DR. JAVIER SANZ SERRULLA

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protagonistas de la odontología
JohnHunter
(1728-1793)
DR. JAVIER SANZ SERRULLA
Profesor de Historia de la Odontología.
Universidad Complutense de Madrid.
Presidente de la Sociedad Española de Historia de la Odontología.
Magister en Bioética.
Madrid.
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La excepcional obra de
John Hunter, hermano de
otra celebridad médica
escocesa, William Hunter,
trasciende de la
odontología y ha sido
considerado uno de los
promotores de la fisiología
experimental, habiéndose
llegado a hablar, incluso,
de un “espíritu
hunteriano” en la
investigación científica de
la realidad viviente. En lo
que aquí nos trae, sus
aportaciones en el campo
de la odontología, hay que
decir que sus dos libros
constituyen unas de las
más importantes
contribuciones del siglo
XVIII en esta materia y una
de las mayores referencias
de la anatomía dental de
toda la historia.
Biografía
John Hunter nació el 13 de febrero de
1728, año en que aparece Le
Chirurgien Dentiste de Fauchard, en
una casa de labranza escocesa de
Long Calderwood, Lanarkshire. Era el
último de una familia de diez hermanos, de los cuales siete murieron
tuberculosos, mientras únicamente
alcanzaron la longevidad una hermana, su hermano William y él mismo.
William Hunter (1717-1783) estudia
medicina bajo la influencia del gran W.
Cullen y se instala después en Londres,
donde pone en marcha su escuela de
anatomía en 1746, una vez ha regresado
de ampliar estudios en París. En esta
escuela desarrollará nuevos métodos
para la enseñanza de la anatomía y también serán novedosos sus ingenios para
la preparación de disecciones al inyectar
soluciones de mercurio y oro que resaltan los vasos linfáticos y, asimismo, los
conductos salivares. Igualmente mostró
gran interés por la anatomía dental comparada. Al fallecer legó toda su colección a la universidad de Glasgow,
donde se custodia y exhibe en la actualidad. William fue también un médico
entre los mejores de su tiempo y un
prestigioso obstetra que, como tal, intervino en el alumbramiento de los hijos del
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rey George III y la reina Charlotte, y del
primer ministro William Pitt. Su gran obra
The Anatomy of the Human Gravid
Uterus alcanzó gran notoriedad, a lo que
contribuyó la excelente presentación
gráfica a cargo del grabador Rimsdyk.
Cuando William, diez años mayor
que su hermano, se había consagrado
como un gran galeno, el joven John ocupaba sus días en coleccionar toda clase
de especies animales, aves, peces y
plantas, que recogía en las proximidades
de su granja, y en general por la observación e investigación de todo cuanto le
rodeaba, si bien su aversión a los libros
era manifiesta. Desechando los consejos
de una madre que le animaba a aprender el oficio de carpintero, John alquiló
un caballo, abandonó la granja y viajó a
Londres para reunirse con su hermano.
Tenía entonces veinte años.
Pronto se revelaría como un ser dotado asombrosamente para la disección y
la experimentación, pero su desconocimiento del latín le impide acceder con
soltura a los libros de medicina y se inicia en la cirugía bajo la dirección de W.
Cheselden y de P. Pott. Trabaja sin descanso y, para restablecer una salud que
empezaba a resentirse, se enrola en la
armada y se expatria.
A la vuelta de Portugal, demuestra su
talla científica como gran cultivador
empírico de la fisiología experimental. “No pienses, ensaya; se su memoria, como también una estatua que preside el hall de la
paciente y exacto” le aconseja a su eminente discípulo E. sede de esta insigne institución, destino de su espléndida
Jenner, y el propio Hunter, que tiene el acierto de distinguir el colección, el simpar museo de historia natural jamás elaborado,
chancro blando del duro, aunque cometió el error de afirmar la compuesto por más de catorce mil piezas biológicas, que utiidentidad entre la sífilis y la blenorragia, no dudará en autoino- lizaba como material didáctico y que en absoluto hay que ver
cularse material de un paciente con sífilis. Como muy bien anota como un gabinete de curiosidades barroco. Actualmente,
Laín, tiene una vigorosa tendencia a proponerse, en términos de minado tras el bombardeo sufrido en 1941, puede ser visitado
biología comparada, el conocimiento anatómico y fisiológico –Hunterian Museum, Royal College of Surgeons of England,
de los seres vivos, con una doble y profunda convicción: que Londres– y en él se contemplan cerca de 3.500 especímenes
las estructuras son expresión visible de las funciones y que unas de la colección original.
y otras se muestran más sencillas cuanto más bajo es el nivel biológico de las especies a las que pertenecen.
La obra de John Hunter
Así, pues, estamos ante un científico cuyo tiempo es ocupado de largo por una actividad investigadora y docente que, La principal aportación escrita de este gran cirujano a la
además, se acrecienta cuando funda con G. Fordyce una comu- odontología –no hay que olvidar que un desaprensivo cuñanidad de estudios, el Lyceum Medicum Londinense, en cuyas do suyo quemó varios manuscritos tras su muerte, privánreuniones semanales cada miembro presenta una ponencia ori- donos así de posibles innovaciones de mérito– queda
ginal de su campo de investigación. Tamaña actividad nos lleva recogida para la posteridad en dos obras. La primera,
a preguntarnos por su dedicación al
Natural history of the human teeth, fue
ejercicio de la odontología. Pues bien,
publicada en 1771 y, por su rápido
sus biógrafos nos hablan de una relaéxito, conoció varias ediciones en
ción, en sus inicios y para hacer frente a
otros países en sus correspondientes
sus necesidades, con el dentista Mr.
idiomas. En ella encontramos los funJames Spence, antes que nada para
damentos de la gnatología, así como
encargarse del diagnóstico y de la presun estudio sistemático del crecimiencripción terapéutica, y también sabeto de los maxilares y los dientes.
mos que compartió la amistad de Martin
Hunter, que abre el camino a la odonvan Butchell y William Rae, dos avanzatología científica, describe admirabledos y famosos dentistas del momento.
mente la articulación témporo-mandiNo obstante, el contacto con la práctica
bular, los movimientos mandibulares,
dental dejará tal huella, que los libros
la oclusión, etc., y fija definitivamente
que da a la imprenta antes de su muerte
la nomenclatura de los dientes distin(al año siguiente de su fallecimiento se
guiendo los premolares (“bicúspides”
editó otro sobre heridas con arma de
los llama) de los molares. Describe
fuego, fruto de su experiencia en la
minuciosamente el crecimiento del
Guerra de los Siete Años) versan sobre
germen dentario y su calcificación, ve
John Hunter
el conocimiento profundo de las estrucel esmalte como una secreción ulteturas estomatognáticas, pero también
riormente dura y considera la formasobre la actividad clínica.
ción de las raíces con tanto tino como actualmente la acepUna cuestión científica a propósito de la placenta le enfren- tamos. Desaconseja con acierto la extracción de los dientes
ta con su hermano, a quien tanto debe, y el rencor le impide temporales para facilitar la erupción de los permanentes,
asistir a su entierro. Este detalle es una muestra de su personali- pero también cayó en errores al indicar la extracción del pridad angulosa, pues la generosidad no le es desconocida y en mer molar mandibular en caso de falta de espacio.
su mesa se sientan a veces cincuenta comensales, aun cuando
Este gran tratado, ilustrado con belleza, si bien sus planchas
deja en segundo plano el ejercicio práctico de la cirugía, por lo tienen antes que nada un impulso didáctico, constituye el prique gana tres veces menos que cualquier otro cirujano, y en el mer atlas destinado a los dentistas, a quienes provee de las
momento de su fallecimiento está agobiado por sus deudas.
bases científicas de su arte para que puedan ejercer mejor su
El 16 de octubre de 1793, John Hunter muere en el londi- profesión, una profesión que considera aislada de la cirugía,
nense St. George’s Hospital, donde trabajó. Padecía del cora- esto es, con entidad propia, que él vivió antes en la experiencia
zón y sufrió un severo ataque cardiaco durante una discusión de sus amigos citados que en la suya propia.
con sus condiscípulos cirujanos. Fue enterrado en la iglesia de
En 1778, podríamos decir que, como complemento del
St. Martin, pero sus restos fueron trasladados el 28 de marzo de anterior, edita Hunter su segundo libro: A practical treatise on
1859 a la abadía de Westminster, donde una placa que encar- the diseases of the teeth, con aportaciones clínicas de gran
gara el Royal College of Surgeons de Inglaterra rinde homenaje a mérito y que suele salir peor parado por la inevitable compara-
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ción con el primero. Distingue la caries banal de la erosión química, los abscesos crónicos del épulis y del granuloma, el
escorbuto de la hipertrofia gingival, las maloclusiones debidas a
una disarmonía dento-maxilar de las provocadas por el raquitismo o por un excesivo crecimiento mandibular. Esta fenomenología clínica, como ha destacado C. Gysel, elaborada por la simple inspección, es todavía válida. Pese a sus aciertos, ya se
adivina que su primer libro está más ligado a la trayectoria del
autor, pues tratándose el segundo de aspectos prácticos, su
breve experiencia nos priva de las interesantes objeciones que
de un hombre tan original se esperan.
Uno de los experimentos más llamativos de Hunter es el del
trasplante dental. Dejando a un lado las consideraciones éticas,
su objetivo es la investigación de la respuesta del receptor ante
la inserción de un diente vivo, bien de un donante, bien –con
menor frecuencia– del propio individuo. Pese al reconocimiento de algunos fracasos, Hunter dio respuesta contrastada a una
posibilidad de reposición dental de una manera que hasta
entonces no se había probado con tal dedicación como él
llegó a hacer; por ejemplo, al implantar un diente con su apicoformación incompleta en la cresta de un gallo, creciendo los
vasos sanguíneos de la cresta en el interior del diente, como se
puede contemplar en su museo.
Para Laín Entralgo, Hunter es la principal figura de la conversión de la cirugía en verdadera ciencia médica con su deliberado intento de fundar el saber quirúrgico sobre los resultados de
la investigación biológica y la patología experimental. La “obra
de manos” se trueca así en la expresión operatoria de una auténtica “Patología quirúrgica”. Para Hunter, el cirujano no puede ser
realmente eficaz sin un conocimiento suficiente de las causas y
el mecanismo de la enfermedad, y la fisiología debe ser para él
tan importante como la anatomía, porque la estructura anatómica no pasa de ser la expresión estática de la actividad funcional.
El “espíritu hunteriano”, en palabras de López Piñero, viene a ser
un valioso antecedente de la fisiopatología y la medicina experimental. Todo ello, aplicado ahora a la especialidad eminentemente quirúrgica de la odontología, supuso un punto de referencia muy importante para los prácticos dentales que tuvieran
acceso a sus obras y que, en aquellos momentos, tras la huella
de Fauchard, iniciaban su etapa más intensa e interesante al consolidarse como actividad independiente.
•
Bibliografía básica
♦ Colyer JF. John Hunter and Odontology. Londres, 1913.
♦ Gross SD. John Hunter and his pupils. Filadelfia, 1881.
♦ Gysel C. John Hunter et l’histoire de la medicine dentaire. Revue Belge de
Médecine Dentaire. 3. 1972. (415-432).
♦ Mandel ID. Revisiting John Hunter. Journal of the History of Dentistry. 2.
2000. (57-60).
♦ Mason DK. Waterhouse JP. William and John Hunter. British Dental
Journal. 10. 1989. (423-425).
♦ Poswillo DE. John Hunter’s contribution to dentistry. Dental Historian.
Lindsay Club newsleter. 5. 2001. (13-17).
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