1 Artículo publicado en Genealogías imaginarias. Los discursos de la cultura hoy. México, UAM/Univ. of Michigan/ Univ. of Louisville/Univ of Arizona/Casa Lamm, 2003, pp. 333-349. EL CALENDARIO COMO EXPRESIÓN CULTURAL EN EL SIGLO XIX MEXICANO Dra. María Margarita Alegría de la Colina. (México. UAM-A) Desde la época colonial los calendarios cumplían una función comunicativa importante de carácter eminentemente religioso, relacionada con el santoral y las festividades correspondientes, incluían además notas informativas breves relativas a astronomía, y algunos apuntes históricos. Lunarios, témporas (tiempo de ayuno en el comienzo de cada una de las cuatro estaciones), efemeris relativas a los temporales, repertorios, efemérides calculadas según tal o cual meridiano y pronósticos relacionados con el tiempo, circularon en México desde el siglo XVI hasta, incluso, parte del XIX. Los publicaron sabios como Enrico Martínez, quien hacia 1606 dio a conocer su Repertorio de los tiempos e historia natural de esta Nueva España; Francisco Ruiz Lozano, por su parte, fue autor del Repertorio anual para el reino de México (1651-1652) y nada menos que Don Carlos de Sigüenza y Góngora, publicaba también pronósticos y lunarios.1 El tema del tiempo fue central durante la época colonial, su enfoque prioritario inicialmente era, como ya se dijo, el religioso. Hubo publicaciones preludio de los calendarios, como las anteriormente mencionadas, en las cuales resultaba también 1 V. Isabel Quiñonez, Mexicanos en su tinta: calendarios, México, INAH,1994, pp.15-17. 2 muy importante la información acerca de los astros, sobre todo en relación con la agricultura. Hacia el año de 1791 se publicó, por ejemplo, el Calendario Curioso o efemeris de Nueva España. Útil a los Cortesanos, Caminantes y Labradores. En cuya introducción se reconoce la fuente hispana de este tipo de publicaciones, pues a la letra dice Ignacio Vargas, el editor: Guiado por el ejemplo de algunos literatos, que han tenido espíritu para dedicar obras de la naturaleza de ésta a los reyes cristianísimos como protectores de la astronomía, conociendo que V. Exa., por su grande ingenio y felices potencias podrá ampararla en beneficio público, y conforme a las altas facultades que S.M. le ha conferido con tanta satisfacción y confianza, se la ofrezco a V Exa como un corto obsequio de mi gratitud, y como que soy, Exmo señor, el más apasionado súbdito de V. Exa. Ignacio Vargas.2 Esta obrita contiene fechas relacionadas con el gobierno civil pero, sobre todo, con el eclesiástico, las posiciones diarias del Sol y la Luna, además de las de los planetas y estrellas más conocidos “con noticias de la hora en que todos salen por nuestro horizonte”. Anuncia también los temporales con la mayor certidumbre posible “con plausibles ventajas para los labradores”. En otra parte, el editor ofrece la información sobre fechas y horarios de las misas de madrugada. Se incluye también en esta publicación el periodo de las estaciones del año con indicaciones para la agricultura; así como notas históricas y cronológicas sobre las “edades del mundo”, y una relación de los eclipses que habría en el año. 2 Calendario Curioso o efemeris de Nueva españa..., dedicado al Exmo Señor D. Juan Vicente Güemez de Horcasitas, Conde de Revilla Gigedo, Virrey, Gobernador y Capitán Gral, México, Imprenta Nueva Madrileña de los herederos del Lic. Joseph de Jauregui, año de 1791. 3 En 1775, Felipe Zúñiga publicó la Vigésima Tercia Ephemeris calculada y pronosticada al meridiano de México. El editor se anuncia en la portada como “Philomatemático de esta Corte y agrimensor titulado de S.M. (que Dios guarde) de Tierras, Aguas y Minas de todo el reino”. Las notas cronológicas de este librito se consignan de acuerdo con el martirologio romano y están integradas por los siguientes hechos: la creación, el diluvio universal, de la ordenación juliana, de la corrección gregoriana, de la fundación de la Imperial Corte Mexicana, de su conquista, de la milagrosísima aparición de N. Santísima madre y Sra. de Guadalupe, de la creación de su efigie, de la última inundación, del reinado de Carlos III, del gobierno de Antonio María Bucareli y Ursúa, del definitivo arzobispo de México D. Alonso Nuñez de Haro y Peralta y de la encarnación del Verbo Divino. Temas, como se ve, de carácter predominantemente religioso. Contiene además el cómputo eclesiástico, la consignación de las fiestas móviles, temporadas (estaciones del año), una litografía de la Guadalupana, un preludio sobre agricultura y minería como “los polos sobre los que se mueve la armoniosa máquina del bienestar de las Repúblicas”, un juicio del año indicando convenientes e inconvenientes de las estaciones y, como un Resumen, la colocación de los astros que concluye con las siguientes palabras: Y en suma, los aspectos planetarios, que en el discurso anual se celebran, no son de los más notados en reglas astrológicas, por lo que se debe esperar el año favorable, y para que así se verifique, imploremos el favor de nuestra gran patrona GUADALUPANA, Madre Omnipotente de Dios, que siempre domina todo.3 Nota: En todas las citas de textos coloniales y decimonónicos se actualizarán ortografía y puntuación. 3 Felipe de Zúñiga, Vigésima tercia Ephemerides..., México, Imprenta de la calle de Palama, 1775, s/p (hojas 6-7) 4 La posición de los planetas y el clima podrán explicar las condiciones más o menos favorables para la agricultura; pero la decisión está en manos de Dios. Finalmente, incluye el editor los signos zodiacales y las posiciones diarias de la luna, con indicación del tipo de cosecha favorable a cada mes. Durante el siglo XIX, cobra especial relevancia el objetivo de generar y fortalecer lazos de identidad entre la diversa población del territorio mexicano, así como de imponer signos representativos de los valores cristianos porque el país, recientemente independizado, estaba construyendo los paradigmas que le darían sustento al Estado-Nación, y aquél que más fuerte movía a la población seguía siendo el de los valores y creencias religiosos. Fueron frecuentes entonces publicaciones más o menos semejantes a los calendarios (en coexistencia incluso con ellos), en cuanto a estar estructuradas con base en el tiempo y las festividades religiosas. En 1812, por ejemplo, se publicó una obra breve dedicada al Día cuatro de cada mes en obsequio y culto a la reina del Cielo y Tierra María Santísima en su admirable título Del refugio devoción muy útil para los miserables pecadores, dispuesta por un religioso del Colegio de Propaganda fide de nuestra Señora de Guadalupe de la ciudad de Zacatecas, y reimpresa en México en la oficina de Mariano de Zúñiga y Ontiveros, en la calle del Espíritu Santo. En 1816 ese mismo editor titula a su obra: Día primero de cada mes, consagrado a Dios en veneración de su divina providencia por un sacerdote de la Compañía de Jesús, publicada en México por la oficina de la calle de Santo Domingo esquina 5 con Tacuba. En ambos textos hay agradecimientos a Dios porque “le debemos todo lo que somos”, y se incluye oraciones. La imprenta de Mariano Galván, por ejemplo, producía un Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año que contiene la explicación del misterio; la vida del Santo correspondiente a cada día, con arreglo al Calendario de la República Mexicana; la oración, la epístola y evangelio del día; reflexiones morales sacadas del evangelio y de la vida del santo, y una explicación sobre las verdades de la religión. Este material, publicado en diciembre 1834, da inicio el día primero de dicho mes con el martirologio de San Eligio. Luego de la vida y obra del santo hay una meditación que exalta los mandamientos, y enseguida peticiones y propósitos en los que se hace presente una ideología nacionalista de tinte religioso, como cuando se dice en primera persona: He nacido en un país donde se profesa la verdadera religión, en un clima abundante de lo que necesita la naturaleza, de una temperatura suave, y entre gentes que no tienen las bárbaras costumbres de los cafres o de otros pueblos incivilizados y broncos. Te he ofendido, y no me has quitado la vida, me has conservado la salud y dándome (sic) lo necesario para mi subsistencia ¿ y con tantos beneficios he sido yo tan ingrato que no hago más que agraviarte?4 Como se ve hay una alusión inicial a que, gracias a que se profesa la verdadera religión, el país goza de diversas bondades. Más adelante se publica en el texto que se comenta peticiones y propósitos, seguidos de una jaculatoria (oración 4 Mariano Galván, Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año..., México, Imprenta de Mariano Galván, 1834, p.11. 6 breve) y, finalmente, una lección con moralejas. Es interesante la petición del dos de diciembre, que a la letra dice: No el fértil suelo de esta Septentrional América: no la dulzura de su clima ni la riqueza de sus minas que derraman el oro y la plata por todo el mundo, es de lo que más se glorian los habitantes de estas vastas regiones, sino de poseer esa efigie sagrada de Guadalupe, esa pintura obra de la Omnipotencia, estampada por un prodigio. Yo quiero hacerme digno, Virgen Santísima de tus singulares gracias y para que me oigas y acojas benigna mis súplicas, infunde a mi ánimo esa humildad que te hizo la amada de Dios...5 Para entender el papel que este tipo de publicaciones cumplían en la sociedad de la época, es necesario recordar que se trataba de un pueblo reducido a la pobreza, constituido por léperos, chinas y pelados. Esa masa de la población estaba integrada casi igual que en la época colonial, por individuos que crecían al abrigo de la superstición propiciada por la fe católica, amamantados por nodrizas indias que descuidaban a sus propios hijos, reprimidos en sus iniciativas personales debido a la educación que se impartía, y consentidos por padres y madres quienes compensaban así la falta de cuidados; de esta manera se formaba a hombres de quienes Fernández de Lizardi dijo ser “codiciosos, coléricos, egoístas, perezosos, glotones, débiles y enfermizos” 6 Aquellos individuos fueron, a decir de Fernando Benítez, la columna vertebral de la burguesía mexicana. Hombres que propagaban la idea de que el trabajo deshonra. Menciona también este autor que entre los mestizos había magníficos artesanos que no prosperaban por su pecado original de no ser “gente de razón” y 5 6 Ibid., p.193-194. Cit. en Fernando Benítez, Historia de la Ciudad de México, t.5, México, Salvat, 1984, pp. 100-101. 7 que las cárceles estaban llenas de miembros de castas y personas sin recursos que se eternizarían allí al no tener el dinero necesario para probar su inocencia. Esta era la sociedad a la que sorprendió la independencia. Indudablemente no estamos hablando de una población culta ni exigente, que demandara literatura de calidad ni estuviera preparada para adquirir conocimientos científicos. José Zorrilla, quien como es sabido estuvo en aquel tiempo en estas tierras, se refirió con las siguientes palabras a los calendarios: Hay otro género de literatura indígena [sic por vernácula] de este país, pues no la he hallado en ninguno de los que he recorrido... el de los calendarios. Un editor, un impresor, no importa quien, se propone como base de una pequeña especulación hacer un calendario. Para darle interés y valor comercial, añade a las doce hojas que ocupan los nombres de los santos de los doce meses del año, 40, 50 y hasta 100 páginas en las cuales imprime lo que le parece más a propósito para llamar la atención, bajo los títulos y epígrafes más excéntricos que se le ocurren... estos librejos, vendidos a precios muy bajos, únicos que están al alcance de la gente pobre, corren entre el pueblo y son llevados por los buhoneros ambulantes a los pueblos, ranchos y haciendas, y no hay casa donde no halle V. tres o cuatro.7 Nicole Girón, al referirse a la folletería del siglo XIX entre la que, por cierto, considera los calendarios, comenta sobre la gran cantidad de folletos publicados en dicha centuria; lo que la lleva a cuestionar la afirmación del predominante analfabetismo en el México de la época. “¿Cómo es posible [pregunta] que una población reputada analfabeta haya podido sustentar el desarrollo de un número tan elevado de empresas editoriales?” y vuelve a preguntar, ¿qué espejismo, si no el anhelo de una ganancia suficiente, puede haber impulsado, en 25 años, a 7 José Zorrilla, La flor de los recuerdos, México, Imprenta de El correo de España, 1855, pp 446-448,cit por Quiñonez, op. cit., p.93. 8 tantos artesanos a arriesgar una inversión, modesta, quizás, pero que implicaba cierta movilización de capital, si se trataba de habilitar un taller editorial aunque éste durara un corto número de meses como negocio, o a pagar la renta de un local ya equipado?8 El comentario que un colega de la UAM Azcapotalzco, el maestro Alejandro de la Mora, hacía en una plática con los estudiantes respecto de la lectura, se me ocurre que aplica también al siglo XIX. De la Mora decía que se podría dudar de nuestro carácter de “pueblo que no lee”, dado que tenemos un alto tiraje de revistas de baja calidad y de comics; pero en su respuesta incluyó la reflexión acerca de lo que es realmente leer y no es este el tipo de actividad que realizan nuestros lectores masivos a los cuales tal vez podemos calificar, tristemente, como analfabetos funcionales. La intención inicial de los calendarios en cuanto a presentar las series de meses y días, la posición de los astros, el santoral, las témporas, algunas efemérides, la indicación de fiestas civiles y, con mayor énfasis, religiosas, fue cambiando a medida que el siglo transcurría y el decurso histórico iba pidiendo una sociedad más enterada y crítica, el énfasis en los calendarios transitó de vehículo de adoctrinamiento religioso, a producto de consumo cuyo fin último era venderlo, aunque el contenido sólo respondiera a lo que pudiera satisfacer las expectativas de la población a que hemos hecho referencia. Revisé el estudio de Isabel Quiñonez titulado Mexicanos en su tinta: calendarios, su investigación fue muy completa, como producto de ella repasa este tipo de Nicole Girón, ”El entorno editorial de los grandes empresarios culturales: impresores chicos y no tan chicos en la ciudad de México”, Empresa y cultura en tinta y papel (1800-1860), Laura Beatriz Suárez de la Torre 8 9 publicaciones con indicaciones sobre los avances editoriales, poniendo énfasis en ciertos autores como Fernández de Lizardi, agrupando a otros según sus aportaciones, y ubicando algunas de estas publicaciones por periodos históricos, sin dejar de describir cada uno de los calendarios que menciona (la lista es profusa); además hace comentarios críticos respecto a su contenido. Analicé de primera mano los textos similares a los calendarios, a los que me he referido antes; además de la serie de estas publicaciones editada por Abraham López entre 1839 y 1848 y el calendario de 1899 del mismo editor, y he trabajado también con algunos textos específicos de los ... de las señoritas mexicanas de Mariano Galván. Según mi apreciación la temática prioritaria de estas publicaciones a lo largo del siglo XIX va en el siguiente orden: religión, moral, instrucción, ideologización de género, difusión literaria, politización y miscelánea de tópicos según la demanda del consumo. Dicho orden responde al énfasis que los impresores y editorialistas pusieron en sus calendarios; ya que los temas coexistieron casi siempre, y coexistieron también calendarios cuyo tema prioritario era la enunciación de fechas y festividades con especial interés por lo religioso como el de Mariano Galván, con los que eran especialmente dirigidos a las señoritas como el ya mencionado Calendario de las señoritas mexicanas de mismo editor. Aunque la crítica política se deslizó en muchos de ellos desde principios de siglo, y en los del Pensador mexicano se expresó plenamente, fue hasta la segunda mitad del XIX, concretamente después de la guerra con Estados Unidos, cuando proliferó la coordinadora general, ed.. Miguel Ángel Castro,México, Instituto Mora/UNAM, 2001, pp. 58-59. 10 sátira de este tipo en artículos, litografías y caricaturas publicados en los calendarios. También para entonces había una profusión de calendarios con diversos temas, sobre todo a cargo de Octaviano Galván, cuya intención evidentemente era ganar lectores con el fin de lucrar. Ya, éste Galván, había enseñado el cobre desde que quiso aprovechar el prestigio del otro: su tocayo de apellido, y sacó, posteriormente al de Don Mariano, otro Calendario de Mariano Galván y Rivero con el fin de ganar para sí los lectores que había conquistado aquél. Don Mariano le puso entonces a su Calendario “del más antiguo Galván”, a lo que Octaviano respondió con el suyo del más moderno Mariano Galván. Manuel Murguía, consigna Isabel Quiñonez, era otro que “trampeaba un poco al escoger un título llamativo, y ponerle una “bonita” (a veces magnífica) ilustración no correspondiente a la ensalada de textos que cubría”9. El éxito editorial de este tipo de publicaciones favoreció su proliferación durante el siglo XIX. Desde los albores de dicha centuria, en 1818, se anunció en la Gaceta del gobierno de México la aparición del Calendario y pronóstico del Pensador mexicano, en 1824 encontramos el Calendario histórico y pronóstico político de este mismo autor, publicado en 15 hojas y rico en estampas con pie de grabado explicativo. El ya mencionado Felipe Zúñiga y Ontiveros, español de nacimiento, publicó a finales del siglo XVIII (1793) el Calendario manual y guía de forasteros y, hacia 1825, dio a conocer un calendario que seguía el esquema del de Fernández de Lizardi: notas cronológicas, cómputo eclesiástico, fiestas móviles, temporadas, 11 noticias sobre los epactas ( añalejo o librito anual para el régimen y orden del rezo divino) y noticias históricas de México. Ese mismo año apareció el Calendario dedicado a las señoritas americanas, especialmente a las patriotas, editado también por El Pensador Mexicano. Su contenido alude a las ciudadanas heroicas como Leona Vicario o Josefa Ortiz de Domínguez, o humildes y sufridas. Hacia 1839, en el Segundo Calendario de Abraham López10, además del cómputo eclesiástico, las temporadas, las notas cronológicas y las alusiones religiosas -del diluvio Universal a la encarnación del Divino Verbo- se da espacio más amplio a asuntos históricos tanto civiles como religiosos como la Conquista (1531), la declaración del papa Paulo III acerca de que los indios son hombres iguales a los demás y que no hay derecho alguno para reducirlos a la esclavitud (1557), el primer grito de independencia dado por el cura Hidalgo (1810), el segundo, por el señor Iturbide (1822), su abdicación y erección de la República de México, el desembarco de este personaje en Soto la Marina, su captura y su fusilamiento (1824), la capitulación y rendición en el Castillo de San Juan de Ulúa (1825), la rendición de los españoles en Tampico durante su intento de reconquista y el triunfo de la República Mexicana. No está ausente por supuesto la alusión a la aparición de la Guadalupana en 1531. En este calendario ya ocupan mayor espacio los artículos sobre temas de interés como el relativo a la selenografía (estudio acerca de la luna), y se introduce un apartado bajo el título de Historia antigua de México en el que se habla de los nombres de días y meses del calendario mexicano, y acerca de las predicciones 9 Quiñonez, op. cit., p.9. Impreso en México, Portal de Mercaderes núm. 14, 1839. 10 12 de eclipses que esa cultura logró. Se incluye también un relato titulado El lobo y el borrego o Francia y México, en el que el lobo abusa del inocente corderillo recién nacido. Es evidente en él la intención de defender la soberanía nacional. En 1841 Abraham López publicaba su cuarto calendario, en éste predominan los temas de cultura indígena como el relativo al origen de la nación mexicana, y un artículo sobre los métodos que tenían los mexicanos para deducir el tiempo. Estos textos coexisten sin embargo con intentos más cosmopolitas y de finalidad informativa, manifiestos en un texto alusivo a los monasterios de Rusia. Hay otro con dedicatoria a las mujeres: El latín de una señorita o una Capilla de las pampas, cuya protagonista ya no tenía que aprender más, pues sabía conjugar el verbo amar en latín y con eso bastaba. Se incluye también un poema con tema religioso titulado la Providencia. Como se ve, la religión sigue estando presente no sólo en cuanto al anuncio de las festividades correspondientes, sino a través de los mensajes de sumisión y castidad que se da a las mujeres, y de los versos con que se canta a las deidades católicas. En 1843, en su quinto calendario, López incluye la denuncia por los atrasos, desmoralización y abusos que sufría el pueblo y así dice: Este pacientísimo pueblo mexicano, veía a algunos señores diputados, dormirse en sus asientos, sirviéndoles de arrullo las discusiones del Congreso”. El estallido del cañón o el silbido de las balas en julio de 1840, recordó a muchos de ellos que tal vez roncaban, les hizo ver que la nación no quería sufrir su morosidad y que ese anuncio no era sino el prefacio de los grandes acontecimientos que hoy empezamos a experimentar y quién sabe cuál será el modo y término de su fin.” 11 11 En ibid., p.4. 13 No obstante, a mitad del siglo coexistían con estas publicaciones más críticas, otras en las cuales la reflexión sobre el tiempo era importante por su relación con la creación y con los momentos de guardar veneración a Dios, de ese estilo era El domingo o sea la felicidad que proporciona la santificación de ese santo día que, traducida del francés, fue publicada en México por la Imprenta de Tomás S. Gardida.12 Esta publicación empieza poniendo el acento justo en el valor dominante de la época, cuando se dice: ...Difundid con profusión las publicaciones útiles, cuyo objeto es defender, bajo todas las formas, los principios religiosos, procurad que penetren en la choza del pobre ignorante como en el palacio del rico impío e indiferente; prestadlos, dadlos, fomentad el celo de los escritores religiosos; en una palabra, propagad tantos libros buenos como libros malos han propagado otros; sembrad por doquiera los libros y las palabras de vida y estad seguros de que[...] sólo por medio de la propagación de los buenos libros se conseguirá que vuelvan a florecer la religión y las buenas costumbres.13 La obra anteriormente citada es importante en relación con los calendarios porque se sustenta en los dos ejes principales con que nacieron dichas publicaciones: el tiempo y la religión, la segunda regía al primero marcando lo que el hombre debía hacer con su tiempo, por eso El domingo... pone énfasis en “la hermosura de las ceremonias religiosas y [nos muestra] en fin la felicidad que halla el hombre virtuoso en la santificación del día del señor”14. 12 Calle de San Juan de Letrán núm 3, 1854. Ibid., p.VII. 14 Loc.cit. 13 14 La permanencia y proliferación de los calendarios se debió también, como ya dijimos, a que proporcionaban información sobre aspectos que estaban latentes en el imaginario popular porque tenían que ver con las creencias, y las necesidades que éstas generaban a la gente en la época, además de reflejar sus hábito de cooperación social15. Por eso, a parte de que se informaba sobre actos rituales, los artículos incluidos solían reproducir leyendas y mitos, y los textos literarios publicados reflejaban, en la mayoría de las ocasiones, las costumbres populares. Uno de los calendarios más antiguos del siglo XIX fue precisamente el del librero y editor Mariano Galván Rivera, su publicación inició en 1826 y cumplía con una importante labor de difusión cultural porque llegaba a todos los rincones del país: desde las ciudades de importancia, hasta las más remotas rancherías; es por eso que la ya mencionada Isabel Quiñonez ha dicho que “el ser” del calendario “es popular en los dos sentidos de la palabra: anda de mano en mano y llega hasta las rancherías. Es múltiple y tiene tantas figuras –gracias a la revolución editorial efectuada durante los treintas y los cuarentas del siglo XIX- que es fácil gustarlo, quedarse encandilado, aburrirse y (sic) no poder salir del laberinto”16. El éxito de este tipo de publicaciones, ya se dijo, llevó a los editores a convertirlas en vehículo de todo tipo de información, desde la de carácter histórico político como fue el caso, desde 1828, del Calendario portátil. En él se incluía artículos de aliento nacionalista en los que por un lado se intercala la devoción a “la milagrosa Rudolf Rocker al referirse a la cultura popular ha dicho que: “no se crea por decreto; se crea a sí misma y surge espontáneamente de las necesidades de los seres humanos y de su cooperación social” (Nacionalismo y cultura, trad de D.A. Santillana, ed., coor. De la alemana de 1949, s.l, Reconstruir, s.f, p,71). 15 16 Quiñonez, op. cit., p.14. 15 imagen de Nuestra Señora de Guadalupe”, y por otro se hace referencia a la cultura azteca a “nuestra antigua nación”; además de enaltecer la epopeya independentista y juzgar a quienes traicionaron los ideales de la patria como Agustín I. Estamos ya ante un mestizaje asumido. Hacia los años treinta los calendarios, dirigidos sobre todo a las señoritas, tenían mucho la estructura de revistas. Los elementos relacionados con el tiempo: santorales, fechas de festividades y actos, predicciones y sucesos astronómicos, etc. ocupaban un espacio menor en relación con los artículos, poemas y cuentos, ensayos breves sobre actividades femeninas como la cocina o el tejido, y hasta figurines de moda. Ya en 1822 José Mariano Ramírez Hermosa había publicado su Calendario portátil, para las bellas del Anáhuac 17y hacia 1838 Mariano Galván Rivera lanzó al mercado editorial su Calendario de las señoritas mexicanas, con la colaboración muy importante y significativa de su sobrino, el poeta Ignacio Rodríguez Galván. Esta publicación apareció además en 1839, 40, 41 y 43.En 1840 y 1842 Vicente García Torres publicó El diario de las señoritas y El semanario de las señoritas y Todavía hacia 1851 Manuel Murguía editó El curioso dedicado a las señoritas que, a decir de Isabel Quiñones, es más bien un recetario. Otros calendaristas que publicaban temas miscelánicos ponían también, por estos años, especial atención en imbuir en las mujeres de la época la convicción de sus deberes de género, fue el caso de Abraham López quien en su sexto calendario, publicado en 1844 incluye un artículo titulado “Consejos útiles para las casadas”, 16 que inicia con las siguientes palabras: “ En el gobierno de la casa hay dos poderes, el uno es el ejecutivo o de la fuerza, y el otro el de la suavidad: el primero pertenece exclusivamente al marido, el segundo a la esposa”18. Luego de esa contundente afirmación López se dedica a “aconsejar a la mujer” sólo emplear las armas de la mansedumbre, porque si ella quiere mandar “desgraciada familia, infeliz casa”, no contradecir al marido, porque cuando los hombres se unen a una mujer buscan “suavidad y dulzura”, jamás ser censora de éste ni rechazarlo o humillarlo aunque su conducta sea errada, porque de lo contrario “buscará cariño en la casa ajena, ya que no lo tiene en la suya”, ser aseada, modesta y vestirse con variedad de colores porque con esto “conseguirá mucho cariño”, no mostrar demasiada curiosidad ni querer imponerse en sus asuntos, etc etc. En fin, que lo primero que una mujer debe hacer “cuando recibe el sagrado título de esposa, es un estudio particular y perfecto del carácter de su marido, para que después que adquiera un completo conocimiento de él pueda trabajar con fruto en que esté siempre contento, y nada le falte para la satisfacción de sus gustos y deseos [y de nuevo] para que no vaya a buscar a casa ajena lo que no encuentra en la propia”. Los calendarios están por entonces plagados de textos literarios o artículos de reflexión en este sentido. En su séptimo calendario, López publica uno en que parece intentar rectificar el rumbo, lo titula “Defensa a las mujeres”, así comienza: 17 Publicación que, como las subsecuentes de su género, además de abordar asuntos intimistas, anuncia con paternalismo el propósito de educar a las mujeres para ser guías de la familia y para ayudarlas a desterrar la ignorancia. 18 Sexto calendario de Abraham López para 1844 arreglado al meridiano de México. Antes publicado en Toluca. Imprenta del autor, calle San Juan de Letrán, núm. 4, s.n.p. 17 A tanto se ha extendido la opinión común en vilipendio de las mujeres, que apenas admite en ellas cosa buena. En lo moral las llenan de defectos, y en lo físico de imperfección. Pero donde más fuerza hace, es en la limitación del entendimiento. Por esta razón, después de defenderlas con alguna brevedad, discurriré más largamente sobre su aptitud para todo género de ciencias y conocimientos sublimes.19 Hay que decir que sí menciona “la cualidad más hermosa y trascendental de las mujeres”: es la vergüenza, “gracia tan característica del sexo porque es un preservativo que puede evitar infinitos escándalos”. Nunca habla de la aptitud femenina para las ciencias, al final del artículo se anota, “continuará”. He de decir que revisé los calendarios de los siguientes cuatro años y no encontré la continuación. En 1836 el poeta Francisco Ortega publica su Calendario popular en el que dice haber seguido un plan para mejorar y propagar la instrucción pública por medio de una... Colección de materias varias y escogidas... para que pueda ser leída, con utilidad y agrado, por aquella clase de personas a quienes no queda tiempo o no tienen proporciones para la lectura de obras más difusas y costosas... este género de publicaciones [ señala, permite] escritos en un estilo claro y sencillo... [donde se incluyen preceptos] de la más sana moral, observaciones y noticias curiosas relativas a las ciencias naturales, máximas y pensamientos de los grandes hombres a quienes se ha reputado como los oráculos más puros del saber humano... ya se sabe que un compendio no puede formar eruditos [sigue diciendo Ortega] mas no es esto lo que se necesita, sino que todos los individuos de la sociedad adquieran nociones más o menos extensas, pero siempre justas y exactas, sobre los objetos que más cerca les tocan.20 Aunque este calendario, como tal, contiene también la información relativa al tiempo, incluyendo las festividades litúrgicas y civiles, además de “acontecimientos 19 20 México, Imprenta de Vicente García Torres, calle del Espíritu Santo, núm.2, 1845, s.n.p. Quiñonez, op. cit., pp.54-58. 18 de México y los hechos de sus hijos”, enfatiza Ortega la intención difusora y el carácter divulgativo de dichas publicaciones. Por su parte José Mariano Lara de 1839 a 1846 informó por ese medio sobre política y economía además de difundir la literatura; lo mismo hizo en sus calendarios Antonio Rodríguez quien de 1848 a 1852 se ocupó, sobre todo, de reseñar la guerra con Estados Unidos. Justamente esa guerra empuja a la politización de los calendarios. El precursor del tono crítico político fue, desde los albores del siglo, Fernández de Lizardi. Lo practicó también, primero con timidez pero cada vez con más energía y en espacios más vastos de su calendario Abraham López, justamente dedica un número a la guerra con Estados Unidos, donde expresó lo siguiente: La república mexicana,[está] hecha una real y positiva baraja; por más de veinticinco años hemos visto lo siguiente: Si mandan muchos, todos juegan albures y si pocos juegan al tresillo; pero todos le tiran a la hacienda pública. Lo admirable de todo es que por más que barajen las revueltas políticas, siempre tenemos las mismas sotas, los mismos caballos y en general los mismos monos. Los yankees se fueron, y la baraja tan fuerte como el primer día.21 En 1852, López imprimió en su calendario: La burocracia es un monstruo animado por leguleyos y gobernadores caciquiles que devoran al país. El poder ejecutivo, el legislativo y el judicial son tres membretes nada más. “Cada gobernador se cree igual a un bajá de tres colas, no obedece las leyes ni las órdenes que dimanan del centro”, por lo tanto el presidente resulta ser un zopilote honorífico cuyo mando no alcanza más allá del Distrito Federal.22 El tono de crítica política fue predominante en estos años como puede apreciarse desde los nombres en los siguientes calendarios: los de Vicente Segura, 21 22 Cit en Quiñonez, op. cit., p. 76 Cit, ibid.,p.77 19 Calendario liberal del Licenciado D. Liberato Garabato Panzacola (1852-1854), el Calendario caricato (1853-1856) con interesantes escritos de sátira política; el Calendario liberal del licenciado (1854); y el Calendario histórico (1858) y el Profético (1858) de Manuel Murguía. Así describe Isabel Quiñonez la cubierta del de La democracia, impreso por Leandro J.Valdés, para 1851: “un diablo nos mira [...], entre burlón y severo nos invita abrir las páginas. ¡Lector! –exclama [...]- sabrás que para alimentarte hice este pan con la tradicional harina de las celebraciones religiosas, le puse sal que entretuviera, agua serenada a la luz de la luna y el zodiaco; fue bendito por ‘los sacrosantos principios de la libertad civil, de que todo ciudadano debe estar instruido’”23 La misma autora consigna que este calendario se integró a la manera de los catecismos franceses: a base de preguntas y respuestas Algunas de estas publicaciones fueron vehículo para enaltecer o cuestionar a personajes históricos, recurso con que los editores pretendían atrapar a los lectores. Tal fue el caso del Calendario de Garatuza (aparecido a partir de 1850), del editor Manuel Murguía en cuyas páginas se difundían las peripecias del héroe de la novela histórica que casi dos décadas después publicara Vicente Riva Palacio: Martín Garatuza, quien participó en forma subversiva en el tumulto de 1624. Otros permitieron divulgar obras literarias como el Calendario de D. Simón, sobre la zarzuela Buenas noches señor D. Simón, el de Las mil y una noches, el del Tio Caniyitas , zarzuela de José Sanz y Mariano Soriano, el que Octaviano Galván 20 publicó en 1867 Calendario de los polvos de la madre Celestina, comedia de magia muy exitosa en México. Se publicó así mismo, otro de las profecías de la Madre Matiana cuyo motivo fue una moza no muy en sus cabales que sirvió a las monjas jerónimas llamada María del Espíritu Santo, de quien otra hermana de la orden escribiera hechos y visiones hacia 1837, por orden vicaria. Los más diversos temas fueron motivos de sendos calendarios, así hubo de los agricultores (1868), de los amantes (consistió de sesenta cartas amorosas, matrimoniales y anexos), El profético y El nigromántico; todos ellos publicados por Manuel Murguía. También existieron otros como el Calendario mágico de suertes con juegos de salón, editado por Antonio Venegas Arroyo. Octaviano Galván hacía también el Calendario del payaso (1862), el Calendario mágico de suertes (1863), el Calendario del extravagante (1863), el Calendario del profeta azteca (1858) y el Calendario de los plagiarios (1873), en que se narra el rapto de Miguel de Cervantes Saavedra en orden cronológico. He criticado duramente a Octaviano Galván; sin embargo, justo es reconocerle un mérito: rescató composiciones populares a favor y en contra de Santa Anna, en combinación con otras alusivas al caballito, cuando trasladaron dicha estatua de la Universidad al Paseo Nuevo, y las integró en los calendarios del caballo de Troya y de la risa. Isabel Quiñonez, señala que justamente hacia 1873 cambiaría el tono de estas publicaciones y se llamarían almanaques. Bouret en 1901 resume la fisonomía del Almanaque de El imparcial, periódico que publica en forma de almanaque. Es, dice, “el periódico anual de las familias sin la charada, el cuento más o menos 23 Ibid., p.68. 21 atractivo [...] sino ideas más necesarias, conocimiento más prácticos, proyectos más realizables”. Para justificar su pertenencia al género, persisten en estas publicaciones materiales como los horarios de diligencias y ferrocarriles, jubileos y fiestas móviles, fechas de confirmaciones y audiencias episcopales , etc. Luego de este apresurado repaso en el que he querido intercalar algunas reflexiones en cuanto a la cultura de la época y el papel que los calendarios cumplían en ella, deseo recuperar lo que alguna vez concluí en un trabajo sobre la existencia o no de un espíritu en la cultura mexicana.24 Dado que la cultura oficial inserta y elimina elementos de acuerdo con el interés de la clase poderosa, aquéllos producidos por los grupos marginales, reflejo del genio colectivo de los pueblos, son los que se mantienen vivos. Los calendarios fueron editados por hombres marginados del poder político, para los más marginales de todos: el vulgo, las masas. Al mostrar en sus páginas los actos rituales, los mitos, las leyendas, las costumbres, etc, revelaban las creencias populares, y es en ellas donde se encuentra el espíritu esencial de la cultura; aunque éste también suele manifestarse en la llamada “alta cultura” cuando no se trata de la oficial. De entre las páginas de los calendarios del siglo XIX mexicano podemos extraer, pues, el espíritu de la cultura de la época. Cf. “¿Hay un espíritu en la cultura nacional?”, en Nuevas ideas, viejas creencias, Margarita Alegría y otros coords., México, UAM A, 1995 (Colección memorias) 24 22 BIBLIO-HEMEROGRAFÍA Alegría de la Colina, Margarita y otros, coords. Nuevas ideas, viejas creencias. México, UAM A, 1995 (Colección memorias). Benítez, Fernando. Historia de la Ciudad de México. T.5. México, Salvat, 1984. Calendario Curioso o efemeris de Nueva españa..., dedicado al Exmo Señor D. Juan Vicente Güemez de Horcasitas, Conde de Revilla Gigedo, Virrey, Gobernador y Capitán Gral, México, Imprenta Nueva Madrileña de los herederos del Lic. Joseph de Jauregui, año de 1971. López, Abraham. Calendario de Abraham López. México, Portal de Mercaderes núm. 14, 1839-1840-1841-1843-1844-1845-1852. Día cuatro de cada mes en obsequio y culto a la reina del Cielo y Tierra María Santísima en su admirable título Del refugio devoción muy útil para los miserables pecadores, dispuesta por un religioso del Colegio de Propaganda fide de nuestra Señora de Guadalupe de la ciudad de Zacatecas, y reimpresa en México en la oficina de Mariano de Zúñiga y Ontiveros, en la calle del Espíritu Santo. Galván Rivera, Mariano. Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año que contiene la explicación del misterio; la vida del Santo correspondiente a cada día, con arreglo al Calendario de la República Mexicana; la oración, la epístola y evangelio del día; reflexiones morales sacadas del evangelio y de la vida del santo, y una explicación sobre las verdades de la religión. México, Imprenta de Mariano Galván, 1834. Gardida, Tomás S. El domingo o sea la felicidad que proporciona la santificación de ese santo día que, trad. del francés. México, Imprenta de Tomás S. Gardida, 1854. Quiñonez, Isabel. Mexicanos en su tinta: calendarios. México, INAH,1994. Suárez de la Torre, Laura Beatriz. Coordinadora general. Ed. Miguel Ángel Castro. Empresa y cultura en tinta y papel (1800-1860). México, Instituto Mora/UNAM, 2001. Zúñiga Felipe de, Vigésima tercia Ephemerides... México, Imprenta de la calle de Palama, 1775.