El arma arrojadiza de la Lengua ... EL ARMA ARROJADIZA DE LA LENGUA QUE ALGUNOS DESENFUNDARON José Luis Castro Núñez En su artículo titulado “La lengua como arma arrojadiza” (El País del 05/01/2008), el profesor Albert Branchadell embiste contra las propuestas lingüísticas del partido UPD (Unión, Progreso y Democracia) y, como miembro de ese partido, en turno de réplica, me es dado contestar amablemente al Sr. Branchadell, a quien conozco desde hace tiempo por sus escritos sobre la materia y a quien ya tuve oportunidad de contestar en su día con un artículo mío sobre el mismo tema(Canal NW nº 17, julio 2007, La Coruña; [email protected]), a uno suyo publicado en El País del 08-04-2006. Todos los ejemplos que nos pone en este nuevo artículo son los conocidos y manidos: Finlandia, Bélgica, y Suiza. En realidad, estos pequeños países son los ejemplos de laboratorio histórico, de casos singulares, los que los propios manuales sobre la materia tratan de casos raros y, como tal rareza, no hacen categoría. Finlandia (que con Luxemburgo forma el ejemplo extraño del llamado “plurilingüismo institucional”) existe como país independiente desde 1919. Bélgica, que lo es desde 1830, como país resultado de las tensiones entre los países circundantes, tiene un régimen denominado de “federalismo lingüístico”, pero ¡ojo!, en gran parte de Bruselas existen dos comunidades totalmente separadas (la flamenca y la francófona), tanto en sus relaciones sociales, como en la enseñanza, en la que, y ¡ojo! de nuevo, existen dos sistemas educativos totalmente separados en todos los niveles, según la lengua, y no creo yo que el Sr. Branchadell quiera esto para Cataluña. Y Suiza es ciertamente antigua, pero es la única Confederación pura existente en el mundo democrático, raro en el concierto mundial, tan “sui géneris” que nadie con un poco se sensatez analítica lo utiliza como ejemplo. Tan raro, y de esto debe tomar nota el Sr. Branchadell, que allí la lengua no es cuestión identitaria, de forma que el plurilingüismo no afecta al patriotismo suizo, digo suizo, y no cantonal, ya que es sabido que “los suizos son muy suizos”, es decir, muy “nacionalistas de estado” como creo diría el Sr. Branchadell. Así que, esos ejemplos que nos pone están totalmente fuera de lugar. Analizados como aquí se hace, incluso se vuelven contra su mentor, y traerlos aquí sólo puede obedecer a la necesidad de sacar precedentes de “lo suyo” de debajo de las piedras. Como ejemplos, son mucho peores si se pretende compararlos con países “mas grandes que pequeños” como España con nación-estado con mas de 500 años, y con fronteras definidas desde entonces. No puede hacer el Sr. Branchadell referencia a ningún país democrático “de mediano a grande” europeo, ni siquiera a Italia o Alemania, a pesar de que nacieron hace poco mas de 100 años (Italia en 1870, Alemania en 1871) aglutinando unidades inferiores, y oculta, porque debe saberlo, el esfuerzo hecho por los sucesores de Garibaldi para crear el italiano como lengua común (lengua de estado) a partir del toscano, y olvidar todos las demás lenguas regionales de la península italiana. Salvando los ejemplos raros y no traíbles del Sr. Branchadell (al que habría que añadir Luxemburgo), España es hoy, con mucho, el país de la UE que mayor estatuto y protección dispensa a las llamadas lenguas vernáculas o minoritarias. Que se dé el Sr. Branchadell una vuelta por Francia, Reino Unido, Alemania, Italia (excepto unas pequeñitas zonas), Grecia, Portugal, Holanda, Austria, etc. (países ejemplo, estos sí) para que vea como las gastan ahí en esta materia de las lenguas minoritarias. Lo que pasa es que la actitud nacionalista periférica española, dentro de la que se encuentra la deriva con la lengua vernácula es, como dicen, “un niño caprichoso, que cuanto más se le da más pide”. Y seguramente UPD se ha apercibido de que ya es hora de negarle, con la ley en la mano, el siguiente juguete al niño. Pero fíjense que Branchadell incurre en otra contradicción mas, por no decir perogrullada, al decir en barroca expresión: «En fin, el postulado de la lengua común también niega la realidad de nuestra Unión Europea, para la cual el "instrumento político para la realización dialéctica de la democracia" es precisamente el multilingüismo. Pero lo más remarcable de este postulado no es que contradiga la actividad de Rosa Díez o la de los actuales eurodiputados del PP, que debaten sobre cuestiones que atañen a todos los europeos en ausencia de una lengua común europea; lo más remarcable es que nos lleve sin demasiado disimulo de la estricta igualdad entre los ciudadanos españoles a su estricta jerarquización». Y lo calificamos así, de perogrullada, porque: 1) En la UE se sigue el multilingüismo porque no hay otra posibilidad, ya que no existe una lengua común que conozcan todos los europeos miembros de la UE, de forma que, como se dice en biología, los parlamentarios europeos son multilingüistas estrictos, no facultativos; 2) Ya le gustaría a Rosa Díez, y a todo hijo de vecino con sentido común, hablar en una lengua común europea si la hubiese; 3) Si no hablan en Bruselas en la lengua oficial de su Estado (el español se dice en Bruselas) ¿en qué pueden hablar?; 4) Que en español hablan en Bruselas no solo Rosa Díez y los diputados del PP, sino también los diputados del PSOE, CIU, PNV, etc., ¿cómo es que el Sr. Branchadell no los cita?. En fin. Lo que si realmente está lejos de todo sentido común es lo que pretenden algunos (no sé si el Sr. Branchadell está en esa misma línea): hablar en lengua vernácula en un foro en el que sí hay una lengua común (como en el Congreso de los Diputados Español, cuestión que yo traté en otro artículo, Canal NW nº 10, diciembre 2006). Otra cosa es que el Sr. Branchadell quiera que a la larga, con los actuales sistemas educativos existentes en aquellas Comunidades Autónomas inicialmente llamadas “históricas” (Galicia, País Vasco, Cataluña), algunos españoles de algunas zonas de España no conozcan lo suficientemente bien (dicen que ya empieza a notarse esto) el castellano (el español, que decía Octavio Paz), para así justificar después un multilingüismo “a lo parlamento europeo” en el Congreso de lo Diputados, y más cosas. Al decir el Sr. Branchadell que “deberíamos encontrar a Rosa Díez defendiendo el derecho a escolarizarse en catalán/valenciano, gallego o euskera a los españoles de esas lenguas maternas residentes en Madrid -un derecho, por cierto, que hasta ahora no había demandado nadie”, de nuevo está enmarañando las cosas, y aquí no sé si por desconocimiento o con intención. Porque la cuestión es que la tesis que plantea es una falacia, porque tal cuestión no existe. Y es que los derechos lingüísticos de los ciudadanos existen en relación con las lenguas que sean oficiales en el ámbito físico de una determinada Comunidad Autónoma y, que yo sepa, el catalán, el valenciano (que dicen los valencianos, ¿o debo decir catalán/valenciano, como el Sr. Branchadell?), el gallego y el euskera no son lenguas oficiales en Madrid. No sé si con esto el Sr. Branchadell está haciendo campaña de la vieja propuesta de ERC (Izquierda Republicana de Cataluña), de que dichas lenguas vernáculas sean oficiales en toda España. Pero lo que no puede negar Branchadell es un dato que nadie discute: que antes de las leyes de normalización y demás disposiciones de “implantación-inmersión” de las lenguas vernáculas, es decir, antes de la intervención política sobre las lenguas, no existía problema alguno en la ciudadanía, y la gente era mas feliz que ahora en esta materia, que al final es lo que importa. No había la movida insana de hoy. Que otee pues el Sr. Branchadell en torno a si a ver si ve a los que desenvainaron el arma que dice. Y no negará el Sr. Branchadell que desde las instituciones autonómicas de las tres Comunidades Autónomas citadas existe una preferencia total de la lengua vernácula sobre el castellano, que empieza: 1) por el calificativo de llamarle “propia”, 2) sigue con la legislación vigente, en la parcela de la redacción inicial de esa legislación que ha superado los Tribunales de Justicia y al Tribunal Constitucional; 3) continúa en la parcela de esa legislación que no ha superado esos instrumentos de control del estado de derecho – esto es muy importante, y es cuestión que el Sr. Branchadell pretende desconocer - y que se aplica en gran parte, por la vía de hecho, de la coacción, de la prebenda o puesto de trabajo, o de la subvención (entre las que está la publicación de literatura en gallego para que después se apolillen los libros en los almacenes de las distribuidoras, que me consta). Cientos y cientos de datos podíamos aportarle al Sr. Branchadell. Pero no tenemos espacio ni tiempo. De forma que, un partido fresco como UPD, con las ideas claras sobre los derechos de los ciudadanos, tiene que hacer: 1) oponerse manifiestamente a lo que decíamos se hace por la vía de hecho; 2) aceptar lo que es legal, como corresponde a un proceder democrático aunque no se esté de acuerdo con la Ley o el Decreto de turno, pero recurrirlos en la vía institucional que fuere; 3) apoyar a todas las instituciones asociativas civiles que defienden, con gran esfuerzo propio, cuestiones similares; 4) y, allí donde el recurso a la legislación y a la Constitución no sea suficiente, promover la reforma de la Carta Magna a estos fines. De todas formas, no es malo que Branchadell hable de UPD, aún cuando sea para atacarla. Favor que le hace. Y, en todo caso, recordar el episodio del Quijote: «¿ladran?, ¡luego cabalgamos!». Amablemente, de verdad. Autor: José Luis Castro Núñez es Técnico Facultativo Superior de la Administración Pública y candidato de UPD al Senado por La Coruña.