ROMANCERO DE LOS CINES DEL SUR IN MEMORIAN FEDERICO GARCIA LORCA FUENTE VAQUEROS 1898 VIZNAR 1936 ROMANCE DEL GUITARRISTA A Guillermo Rocca El delta baja rizando potrancas de cresta blancas que callan entre los juncos reflejos de telarañas. Oliendo a café con leche con su guitarra de lata, montado en niebla ocrelila desciende por la chatarra. Entre los puestos de fruta se abraza con Irisarri. Dioses de tierra y de fuego lo recuestan contra un plátano. Místico cielo levanta su frente de luz basalto y ya funda al universo en ser la nada y el canto. Ve las puertas que se abrazan en fuegos artificiales. Y soles que abren las ingles de cuerpos deshabitados. Ve colinas que se mueven entre peinetas de nata. Ve gorriones que coronan Cinturas de cataratas. Ve toda fuente que parte cesáreas sobre el asfalto. Y en un reloj da las doce el insolado del sábado. Y ahora hay valles que se acoplan dando vueltas por el aire, tal cual germinan turquesas manantiales subterráneos. Y ahora es tan solo una espiga la muchedumbre del hambre. Y un solo tiempo retorna la golondrina o el aire. ♦ Los lustrabotas chiquitos se atreven hasta las tapias, mientras le gritan que vuelva mañana con la guitarra. APARICION Y DANZA DE LA SUDESTADA A María Elisa Sector de cuadro mordido por lilas de microscopio, cuando oscurece y de pronto ella figura en un borde. El silencio se repite en treinta espejos de estopa y una arenita visita el ser de los perros tontos. Bata de tábanos verdes se arranca sobre los hombros y agita hasta la cintura su claroscuro de póker. A tiza de los billares huele su sexo redondo y a gasolina perlada entre los dedos de oporto. ♦ Detalles de asfixia y planos andan sin banda sonora, mientras el sur se derrumba de espaldas dentro de un bronquio. La luz escapa ocrelila espalda de nueve jockeys. —Quiero amadores rotando sobre techos de magnolia. Y al universo tallado en las pupilas de un tordo. Cobra lúcida se alza el polvo por los rincones. —Quiero que se hagan jalea las costureras de los toldos. Y el esfínter de las niñas se vuelva un mirlo de cobre. Vendedores de alpargatas corren por la rambla sola. —Quiero que el musgo haga un labio por el sur de los escombros. Y que cabalguen los puentes mis rulos con asteroides. Los caballos en las cuadras se sueñan unos con otros. —Quiero que el río me haga el amor sobre mis hombros. Y que la luz huela a un fresco carozo de alto desborde. Los gallos de las veletas huyen por las claraboyas. — Quiero cielos tambaleados en pastizales de acordes. Y que un bebé de saliva fulgure sobre un resorte. Letras y envases aúllan sin pies por los cartelones. —Quiero desnudos que cambian sus alas bajo los montes. Y que la napa del aire funde en amor otro orden. Cigarro desenrollado el cielo se vuelve cóncavo. —Quiero que el tiempo se fije saltando entre cada poro, y digitales de risa se vuelvan los caracoles. Una misa de langostas revienta por los galpones. Con su millón de memorias hacia lo blanco del ojo. Con sus muslos que se agotan en levaduras de fósforo, danza por una semana la sudestada en la costa. ROMANCE DEL JUGADOR DE POKER A Roberto Junto a un ángulo morado bajo una luz de manteca, labios de nácar rematan el ala de los sombreros. Pactan el tiempo y las cajas y los descansos del juego. P ero el advierte a todos que no entra en póker abierto. Silencio de aceite fino se vuelca sobre la mesa, hexagonal y estrellada como un horóscopo verde. Tocadas de rosas viejas los atienden dos coperas. Solo Veterano Osborne toma el jugador sureño. Todos comprueban los mazos que tienen un neutro seda. Por los dedos piramidan potras que caracolean ♦ Entrando despacio al juego pierde la mano primera. Reñida pierna de damas contra dos ases con siete. Ya por la mano segunda busca algún rey compañero. Pero pierde en pares dobles contra un tricornio de nueves. Se dan las cartas cerradas y esa es la mano tercera. Encarta color proyecto nuestro sureño que espera. Viene el recambio y no sube el primer monto de apuesta. Viena la carta y encaja el trébol con la escalera. Inmutable como un arco dobla la apuesta y se queda. Los ojos miran al otro que a ratitos parpadea. El otro dobla...Rebote. Aquí ni un ángel se mueve. Y se abre un póker de damas bajo real escalera. —Quien da revancha en el juego no conoce los entierros. Dice el patón de la fonda mientras apagan las velas. Le piden una hora más porque es mucho lo que pierden. Tres rondas de naipe, dice, nuestro jugador sureño. Una en los brazos de la otra se duermen las dos coperas y sueñan que son sus hijas sobre las chatas de arena. ♦ No cuenta nunca la plata. Cuando se gana se pierde. Los lustrabotas chiquitos van a querer un pesebre. Piensa darle algo a las chicas y otro tanto al rubio Ojeda. Y a festejar por el sur con los guitarristas ciegos. Y ahora el juego se acabó en la neblina de siempre. Se levanta las solapas amanecer de noviembre. Y acaso patea una lata que apaga contra un durmiente. ROMANCE DEL BILLAR FANTASIA A Pochi Dentaro Se encienden por todas partes cuando se hace de noche. Juegan billar fantasía jugadores negro y rojo. Visten chalecos lunados por las serranas de Ronda. Y camisolas de seda con asteriscos y rombos. Está prohibido fumar y hablarle siquiera al otro. Y mucho menos dejar la tiza sobre los bordes. Traen un juego de marfil dos blancas con una roja. Irisarri las estudia y dice —Plenas. Redondas. La mesa está al aire libre en el sur de los malvones. se exhalan las graderías como un mantón de cajones. Las viejas madamas traen anchoitas españolas y ferroviarios del jueves renacen con los faroles. Ambos jugadores arman sus tacos en un acorde. Son de ébano y de maple con las virolas de bronce. El rubio Ojeda imagina carambolas de oratoria. Tiradoras de tarot acomodan a los hombres y con miradas de mica no admiten que haya desborde. ♦ Sale el jugador negro sobre la banda del fondo. doble corrida estrellada con un efecto redondo. Un reversé por la corta ya tira el jugador rojo picando desde la boca como la espada y el toro. Beto el Bobo va hasta arriba de las pilas de cajones. Y el cielo es anca de potro con cañitas voladoras. Insiste el jugador negro un reculié como un trompo; la blanca toma ocho bandas y arriba a la carambola. Un ruleté en banda larga que luego se viene a un borde efectuándose el encuentro realiza el jugador rojo. Papelitos y galaxias quieren colarse en la gloria pero ruedan por las barbas de astros revendedores. La gente se paraliza como una pila sin bornes. Los lustrabotas chiquitos se trepan sobre unos hombros. ♦ El partido fue pactado a nueve siglos de oro. Se dice que son lo mismo los jugadores y el coro. DANCING DE LAS MARAVILLAS a Ernesto Fornaroli Vainas de lacre las faldas corolan por las cinturas. Y las enaguas boquean sobre los tibios atunes. Los cristales estremecen halos de maternas punas y a los ángeles del techo les quema la esmaltadura. Nancy Duval sale y suelta sus ingles de óxido duro. Y el culo de Flora brota planetarias limaduras. Vendedores de corbatas andan un vino de altura. Viejos pintores ingenuos por los espejos ahuman y ahora se vuelven acordes de originaria dulzura. Olor a fiebre y resina viene de los pianos truncos mientras las risas digitan mieles en rajaduras. Ana de los camioneros se está pintando las uñas mientras un gato de chispas despierta sobre sus muslos. Guardacostas y borrachos derivan en la penumbra. Veinte soles de Van Gogh se desanudan en dunas. bicecleteros temblando se abrazan con la locura y piden que ella los lleve por las barajas desnudas. Emperadores sin niños bailan en el claroscuro con los disfraces cortados sobre las cuatro pezuñas. Ciega cucaracha el alba se agita a los cuatro rumbos. Un gasista abandonado rima con Maricel Dugan. ♦ Junto al marco de la puerta, en hablas verde de bruma, perra de fuego amanece Mamá de los Diarios Húmedos. PASO DE LOS VAGABUNDOS A Amilcar Vllarino Vítreos bastones de ciegos la noche alcohólica orina. Rollos de papel carbónico trepan por las graderías. —¡Pero el río, el río, panidad de sonidos que nos libra! Maestras primarias sueñan orgasmos del Mar Caribe. Monjas de calvas grisáceas no quieren que nadie mire. —¡Pero el aire, el aire, mundo en sus propios brazos que nos alza! La culpa sacabocados gime en las destilerías. Serenos locos custodian sus ojos de naftalina. —¡Pero la tierra, ella cuna espiga en la muerte que se queja! Orgía de niebla con perros cristaliza en las usinas. Prestadores de servicio drogan a la poesía. —Pero la sangre encuentra otro en la cabellera, que entra en juego. Cielos tontos superponen espumas de los suicidas. Ojos de yeso se aburren esposas de directivos. —Pero la ida, casa que abre nuestro lenguaje, por las manos. Suelos blancos, entregados, buscan sus frentes partidas. Hornos perfectos descubren salidas de utilería. —¡Y ahora las costas, bodas de saliva en los hombros que se tocan! Un millón de nucas pálidas sobre herramientas se alinean. Altavoces con burócratas hacen que lleven el ritmo. —¡Y ahora la aurora, aliento de mujer en la leña que se deja! Rabiosas albas encofran el aire de los martillos. Rodetes de hidrocarburos se sueltan las acerías. —¡Y ahora que el día es nuestro nacerá con los hombres que retornan! ♦ Policía de provincia cerca entre los terraplenes. Perfil de cristos mojados retoca el peine de un fuego. —Quizás yo sea el camino que acaba donde comienza. A mi me dijo Irisarri que mire adentro y afuera. Un millón de soles negros en calma revolotean. Tal cual aquí se interpreta en mi pañuelo de seda. Lo sacan a culatazos con otros cuatro linyeras. Y al menos una semana en una celda se quedan. EL VENDEDOR DE MIL COSAS A Carlos Eliseo Vespoli Un suelo lento morado babea por las paredes. Con la paleta de un Greco se funde la cabecera. Abre en un cuarto azulado primer plano de unos dedos. La otra mano cuelga parda sobre un zapato con brea. Vestido hasta la cintura y con el sombrero puesto, el Vendedor de Mil Cosa sueña en el Hotel Eléctric. Llaveros descabezados chillan puñados de velas y viene un roce a caballo por los relojes pulsera. Las nubes de las postales pasan en platos soperos. Cabelleras de alto impacto salen por las chimeneas. Ser de la tierra y el aire solo en nosotros se quema. ♦ Un alarido lo monta sobre su mesa tijera. Ser de la tierra y el aire sobre los techos planea. Sale al espacio de nuca y en cada giro la tierra es como un verde asterisco con fuegos de perfumero. Estrellas amoratadas persiguen sus propios senos bajo la luz que se encastra con los vidriosos plumeros. Hembras pulposas acaban entre cepillos de dientes. Portavasos y zapatos ruedan en cámara lenta. Estalla sin hacer ruido un tren de panes celestes. coladores y aspirinas se fundan los terraplenes. Cielo amarillo respira un abanico de medias que se vuelca a la rotonda sobre las madres obreras. Hay rastrillos que levantan mares de feriados sepias. Hay ojos vitrificados y caballitos que emergen surtidores de batista y natas de los pesebres. Los cometas en las jaulas diseñan adolescentes, con higos que se abrillantan donde se tocan las sienes. Almanaques con desnudos se intercambian de repente. Y su garganta se parte hecha una zarza de tela. ♦ Pequeñas ciegas con halo flotan por los desniveles y se van pegando saltos como ranitas eléctricas. La gente ida alborota sobre sus cinco paquetes. Y el viejo sudeste pierde el tiempo de las macetas. Polacos y marginados con las retinas de fiebre besan los pies a la estrella de los nuevos detergentes. Levantada antes del alba su sangre se suelta el pelo y ahora ya es curva y signo sobre la mesa tijera. Ser de la tierra y el aire solo en nosotros se quema. CUADRO DETENIDO A Ricardo Baccaro Ojos de caballos grises y un aire quieto en su esponja. Collares de acetileno el sol por el borde norte. Rebota en diversos planos un lunes de boca rota. Paralizada la aurora se hace vidrio en los rincones. Se abren puertas que proyectan besos de lengua sin fomdo. Y eles de laca blanquísima persiguen a las memorias. Se ven zapatos flotando por el zumbido electrónico. Y hurga la ausencia en silencio por tres mesetas de ropa. Se ven manos que no fueron al pie de los nueve hornos. Y signos nunca emitidos cuelgan de las rampas solas. La luz durísima invierte su falda de ajos filosos y un rojo hueco de hilitos se estremece entre las formas. Playas con rictus gomosos hacen de tiempo o escoba. Uno y lo otro se funden con el blanco que los nombra. AMANECER DE CELULOIDE A Leopoldo Baccaro Huelen a tinta y encías agrisados signatarios y empieza un arte de truca al pie de los encofrados. Con culitos de mil hojas aparecen los encantos y apenas giran se olvidan por celestes formularios. Se humanizan unas formas partidas por los andamios y el paisaje es una ahogada copia de papel secante. El este desorientado busca sus gallos de amianto. Sin miembros se paralizan los arroyos entubados. Está la mente que late sobre gomas enrolladas. Y el ser sopla querosene en una antorcha inclinada. Está la esfera que vende a dos hijos por encargo. Y el circo que todo expresa con el efecto contrario. Está la muerte sin manos fundida hacia el fondo blanco con los ojos dados vuelta en vidrierales de espasmo. Rueda en muda disonancia una manija de balde. Prende y apaga a un costado un sol de glaucos ovarios. Disuelve en esfumatura la realidad con el habla. Y ahora el silencio derrite el centro del fotograma.