Introducción sobre los semitas en la antigüedad

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El término “Semitas” en la historiografía 1
El problema
En este primer trabajo trataremos de rastrear el término “semita” en el uso dado por los
historiadores que escriben sobre historia antigua. Es decir identificar el uso historiográfico
del término semita. Hay que aclarar se trata de historiadores modernos, pues el término
“semita” parece no haber sido usado por historiadores de la antigüedad. O sea, aunque el
nombre de Sem aparece en la Biblia, ésta acepción historiográfica del término “semita” es
una invención moderna. Las razones de esta denominación las examinamos en el segundo
ensayo: Semitas II.
Esta conclusión resulta extraña, porque la totalidad de los términos que usan los
historiadores vienen dados por el nombre original o del lugar. Además la denominación es
consistente en el tiempo desde que estas culturas aparecen en la historiografía. Nunca
aparecen nuevas denominaciones para culturas conocidas, y menos con varios miles de
años de retraso. Esta invención nos parece emparentada con el uso del término “ario” hecho
por los nazis, incluso tiene una aparición casi coetánea y nos parece relacionada. Con la
diferencia de que ya existía el uso historiográfico del término ario, no siendo la acuñación
de un nuevo término.
Entonces el término “semita” se nos presenta hoy con un aire científicamente más
sospechoso aún que el término “ario”. En ambos casos se trataría de un uso político del
lenguaje. Esta es la hipótesis que queremos desentrañar.
La primera utilización del término parece haber sido para asociarla a su antónimo: el
antisemitismo. Este término -y el sentimiento que conlleva- son también un invento
moderno.
El antisemitismo -anti judaísmo debiéramos de empezar llamándolo si queremos guardar
alguna precisión- tiene sus hondas raíces en el mundo grecorromano. Se dice que las
primeras persecuciones de judíos tuvieron lugar en la Alejandría helenística. Se
intensificaron durante el obscurantismo medieval, cuando el pueblo judío fue acusado –
difamado según fuentes judías- atribuyéndosele el asesinato de Jesucristo. Esta actitud
debe catalogarse de anti judaísmo, y no de antisemitismo. Lo cual no significa que no la
hayan sufrido otros pueblos, incluyendo a los árabes.
En efecto cuando los cruzados conquistaron Jerusalén el año 1099, pasaron a cuchillo no
sólo a los habitantes musulmanes, sino también a los judíos, en una de las matanzas más
horrorosas de la historia. Esta sí es una expresión de antisemitismo usando el vocablo en su
sentido propio. Aunque mejor sería calificarlo como etnocentrismo o colonialismo.
Este texto es el primero de una trilogía de tres ensayos sobre el mismo tema: I Los semitas en la antigüedad II
Una línea de tiempo acerca de los semitas en la antigüedad III Una reflexión acerca del uso político del término.
Los tres se adjuntan pero deben ser considerados sólo como documentos de trabajo preliminares. Los sucesos
que sacuden en estos instantes a esa zona hacen urgente la acción a favor de la paz, limitando las posibilidades
de reflexión tan necesaria en el largo plazo.
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Antisemitismo árabe.- Otra de las anomalías del término radica en que resulta más extraño
que hoy se tilde livianamente de antisemitas a los Árabes modernos. Si los judíos tuvieron
conflictos en las naciones occidentales en que vivían, ello justamente no pasó en mundo
árabe ni musulmán. Al menos mientras no apareció el sionismo.
Una conocida Historia de Palestina 2 comienza así: “Desde tiempo inmemorial existía en
Jerusalén una costumbre emocionante: los niños judíos y musulmanes nacidos en el mismo
barrio y en la misma semana eran tratados por sus familias como hermanos de leche; el
niño judío era amamantado por la madre musulmana y el niño musulmán por la madre
judía. Esta costumbre establecía relaciones íntimas y duraderas entre las dos familias y las
dos poblaciones” Señala que la costumbre cayó en desuso... y agregaríamos: ¡hoy sería
impensable!.
Con esta cita queremos refutar el mito de la enemistad tradicional entre judíos y árabes.
Mal podría catalogarse de antisemita a los árabes desde que ellos serían los que podrían
exhibir más limpiamente ese origen.
La historia, hasta la funesta intervención3 del Medio Oriente por los europeos durante el
siglo XIX, no había conocido conflictos serios entre ellos. Muy al contrario, los
practicantes del judaísmo habían vivido durante muchos siglos pacíficamente, en medio de
los Árabes, incluso compartiendo el mismo destino, y hasta las mismas persecución
particularmente en Tierra Santa.
Así es que se puede concluir que el antisemitismo no sólo es una invención moderna sino
que es también una invención de Occidente. Porque en el mundo árabe y musulmán las
comunidades fueron respetadas, desde que el Islam acepta la revelación del antiguo
testamento. En los califatos y en el Andaluz los hebreos llegaron a tener altos cargos en la
corte al extremo que el médico de Saladino era un judío.
En efecto, aunque el fenómeno del anti judaísmo existía en Occidente la calificación de
“antisemitismo” es reciente. Durante los siglos que siguieron a las cruzadas, los países
musulmanes fueron refugio para los judíos perseguidos en Europa. Las víctimas de la
Inquisición española (los llamados sefardim o sefardíes) huyeron a los países árabes de
África del Norte y hasta Egipto y el Oriente Medio, donde fueron recibidos fraternalmente.
En el siglo XIX este mundo árabe fue refugio para los judíos que escaparon de las
persecuciones en la Europa central y oriental, de aquellas horribles matanzas en Polonia y
en Rusia. Con toda razón la Enciclopedia hebraica, en su edición española de 1936, podía
escribir: «Durante varios siglos los países islámicos fueron la verdadera salvación para los
judíos europeos. »
Todavía entre las dos guerras mundiales, en Marruecos y en Túnez hasta después de 1945,
hubo judíos que figuraron como ministros en los gobiernos árabes. Durante la Segunda
2Rolf
Reichert “Historia de Palestina”. Ed. Herder Barcelona 1973
¿Deberíamos llamar invención del Medio Oriente?. Quizás debiéramos llamarla invención tanto como
intervención. En efecto la zona es claramente el mundo árabe. El término “Próximo Oriente” aparece junto con el
termino semita para descontextualizarla, olvidando que era una zona de exclusiva población árabe.
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Guerra Mundial, el bey de Túnez y el rey de Marruecos emplearon todos sus esfuerzos para
proteger a sus súbditos judíos contra las leyes racistas del régimen de Pétain. Y el autor
judío Éric Rouleau escribió en el prólogo al libro del autor sirio Sami Al-Yundi, Juifs et
Árabes: «como judío que pasó su infancia y su juventud entre los árabes, puedo atestiguar
que el antisemitismo es completamente ajeno a las tradiciones y a la mentalidad de los
pueblos de Oriente Medio».
Las relaciones entre los dos pueblos fueron envenenadas en Palestina sólo en este siglo XX,
y únicamente por factores europeos:
En primer lugar por los ingleses, que dispusieron de un país que no les pertenecía, para
lograr sus objetivos imperialistas en la región,
En segundo lugar por los activistas sionistas europeos que poco tenían que ver con la
religión judía o con un pretendido origen semita, y que organizaron el desalojo violento de
palestinos de su país.
Algunos autores citan a “los nazis alemanes, que fomentaron el odio de los árabes contra
los sionistas, para sus funestos designios”4. Creemos que los sionistas – desde que venían a
desalojar a un pueblo de su tierra - no necesitaron la ayuda de los nazis para ser odiados en
Palestina.
El resultado es la tragedia a que hoy asistimos: esa lucha fratricida entre dos pueblos que se
desprecian y niegan su “hermandad”.
Los primeros habitantes de Palestina
Se acostumbra decir que en la antigüedad Palestina sólo gozó de pocos años de
independencia, dada su estratégica ubicación como pasadizo de muchos pueblos.
Afirmación poco exacta, desde que no considera:
Los largos periodos del neolítico que supusieron miles de años de cultura, la primera de la
humanidad y
Es cierto que su historia es sucesivamente la historia de los imperios babilónicos, egipcio,
asirio, neo babilónico, persa, macedónico, tolemaico, seléucida, romano.
En la era cristiana no gozó de independencia alguna, siempre sometida a algún imperio:
bizantino, la del califato de varias dinastías musulmanas, la de los cruzados, los
mamelucos, otomanos y finalmente británicos. Y desde el año 1948 se comenzó a desplazar
a su población por inmigrantes sionistas, a fin de crear un enclave que funciona como
apéndice del nuevo poder mundial: EEUU de Norteamérica.
Se entiende que el hombre fijó su residencia en Palestina durante el paleolítico, en la época
posterior al diluvio ocasionado por las últimas glaciaciones. Después de todo el origen del
ser humano se ha establecido en la costa este de África, cercana a la península arábiga.
4
Reichert, op. cit., pag. 14
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Se han descubierto restos óseos que datan de más de 50 000 años y probablemente esta
fecha irá aumentando a medida que progresen las excavaciones. Hay que recordar que el
homo sapiens tiene apenas 100 mil años. Aunque el género homo tiene más de 4 millones.
O sea que podemos decir que se trata de restos primigenios del Cromañón.
Pero lo más notable de Palestina son sus eslabones entre este hombre paleolítico y sus
sucesores neolíticos. Aunque la conexión no se ha encontrado aun, es claro que en Palestina
ocurrió el primer asentamiento humano conocido.
Se trata de una cultura mesolítica representada en Palestina por la llamada natufiense
(restos en el valle Wadi al-Natuf, al noroeste de Jerusalén). El hombre natufiano vivía en
cuevas, más tarde también en cabañas de barro o construidas con adobes. Es notable esta
característica porque normalmente se piensa que los sumerios inventaron el adobe.
Además practicaba una agricultura primitiva y también se dedicaba a ocupaciones
pastoriles, por lo que está en el inicio de la llamada por Childe la primera revolución
económica: la Revolución neolítica. Debemos notar que en la historia de ningún otro país
del mundo tenemos testimonios tan antiguos de prácticas agrícolas.
En el quinto milenio antes de nuestra era (–IV) apareció otra cultura, ya plenamente
neolítica, caracterizada por las primeras aglomeraciones de habitaciones humanas que
conocemos: Jericó, Gezer y Meggidó. Jericó tuvo probablemente una existencia continuada
durante siete mil años, la historia más larga de todas las ciudades del mundo.
Palestina en la Edad del Bronce
En el Calcolítico (cuarto milenio a.C.), se desarrolló al norte del Mar Muerto una cultura
que fue llamada Gassuliana (está mejor representada en Tulaylat al-Gassul) Los gassulianos
no construían casas, sino que vivían en cuevas calcáreas; usaban instrumentos de piedra o
de hueso, conocían el arte de la cerámica, como demuestran numerosos objetos hechos de
barro. En cuanto a su origen y composición étnica, los especialistas concuerdan en que no
eran semitas. Reichert 5aduce para ello una serie de argumentos, de entre los cuales citamos
los cuatro que tienen mayor fuerza probatoria:
1) Los gassulianos quemaban a sus difuntos en lugar de enterrarlos, mientras que en la
concepción de los semitas sobre la vida y la muerte resulta imposible la incineración de los
difuntos. Así, desde los tiempos más remotos, los pueblos semíticos sepultaban a sus
difuntos, y todavía hoy se considera como un insulto la expresión «hijo de un padre
quemado».
2) Los numerosos monumentos megalíticos encontrados en Palestina: menhires (bloques de
piedra solitarios), crómlechs (círculos de piedra) y dólmenes (losas planas colocadas sobre
dos pilares enhiestos, formando una especie de mesa) no tienen ejemplos análogos en
ningún país semítico, y sí únicamente en la India meridional, en las costas e islas
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Op. cit p.24
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mediterráneas, en Francia, en Inglaterra y en los países escandinavos, es decir en los
principales países procedentes del grupo étnico indoeuropeo.
3) Bajo el santuario de Tell al-Yazar (Gezer), un montón de huesos porcinos indica que el
puerco, domesticado ya por los gassulianos, era el animal preferido para los sacrificios,
hecho que provocaba una actitud de desprecio para con ellos por parte de sus enemigos y
sucesores, los semitas.
4) Finalmente, numerosos nombres antiguos de lugares no admiten una etimología
semítica.
En resumen, el hombre gassuliano, según la opinión de la mayoría de los eruditos,
pertenecía a una raza indoeuropea, exactamente a la familia armenoide, cuyos
representantes modernos son los armenios. Sus rostros, sus característicos cráneos anchos y
cortos, la nariz prominente, están todavía presentes entre los palestinos contemporáneos.
Otra raza de origen europeo, la llamada celtolíbica, que dejo sus vestigios en toda la costa
del Mediterráneo, ha podido también ser identificada por los arqueólogos en Palestina. No
cabe duda de que los palestinos de nuestros días que se denominan árabes (por hablar el
idioma árabe), poseen una composición étnica de las más complejas y heterogéneas. El
elemento no semítico de la población de los tiempos neolítico y calcolítico puede ser
considerado como el substrato sobre el que se superpusieron los múltiples invasores
posteriores: los semitas (amorreos, cananeos, arameos, hebreos, babilonios, asirios), los
indoeuropeos (persas, griegos, circasianos, romanos y otros europeos) los turcos y los
mongoles Con todo, las fuentes étnicas del pueblo palestino se reducen a dos principales:
primeramente las ya mencionadas poblaciones más antiguas del país, y más tarde las tribus
semíticas que llegaron de la península arábiga.
Los semitas
El término semita obviamente fue tomado de un pasaje bíblico. De Sem, el hijo mayor de
Noé. Hace suponer que los semitas serían sus descendientes. Si hemos de atenernos a la
versión bíblica sería toda la raza humana. Según Reichert esta suposición es insostenible.
Esta versión de parentesco originario es la que usan los judíos y fue aprovechada por los
sionistas incluso laicos para justificar simultáneamente su origen en el medio oriente y su
derecho a Palestina.
El término se mantiene hoy como un concepto lingüístico: semitas son los que hablan o
hablaron una lengua semítica (asirio, babilónico, cananeo o fenicio, arameo árabe, hebreo).
O sea lenguas originarias de la Península Arábiga.
Ahora bien, el parentesco lingüístico no es el único lazo que une a los pueblos semíticos o
arábigos. Algunos autores normalmente suponen una semejanza de sus aspectos físicos,
comportamientos psíquicos, creencias religiosas e instituciones sociales. Esta es una tesis
que habría que evaluar puesto que los judíos casi siempre cultivaron un alto particularismo
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religioso y político. Y pudiera tratarse de interpretaciones acientíficas, es decir políticas:
con objetivos sionistas o fascistas.
Naturalmente este y otros parentescos se relacionan con el origen antropológico que nunca
se discute. En tiempos remotos formaban probablemente una comunidad que hablaba la
misma lengua arábiga y que ocupaba una misma región: la península Árabe. En este caso el
uso de la palabra semita para referirse a los judíos europeos habría que evaluarla. Con
mapas de ADN podría confirmarse o refutarse este origen arábigo de los judíos modernos
y tenemos entendido que esos estudios y sus conclusiones existen.
La teoría casi unánime afirma que la patria de los semitas en su sentido antropológico fue la
parte meridional de la península arábiga. Arabia, país de montañas áridas, de tierras
estériles y vastas áreas de terreno arenoso, amenazó siempre a sus habitantes con la sed y el
hambre. Periodos de bonanza como ocurrió en el holoceno (retirada de los hielos en el –10
mil) seguramente produjeron aumento de la población: una explosión demográfica. Y
períodos de extrema sequía y carencia de alimentos de hecho produjeron oleadas de
emigración en dirección a regiones más fértiles y codiciadas durante todo el neolítico. De
estas solo conocemos algunas.
Acadios.- La primera de estas invasiones tuvo lugar en el cuarto milenio a.C., cuando los
semitas provenientes de la Península Arábiga invadieron los valles del Tigris y del Eufrates,
ocupados entonces por los sumerios. Expulsando a parte de éstos y mezclándose con el
resto, dieron origen al primer Imperio arábigo de la historia. Los Acadios formaron un
imperio casi simultáneo al egipcio: el Imperio de Sargón de Acad.
Estos fueron los predecesores de los famosos babilonios, con su alta civilización. Esta
primera migración semítica, o sea proveniente de la Península Arábiga, no ejerció influjo
directo sobre la población palestina. Pero posteriormente parte de la población de
Mesopotamia fue transferida a Palestina (como ocurrió típicamente con los samaritanos y
obviamente también con las corrientes invasoras provenientes de la zona).
Los amorreos
Aproximadamente un milenio después de esta primera migración proveniente de la
península arábiga, hacia el año 2500 a.C., aparece una nueva oleada de nómadas que se
mueven en la periferia del Fértil Creciente, es decir, desde el área del Eufrates en dirección
al oeste, hacia la Siria actual. Y de allí hacia Palestina en el siglo XXII o XXI. Estos
invasores son designados como amorreos (del babilonio amurru que significa occidentales).
Al igual que los acadios venían efectivamente desde el Occidente, es decir de Arabia.
Occidentales, arábigos y semitas serian una especie de redundancia lingüística.
Con su conocimiento del uso del metal (bronce) se impusieron a sus predecesores.
Suplantaron y absorbieron a la población autóctona ocupando sitios abandonados y
fundando colonias en los siglos siguientes. Hacia el año 1800 AC toda la región desde el
mediterráneo hasta las fronteras del imperio babilónico estuvo dominada por príncipes
amorreos.
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En el siglo siguiente Hamurabi conquisto la parte norte del territorio y la incorporó a su
imperio y con esto el centro de gravedad de los amorreos se desplaza a Palestina. Entre
ellos encontraremos a aquel pueblo que después término ocupando el pais por milenios, los
cananeos (nombre que le dieron sus vecinos y que significa púrpura) Los griegos –con los
que comerciaban los cananeos- los llamaron fenicios que significa lo mismo.
La lengua de los amorreos sus prácticas religiosas y sociales fueron mantenidas por sus
sucesores. Hay que aclarar que no es correcto hablar de una migración de cananeos ni
distinguir entre amorreos y cananeos (de hecho la Biblia a veces los usa como sinónimos)
Se dice que los cananeos (fenicios) vivían a lo largo de la costa mientras que los amorreos
habitaban la región montañosa al este. Las aldeas cananeas se desarrollan después como
ciudades originando o siguiendo el progreso de la llamada Revolución Urbana de la
Antigüedad. N se sabe bien si las primeras ciudades son en Sumer o en Canaan. Pero si se
sabe que las primeras protociudades6 fueron en esa tierra que después se denominaría
Palestina. Estas son las que después van a recibir la visita de los filisteos y la invasión de
los hebreos.
Los cananeos
No hay diferencia étnica entre amorreos y cananeos (después llamados fenicios). La
diferencia es más bien cultural: los amorreos instalados en Siria recibieron influencia
babilónica. Los cananeos recibieron influencia de la cultura de Egipto al haberse instalado
en la zona sur y litoral de Palestina. Los nombres de Canaán y Fenicia significan lo mismo:
país de la púrpura (del humano knaggi y del griego phoinix, respectivamente), dado que la
industria de la púrpura era la predominante en el país.
Canaán fue la primera denominación de Palestina. Los cananeos, por su posición
estratégica entre las poderosas potencias que nacieron en los valles del Nilo, del Tigris y en
Asia Menor, aparentemente no lograron establecer un Estado único. Aparentemente porque
un Estado es una nación políticamente organizada y los cananeos lo fueron. La sensación
de que no formaron Estado deriva de que nunca fueron guerreros e invasores. Pero durante
milenios fueron respetados como tales por sus vecinos, aunque estuvieran bajo su
influencia.
Permanecieron agrupados en pequeñas comunidades pacíficas. Generalmente en torno a
una ciudad fortificada. A menudo deberían someterse a conquistadores que salían en
oleadas de Babilonia, de Egipto o del país de los hititas. Preservaron su existencia y
evitaron la servidumbre reconociendo el vasallaje bajo una u otra de las grandes potencias y
pagando un tributo que les permitiese continuar ejerciendo sus actividades comerciales y
culturales. Pero cuando se debilitaba el poder central de los grandes imperios vecinos, los
reyes locales sacudieron el yugo extranjero y fundaron pequeños principados o ciudades
independientes.
Se dice que la diferencia entre una ciudad y una protociudad consiste en la jerarquización y en la
especialización. A nosotros nos parece que ambas características estaban presentes en las protociudades
cananeas, de manera que bien podemos llamarla ciudades.
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Claro que su destino en general fue el de presenciar, impotentes, una lucha continua entre
Egipto y Babilonia por la supremacía sobre la región. En esto debe haber influido también n
solo la posición de pasadizo de la región, sino también lo relativamente menor de sus
poblaciones en comparación con el Nilo o el Eufrates.
En la primera época, es decir, durante el tercer milenio a.C., prevaleció la influencia
babilónica, no sólo en Canaán, sino en toda Siria. Sin embargo, los babilonios no fueron
nunca los señores indiscutibles de Canaán, ni siquiera cuando su dominación era
predominante. Ya el antiguo imperio de Egipto hizo repetidas tentativas de someterlo a su
control. Con base en la península del Sinaí, donde los faraones explotaron las minas de
cobre y de turquesa, fueron enviadas numerosas expediciones contra Canaán.
A partir de la XII dinastía, una de las más gloriosas de la historia egipcia, los faraones
consiguieron suplantar a los babilonios, viniendo a ejercer una soberanía poco presente, que
se limitaba apenas a recaudar tributos. En las listas de tributarios de las dinastías XII -XIX
aparecen continuamente nombres de ciudades cananeas. Y del reinado de Sesostris I (19711928 a.C.) poseemos la famosa relación del cortesano Sinuhé, que huyó de la corte del
faraón a Canaán y que nos da la primera descripción de la vida y de la organización social
del país. La dominación egipcia duraría, como todavía veremos, hasta la decadencia del
nuevo imperio en el siglo XIII.
Los nuevos conquistadores, filisteos e israelitas, no se contentarían con tributos, pues
deseaban la posesión del país, pero sin sus habitantes, los cananeos. Éstos, empujados hacia
el norte, concentrarían su energía en la navegación, llegando a ser, bajo el nombre de
fenicios, una de las primeras y mayores naciones navegantes del mundo. El Mediterráneo
sería un mar fenicio, mucho antes de ser un mar griego y romano.
El hecho de haber sido los cananeos durante siglos un pueblo tributario, mantuvo sus
intereses alejados de la guerra y de la política. Eso nos da la falsa impresión de que se
trataba de un pueblo menor. Pero sus energías pudieron concentrarse entonces en
actividades pacíficas, en la agricultura, en la pesca, en las industrias (oleicultura,
metalurgia, fabricación de vidrio, de tejidos, y sobre todo el tinte con la púrpura, a la cual
deben su nombre de cananeos o fenicios).
Oldenburg 7 nos cuenta que en la religión de los cananeos, originariamente el dios más
importante fue Al o El (de la misma raíz semítica deriva Elohím hebraico y el Allah
árabe), dios creador todopoderoso que gobernaba el universo desde su montaña al norte de
Canaán. Más tarde el dios de las tormentas, Hadad (Ba’Al) invadió Canaán, venció a El o
Al, le arrebató su dominio, lo castró y se apoderó de su mujer Asherah. Estableció así su
derecho al trono. Pero no pudo disfrutar su victoria durante mucho tiempo: cuando los
israelitas invadieron el país surgió un nuevo conflicto entre su dios Yahveh (Jehová) y el
baalismo de los cananeos. Yahveh resultó vencedor de este conflicto: la victoria decisiva
7 OLDENBURG, The Conflict between El and Ba’Al in Canaanite Religión. Leiden 1969, citado por
Reichert op cit..
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tuvo lugar en monte Carmelo, donde Elías habría dado muerte a los profetas de Ba'Al. Una
comparación a fondo entre Yahveh y El' muestra que los dos dioses tienen características
muy semejantes, en contraste con otros dioses locales, de donde resulta que Yahveh puede
haberse interpretado como una nueva revelación a Israel del antiguo dios-creador semítico,
El. Naturalmente esta historia pretende establecer una continuidad entre la civilización
cananea y la israelita, que nos parece al menos espúrea. De partida no considera las
creencias de otros pueblos coetáneos en la zona.
El mayor legado que nos dejaron los cananeos fue la invención del alfabeto. Desarrollaron
la escritura alfabética, las letras, a partir de los jeroglíficos egipcios. Lo hicieron asociando
las letras a los sonidos iniciales de los nombres de los objetos que representaban: por
ejemplo, el signo para indicar casa (beth8) se tomó para representar el sonido de b,
recibiendo el mismo nombre de beth.
Reichert nos informa que la escritura inventada por los cananeos es la base de todos los
demás alfabetos semíticos “y, a través del hebreo, también de los europeos”. A nosotros nos
parece que el árabe influyó más en las lenguas europeas que el hebreo. De hecho el hebreo
parece haber sido muy poco usado incluso por los judíos. Agrega que dicha escritura
influyo en la griega, latina, rusa, gótica, como también de las escrituras india y mongola.
Los hicsos
En el siglo XVII a.C. se inició una considerable modificación en la composición étnica y en
la situación política del país. La primera aparición de los indoeuropeos en el Oriente Medio
hubo de producir enorme confusión en la región. Siendo seguida de una serie de
migraciones de pueblos, unas tras otras.
La primera de estas oleadas migratorias que invadió Canaán fue un aglomerado de estirpes
mal definidas, cuyos orígenes todavía no han sido esclarecidos. Los egipcios designarían a
tales pueblos con el nombre de hicsos, es decir, «señores de países extranjeros».
A partir de Siria invadieron en primer lugar la provincia cananea del imperio egipcio, a la
sazón dividida en una serie de principados. Continuaron su marcha a través del Sinaí,
entraron en el delta y establecieron su dominio sobre el Bajo Egipto, extinguiendo el medio
imperio ya agonizante (1730 a.C.). La dominación impuesta por ellos a Egipto (a las
dinastías XV Y XVI) se caracteriza por la presencia de una clase dominante, feudal, que
reinó sobre la población nativa. Dado que tal aristocracia se componía de guerreros (los
hicsos habían introducido en Oriente Medio el caballo y el carro de asalto), su organización
era típicamente militar.
Poco se cuidaron los hicsos de Palestina, limitándose a cobrar los tributos que los cananeos
pagaban a sus nuevos soberanos con la misma solicitud con que los habían pagado a los
faraones de las dinastías anteriores. Así, a comienzos del siglo XVI a.C., cuando el imperio
de los hicsos entró en decadencia, los minúsculos Estados de Canaán se hicieron
8 Nótese la clara continuidad arábiga de este sonido egipcio y cananeo que se usa hasta el árabe actual (salvo
que se trate de una influencia al revés: del egipcio al árabe moderno).
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independientes. Incapaces, sin embargo, de formar una confederación política, dio entonces
comienzo una época de discordias y confusión, que poco después ayudaría a los egipcios a
restablecer su supremacía.
La lucha de liberación egipcia de los hicsos se inició en el Alto Egipto. Allí, los herederos
de los faraones del imperio medio, habían sobrevivido como príncipes de Tebas. Cuando
declinó el poder de los hicsos, estos príncipes desafiaron a los invasores y establecieron una
dinastía nativa (la dinastía XVII). Consiguieron desalojar a los hicsos, región tras región, y
finalmente lograron empujarlos al nordeste del delta (hacia 1560 a.C.). La victoria
definitiva vino con Amosis I, fundador de la dinastía XVIII y del llamado Nuevo Imperio,
que conquistó el último baluarte, Avaris, y expulsó a los extranjeros del país.
Entonces los hicsos se retiraron hacia Siria, desde donde habían invadido Egipto doscientos
años antes. Amosis, inmediatamente, los persiguió en el mismo continente asiático. Y él fue
quien restauró la política de los faraones de imperio medio, que habían convertido Canaán
en provincia egipcia. Ésta no era, con probabilidad, una política de conquista propiamente
dicha, sino más bien una tendencia, común a todas las potencias, a asegurarse sus fronteras,
creando “zonas de protección” para alejar, o por lo menos dificultar, la invasión de
enemigos. Y esto debería parecer especialmente urgente a los faraones del imperio nuevo,
porque en sus fronteras del norte habían surgido numerosos movimientos de pueblos y
naciones, seguidos de migraciones e invasiones que afectaron profundamente a la situación
en Canaán.
En aquella época las invasiones llegaban del norte (los hurritas y sus herederos los hititas) y
del oeste (los filisteos). También del este (los arameos, de los cuales formaron parte las
tribus israelitas) A pesar de que los poderosos señores del Nilo, de la dinastía XVIII (15701345 a.C.) consiguieron mantener su supremacía sobre Canaán y aun extenderla
temporalmente sobre Siria y hasta las riberas del Eufrates, no pudieron impedir la
infiltración de todos aquellos elementos heterogéneos que provocaron las transformaciones
étnicas e incluso políticas del país.
Hurritas e hititas
Uno de aquellos elementos fueron los hurritas, no semitas (es decir que no provendrían de
la Península Arábiga). Hasta hoy mal identificados, que habían comenzado a emigrar de su
antiguo hábitat en el Tauro oriental (hacia Anatolia) a comienzos del segundo milenio,
estableciendo hacia el año 1500 a.C. su reino, llamado Mitanni, en la parte septentrional de
Mesopotamia. De allí emprendieron expediciones contra Asiría, Asia Menor, Siria y
también Canaán. Aunque nunca consiguieron incorporar el país a su reino, pasaron por allá
numerosas veces y constan en documentos tanto egipcios como hebraicos.
Hacia el año 1350 a.C. Mitanni fue vencido y subyugado por los hititas y desaparece de la
escena histórica. Dichos hititas son el primer pueblo civilizado de la rama indoeuropea;
originarios de Asia Menor, de allí se pusieron en marcha hacia el sur por los años de 1500
a.C., probablemente bajo la presión de otros pueblos más septentrionales. El reinado de
Supiluliuma (hacia 1380-1346) significa la elevación del imperio hitita a la categoría de
gran potencia, que no tardará en entrar en conflicto con el imperio de los faraones.
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Generalmente evitaron encuentros armados con los egipcios, pero procuraron suscitar
revueltas y rebeliones en sus provincias asiáticas, sobre todo entre los jefes locales,
amorreos y cananeos.
Del mismo modo que en el caso de los hurritas, Canaán no formó nunca parte del imperio
hitita, aunque numerosos elementos hititas se infiltraron allí 9. Éstos, debilitados por una
guerra sangrienta contra los poderosos faraones de la dinastía XIX (batalla de Kadesh, 1296
a.C.), no pudieron resistir la masiva agresión de un nuevo enemigo: con la invasión de los
llamados pueblos del mar (filisteos y afines), su imperio sucumbió y desapareció para
siempre. Los hititas habían alcanzado las fronteras del norte de Canaán al mismo tiempo,
aproximadamente, en que surgía del este un nuevo invasor: los arameos.
Los arameos
La migración aramea es el tercero de los grandes movimientos originarios en la península
arábiga (semíticos). En primer lugar se dirigió hacia Mesopotamia y de allí se encaminó
hacia el norte y oeste, entrando en Siria por la región de Harán. La confusión que reinaba
en las provincias sirias de Egipto, debido a la decadencia de la dinastía de los hicsos, la
discordia entre los reyes locales, debió facilitar en gran parte la invasión de los
arameos.Éstos llegaron a establecer pequeños Estados-ciudades en Siria, sin que
interviniese el gobierno central de los faraones.
De la migración aramea forma parte la invasión de los hebreos en Canaán; en el siglo XV
a.C. se separaron los hebreos de los demás arameos para continuar su camino hacia el sur.
La historia de Abraham, tal como se narra en el Génesis, se relaciona con una primera
inmigración de los hebreos. Su camino es el mismo de otros muchos semitas nómadas de la
antigüedad cuando decidieron pasar de la vida nómada a la sedentaria. Para esto les eran
necesarias tierras.
Reichert nos informa que “La diferencia esencial respecto a los demás semitas eran sus
creencias religiosas. Cierto que los hebreos abandonaron, como los demás semitas, los
dioses locales de la ciudad que dejaban; pero, a diferencia de ellos, llevaron consigo a su
dios tribal, Yahveh. En ausencia de otras divinidades limitadas territorialmente, este dios
tribal llegó a ser el único venerado por Abraham y su pueblo. Este procedimiento contiene
ya el germen del monoteísmo, impidiendo a los hebreos seguir la costumbre de los
nómadas, es decir adoptar en cada localidad los dioses venerados en ella. Naturalmente,
Yahveh tendría que ocuparse de los intereses de su pueblo y no vacilaba en prometerle una
tierra, precisando que esta tierra debería ser tomada a los cananeos, amorreos, hititas, etc.
Dado que el relato de este acuerdo entre Yahveh y Abraham (Gen 15, 18-21) fue escrito
después de la conquista del país prometido, puede suponerse que tales promesas se
formularon a posteriori para justificar dichas conquistas 10. En las primeras décadas
después de su llegada a Palestina, los hebreos vivieron obscuramente, en las proximidades
de los centros urbanos cananeos, como los demás habitantes del interior, los amorreos y los
Según Reichert op cit p.31 los cronistas del Antiguo Testamento cuentan que los israelitas se unían en
matrimonio con los hititas
10 (la negrilla es nuestra).
9
13
hititas. Abandonaron su dialecto aramaico para adoptar el de los cananeos, cuya cultura
material también adoptaron. Su organización social fue la de una tribu seminómada, con un
patriarca tradicional, sistema que todavía hoy puede observarse en varias tribus beduinas.
El cruzamiento con la población ya establecida, aunque tuviera lugar (cf. Jueces 3, 5-6), no
fue común. Hacia el año 1400 a.C. se vieron envueltos en los desórdenes políticos que
tuvieron lugar en Canaán, que seguía siendo una provincia egipcia; y el hambre que siguió
a tales desórdenes indujo a las tribus hebreas a emigrar hacia las tierras fértiles del delta del
Nilo”. Nos informa además que tal migración de semitas nómadas era un acontecimiento
común por aquel entonces, y el gobierno egipcio no negó su hospitalidad a los emigrantes.
Ni tenía motivos para negarla, puesto que se trataba de una migración interna, de una
provincia egipcia, Canaán, a otra.
La era de Tell El Amarna
Canaan sometido a Egipto. La supremacía egipcia sobre Canaán restaurada por Amosis, en
ocasiones, sin embargo, estuvo amenazada. Si bien sus primeros sucesores, Amenhotep,
Tutmosis I y II lograron mantenerla extendiéndola incluso hasta el valle del alto Eufrates,
bajo la reina Hatshepsut (1501 a.C.) hubo una insurrección general en los dominios sirio y
palestino. Su hijo Tutmosis III (1480-1448) consiguió desbaratar la peligrosa coalición de
gran número de príncipes locales. Y la caída de Meggidó (1478) marca la derrota decisiva
de los rebeldes cananeos y amorreos, si bien fueron necesarias 17 campañas sucesivas para
desarticular nuevas agrupaciones revoltosas. Esto muestra hasta que punto las ciudades
cananeas habían llegado a ser entidades maduras y con vocación política de Estado.
Las famosas inscripciones en el templo de Tutmosis III en Karnak enumeran nada menos
que 118 ciudades sometidas, entre ellas Cana, Meggidó, Kadesh, Acre, Beirut, Jafa y
Damasco. La administración imperial tenía por objetivo general el mantenimiento del
orden, la seguridad en las vías principales y la recaudación de tributos. Esto fue garantizado
mediante la instalación de guarniciones y de un número limitado de oficiales residentes. La
administración local siguió en manos de los príncipes de la región, cuyos informes al
gobierno central fueron descubiertos en 1887 cerca de Tell El Amarna, en Egipto central.
Estas cartas, que dieron a esta época de la dinastía XVIII el nombre de era de Tell El
Amarna, nos dan a conocer, de manera muy instructiva, el funcionamiento de la
administración egipcia en Canaán. Tutmosis II fue lo bastante inteligente como para confiar
el gobierno local a todos los príncipes y jefes que se habían sometido; sus hijos fueron
llevados a Egipto, donde recibieron una educación esmerada, quedando así garantizada la
lealtad de las provincias. Tal sistema funcionó a la perfección durante la enérgica
dominación de Tutmosis III. Con su muerte en 1448 comenzó la decadencia de la gloriosa
dinastía.
La crisis latente se convirtió en calamitosa confusión cuando subió al trono Amenofis IV
(1377). La correspondencia de Tell El Amarna indica que, durante su reinado, Egipto fue
perdiendo el dominio sobre Siria y Palestina, y que los gobernadores de las ciudades no
podían resistir al creciente poder de los hititas. Estos invasores del norte se esforzaban por
incitar a los príncipes cananeos a la rebelión. Los que decidieron mantenerse leales al rey
de Egipto imploraron ayuda. Pero la autoridad del país de los faraones iba declinando, y
tales peticiones fueron ignoradas. El resultado fue que, en medio de la confusión reinante,
14
muchos príncipes cananeos y ciudades egipcias sacudieron el yugo egipcio: el norte de
Siria fue conquistado por los hititas y sólo la región meridional de Canaán permaneció bajo
la soberanía de Egipto. Tal situación continuó hasta el ocaso de la dinastía VXIII en 1345.
Una vez más —y será la última— Egipto resurgió. El brazo fuerte de los faraones de la
dinastía XIX, Sethos I y Ramsés II, consiguió consolidar el imperio decadente.
Sethos I reconquista Canaán y expulsa a los hititas al norte de Siria. Ramsés II continúa la
lucha contra los hititas durante casi veinte años. Agotados los adversarios, el conflicto
termina con un compromiso : Egipto renuncia a sus posesiones en Siria central y
septentrional, pero mantiene el dominio sobre Canaán hasta el monte Carmelo. El reinado
de Ramsés II será el último resplandor de la grandeza egipcia: bajo su sucesor Merneptah
comienza la caída definitiva del imperio. Y pocos años después de la muerte de Merneptah
(1220), dos nuevos invasores extirparán lo que quedaba de la dominación egipcia.
Filisteos y otros “pueblos del mar”
Es interesante dilucidar quienes llegaron primero a Canaan, si los Filisteos o los Hebreos.
Recordemos que el termino hebreo, israelita y judío e muy posterior. Recién se escritura en
tiempos de David. Aún en esa escritura los hebreos reconocen la existencia previa de
cananeos y filisteos. Así es que el orden debiera ser así : cananeos, filisteos
(probablemente relacionados ya con los fenicios) y hebreos.
Pero, ¿quiénes eran los filisteos? Los filisteos, pueblo no semita, originario de la región
egea, formaban parte de los llamados pueblos del mar, que se desplazaron a lo largo de la
costa asiática hacia el sur e intentaron invadir Egipto hacia el año 1200. A juzgar por su
procedencia uno podría suponer que eran egeos con mezcla con los fenicios.
Repelidos por Ramsés III, invadieron la costa cananea, de Gaza hasta la región de Jaffa,
con sus ciudades cananeas de Gaza, Ascalón, Ashdod, Ecron y Gat, donde se instalaron y
organizaron una confederación. El monte Carmelo marcó la línea divisoria entre el país de
los filisteos y el de los fenicios en el norte. A partir de su posición en la llanura ribereña,
avanzaron poco a poco hacia el interior del país, capturando numerosas ciudades cananeas,
llegando hasta Betsán (Baisán), que domina el valle del río Jordán. Entonces vino a ser
inevitable el conflicto con los israelitas que estaban conquistando Canaán en dirección
contraria. Los filisteos, con superioridad en las armas, debido al conocimiento de la técnica
siderúrgica, se demostraron un adversario formidable. En el primer encuentro derrotaron a
los israelitas y capturaron su arca, logrando controlar la mayor parte de Canaán, que desde
entonces se llamará Palestina o país de los filisteos.
Al decir de Reichert una parte de los hebreos se habían establecido en las tierras fértiles del
delta del Nilo. Con el consentimiento de los faraones de la dinastía anterior. Los últimos
soberanos de la dinastía XIX se mostraron menos tolerantes y adoptaron una política que
pretendía ser más nacional. Evidentemente temían infiltraciones, semejantes a las de los
hicsos, que pudieran desembocar en la subversión de su sistema de gobierno. Entre los
extranjeros que sufrieron la consiguiente opresión se hallaban los hebreos. Si su emigración
15
de Egipto fue espontánea, o bien fueron expulsados del país «por estar afectados por
enfermedades contagiosas» 11, no es posible comprobarlo.
“Eligieron como jefe a un hombre llamado Moisés (a pesar de que él mismo había
cometido un asesinato) y abandonaron el país”. Tomaron inicialmente el camino del
desierto, no estando todavía preparados para emprender una lucha contra los habitantes de
las tierras fértiles. Durante este éxodo nació la creencia en la relación entre la conducta
ética de la comunidad y la dirección divina que caracteriza el desarrollo religioso de Israel
durante toda su historia. Yahveh no dejó de hacer a su pueblo las promesas más halagüeñas,
que reforzaban su resistencia: “El Señor tu Dios te dará grandes y buenas ciudades que tú
no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y pozos cavados, que tú no
cavaste, viñas y olivares que tú no plantaste; y comerás, y te hartarás».12 El mismo Yahveh
incitó también a los hebreos a no tener compasión en la conquista de las tierras prometidas,
e incluso ordenó un perfecto genocidio: “Matad de los niños a todo varón, y de las mujeres
a cuantas han conocido lecho de varón” 13 .
Hace Marck Twain14 el siguiente irónico comentario frente a esta cita bíblica: Este es el
mismo dios que había promulgado solemnemente “no matarás”.
Y por su parte Reichert cae en la siguiente justificación de esta increíble masacre: “ Aquí se
muestra el reverso, no de la religión mosaica, sino de todas las religiones, a saber, que los
fieles de cada una de ellas estiman que todo está permitido contra los fieles de las demás,
procediendo contra ellos con la mayor depravación y brutalidad. Una moral que no tiene
otra base sino la voluntad del respectivo dios, puede invertirse fácilmente como el polo de
un electroimán, volviéndose el mal bien y el bien mal. Los cristianos del tiempo de las
cruzadas, y los musulmanes en varias guerras santas nos proporcionarán ejemplos
altamente instructivos”. Nos parece que no se puede hacer tal asimilación. En esas otras
religiones los crímenes de inocentes –como los que Yahvé ordena- no vienen directamente
de la boca de un dios sanguinario que se hace llamar “dios de los ejércitos”. Mas bien se
trata de lamentables actitudes de seguidores fanáticos, que fueron rechazadas
oportunamente o tardíamente por sus autoridades. En cambio en milenios los judíos no han
pedido perdón por estas masacres, ni podrían hacerlo desde que la orden proviene de su
propio dios. Aún ahora es como si ejecutaran literalmente estas iluminadas órdenes
“divinas” en contra de los habitantes de Palestina.
Por el año 1200 las tribus israelitas aparecieron en las fronteras del sudeste de Canaán.
Moisés había muerto y, según la tradición bíblica, la invasión fue organizada y guiada por
Josué, de la tribu de Efraím 15. Después del paso del río Jordán, la primera ciudad
conquistada fue la antiquísima Jericó, y «todo lo que había en ella lo quemaron» 16
Afirmación que hace Tácito en Historia 1. V, cap. 2. Y también Pompeyo Trogo 1 XXXVI, cap. 2
Deuteronomio 6, 10-12
13 Números 31, 17
14 en “Cartas desde la Tierra”.
15 La misma tribu a la que dicen pertenecer la mayoría de los Mormones modernos que hacen constante
proselitismo por nuestras calles.
16 Josué 6, 24
11
12
Yemil Harcha R “ Semitas I ”
16
A continuación se procedió a la invasión de la región montañosa central de Canaán. Una
coalición de los príncipes del norte fue vencida, y «todo el botín de estas ciudades y sus
ganados los cogieron los hijos de Israel para ellos; pero pasaron a filo de espada a todos los
hombres, hasta exterminarlos, sin dejar uno. Así lo había mandado Yahveh a Moisés, su
siervo»ó.
Es sorprendente que los príncipes cananeos no lograsen resistir y vencer a los clanes
israelitas. La razón es el acontecimiento dramático que estaba teniendo lugar : la gran
invasión casi simultánea de la costa cananea por los pueblos del mar, entre ellos los
filisteos. Estos iniciaron la conquista de la llanura ribereña. Los cananeos, cogidos entre dos
fuegos, poca resistencia podían oponer a los dos resueltos invasores cada uno en sentido
contrario. No obstante, la conquista de parte del país por los israelitas había de durar
todavía más de dos siglos.
Esta conquista no fue siempre una conquista militar. En las décadas que siguieron a la
muerte de Josué, la penetración parece haber sido menos violenta. Después de haber
logrado establecer una base firme en el país cultivado, los recién llegados reforzaron su
posición con los matrimonios mixtos y con la adhesión de los clanes que no habían
emigrado a Egipto. Este período coincide con la época llamada de los jueces. Tales jueces
eran como héroes nacionales que surgían en tiempos de emergencia y guiaban al pueblo
israelita contra sus enemigos, como sucedía con nuestros toquis mapuches.
La época no fue, en modo alguno, una era pacífica; al lado de los cananeos que intentaban
recuperar su tierra nativa, pueblos nómadas también provenientes de la Península Arábiga,
como los moabitas, los medianitas y los amalecitas avanzaban sobre Canaán desde los
desiertos orientales. En aquel tiempo no había nada que correspondiese a un gobierno
central, y así fue la amenaza de ataques exteriores lo que llevó a las diferentes tribus
israelitas hacia una cooperación temporal. La aparición de un enemigo, poderoso y
belicoso, contra el que combatieron los israelitas en las dos últimas décadas del período de
los jueces, produjo entre ellos una relativa unidad. De las guerras contra los filisteos nació
la nación israelita.
Reyes israelitas
En aquel momento crítico comprendieron las tribus israelitas que únicamente mediante la
organización de los clanes bajo la guía de un monarca lograrían superar el desorden y la
desunión, causas de su derrota. Fue en el año 1010 a.C. cuando Saúl, de la tribu de
Benjamín, «el más hermoso de los hijos de Israel», fue ungido rey. Su elección fue la
llamada a una rebelión contra los filisteos, que terminó con una derrota total de los
israelitas en la batalla de Gelboé (1006); tres hijos de Saúl murieron en la lucha, y él mismo
se suicidó. Los filisteos siguieron dominando el país por algunos años.
Inmediatamente después de la muerte de Saúl, surgieron contiendas entre las tribus tocante
a la sucesión. Las del norte proclamaron a Isboset, descendiente de Saúl, mientras que las
del sur a David, de la tribu de Judá, que había comenzado su carrera como reyezuelo de
Siqueleg, vasallo de los filisteos. El asesinato de Isboset despejó el camino a David, ya
popular por sus hazañas anteriores, y fue nombrado rey.
Yemil Harcha R “ Semitas I ”
17
David.- La unidad momentánea de las tribus israelitas, y sobre todo el hecho de que las dos
grandes potencias de la región estuvieran ocupadas con problemas internos y no tuvieran la
fuerza suficiente para extender, o por lo menos mantener sus fronteras, dieron a David la
posibilidad de extender su reino en todas direcciones. Primero guerreó contra los filisteos,
derrotándolos, despojándolos de sus conquistas y confinándolos en la franja del litoral de
donde habían salido. Sitió y conquistó la ciudad de Jerusalén, con sus habitantes los
jebuseos17, y la constituyó en su capital. En el sur sometió los países de Moab, Amón y
Edom, y en el norte redujo el Estado arameo de Damasco a la situación de Estado
tributario. Con esto logró controlar la línea de comunicación entre Siria y la península
arábiga, y la recaudación por derechos de tránsito llegó a constituir la mayor renta nacional.
El rey Hiram de Fenicia llegó a ser aliado pacífico de Israel, con el mayor provecho para
ambos países. El nuevo y extenso reino, erigido sobre gran parte de Palestina (a excepción
del litoral, que seguía bajo el dominio de ciudades filisteas y fenicias) fue provisto de una
administración centralizada que substituyó a las antiguas unidades tribales, de un sistema
de impuestos nacionales y de un pequeño ejército permanente.
Durante el reinado de David nació la literatura hebraica, uno de los legados literarios del
antiguo Oriente. Su escritura derivaba de la fenicia y los primeros historiadores presentaron
ya su material en forma viva y dinámica. Hasta entonces no se había escrito tal historia. El
Estado de David existiría durante ochenta años.
Salomon.- Le sucedió su hijo Salomón (966-926 a.C.). Son famosas sus empresas
mercantiles
sus navíos, construidos y pilotados por sus aliados fenicios, emprendieron expediciones a
las costas de Arabia y de África oriental — y las suntuosas construcciones que mandó
levantar, sobre todo el templo de Yahveh y el palacio, edificados por arquitectos y maestros
fenicios; para la mano de obra «hizo levas de hombres en todo Israel». La vida de Salomón
fue una copia de la de las cortes brillantes y voluptuosas de los potentados asiáticos o
egipcios.
Después de un período de esplendor comenzó la decadencia. Israel cayó en creciente
dependencia de Tiro y de Egipto. Edom, al sur, y Damasco, al norte, se rebelaron y
reconquistaron su independencia, privando con ello a Salomón de los pingües derechos de
tránsito.
Cuando los ingresos fiscales ya no bastaron para cubrir sus enormes gastos, el rey no vaciló
en cargar el peso de los impuestos sobre los hombros de sus súbditos. Bajo el influjo de su
harén, compuesto de centenares de mujeres de todo origen y creencia, hizo erigir santuarios
a los dioses moabitas y amonitas en los aledaños de Jerusalén. Todas estas medidas dieron
lugar al descontento popular, que después de su muerte, acaecida en 926, acarrearía la caída
del reino.
17
Este es una población que deberíamos haber tratado con mas detalle, lo que haremos en próximas versiones.
Yemil Harcha R “ Semitas I ”
18
La personalidad y el prestigio de David habían unido a las tribus septentrionales y
meridionales; pero esta unidad no sobreviviría al desgobierno de su hijo. Las desorbitadas
exacciones de Roboam, hijo y sucesor de Salomón, sobre las diez tribus del norte,
provocaron la sublevación inmediata de éstas. Constituyeron su propio reino, el de Israel, y
un cierto Jeroboam fue elegido rey. Este hombre había sido gobernador en tiempos de
Salomón, pero se había rebelado y refugiado en Egipto. Las dos tribus del sur formaron el
reino de Judá, con Jerusalén por capital, y permanecieron fieles a la casa de David. Esta
ruptura no fue reparada jamás. Los dos reinos se volvieron rivales, incluso a veces
enemigos; y su progresiva desintegración puede demostrarse por los frecuentes cambios
dinásticos en Israel y por las repetidas revueltas e intrigas en ambos Estados. Ninguno de
ellos pudo practicar, durante su precaria existencia, una política independiente, y su
supervivencia dependía únicamente de las preocupaciones de los dos imperios vecinos, en
Egipto y en Mesopotamia. Seis años después de la división, en 920, el faraón Sesonq I
(Sisac), fundador de la dinastía XXII aliado momentáneo de Israel, invadió el país de Judá,
saqueó a Jerusalén, exigiendo todavía pesados tributos. Entretanto los reyes de Damasco
realizaron lucrativas invasiones en el reino de Israel. Sin embargo, el mayor peligro, que
acarrearía la destrucción de ambos Estados, vino del nordeste, de Asiría.
Supremacía asiría
La monarquía asiría, después de un largo período de decadencia, había recobrado nuevas
fuerzas, con lo cual se recrudecieron sus ambiciones imperialistas. En 853 a.C., el rey
Salmanasar ni invadió los principados arameos en su frontera occidental. Una coalición
entre Israel, el rey de Damasco y los príncipes fenicios logro impedir de momento la
ocupación de Damasco (batalla de Carear). Pero doce años más tarde vuelve Salmanasar a
la carga, e Israel logra a duras penas sobrevivir. El rey Jehú salvó su existencia
sometiéndose al rey de Asiría y pagándole tributo.
Asirios conquistan el norte de Palestina.- El fin de Israel sobrevino durante el reinado de
Teglatfalasar ni (745-727), fundador del gran imperio asirio y de su suntuosa capital
Nínive. Nuevas discordias entre Israel y Judá tuvieron como consecuencia una alianza entre
el reino del sur y Teglatfalasar contra Israel y su aliado, el rey de Damasco. El resultado de
esta sociedad leonina no tardaría en venir: los asirlos conquistaron Damasco, subyugaron a
Israel, transformando la parte septentrional en una provincia asiría, pero también Judá se
vio humillado y convertido en tributario de la gran potencia del Tigris.
Lo que quedo de Israel se agitó en anarquía y en revoluciones; de sus últimos reyes cuatro
murieron asesinados. La muerte de Teglatfalasar dio pie al rey Oseas de Israel para negar el
debido tributo a su sucesor en el trono de Nínive, Salmanasar v (727-722). En su actitud
intransigente se vio Oseas apoyado por el faraón egipcio Shabaka (So), de la dinastía XXV,
al que había recurrido en demanda de ayuda. La respuesta inmediata del rey asirio fue el
cerco de Samaria, capital de Israel. Salmanasar fue asesinado durante el sitio, y la conquista
de Samaria fue llevada a cabo por su sucesor Sargón u (722-705), el mismo año de su
elevación al trono. Israel se convirtió entonces en provincia asiría, y la mayor parte de la
población, sobre todo los israelitas más notables, fue deportada, conforme al sistema de los
conquistadores, a remotas provincias del imperio asirio.
Yemil Harcha R “ Semitas I ”
19
Samaritanos.- Los israelitas fueron substituidos por tribus que los asirlos trajeron de Media,
Babilonia, Siria y Arabia. Estos nuevos inmigrantes se mezclaron con lo que quedaba de la
antigua población para formar los llamados “samaritanos”, comunidad que sobrevive
todavía en nuestro, días. Un gobernador asirio vino a residir en Sacaría a partir de 721 a.C.
Esplendor Asirio.- El pequeño reino del sur, Judá, protegido por su propia insignificancia
estratégica, consiguió prolongar su vida precaria como tributario de Nínive todavía más de
cien años. Este periodo estuvo marcado por la lucha permanente entre las dos potencias de
la época, Asiría y Egipto, por la supremacía en la región. Ninguna de las dos la consiguió, y
la victoria sonreirá a un tertius gaudens, el soberano del creciente imperio neo babilónico.
El conflicto entre asirios y egipcios se inició con la muerte del rey Sargón en 705. Su
sucesor Senaquerib (hasta 681) se preocupó primeramente por la restauración de la
autoridad asiría en las regiones orientales. Las provincias occidentales, animadas por el
faraón egipcio, intentaron entonces aprovecharse del momentáneo debilitamiento del poder
central para liberarse del imperio del Tigris. Ezequías, rey de Judá, se negó a pagar el
humillante tributo. Las consecuencias no se hicieron esperar. Senaquerib se dirigió en
primer lugar contra el elemento mas peligroso de la coalición, el faraón de Egipto. Pasando
por el litoral fenicio y filisteo, donde restauró la autoridad de Nínive, invadió el país del
Nilo e infligió una desastrosa derrota a los egipcios. De vuelta devastó el país de Judá, sitió
a Jerusalén, pero no logró conquistarla debido a una peste que sobrevino y diezmó a su
ejército (701). Ezequías pudo salvar el trono pagando los tributos retrasados.
Bajo Asarhadón (680-669), el imperio asirio alcanzó su mayor extensión. Asarhadón
invadió Egipto, y el 671 Menfis fue tomada por asalto saqueada y destruida. Un rey vasallo
de los asirlos, Necao I, sube al trono de los faraones. Y en Siria y en Palestina los reyes
locales se ven forzados a reafirmar su sumisión al «rey de reyes» en Nínive.
Caída de Asiria.- Durante el reinado de Asurbanipal (669-625), se pudo ya vislumbrar la
caída del gran imperio. Los primeros en rebelarse contra los asirios son sus mismos
vasallos del Nilo. Psamético, hijo de Necao I, libera a Egipto, expulsa a los asirlos y funda
su propia dinastía, la dinastía XXVI en 669.
Nuevos enemigos aparecen al norte del imperio asirio, los escitas descendientes de las
montañas del Cáucaso. Las provincias de Babilonia y de Elam aprovechan las dificultades
del poder central para sublevarse. En esta situación amenazadora, Sinsariscum, segundo rey
después de Asurbanipal, pone a un general caldeo, por nombre Nabopolasar, al frente de un
poderoso ejército; pero el caldeo se convierte rápidamente en un tremendo rival. Pacifica
Babilonia, pero lo hace a su manera, arrancándola al imperio asirio y ocupando su trono No
vacila en aliarse con el peor enemigo de su antiguo soberano el rey Ciaxares de Media, y
los dos comienzan a conquistar y destruir todas las ciudades asirías. Nínive cae en 612, sus
habitantes son exterminados y el país devastado. El rey Nabopolasar, con su imperio neo
babilónico, no sólo había destruido el imperio asirio, sino que ocupará su lugar como
potencia universal.
El imperio neo babilónico
Yemil Harcha R “ Semitas I ”
20
Egipto nuevamente en el sur de Palestina .- Nabopolasar había heredado de los asirlos
también el conflicto permanente con los egipcios. Mientras él se lanzaba sobre Asiría por el
norte y el este, el faraón Necao II penetraba en Palestina para arrebatar al imperio
moribundo sus provincias meridionales. El entonces rey de Judá, Josías, pensaba más bien
en liberar a su país de cualquier dominio extranjero que en cambiar el vasallaje asirio por el
egipcio. Se enfrentó con Necao II, pero fue vencido por los egipcios en la batalla de
Meggidó en 608. Una vez más Palestina vino a ser por algunos años una dependencia
egipcia, y el sucesor de Josías, Joaquim, fue confirmado en el trono de Judá por el faraón.
De esta manera se alió con los enemigos de la joven potencia en el Eufrates, de lo que
luego hubo de sufrir las consecuencias trágicas.
Nabucodonosor destruye Jerusalén.- Nabopolasar, una vez instalado en el trono de
Babilonia, decidió conquistar las antiguas provincias occidentales del fenecido imperio
asirio, entonces en manos de los egipcios. El empeño recayó sobre su hijo Nabucodonosor.
Éste, en una impresionante demostración de su habilidad militar, destrozó el ejército de
Necao II con la victoria aplastante de Karkemish, en 604, a la que siguió la expulsión de los
egipcios del continente asiático. A partir del mismo año (604) el destino de Palestina fue
decidido por el rey de Babilonia.
El mismo año, Nabucodonosor subió al trono del joven imperio. Hábil diplomático,
condujo a Babilonia a su último apogeo; amplió y embelleció la capital con edificios
prodigiosos, entre ellos la famosa torre de Etemenanki. A pesar del triunfo de los babilonios
sobre Egipto, los reyes abrigaban todavía la esperanza de que los faraones irían a
protegerlos. Joaquim y su hijo Joaquín desafiaron a los nuevos señores, y Nabucodonosor,
en dos expediciones militares, los hizo prisioneros junto con sus consejeros y los llevó
encadenados a Babilonia (597). Sedecías, último rey de Judá, no fue más avisado. Después
de unos meses de lealtad, concluyó una alianza secreta con el faraón Hofra (Apries) y
confiando en la ayuda egipcia, se negó a pagar su tributo a Nabucodonosor. Éste,
exasperado, envió un ejército que sitió y destruyó a Jerusalén en 586. El templo fue
incendiado, Sedecías cegado y llevado cautivo a Mesopotamia, junto con millares de sus
súbditos. El primer gobernador instalado por los babilonios, Godolías, fue asesinado pocos
meses después de su investidura, y numerosos judíos que se habían librado de la
deportación huyeron a Egipto por temor a las represalias. Pocos se quedaron. Así los
israelitas fueron expulsados de Palestina en las mismas circunstancias violentas en que sus
antepasados habían conquistado Canaán seiscientos años antes.
Caída de Babilonia.- Pocos años después de la caída de Jerusalén todos los vecinos de Judá
estaban subyugados por los babilonios, a excepción de Tiro. Con la muerte de
Nabucodonosor en 562, entró en decadencia el imperio. Su hijo Evil-Merodac fue depuesto
por un yerno de Nabucodonosor, Nergal-Charecer, y después de su muerte, subía al poder
Nabónides (555-539), favorito del poderoso clero. Este «arqueólogo en el trono» pasó más
tiempo en excavaciones en el desierto, que al frente de las incumbencias de jefe del Estado.
El desempeño de las funciones imperiales fue confiado a su incompetente hijo, Baltasar,
más interesado en las diversiones de palacio que en los asuntos de la defensa del imperio.
Yemil Harcha R “ Semitas I ”
21
Durante su reinado apareció una nueva potencia en el este: los persas. La catástrofe
sobrevino en 538, y fue fatal; Ciro II, rey de Persia, conquistador de los reinos de Media, de
Lidia y de las ciudades griegas del Asia Menor, se lanzó sobre el imperio agonizante de
Baltasar y conquistó Babilonia, su capital, sin encontrar resistencia digna de mención. Y el
gran imperio de Nabucodonosor, con todas sus dependencias, reconoció la nueva soberanía
irania.
La caída de Babilonia significa más que la caída del propio imperio. Entonces, en 538,
fenecía una era, la de los semitas, que habían sido dueños de Palestina y de toda la región
siria durante casi veinte siglos. Se iniciaba una nueva época, la de los indoeuropeos, de los
persas, de los griegos y de los romanos. Habían pasado ya los días de los semitas, y así
continuarán las cosas durante más de un milenio. Hasta los musulmanes.
Conclusión.Con esta revisión preliminar de alguna bibliografía podemos concluir que el término semita
-usado por los historiadores de la prehistoria y antigüedad como termino etnográficosignifica inequívocamente “proveniente de la península arábiga”. Por tanto sería sinónimo
de “arábigo” que resulta un término más exacto y natural.
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