SOBRE LA POESIA y LA ESTETICA DE LOPEZ VELARDE

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Raúl Leiva
SOBRE LA POESIA
y LA ESTETICA DE
LOPEZ VELARDE
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El 19 de junio de este año se cumplen cincuenta años de la muerte
del gran poeta mexicano Ramón López Velarde, ocurrida en 1921;
había nacido el 15 de junio de 1888 en Jerez, del Estado de
Zacatecas. Una pequeña ciudad de provincia (en la actualidad
apenas si llega a los 16,000 habitantes) fue la cuna del hombre que
estaba llamado a forjar un nuevo lenguaje poético, afín, por su
intensidad y desnudez, a las grandes corrientes universales del
simbolismo. Fue, pues, Ramón López Velarde quien sacó a la
poesía mexicana del ámbito superficial y retórico del modernismo,
incorporándola al latido ecuménico del lirismo contemporáneo.
I. Raz'ces de la poes¡(¡ contemporánea
Exploremos, así sea brevemente, de dónde arranca la poesía
contemporánea, no sólo mexicana sino mundial. Indudablemente,
fue Edgar Allan Poe (1809-1849) uno de los poetas y críticos que
más hizo por dilucidar su naturaleza, por aproximarse a su
misterio. Tanto su poesía como sus importantes textos de crítica
literaria ayudaron en la trascendental empresa de hallarle un rostro
a la poesía, una dirección a su tentativa creadora. Para él, antes
que su significado lo que importaba era su misterio, o lo que él
llamó su suggestive indefiniteness 01 meaning. Torturado por los
torpes oleajes de una sociedad mercantilista y hostil, Poe no fue
comprendido en su tierra y su propia y fecunda influencia sobre el
idioma inglés tuvo que llegar de manera indirecta: primero determinó el rumbo de lo mejor de la poesía francesa del siglo XIX en
tres generaciones (Baudelaire, Mallarmé y Valéry) como lo ha
señalado lúcidamente el crítico inglés C. M. Bowra en su ensayo
The Background of Modern Poetry;l estos grandes poetas hallaron
en la estética del autor de The Raven la noción de lo que la poesía
debía ser. Les proporcionó una teoría que quebró las restricciones
del verso francés, dándole una atmósfera de misterio y de asombro
que estaba más allá del alcance de sus grandes clásicos. La lógica
francesa (según lo ha dilucidado este sabio y poderoso crítico que
es Bowra) vio en las doctrinas poéticas de Poe una correcta
deducción de premisas auténticas, pues la tarea de la poesía no
consiste en comunicar datos sino en crear un efecto espiritual; por
lo tanto, debe emplear todos los medios a su alcance para hacer
que éste sea vívido y poderoso. Al través de los grandes poetas
franceses ya mencionados, cuya influencia ha sido mundial sobre el
destino de la poesía contemporánea, y al través de los escritores
ingleses que lo amaban y estudiaban, Poe, puntualiza Bowra, ha
regresado al idioma en el cual escribió. Fue Baudelarie, no hay
duda, quien descubrió a Poe. El reconocimiento universal para sus
impares méritos vino después de las extraordinarias traducciones
realizadas amorosamente por el autor de Les fleurs du mal. La
poesía contemporánea le debe a Poe muchas de sus inesperadas
adquisiciones: su amor a las insinuaciones y sugestiones, su experi-
mentación con palabras poco usuales y ritmos desusados, su
renuencia a decir cosas complejas de una manera plana. 2
La dialéctica desnudez expresiva de Poe alimentó el ámbito de
los mejores poetas del postsimbolismo, en varios idiomas: George,
Yeats, Rilke, Valéry, Blok, etcétera; y en nuestro idioma: Bécquer,
Martí, Silva, Unamuno, Antonio Machado, González Martínez y,
decididamente, López Velarde. En el ámbito mexicano el autor de
Zozobra fue un innovador, no hay duda; pero, desde el punto de
vista mundial, seguía, prolongaba las grandes directrices del simbolismo y del postsimbolismo.
Como lo expresó Bowra en otro de sus grandes textos esclarece·
dores, The Heritage 01 Symbolism, 3 estos poetas fueron capaces de
propagar un encantamiento, de crear una impresión duradera en el
lector, de forjar un efecto. Como ocurrió en Mallarmé, la obra de
estos líricos es capaz de crear un estremecimiento por medio del
lenguaje. Crean en los lectores. un estado complejo en el que el
significado no lo es todo. Nunca han creído que el silencio sea
más expresivo que el canto. Aceptan el hecho de que las palabras
poseen un significado, es cierto, pero saben trascenderlo. Creen,
asimismo, que la poesía debe transformar al mundo, y que es el
espíritu de la canciún y de la música el que debe organizar las
nuevas sociedades. Demuestran que los seres y cosas que pueblan
la fértil realidad poseen un significado en sus asociaciones y
relaciones. Como lo expresó Baudelaire, en el mundo, en la
creación, todo se corresponde. La poesía, en sus manifestaciones
dinámicas, debe ser un poder que transforme a todo el universo.
Todo esto les ha dado a los poetas fuerza y confianza en sí
mismos: se han sentido a gusto en su labor y en un mundo al que
se sienten capaces de transformar. El poeta debe poseer suficiente
libertad para ser él mismo: sólo así podrá crear su arte conforme a
sus propias ideas, sin sacrificar nada ante la opinión pública. Puede
madurar sus dones y hallar, experimentalmente, todas aquellas
posibilidades que sea posible realizar. Puede concentrarse en su
técnica hasta que realmente le satisfaga. Para Bowra, en una época
en que muchos escritores echan a perder su obra por escribir de
acuerdo con la mentalidad del público, los poetas han logrado
conservarse intactos. Asimismo, han mostrado que los temas
políticos, como tales, no siempre están aliados con la poesía: lo
que importa es el tratamiento que se les dé. Si éstos están de
acuerdo con el mejor arte del poeta, podrán rendir su propio
efecto lírico.4
11. El ensayo de Xavier Villaurrutia
Al poeta y crítico mexicano Xavier Villaurrutia (1903-1950)
debemos el contar con un ejemplar y lúcido ensayo que contribu·
yó, en gran manera, a revelar bajo una nueva luz la magnética y
fascinante personalidad lírica de Ramón López Velarde. Lo intitu-
ló "Ramón López Velarde", incluyéndolo en su colección de
trabajos Textos y pretextos (literatura, drama y pintura).s Este
ensayo de Villaurrutia deslindó, en forma penetrante, el misterioso
y esencial mundo lírico del autor de Zozobra.
Villaurrutia fue de los primeros en intentar, al través de un
silencioso diálogo con la obra del jerezano, una elucidación que
mostrara la plenitud y originalidad de una poesía que antes sólo
había sido examinada en sus aspectos superficiales de catolicidad y
provincianismo. En sus días de adolescencia, Villaurrutia conoce
personalmente a López Velarde y queda deslumbrado ante su
sencilla y misteriosa personalidad. Nos habla de su cara de color
moreno claro (anotemos, de paso, que el autor del El minutero
siempre estuvo totalmente consciente -como sor Juana- de su
mestizaje, de su ser de mexicano en donde las vertientes de lo
indígena y lo hispano se fundían en una nueva realidad) y de sus
grandes manos de un dibujo muy preciso y muy fino. En ese
entonces. Villaurrutia escribía una poesía de tono simbolista y,
naturalmente, había comenzado a admirar y a estar influido por la
obra poética de quien nutría su lirismo en parecidas vetas de
misteriosa transfiguración de la realidad. De los simbolistas había
tomado la atmósfera vaga y musical, su vaga emanación, su
perfume lejano, la conciencia de que la inspiración es hija del
trabajo cotidiano, como lo acuñó Baudelaire, maestro de él y de
López Velarde. Le mostró algunos de sus primeros versos al autor
de La sangre devota y éste mostró interés en uno de sus hallazgos:
bruñe cada racimo, cada pecosa pera. Y era natural, pues ese
alejandrino ya mostraba esencias de agudo análisis y de certera
observación que le eran familiares a quien había iniciado en
México, junto a González Martínez, una nueva época poética con
su lenguaje sin mancha. Tres años más tarde, en 1921, cuando
López Velarde muere a la edad de 33 años (el joven ViIlaurrutia
ten ía apenas 18 años), expresa que sintió "un momentáneo choque
interno. y luego nada más". Así, sin retórica, sencillamente, nos
narra su dolor.
Al examinar la poesía de López Velarde, Villaurrutia expresa
que aquél lograba, "por medio de una acomodación buscada y
calculada, expresiones imprevistas". Ese calcular también es de
nítida esencia baudelaireana. No lo adrnira ciegamente, porque
considera que eso sería una forma de injusticia; lo ve en su
desnudez esencial, en su lirismo poliédrico, irregular y complejo.
Los prosélitos de Ramón López Velarde -dice- han contribuido no poco a desvirtuar la personalidad del poeta y a simplificar de una sola vez, injustamente, los rasgos de una fisonomía
llena de carácter, cambiante y móvil. He dicho sus prosélitos y
n,o sus discípulos, pues creo que Ramón López Velarde, poeta
sm descendencia visi,ble, no ha tenido aún el discípulo que
merece.
Ese enfoque, como todos los de un crítico tan notable, es justo
y continúa conservando su vigencia. Más tarde se hace las siguientes preguntas:
¿La complejidad espiritual de la poesía de López Velarde es
real y profunda? ¿Fue necesaria la oscuridad de su expresión?
¿Su inesperado estilo fue el precio de su voluntad de exactitud,
o solamente de su deseo de singularizarse? ¿Las metáforas de
su poesía eran rebuscadas o inevitables? 6
A más de tres décadas de haber sido escrito ese ensayo tan
esclarecedor, nosotros respondemos a su inquirir de la manera
siguiente: su complejidad era real y profunda porque fue el
resultado de su ser dual, oscilante entre las fuerzas tremendas de lo
sagrado y lo luzbélico; su expresión no fue nunca oscura: lo
fueron, sí, las sensibilidades romas de la mayor parte de sus
contemporáneos, incapaces de adentrarse en su luminoso universo
poético, dueño de un lenguaje insólito; sí: su inesperado estilo fue
el precio de su voluntad de exactitud (herencia de Poe y Baudelaire, como de los posteriores simbolistas y postsimbolistas), y no de
un simple deseo de singularizarse; y finalmente, las metáforas de
su estilo eran inevitables, porque al través de ellas sintetizaba,
espléndidamente, su agudo sentido de las correspondencias inesperadas entre los seres y cosas que pueblan la cóncava, inabarcable
realidad.
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Con su singular penetración, Villaurrutia explora la poesía de
López Velarde, y a propósito de su libro primero, La sangre
devota, expresa que ésta, la sangre, no siempre es devota: "Esta se
turba, se entibia y aun cede ante el impulso de una corriente de
sangre erótica al grado que por momentos llegan a confundirse, a
hacerse una sola, roja, oscura, compuesta y misteriosa sangre .,,7 y,
luego, este categórico deslinde: "Nunca este poeta está más cerca
de la religiosidad que cuando ha tocado el último extremo del
erotismo, y nunca está más cerca del erotismo que cuando ha
tocado el último extremo de la religiosidad."s
Para VI1laurrutia, los sentimientos que se muestran en la obra
de López Velarde no son nunca simples. Está claro: los simples
eran sus lectores iniciales, no aptos para adentrarse en su cosmos
devorante. El crítico al que estamos analizando se apoya en un
filoso pensamiento de André Gide: "lo único que permite creer en
los sentimientos simples es una manera simple de considerar los
sentimientos." A continuación, explora la indudable influencia de
Baudelaire sobre López Velarde, y sostiene que no es la forma lo
que el mexicano toma del autor de Mon coeur mis iJ. nu, sino su
espíritu, el cual le sirve para descubrir la complejidad del suyo. Las
afmes atmósferas y obsesiones de Baudelaire las reconoce como
propias.
Lúcidamente, Villaurrutia reconoce que "el amor a lo decorativo por lo decorativo, que es vicio de la poesía 'modernista', no
aparece, por fortuna, en la poesía del mexicano López Velarde".
Exacto. Sobre este categórico antimodernismo del poeta haremos
amplia referencia más tarde. A continuación sostiene que, como a
todo buen poeta, a López Velarde le quedaba el recurso de hacer
pasar los nombres por la prueba del fuego del adjetivo:
... de ella salían vueltos a crear, con la forma inusitada,
diferente, que pretendía y muy a menudo alcanzaba a darles.
Recobrando una facultad paradisíaca, diose, como Adán o
como Linneo, a nombrar las cosas, adjetivándolas de modo que
en sus manos los párpados son los "párpados narcóticos"; la
cintura, "la música cintura", y el camino, "el camino rubí".
Fue así como se convirtió en el creador, en el inventor de
expresiones, de "flores inauditas".9
La autorizada palabra del gran poeta y notable crítico que fue
el autor de Nostalgia de la muerte, situó en el justiciero lugar, de
una vez por todas, a un hombre que, surgido del más humilde
origen, impulsó a la poesía mexicana por la senda de lo más vital y
característico de lo contemporáneo. Fue el creador, en este
ámbito, de una nueva lengua poética, devolviéndole a lo lírico su
intimidad, sus esencias más desnudas y duraderas. Históricamente,
y a escala mundial, más allá de las simples exaltaciones parroquiales, su sitio está al lado de las voces más puras de la poesía
simbolista y postsimbolista. Y es así porque no le preocuparon las
doradas superficies, la pompa y joyería barata de un modernismo
que, surgido del subdesarrollo cultural, trató de cubrir con cortinas
de humo la tragedia viva de nuestros pueblos. López Velarde, al
contrario, ahondó en nuestras esencias, sacó a flote conflictos que
son de todos, puso al desnudo un alma colectiva que, desde su
palabra imantada, alzó el vuelo de lo nacional hacia lo universal.
Ese su mérito.
Desde lo simplemente católico y lo accidental de su ser
provinciano (y notemos que los mejores poetas de México han
nacido en provincia: sor Juana, üthón, González Martínez, Pellicer, Gorostiza, Huerta, Chumacero, Bonifaz Nuño, Sabines) López
Velarde elevó su lenguaje -terso, transparente, plástico, húmedohacia lo intemporal. Sus preocupaciones fueron las de un hombre
de nuestro tiempo, crucificado entre los vientos contrarios del
erotismo y la religiosidad, como tan notablemente lo dilucidó
nore.
Gl'lICiM .... , Porque alt.rgute buta la cuna
RÚ>ltiCa J pobre tu Tayo de luna ..
y le puÑllte letra .1 pertinu
Cl.atico dfJ l. luenu abandoMd.
Que sinti6 k» ~"igm.u de tu faz
E• .., propio miatefio reflejad..
Por !oH pocmllll qUI: oon miel dI!
A"I.ll.'l<'tulllmll-mellljl'lenpenitenda_
Y<lOlllOlMrnonjil",IIJr~
Hudenllm.irnYll&.beoaindul«eocitl.
Portus~t.ln_bnJ.'.('OnKl
...... mulitae del ~ que en c1.1omo
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(jltemutoe • la Retlric:a. _ JudM,
Ea jubilom 5ábedo de GkJN ..•.•
Entnl~otrl:UIdeoro,pU:ta.
Dejudo ofr lo boDU.ere-lti
YeIlCeDdie.io_l_cleooba..
~ ,~tu tmpetu de
Y<kchi",~tu.~
••
V•
En la poesía mexicana, la obra de Ramón López Velarde es,
hasta ahora, la más intensa, la más atrevida tentativa de revelar
el alma oculta de un hombre; de poner a flote las más
sumergidas e inasibles angustias; de expresar los más vivos
tormentos y las recónditas zozobras del espíritu ante los
llamados del erotismo, de la religiosidad y de la muerte.
VI _
huacalfs,
prilaiciu fru~
Porque entre a1bb oortioee 'J ftlW i'loret
y nanajasooD .....
y donde arm. laJ vea, ah_ beata
Pero aierD!lft jJOIoN.. en l. OportUDll
Med"nocbe. blJfP mi,.Je. 000 18 plata
tu
De tu jarcHn y l;el1DÍDada dll..
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En la parte fmal de su excelente ensayo, Villaurrutia reconoce
lo siguiente:
huta nueslnI aiñu..
FrqllJl1.ft 'J jU(OMa
Pueal'1onc:eeo~del!lllp!!l'Ua
De la PltriIIl. 1"10 oodle llWIItril,
CUUMIo en .ntieat.e ('Il)f"D&)DOpi . _
Tu cohete de hu 111 pedreN .•.•
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chtno,
!ttd en tu bnlJ.nte;1In'O
Dcl'1onlcidoy~buro,
BriD~iaelriantepoesúo. . . . 1
JACULATORIA
Ullll;f'Ocirioeniaaombrallonyllrde
YaJd'J:DOI"de"pnte~
Por H . .... y entre murmullos Mirre-
Que.~~.diYio.l.
De "U8piroa.
Oro. llueye, como lIi de.Ie el cie&o
Por darnoa Iu. el pedre J~~
Anoj.,. kl8 uwo. • tu dudo!
Dioe unll yoz.J /iniroocobllrdr.:
"QlIélristellerálatanle
CUlndo. MéDco ~
Sin vera L6pe.z Velarde...... 1
de UllDloA '1 de pN!OM
JNi JIIIUI TtÚúuú.
Xavier Villaurrutia. Ser agónico y existencial que supo mostrar en
su poesía la situación conflictiva del ser de nuestro tiempo,
estremecido por los oleajes de la angustia y la insatisfacción
cósmica. Su drama es el del hombre que supo vivir su tiempo
(como César Vallejo) con intensidad e insatisfacción. Por eso nos
conmueve, por eso su obra, al comunicarse, al realizarse en el
lector de hoy, hace que la compartamos como propia.
IlI. El libro de Phillips
Uno de los principales estudios consagrados a la obra de Ramón
López Velarde es el de ABen W. Phillips, intitulado: Ramón López
Velarde: el poeta y el prosista. ¡ o Aun cuando carece de la
intensidad crítica de Villaurrutia, este autor estudia en los siete
capítulos de su obra la vida del poeta, sus ideales estéticos, su
concepción de la vida (temas y tonos), sus procedimientos imaginativos, su lengua, y finalmente, su prosa. El volumen trae un
prólogo de Francisco Monterde.
En la introducción, Phillips reconoce que López Velarde dejó
honda huella en la lírica contemporánea con una obra tan intensa
como breve, y que supo abrir nuevos horizontes después de la
liquidación del modernismo. Así es. Según este crítico, el modernismo corresponde, cronológicamente, a la dictadura porfiriana; la
literatura contemporánea, a la época de la revolución. Al hacer
LA SUAVE PATRIA
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Yoque.slocaathdeleUlflÚlÍUo
pertit.un del Intimo decoro.
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IV. López Ve/arde: antimodernista
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s.a..,,, PaLn.: tu l'llMI Wda\Ú
referencia a Gutiérrez Nájera (1859-1895), Phillips nos dice que
este poeta logró expresar, en versos elegantes y aristocráticos, la
esencia romántica, combinándola con una perfección formal y una
musicalidad muy modernista. Otro poeta importante, Manuel José
Othón (1858-1906) aparece todavía más alejado del modernismo.
Su poesía, de tipo clasicista, sabe recrear el sentimiento del paisaje
mexicano.' "Su visión de la naturaleza no es de ninguna manera
impersonal; se instala directamente en el campo, y representa las
escenas campestres con toques impresionistas, insuflando en ellas
su propia intimidad en un continuo intercambio emocional." En
cuanto a otro de los poetas que poseen una real significación como
antecesores de López Velarde, Enrique González Martínez
(1871-1952), Phillips reconoce que este lírico creó una poesía de
introspección (contraria a la línea estética del modernismo) que
apuntaba siempre hacia dentro. "Carece de los efectos deslumbrantes que nos asombran en la obra de Daría, de Lugones, y de
Herrera y Reissig, puesto que su inspiración brota de la contempla·
ción seria y sostenida de la vida interior del hombre y de las
cosas." Como se sabe, el mérito histórico de González Martínez
consiste en haberle torcido el cuello a la elocuencia hueca del
modernismo.
Ya sobre López Velarde (1888-1921), Phillips afmna que este
poeta no se detiene nunca en las superficies y que su trayectoria
presenta dos vertientes: una subjetiva y otra objetiva'; "la primera
lleva hacia lo interior de su alma, y la segunda, hacia lo más
esencial de su circunstancia mexicana. Así profundiza dramática·
mente en lo más hondo de su propio ser y, cuando se exterioriza
un poco, ahonda en la médula de su patria, para evocarla, no en lo
que tiene sólo de típico, sino en toda su más recóndita intimidad".
A López Velarde lo ve Phillips como dueño de toda una
tradición literaria: parte de la herencia cultural para superarla y
afirmar su propia personalidad poética. "Adelantándose a los
nuevos conceptos del arte, su obra todavía guarda un aliento de
actualidad, una permanencia a través de las sucesivas promociones
estéticas, tanto más sorprendente cuanto que López Velarde murió
a los treinta y tres años de edad."¡ 1
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En su lirismo esencial y antimodernista, Ramón López Velarde nos
descubre un nuevo mundo poético. Su lenguaje no se preocupa de
las lustrosas superficies ni de las orquestaciones altisonantes, sino
que al través de finos matices, de sugerencias y símbolos, recrea
una realidad propia (en su primer libro principalmente la de la vida
en provincia) antes no considerada como auténtico material para la
poesía. Una realidad sencilla y cotidiana él la transfigura, y al
recrearla, ensancha los territorios de la lengua lírica inyectándole
vida e intimidad Uno de los primeros críticos que supo ver con
EL MENDIGO
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Soy el .-filo c:olomioo y mi iDopia
de lOdoo loe . - ayuDOl JIOIlIil-"I. lo
mi a/ma y mi came lrSuIaa ...... a - del mar y al limuIac:ro aR1 do loe - .
El Cll«YO ~ que . - a1..,ata
.ueIa por mi tobaida liD dajanDe .. poo,
ollO cuervo tzantporIa .... 1Ior iDaodita.
ollO lIoYa ea el piro a la mujar de AcI6n.
Y sin verme siquiera, 101 tza caer'fOI le "fd,
Proaigue ~ mi pupila famlli<a
más panes y más lindas mujfno Y mM .....
en el baodo de "'«VOl que .. lo jomoda oIIioa
"" picos atavía con las ~ ~
y eociml de mi sacro apetito DO t.ja. .
oino uo pétalo, uo riJo pr6luao..... - -
Saboroo mi brima bols6cIita. y ....
mi oed la criataIina -.¡p do la_lO,
Y la pródiga vida .. _
'" el faIoo •
r...., y... el ..pIicio de mi homhnl_
como UDI oomuropia le vuelca .. UD eedüo.
Da "TA:tJIn,"
hondura la significación de la poesía de López Velarde fue Jesús
Villalpando, quien en un artículo sobre La sangre devota, titulado
"Un libro integralmente personal",12 dijo:
... sencillez en el vaciado de las emociones, desfallecimientos
aparentes de estilo y rarezas perfectamente explicables dentro
de él, descuido de los preciosismos de la forma para que el
pensamiento luzca en toda su pureza salvaje y primitiva y, sobre
todo, la indisoluble amalgama del amor y la sensualidad y el
sentimiento estético religioso en un fondo de almas y cuadros
provincianos.
En este primer libro de López Velarde, Villalpando reconoció
que por su unidad de concepción, se trataba de un solo gran
poema. En lo que faIla es en decir "descuido de los preciosismos
de la forma", cuando era todo lo contrario: sumo cuidado en no
caer en la retórica gastada del modernismo.
En el segundo libro de López Velarde, Zozobra, publicado en
1919, dos años antes de su temprana muerte, el gran poeta ahonda
en su drama espiritual y abandona un poco los temas de provincia.
Como lo han advertido la mayoría de los estudiosos, este libro
encierra sus mejores cantos y señala un evidente progreso estético
y estilístico. En esos días, Enrique González Martínez ya señala en
una nota bibliográfica que López Velarde pose ía una emoción
delicada y profunda, unida a la imagen nueva y la expresión
atrevida. Además, notaba el desprecio con que el poeta veía ciertos
halagos de la música exterior del verso, cosa que, como sabemos,
era una de las características del modernismo.
En 1921, cuando acaba de morir López Velarde, el mismo
González Martínez expresó:
Yo, que tanto lo quería, que lo admiraba tanto, puse alguna vez
reparos en su obra. La malignidad fracasó y nuestra amistad
quedó incólume, porque ella se fundaba en cosas más hondas y
más altas que la miseria humana. Pero aun esos reparos
minúsculos dichos con la simplicidad desnuda a la que es
acreedor el hombre fuerte, y perdidos en el torrente impetuoso
de mis alabanzas, quiero borrarlos hoy para que el homenaje de
mi espíritu vaya a su sepulcro sin la leve apariencia de una
sombra...13
a Malinche. los ídolos a nado.
y poi' encima. haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de UDa oodoroiz.
SEGUNDO ACTO.
Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de tu mujerío;
tU.'J hijas atraviesan como hadas,
y destilando un invisible alcobol.
vestidas ron la8 redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.
Suave Patria: te amo no cual mito,
!lino por tu verdad de pan bendito.
oomo 8. niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.
Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti mientras una mejicana
en su tápalo neve loa dobleces
de la tienda, a la8 seis de la mañana,
y al ..trenar su lujo. quede lleno
el país, del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía,
en piBo de metal, vives al día,
de milagro. como la lotería.
Tu imagen. el Palacio Nacional.
oon tu misma grandeza y ron tu i~ual
estatura de niño y de dedal.
Te dará, frente al hambre Y al ohús,
UD higo Sao Felipe de Jesúa.
Suave Patria; vendedora -de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca.
sobre un garañ6n, y con matraca,
y entre IOli tiros de la policía.
Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo sepulte
en una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando oculta
dentro de ti. el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.
Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja.
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.
Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos. yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.
Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndo!1C van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.
Patria, te doy de tu dicha la clAVf':
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el AVE
taladrada en el hilo del rosario.
y es más feliz que tú, Patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz; la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
la carreta alegórica de paja.
Ramón WPEZ VELARDE.
V. Su aproximación al simbolismo
Durante los primeros años de este siglo XX circulaban en México
numerosas traducciones de los poetas simbolistas europeos (principalmente franceses), y el ya citado Phillips asegura en su estudio
que no le es dado saber hasta qué punto López Velarde pudo
haber llegado a leer en el original a estos poetas. Si no llegó a
leerlos en su lengua original, es posible que recibiera esa influencia
al través de las versiones publicadas en ese entonces por Balbino
Dávalos, y principalmente por Enrique González Martínez, que dio
a conocer sus traducciones en Jardines de Francia (1915) y en
Tres poetas belgas (1918).
Algo más: en 1916, López Velarde y su amigo Pedro de Alba
leyeron unos poemas de Francisco González León (1862-1945) y
decidieron formar con ellos un volumen que llevaría por título
En 1907, cuando López Velarde vivía en Aguascalientes, envIo
(en unión de sus amigos Eduardo J. Correa, Enrique Fernández
Ledesma y José Villalobos Franco) una nota a la Revista Azul, en
donde defendía a esa publicación, entre otros motivos, por ser "el
órgano defensor de los fueros del purismo castellano a la vez que
el fustigador del modernismo". Todo esto nos ayuda a ver cuán
consciente era el poeta de las limitaciones de esa escuela.
Campanas de la tarde. El libro, según señala Phillips, no llegó a
publicarse sino hasta 1922, ya muerto López Velarde. Pero lo que
aquí nos interesa destacar es la opinión que el autor de Zozobra
tenía sobre González León y algunos postsimbolistas: "Estas cosas
solamente González León las hace; son sencilleces de Francis
Jammes y elegancias de Samain, son finuras francesas; vamos a ver
qué dice la plebe literaria de todas estas raras bellezas.,,14
Vemos, pues, que López Velarde sí conocía la obra de algunos
poetas franceses de la época. Años más tard~: en 1~~4, Bernard?
Ortiz de Montellano, miembro de la generaclOn de Contemporaneos" se preguntaba si López Velarde no sería un lector profundo
y atento de la obra de Baudelaire. 15 En eso no hacía sino seguir
una perspectiva crítica señalada antes por Xavier Villaurrutia,
quien había sostenido:
Sería injusto y artificial establecer un paralelo entre ambos
poetas, e imposible anotar siquiera una imitación directa o
señalar una influencia exterior y precisa. Entre la fonna de uno
y otro no media más que un abismo. Pero si un abismo separa
la fonna del arte de cada uno, otro abismo, el que se abre en
sus espíritus, hace de Baudelaire y de Ramón López Velarde
dos miembros de una misma familia, dos protagonistas de un
drama que se repite a través del tiempo con desgarradora y
magnífica angustia. 16
Al igual que otro poeta de lengua francesa, Jules Laforgue,
López Velarde logra fundir, en sorprendente contraste (como lo
advirtió Phillips), lo metafísico con lo cotidiano. Ambos utilizan
procedimientos lingüísticos de violentos e inesperados contrastes.
Ambos esconden una inherente tristeza bajo la máscara de la
ironía.
Al hablar de Anatole France en una breve prosa incluida en El
minutero,17 López Velarde forja varios conceptos que nos ayudan
en la empresa de conocer su propia estética. Ahí expresa: "Alma
sin ira, sólo condenó lo defonne"; y más tarde: "En un lenguaje
sin mancha, el melodioso censor vierte las piedades en que se
cristaliza su enfado."
Tanto la poesía como la prosa del gran poeta están escritas así:
con un lenguaje sin mancha en donde su alma sin ira cristalizó sus
experiencias. Porque su dramática vida osciló entre dos dimensiones de eternidad: entre lo sagrado y lo sensual, entre lo carboniza·
do y lo flameante. Y lo temerario de su poesía es que logró fijar el
tiempo desbocado, situar en la cúspide de lo temporal su infinito
anhelo de perfección. Sus alertas sentidos visuales, táctiles, olfati·
vos y musicales le permitieron aprehender las esencias mas signifi·
cativas del simbolismo, arte de sugerencias y de cóncavo misterio.
Fusión de lo cotidiano y lo inusitado; del lenguaje coloquial junto
al más raro y esplendente. Manejo' de estructuras intensas, no
superficiales como en los modernistas. Amargura y burla, dramá.
tica insatisfacción y desenfado. La emoción como fuente verdadera
de toda creación. "Que la emoción nos mantenga. Que la emoción
nos salve. La sinceridad absoluta y simple de emociones y place.
res... He aquí el secreto."l!!
Al cultivo de las letras López Velarde le llamó una filasafia en
acción. Creyó en las virtudes esenciales de la intuición y proclamó,
EL SUEÑO.
DE LOS
GUANTES NEGROS.
Soñé que la ciudad estaba dentro
del más bien muerto de los mares muertos.
Era una madrugada del inviemo
y lloviznaban gotas de silencio.
No más señal viviente que los ecos
de una llamada a misa, en el misterio
de una capilla oceánica, a lo lejos.
De s6bito me sales al encuentro
resucitada y oon tus guantes negros.
Para volar a tí, le dió su vuelo
el Espiritu Santo a mi esqueleto.
Al sujetarme oon tus guantes negros
me atrajiste al océano de tu 8eIlO
y nuestras cuatro manos se reunieron
en medio de tu pecho y de mi pecho
oomo si fueran los cuatro cimientos
de la fábrica de los universos.
c!Conservabas tu carne en cada hueso?
El enigma de amor se veló entero
en la prudencia de tus guantes negros.••••
De "El Són del Corazón"
en "Novedad de la patria", que "sólo por corazonadas nos
aproximamos al acierto". Sobre los seres y las cosas (como lo
advirtió Phillips) proyectaba su propia espiritualidad, haciendo que
alcanzaran la categoría de símbolos. Su mirada original, adánica,
descubría impensadas correspondencias en la realidad. Creyó, tamo
bién, que la verdadera originalidad poética era la de las sensacio·
nes; de ella expresó que era "el sexo mismo del poeta".19
Su ser profundamente reflexivo, indagativo, no se contentaba
con las sonoras superficies: sabía ir al fondo de lo real. Fulminado
por el esplendor de la vida, por la vastedad táctil de la muerte,
sabía transfigurar su propia circunstancia, electrocutándola, ponién·
dala en tensión con corrientes mágicas y sagradas, reales y fatales.
Su método creador, de raíz intensamente simbolista, queda magní·
ficamente dilucidado en este fragmento:
Los sencillo es lo directo, a saber: lo que más rápidamente
relaciona la conciencia con el asunto. En este sentido, lo más
simple será lo más meritorio, como la recta es más ventajosa
que la curva. Por ello, a los ojos vulgares, los poetas que se
distinguen por su claridad espiritual son oscuros, porque el
vulgo es comodino y prefiere que se hable con los torpes giros
sociales, incapaces de diferenciar las modalidades expresivas del
alma. La suprema nitidez obliga a las buenas gentes a quedarse
en tinieblas, como les ocurriría si en lugar de un foquillo
eléctrico tuviesen a Sirio a un lado de la cama. Casi todos los
que han pedido claridad literaria en el curso de los siglos,
han pedido, realmente, una moderación de luz, a fin de
guardarse la retina sin choques, dentro de una penumbra
rutinaria que les permita andar sin tropiezo. 2 o
Para López Velarde, lo criollo era "lo que no cabe en lo
hispano ficticio ni en lo aborigen de pega". Pugnaba por un arte
plena, conscientemente mestizo. Por eso pudo escribir: "Yo anhelo
expulsar de mí cualquier palabra, cualquier silaba que no nazca de
la combustión de mis huesos.,,2 i
López Velarde llegó a ser un gran poeta porque era dueño de
una honda, intensa vida interior. Del mismo texto anterior, que de
manera tan exacta y aguda nos ayuda a conocer su propia estética,
es este otro fragmento:
Se ha creído que el lujo de la expresión y, en general el ornato
retórico, deben buscarse lejos del temblor de las alas de Psiquis.
Yo me inclino a juzgar que, por el contrario, para conseguir la
más aquilatada elegancia de la expresión, nada mejor que cortar
la seda de la palabra sobre el talle viviente de la deidad que nos
anima? 2
POR ESTE SOBRIO ESTILO
Esta manera de esparcir su aroma
=taar:~e:d~~~o~e~~~:la;
su marfil y su nácar; esta única
manera OOD que porta la golilla
de encaje; esta manera de tomar
6U mutismo en venero de palabras
y !iU boca en ahorro .....
Esta manera,
:~ ~:ri;;:~ae~~~~':n~~lriros;
esta manp.ta de decir mi nombre
con mofa y mimo. en bomenaje y burla,
como que sabe que mi interno drama
es. a la vez, sentimental y cómico;
esta manera con que en la honda noche.
de sobremesa en V81!O$ parlamentos.
se abate !iU sonrisa desmayada
sobre el mantel; esta feliz manera
con que niega &u brazo y con que otorga
la emoción. cuando vamos de paseo
...
~~ :~I~~:a~~oi~6ri~d::¡¡~
de amor. te reverencio. estrelle. fiel
que gustas de enlulatte: generoso
y escondido azahar: rarilativ9:
madurez que presides mis treinta años
ron la abnegada castidad de un búcaro
cuyas rosas adultas embalsaman
le. cabecera de un convaleciente;
enfermera medroso.; chibida
escanciadora; amiga que te turbas
con lurbación de niña al repasar
nuestra común lectura: asustadizo
comensal de mi fiesta: aliada limida;
torcaz humilde que zureas al alba.
en un tono menor. para tí solal
¡Bien hayas. crcatura pequeiiita
y suprema. adueñada de la cumbre
del corazón; artista 8. un mismo tiempo
mínima y pr6oer. que en las manos llevas
mi vida como objeto de tu artel
Estrella ). azahar: que le marchites
merecida en una paz celibatnria
y que ~onices como un lucero
que se exlinguiese en el verdor de un prado
o romo Oor que se transfigurase
en el 0CftS0 azul, como en un lecho.
D. "La
Su pensamiento es, pues, categórico: está lejos del ornato
retórico y de las musicalidades externas del modernismo; lo que le
preocupa es cortar la palabra del talle viviente y desnudo de la
propia realidad. Por eso añade:
Si un preciosismo artificial o una fría correCClOn purista nos
inducen a cortar púrpuras o brocados sobre patrones de gramática y de retórica, para vestir el alma, corremos el riesgo de que
la armoniosa y recóndita deidad deseche el brocado y la
púrpura, porque no los ajustamos previamente a su talle de
mariposa. 23
Está claro: en poesía debemos huir de los preciosismos artificiales del modernismo y de las frías correcciones puristas. Debemos
desnudar el lenguaje (como ocurre en Bécquer, en Unamuno, en
Antonio Machado, en Vallejo, etcétera) antes que vestirlo con
postizos brillos de avalorio. Y más tarde, como auténtico postsimbolista que es, López Velarde sostiene:
De mi parte, confieso que para recibir el mensaje lacónico de
mi propia alma me reconcentro con esa intensidad con que en
el abismo de la noche sentimos el latido infatigable de nuestras
sienes y estamos escuchando el roce metódico de nuestra sangre
8an4'" 1J<ro14"
en la almohada. El alma finca sus delicias en transmitirnos su
confidencia; pero exige para ello una soledad y un silencio de
alcoba. .. y si me urge desterrar el más borroso vestigio de
cosas extrañas a mis sustancias, es porque en mi alma convulsa
hay una urgencia de danza religiosa y voluptuosa de un rito
asiático. Y la danzante no abatirá sobre mis labios su desnudez
24
ni su frenesí mientras me oiga mascullar una Silaba ociosa.
Este fragmento que acabamos de transcribir está animado por
los fuegos intensos de la verdadera poesía, cosa que ocurre con
frecuencia en la prosa magnética y fosforescente de López Velarde.
El gran poeta quiso, y lo logró, domeñar el lenguaje, hacerlo
suyo en todos los sentidos. Por eso lo consideramos como el
iniciador de la verdadera poesía contemporánea mexicana. Su
ambicioso designio lírico consistió en establecer el diálogo entre el
cometa y la luciérnaga, entre las cosas aparentemente más distantes, unidas por el puente de la poesía. Estableció sutiles correspondencias entre seres y cosas lejanas. Por eso al principio no se le
comprendió bien, porque su lenguaje era totalmente nuevo, desusado. Para él, la poesía, más que un ropaje, era una sustancia. Como
lo señaló lúcidamente Phillips, en él el lenguaje no es fin último,
sino el único modo factible para la objetivación de sus auténticas
preocupaciones espirituales. López Velarde n~ desencarna, si~o q~e
encarna su palabra: la hace vehículo esencIal de su expenencla,
latido apasionado de
dijo a propósito de
fundamenta su obra.
total y consciente del
sus sueños y realidades más altos. Como lo
su entrañable amigo Herrán, su sensualidad
Por eso expresó radiantemente su desprecio
modernismo:
El escritor de actualidad posee, por ejemplo, esta receta: Patos
heroicos. Después de cocidos, se parten en cuartos, se untan de
salsa de Marquina, se les cubre con una capa de versos de la
"Marcha triunfal" de Daría; se dejan sazonar, y ya fuera de la
lumbre se adornan con picos de cóndores de Chocano? 5
Esta terrible sátira no pudo ser más penetrante. Se anticipó, en
varias décadas, a la crítica más reflexiva y vigente sobre el
modernismo. Y algo más:
La inversión, en el arte literario, del procedimiento racional, del
procedimiento vital, ha colmado la medida de lo absurdo. Ya el
espíritu no dicta a la palabra; ahora la palabra dicta al espíritu.
¡Infeliz dictado el de una esclava a su señor! Hoy se dice:
tengo esta frase que suena bien; pero ¿qué cosa vaya pensar o
a sentir, para expresarlo, y encajar, al expresarlo, esta frase que
suena bien? El académico tiene su bodega atestada de frases; el
modernista ha abarrotado frases; pero ¿qué pensarán o sentirán
el académico y el modernista para poner en juego sus frases?
He aquí el campo en que ha vencido la palabra y en que
convendría su derrota. 26
VI. Un alma al rojo vivo.
La esencial tarea poética de López Velarde consiste en desnudar su
alma, en presentárnosla al rojo vivo; su lenguaje, pues, no se viste
de coloridos innecesarios, ya que su virtud lírica pugna por
expresar matices, símbolos, estados de alma que poseen el mérito
de trascenderlo, comunicándose al lector. Todas sus imagenes y
metáforas poseen una base real: son estados de experiencia profundamente vividos por el autor. A las brasas de su ígnea primavera,
como lo dice en el poema "El candil", de su libro Zozobra, las
hace estallar en el propio sentimiento del lector, traspasándole su
fuego duradero. Es por medio de abstracciones como lo logra. Su
pensamiento poético, ya transfigurado, pega en el blanco de
nuestro propio pensamiento por medio de un contagio que crea
una atmósfera de pasmo y de fascinación. El tema característico
de su poesía es el de la mujer, anegada siempre por dos corrientes
contradictorias que en él pactan y se funden: el amor y la muerte,
Eros y Tánatos. Como lo expresó en "Lo soez", nada podía
entender ni sentir sino a través de la mujer: "Por ella, acatando la
rima de Gustavo Adolfo, he creído en Dios; sólo por ella he
conocido el puñal de hielo del ateísmo. De aquí que a las IniSIDas
cuestiones abstractas me llegue con temperamento erótico."27
No hay duda: fue ese temperamento erótico, el que le permitió
tomar posesión de la realidad, infundiéndole un latido cósInico que
continúa vigente. Esa especial imantación de su lirismo le hará
decir, en su "Poema de vejez y de amor" incluido en La sangre
devota:
El fulgur de tus ojos es el mismo
que el de las brasas en el incensario.
Como lo supo señalar Phillips, en el lirismo, lópez o velardiano
existe la constante oposición que se establece entre lo que puede
ser y lo que queda más allá de toda posibilidad. Para él, la realidad
era un pájaro viviente que sabía alzar el vuelo sobre lo pedestre de
la existencia, siempre enamorado de la luz. Lo real se le transfor'
maba en sueño, y el sueño en realidad: desde estas dos dimensiones de absoluto miraba esplender el alma grave de todas las cosas.
A eso se debió su permanente oscilación entre lo sagrado y lo
profano, entre la luz y la sombra, entre el amor y la muerte, entre
lo fugitivo y lo permanente. Su agudo sentimiento del tiempo sangra
apresado por los oleajes de lo inefable. Su alma desnuda era
solicitada por opuestos imanes; ellos alimentaban su sed existen·
ciaJ, su santo paganismo... Esos imanes le dejaban en el centro
mismo de la tormenta: distante de Dios y lejano de Luzbel: en la
mera torrentada conflictiva, en el dualismo desollado que nunca
llegó a resolverse en él plenamente. "En la simultaneidad sagrada y
diabólica del universo", como lo dijo en un instante de mosa
lucidez. En medio de un horizonte de mariposas de sangre
embriagadas con mÍlsiClS sacras, así vivió el poeta su ''hora de
melodía, de calma Y de luz, por mí y por toda mi descendencia.
Así la viviré con una intensidad incisiva, con la intensidad del que
quiere vivir él solo la vida de su raza".2ll Desde el centro mismo de su tierra natal, roja , ardiente, el
poeta inicia un welo sobre la realidad; anhela escapar de la
devorante calcinación y se encuentra con otro fuego mayor: el de
la poesía. En eUa arderá su espíritu, comunicándonos el temblor
de su carne, la esplendente materia de sus suenos. El texto de su
prosa "La última flecha", incluida en El minutero, es profundamente
baudelairiano: "Nuestra última flecha será milagrosa, porque
seremos tan veloces que alcanzaremos a dispararla y a recibirla,
desempeftando, en un solo acto, el flechador y la víctima."
A este respecto, recordemos lo ~e decíamos en nuestro ensayo
Baudelilire, nuestro contemportlneo: 9
éxtasis despierto sacude las alas para remontarse hacia las zonas del
esplendor, de la embriaguez definitiva. Todo le pide sangre: la
mujer y la estrella,30 porque ha vivido endiosado por la propia
Naturaleza que posee flancos de borrasca, aliento de infinito. Y
son las bayonetas del deseo las que le permiten herir la realidad
para extraerle la vivificante sangre de la belleza. Extrae el color y
la forma, la música y el perfume de la vida, para plantarlos como
una perpetua oscilación entre los vientos de la muerte. Su agonía
está construida entre vaivenes, entre correntadas, entre borrascas
que lo llevan a las playas del esplendor. Lo chato y vulgar de lo
cotidiano lo transforma en simetría, en euritmia, en latido de lo
absoluto. De lo nimio y minúsculo asciende a lo sustancial. Supo
descubrir nuevos territorios poéticos, tal como lo seftaló Phillips:
Así va ensanchando en el postmodernismo el terreno lírico, con
nuevos temas más humildes. En esa dirección estética, López
Velarde pudo captar en las cosas notas apenas advertidas por el
ojo normal. Simultáneamente muchos escritores, en muchas
latitudes, buscaban la misma salida del modernismo exótico y
literarizado. Es decir, la mera presencia de estos temas tiene
Mártir Y verdugo de sí mismo, Héautontimorouménos, víctima
y sacrificador, vivió su tormentosa vida terrena (como lo
expresó él mismo) en una permanente tensión, en el cruce de
fuerzas contrarias (el horror y el éxtasis de la vida).
y más tarde:
Para Sartre el drama de Baudelaire consiste en que se mira a sí
mismo desde dentro. Le compara con un mirlo blanco y ciego,
cuya mirada reflexiva demasiado grande equivale a la ceguera.
"Le obsesiona la idea de cierta blancura extendida por sus alas,
que todos los mirlos ven, de la que todos los mirlos le hablan, y
que él es el único en ignorar." Su lucidez le llevará a ser dos: el
espejo y su imagen; él y el otro; su propio testigo y a la vez el
verdugo: el Héautontimorouménos:
RMAON LOPEZ VElARDE
y LA
REVOLUClON MEXICANA
Próloflode
EIlMILO ABIlEU GOMEZ
le suis le plaie et le couteau
Et la victime et le bourreau.
En la suma de penetrada voluptuosidad que es la poesía de
López Velarde, la dicha y la desolación se levantan con un
henchido latido de río que inunda lo terrestre Lo poético y lo
prosaico se unen para extraerle un nuevo acento al lenguaje; la
vida y la muerte se abrazan sobre el abismo. Su anhelo despótico
es por las cosas perennes, apresadas con una fiera intensidad. Su
1
"J
E N los claros domingos de mi pueblo, es costumbre
que en la Plaza descubran las gentiles cabezas
las mozas, Y sus ojos reflejan dulcedumbre
y la banda en el kiosco toca lánguidas piezas.
y al caer sobre el pueblo la noche ensoñadora,
los amantes se miran con la mejor mirada
y la orquesta en sus flautas y violín atesora
mil sonidos románticos en la noche enfiestada.
Los días de guardar en pueblos provincianos
regalan al viandante gratos amaneceres
en que frescos los rostros, el Lavalle en las manos,
camino de la iglesia van las mozas aprisa;
que en los días festivos, entre "aquellas mujeres
no hay una cara hermosa que se quede sin misa.
cierta importancia histórica y agrupa a López Velarde con otros
muchos poetas que hacían lo mismo en la segunda década del
siglo actual. Sin embargo, creemos que en el poeta mexicano
ese procedimiento poético era más que una simple reacción
retórica contra la poesía modernista y que constituye más bien
un modo peculiar de ver la realidad sin desdeñar las cosas
ordinarias que le servían de apoyo para la expresión de sus
conflictos íntimos? I
VII. La tarea fundamental: definirse a sI' mismo
La batalla poética en que estuvo alineado López Velarde consistió,
como tarea fundamental, en definirse a sí mismo, en dejarnos el
testimonio de su unicidad. Para él, la intensidad de la vida
coincidió siempre con la intensidad de la muerte. De lo concreto
arribó a lo abstracto, y viceversa. La angustia y la embriaguez
fueron a manera de relámpagos que iluminaron lo oscuro de su
existencia desposeída. Siempre se preocupó por situarse en el
vértigo del minuto perdurable, para extraerle su núcleo de fulgor e
intimidad. Sabía que toda raíz es amarga y esto le hizo exprimirle
sus jugos, transformándolos en oleaje poético. Asimismo, supo
permanecer indoblegable en medio del flujo y reflujo de lo
existencial, erecto, como un faro de humanidad entrañable. A lo
inerte lo hizo danzar, sonreír al agua, cuchichear a la lluvia. La
naturaleza toda se humanizó ante el latido tremendo de su ímpetu
poético. Porque siempre supo experimentar a la poesía como una
sustancia, "libre de los absolutismos de la perfección exterior".
Las palabras poéticas de López Velarde se muestran en libertad,
danzando voluptuosamente porque él poseyó en grado sumo "la'
lujuria del oficio", la "morbidez del estilo". Lo movía un noble
afán de exactitud de verdad para consigo mismo y para con los
demás. Su novedad lingüística no responde a la moda sino a la
concentración. Su interés por lo nacional supo rebasar lo meramen·
te pintoresco y folklórico. Su poesía es musical entendiendo este
término no en el sentido periférico de los mod~mistas, sino en la
manera grave y orquestal de Bécquer y los postsimbolistas, con
los que está indudablemente emparentado. Esto lo advertimos en
su poema "La estrofa que danza" de su libro Zozobra en donde
las rimas anteriores parecen influidas por la poesía' de Edgar
AlIan Poe:
con los toques undívagos de tu planta certera
que fiera se amanera al marcar hechicera
los multánimes giros de una sola quimera.
~ ~eacción de López Velarde es, pues, contra la exterior
mUSIcalIdad y solemnidad de los modernistas. Al sustantivo lo
individualiza; al adjetivo le da jerarquía. Por eso, González Martí·
•
NOTAS
1 Londres, Oxford University Press 1969
2 Cf op. cit., p. 9.
'
3 Londres, MacMillan, 1967. 232 pp.
4 Cf; op. cit., pp. 219 Y ss.
tard5e MexOlbco, LaM~asa de España en México, 1940. Volumen incluido más
ras, eXlco, FCE, 1966.
en
nez nos habló de "sus hallazgos verbales, su desgaire sabio, su nota
personal inconfundible".32 Y a propósito de. su prosa, Allen
Phillips ha señalado que está escrita bajo el signo de lo lírico: no
es modernista:
Le servía siempre, como el verso, de molde para la expresión de
auténticas emociones y situaciones espirituales.
Más tarde expresa el citado crítico que la propia poesía de
López Velarde tendía a la sencillez, a un lirismo de tipo becque.
riano, a cierta suavidad de terna y tono, rasgos generales de estilo
que acompañan admirablemente las líneas esenciales que tomaba
su poesía en La sangre devota. 3 3
.
El río sordo y lúgubre de la muerte siempre está presente en la
obra de López Velarde, tal como lo hemos visto en este ensayo. El
tiempo petrificado logra palpitar dentro del arrobo embriagante de
su lenguaje. La intensidad es uno de sus baluartes. Su palabra se
esculpe en la carne palpitante de lo real. Estuvo enamorado de lo
incorruptible, de las melodías íntegras que conmueven al paso del
hombre sobre la tierra. El supo dilucidarlo categóricamente: "Hoy
mi tristeza no es tumulto, sino profundidad.,,34 Por eso mismo, el
eco entrañable de su poesía continúa resonando en nostros. Es un
alimento esencial, animado por la insaciable voluptuosidad.
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6 Op. cit., p. 645.
7 Op. cit., p. 649.
8 Ibidem.
9 Op. cit., p. 654.
10 Edición del Instituto Nacional de Bellas Artes, Departamento de
Literatura, México, 1962. 356 pp.
11 Op. cit.• pp. 26, 32, 36 Y 38, respectivamente.
12 Vida moderna, México, núms. del 28 y 29 de mano de 1916.
13 "Ramón López Velarde", en México Moderno, 1, núms. 11 y 12 (lo
de nov, 1921), p. 256.
14 Alfonso de Alba. "Liminar", p. 16.
15 "P. S. Baudelaire y López Velarde", en Rueca, 111, núm. 12 (México,
otoño de 1944).
16 Textos y pretextos, pp. 21·22.
17 ef pp. 263-264.
18 "El secreto", en El don de febrero y otras proSl1S, pp. 119 Y 121.
19 "Francisco González León",Ibidem, pp. 319-320.
20 "El alquiler de la vida y de la muerte", en El don de febrero.
21 "Enrique Fernández Ledesma" y "La derrota de la palabra". Ibidem,
pp. 255 Y 239.
22 Op. cit., p. 235.
23 Ibidem, pp. 235-236.
24 Op. cit., p. 239.
25 "La derrota de la palabra", p. 235.
26 Ibidem, p. 234.
27 El minutero, p. 335.
28 "Meditación en la alameda", en El minutero, p. 294.
29. México, Ediciones Finisterre, 1967. Véanse pp. 9 Y 18.
30 Cf. el poema "Anima adoratriz".
31 Ramón López Velarde: el poeta y el prosista, citado, pp. 219 y 220.
32. Cf. La apacible locura, México, Cuadernos Americanos, 1951.
Véanse pp. 92-93.
33 Cf Ramón López Velarde: el poeta y el prosista, p. 299.
34 Cf. "Fresnos y álamos", en El minutero, p. 248.
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