en un período que va desde los 6 meses a los 3 años de vida, aproximadamente. El niño y la niña de 1 año: El Destete Un hito importante en este año es el destete. La alimentación hasta los 4 - 6 meses de vida también tenía tintes de exclusividad. El pecho de la madre para el bebé. Poco a poco, y con el nacimiento de los primeros dientes se impone la ingesta de alimentos cada vez más sólidos para fortalecer al niño su dentadura y aparato digestivo, y sobre todo para estimular su independencia y ganas de crecer. Esta edad relativa de entre 4 y 6 meses marca el primer paso importante de cara a establecer la separatidad mental del niño y su madre. Podemos entender el destete, no como un hecho puntual y aislado, sino más bien como un proceso gradual. Realmente empieza un día, el día en el que se decide "retirarle el pecho" al bebé. Creo que esta expresión es la más adecuada para poder entender el concepto de destete. Es un retiro emocional y físico de la madre respecto al bebé, un retiro para favorecer el crecimiento y la autonomía del niño, no es un abandono ni un rechazo, sino simplemente facilitarle las condiciones para que pueda crecer. Todo crecimiento implica esfuerzo y dolor. En este caso el esfuerzo consiste, por parte del bebé, en masticar, deglutir, realizar la digestión.., de alimentos cada vez más sólidos, y su dolor consistirá en soportar la frustración que le conlleva el no estar permanentemente adosado a su madre como tal vez le gustaría... Respecto de la madre, el esfuerzo estaría en contener la leche que le ha estado dando durante estos meses pasados y el dolor vendría reflejado en angustias relativas a sentirse una mala madre por pensar que el niño ahora comerá peor, se pondrá malito, etc.., por haberle retirado el pecho. A este respecto insistir una vez más en el carácter emocional del destete: La alimentación emocional del bebé depende del afecto con que se lo alimenta, da igual si toma el pecho como si no, lo importante es que la comida tenga siempre este ingrediente: el cariño de los padres. (No hace falta ser empalagoso, sólo es necesario con que los padres lo sepan y lo puedan transmitir al niño sin necesidad de atosigarlo...) Este destete en la alimentación, suele ir acompañado de un destete de atención exclusiva. Al ir siendo mayor, necesita menos atención y cuidado, puede pasar algún tiempo solo en su cuna o en su parquecito jugando, balbuceando, manipulando objetos... Sólo le bastará con tener a su alcance visual a su madre o la persona que lo tenga a su cuidado. Agotado este período de calma, ya se encargará el niño de reclamar su dosis de atención y cuidados correspondientes, aunque normalmente existe una sincronía entre la intuición de la madre, basado en el conocimiento progresivo de su hijo, y las necesidades que pueda ir teniendo. Así vemos que cuando algún observador externo comenta algo respecto a un niño, la madre suele responder algo así como "es que es la hora de..." que demuestra que la madre va conociendo los ritmos de necesidades de su hijo. Otra parcela del destete, que es la que suele causar mayor angustia entre los padres, es el de separarlo definitivamente del dormitorio conyugal. Justificado a veces por 6 ideas de "es conveniente tenerlo cerca por las noches para atenderlo mejor..." se alarga excesivamente el período de destete "de la pareja" de los padres. Unos padres que, después de un período más o menos prolongado de abstinencia sexual debido a una parte del embarazo, parto y posterior recuperación de la madre, vuelven a tener deseos de volver a establecer una comunicación más íntima entre ellos. En este punto, volvemos al tema de la excitación que puede sentir el niño y que es ajena completamente al mismo y que además no puede comprender ni asimilar. Durante el día, el niño ya se carga suficientemente de excitaciones debido a sus diarias exploraciones como para que se le añada una sobrecarga de excitaciones de otras personas. Es por lo tanto conveniente que el niño tenga su dormitorio diferente al de los padres para protegerlo de este monto de excitación que no le corresponde y que no lo podrá asimilar ni entender. El niño y la niña de 1 año: Idas y Venidas A la vez que el proceso del destete se va consolidando, el niño entrará en una fase en el que las idas y venidas serán frecuentes. Habrá momentos en los que estará más interesado en la propia experimentación y descubrimiento del mundo que en otra cosa. Estas idas y venidas, experimentación y afán de conocimiento del mundo le conducirán a la consecución de una de las mayores hazañas ontogénicas de nuestra especie: alcanzar la posición erguida, posición privilegiada que le permitirá dominar el mundo a su antojo, ir y venir. Mirar, tocar, tomar las cosas y llevarlas de un lugar a otro, y en primer término, llevarse a sí mismo hacia donde desea ir. El centro de las idas y venidas del niño es la madre (o aquella persona que haga de figura materna, puede ser también el padre). Así, cuando el niño se siente bien, puede explorar el mundo, gatear, tocar, trepar, subir, agarrar, tirar... pero cuando se le acaba la seguridad, necesita establecer contacto (físico en un primer momento, visual en un segundo, auditivo en un tercero) con la madre. Así, es muy típico en estos momentos que el niño llore y extienda los brazos, reclamando ser abrazado, o cuando ya saben hablar y caminar decirles al padre o a la madre "súbelo, súbelo" por "súbeme, aúpame, tómame en tus brazos". Este acercamiento del niño a la madre cuando se le acaba el sentimiento de seguridad interior es lo que Margaret Mahler ha dado en llamar "repostaje emocional". De alguna forma el motor del niño se ha quedado sin el combustible necesario para poder seguir con la exploración del mundo. De hecho, una vez que se ha tomado al niño en brazos, o se le ha dicho algo o quizás tan sólo le ha dedicado una cálida mirada o tal vez una sonrisa, será suficiente para volver a llenar su depósito emocional, pudiendo circular de nuevo el niño un buen rato... La evolución del niño, su grado de autonomía, lo podremos ir comprobando pues en función de la cantidad de tiempo y dedicación que necesite para poder circular libremente sin tener que llenar su depósito. El primer grado de autonomía total lo alcanza el niño a la edad de los tres años, aproximadamente. Volviendo a la circularidad de las idas y venidas, decir también que existen períodos centrípetos y períodos centrífugos. En los primeros la atención se centra en el 7 individuo y son períodos en los que el niño está más apegado a los adultos y más centrados en sí mismos. En los segundos la atención se vuelca al exterior y son más libres e independientes. Indudablemente los dos primeros meses son centrípetos ya que la motilidad del niño y la atención están exclusivamente fijados en procesos de relación dual, el bebé y la madre. Posteriormente entra en una fase centrífuga hasta los 4 - 6 meses, edad en la que se vuelve a centrar las energías en los procesos externos al individuo. A los 7 - 8 meses se manifiesta el síndrome del temor al extraño descrito por Renée Spitz, y ello es debido a que en torno a esa edad, el niño toma conciencia de sus familiares más directos, tanto de su madre, como de su padre y familia cercana y comienza un período de discriminación interior-exterior. Lo familiar le produce seguridad y lo extraño angustia. A partir del octavo mes y hasta los 12 meses, comienza de nuevo un período de expansión centrípeta que culmina con la posición vertical, los primeros pasos y la liberación definitiva de sus manos para poder agarrar los objetos y manipularlos a su antojo, además de poderlos desplazar donde guste. (Aquí también empieza la tortura de los padres: "niño ahí no se toca" -videos, televisor, enchufes, lavadoras, lavavajillas, cocina, y todos los botones y mandos que encuentre a su alrededor...) Para terminar este capítulo, decir que durante la transición de una fase a otra, centrípeta a centrífuga y viceversa, existen períodos de crisis que se manifiestan generalmente porque el niño enferma, duerme mal por las noches, tiene pesadillas, come peor, llora más, se atemoriza, etc, etc... Decir desde aquí a este respecto que hay que tener paciencia y calma, esperar un tiempo prudente, ayudar a contener al niño la angustia sosegadamente con la espera de que ese estado desaparecerá, alcanzando el niño un mayor grado de seguridad y autonomía personal. Francisco de la Flor Terrero Psicólogo colegiado S-1302 Orientador Escolar E.O.E. de Morón de la Frontera 8