MÁS ALLÁ DEL ESPEJO: EL ACTO ANALÍTICO COMO

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MÁS ALLÁ DEL ESPEJO: EL ACTO ANALÍTICO COMO REVELACIÓN DE LA
OTREDAD DEL SÍ MISMO
EJE TEMÁTICO: 2. Detención y movimiento en el trabajo clínico: repetición y aperturas en
el vínculo transferencial
Alejandro Beltrán Guerrero
Y aislada en el vacío que la envuelve,
no revela a sí misma el alma rara
que enciende su presencia y la separa
Jorge Cuesta
Resumen
Este ensayo propone, a partir de la lectura que hace Jacques Lacan de Melanie Klein,
establecer un puente posible entre éste, sobre todo con su célebre estadio del espejo y el
mundo simbólico como cadena significante, y el uso de la transferencia y la
contratransferencia que emana de las enseñanzas de la escuela poskleiniana. En este
contexto, las corrientes transferenciales serían diferentes momentos especulares donde la
pareja analítica define brevemente quien es uno para el otro, y su resolución una suerte
de pase al otro lado del espejo, donde la pareja quedaría reducida a un mito fundamental
donde podemos entrever otras cualidades del sujeto. Para evitar la teorización abstracta,
presento esta reflexión a través de la viñeta de una sesión donde asistiremos a las
aproximaciones a la identidad de un paciente y cómo éstas se movilizan cuando la
dialéctica entre analista y analizando devela el carácter ficcional de las identidades que
cada uno asumió para el otro. No empleo el término ficción como sinónimo de mentira,
sino como ejercicio narrativo en donde el yo que enuncia busca un sentido que le dé
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coherencia; entiendo a la ficción como un compromiso entre intenciones divergentes tal y
como sucede en el síntoma y en el sueño.
Palabras claves: Transferencia, espejo, identidad, interpretación, tiempo
ueño. Sueño que yo estaba en un salón donde mi mamá daba clases de baile. Ella les
enseñaba una coreografía a unas señoras, y para que ellas se acordaran de los pasos y
siguieran el ritmo, mi mamá tenía una bolsa con una correa; entonces una señora
agarraba la bolsa, ésta se movía y la señora seguía sus movimientos y así se acordaba
de qué paso seguía. Cuando las señoras se tomaron un descanso, me dio mucha
curiosidad saber qué tenía adentro la bolsa que hacía que se moviera; la bolsa tenía un
cierre, yo lo abría y tenía un gato adentro. El salón tenía unas ventanas chiquitas,
entonces yo agarraba el gato y lo ponía en la ventana para que le diera el sol y respirara...
Ese gato soy yo... me dice Aura, que en ese momento tiene 27 años, y poco más de
dos de trabajar conmigo. Es hija única, vive por esas fechas con mamá y la abuela
materna. Papá se separa de mamá –o es de hecho expulsado- cuando la madre descubre
que él tiene otra familia que es el espejo de la familia de Aura: una mujer y una niña un
poco mayor que mi analizada. No es casualidad que Aura, hasta ese momento, nunca
hubiera tenido un novio formal, tan sólo aventuras intermitentes poco satisfactorias y
siempre llenas de recelo.
Cuando Aura dice Ese gato soy yo, hace una afirmación sobre su identidad que
rompió el canónico principio de identidad: A=A. Con la primera asociación de la
analizando surgen las primeras identidades: Aura es igual a otro ente, el gato, es decir, A
no es igual a A, A=G. Y Yo, analista, soy ese que la acompaña durante meses, que de
pronto son años, en su repetir, una y otra vez, el cuánto le da miedo la vida sin mamá,
pero, al mismo tiempo, cuánto desea una vida propia. De tanto acompañar, en silencio la
mayoría de las veces, algo sucede, y, al mismo tiempo, alguien aparece.
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El gato soy yo, me dice Aura, y, continúa, veo ese respirar como algo con dolor, pero
en este sueño no es doloroso, entonces pienso que si el respirar es como en ese sueño,
en un lugar con tanta luz, entonces ese es un buen lugar... Pienso que puedo ver la vida
así, estar en una ventana en un salón lleno de luz; entonces, ¿por qué ahora me costaría
tanto trabajo salir de la bolsa? Pienso contratransferencialmente, ¿en verdad tiene 27
años la paciente que sueña? Pareciera que asisto al nacimiento de alguien, o, lo que es
su equivalente en el dispositivo, cómo alguien resignifica su propio nacimiento. Pero para
que el proceso de resignificar sea posible, se requiere de la apropiación de un significante
que le dé un nuevo sentido al discurso. ¿Ese significante se lo presenta el analista, lo
introduce –con el sentido ambiguo que tiene el término- el analista al paciente, tal y como
lo hizo Klein en su célebre casoi? Aura parece resolver mi duda cuando dice al respecto:
Primero veía como si mamá tuviera ese gato guardado... pero creo que también yo tengo
uno guardado que, al mismo tiempo, era necesario sacarlo y llevarlo a la ventana.
Pienso: es a través de ese gato como se identifica con la madre, es el significante que
usa como espejo para imaginar una identidad, y el llevarlo a la ventana es como un
ponerlo a circular en el discurso, ponerlo en escena del dispositivo. La asociación de Aura
es una suerte de respuesta, en espejo, a mi pensamiento contratransferencial. Por estas
razones la aclaración de la paciente sobre quién porta el significante me hace pensar que
quizá la lectura que hace Lacan de Klein sea la adecuada, que ese Uno ideal entre madre
e hija, esa identidad: A=A, es rota cuando el sujeto es privado de su objeto, colocándolo
en la dialéctica de lo ausente que debe ser buscado. En otras palabras, que hay un
momento de ilusión en que mamá porta aquello que todo lo da, y si se dan las
condiciones, condiciones que al parecer no se dieron a cabalidad en Aura, ese elemento
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que imaginariamente da la totalidad es puesto en otro lado, es sustraído, y es esa
sustracción la que moviliza al bebé en una búsqueda deseante.
Regresando a la sesión: he presenciado que algo aparece para que Aura recree su
nacimiento en el consultorio, pero para yo entienda, sin prejuicios teóricos, qué es ese
algo, es necesario, continúa mi pensamiento contratransferencial, que alguien aparezca
en la narración. Es una forma de plantear la pregunta de si la relación analítica es una
diada, una pareja, o si requiere de un tercero para que ella sea, es decir, para que opere
como movimiento; para citar a Lacan: “Si se toma la palabra como se debe, como
perspectiva central, la experiencia analítica debe formularse en una relación de tres, y no
de dosii”. Y de nuevo Aura aporta la clave, respondiendo al espejo de mi
contratrasnferenciaiii, presentándome a un nuevo personaje.
Dice: Entonces pienso en mi papá, mi mamá y yo... Quizá en la relación analítica
hemos vivido, hasta justo antes de ese momento de la sesión, en el supuesto de que
éramos dos, de que no había alguien más, de que mi oído podía recibir todo lo que de esa
boca salía, boca y oído insaciables en un soñado idilio eterno ¿Qué tanto de cierta
extasiada contemplación del espejo hubo en esos primeros años iv? Pero eso terminó con
la nueva asociación de la paciente: Entonces pienso en mi papá, mi mamá y yo... El padre
aparece. El pecho, el objeto que posee mamá, es sustituido por el pene, del cual ella
carece. Es el pene, en ese movimiento, que deviene en falo, en el significante de aquello
que alguna vez se tuvo, imaginariamente, como elemento totalizadorv.
Dice Aura: Me ha quedado presente como números en relación con mi papá. Mi mamá
y papá estuvieron juntos 9 años pero se separaron cuando yo tenía 5, entonces ella
estuvo más tiempo, y además en esos 5 años yo no me acuerdo de mi papá, entonces mi
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papá estuvo más tiempo con mi mamá que yo. Tengo la historia dividida en tiempos:
cuando estuvo con Lorena –la otra esposa del papá–, con mi mamá, con mi hermana,
todas tuvieron un tiempo... ¿por qué lo veo así?
¿De dónde viene el tiempo?, pareciera preguntarse como una niña de cinco años. Y
yo, a mi vez, le pregunto ¿todas tuvieron su tiempo menos tú? Sí, me responde, y ella
continúa pero pensarlo así, que no lo había pensado así, es que pensar así es pensar que
no recuerdo el tiempo que estuve con mi papá por algo... antes pensaba que no lo
recordaba porque a esa edad nadie se acuerda de nada, pero sé que no es eso. Entonces
cuando digo que todas tuvieron su tiempo, menos yo, es porque quise pensar así, pero sé
que no sucedió así.
¿Por qué Aura quiso pensar así? Y a mí vez, yo pienso sobre quién da el tiempo,
cómo aparece el tiempo. El Uno ideal, esa identidad, esa unidad mitológica entre el niño y
la madre, A=A, supone ausencia de tiempo, pues no hay interrupción entre la necesidad
del bebé y la satisfacción que le da la madre, existe una identidad de percepción, como la
llama Freud en su emblemático capítulo 7 de su Interpretación de los sueñosvi, pero esa
identidad, enseña el maestro, es una alucinación necesaria que le da un momento de
satisfacción sustitutiva al bebé. Ese lapso entre la urgencia y su resolución es llenado por
un pecho alucinado. Para que haya tiempo, tiene que haber un hiato entre necesidad y
satisfacción. Esa grieta supone que el bebé tenga que esperar para satisfacer una
necesidad.
Dice ella: solo recuerdo las fotos en que están mis papás separados, nunca recuerdo
las fotos de vacaciones juntos, y cuando las veo no me las creo. La espera inaugura el
tiempo, ese periodo que separa a los actos, y en el intersticio de esos actos aparece el
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deseo, deseo como fantasía, deseo como búsqueda de realización de lo imposible: la
restitución de esa supuesta unidad primigenia. Esto tiene varios corolarios, que me
parecen de importancia no sólo teórica, sino técnica; el primero sería que la espera
requiere que se tolere el dolor, el dolor de la separación, lo que implica dotar al
masoquismo primario, y a la pulsión de muerte, una función que es muchas veces
obviada en la clínica. Aceptar el dolor, por ejemplo, que se sufre por la ausencia de
alguien, es aceptar que se ama a ese alguien, es darle una posibilidad a que se
manifieste la pulsión de vida, de ligar la libido a un objeto externo.
Dice Aura: Por ejemplo, hay una foto de mi papá solo, oyendo su walkman, y ahí sí
siento que ahí estaba mi papá, no en las fotos en que me carga, en la que estamos todos
juntos. Pues estar todos juntos, pienso para mí, es aceptar que hay alguien más entre
mamá y ella, que está papá. Sí, papá está allí, pero está solo, existe afuera; papá no
forma parte de la familia, está en ese más allá que es el afuera del mundo, afuera del
hogar. Ese hogar está constituido por una supuesta identidad, unidad bebé-mamá, A=A.
Este binomio ideal me lleva al segundo corolario: la necesidad de la hipótesis del
narcisismo primario. Uno de los problemas del escenario kleiniano es el suponer que
todos los personajes del drama están ya planteados desde un principio adentro del bebé
como un código precargado o un guión inscrito desde el origen. Adentro de esa mamápecho está el pene de papá, amenazante o tranquilizador; según este modelo, eso lo
sabe, de siempre, el bebé.
¿Acaso no será al revés? Si papá está afuera, solo en su mundo, ¿quién está
adentro? Aura dice: Tengo una foto de mí mamá cargándome de chiquita, y a esa sí la
creo, a solas conmigo. En ese origen no hay alguien más, son dos que son una, ficción de
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identidad que se despliega en la pareja analítica. El otro, que puede ser intruso, que
puede ser héroe, viene de afuera; en algunos casos salva del engolfamiento, en otros
destierra del paraíso. Esto implica que el individuo, para ser sujeto, para ser parte de un
drama, debe salir de su ensimismamiento, debe inscribirse en alguno de los guiones que
están circulando en el afuera de la diada imaginaria, que son parte del mundo simbólico vii.
Además, en nuestra práctica, partir de la hipótesis contraria, ¿no significa correr el
riesgo de hacerle el juego a la imaginaria unicidad del paciente, en brindarnos como
fantasma que realizará una supuesta completud? Pero de nuevo, ¿no me brindé durante
un periodo de años, un par, nada menos –pero nada más-, no me brindé en ese par como
agente para realizar imaginariamente una dualidad viii? En apariencia, y aquí la palabra,
apariencia no es casual, el fundar la pareja analítica es una forma de establecer los
parámetros del dispositivo, pues, para seguir con el paradigmático ejemplo kleiniano, a la
diada representada por el analista “tren papito” y el analizando, el “tren Dick”, le adviene,
tarde que temprano, la entrada a un tercero, la “estación mamita” ix.
En este caso, aparentemente el movimiento fue al revés, se estaba en la estación
mamita, y se logró entender que se necesitaba al tren papito para salir, para moverse.
Pero es en apariencia, pues la expresión “al revés” nos recuerda que se está en el mundo
del espejox, que estas reflexiones son eso, reflejos de un mítico punto de origen, de una
estación de partida. Al respecto, cito a Lacan: “No hay en el ser humano posibilidad
alguna de acceder a esta experiencia de totalidad; que el ser humano está dividido,
desgarrado, y que ningún análisis le restituirá esta totalidadxi” Lo que se inscribe en Aura,
o ella recupera, es la función del mito –hace mucho, mucho tiempo, hubo una mamá con
una bebecita…-, mito que hace posible al sujeto en movimiento xii. Pienso en el gato
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encerrado en la bolsa de mamá, en ese gato que es Aura y es la misma Aura quien saca
al gato. Aura es bebé y es también ella misma quien saca al bebé.
El fondo del caso en este momento está en la literalidad del sueño xiii. Esta literalidad
especular dice papá no es necesario, porque yo Aura no vivo en el mundo de la
necesidad, quiero vivir en ese mundo donde yo me veo nacer y veo como yo misma me
ayudo a nacer; es decir, yo vivo en el mundo de lo imaginario, donde mi yo es como ese
gatito que puedo ver en su completud con mis ojos, puede ser sostenido, en su totalidad,
por mis manos. Cuando le hago una interpretación recuperando esta resonancia
contratransferencial, me responde: Hay una foto en que mi mamá está en el hospital
porque acabo de nacer; pienso cuando veo a esa foto: sí, mi mamá me tuvo, como si lo
hubiera hecho ella solita, pero sé que no puede ella solita.
¿Quién hace que sepamos que mamá no la tuvo por ella misma, que mamá y ella
no son la misma, que A no es igual a A, aunque hacen como si lo fuera? Aquí vale una
aclaración, necesaria hasta este momento pues es hasta ahora que adquiere su sentido:
Aura y su mamá comparten el mismo nombre, y son, además, muy parecidas físicamente,
A=A; ¿cuál es su diferencia de entrada, y por “de entrada1” me refiero a este momento
inaugural? El apellido paterno. Entonces, ¿Quién provoca ese hiato temporal entre mamá
y Aura, entre estas dos Auras, entre Aura y su espejo?
Después de dos años de análisis, de acompañarla en su constante repetición sobre el
miedo y el anhelo que significaba el estar separada de mamá, Aura me informa, para
cerrar la sesión, de los siguiente: De hecho mi papá es ginecólogo y operó a mi mamá
para ayudarme a nacer, mi papá le hizo una cesárea.
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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
i
“El análisis tuvo… que comenzar con el obstáculo fundamental para establecer un contacto con
él… Tomé entonces un tren grande, lo coloqué junto a uno más pequeño y lo designé como ‘tren
papito`…”, en Melanie Klein (1990 ,“La importancia de la formación de símbolos en el desarrollo
del yo”, Amor , culpa y reparación¸ Buenos Aires: Paidós, p. 230
ii
Lacan, Jacques (1981), El seminario, libro 1, escritos técnicos de Freud, Buenos Aires: Paidós , p.
25.
iii
Heinrich Racker (1960), Estudios sobre técnica psicoanalítica, Buenos Aires: Paidós. En
particular los capítulos 4, 5, 6 y 9
iv
Esta afirmación implicaría una relectura crítica de la teoría del campo, de los Baranger. Ver, por
ejemplo, a Madeleine y Willy Baranger, “La situación analítica como campo dinámico”, Revista
Uruguaya de Psicoanálisis, Vol. 6, 1961
v
Este es un apretado resumen de una ya de por sí apretada condensación de Marie-Claude Thomas
(2008), Lacan lector de Melanie Klein, México: Epeele, pp. 188-200. En esa autora también se
encontrará una brillante explicación de la diada como Uno ideal.
vi
La interpretación de los sueños, Vol. 5, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1984, pp. 556-560,
587-592
vii
Rodulfo, Ricardo (1989), El niño y el significante, Buenos Aires: Paidós, pp.55-103
viii
Lacan, Jacques (1984), “El estadio del espejo como formador de la función Yo tal y como se nos
revela en la práctica psicoanalítica”, además de “Intervención sobre la transferencia” Escritos 1,
México: Siglo XXI editores, pp. 86-93, y pp. 204-215
ix
Melanie Klein, op. cit.
x
Lander, Rómulo(2004), Experiencia subjetiva y lógica del otro, Caracas: Editorial Psicoanalítica,
pp. 107-119, 133-138, 345-350
xi
Le désir et son interprétation, sesión del 11 de febrero de 1959, transcripción estenográfica, p. 15.
http://www.ecole-lacanienne.net/seminaireVI.php, Traducción del autor.
xii
Pérez de Plá, Esperanza (2000),“El sujeto, el cuerpo y el otro”, en Sujeto, inclusión y diferencia,
México: Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, P. 40-49
xiii
Mannoni, Octave (2005), “El hombre de las ratas”, en Los casos de Freud 3, Buenos Aires:
Ediciones Nueva Visión, pp. 95-98
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