2 El término “Semitas” en la historiografía 1 El problema En este primer trabajo trataremos de rastrear el término “semita” en el uso dado por los historiadores que escriben sobre historia antigua. Es decir identificar el uso historiográfico del término semita. Hay que aclarar se trata de historiadores modernos, pues el término “semita” parece no haber sido usado por historiadores de la antigüedad. O sea, aunque el nombre de Sem aparece en la Biblia, ésta acepción historiográfica del término “semita” es una invención moderna. Las razones de esta denominación las examinamos en el segundo ensayo: Semitas II. Esta conclusión resulta extraña, porque la totalidad de los términos que usan los historiadores vienen dados por el nombre original o del lugar. Además la denominación es consistente en el tiempo desde que estas culturas aparecen en la historiografía. Nunca aparecen nuevas denominaciones para culturas conocidas, y menos con varios miles de años de retraso. Esta invención nos parece emparentada con el uso del término “ario” hecho por los nazis, incluso tiene una aparición casi coetánea y nos parece relacionada. Con la diferencia de que ya existía el uso historiográfico del término ario, no siendo la acuñación de un nuevo término. Entonces el término “semita” se nos presenta hoy con un aire científicamente más sospechoso aún que el término “ario”. En ambos casos se trataría de un uso político del lenguaje. Esta es la hipótesis que queremos desentrañar. La primera utilización del término parece haber sido para asociarla a su antónimo: el antisemitismo. Este término -y el sentimiento que conlleva- son también un invento moderno. El antisemitismo -anti judaísmo debiéramos de empezar llamándolo si queremos guardar alguna precisión- tiene sus hondas raíces en el mundo grecorromano. Se dice que las primeras persecuciones de judíos tuvieron lugar en la Alejandría helenística. Se intensificaron durante el obscurantismo medieval, cuando el pueblo judío fue acusado – difamado según fuentes judías- atribuyéndosele el asesinato de Jesucristo. Esta actitud debe catalogarse de anti judaísmo, y no de antisemitismo. Lo cual no significa que no la hayan sufrido otros pueblos, incluyendo a los árabes. En efecto cuando los cruzados conquistaron Jerusalén el año 1099, pasaron a cuchillo no sólo a los habitantes musulmanes, sino también a los judíos, en una de las matanzas más horrorosas de la historia. Esta sí es una expresión de antisemitismo usando el vocablo en su sentido propio. Aunque mejor sería calificarlo como etnocentrismo o colonialismo. Este texto es el primero de una trilogía de tres ensayos sobre el mismo tema: I Los semitas en la antigüedad II Una línea de tiempo acerca de los semitas en la antigüedad III Una reflexión acerca del uso político del término. Los tres se adjuntan pero deben ser considerados sólo como documentos de trabajo preliminares. Los sucesos que sacuden en estos instantes a esa zona hacen urgente la acción a favor de la paz, limitando las posibilidades de reflexión tan necesaria en el largo plazo. 1 3 Antisemitismo árabe.- Otra de las anomalías del término radica en que resulta más extraño que hoy se tilde livianamente de antisemitas a los Árabes modernos. Si los judíos tuvieron conflictos en las naciones occidentales en que vivían, ello justamente no pasó en mundo árabe ni musulmán. Al menos mientras no apareció el sionismo. Una conocida Historia de Palestina 2 comienza así: “Desde tiempo inmemorial existía en Jerusalén una costumbre emocionante: los niños judíos y musulmanes nacidos en el mismo barrio y en la misma semana eran tratados por sus familias como hermanos de leche; el niño judío era amamantado por la madre musulmana y el niño musulmán por la madre judía. Esta costumbre establecía relaciones íntimas y duraderas entre las dos familias y las dos poblaciones” Señala que la costumbre cayó en desuso... y agregaríamos: ¡hoy sería impensable!. Con esta cita queremos refutar el mito de la enemistad tradicional entre judíos y árabes. Mal podría catalogarse de antisemita a los árabes desde que ellos serían los que podrían exhibir más limpiamente ese origen. La historia, hasta la funesta intervención3 del Medio Oriente por los europeos durante el siglo XIX, no había conocido conflictos serios entre ellos. Muy al contrario, los practicantes del judaísmo habían vivido durante muchos siglos pacíficamente, en medio de los Árabes, incluso compartiendo el mismo destino, y hasta las mismas persecución particularmente en Tierra Santa. Así es que se puede concluir que el antisemitismo no sólo es una invención moderna sino que es también una invención de Occidente. Porque en el mundo árabe y musulmán las comunidades fueron respetadas, desde que el Islam acepta la revelación del antiguo testamento. En los califatos y en el Andaluz los hebreos llegaron a tener altos cargos en la corte al extremo que el médico de Saladino era un judío. En efecto, aunque el fenómeno del anti judaísmo existía en Occidente la calificación de “antisemitismo” es reciente. Durante los siglos que siguieron a las cruzadas, los países musulmanes fueron refugio para los judíos perseguidos en Europa. Las víctimas de la Inquisición española (los llamados sefardim o sefardíes) huyeron a los países árabes de África del Norte y hasta Egipto y el Oriente Medio, donde fueron recibidos fraternalmente. En el siglo XIX este mundo árabe fue refugio para los judíos que escaparon de las persecuciones en la Europa central y oriental, de aquellas horribles matanzas en Polonia y en Rusia. Con toda razón la Enciclopedia hebraica, en su edición española de 1936, podía escribir: «Durante varios siglos los países islámicos fueron la verdadera salvación para los judíos europeos. » Todavía entre las dos guerras mundiales, en Marruecos y en Túnez hasta después de 1945, hubo judíos que figuraron como ministros en los gobiernos árabes. Durante la Segunda 2Rolf Reichert “Historia de Palestina”. Ed. Herder Barcelona 1973 ¿Deberíamos llamar invención del Medio Oriente?. Quizás debiéramos llamarla invención tanto como intervención. En efecto la zona es claramente el mundo árabe. El término “Próximo Oriente” aparece junto con el termino semita para descontextualizarla, olvidando que era una zona de exclusiva población árabe. 3 4 Guerra Mundial, el bey de Túnez y el rey de Marruecos emplearon todos sus esfuerzos para proteger a sus súbditos judíos contra las leyes racistas del régimen de Pétain. Y el autor judío Éric Rouleau escribió en el prólogo al libro del autor sirio Sami Al-Yundi, Juifs et Árabes: «como judío que pasó su infancia y su juventud entre los árabes, puedo atestiguar que el antisemitismo es completamente ajeno a las tradiciones y a la mentalidad de los pueblos de Oriente Medio». Las relaciones entre los dos pueblos fueron envenenadas en Palestina sólo en este siglo XX, y únicamente por factores europeos: En primer lugar por los ingleses, que dispusieron de un país que no les pertenecía, para lograr sus objetivos imperialistas en la región, En segundo lugar por los activistas sionistas europeos que poco tenían que ver con la religión judía o con un pretendido origen semita, y que organizaron el desalojo violento de palestinos de su país. Algunos autores citan a “los nazis alemanes, que fomentaron el odio de los árabes contra los sionistas, para sus funestos designios”4. Creemos que los sionistas – desde que venían a desalojar a un pueblo de su tierra - no necesitaron la ayuda de los nazis para ser odiados en Palestina. El resultado es la tragedia a que hoy asistimos: esa lucha fratricida entre dos pueblos que se desprecian y niegan su “hermandad”. Los primeros habitantes de Palestina Se acostumbra decir que en la antigüedad Palestina sólo gozó de pocos años de independencia, dada su estratégica ubicación como pasadizo de muchos pueblos. Afirmación poco exacta, desde que no considera: Los largos periodos del neolítico que supusieron miles de años de cultura, la primera de la humanidad y Es cierto que su historia es sucesivamente la historia de los imperios babilónicos, egipcio, asirio, neo babilónico, persa, macedónico, tolemaico, seléucida, romano. En la era cristiana no gozó de independencia alguna, siempre sometida a algún imperio: bizantino, la del califato de varias dinastías musulmanas, la de los cruzados, los mamelucos, otomanos y finalmente británicos. Y desde el año 1948 se comenzó a desplazar a su población por inmigrantes sionistas, a fin de crear un enclave que funciona como apéndice del nuevo poder mundial: EEUU de Norteamérica. Se entiende que el hombre fijó su residencia en Palestina durante el paleolítico, en la época posterior al diluvio ocasionado por las últimas glaciaciones. Después de todo el origen del ser humano se ha establecido en la costa este de África, cercana a la península arábiga. 4 Reichert, op. cit., pag. 14 5 Se han descubierto restos óseos que datan de más de 50 000 años y probablemente esta fecha irá aumentando a medida que progresen las excavaciones. Hay que recordar que el homo sapiens tiene apenas 100 mil años. Aunque el género homo tiene más de 4 millones. O sea que podemos decir que se trata de restos primigenios del Cromañón. Pero lo más notable de Palestina son sus eslabones entre este hombre paleolítico y sus sucesores neolíticos. Aunque la conexión no se ha encontrado aun, es claro que en Palestina ocurrió el primer asentamiento humano conocido. Se trata de una cultura mesolítica representada en Palestina por la llamada natufiense (restos en el valle Wadi al-Natuf, al noroeste de Jerusalén). El hombre natufiano vivía en cuevas, más tarde también en cabañas de barro o construidas con adobes. Es notable esta característica porque normalmente se piensa que los sumerios inventaron el adobe. Además practicaba una agricultura primitiva y también se dedicaba a ocupaciones pastoriles, por lo que está en el inicio de la llamada por Childe la primera revolución económica: la Revolución neolítica. Debemos notar que en la historia de ningún otro país del mundo tenemos testimonios tan antiguos de prácticas agrícolas. En el quinto milenio antes de nuestra era (–IV) apareció otra cultura, ya plenamente neolítica, caracterizada por las primeras aglomeraciones de habitaciones humanas que conocemos: Jericó, Gezer y Meggidó. Jericó tuvo probablemente una existencia continuada durante siete mil años, la historia más larga de todas las ciudades del mundo. Palestina en la Edad del Bronce En el Calcolítico (cuarto milenio a.C.), se desarrolló al norte del Mar Muerto una cultura que fue llamada Gassuliana (está mejor representada en Tulaylat al-Gassul) Los gassulianos no construían casas, sino que vivían en cuevas calcáreas; usaban instrumentos de piedra o de hueso, conocían el arte de la cerámica, como demuestran numerosos objetos hechos de barro. En cuanto a su origen y composición étnica, los especialistas concuerdan en que no eran semitas. Reichert 5aduce para ello una serie de argumentos, de entre los cuales citamos los cuatro que tienen mayor fuerza probatoria: 1) Los gassulianos quemaban a sus difuntos en lugar de enterrarlos, mientras que en la concepción de los semitas sobre la vida y la muerte resulta imposible la incineración de los difuntos. Así, desde los tiempos más remotos, los pueblos semíticos sepultaban a sus difuntos, y todavía hoy se considera como un insulto la expresión «hijo de un padre quemado». 2) Los numerosos monumentos megalíticos encontrados en Palestina: menhires (bloques de piedra solitarios), crómlechs (círculos de piedra) y dólmenes (losas planas colocadas sobre dos pilares enhiestos, formando una especie de mesa) no tienen ejemplos análogos en ningún país semítico, y sí únicamente en la India meridional, en las costas e islas 5 Op. cit p.24 6 mediterráneas, en Francia, en Inglaterra y en los países escandinavos, es decir en los principales países procedentes del grupo étnico indoeuropeo. 3) Bajo el santuario de Tell al-Yazar (Gezer), un montón de huesos porcinos indica que el puerco, domesticado ya por los gassulianos, era el animal preferido para los sacrificios, hecho que provocaba una actitud de desprecio para con ellos por parte de sus enemigos y sucesores, los semitas. 4) Finalmente, numerosos nombres antiguos de lugares no admiten una etimología semítica. En resumen, el hombre gassuliano, según la opinión de la mayoría de los eruditos, pertenecía a una raza indoeuropea, exactamente a la familia armenoide, cuyos representantes modernos son los armenios. Sus rostros, sus característicos cráneos anchos y cortos, la nariz prominente, están todavía presentes entre los palestinos contemporáneos. Otra raza de origen europeo, la llamada celtolíbica, que dejo sus vestigios en toda la costa del Mediterráneo, ha podido también ser identificada por los arqueólogos en Palestina. No cabe duda de que los palestinos de nuestros días que se denominan árabes (por hablar el idioma árabe), poseen una composición étnica de las más complejas y heterogéneas. El elemento no semítico de la población de los tiempos neolítico y calcolítico puede ser considerado como el substrato sobre el que se superpusieron los múltiples invasores posteriores: los semitas (amorreos, cananeos, arameos, hebreos, babilonios, asirios), los indoeuropeos (persas, griegos, circasianos, romanos y otros europeos) los turcos y los mongoles Con todo, las fuentes étnicas del pueblo palestino se reducen a dos principales: primeramente las ya mencionadas poblaciones más antiguas del país, y más tarde las tribus semíticas que llegaron de la península arábiga. Los semitas El término semita obviamente fue tomado de un pasaje bíblico. De Sem, el hijo mayor de Noé. Hace suponer que los semitas serían sus descendientes. Si hemos de atenernos a la versión bíblica sería toda la raza humana. Según Reichert esta suposición es insostenible. Esta versión de parentesco originario es la que usan los judíos y fue aprovechada por los sionistas incluso laicos para justificar simultáneamente su origen en el medio oriente y su derecho a Palestina. El término se mantiene hoy como un concepto lingüístico: semitas son los que hablan o hablaron una lengua semítica (asirio, babilónico, cananeo o fenicio, arameo árabe, hebreo). O sea lenguas originarias de la Península Arábiga. Ahora bien, el parentesco lingüístico no es el único lazo que une a los pueblos semíticos o arábigos. Algunos autores normalmente suponen una semejanza de sus aspectos físicos, comportamientos psíquicos, creencias religiosas e instituciones sociales. Esta es una tesis que habría que evaluar puesto que los judíos casi siempre cultivaron un alto particularismo 7 religioso y político. Y pudiera tratarse de interpretaciones acientíficas, es decir políticas: con objetivos sionistas o fascistas. Naturalmente este y otros parentescos se relacionan con el origen antropológico que nunca se discute. En tiempos remotos formaban probablemente una comunidad que hablaba la misma lengua arábiga y que ocupaba una misma región: la península Árabe. En este caso el uso de la palabra semita para referirse a los judíos europeos habría que evaluarla. Con mapas de ADN podría confirmarse o refutarse este origen arábigo de los judíos modernos y tenemos entendido que esos estudios y sus conclusiones existen. La teoría casi unánime afirma que la patria de los semitas en su sentido antropológico fue la parte meridional de la península arábiga. Arabia, país de montañas áridas, de tierras estériles y vastas áreas de terreno arenoso, amenazó siempre a sus habitantes con la sed y el hambre. Periodos de bonanza como ocurrió en el holoceno (retirada de los hielos en el –10 mil) seguramente produjeron aumento de la población: una explosión demográfica. Y períodos de extrema sequía y carencia de alimentos de hecho produjeron oleadas de emigración en dirección a regiones más fértiles y codiciadas durante todo el neolítico. De estas solo conocemos algunas. Acadios.- La primera de estas invasiones tuvo lugar en el cuarto milenio a.C., cuando los semitas provenientes de la Península Arábiga invadieron los valles del Tigris y del Eufrates, ocupados entonces por los sumerios. Expulsando a parte de éstos y mezclándose con el resto, dieron origen al primer Imperio arábigo de la historia. Los Acadios formaron un imperio casi simultáneo al egipcio: el Imperio de Sargón de Acad. Estos fueron los predecesores de los famosos babilonios, con su alta civilización. Esta primera migración semítica, o sea proveniente de la Península Arábiga, no ejerció influjo directo sobre la población palestina. Pero posteriormente parte de la población de Mesopotamia fue transferida a Palestina (como ocurrió típicamente con los samaritanos y obviamente también con las corrientes invasoras provenientes de la zona). Los amorreos Aproximadamente un milenio después de esta primera migración proveniente de la península arábiga, hacia el año 2500 a.C., aparece una nueva oleada de nómadas que se mueven en la periferia del Fértil Creciente, es decir, desde el área del Eufrates en dirección al oeste, hacia la Siria actual. Y de allí hacia Palestina en el siglo XXII o XXI. Estos invasores son designados como amorreos (del babilonio amurru que significa occidentales). Al igual que los acadios venían efectivamente desde el Occidente, es decir de Arabia. Occidentales, arábigos y semitas serian una especie de redundancia lingüística. Con su conocimiento del uso del metal (bronce) se impusieron a sus predecesores. Suplantaron y absorbieron a la población autóctona ocupando sitios abandonados y fundando colonias en los siglos siguientes. Hacia el año 1800 AC toda la región desde el mediterráneo hasta las fronteras del imperio babilónico estuvo dominada por príncipes amorreos. 8 En el siglo siguiente Hamurabi conquisto la parte norte del territorio y la incorporó a su imperio y con esto el centro de gravedad de los amorreos se desplaza a Palestina. Entre ellos encontraremos a aquel pueblo que después término ocupando el pais por milenios, los cananeos (nombre que le dieron sus vecinos y que significa púrpura) Los griegos –con los que comerciaban los cananeos- los llamaron fenicios que significa lo mismo. La lengua de los amorreos sus prácticas religiosas y sociales fueron mantenidas por sus sucesores. Hay que aclarar que no es correcto hablar de una migración de cananeos ni distinguir entre amorreos y cananeos (de hecho la Biblia a veces los usa como sinónimos) Se dice que los cananeos (fenicios) vivían a lo largo de la costa mientras que los amorreos habitaban la región montañosa al este. Las aldeas cananeas se desarrollan después como ciudades originando o siguiendo el progreso de la llamada Revolución Urbana de la Antigüedad. N se sabe bien si las primeras ciudades son en Sumer o en Canaan. Pero si se sabe que las primeras protociudades6 fueron en esa tierra que después se denominaría Palestina. Estas son las que después van a recibir la visita de los filisteos y la invasión de los hebreos. Los cananeos No hay diferencia étnica entre amorreos y cananeos (después llamados fenicios). La diferencia es más bien cultural: los amorreos instalados en Siria recibieron influencia babilónica. Los cananeos recibieron influencia de la cultura de Egipto al haberse instalado en la zona sur y litoral de Palestina. Los nombres de Canaán y Fenicia significan lo mismo: país de la púrpura (del humano knaggi y del griego phoinix, respectivamente), dado que la industria de la púrpura era la predominante en el país. Canaán fue la primera denominación de Palestina. Los cananeos, por su posición estratégica entre las poderosas potencias que nacieron en los valles del Nilo, del Tigris y en Asia Menor, aparentemente no lograron establecer un Estado único. Aparentemente porque un Estado es una nación políticamente organizada y los cananeos lo fueron. La sensación de que no formaron Estado deriva de que nunca fueron guerreros e invasores. Pero durante milenios fueron respetados como tales por sus vecinos, aunque estuvieran bajo su influencia. Permanecieron agrupados en pequeñas comunidades pacíficas. Generalmente en torno a una ciudad fortificada. A menudo deberían someterse a conquistadores que salían en oleadas de Babilonia, de Egipto o del país de los hititas. Preservaron su existencia y evitaron la servidumbre reconociendo el vasallaje bajo una u otra de las grandes potencias y pagando un tributo que les permitiese continuar ejerciendo sus actividades comerciales y culturales. Pero cuando se debilitaba el poder central de los grandes imperios vecinos, los reyes locales sacudieron el yugo extranjero y fundaron pequeños principados o ciudades independientes. Se dice que la diferencia entre una ciudad y una protociudad consiste en la jerarquización y en la especialización. A nosotros nos parece que ambas características estaban presentes en las protociudades cananeas, de manera que bien podemos llamarla ciudades. 6 9 Claro que su destino en general fue el de presenciar, impotentes, una lucha continua entre Egipto y Babilonia por la supremacía sobre la región. En esto debe haber influido también n solo la posición de pasadizo de la región, sino también lo relativamente menor de sus poblaciones en comparación con el Nilo o el Eufrates. En la primera época, es decir, durante el tercer milenio a.C., prevaleció la influencia babilónica, no sólo en Canaán, sino en toda Siria. Sin embargo, los babilonios no fueron nunca los señores indiscutibles de Canaán, ni siquiera cuando su dominación era predominante. Ya el antiguo imperio de Egipto hizo repetidas tentativas de someterlo a su control. Con base en la península del Sinaí, donde los faraones explotaron las minas de cobre y de turquesa, fueron enviadas numerosas expediciones contra Canaán. A partir de la XII dinastía, una de las más gloriosas de la historia egipcia, los faraones consiguieron suplantar a los babilonios, viniendo a ejercer una soberanía poco presente, que se limitaba apenas a recaudar tributos. En las listas de tributarios de las dinastías XII -XIX aparecen continuamente nombres de ciudades cananeas. Y del reinado de Sesostris I (19711928 a.C.) poseemos la famosa relación del cortesano Sinuhé, que huyó de la corte del faraón a Canaán y que nos da la primera descripción de la vida y de la organización social del país. La dominación egipcia duraría, como todavía veremos, hasta la decadencia del nuevo imperio en el siglo XIII. Los nuevos conquistadores, filisteos e israelitas, no se contentarían con tributos, pues deseaban la posesión del país, pero sin sus habitantes, los cananeos. Éstos, empujados hacia el norte, concentrarían su energía en la navegación, llegando a ser, bajo el nombre de fenicios, una de las primeras y mayores naciones navegantes del mundo. El Mediterráneo sería un mar fenicio, mucho antes de ser un mar griego y romano. El hecho de haber sido los cananeos durante siglos un pueblo tributario, mantuvo sus intereses alejados de la guerra y de la política. Eso nos da la falsa impresión de que se trataba de un pueblo menor. Pero sus energías pudieron concentrarse entonces en actividades pacíficas, en la agricultura, en la pesca, en las industrias (oleicultura, metalurgia, fabricación de vidrio, de tejidos, y sobre todo el tinte con la púrpura, a la cual deben su nombre de cananeos o fenicios). Oldenburg 7 nos cuenta que en la religión de los cananeos, originariamente el dios más importante fue Al o El (de la misma raíz semítica deriva Elohím hebraico y el Allah árabe), dios creador todopoderoso que gobernaba el universo desde su montaña al norte de Canaán. Más tarde el dios de las tormentas, Hadad (Ba’Al) invadió Canaán, venció a El o Al, le arrebató su dominio, lo castró y se apoderó de su mujer Asherah. Estableció así su derecho al trono. Pero no pudo disfrutar su victoria durante mucho tiempo: cuando los israelitas invadieron el país surgió un nuevo conflicto entre su dios Yahveh (Jehová) y el baalismo de los cananeos. Yahveh resultó vencedor de este conflicto: la victoria decisiva 7 OLDENBURG, The Conflict between El and Ba’Al in Canaanite Religión. Leiden 1969, citado por Reichert op cit.. 10 tuvo lugar en monte Carmelo, donde Elías habría dado muerte a los profetas de Ba'Al. Una comparación a fondo entre Yahveh y El' muestra que los dos dioses tienen características muy semejantes, en contraste con otros dioses locales, de donde resulta que Yahveh puede haberse interpretado como una nueva revelación a Israel del antiguo dios-creador semítico, El. Naturalmente esta historia pretende establecer una continuidad entre la civilización cananea y la israelita, que nos parece al menos espúrea. De partida no considera las creencias de otros pueblos coetáneos en la zona. El mayor legado que nos dejaron los cananeos fue la invención del alfabeto. Desarrollaron la escritura alfabética, las letras, a partir de los jeroglíficos egipcios. Lo hicieron asociando las letras a los sonidos iniciales de los nombres de los objetos que representaban: por ejemplo, el signo para indicar casa (beth8) se tomó para representar el sonido de b, recibiendo el mismo nombre de beth. Reichert nos informa que la escritura inventada por los cananeos es la base de todos los demás alfabetos semíticos “y, a través del hebreo, también de los europeos”. A nosotros nos parece que el árabe influyó más en las lenguas europeas que el hebreo. De hecho el hebreo parece haber sido muy poco usado incluso por los judíos. Agrega que dicha escritura influyo en la griega, latina, rusa, gótica, como también de las escrituras india y mongola. Los hicsos En el siglo XVII a.C. se inició una considerable modificación en la composición étnica y en la situación política del país. La primera aparición de los indoeuropeos en el Oriente Medio hubo de producir enorme confusión en la región. Siendo seguida de una serie de migraciones de pueblos, unas tras otras. La primera de estas oleadas migratorias que invadió Canaán fue un aglomerado de estirpes mal definidas, cuyos orígenes todavía no han sido esclarecidos. Los egipcios designarían a tales pueblos con el nombre de hicsos, es decir, «señores de países extranjeros». A partir de Siria invadieron en primer lugar la provincia cananea del imperio egipcio, a la sazón dividida en una serie de principados. Continuaron su marcha a través del Sinaí, entraron en el delta y establecieron su dominio sobre el Bajo Egipto, extinguiendo el medio imperio ya agonizante (1730 a.C.). La dominación impuesta por ellos a Egipto (a las dinastías XV Y XVI) se caracteriza por la presencia de una clase dominante, feudal, que reinó sobre la población nativa. Dado que tal aristocracia se componía de guerreros (los hicsos habían introducido en Oriente Medio el caballo y el carro de asalto), su organización era típicamente militar. Poco se cuidaron los hicsos de Palestina, limitándose a cobrar los tributos que los cananeos pagaban a sus nuevos soberanos con la misma solicitud con que los habían pagado a los faraones de las dinastías anteriores. Así, a comienzos del siglo XVI a.C., cuando el imperio de los hicsos entró en decadencia, los minúsculos Estados de Canaán se hicieron 8 Nótese la clara continuidad arábiga de este sonido egipcio y cananeo que se usa hasta el árabe actual (salvo que se trate de una influencia al revés: del egipcio al árabe moderno). 11 independientes. Incapaces, sin embargo, de formar una confederación política, dio entonces comienzo una época de discordias y confusión, que poco después ayudaría a los egipcios a restablecer su supremacía. La lucha de liberación egipcia de los hicsos se inició en el Alto Egipto. Allí, los herederos de los faraones del imperio medio, habían sobrevivido como príncipes de Tebas. Cuando declinó el poder de los hicsos, estos príncipes desafiaron a los invasores y establecieron una dinastía nativa (la dinastía XVII). Consiguieron desalojar a los hicsos, región tras región, y finalmente lograron empujarlos al nordeste del delta (hacia 1560 a.C.). La victoria definitiva vino con Amosis I, fundador de la dinastía XVIII y del llamado Nuevo Imperio, que conquistó el último baluarte, Avaris, y expulsó a los extranjeros del país. Entonces los hicsos se retiraron hacia Siria, desde donde habían invadido Egipto doscientos años antes. Amosis, inmediatamente, los persiguió en el mismo continente asiático. Y él fue quien restauró la política de los faraones de imperio medio, que habían convertido Canaán en provincia egipcia. Ésta no era, con probabilidad, una política de conquista propiamente dicha, sino más bien una tendencia, común a todas las potencias, a asegurarse sus fronteras, creando “zonas de protección” para alejar, o por lo menos dificultar, la invasión de enemigos. Y esto debería parecer especialmente urgente a los faraones del imperio nuevo, porque en sus fronteras del norte habían surgido numerosos movimientos de pueblos y naciones, seguidos de migraciones e invasiones que afectaron profundamente a la situación en Canaán. En aquella época las invasiones llegaban del norte (los hurritas y sus herederos los hititas) y del oeste (los filisteos). También del este (los arameos, de los cuales formaron parte las tribus israelitas) A pesar de que los poderosos señores del Nilo, de la dinastía XVIII (15701345 a.C.) consiguieron mantener su supremacía sobre Canaán y aun extenderla temporalmente sobre Siria y hasta las riberas del Eufrates, no pudieron impedir la infiltración de todos aquellos elementos heterogéneos que provocaron las transformaciones étnicas e incluso políticas del país. Hurritas e hititas Uno de aquellos elementos fueron los hurritas, no semitas (es decir que no provendrían de la Península Arábiga). Hasta hoy mal identificados, que habían comenzado a emigrar de su antiguo hábitat en el Tauro oriental (hacia Anatolia) a comienzos del segundo milenio, estableciendo hacia el año 1500 a.C. su reino, llamado Mitanni, en la parte septentrional de Mesopotamia. De allí emprendieron expediciones contra Asiría, Asia Menor, Siria y también Canaán. Aunque nunca consiguieron incorporar el país a su reino, pasaron por allá numerosas veces y constan en documentos tanto egipcios como hebraicos. Hacia el año 1350 a.C. Mitanni fue vencido y subyugado por los hititas y desaparece de la escena histórica. Dichos hititas son el primer pueblo civilizado de la rama indoeuropea; originarios de Asia Menor, de allí se pusieron en marcha hacia el sur por los años de 1500 a.C., probablemente bajo la presión de otros pueblos más septentrionales. El reinado de Supiluliuma (hacia 1380-1346) significa la elevación del imperio hitita a la categoría de gran potencia, que no tardará en entrar en conflicto con el imperio de los faraones. 12 Generalmente evitaron encuentros armados con los egipcios, pero procuraron suscitar revueltas y rebeliones en sus provincias asiáticas, sobre todo entre los jefes locales, amorreos y cananeos. Del mismo modo que en el caso de los hurritas, Canaán no formó nunca parte del imperio hitita, aunque numerosos elementos hititas se infiltraron allí 9. Éstos, debilitados por una guerra sangrienta contra los poderosos faraones de la dinastía XIX (batalla de Kadesh, 1296 a.C.), no pudieron resistir la masiva agresión de un nuevo enemigo: con la invasión de los llamados pueblos del mar (filisteos y afines), su imperio sucumbió y desapareció para siempre. Los hititas habían alcanzado las fronteras del norte de Canaán al mismo tiempo, aproximadamente, en que surgía del este un nuevo invasor: los arameos. Los arameos La migración aramea es el tercero de los grandes movimientos originarios en la península arábiga (semíticos). En primer lugar se dirigió hacia Mesopotamia y de allí se encaminó hacia el norte y oeste, entrando en Siria por la región de Harán. La confusión que reinaba en las provincias sirias de Egipto, debido a la decadencia de la dinastía de los hicsos, la discordia entre los reyes locales, debió facilitar en gran parte la invasión de los arameos.Éstos llegaron a establecer pequeños Estados-ciudades en Siria, sin que interviniese el gobierno central de los faraones. De la migración aramea forma parte la invasión de los hebreos en Canaán; en el siglo XV a.C. se separaron los hebreos de los demás arameos para continuar su camino hacia el sur. La historia de Abraham, tal como se narra en el Génesis, se relaciona con una primera inmigración de los hebreos. Su camino es el mismo de otros muchos semitas nómadas de la antigüedad cuando decidieron pasar de la vida nómada a la sedentaria. Para esto les eran necesarias tierras. Reichert nos informa que “La diferencia esencial respecto a los demás semitas eran sus creencias religiosas. Cierto que los hebreos abandonaron, como los demás semitas, los dioses locales de la ciudad que dejaban; pero, a diferencia de ellos, llevaron consigo a su dios tribal, Yahveh. En ausencia de otras divinidades limitadas territorialmente, este dios tribal llegó a ser el único venerado por Abraham y su pueblo. Este procedimiento contiene ya el germen del monoteísmo, impidiendo a los hebreos seguir la costumbre de los nómadas, es decir adoptar en cada localidad los dioses venerados en ella. Naturalmente, Yahveh tendría que ocuparse de los intereses de su pueblo y no vacilaba en prometerle una tierra, precisando que esta tierra debería ser tomada a los cananeos, amorreos, hititas, etc. Dado que el relato de este acuerdo entre Yahveh y Abraham (Gen 15, 18-21) fue escrito después de la conquista del país prometido, puede suponerse que tales promesas se formularon a posteriori para justificar dichas conquistas 10. En las primeras décadas después de su llegada a Palestina, los hebreos vivieron obscuramente, en las proximidades de los centros urbanos cananeos, como los demás habitantes del interior, los amorreos y los Según Reichert op cit p.31 los cronistas del Antiguo Testamento cuentan que los israelitas se unían en matrimonio con los hititas 10 (la negrilla es nuestra). 9 13 hititas. Abandonaron su dialecto aramaico para adoptar el de los cananeos, cuya cultura material también adoptaron. Su organización social fue la de una tribu seminómada, con un patriarca tradicional, sistema que todavía hoy puede observarse en varias tribus beduinas. El cruzamiento con la población ya establecida, aunque tuviera lugar (cf. Jueces 3, 5-6), no fue común. Hacia el año 1400 a.C. se vieron envueltos en los desórdenes políticos que tuvieron lugar en Canaán, que seguía siendo una provincia egipcia; y el hambre que siguió a tales desórdenes indujo a las tribus hebreas a emigrar hacia las tierras fértiles del delta del Nilo”. Nos informa además que tal migración de semitas nómadas era un acontecimiento común por aquel entonces, y el gobierno egipcio no negó su hospitalidad a los emigrantes. Ni tenía motivos para negarla, puesto que se trataba de una migración interna, de una provincia egipcia, Canaán, a otra. La era de Tell El Amarna Canaan sometido a Egipto. La supremacía egipcia sobre Canaán restaurada por Amosis, en ocasiones, sin embargo, estuvo amenazada. Si bien sus primeros sucesores, Amenhotep, Tutmosis I y II lograron mantenerla extendiéndola incluso hasta el valle del alto Eufrates, bajo la reina Hatshepsut (1501 a.C.) hubo una insurrección general en los dominios sirio y palestino. Su hijo Tutmosis III (1480-1448) consiguió desbaratar la peligrosa coalición de gran número de príncipes locales. Y la caída de Meggidó (1478) marca la derrota decisiva de los rebeldes cananeos y amorreos, si bien fueron necesarias 17 campañas sucesivas para desarticular nuevas agrupaciones revoltosas. Esto muestra hasta que punto las ciudades cananeas habían llegado a ser entidades maduras y con vocación política de Estado. Las famosas inscripciones en el templo de Tutmosis III en Karnak enumeran nada menos que 118 ciudades sometidas, entre ellas Cana, Meggidó, Kadesh, Acre, Beirut, Jafa y Damasco. La administración imperial tenía por objetivo general el mantenimiento del orden, la seguridad en las vías principales y la recaudación de tributos. Esto fue garantizado mediante la instalación de guarniciones y de un número limitado de oficiales residentes. La administración local siguió en manos de los príncipes de la región, cuyos informes al gobierno central fueron descubiertos en 1887 cerca de Tell El Amarna, en Egipto central. Estas cartas, que dieron a esta época de la dinastía XVIII el nombre de era de Tell El Amarna, nos dan a conocer, de manera muy instructiva, el funcionamiento de la administración egipcia en Canaán. Tutmosis II fue lo bastante inteligente como para confiar el gobierno local a todos los príncipes y jefes que se habían sometido; sus hijos fueron llevados a Egipto, donde recibieron una educación esmerada, quedando así garantizada la lealtad de las provincias. Tal sistema funcionó a la perfección durante la enérgica dominación de Tutmosis III. Con su muerte en 1448 comenzó la decadencia de la gloriosa dinastía. La crisis latente se convirtió en calamitosa confusión cuando subió al trono Amenofis IV (1377). La correspondencia de Tell El Amarna indica que, durante su reinado, Egipto fue perdiendo el dominio sobre Siria y Palestina, y que los gobernadores de las ciudades no podían resistir al creciente poder de los hititas. Estos invasores del norte se esforzaban por incitar a los príncipes cananeos a la rebelión. Los que decidieron mantenerse leales al rey de Egipto imploraron ayuda. Pero la autoridad del país de los faraones iba declinando, y tales peticiones fueron ignoradas. El resultado fue que, en medio de la confusión reinante, 14 muchos príncipes cananeos y ciudades egipcias sacudieron el yugo egipcio: el norte de Siria fue conquistado por los hititas y sólo la región meridional de Canaán permaneció bajo la soberanía de Egipto. Tal situación continuó hasta el ocaso de la dinastía VXIII en 1345. Una vez más —y será la última— Egipto resurgió. El brazo fuerte de los faraones de la dinastía XIX, Sethos I y Ramsés II, consiguió consolidar el imperio decadente. Sethos I reconquista Canaán y expulsa a los hititas al norte de Siria. Ramsés II continúa la lucha contra los hititas durante casi veinte años. Agotados los adversarios, el conflicto termina con un compromiso : Egipto renuncia a sus posesiones en Siria central y septentrional, pero mantiene el dominio sobre Canaán hasta el monte Carmelo. El reinado de Ramsés II será el último resplandor de la grandeza egipcia: bajo su sucesor Merneptah comienza la caída definitiva del imperio. Y pocos años después de la muerte de Merneptah (1220), dos nuevos invasores extirparán lo que quedaba de la dominación egipcia. Filisteos y otros “pueblos del mar” Es interesante dilucidar quienes llegaron primero a Canaan, si los Filisteos o los Hebreos. Recordemos que el termino hebreo, israelita y judío e muy posterior. Recién se escritura en tiempos de David. Aún en esa escritura los hebreos reconocen la existencia previa de cananeos y filisteos. Así es que el orden debiera ser así : cananeos, filisteos (probablemente relacionados ya con los fenicios) y hebreos. Pero, ¿quiénes eran los filisteos? Los filisteos, pueblo no semita, originario de la región egea, formaban parte de los llamados pueblos del mar, que se desplazaron a lo largo de la costa asiática hacia el sur e intentaron invadir Egipto hacia el año 1200. A juzgar por su procedencia uno podría suponer que eran egeos con mezcla con los fenicios. Repelidos por Ramsés III, invadieron la costa cananea, de Gaza hasta la región de Jaffa, con sus ciudades cananeas de Gaza, Ascalón, Ashdod, Ecron y Gat, donde se instalaron y organizaron una confederación. El monte Carmelo marcó la línea divisoria entre el país de los filisteos y el de los fenicios en el norte. A partir de su posición en la llanura ribereña, avanzaron poco a poco hacia el interior del país, capturando numerosas ciudades cananeas, llegando hasta Betsán (Baisán), que domina el valle del río Jordán. Entonces vino a ser inevitable el conflicto con los israelitas que estaban conquistando Canaán en dirección contraria. Los filisteos, con superioridad en las armas, debido al conocimiento de la técnica siderúrgica, se demostraron un adversario formidable. En el primer encuentro derrotaron a los israelitas y capturaron su arca, logrando controlar la mayor parte de Canaán, que desde entonces se llamará Palestina o país de los filisteos. Al decir de Reichert una parte de los hebreos se habían establecido en las tierras fértiles del delta del Nilo. Con el consentimiento de los faraones de la dinastía anterior. Los últimos soberanos de la dinastía XIX se mostraron menos tolerantes y adoptaron una política que pretendía ser más nacional. Evidentemente temían infiltraciones, semejantes a las de los hicsos, que pudieran desembocar en la subversión de su sistema de gobierno. Entre los extranjeros que sufrieron la consiguiente opresión se hallaban los hebreos. Si su emigración 15 de Egipto fue espontánea, o bien fueron expulsados del país «por estar afectados por enfermedades contagiosas» 11, no es posible comprobarlo. “Eligieron como jefe a un hombre llamado Moisés (a pesar de que él mismo había cometido un asesinato) y abandonaron el país”. Tomaron inicialmente el camino del desierto, no estando todavía preparados para emprender una lucha contra los habitantes de las tierras fértiles. Durante este éxodo nació la creencia en la relación entre la conducta ética de la comunidad y la dirección divina que caracteriza el desarrollo religioso de Israel durante toda su historia. Yahveh no dejó de hacer a su pueblo las promesas más halagüeñas, que reforzaban su resistencia: “El Señor tu Dios te dará grandes y buenas ciudades que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y pozos cavados, que tú no cavaste, viñas y olivares que tú no plantaste; y comerás, y te hartarás».12 El mismo Yahveh incitó también a los hebreos a no tener compasión en la conquista de las tierras prometidas, e incluso ordenó un perfecto genocidio: “Matad de los niños a todo varón, y de las mujeres a cuantas han conocido lecho de varón” 13 . Hace Marck Twain14 el siguiente irónico comentario frente a esta cita bíblica: Este es el mismo dios que había promulgado solemnemente “no matarás”. Y por su parte Reichert cae en la siguiente justificación de esta increíble masacre: “ Aquí se muestra el reverso, no de la religión mosaica, sino de todas las religiones, a saber, que los fieles de cada una de ellas estiman que todo está permitido contra los fieles de las demás, procediendo contra ellos con la mayor depravación y brutalidad. Una moral que no tiene otra base sino la voluntad del respectivo dios, puede invertirse fácilmente como el polo de un electroimán, volviéndose el mal bien y el bien mal. Los cristianos del tiempo de las cruzadas, y los musulmanes en varias guerras santas nos proporcionarán ejemplos altamente instructivos”. Nos parece que no se puede hacer tal asimilación. En esas otras religiones los crímenes de inocentes –como los que Yahvé ordena- no vienen directamente de la boca de un dios sanguinario que se hace llamar “dios de los ejércitos”. Mas bien se trata de lamentables actitudes de seguidores fanáticos, que fueron rechazadas oportunamente o tardíamente por sus autoridades. En cambio en milenios los judíos no han pedido perdón por estas masacres, ni podrían hacerlo desde que la orden proviene de su propio dios. Aún ahora es como si ejecutaran literalmente estas iluminadas órdenes “divinas” en contra de los habitantes de Palestina. Por el año 1200 las tribus israelitas aparecieron en las fronteras del sudeste de Canaán. Moisés había muerto y, según la tradición bíblica, la invasión fue organizada y guiada por Josué, de la tribu de Efraím 15. Después del paso del río Jordán, la primera ciudad conquistada fue la antiquísima Jericó, y «todo lo que había en ella lo quemaron» 16 Afirmación que hace Tácito en Historia 1. V, cap. 2. Y también Pompeyo Trogo 1 XXXVI, cap. 2 Deuteronomio 6, 10-12 13 Números 31, 17 14 en “Cartas desde la Tierra”. 15 La misma tribu a la que dicen pertenecer la mayoría de los Mormones modernos que hacen constante proselitismo por nuestras calles. 16 Josué 6, 24 11 12 Yemil Harcha R “ Semitas I ” 16 A continuación se procedió a la invasión de la región montañosa central de Canaán. Una coalición de los príncipes del norte fue vencida, y «todo el botín de estas ciudades y sus ganados los cogieron los hijos de Israel para ellos; pero pasaron a filo de espada a todos los hombres, hasta exterminarlos, sin dejar uno. Así lo había mandado Yahveh a Moisés, su siervo»ó. Es sorprendente que los príncipes cananeos no lograsen resistir y vencer a los clanes israelitas. La razón es el acontecimiento dramático que estaba teniendo lugar : la gran invasión casi simultánea de la costa cananea por los pueblos del mar, entre ellos los filisteos. Estos iniciaron la conquista de la llanura ribereña. Los cananeos, cogidos entre dos fuegos, poca resistencia podían oponer a los dos resueltos invasores cada uno en sentido contrario. No obstante, la conquista de parte del país por los israelitas había de durar todavía más de dos siglos. Esta conquista no fue siempre una conquista militar. En las décadas que siguieron a la muerte de Josué, la penetración parece haber sido menos violenta. Después de haber logrado establecer una base firme en el país cultivado, los recién llegados reforzaron su posición con los matrimonios mixtos y con la adhesión de los clanes que no habían emigrado a Egipto. Este período coincide con la época llamada de los jueces. Tales jueces eran como héroes nacionales que surgían en tiempos de emergencia y guiaban al pueblo israelita contra sus enemigos, como sucedía con nuestros toquis mapuches. La época no fue, en modo alguno, una era pacífica; al lado de los cananeos que intentaban recuperar su tierra nativa, pueblos nómadas también provenientes de la Península Arábiga, como los moabitas, los medianitas y los amalecitas avanzaban sobre Canaán desde los desiertos orientales. En aquel tiempo no había nada que correspondiese a un gobierno central, y así fue la amenaza de ataques exteriores lo que llevó a las diferentes tribus israelitas hacia una cooperación temporal. La aparición de un enemigo, poderoso y belicoso, contra el que combatieron los israelitas en las dos últimas décadas del período de los jueces, produjo entre ellos una relativa unidad. De las guerras contra los filisteos nació la nación israelita. Reyes israelitas En aquel momento crítico comprendieron las tribus israelitas que únicamente mediante la organización de los clanes bajo la guía de un monarca lograrían superar el desorden y la desunión, causas de su derrota. Fue en el año 1010 a.C. cuando Saúl, de la tribu de Benjamín, «el más hermoso de los hijos de Israel», fue ungido rey. Su elección fue la llamada a una rebelión contra los filisteos, que terminó con una derrota total de los israelitas en la batalla de Gelboé (1006); tres hijos de Saúl murieron en la lucha, y él mismo se suicidó. Los filisteos siguieron dominando el país por algunos años. Inmediatamente después de la muerte de Saúl, surgieron contiendas entre las tribus tocante a la sucesión. Las del norte proclamaron a Isboset, descendiente de Saúl, mientras que las del sur a David, de la tribu de Judá, que había comenzado su carrera como reyezuelo de Siqueleg, vasallo de los filisteos. El asesinato de Isboset despejó el camino a David, ya popular por sus hazañas anteriores, y fue nombrado rey. Yemil Harcha R “ Semitas I ” 17 David.- La unidad momentánea de las tribus israelitas, y sobre todo el hecho de que las dos grandes potencias de la región estuvieran ocupadas con problemas internos y no tuvieran la fuerza suficiente para extender, o por lo menos mantener sus fronteras, dieron a David la posibilidad de extender su reino en todas direcciones. Primero guerreó contra los filisteos, derrotándolos, despojándolos de sus conquistas y confinándolos en la franja del litoral de donde habían salido. Sitió y conquistó la ciudad de Jerusalén, con sus habitantes los jebuseos17, y la constituyó en su capital. En el sur sometió los países de Moab, Amón y Edom, y en el norte redujo el Estado arameo de Damasco a la situación de Estado tributario. Con esto logró controlar la línea de comunicación entre Siria y la península arábiga, y la recaudación por derechos de tránsito llegó a constituir la mayor renta nacional. El rey Hiram de Fenicia llegó a ser aliado pacífico de Israel, con el mayor provecho para ambos países. El nuevo y extenso reino, erigido sobre gran parte de Palestina (a excepción del litoral, que seguía bajo el dominio de ciudades filisteas y fenicias) fue provisto de una administración centralizada que substituyó a las antiguas unidades tribales, de un sistema de impuestos nacionales y de un pequeño ejército permanente. Durante el reinado de David nació la literatura hebraica, uno de los legados literarios del antiguo Oriente. Su escritura derivaba de la fenicia y los primeros historiadores presentaron ya su material en forma viva y dinámica. Hasta entonces no se había escrito tal historia. El Estado de David existiría durante ochenta años. Salomon.- Le sucedió su hijo Salomón (966-926 a.C.). Son famosas sus empresas mercantiles sus navíos, construidos y pilotados por sus aliados fenicios, emprendieron expediciones a las costas de Arabia y de África oriental — y las suntuosas construcciones que mandó levantar, sobre todo el templo de Yahveh y el palacio, edificados por arquitectos y maestros fenicios; para la mano de obra «hizo levas de hombres en todo Israel». La vida de Salomón fue una copia de la de las cortes brillantes y voluptuosas de los potentados asiáticos o egipcios. Después de un período de esplendor comenzó la decadencia. Israel cayó en creciente dependencia de Tiro y de Egipto. Edom, al sur, y Damasco, al norte, se rebelaron y reconquistaron su independencia, privando con ello a Salomón de los pingües derechos de tránsito. Cuando los ingresos fiscales ya no bastaron para cubrir sus enormes gastos, el rey no vaciló en cargar el peso de los impuestos sobre los hombros de sus súbditos. Bajo el influjo de su harén, compuesto de centenares de mujeres de todo origen y creencia, hizo erigir santuarios a los dioses moabitas y amonitas en los aledaños de Jerusalén. Todas estas medidas dieron lugar al descontento popular, que después de su muerte, acaecida en 926, acarrearía la caída del reino. 17 Este es una población que deberíamos haber tratado con mas detalle, lo que haremos en próximas versiones. Yemil Harcha R “ Semitas I ” 18 La personalidad y el prestigio de David habían unido a las tribus septentrionales y meridionales; pero esta unidad no sobreviviría al desgobierno de su hijo. Las desorbitadas exacciones de Roboam, hijo y sucesor de Salomón, sobre las diez tribus del norte, provocaron la sublevación inmediata de éstas. Constituyeron su propio reino, el de Israel, y un cierto Jeroboam fue elegido rey. Este hombre había sido gobernador en tiempos de Salomón, pero se había rebelado y refugiado en Egipto. Las dos tribus del sur formaron el reino de Judá, con Jerusalén por capital, y permanecieron fieles a la casa de David. Esta ruptura no fue reparada jamás. Los dos reinos se volvieron rivales, incluso a veces enemigos; y su progresiva desintegración puede demostrarse por los frecuentes cambios dinásticos en Israel y por las repetidas revueltas e intrigas en ambos Estados. Ninguno de ellos pudo practicar, durante su precaria existencia, una política independiente, y su supervivencia dependía únicamente de las preocupaciones de los dos imperios vecinos, en Egipto y en Mesopotamia. Seis años después de la división, en 920, el faraón Sesonq I (Sisac), fundador de la dinastía XXII aliado momentáneo de Israel, invadió el país de Judá, saqueó a Jerusalén, exigiendo todavía pesados tributos. Entretanto los reyes de Damasco realizaron lucrativas invasiones en el reino de Israel. Sin embargo, el mayor peligro, que acarrearía la destrucción de ambos Estados, vino del nordeste, de Asiría. Supremacía asiría La monarquía asiría, después de un largo período de decadencia, había recobrado nuevas fuerzas, con lo cual se recrudecieron sus ambiciones imperialistas. En 853 a.C., el rey Salmanasar ni invadió los principados arameos en su frontera occidental. Una coalición entre Israel, el rey de Damasco y los príncipes fenicios logro impedir de momento la ocupación de Damasco (batalla de Carear). Pero doce años más tarde vuelve Salmanasar a la carga, e Israel logra a duras penas sobrevivir. El rey Jehú salvó su existencia sometiéndose al rey de Asiría y pagándole tributo. Asirios conquistan el norte de Palestina.- El fin de Israel sobrevino durante el reinado de Teglatfalasar ni (745-727), fundador del gran imperio asirio y de su suntuosa capital Nínive. Nuevas discordias entre Israel y Judá tuvieron como consecuencia una alianza entre el reino del sur y Teglatfalasar contra Israel y su aliado, el rey de Damasco. El resultado de esta sociedad leonina no tardaría en venir: los asirlos conquistaron Damasco, subyugaron a Israel, transformando la parte septentrional en una provincia asiría, pero también Judá se vio humillado y convertido en tributario de la gran potencia del Tigris. Lo que quedo de Israel se agitó en anarquía y en revoluciones; de sus últimos reyes cuatro murieron asesinados. La muerte de Teglatfalasar dio pie al rey Oseas de Israel para negar el debido tributo a su sucesor en el trono de Nínive, Salmanasar v (727-722). En su actitud intransigente se vio Oseas apoyado por el faraón egipcio Shabaka (So), de la dinastía XXV, al que había recurrido en demanda de ayuda. La respuesta inmediata del rey asirio fue el cerco de Samaria, capital de Israel. Salmanasar fue asesinado durante el sitio, y la conquista de Samaria fue llevada a cabo por su sucesor Sargón u (722-705), el mismo año de su elevación al trono. Israel se convirtió entonces en provincia asiría, y la mayor parte de la población, sobre todo los israelitas más notables, fue deportada, conforme al sistema de los conquistadores, a remotas provincias del imperio asirio. Yemil Harcha R “ Semitas I ” 19 Samaritanos.- Los israelitas fueron substituidos por tribus que los asirlos trajeron de Media, Babilonia, Siria y Arabia. Estos nuevos inmigrantes se mezclaron con lo que quedaba de la antigua población para formar los llamados “samaritanos”, comunidad que sobrevive todavía en nuestro, días. Un gobernador asirio vino a residir en Sacaría a partir de 721 a.C. Esplendor Asirio.- El pequeño reino del sur, Judá, protegido por su propia insignificancia estratégica, consiguió prolongar su vida precaria como tributario de Nínive todavía más de cien años. Este periodo estuvo marcado por la lucha permanente entre las dos potencias de la época, Asiría y Egipto, por la supremacía en la región. Ninguna de las dos la consiguió, y la victoria sonreirá a un tertius gaudens, el soberano del creciente imperio neo babilónico. El conflicto entre asirios y egipcios se inició con la muerte del rey Sargón en 705. Su sucesor Senaquerib (hasta 681) se preocupó primeramente por la restauración de la autoridad asiría en las regiones orientales. Las provincias occidentales, animadas por el faraón egipcio, intentaron entonces aprovecharse del momentáneo debilitamiento del poder central para liberarse del imperio del Tigris. Ezequías, rey de Judá, se negó a pagar el humillante tributo. Las consecuencias no se hicieron esperar. Senaquerib se dirigió en primer lugar contra el elemento mas peligroso de la coalición, el faraón de Egipto. Pasando por el litoral fenicio y filisteo, donde restauró la autoridad de Nínive, invadió el país del Nilo e infligió una desastrosa derrota a los egipcios. De vuelta devastó el país de Judá, sitió a Jerusalén, pero no logró conquistarla debido a una peste que sobrevino y diezmó a su ejército (701). Ezequías pudo salvar el trono pagando los tributos retrasados. Bajo Asarhadón (680-669), el imperio asirio alcanzó su mayor extensión. Asarhadón invadió Egipto, y el 671 Menfis fue tomada por asalto saqueada y destruida. Un rey vasallo de los asirlos, Necao I, sube al trono de los faraones. Y en Siria y en Palestina los reyes locales se ven forzados a reafirmar su sumisión al «rey de reyes» en Nínive. Caída de Asiria.- Durante el reinado de Asurbanipal (669-625), se pudo ya vislumbrar la caída del gran imperio. Los primeros en rebelarse contra los asirios son sus mismos vasallos del Nilo. Psamético, hijo de Necao I, libera a Egipto, expulsa a los asirlos y funda su propia dinastía, la dinastía XXVI en 669. Nuevos enemigos aparecen al norte del imperio asirio, los escitas descendientes de las montañas del Cáucaso. Las provincias de Babilonia y de Elam aprovechan las dificultades del poder central para sublevarse. En esta situación amenazadora, Sinsariscum, segundo rey después de Asurbanipal, pone a un general caldeo, por nombre Nabopolasar, al frente de un poderoso ejército; pero el caldeo se convierte rápidamente en un tremendo rival. Pacifica Babilonia, pero lo hace a su manera, arrancándola al imperio asirio y ocupando su trono No vacila en aliarse con el peor enemigo de su antiguo soberano el rey Ciaxares de Media, y los dos comienzan a conquistar y destruir todas las ciudades asirías. Nínive cae en 612, sus habitantes son exterminados y el país devastado. El rey Nabopolasar, con su imperio neo babilónico, no sólo había destruido el imperio asirio, sino que ocupará su lugar como potencia universal. El imperio neo babilónico Yemil Harcha R “ Semitas I ” 20 Egipto nuevamente en el sur de Palestina .- Nabopolasar había heredado de los asirlos también el conflicto permanente con los egipcios. Mientras él se lanzaba sobre Asiría por el norte y el este, el faraón Necao II penetraba en Palestina para arrebatar al imperio moribundo sus provincias meridionales. El entonces rey de Judá, Josías, pensaba más bien en liberar a su país de cualquier dominio extranjero que en cambiar el vasallaje asirio por el egipcio. Se enfrentó con Necao II, pero fue vencido por los egipcios en la batalla de Meggidó en 608. Una vez más Palestina vino a ser por algunos años una dependencia egipcia, y el sucesor de Josías, Joaquim, fue confirmado en el trono de Judá por el faraón. De esta manera se alió con los enemigos de la joven potencia en el Eufrates, de lo que luego hubo de sufrir las consecuencias trágicas. Nabucodonosor destruye Jerusalén.- Nabopolasar, una vez instalado en el trono de Babilonia, decidió conquistar las antiguas provincias occidentales del fenecido imperio asirio, entonces en manos de los egipcios. El empeño recayó sobre su hijo Nabucodonosor. Éste, en una impresionante demostración de su habilidad militar, destrozó el ejército de Necao II con la victoria aplastante de Karkemish, en 604, a la que siguió la expulsión de los egipcios del continente asiático. A partir del mismo año (604) el destino de Palestina fue decidido por el rey de Babilonia. El mismo año, Nabucodonosor subió al trono del joven imperio. Hábil diplomático, condujo a Babilonia a su último apogeo; amplió y embelleció la capital con edificios prodigiosos, entre ellos la famosa torre de Etemenanki. A pesar del triunfo de los babilonios sobre Egipto, los reyes abrigaban todavía la esperanza de que los faraones irían a protegerlos. Joaquim y su hijo Joaquín desafiaron a los nuevos señores, y Nabucodonosor, en dos expediciones militares, los hizo prisioneros junto con sus consejeros y los llevó encadenados a Babilonia (597). Sedecías, último rey de Judá, no fue más avisado. Después de unos meses de lealtad, concluyó una alianza secreta con el faraón Hofra (Apries) y confiando en la ayuda egipcia, se negó a pagar su tributo a Nabucodonosor. Éste, exasperado, envió un ejército que sitió y destruyó a Jerusalén en 586. El templo fue incendiado, Sedecías cegado y llevado cautivo a Mesopotamia, junto con millares de sus súbditos. El primer gobernador instalado por los babilonios, Godolías, fue asesinado pocos meses después de su investidura, y numerosos judíos que se habían librado de la deportación huyeron a Egipto por temor a las represalias. Pocos se quedaron. Así los israelitas fueron expulsados de Palestina en las mismas circunstancias violentas en que sus antepasados habían conquistado Canaán seiscientos años antes. Caída de Babilonia.- Pocos años después de la caída de Jerusalén todos los vecinos de Judá estaban subyugados por los babilonios, a excepción de Tiro. Con la muerte de Nabucodonosor en 562, entró en decadencia el imperio. Su hijo Evil-Merodac fue depuesto por un yerno de Nabucodonosor, Nergal-Charecer, y después de su muerte, subía al poder Nabónides (555-539), favorito del poderoso clero. Este «arqueólogo en el trono» pasó más tiempo en excavaciones en el desierto, que al frente de las incumbencias de jefe del Estado. El desempeño de las funciones imperiales fue confiado a su incompetente hijo, Baltasar, más interesado en las diversiones de palacio que en los asuntos de la defensa del imperio. Yemil Harcha R “ Semitas I ” 21 Durante su reinado apareció una nueva potencia en el este: los persas. La catástrofe sobrevino en 538, y fue fatal; Ciro II, rey de Persia, conquistador de los reinos de Media, de Lidia y de las ciudades griegas del Asia Menor, se lanzó sobre el imperio agonizante de Baltasar y conquistó Babilonia, su capital, sin encontrar resistencia digna de mención. Y el gran imperio de Nabucodonosor, con todas sus dependencias, reconoció la nueva soberanía irania. La caída de Babilonia significa más que la caída del propio imperio. Entonces, en 538, fenecía una era, la de los semitas, que habían sido dueños de Palestina y de toda la región siria durante casi veinte siglos. Se iniciaba una nueva época, la de los indoeuropeos, de los persas, de los griegos y de los romanos. Habían pasado ya los días de los semitas, y así continuarán las cosas durante más de un milenio. Hasta los musulmanes. Conclusión.Con esta revisión preliminar de alguna bibliografía podemos concluir que el término semita -usado por los historiadores de la prehistoria y antigüedad como termino etnográficosignifica inequívocamente “proveniente de la península arábiga”. Por tanto sería sinónimo de “arábigo” que resulta un término más exacto y natural.