HERMOSO PARAJE POST NUCLEAR 1. – ¡Bienvenido, Max! Un

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Pablo Liñares
HERMOSO PARAJE POST NUCLEAR
1. – ¡Bienvenido, Max!
Un establecimiento de unos ocho metros de altura, construido con maderas y clavos
enormes. El suelo está cubierto de paja. Al fondo, en el rincón de la izquierda, se
encuentra durmiendo un hombre robusto y algo obeso (Frank). Lleva un pantalón de
cuero negro, un arnés con muchas tiras y hebillas y una máscara con varios cierres.
Desde el techo cuelgan un par de grilletes, quedando justo en el centro del espacio. En
la pared del fondo, además de dos lámparas de aceite, se encuentran enganchados un
látigo largo y algunas sogas. La salida da a al jardín de una casa gigantesca. El alero
está pintado de rojo. Afuera el cielo está oscurecido por una tormenta. La lluvia repica
sobre el techo y en los charcos del exterior. Llega un hombre con un disfraz de pájaro,
con plumas de tela, naranja, amarillo y blanco (Tiberio). Trae la parte de la cabeza
abajo del brazo. Se sacude las gotas, se frota un poco, da unas vueltas por el lugar,
pasando revista. Se acerca a donde están los grilletes. Los inspecciona. Se los prueba.
Se deja colgar. Se mece mientras canturrea. Se detiene. Piensa. Se lo ve melancólico.
Se saca los grilletes. Va hasta la salida. Apoya un hombro en un costado de ésta,
mirando hacia el exterior. Saca cigarrillos. Se prende uno. Frank se despierta, se
despereza y se levanta penosamente.
Frank: ¿Qué hora es?
Tiberio: Las cinco.
(Frank bosteza.)
Tiberio: ¡Qué borrachera, eh!
Frank: No fue para tanto. ¿Anna?
Tiberio: Estará por llegar.
(Tiberio se pone la parte de la cabeza del traje.)
Frank: Voy a ubicarme.
Tiberio (Sacándose el traje de ahí): Esto se me mete. Ahí viene.
Frank: Ah, ¿No te dije?
Tiberio (Sonríe): La bicicleta se le atascó.
(Frank mira hacia fuera)
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Anna (Desde algún lugar en el exterior, a unos treinta metros): ¡Frank, Tibi!
Tiberio (Riendo): ¡Se cayó en el barro! (Sale corriendo)
Frank (Trata de llamar la atención de Anna haciéndose el histérico): ¡Rápido! ¡Hay que
ayudarla! ¡Rápido! (Soliloquio, lo suficientemente fuerte como para que los otros lo
escuchen, sobre todo Anna) ¡Qué terrible, Dios mío! ¡Pobre Anna! ¿Por qué pasan estas
cosas? (Impaciente) ¡Entren, no se queden debajo de la lluvia!
(Entra Tiberio, trayendo a Anna, protegiéndola con sus brazos. Es una chica de unos
veintiocho años, alta, rubia, de ojos marrones. Tiene el pelo recogido en una colita.
Usa un vestido de terciopelo negro con un cinturón ancho, aros grandes, pulseras de
metal y está muy buena. Toda su persona está cubierta de barro.)
Anna: ¡Qué día!
Frank: Hola, Anny.
Anna: Hola, Frankie ¿Qué te parece? ¿Cómo estoy?
Frank: Embarrada.
Anna: Sí. (Ríe.) Qué desastre, ¿No?
Tiberio (Llamando la atención de Ana): Antes de que llegaras me acordé de algo.
Anna: ¿Sí? ¿Qué?
Tiberio: Cuando era chiquito, mi mamá, siempre que tenía que salir, me ataba a una silla
con cinta de embalaje. Yo le decía: “Mami, no me voy a escapar”, pero ella me
respondía: “Tranquilo, mami sabe lo que es bueno para su pichón”. Después me ponía
una cinta en la boca y se iba. Y no volvía hasta el otro día.
Anna (Tierna, abrazando a Tiberio): ¿En serio? ¡Pobrecito!
Frank (Celoso): ¿Y no te daba hambre?
Tiberio: Sí, y también me aburría mucho. Pero cuando ella volvía, siempre me traía un
gran gusano.
Anna (Abraza a Tiberio más fuerte): ¡Mi pollito!
(Se quedan así un rato. Frank los mira con ternura. Le gustaría participar.)
Anna (Dejando a Tiberio): Hoy podemos quedarnos un poco más. Parece que al perro
lo llevaron al veterinario, para sacarle un quiste o algo así. Van a dejarlo adentro hasta
que se le pase el efecto de la anestesia. Tenemos hasta las once.
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Frank: Qué suerte. Cada vez que me figuro el tamaño de ese animal… ¡Se me eriza la
piel! Espero que nunca se les ocurra echárnoslo encima. Esto de andar entre gigantes…
Pero si es tu deseo, lo acepto.
Tiberio: ¿Ya les pagaste?
Anna: Ayer hice el giro.
Frank: Mejor así.
Anna: No son más que una tranquila pareja de jubilados. Es cierto que es difícil
entenderse con algunos gigantes, pero éste no es el caso. Son muy amables.
Tiberio: Andrea y Tom hacen doscientos kilómetros cada semana hasta una cueva que
les alquila un montañés por el doble de lo que estamos pagando.
Frank: Son peligrosos.
Anna: Mientras se les tenga respeto, no hay por qué temerles. Además, si no fuera por
ellos, ¿Dónde haríamos nuestras cosas?
Frank (Mirando hacia fuera): ¿Quién es ese?
Tiberio (Mira hacia fuera): ¿Quién?
Anna (Mira hacia fuera): ¿Lo conocen?
Tiberio: No.
(Hasta la entrada llega un hombre de unos cuarenta años, de aspecto ojeroso. Su pelo
es canoso. Sus ojos, aunque enrojecidos, son de un azul muy llamativo. Tiene barba de
dos o tres días. Cuando sonríe, se ve en sus dientes un color amarillento. A pesar de
todo esto, hay algo juvenil en sus rasgos. Viste un traje gris de tela barata, corbata de
lana de un bordo opaco, la cual usa un poco floja, y sombrero.)
Maximiliano: Buenas tardes. Acabo de tener un percance con mi automóvil. ¿Podría
quedarme con ustedes hasta que pase la lluvia?
Anna: Eh… Estábamos en algo…
(Maximiliano entra. Busca dónde acomodarse.)
Anna: Pero… bueno… Adelante…
Maximiliano: Muchas gracias. (Se acuclilla junto a la pared de la derecha. Se frota un
poco las manos.)
Frank: Usted no será…
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Maximiliano (Tratando de normalizar la situación): Descuiden, no tengo nada en
contra de lo que hacen.
Anna (Nerviosa): Mire, no lo tome a mal, pero no sé si a las personas a las que
pertenece este lugar les gustaría que hubiera alguien más de lo estipulado…
Maximiliano: Es sólo por un rato, hasta que deje de llover.
(Ana mira a Tiberio.)
Tiberio: A mí no me miren.
(Anna se acerca a Frank, mirando a Tiberio con despecho.)
Frank (Susurrando, sólo para Anna): No me gusta, Anna. Tiene mal aspecto. Además,
¿Por qué no se quedó adentro del auto?
Anna: Preguntémoselo.
Frank (A Maximiliano): ¿Qué dice, señor?
Maximiliano: Verá, es un poco difícil de explicar…
Frank: Pues va a ser mejor que empiece.
Maximiliano (Se pasa la mano por la cara. Avergonzado.): Bueno, es un poco… Yo
venía trayendo una caja llena de… (Tose) crías de cocodrilos… en el asiento de atrás de
mi auto. Esa caja era de cartón, y la ventanilla de atrás estaba abierta…
(Anna, Tiberio y Frank se miran extrañados.)
Maximiliano: Sí, ya sé, es gracioso. Empezaron a salir. Quiero decir… (Ríe
avergonzado) con la lluvia, la caja se mojó y se empezó a deshacer y esos cocodrilos
pequeñitos empezaron a caminar por los asientos… Esa la verdad…
(Tiberio levanta la mano. Quiere decir algo.)
Anna (Autorizando): Tibi…
Tiberio (Marcial): Opino que se quede. Este hombre está en un verdadero aprieto.
Anna: Bien.
Frank (Suspira. Resignado, menea la cabeza): Espero que esto no terminen mal.
Anna (Toma el látigo de la pared y empieza a probarlo. Es extremadamente hábil. A
Maximiliano): ¿Le molesta?
Maximiliano (Trata de naturalizar la situación): Para nada, adelante… Mi cuñado y su
amigo fueron a limpiarles la piscina a unos ricachones. Yo no sé qué hacían esos tipos,
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pero resulta que ahí estaban todas esas bestias y tuvieron que sacarlas una por una. Y
después no sabían que hacer con ellas, así qué yo les dije: “Esta tarde voy a pasar por el
lago. Puedo tirarlos por ahí”. Siempre voy por el atajo del lago…
(Tiberio saca un cigarrillo.)
Anna (A Tiberio): ¿Vas a fumar ahora?
Tiberio (Desentendido, prende el cigarrillo): Sí.
(Anna le vuela el cigarrillo de un latigazo)
Anna: A partir de ahora estamos en sesión. Empezarán a obedecerme a nivel cuatro,
¿Está claro?
Tiberio (Temeroso, obediente): Sí, Anny. Lo que digas.
Frank (Igual que Tiberio): Sí, Anny.
Anna (A Tiberio): Quiero que este hombre diga con precisión por qué razón pensaba
tirar a esos animales al lago.
Tiberio (Dudando): Anny…
Anna (Le lanza un azote): ¡Ahora!
Tiberio (A Maximiliano): ¿Por qué iba a tirar a esos cocodrilos al lago?
(Anna le lanza otro azote. Tiberio no entiende por qué)
Frank: Cocodrilitos.
Tiberio: ¿Por qué iba a tirar a esos cocodrilitos al lago?
Maximiliano (Sorprendido): ¿Y qué otra cosa se podía hacer con ellos? (Asustado) Creo
que mejor me voy…
Anna (Le lanza un azote): Si intenta marcharse, voy a gritar que hay un intruso. El
camino está lejos. ¿Le gustaría morir aplastado por una bota del tamaño de su auto?
Maximiliano: Miren, yo no les hice nada. ¿Por qué no me dejan en paz?
Anna: ¡Ah! El señor llega, usurpa nuestro lugar, se jacta de sus fechorías, y ahora quiere
que lo dejemos en paz.
Tiberio: Debe ser un loco.
Frank: O un malvado…
Tiberio: O un profesor que manosea niñas…
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Maximiliano: Yo no estoy loco ni manoseo…
(Anna le lanza un latigazo.)
Anna: ¡Silencio! Sea lo que fuere, es evidente que este miserable es capaz de causar
mucho daño. Observemos como haciendo despliegue de una horrible crueldad, decide
arrojar a esas criaturas indefensas a un lago repleto de barracudas, donde tendrían una
muerte segura. ¡Cuánta maldad! Temo que ha venido a parar al sitio equivocado, señor.
Aquí respetamos a todos los seres vivientes, ¿Sabe? Hasta los que parecen más
insignificantes. Pero esto no va a quedar así. Tomaremos medidas inmediatas. ¡Al
banquillo!
(Maximiliano tiembla. Tiberio trata de calmarlo. Lo toma de los hombros y lo
acompaña, hasta donde está Frank.)
Tiberio: Tranquilo, amigo. Seguramente todo esto se va a arreglar. Además, ¿A dónde
va a ir con esta lluvia?
(Tiberio hace que Maximiliano se siente con la espalda apoyada en las piernas de
Frank como si fueran el respaldo de un asiento. Repentinamente, Frank le toma la
cabeza con las piernas, haciéndole una fuerte llave. Maximiliano grita. La cara se le
pone roja. Mientras tanto, Tiberio trae una soga y le ata las muñecas y los tobillos con
un nudo muy elaborado. Una vez que Maximiliano está atado, Frank lo suelta.)
Anna: Comienza la primera sesión del Tribunal para la Defensa de los Animales.
Maximiliano: Cuando salga de acá…
Tiberio: Habla el primer testigo.
Anna (Poniendo vos de nena): Una vez, un hombre muy malo se robó unos cocodrilitos,
y en vez de cuidarlos, prefirió tirarlos a un lago en cuya oscuridad, acechando,
esperaban horribles criaturas, ¡Y en el cual sería mejor lanzarlo a él!
(Suena un celular. Tiberio saca un teléfono de entre las plumas de su disfraz.)
Tiberio: Diga…
No, no se trata de ningún intruso…
Sí, ya sé. Tuvo un problema con su vehículo y vino a refugiarse…
Tiene cocodrilos en el auto…
Es lo que él dice…
Bueno, está bien…
Sí, lo que usted diga…
(Corta. A Anna) Era la señora Rutiere. Dice que tiene que irse.
Anna: Dame el teléfono. (Llama) Hola, señora Rutiere…
Habla Anna…
Tenemos a un amigo de visita acá con nosotros y pensaba si podíamos arreglar un pago
adicional para que pudiera quedarse…
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Lo transferiría mañana mismo…
Sí, señora…
Muy bien, muchas gracias…
(Corta) Dice que va a consultarlo con su esposo, pero que no habría problema. Sigamos.
2.- Harold y Lorena.
Sala de estar de una casa muy pulcra y ordenada. Cortinas con muchos volados. Cerca
de una ventana se encuentra una mesa de roble laqueada y algunos jarrones repletos
de flores. Un hombre de entre sesenta y setenta años, con un chaleco abrigado, una
camisa a cuadros y un par de pantuflas, está sentado en un sofá muy cómodo y mullido.
Usa anteojos. Tiene el pelo corto y prolijo, casi al estilo militar. En una mano sostiene
un libro, que está leyendo, y en la otra una pipa. Una mujer de edad acorde a la del
hombre asea el lugar con un paño. Sobre una tupida alfombra duerme un rottweiler.
Afuera es de noche.
Harold: No sé, Lorena. ¿Cómo va a terminar esto?
Lorena: Tranquilo, cuando llame de nuevo voy a dejar en claro que valió sólo por esta
vez.
Harold: Siempre tan permisiva. Desde el principio todo esto me pareció una mala idea.
¿Y si alguien se entera? Creo que lo que hacen no es legal. Pronto van a querer armar
fiestas para sus amigos, con ruido y música. Todo el mundo va a saber lo que ocurre.
Podrían quitarnos nuestra pensión.
Lorena: Marc y su amigo le alquilan a un par de hombres, y lo comentan en las
reuniones como si nada.
Harold: Marc y su amigo son… ¡Raros!
(Lorena guarda silencio. Harold se queda pensativo.)
Lorena: ¿Te dan miedo?
Harold: ¿Esos dos? No digas tonterías.
Lorena: Hablo de los pequeños.
Harold (Sonríe, nervioso): Bueno, vamos, son pequeños, pero seguramente son astutos.
La gente pequeña siempre es astuta. Debe serlo, si no, ¿Cómo se las arreglaría para
sobrevivir? En cambio nosotros, sí, somos fuertes y grandes, pero también somos lentos
y pesados, tenemos que planificar todo, ver por dónde vamos, pensar en cómo nos
vamos a mover.
Lorena: ¿Qué te hace creer que quieren hacernos daño?
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Harold: No lo sé.
Lorena (Sonríe): ¿Es porque hacen cosas diferentes?
Harold (Inseguro): Sí, puede ser. (Trata de ponerse serio) Es que entre los nuestros no
se acostumbran esos gustos. Quiero decir, no está bien vista tanta libertad.
(Aprobatorio) Cada hombre con su mujer, cada mujer con su hombre. En cambio ellos
hacen todas esas… cosas. ¿Por qué tanta parafernalia? ¿No pueden simplemente… vivir
normalmente? Está bien, no son todos…
(Lorena deja lo que está haciendo. Se acerca a Harold y lo besa en el pelo con
ternura.)
Lorena: Si te molestan tanto voy a decirles que no vengan más.
Harold (Suspira, preocupado): No, tengo que ser más paciente. Necesitamos la plata.
Lorena (Triste): Nos gusta acá. No quiero volver a mudarme.
Harold: Allá estaremos bien.
(El perro empieza a moverse.)
Harold: Se está despertando.
(Suena un teléfono antiguo, a disco que está sobre un pequeño pedestal de madera.
Lorena atiende. Harold vuelve a la lectura. Cada tanto otea la conversación de
Lorena.)
Lorena: Diga…
Bueno, muy bien…
Sí, como siempre, faltaba más…
De acuerdo. ¿Cuándo tienen pensado volver?...
Bien. Quería decirle que para la próxima tendríamos que ajustar un poco el precio…
Sí…
Además del nuevo miembro del grupo…
De acuerdo. De todas formas, con mi esposo todavía lo estábamos charlando…
Sí, no hay problema. Haremos cuentas y después le digo cuánto sería…
Bueno. Adiós, linda… (Corta.)
Harold: ¿Por qué dijiste eso?
Lorena: ¿Qué cosa?
Harold: Lo del aumento.
Lorena: Me pareció buena idea. Como dijiste, corremos riesgos. Además, podemos
cambiar de parecer.
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Harold: Tal vez se vayan y no vuelvan.
Lorena (Suspira fastidiada): Bueno, después lo discutimos… Voy a recoger setas. (Mira
pensativamente a Harold, quien ha retomado la lectura) ¿Te gustaría venir?
Harold: Quiero terminar este capítulo.
Lorena: Como gustes.
Harold: No salgas todavía. Hasta que lleguen al camino. No quiero que andes cerca de
ellos. ¿Ésta es hora de recoger setas?
Lorena: Sí, es hora de recoger setas.
(Harold la mira serio.)
Lorena (Armándose de paciencia): Mientras voy a buscar la canasta y mi pañuelo.
(Sale.)
(Harold sigue con su lectura. Lorena vuelve. Trae un pañuelo en la cabeza,
anaranjado, con motivos de flores, y una canasta de mimbre.)
Lorena: ¿Ya puedo?
Harold: Todavía no.
Lorena: Bien…
(Esperan un rato.)
Lorena: ¿Ya?
Harold: Ya.
Lorena (Algo irónica): Perfecto. (Va hacia la puerta de salida.)
Harold: Lorena…
Lorena: Qué.
Harold: Te amo.
Lorena: Hoy fue un día muy pesado.
(Lorena sale.)
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3.- Decisión de vida.
La ladera de una montaña, cubierta de hierba y flores. Desciende suavemente hasta la
orilla de un lago de un azul profundo. En el centro de éste, se observa a un imponente y
pacífico plesiosauro adulto, vivo y real. Anna, Frank y Maximiliano están recostados
sobre una manta blanca y roja. Cerca de ellos hay una canasta de mimbre.
Maximiliano viste un elegante traje de verano muy blanco, un sombrero del mismo
color y unas zapatillas muy cómodas. Tiberio anda cerca, picando la tierra como si
fuera un pajarito. Frank bosteza perezosamente.
Frank (Busca formas en las nubes): Esa parece un conejito.
Anna: ¡Es verdad, Frankie! ¡Qué magnífica imaginación!
Maximiliano (Mirando al cielo): Me gustaría poder ver cosas en las nubes.
Evidentemente no nací para eso.
Anna: Max, no estés deprimido. Hoy es un gran día. ¡Vamos a hacer algo tan
maravilloso!
(El plesiosauro ruge imprevistamente. Tiberio se aleja corriendo, imitando a un pájaro
espantado. Maximiliano lo observa.)
Frank (Despectivo): Mírenlo: Cualquier excusa es buena con tal de ir a beber a la
cantina.
Anna: Recuerden que están en nivel dos. (Excesivamente cursi, hablando del
plesiosauro) Qué animal tan maravilloso. Es poderoso, pero al mismo tiempo, noble y
pacífico.
Maximiliano: No me pienso acercar a más de doscientos metros de ese lago.
Anna (Melodramática): Está bien, será mejor así. Te vería como a un ser rústico, lleno
de miedos, pretencioso y materialista, y te atacaría. Pero estoy segura de que si se le
acercara alguien con intenciones puras, simples, honestas, pacientemente, manteniendo
la calma en todo momento, percibiría sus virtudes y recibiría sus caricias con sumisión.
Maximiliano: Yo no creo...
Anna: Ese es tu problema. La oscuridad que hay en algunas personas proviene de su
falta de confianza en los demás seres y en la descreencia de que el amor es la esencia de
todas las cosas. Las puertas de la verdadera libertad están frente a nosotros, sólo
tenemos que atravesarlas, pero para lograrlo, debemos dejar atrás todo lo frívolo y
perecedero.
Maximiliano (Confundido): No lo entiendo muy bien. Estoy tratando, pero…
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Anna (Abraza a Maximiliano con excesiva ternura): ¡Ay, Max! Equilibrio, balance,
templanza, esas son las cosas que tendrías que buscar, pero el impulso tiene que nacer
de tu interior…
Frank (Interrumpe): Ahí vuelve Tiberio.
(Tiberio se acerca, trayendo un báculo.)
Tiberio (Infantil): Miren, me gané este báculo como premio al mejor pastor de ovejas de
toda la comarca. Fue una tarea muy ardua. Ahora están durmiendo todas juntitas.
(Se acerca un anciano de grandes patillas. Viste un rústico chaleco de cuero y botas de
goma.)
O´Rourke (Jadeante, refunfuñando): Ya, muchacho, dame mi báculo. Soy viejo, lo
necesito.
Tiberio (Fingiendo asombro): ¡Nunca! Es mi premio. Si lo quiere me lo tendrá que
quitar.
O´Rourke: ¿De dónde se te metió eso?
Anna: Buenos día, señor O´Rourke. Lo envidio. Debe ser maravilloso poder apreciar a
tan magnífica criatura todos los días, con sólo salir de su casa.
O´Rourke: Esa bestia debe haber venido del mismo infierno.
Anna: Se lo ve tan sereno.
Frank: Seguramente se trata de un herbívoro incapaz de atacar a nadie.
O´Rourke: Pues para ser herbívoro tiene unos colmillos bastante grandes y filosos.
Frank: ¿En serio?
O´Rourke: El hecho es que cada tanto desaparece alguna oveja y nadie se explica por
qué.
Maximiliano: ¿Estuvo tan cerca como para verle los colmillos?
O´Rourke: Amigo, déjeme decirle que fui el primero que vio a esa criatura desde que
apareció en ese lago. Yo era un muchacho en aquel entonces. Emergió rugiendo
furiosamente, bajo la luz de la luna. Casi me saca el alma del cuerpo. Es un ser
abominable.
Tiberio: Tenemos a sus hijos en esa canasta.
O´Rourke: ¿Qué tontería estás diciendo?
Anna: Trajimos muchos cocodrilitos huérfanos para ver si él quiere adoptarlos.
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O´Rourke (mira adentro de la canasta.): ¿Van a poner a todos estos bichos en el lago?
Anna: Él es el único que puede protegerlos. De lo contrario quedarían a merced de los
depredadores.
O´Rourke: Citadinos...
Tiberio: Nos preocupan los seres indefensos.
O´Rourke: No digas tonterías. Dame mi báculo.
Tiberio: No. Voy a empollarlo y voy a tener un hijo.
(Tiberio busca un lugar tranquilo, junta un montón de pasto, coloca el báculo con
delicadeza sobre éste, y se sienta encima.)
Anna: Vamos a comunicarnos con él para preguntarle si quiere cuidar a los pequeños.
O´Rourke: ¿Y cómo diablos piensa a hacer eso?
Anna: Tengo el poder de hablar con los animales. Lo sé desde pequeña.
O´Rourke: Déjenme decirles algo. Ese demonio, a pesar de su tamaño, es el ser más
tonto de la tierra. Dicen que tiene el cerebro del mismo tamaño que el de un pájaro. No
hace otra cosa que quedarse ahí, con la cabeza al sol todo el día.
Anna: ¡Que cruel es usted, señor O´Rourke! No tiene por qué insultarlo. Si devora
alguna que otra oveja de vez en cuando, suponiendo que sea cierto, lo hará porque
necesita sobrevivir...
Maximiliano: Creo que lo que el señor quiere decir es que...
Anna: Los animales no comprenden el significado de la propiedad. Son seres libres.
O´Rourke: Mire, señorita Anna, usted no tiene una perspectiva clara del asunto. Ese
monstruo no sólo se alimenta de ovejas. Se traga todo lo que se pone a su alcance,
perros, caballos, bicicletas. Es probable que sea responsable, y yo estoy seguro de que
algún día voy a probarlo, de la desaparición del pequeño Willie Nellson. ¿Cómo cree
que le va a ir a sus cocodrilos con él?
(Momento de cavilación.)
Frank: ¿Cómo va tu hijo, Tiberio?
Tiberio: Creciendo sano y fuerte.
O´Rourke (Sensible): Además, no quiero sentirme responsable, si llega a hacerles daño.
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Frank: Anny, el señor tiene razón. Puede que se trate de una bestia noble, pero cada
animal vive según las reglas de su instinto, las cuales pueden ser difíciles de
comprender para nosotros.
Anna: ¿Y qué vamos a hacer con esos pequeños? ¿Tirarlos a un basurero?
Frank: Anny, a veces…
Maximiliano: Yo podría encargarme de ellos.
Tiberio (Irónico): Sí, precisamente.
Maximiliano: Sé que cometo errores, pero estoy aprendiendo. Denme una oportunidad.
O´Rourke: En mi opinión, esos bichos tendrían que estar en el zoológico.
Anna: Sobre mi cadáver. Me los imagino muertos de tristeza en sus jaulas, masticando
galletitas insulsas, con las formas de ellos mismos. Esa no es vida. Maximiliano, se me
ocurre algo: Tenemos que casarnos para que podamos adoptar a esos bebés.
Frank: ¿Lo estás diciendo en serio?
Anna: Por supuesto que sí.
Tiberio: Anny, ¿No tendrías que pensarlo? Es una decisión muy importante.
Anna (Melodramática): No necesito pensarlo. Sé que debo hacerlo. Es un mandato que
nace en las fibras más íntimas de mi corazón.
Maximiliano: ¿A alguien le interesaría saber cuál es mi opinión al respecto?
Frank (A Anna): ¿Es tu decisión?
Anna: Sí. (Toma a Maximiliano de las manos) Max, voy a pedirte que observes a esa
magnifica bestia que está frente a nosotros. Quiero que la veas, no como un simple
animal, si no como símbolo de libertad y grandeza. Algún día su figura formará parte
del escudo de una nación libre y pujante. Y nosotros lo habremos hecho posible, gracias
a que cumplimos nuestro sueño. Nuestro casamiento no sólo será la unión entre un
hombre y una mujer: Será un acto noble que encenderá la esperanza en los corazones de
la gente.
Maximiliano: No estoy seguro. No siento que haya llegado mi momento…
Anna: No te preocupes, ni siquiera tendríamos sexo. Se trataría más que nada de una
cuestión legal.
Frank: Si estás decidida, estoy dispuesto a ayudarte.
Tiberio: Anna, en esta instancia que estás atravesando, quiero decirte que la maternidad
te deparará cosas maravillosas.
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Anna: ¡Ay, estoy tan feliz! (Se abraza con Frank.) ¿Qué le parece señor O´Rourke?
O´Rourke (Emocionado): Qué diablos…
Frank (A Maximiliano con mucha seriedad): Muchacho, quiero que me prometas que
vas a cuidar a Anna como si se tratara de tu propia vida.
Maximiliano: Bueno, yo…
Anna: Señor O´Rourke, ¿Podría tocar su violín para celebrar?
O´Rourke: Malditos… Necesito una copa. (Se va.)
Anna: Se abre un nuevo mundo para nosotros, lleno de dicha y prosperidad. Entre los
dos lo haremos bien, ya lo vas ver.
(Anna besa a Maximiliano largamente mientras Tiberio y Frank los miran,
demostrativamente emocionados.)
4.- Por nuestro bien.
Sala de estar de los Rutiere, con algunos cambios. Otras flores en los jarrones, las
cortinas están abiertas y por la ventana entra luz de día. Suena el teléfono. Entra
Harold, en bata y pantuflas. Atiende.
Harold: Diga…
Ah, sí, como está…
Preferiría que me tratara de usted…
Mire, mi esposa no está…
No, pero ella es la que se encarga de arreglar estas cosas…
No entiendo…
¿Perdón?…
¿De que está hablando?...
Se refiere a nuestra relación económica…
Le pedí que me tratara de usted…
Pues mi esposa y yo no tenemos otra relación con ustedes que no sea esa…
Ah, bien, la felicito…
¿Por qué iba a estar enojado?...
(Entra Lorena trayendo un gran ramo de flores. Tiene puestos un par de guantes de
jardinería.)
Harold: ¿Qué?...
Por mi puede casarse con quien quiera…
Oiga…
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Yo no tengo ningún sentimiento hacia usted, más allá del debido respeto…
Yo no estoy enamorado de usted…
No sé de dónde sacó eso…
Nunca hice nada que diera a entender eso…
No, no quise decirlo así…
No estoy enojado…
No lo estoy, pero es obvio…
Escuche…
Hola…
Lorena: ¿Quién era?
Harold: La mujer pequeña. No sé qué le pasa. Cree que estoy enamorado de ella. Me
dijo que va a casarse y que quiere terminar nuestra historia: La verdad es que no sé de
qué habla.
Lorena: ¿Por qué diría una cosa así? Qué ridículo. Justamente venía a contarte que
trajeron a una persona más ¿No les dejé bien en claro que no lo hagan? Tenías razón,
creo que va a ser mejor buscar la manera de deshacerse de ellos. En lo posible hoy
mismo.
Harold: Bien… (Cavilando) Lorena…
Lorena: ¿Qué?
Harold: Talvez te moleste que lo diga, pero creo que no es un buen momento. Quiero
decir, una vez que van a hacer algo recto…
Lorena: ¿Eh? Harold, ¿Qué te pasa?
Harold: ¿Qué? Me parece que lo que digo es lógico.
Lorena: Hay otras formas de conseguir dinero.
Harold: No se trata de dinero. Esta vez están haciendo lo correcto.
Lorena: ¿Podrías asegurarlo?
Harold: ¿Cómo que si podría asegurarlo? Si todos los pequeños tomaran este tipo de
decisiones, tendríamos que dejar de pensar en irnos. Éste podría ser nuestro hogar
definitivamente.
Lorena (Sarcástica): Pensé que extrañabas a los tuyos.
Harold: Y estás en lo cierto, pero nuestro pueblo se expande. Éste es un paraje hermoso.
Sus costumbres me parecen horribles, pero las nuestras son más fuertes y tienen mejor
arraigo. Tarde o temprano terminarán adoptándolas. ¿Acaso no se merecen la
oportunidad de cambiar?
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Lorena: ¿Y si están tan apegados a sus rarezas como nosotros a los valores de nuestros
ancestros?
(Harold no sabe que contestar. Se miran. Lorena se acerca al teléfono)
Harold: ¿Qué vas a hacer?
Lorena: Voy a llamarla y a pedirle de buenas maneras que se vayan y no vuelvan nunca
más.
Harold (Humilde): ¿Es porque nos estamos distanciando?
Lorena: No los quiero cerca de nosotros.
Harold: ¿Y si no te hacen caso?
Lorena: Entonces voy a soltar al perro.
Harold: A propósito, ¿Dónde está el perro?
5.- Mala tarde para Anna, con final feliz para Tibi.
Jardín de la casa de los Rutiere. Sobre una pantufla gigante de color rosa están
sentados Anna y Maximiliano. Éste tiene la pierna izquierda entablillada. Sigue vestido
con el traje blanco. Anna tiene puesto un vestido de novia. Entre sus manos sostiene un
ramo. Detrás de ellos está Frank, recostado. Tiene un fuerte dolor de cabeza.
Anna: Malvados. Justo el día de mi boda. ¿Cómo pudieron?
Frank: Te lo dije Anna. Tarde o temprano…
Maximiliano: Fue un accidente.
Anna: Sí, claro. Y pensar que parecían tan amables.
Maximiliano: Ya nos pidieron disculpas.
Anna (Sarcástica): Su perro te hizo volar más de veinte metros y te fracturó la pierna y
ellos te pidieron disculpas. ¡Qué amables! Estás vivo de casualidad.
(Llegan Tiberio y O´Rourke, trayendo algunos troncos. Tiberio tiene un pato de peluche
debajo del traje, a la altura de la panza. Parece estar enfermo.)
O´Rourke: Están tomando té.
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Anna (Oscura): No les importamos en absoluto. No les importa ni el respeto, ni la
cordialidad…
Frank: Tranquila, Anna…
Tiberio: Qué situación horrible.
Frank: Tibi, estás un poco pálido.
Tiberio: No es nada...
O´Rourke: Le dije que se quedara. Terminaré de armar la camilla y llevaremos al señor
Max hasta el auto para que podamos largarnos.
Anna (Oscura): Señor O´Rourke, ¿Sabe cómo fabricar una bomba incendiaria?
Frank (Severo): ¡Anna, no!
Maximiliano: ¡Ya déjense de decir tonterías! ¿Quieren que alguien salga lastimado?
Anna: Malograron a ese animal bueno hasta hacerlo odiar a la gente. Lo volvieron un
asesino para su propio beneficio.
Maximiliano: ¡Fue un accidente!
Anna (Siniestra): Su casa también podría incendiarse por accidente.
Tiberio: ¡Anna, no digas locuras! (Se toma el vientre) ¡Ay, mi hijo!
(Todos dirigen su atención a Tiberio. O´Rourke trata de asistirlo.)
Frank: Tiberio, va a ser mejor que te acuestes. O´Rourke, construya la camilla para Max
antes de que esto termine mal.
(Tiberio se acuesta en la pantufla.)
O´Rourke: Voy a necesitar también algunas sogas. Ya vengo. (Se aleja)
Frank (A Tiberio): En la parte cubierta. Ojalá tuviéramos mantas.
(Tiberio se mete en la parte cubierta de la pantufla.)
Maximiliano: No entiendo por qué tanto escándalo. Ahora hicieron descomponer a Tibi.
Frank: Tendrías que haberte quedado adentro, como todos los demás.
Maximiliano: Fui a hacer mis necesidades.
Tiberio (Desde el interior de la pantufla): ¡Frank! ¡Creo que ya viene!
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Frank: ¿Estás seguro?
Tiberio: Sí.
Frank: ¡Ay, Dios mío! ¡Que vamos a hacer ahora!
Maximiliano: ¿Puedo ayudar?
Anna: Voy pedirle agua caliente y unos paños. (Refunfuña) Gusanos… (Se aleja)
Frank: ¡Anna, no cometas ninguna locura, por favor!
Tiberio: ¡Ya viene! ¡Ya viene!
Frank: ¡Ay, Dios mío! ¡¿Qué vamos a hacer?!
Tiberio: ¡Duele!
Frank: ¡Tibi, quiero que respires profundamente! (Entra a la parte cubierta de la
pantufla) ¡Vamos a hacerlo juntos!
Tiberio: ¡Me duele! ¡Me duele mucho!
Frank: ¡Tranquilo, Tibi, estoy a tu lado! ¡No dejes de respirar!
Maximiliano: Si puedo ayudar en algo…
Frank (A Maximiliano): ¡Sí, sería excelente que te quedaras callado! (A Tiberio) ¡Así,
Tibi! ¡Así!
(Se escuchan los gritos de Tiberio.)
Maximiliano: ¡Vamos muchacho! ¡No te rindas!
Frank: ¡Vamos Tibi! ¡Lo estás haciendo bien!
Maximiliano (Mirando al cielo): ¡Por favor, no dejes que le pase nada malo!
(Tiberio grita cada vez más fuerte.)
Frank: ¡Ya viene! ¡Ya viene! ¡Puja! ¡Puja!
Maximiliano (Mete la cabeza en la parte cubierta de la pantufla): ¡Puja, muchacho!
¡Puja!
(Tiberio suelta un fuerte alarido. Se escucha un cuac cuac electrónico.)
Frank: ¡Oh, Dios mío! ¡Es tan hermoso!
Maximiliano: Es… un patito. ¡Un patito maravilloso!
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(Llega O´Rourke, Trayendo sogas.)
O´Rourke: Qué…
Frank: Ya nació.
O´Rourke: ¿Ya nació? ¡Ya nació!
(O´Rourke se acerca a la pantufla. Tiberio sale de la parte cubierta con un patito de
peluche en los brazos. Todos lo rodean y lo abrazan. Hablan del patito como si fuera
un bebé recién nacido durante un rato, haciéndole muecas. Llega Anna. Muestra una
mirada terriblemente oscura. Trae un recipiente de lata oxidado. Al principio los otros
no la ven. Se queda parada en su lugar hasta que llama la atención.)
Frank (Al notar a Anna, sorprendido): ¡Anna!
Maximiliano: ¡Anna, Ya nació el bebé de Tiberio!
O´Rourke (Notando la mirada extraña en Anna): Muy bien, voy a fabricar la camilla y
nos iremos de acá.
Anna (Enfurecida): ¡¿Saben que me dijeron esos malditos?!
(Silencio.)
Anna: ¡¿Saben que me dijeron cuando fui a pedirles un poco de agua caliente y unos
paños limpios para nuestro amigo que estaba por dar a luz?!
(Silencio.)
Anna: “¡Váyanse! ¡Ya nos cansamos de sus tonterías! ¡No queremos que estén cerca de
nosotros!”
Frank: Anna…
Anna: ¡¿Cómo se atreven?! ¡Yo voy mostrarle lo que valen su casa y sus cortinas y sus
jarrones y sus flores y su muñequería estúpida! ¡O´Rourke, vayamos hasta el auto a
llenar esto con combustible!
(Silencio. Frank se saca la máscara. Es un hombre de unos cincuenta años, pelo
canoso, corto y despeinado, sonriente, de mirada cansada y amable. Se frota la cara
con las manos. Suspira.)
Frank: Anna, así no.
Anna: Siempre quieren algo más de nosotros. Nuestro dinero y nuestra discreción no les
alcanzan. También quieren que cambiemos nuestras costumbres y nuestra manera de
vivir según su conveniencia. Y después seguirán nuestros pensamientos y nuestros
deseos. Nos dirán a quién querer y a quién no y a qué hora del día ¿En beneficio de
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quién? ¿De los que fabricaron las bombas que mataron a tres cuartas partes de los
habitantes del planeta? Solamente usamos nuestra imaginación para expresar nuestras
necesidades, aunque no podamos satisfacerlas ¿Por qué creen que no podemos ser
felices así?
Frank: No importa, igual tenemos que quererlos.
6.- Adiós.
Sala de estar de los Rutiere. Harold está sentado en el sillón. Acaricia al rottweiler, que
está echado a su lado. En la otra mano tiene una taza de té. Lorena está sentada en una
silla, mirando por la ventana.
Harold: Tranquilo muchacho, tranquilo.
Lorena: Ya se fueron.
Harold: Es mejor así, Lorena. Han dejado de ser nuestro problema. ¿Qué podíamos
sacar de ellos? Ahora nuestro hogar es más seguro.
Lorena: Se veían felices.
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