Auténticos y coherentes

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Auténticos y coherentes
Así tituló el Papa Francisco el largo discurso
que improvisó en la tarde del pasado sábado 6
de julio en el encuentro con seminaristas,
novicios, novicias y jóvenes
en
camino
vocacional, con motivo de la peregrinación “¡Me
fío de ti!”; organizada por el Consejo pontificio
para la promoción de la nueva evangelización;
por el Año de la fe. Miles de jóvenes con
inquietudes vocacionales se dieron cita en la
Ciudad del Vaticano para celebrar y confirmar
su fe entorno al Santo Padre. Con un lenguaje
cercano, el Papa Francisco abordo temas
medulares para el camino de discernimiento
que emprende cualquier joven que siente la
llamada del Señor en su vida a seguirle como
sacerdote, religioso, religiosa o consagrado.
La fidelidad a Cristo y el dar nuestra vida para
siempre a Él, fueron los temas con que inició el
Santo Padre su discurso. Haciendo referencia a
un hecho de vida sobre un seminarista; que
decía que quería servir a Cristo, pero durante
diez años y luego pensaría comenzar otra vida;
alertó: ¡Esto es peligroso! (…) y esto es
peligroso, porque uno no se juega la vida una
vez para siempre. Me caso hasta que dure el
amor; me hago monja, pero por un “tiempito”…,
“un poco de tiempo”, y después veré; me hago
seminarista para hacerme sacerdote, pero no
sé cómo terminará la historia. ¡Esto no va con
Jesús!
El Papa continuó refiriéndose a la alegría con la
que debe vivir cada cristiano y de manera
especial un joven con inquietudes vocacionales:
Quería deciros una palabra, y la palabra era
alegría (…) La verdadera alegría no viene de
las cosas, del tener, ¡no! Nace del encuentro,
de la relación con los demás, nace de sentirse
aceptado, comprendido, amado, y de aceptar,
comprender y amar; y esto no por el interés de
un momento, sino porque el otro, la otra, es una
persona. La alegría nace de la gratuidad de un
encuentro. Es escuchar: “Tú eres importante
para mí”, no necesariamente con palabras. Esto
es hermoso…Y es precisamente lo que Dios
nos hace comprender. Al llamaros, Dios os
dice: “Tú eres importante para mí, te quiero,
cuento contigo”.
La autenticidad y coherencia con que debemos
vivir y dar testimonio en el seguimiento a Cristo,
fueron las palabras centrales de su locución.
Sobre el tema apuntó: Para ser testigos felices
del Evangelio es necesario ser auténticos,
coherentes. Y esta es otra palabra que quiero
deciros: autenticidad. Jesús reprendía mucho a
los hipócritas: hipócritas, los que piensan por
debajo, los que tienen –para decirlo
claramente- dos caras (…) Y a todos vosotros
os fastidia encontraros con sacerdotes o
religiosas que no son auténticos. Esta es una
responsabilidad, ante todo, de los adultos, de
los formadores. Es vuestra, formadores: dar un
ejemplo de coherencia a los más jóvenes.
¿Queremos jóvenes coherentes? ¡Seamos
nosotros coherentes!
Pero también vosotros, por vuestra parte, tratad
de seguir este camino. Digo siempre lo que
afirmaba San Francisco de Asís: Cristo nos ha
enviado a anunciar el Evangelio también con la
palabra. La frase es así: “Anunciar el Evangelio
siempre. Y, si fuera necesario, con las
palabras”. ¿Qué quiere decir esto? Anunciar el
Evangelio con la autenticidad de vida, con la
coherencia de vida (…) Los santos y maestros
de la vida espiritual nos dicen que para ayudar
a hacer crecer la autenticidad en nuestra vida
es muy útil, más aún, es indispensable, la
práctica diaria del examen de conciencia. ¿Qué
sucede en nuestra alma? Así, abierto, con el
Señor y después con el confesor, con el padre
espiritual.
Ya en las palabras finales, resaltó la
importancia de la preparación intelectual, las
relaciones de amistad y fraternidad en la vida
comunitaria y el espíritu misionero que debe
caracterizar a la Iglesia, dando con ello razones
de la fe y la esperanza que nos anima. Las
palabras de despedida nos animan a todos en
el inicio de un nuevo curso académico:
Adelante, con alegría, con coherencia, siempre
con la valentía de decir la verdad, la valentía de
salir de sí mismo para encontrar a Jesús en la
oración y salir de sí mismo para encontrar a los
otros y darles el Evangelio. Con fecundidad
pastoral. Por favor, no seáis “solteras” y
“solteros” ¡Adelante!
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