La Radical Gai: sobrevivientes que vuelven de la

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La
Radical
Gai:
sobrevivientes que vuelven de
la guerra
El activismo queer en España
Por Gustavo Pecoraro
“Alguien
palabras
panfletos
tanto del
tendrá que hacer la prevención”. Con estas seis
al pie de página, La Radical Gai firmaba los
con que le plantó cara a la desidia gubernamental
PSOE y del PP en el combate de la pandemia del sida
en España.
Eran los duros primeros años de la década del ’90 donde
murieron millones de personas y donde se perdió una brillante
parte de la vanguardia activista LGBTI mayoritariamente
varones homosexuales.
La Radical Gai nace en 1991 en Madrid en el barrio de Lavapiés
(a escasas calles de la Puerta del Sol) donde viven los
inmigrantes más pobres en casas aún sin rehabilitar en esos
años, de calles oscuras, de precariedad y abandono.
El barrio que fue cuna de los movimientos anarquistas, de
sectores de la izquierda más radicalizada, de grupos
antisistemas, de los colectivos de Okupas, organizaciones
LGBTI no oficiales y asociaciones de inmigrantes de todo tipo.
Con gran influencia en las experiencias político-militantes
del ACT-UP New York, o ACT-UP París, aparece en forma de
cachetazo a la inacción gubernamental, a la de la
administración pública, de los partidos políticos o del sector
biomédico, pero también (y ante la falta de medidas
sanitarias, sociales y políticas en las timoratas mentes del
gobierno del PSOE de Felipe González) a la incomprensible
tibieza de las organizaciones LGBTI “oficiales” (Javier Sáez,
sociólogo y activista gay español que se incorporó a LRG a
mediados de los 90, nos relató que “la mayoría de los grupos
gays de España no querían hablar de eso en aquel momento
porque daba mala imagen”.
Alguien tiene que salir a parar esto
Los 1º de diciembre los activistas de La Radical Gai se
plantaban frente al Ministerio de Sanidad en el Día
Internacional de la lucha contra el Sida, y lejos de encender
velas, tomaron las formas de expresión político-artísticas que
también manejaba ACT-UP París y ACT-UP New York.
“El Ministerio de Sanidad tiene las manos manchadas de sangre”
denunciando al gobierno socialista que seguía pensando que el
sida era sólo una cuestión de “homosexuales”, y cuya primera
campaña de prevención la realizó recién a finales de la década
del `80. En 1993 España se encontró en una recesión económica
que obligó al gobierno de Felipe González a recortar el
presupuesto para la salud, la educación y la cultura, lo que
de inmediato desató innumerables inconvenientes en la atención
sanitaria de miles de personas viviendo con VIH. Mariano
Rajoy, más de dos décadas después aplica el mismo recetario, y
lo amplía quitándole la sanidad universal a 1.000.000
inmigrantes que trabajan y viven es España en situación
“irregular”.
Desprecio, subestimación institucional y genocidio.
Como Reagan, Menem, y tantos otros.
El escritor y crítico de cine Eduardo Nabal, fue otro de los
integrantes de la organización y sitúa esos años como “una
forma de recuperar el espíritu combativo ante el ya entonces
amenazante capitalismo rosa. Fue un momento de mucha lucha
política en Madrid y donde había esperanzas de cambio y
renovación del movimiento”.
Además de su activismo político, La Radical Gai fue de los
primeros grupos en producir teoría como proclamas uniendo su
experiencia con organizaciones foráneas como Queer Nation,
Lesbian Avengers Outrage, Guerrillas Girls o Women ‘s Art
Coalition, y las ACT-UP.
Sus aliadas naturales que también habitaban e interactuaban en
el barrio de Lavapiés, fueron el colectivo LSD que se
denominaba de diferentes formas (Lesbianas Sin Dudas,
Lesbianas Sobretodo Diferentes, Lesbianas Sin Dinero,
Lesbianas Sangran Diluidamente, Lesbianas Se Difunden, etc).
Fefa Vila del grupo LSD en una entrevista realizada por Gracia
Trujillo y Marcelo Expósito en 2004 cuenta que: “El 1 de
diciembre, durante esos años, no había absolutamente nadie en
este país que se manifestara ni que hiciera nada, aparte de La
Radical Gai y LSD en la puerta del Sol, haciendo activismo en
el Ministerio de Sanidad. Tuvimos movidas porque nos
censuraron ciertos artículos, fue un momento de negociación de
nuestra supervivencia como sujetos deseantes y también como
sujetos físicos. En aquella época, de repente, en La Radical
Gai muchos descubrieron su seropositividad; y también lo era
el noventa por ciento de nuestros amigos y de mucha gente que
conocíamos alrededor”.
Activistas que pasaron a poseer cuerpos que se transformaron
en “campos de batalla”, que necesariamente tuvieron que
involucrar para la lucha. Lucha que se hizo cuerpos, porque
sin esos cuerpos -o con esos cuerpos muertos- no existía lucha
y la batalla estaba perdida de antemano.
“La primera revolución es la supervivencia” clamaban en la
revista “De un Plumazo”, y que mejor frase para resumir la
lucha política del activismo mundial de finales de los ochenta
y principios de los noventa.
Entre los integrantes de LRG (además de los ya mencionados
Nabal y Saez) estaban Paco Vidarte y Ricardo Llamas (que
produjeron trabajos teóricos vitales para la construcción de
la teoría queer), Sejo Carrascosa, José Decadi, Andres Serna,
David Amor, Jose Garcia, Juan Argelina y Eduardo Nabal.
Precisamente Saez, autor de “Teoría queer y psicoanálisis”,
“Por el culo” (junto a Sejo Carrascosa), y “Teoría queer.
Políticas bolleras, maricas, trans, mestizas” (junto a Paco
Vidarte y David Córdoba), nos contó que su participación
“supuso una perspectiva política nueva del activismo marica,
una apertura a debates más complejos que el simple movimiento
lgbt, las alianzas con lesbianas (el grupo LSD jugó un
importante papel), con feministas radicales, con discursos
nuevos donde incluso se criticaba la homofobia de muchos
grupos de la izquierda, conocer a otros activistas que tenían
muchas ideas y de los que aprendí mucho. También supuso un
espacio donde se usaba el humor y la ironía como herramientas
de lucha, y un espacio donde pude conocer a teóricas y
activistas de otros países como Butler, de Lauretis, Michael
Warner, las acciones de Act Up París, etc.
(…) Es evidente que había una preocupación, el sida hacía
estragos entre los gays en aquel momento, era necesario
organizarse y luchar contra el sida, contra las políticas del
gobierno, o su falta de políticas contra el VIH”.
Produjeron cantidad de materiales teóricos y propagandísticos
como fanzines, carteles, o las revistas De un Plumazo (ya
citada) y Non Grata.
Sejo Carrascosa lo cuenta de la siguiente manera: “La Radical
Gay nacía de una escisión de COGAM, el colectivo gay de
Madrid, que asistía a una deriva claramente reformista que
perfilaba su posterior camino a acercarse a posturas
claramente institucionales desde lo que llamaban “pragmatismo
político”. Quizá lo que había detrás de ese “pragmatismo
político” no era más que la intención de convertirse en una
asociación para la oferta de servicios, información, ayuda
psicológica o legal a la comunidad gay. El distanciamiento de
este “pragmatismo político” facilitó en los activistas de LRG
la eclosión de formas de hacer y pensar políticas que, aunque
por aquella época se ignorara, luego se llamarían Queer”.
Todos los entrevistados coinciden en que el legado teórico más
importante de la organización fue el acercamiento de la teoría
queer y la propia producción con los libros de Ricardo Llamas
y Paco Vidarte “Homografías” y “Extravíos”.
Nabal incorpora también “los trabajos de Javier Sáez, Beatriz
Preciado o, sobre todo, el libro colectivo “El eje del mal es
heterosexual”. Este libro es heredero del activismo de la
Radical Gai”.
Al respecto Javier Saez puntualiza en la entrevista que le
realizamos que “el libro de Llamas “Construyendo Sidentidades,
estudios desde el corazón de una pandemia” supuso el primer
ensayo importante sobre el sida en nuestro país, y “Teoría
torcida” es un buen trabajo de investigación con una
perspectiva crítica sobre la “homosexualidad”.
“Homografías” y “Extravíos” fueron dos bombas teóricas que
aportaron muchas ideas y enfoques brillantes sobre la
identidad, la homofobia, los tipos de activistas, las
subculturas gays, etc.; en aquel momento, finales de los 90,
no había casi textos de ensayo sobre estos temas en España, y
estos libros incluso hoy siguen siendo muy actuales, además de
tremendamente divertidos.
Muchos años después de la disolución de la Radical, Paco
(Vidarte) escribió “Ética marica en mi opinión es uno de los
mejores libros que se han escrito sobre políticas lgbt”.
Por último, otro de los legados que dejó La Radical Gai fue la
apropiación del insulto como reivindicación identitaria: el
maricón como postura política en oposición a un movimiento
lgbt incipiente que “buscaba cierta respetabilidad” y que
usaba palabras como homosexual o gay, que trataba de situarse
en los espacios de poder o en los partidos políticos
planteando una estrategia diametralmente opuesta (creo que no
por ello excluyente) a la de LRG.
“En aquel momento autodenominarse marica o maricón era
bastante chocante, incluso hoy lo sigue siendo, de modo que
supuso una posición política de apropiación del insulto y de
desactivación del mismo”, concluye Javier Saez.
El colectivo activista madrileño La Radical Gai se disuelve en
1997, tras seis años de militancia. Su legado se vive hoy en
los nuevos grupos lgbti del activismo queer como la Asamblea
Transmaricabollo.
Su desaparición política, el relativo control de la pandemia
del sida, la eficacia de los nuevos tratamientos retrovirales,
y los cambios políticos, dieron paso a un activismo más
institucional, generando otras referenciales que optaron por
ganar otros espacios, con otras agendas que lucharon por la
aprobación de leyes que beneficiaron al colectivo LGBTI.
En 2008 muere Paco Vidarte, una pérdida significativa. Su
producción teórica, sobre todo “Ética Marica” debe ser lectura
imprescindible para cualquier activista LGBTI.
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