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LA MEMORIA SOCIAL Y POLÍTICA
DE LOS OBJETOS
Un panel de construcción, una moto, una cuchara, son objetos con funciones específicas,
pero también muchas veces son pensados y diseñados en función de proyectos políticos
o disputas ideológicas. El arquitecto Pedro Alonso y el diseñador Hugo Palmarola llevan
años investigando estas funciones escondidas de los objetos. Aquí explican su trabajo a
partir del proyecto con que ganaron el León de Plata en la Bienal de Venecia 2014: un
ruinoso panel de hormigón cuyo destino cambió con el golpe de Estado, y no por una
cuestión de gustos arquitectónicos.
CREACIÓN y
POLÍTICA
Por Nelly Richard
P
edro Alonso y Hugo Palmarola
representaron a Chile en la 14
Bienal de Arquitectura de Venecia (2014) y ganaron un importante reconocimiento internacional –el
León de Plata– como curadores de la exposición “Monolith controversies”.
La radicalidad conceptual de su proyecto consistió en exhibir una reliquia:
un panel prefabricado de la fábrica soviética KPD instalada en Quilpué que,
primero, llevaba grabada en el hormigón
la firma de Salvador Allende, quien inauguró la fábrica en 1972. Esa firma aurática de la Unidad Popular fue borrada
por la Armada después del golpe militar,
y el panel se convirtió en un retablo con
la estatua de la Virgen patrocinando la
refundación de la Patria. Posteriormente el monolito fue abandonado. Una
vez rescatado de la destrucción, el panel
en ruinas viajó a Venecia para exhibirse rodeado de archivos documentales
y testimoniales que, entre otras señas,
delataban cómo la política de viviendas
sociales impulsada por la UP (“Un techo
digno para los trabajadores”) fue violentamente destituida y sustituida por el
anuncio de la ex KPD ya convertida en
empresa privada: “Viviendas para vivir o
invertir en una zona residencial”. Así el
panel prefabricado, originalmente destinado a la construcción masiva y popular,
se puso al servicio del mercado neoliberal de bienes raíces.
P. Alonso y H. Palmarola recrean la
memoria social y política de los objetos
cuyas voces habitan sus olvidados ciclos
de vida. Cualquier objeto de uso doméstico contiene micro-narrativas que nos
hablan de innovaciones tecnológicas, de
la evolución de las formas y los gustos
en diálogo con mutaciones culturales,
conflictos políticos y mitologías cotidianas. Esto es lo que P. Alonso y H. Palmarola les enseñan a sus estudiantes: un
abordaje creativo de los objetos que los
reconoce como agentes de controversias
estéticas e ideológicas, desmintiendo el
enfoque tradicional que solo ve en ellos
productos formales –neutros y puros–
de la arquitectura y el diseño.
El proyecto curatorial de Venecia fue
la culminación temática de su pasión de
investigadores. A qué llamarle “investigación” es una pregunta que no debe
permanecer ajena –en tiempos de reforma educativa– al debate sobre los contenidos de la enseñanza universitaria. Es
una de las tantas preguntas que le permiten a la imaginación crítica desplegar
su potencial transformador dentro de la
academia para sacudir el molde de las
disciplinas instituidas.
El proyecto curatorial de Venecia
deriva de un largo trabajo de investigación (nueve años) que les hizo obsesionarse con un módulo de construcción
prefabricado de aplicación universal.
Y, sobre todo, con el destino local de la
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Hugo Palmarola y Pedro Alonso junto al panel KPD firmado por Allende que llevaron a la Bienal de Venecia 2014 (Gentileza Visión UC).
“La KPD, para la derecha, era una de las fábricas más
nefastas de la UP, por su origen soviético y porque
era sobre todo una herramienta tecnológica que
apoyaba la Ejecución Directa del Estado en el plano de
la vivienda social. Es decir, era una competencia del
sector privado de la construcción” (Pedro Alonso).
fábrica KPD –industrializadora de este
módulo– que le fue donada a Chile por
la Unión Soviética para reforzar el programa de viviendas sociales del gobierno de Salvador Allende.
Desde esta cita a la Unidad Popular grabada en el panel, ¿cómo miden
el paso de “la arquitectura estatal a la
especulación inmobiliaria” –para recordar el título de una exposición de la
Galería Metropolitana– en materia de
urbanismo en Chile?
Pedro Alonso: Creo que uno de los
aspectos más interesantes del período
de Allende tiene que ver no solo con haber reforzado el aparato público estatal
–cuando el Ministerio de la Vivienda y
el Urbanismo se dedicaba a “pensar el
país”– sino en haberlo complejizado,
por ejemplo con la creación de un Departamento de Industrialización en el
Ministerio de Vivienda que apoyaba la
llamada Ejecución Directa, para contrarrestar la inasistencia del sector privado
a los concursos públicos de infraestructura y construcciones. En ese contexto la
KPD, en la interpretación de la derecha,
era sin duda una de las fábricas más ne-
fastas de la UP porque, además de ser
de origen soviético y para peor tener
una gemela en Cuba, era sobre todo una
herramienta tecnológica que apoyaba la
Ejecución Directa por parte del Estado
en el plano de la vivienda social, es decir,
era una competencia del sector privado
de la construcción.
Hugo Palmarola: Si uno revisa la historia de los productos industriales impulsados por el Estado en los tiempos
de Frei y de Allende, es interesante notar cómo el Estado trató de dedicarse no
sólo al diseño industrial sino a los procesos de innovación que vinculaban ciencia y tecnología, a través, por ejemplo,
del Instituto de Investigaciones Tecnológicas (INTEC). Se buscaba elaborar una
respuesta más compleja en el diseño de
proyectos locales que fueran de interés
social, público y de uso masivo: desde
la investigación de minerales o nuevos
alimentos hasta calculadoras o sembradoras para apoyar la Reforma Agraria,
mobiliarios para guarderías infantiles
y diseños de cucharas plásticas para la
dosificación de leche en polvo en las poblaciones, etcétera.
En ese proceso fue muy relevante el
papel de Fernando Flores porque impulsó varios proyectos de vanguardia
en diseño e ingeniería, y es interesante
la evolución de estas ideas que nacen
durante la UP hasta su empresa Action
Technologies en California durante los
años ochenta. Flores –junto Terry Winograd– fue autor de teorías de diseño
que hasta hoy se citan en publicaciones
de MIT (Massachusetts Institute of Technology). En Chile estas ideas son poco
conocidas quizás por la animadversión
que ha generado el personaje, pero sus
ideas sobre la “transparencia” del diseño
sirven para estudiar cómo un producto
nuevo se transforma progresivamente
en un objeto invisible al ser asimilado a
acciones de la vida cotidiana.
El panel KPD es un buen caso del uso
de una innovación tecnológica que no
fue considerada digna de estudio ni en
arquitectura ni en la historia de la Guerra Fría en Chile. Los productos que resultan políticamente incómodos tampoco se investigan. Por ejemplo la Motochi,
síntesis de “motocicleta chilena”, la única
motocicleta diseñada en Chile en los
sabía usted que: … A Cecilia Serrano no le gusta el jamón.
tiempos de la Unidad Popular. Esta fue
ideada por un opositor a la UP: un ingeniero y empresario que pensó que confeccionar este producto sería una manera de fomentar la individualidad en
contraste con otros vehículos colectivos
que, según él, servían para acarrear masivamente a trabajadores a las fábricas
como lugar de adoctrinamiento. Nuevamente ahí el diseño del objeto responde
a una motivación política. También esta
moto chilena anticipa la externalización
del sistema de producción. Este empresario preveía que, a medida de que se
fueran estatizando muchas empresas,
él tendría que idear un sistema flexible
para fabricar la rueda en un lugar, la
carcasa en otro y así… En este sentido, la
Motochi sirve para explicar ciertas ideas
del sistema neoliberal como la “producción horizontal”. Pero a diferencia de lo
ocurrido en algunos países asiáticos, en
Chile la destrucción del parque tecnológico no permitió ni siquiera esto… La
Motochi también muestra la paradoja de
los industriales nacionales que apoyaron
a la dictadura pero que luego se vieron
desilusionados por el declive industrializador y la importación de productos que
trajo el quiebre de sus empresas.
Así como lo teorizó David Harvey,
el boom inmobiliario es uno de los
principales artífices de la acumulación
capitalista en manos del poder empresarial. Después de tan feroces años de
privatización, ¿cómo revalorar lo público en el mundo de la arquitectura y
del urbanismo hoy en Chile?
P.A.: Las ciudades hoy están al servicio, como dices, de un único objetivo: la
especulación inmobiliaria y la acumulación del capital. ¿Es la arquitectura
un fin en sí mismo para hacer ciudades
habitables o es un medio para acumular
dinero a través de la rentabilización de
los suelos y los edificios? El experimento neoliberal a rajatabla que vivió Chile
trajo repercusiones de largos alcances
que no son fáciles de borrar porque el
modelo no se desmonta tan fácilmente.
En la tensión entre la iniciativa privada
y la ciudad como el lugar de lo público,
quizás haya que reinsertar la noción de
lo colectivo, de lo que implica una visión de conjunto que concierne a todos
sin reducirse solo al Estado. Lo público
aparentemente dejó de ser un valor en
sí mismo y sólo existe como negación,
como ausencia de lo privado. Por suerte los conceptos y los procesos no son
estáticos y siempre se mueven en el
ámbito de la mezcla y la contradicción.
No se puede confiar en que un modelo
se derrumba –como el neoliberal– y es
reemplazado por otro de modo tajante,
sin dejar restos. Esto es super-ideológico
y cae en el ámbito de la fe. Los modelos
descansan en estructuras fuertemente diseñadas que cuesta remover. Los
nuevos estados de lo social y lo político
responden a procesos de hibridación, de
calces y desfases temporales en los que
los aspectos anteriores se van transformando en función de las demandas contemporáneas, pero sin nunca desaparecer del todo.
Ustedes son, apasionadamente, investigadores. ¿Qué márgenes de libertad existen para la experimentalidad
creativa en un ámbito como el de la
investigación universitaria que hoy se
encuentra tan controlado por las reglas de profesionalización del conocimiento aplicado?
P.A.: La historiografía de la arquitec-
“Yo noto un cambio, a la luz del movimiento del 2011, en la
conciencia de los alumnos sobre el rol político de la cultura
material y visual que nosotros enseñamos. Antes pensaban
los objetos desde una dimensión algo más neutral, ahora
se preguntan más por la incidencia de la arquitectura y
del diseño en la vida social del país” (Hugo Palmarola).
Salvador Allende firmando el panel KPD.
sabía usted que: ... La policía odia los cabos sueltos.
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tura tiende a ocuparse de arquitectos
singulares que diseñan edificios únicos.
Entonces las arquitecturas prefabricadas, repetitivas, pese a que se construyeron 170 millones de departamentos
en el mundo con similares sistemas,
quedan en los márgenes de una historia
que tiende a consagrar la idea de autor,
la forma única y original, los rasgos de
estilo. La arquitectura está generalmente
preocupada de considerar el objeto terminado, reduciendo el ciclo de vida de
los objetos –que pasa por el diseño, la
fabricación, la comercialización, el uso,
la reutilización o el desecho– a una noción de pureza formal que tiene que ver
con objetos conclusos (ya sea un departamento KPD o la camilla de un hospital
o un vehículo de transporte). A nosotros
nos interesa contraponer a esta idea de
pureza formal del objeto terminado la
contaminación de los procesos en los
que intervienen la cultura, la política y
los usuarios. A un estudiante de arquitectura, es muy distinto enseñarle un
edificio KPD desde un punto de vista
formal y técnico que transmitir las distintas condiciones de experiencia de los
objetos cuyas historias están envueltas
en confrontaciones culturales y políticas. Por ejemplo, mucho antes de la confrontación visual entre la firma de Allende y la Virgen agregada por la dictadura,
el panel que llevamos a Venecia ya había
sido parte de la operación de desestalinización realizada por Nikita Khrushchev en la Unión Soviética. Se trató de
una operación político/arquitectónica ya
que trataba de suprimir el ornamento
estalinista propio del realismo socialista,
para reemplazarlo por la máxima simpleza de un retorno al constructivismo.
La confrontación política entre Khrushchev y Stalin se resolvió como una confrontación visual y estética. A nosotros
nos interesa mostrarles a los alumnos
cómo la política se materializa en este
tipo de operaciones visuales.
Ahora con Hugo estamos haciendo un
taller integrado con estudiantes de arquitectura y diseño sobre el imaginario
tecnológico, arquitectónico y de diseño
que se traspasó desde la Guerra Fría a
la carrera espacial. Los estudiantes revisan este imaginario en el cine, la publicidad, los cómics de la época. De hecho
la primera tarea es analizar superhéroes,
entendidos como arquetipos cargados
de valores que se traspasan a la cultura
popular y que contienen las disputas
políticas entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Luego les pedimos a los
alumnos que diseñen un superhéroe. La
pregunta que les hacemos a través del
diseño es cómo convertir valores, ideas e
ideologías, en formas arquetípicas.
H.P.: Les pedimos también a los alumnos que estudien naves espaciales, infografías de lanzamiento de cohetes, trajes
de astronautas, instrumentos de medición, etcétera, casos donde el diseño o
la arquitectura se funden en una mirada interdisciplinaria. Este taller sobre
temas de la cultura del espacio es parte
de una investigación más amplia que
estamos desarrollando desde hace un
par de años, un proyecto Fondecyt sobre
infraestructuras soviéticas y estadounidenses de la carrera espacial. En este
proceso, tal como sucedió en la curatoría de Venecia, hay maquetas fabricadas
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Evento en la fábrica KPD pocos meses después del golpe de Estado, con la salida de otro panel del mismo modelo que el firmado por Allende.
“Nosotros no les pedimos a los estudiantes el primer
día de clases que lean cinco libros. Les pedimos
que armen un diorama o que piensen a través de la
fabricación de un prototipo... El pensamiento nunca es
una conclusión que los alumnos sacan de las lecturas y
que después ilustran, sino al revés” (Pedro Alonso).
por nuestros estudiantes, firmadas por
ellos. Hay ahí una dimensión colectiva
del trabajo académico que nos importa.
En los talleres, hemos tratado de fomentar que los estudiantes intercambien
entre ellos el material de sus investigaciones como estímulo a la creación coinspirativa más que como fomento al
liderazgo o la competencia individuales. También hemos intentado que los
alumnos confíen en que pueden hacer
aportes que tengan impacto internacional. En el caso de la investigación sobre
la carrera espacial y la Guerra Fría desde
Chile, hay varias preguntas y argumentos innovadores que han sido formulados por los mismos estudiantes. Estas
investigaciones surgen desde un contexto local (los observatorios instalados en
Chile y América Latina) pero también
tienen proyección hacia problemáticas
internacionales contingentes, como la
reactivación de algunos conceptos de la
Guerra Fría con la crisis en Ucrania o el
acercamiento Cuba-Estados Unidos el
ámbito de la política, o como la reactivación de la exploración espacial con la
cápsula Orión o la sonda robot Philae, en
el caso de la tecnología. En ese sentido,
estamos tratando siempre de dar espacio a lo especulativo en iniciativas muchas veces opacadas por la rigidez del
formato tradicional del rigor científico
de las disciplinas.
P.A.: Investigar es necesariamente
un proceso creativo. En lo que estamos
haciendo ahora, nos interesa ver cómo
el imaginario de los años cincuenta y
sesenta de bases en la Luna o en Marte
está conectado al imaginario de los refugios para la protección antinuclear de
la segunda guerra mundial. Por lo tanto
se trata de un tipo de objeto que no es
fijo o unívoco, sino que se mueve desde
lo subterráneo de la guerra en la tierra
a la conquista del espacio. Es este tipo
de desplazamiento de los imaginarios
lo que nos interesa compartir con los
estudiantes. Tratamos de impulsar esta
dimensión creativa que mencionas con
ejercicios de reconstrucción que tienen
que desplegarse a partir de una hipótesis. La ausencia de información no es un
obstáculo sino un desafío que obliga a
formular conjeturas. Nosotros no les pedimos a los estudiantes el primer día de
clases que lean cinco libros. Les pedimos
que armen un diorama o que piensen a
través de la fabricación de un prototipo.
Hay un pensamiento que está mediatizado por un objeto o una imagen. Este
pensamiento nunca es una conclusión
que los alumnos sacan de las lecturas y
que después ilustran, sino al revés. Leen,
por supuesto, pero no para aplicar ideas
recibidas sino para reforzar la construcción de sus propios argumentos.
N. R: El debate público sobre la reforma
educativa se aplica en querer traducir a normas, procedimientos y leyes algunos reclamos
y aspiraciones (bien o mal comprendidas) del
movimiento estudiantil del 2011. Sin embargo,
los alcances de la palabra “universidad” permanecen sin debatirse pese a que es un significado en disputa que se juega día a día en la
tensión entre ritos institucionales y comunidad
deliberativa, en el rediseño académico de los
programas de estudio, etcétera.
Desde su experiencia en el aula, ¿notan alguna huella transformadora que haya dejado la
agitación del 2011? ¿Se ha modificado en algo el
quehacer universitario, la relación entre estu-
diantes y profesores o la discusión sobre formas
de enseñanza?
H.P.: En la Facultad de Arquitectura,
Diseño y Estudios Urbanos de la Universidad Católica, yo sí noto un cambio
en los alumnos a la luz del movimiento
del 2011: un cambio en la conciencia
sobre el rol político de la cultura material y de la cultura visual que nosotros
enseñamos. Hay una mayor sensibilización cultural en torno a los objetos
que, antes, se pensaban quizás desde
una dimensión algo más neutral. Esta
neutralidad de la mirada ya no la tienen
los alumnos y se preguntan con mayor
profundidad por la incidencia de la arquitectura y del diseño en la vida social
del país. Esta nueva energía corre en lo
político y en lo teórico. En el caso de
la Escuela de Diseño, entre profesores
y alumnos se desarrollan hoy, por ejemplo, proyectos de diseño que tienen que
ver con nuevas redes de infraestructura
urbana para ciudades inteligentes, diseños para la participación ciudadana
y trato al usuario en el Ministerio de
Salud, máquinas purificadoras de agua,
tipografías para mejorar notaciones y
aprendizaje en matemáticas, infografías sobre el cambio de constitución,
etcétera... Son proyectos que recuperan
el vínculo con el contexto tecnológico
del país, pero sobre todo recuperan el
rol e interés público del diseño y la responsabilidad en torno al impacto de la
cultura material y visual en proyectos
socialmente relevantes. Esta mayor
toma de postura cívica y política a través de la arquitectura y el diseño, recibe
la influencia del movimiento estudiantil como un aporte notable.
sabía usted que: … Paty Maldonado y Lucho jara se comen la parrilla programática.
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