APORTACIONS A LA TEORIA I A LA HISTORIA DEL TEATRE Sol Picó a Improvisaciones (Tres señoras). Coreografía: Sol Picó. Sitges Teatre Internacional, juny de 1999. (Fo tografía cedida pel ST/) o iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii 212 =iiiiiiiiiiiiiiiiiiii ssaig de Teatre continua amb la voluntat de compilar els millors textos de Ricardo Baeza. Tot mirant de retrobar les aportacions del gran crític, també hem pensat que cal parlar del gran autor Jacinto Grau, tan incre"iblement oblidat pels teatres públics i privats del nostre país. Jacinto Grau (1877-1958) és un deis casos més flagrants d'injustícia comesa pels repertoris deis teatres públics de l'Estat espanyol. Tothom esperava que, amb I'arribada de la democracia, tota una serie d'autors completament oblidats pel franquisme serien recuperats pels teatres nacionals o potser pels privats. No ha estat així i Jacinto Grau, com Max Aub, han estat els casos més inacceptables d'omissió. L'article de Baeza pot ajudar a replantejar aquest problema, com també pot servir de recordatori de les aportacions de Gabriele D'Annunzio. Una certa crítica italiana, i especialment la universitaria, sembla que esta interessada cada cop més a recuperar aquest autor tan controvertit. A Quant a altres preocupacions, el fet de recordar que el teatre, en un moment de domini del teatre comercial, també és una institució moral, pot tenir un gran element orientador de consciencies sobretot pensant en els joves creadors teatrals. Aquests darrers anys, el mite de Don Juan ha tornat a estar molt present als escenaris nacionals i internacionals. Malauradament per al teatre, una de les millors lectures del mite no s'ha produ"lt en I'ambit de les arts esceniques, sinó que ha estat la feta per I'escriptor i director cinematografic Gonzalo Suárez. Ens referim al seu film Don Juan en los infiernos. Pensem que I 'entrevista de Reyes Lázaro pot dur molts elements de coneixement que ajudin a desentranyar el misteri del mite de Don Juan i les seves repercussions en la modernitat. EL "CASO" GRAU Per RICARDO BAEZA 11 Article publicat al diari El Sol el 6 de novembre de 1925 s corriente en países de escasa cultura o de cultura impopular que el hombre de ciencias sea más conocido y estimado en el extranjero que en su patria por el simple motivo de la mayor aplicación en aquél a las disciplinas científicas. Y cosa parecida suele ocurrir con músicos, pintores y escultores, debido a la universalidad de su medio expresivo. E Pero con un escritor ya es cosa muy distinta, por la misma razón del vehículo de su actividad: el idioma, que circunscribe el área de su liza, y hace su lucha y gloria más difícil. Es más: el triunfo y la difusión en los demás países hállanse inexorablemente subordinados a la victoria en el propio. Solamente después de haber alcanzado cierto nivel en la estimación de sus compatriotas logrará la obra de un escritor virtud suficiente para trasfundirse en otra literatura, máxime si el país de origen goza de tan escaso predicamento en el mundo de la cultura como España en su momento presente. y si esto acontece con el libro, ya se comprenderá que la dificultad ha de subir de punto tratándose del teatro, en donde, por ser mayores la ganancia y la nombradía, la rebatiña es también más encarnizada y más prohibitivos los aranceles que protegen la industria nacional. A tal extremo, que son muy contados los autores que, aun popularísimos en su patria, consiguen subir a la escena fuera de ella -con la excepción de Italia, que por razones bien obvias ha venido siendo el único mercado extranjero para nuestra producción dramática-o Y si fuéramos a examinar los pocos ejemplos españoles que podríamos traer a cuento nos encontraríamos, cuando no con el poderoso reclamo de un gran premio internacional, con el no menos conspicuo del color local, que hace caer ciertos éxitos dentro de la espagnolade y de la moda. Por lo expuesto, y a poco que se piense en ello, comprenderáse lo extraño del "caso" Grau, que pone una vez más sobre el tapete su reciente estreno en Praga. El caso del Sr. Grau es, en pocas palabras, el de un autor excluído de los escenarios españoles, desconocido de nuestro público y pasado en silencio, cuando no denigrado, por nuestra crítica, que comienza a ser atendido y buscado en el extranjero, admirado por los espíritus selectos y admitido por las organizaciones teatrales de más exigente criterio. No creo me contradiga nadie si afirmo que, entre nuestros autores de cierto fuste, el Sr. Grau es el menos conocido y el más impopular de todos. iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii 215 iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii Con una rara unanimidad, en la que sería difícil hacer la justa parte de la actuación personal y del sino adverso, el señor Grau ha sabido concitar en su contra a cuanto bulle en nuestro mundo de la farándula y de las letras, sin distinción de clases ni categorías. La única diferencia es que, mientras el currinche aventaba rotundamente su dicterio, sin temor a responsabilidades, el intelectual, con más conciencia de la suya, fingía ignorar la obra del Sr. Grau, o la ignoraba efectivamente y, ante la posibilidad de tener que reconocer su merecimiento, prefería seguir ignorándola. Sin embargo, no faltaban también intelectuales, y aun de los de más cascabeles, que no rebozaban su franca censura; y todavía recuerdo a uno de nuestros más distinguidos juzgadores asegurarme, con su acento más europeo, que el Sr. Grau era "un indo-ta-do". En suma: que nuestro autor no tenía otros aficionados a su obra que un puñado de "inocentes", en general ajenos a la literatura y dispersos aquí y allá, con la osadía necesaria para juzgar por cuenta propia. Baste apuntar, como dato expresivo del aislamiento de nuestro autor y del lamentable personalismo que informa nuestras costumbres literarias, que, durante largo tiempo, ha venido significando al que esto escribe, más que su obra personal, su solitaria apología de la obra del Sr. Grau, atribuyéndose indefectiblemente, como es uso de nuestro medio literario en esos casos de defensa de lo ajeno, a razones de amistad personal la admiración expresada. Pero, nos preguntamos nosotros, ¿por qué no admitir la espiritualidad ajena y, en vez de pensar que si éste admira a aquél como artista es porque lo quiere como amigo, no pensar que si lo quiere como amigo es porque lo admira como artista? Sea lo que sea, huelga decir que la asociación de mi humilde persona a la causa de Jacinto Grau no ha sido para mí sino motivo de honra, y que, a pesar de los años trascurridos, mi adhesión continúa la misma. Por otra parte, es indudable que el número de los admiradores de la obra del Sr. Grau irá creciendo a la par que su triunfo, y ya puede presentirse la conversión de algunos. El "caso" Grau es sumamente complejo, y sería instructivo investigar su formación. Suele asegurarse que la actuación personal del autor, su carencia de arte mundano, su incapacidad para trastear las vanidades ajenas y compadrear con los geniezuelos que pululan en camerinos y saloncillos, es la causa casi única del veto de empresarios y cómicos a su obra. No es cosa de examinar aquí qué hay de cierto en la especie y hasta qué punto la actuación individual del autor y la "leyenda Grau", tan popular en el mundillo de entre bastidores, hayan contribuído a la repulsa de su obra; por ello, sobre probar lo que antes apuntábamos: el ambiente de sórdido personalismo y falta de objetividad en que se desenvuelve nuestra vida literaria, no bastaría a explicar el fracaso. De ajustarse realmente las obras del Sr. Grau a nuestro medio teatral, habríase pasado por encima de esas consideraciones personales, de haberlo corroborado el éxito, lo que hoy pasan por impertinencias y torpezas habríanse tomado como genialidades y donosuras. iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii 216 iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii Para hacer claramente asequibles las verdaderas causas de esa repulsa precisaríase un análisis de la obra del Sr. Grau, a que no podemos entregarnos ahora, y que mal cabría en los límites de un artículo. Pero ahí están los libros, para el curioso. Léanse, y pásese luego revista a nuestros escenarios y comparsas. Y se comprenderá inmediatamente la razón genuina y profunda: la falta de acomodación del teatro del Sr. Grau a nuestra organización teatral, responsable de cuantas torceduras se suelen achacar al público. y es que la diferencia cardinal que separa el teatro del Sr. Grau del de sus coetáneos españoles es que, en tanto que éstos producen con un criterio práctico, ajustándose a nuestras posibilidades teatrales y aun, señaladamente, para talo cual compañía o comediante, aquél escribe con un criterio ideal, refiriéndose exclusivamente a su inspiración y a la ancha pauta del teatro universal. Y de ahí que casi ninguna de sus obras pueda ser llevada realmente a la escena en España, y de ahí que, o bien continúen sin estrenar, o bien lo haya sido en tales condiciones de inferioridad que el público no pudiese siquiera percibirlas. Y no es que no tengamos excelentes actores, no; pues en realidad los tenemos tan buenos como cualquier país. La culpa es de la organización teatral, que, con buenos actores, hace malas compañías, sin dirección ni gobierno, abandonadas a su propia inepcia, y que, por ley natural, tienen que acogerse al más adocenado repertorio, imposibilitadas como se hallan para empresas de mayor cuantía. (Pero éste es un tema tan delicado y tan importante para la vida cultural de un país que sobre él hemos de volver próximamente, con todo el ahínco que requiere, examinando los diversos factores del problema). Sin embargo, y pese a este formidable dique levantado por la apatía y la falta de juicio de los unos y la envidia y la mala fe de los otros, la obra de Jacinto Grau ha comenzado a abrirse cauce fuera de su país. Hace dos años, su teatro, apadrinado por André Suares, el más hondo espíritu que, a nuestro entender, hoy tiene Francia, y traducido, no ya por un traductor cualquiera de profesión, sino por tan fino letrado como Francis de Miomandre, hacía su aparición en uno de los teatros parisienses de vanguardia, L' Atelier, de la mano de Charles Dullin, el émulo de Copeau. El señor de Pigmalión era la obra escogida; pero El Conde Alarcos aparecía ya anunciado en carteles (y publicado anteriormente en Les Ecrits Nouveaux) y debe, muy en breve, seguirle. Como es natural, no faltó por aquí Tío Paco (el mismo Tío Paco escapado de la ménagerie de Pigmalión) que rebajase el hecho, ni quien quisiera convertir en fracaso lo que había sido un éxito positivo, aunque de radio restringido, como corresponde a estos teatros de arte. Y que fué tal éxito bien lo dice su repercusión en Praga, donde ha sido estrenado a principios de septiembre en el Teatro Nacional, que no es sólo el primer teatro de Checoeslovaquia, sino también una de las entidades teatrales más importantes del mundo, donde sólo se montan grandes obras de repertorio universal antiguo y moderno, y cuya actividad ejerce una marcada influencia en todo el teatro centroeuropeo, con un poder de difusión que muy contadas organizaciones teatrales alcanzan. ______ 217 __iiiiiiiiiiiiiiiiii El estreno de El señor Pigmalión, puesto en escena por el famoso Josef Cápek e interpretado por Václav Vydra y por Jarmila Kronbauerova, los dos célebres actores checos, ha constituído un éxito señaladísimo, a juzgar por informaciones amigas y por la prensa de Praga; y más aún por el hecho de haberse anunciado inmediatamente para el mes de enero el estreno de El Conde Alarcos en el Teatro Municipal de la misma Praga. Aparte de esta conquista de Checoeslovaquia (con la particularidad, si no nos equivocamos, de que El Señor Pigmalión es la primera obra de autor español contemporáneo que presenta el Teatro Nacional), anúnciase para esta temporada obras del señor Grau en Alemania, Holanda y Polonia; Pirandello incluye el Pigmalión en el repertorio de su Teatro de Arte; "el hijo pródigo" es traducido al italiano y al inglés, y se gestiona su estreno en Nueva York. .. Tal es la situación teatral presente del Sr. Grau, negado y renegado entre nosotros, olvidado de críticos y proscrito de cómicos, con buena parte de su obra inédita y casi toda ella ignorada del público. Es un hecho, désele el alcance que se quiera, que la obra del Sr. Grau comienza a difundirse rápidamente en el extranjero. Y ello sin premios sonados, ni aliño de "españolada", ni influencia alguna que no sea inherente al valor de la obra, a su sola categoría artística. Por mucho que se intente paliarlo, el hecho es que esta difusión se debe exclusivamente al mérito intrínseco de la obra. Piensen lo que quieran de ella nuestros currinches y nuestros intelectuales, la realidad es que unos escritores extranjeros han encontrado hermosa la obra y la han traducido, unos actores extranjeros la han encontrado hermosa y la han representado y un público extranjero la ha encontrado hermosa y la ha aplaudido. Queda sólo por ver, pues, el provecho que de esta lección que nos dan los de afuera sacarán nuestros escritores y nuestros actores, y qué resultado tendrá ello para nuestro público, que, en medio de las culpas de unos y de otros, continúa siendo el único inocente, la desventurada víctima expiatoria. ¡;¡¡¡¡¡;¡¡¡¡¡;¡¡¡¡ 218 ¡;¡¡¡¡¡;¡¡¡¡¡;¡¡¡¡