Si no se revierte la desconfianza se podrían perder

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Nº 756
Buenos
Buenos
Aires,
Aires,
2312
dede
Diciembre
Febrero de 2010
2009
Expectativas deterioradas, falta de inversión e inflación son los mayores
condicionantes
Una recuperación por debajo del potencial
La actividad económica se contrajo entre 3,5% y 4% en 2009, pero se recuperó
en el cuarto trimestre y deja un importante arrastre positivo para 2010.
Si a esto se le suman la mejor cosecha, el dinamismo de las principales
economías que importan productos argentinos y la capacidad ociosa que dejó la
recesión, es elevado el margen de expansión (en torno de 6% i.a. para este
año).
El problema es que la confianza sigue en niveles bajos y domina el
cortoplacismo en los negocios. Este contexto afecta la evolución de tres
variables clave para el crecimiento: inversión, inflación y fuga de capitales.
La inversión, pieza clave, muestra una continua desaceleración desde 2003.
Luego de la fuerte recuperación tras el colapso de 2002, paulatinamente el
gasto de capital dejó de ser el principal driver del crecimiento cediendo espacio
al consumo.
Este año, la inversión recuperará parte del terreno perdido tras la fuerte caída
de 2009. Sin embargo, en el actual contexto de incertidumbre la recuperación
no será tan vigorosa como podría.
Además, a diferencia del pasado, si no se revierte el adverso clima interno los
abundantes dólares de la cosecha no se canalizarán a la inversión.
La inflación, por otra parte, comenzó a acelerarse producto de las tensiones
entre oferta y demanda. De hecho a partir de 2007 la inflación superó el dígito
mientras que la inversión se desaceleró.
Para este año la situación luce compleja. No sólo preocupa la aceleración de los
últimos meses sino la inercia propia que adquirió el proceso y su impacto sobre
la puja distributiva (carrera entre precios y salarios).
En este sentido si el cortoplacismo y la incertidumbre le restan dinámica a la
inversión y los precios continúan trepando, el proceso de expansión económica
terminará perdiendo intensidad.
La salida de capitales es el otro elemento que puede acotar el crecimiento en
2010. Si bien la elevada fuga se frenó en el último trimestre del año pasado, la
salida puede volver a tomar ritmo en caso de un nuevo shock adverso.
A futuro dos cuestiones marcarán el ritmo de la formación de activos externos:
hacia donde se canalicen los abundantes dólares provenientes de la cosecha
agrícola y cómo financia el gobierno una política fiscal expansiva.
En busca de los niveles de actividad pre-crisis
A pesar de la recuperación de la actividad registrada desde mediados del tercer
trimestre del año pasado, el PBI se contrajo entre 3,5% y 4% en 2009.
En efecto, recién en el cuarto trimestre el PBI habría alcanzado los alicaídos
niveles de fines de 2008. Más aún, el producto muestra una importante mejora en
términos desestacionalizados y deja un arrastre estadístico positivo significativo
para 2010.
A este dato alentador se le suma la recuperación de la cosecha agrícola –tras la
feroz sequía del año pasado– y la recuperación de la demanda mundial. Si bien
todavía se observan los coletazos de la crisis financiera internacional, la salida
definitiva parece estar cada vez más cerca. Mejor aún, los principales demandantes
de productos argentinos muestran un elevado dinamismo: Brasil es un claro
ejemplo.
Si a estos factores se le suma que se liberaron recursos en el período recesivo,
el potencial de crecimiento de la economía en el corto plazo es elevado. Por caso,
no sólo se podría recuperar el terreno cedido el año pasado sino crecer dos puntos
adicionales alcanzando una tasa de expansión cercana a 6%.
Es más, si el clima de negocios mejorara, las expectativas de los agentes
repuntaran y se generara un marco consistente y previsible de política económica,
se podría volver a un ciclo virtuoso de mayor inversión, ingreso de capitales y
acumulación de reservas y riqueza en el mediano plazo.
El problema es que este sendero de crecimiento dista sustancialmente del actual.
Hoy domina el cortoplacismo en los negocios, el deterioro de las expectativas de los
agentes, el continuo cambio de reglas de juego y la falta de rumbo tras el
desmembramiento del modelo productivo iniciado en 2002.
Esta conjunción de factores repercute negativamente sobre tres variables
determinantes del nivel de actividad: la inversión, la inflación y la fuga de capitales.
Si bien se analizará en detalle cada problemática en la próxima sección, la
aceleración de los precios, el anémico gasto en bienes de capital y la tendencia a la
formación de activos externos (salida de capitales), condicionarán el crecimiento.
Esto significa que la economía se va a recuperar pero por debajo de su potencial.
De hecho, esperamos que la actividad vuelva a los niveles pre-crisis de 2008,
creciendo entre 3,5% y 4%.
Por último, hay que destacar que la performance del primer semestre será muy
positiva por la baja base de comparación respeto de 2009 y el repunte de la
cosecha agrícola. Este impulso tenderá a disiparse hacia fines de año.
Los condicionantes de siempre: inversión, inflación y fuga de capitales
Como comentamos inicialmente el potencial de crecimiento de la economía
argentina en el corto plazo es elevado pero, por diversos factores, el dinamismo de
la expansión será limitado.
En primer lugar, la inversión es una pieza clave. Si el gasto de capital se hubiese
mantenido tan dinámico como durante el período 2003-2006, la pujante demanda
habría impulsado al alza la producción en lugar de los precios.
Sin embargo, a medida que la economía incorporó los recursos ociosos
heredados de la crisis 1999-2002, la inversión comenzó a desacelerarse y el
consumo pasó a ser el principal driver del crecimiento. En efecto, a partir de 2007
la inflación superó el dígito mientras que la inversión se desaceleró marcadamente.
En este sentido, el desafío de la doble I (Inversión-Inflación) no se encauzó
favorablemente. El gobierno estimuló la demanda pero no la inversión, e incluso en
situaciones críticas privilegió sostener el consumo en el corto plazo a costa de una
menor producción futura. El problema es que, como en caso de la carne, tarde o
temprano los costos se afloran.
Para peor, el año pasado la inversión cayó a tasas de dos dígitos y representó sólo
un quinto del producto. Para 2010 esperamos que este componente apenas
recupere parte del terreno perdido el año pasado. Lamentablemente, la reacción
será poco enérgica por las dificultades que frenan las decisiones de hundir capital.
Por el lado de la inflación, no sólo preocupa la aceleración de los últimos meses
sino también la inercia propia que ha adquirido el proceso y su impacto sobre la
puja distributiva. El fuerte incremento de los precios de los alimentos en los meses
previos a las paritarias puede avivar los reclamos de incrementos por parte de los
trabajadores.
El problema es que si se convalidan subas nominales elevadas, aumentan las
presiones inflacionarias. Pero si la suba de precios supera el incremento de los
sueldos, entonces cae el poder adquisitivo de los asalariados y por ende el
consumo.
La intervención del INDEC ha sido costosa: la falta de un indicador objetivo de la
evolución de los precios deja sin referencia a los actores económicos y termina
desatando mayores expectativas de inflación. Además, sin un plan antiinflacionario,
la suba de los precios sólo se frena en períodos recesivos como se observó entre
fines de 2008 y mediados de 2009.
Ahora bien, si la inversión no reacciona sustancialmente y los precios continúan
trepando, el proceso de expansión económica puede termina perdiendo intensidad
por el freno del consumo asociado al deterioro de los salarios reales. Algo similar
podría suceder a mediados de año y especialmente en 2011.
Por último, desde el segundo semestre de 2007 se observa una intensa fuga de
capitales que responde, en parte, a shocks internacionales pero también tiene un
elevado componente local.
La desconfianza y el ahorro en dólares responden a diversos conflictos y medidas
que han generado incertidumbre, afectan las reglas del juego y empeoran las
expectativas. Entre ellas se destaca la intervención del INDEC, el conflicto con el
campo, la estatización de las AFJP e incluso ahora también la crisis en torno del
Fondo del Bicentenario.
El dato alentador es que en el cuarto trimestre de 2009 se detuvo la fuga tras
varios períodos de fuertes salidas. No obstante, la confianza sigue en niveles bajos
y, por ende, el signo de los flujos puede revertirse ante nuevos shocks.
Fin de 2009: se frenó la fuga
- US$ millones-
1.000
0
-1.000
-2.000
-3.000
-4.000
-5.000
-6.000
-7.000
-8.000
-9.000
I-07
II-07
III-07
Fuente: Ecolatina en base a BCRA
IV-07
I-08
II-08
III-08
IV-08
I-09
II-09
III-09
IV-09
En el actual contexto sería muy positivo que no haya fuga durante 2010, pero si
el apetito por el riesgo no vuelve a los niveles de fines de 2009, es poco probable
que ingresen capitales externos. Además, en el frente interno la situación sigue
siendo compleja.
Por la reducida rentabilidad de los depósitos en pesos (en relación con la
inflación, por ejemplo), el deterioro de la confianza y los rasgos propios de la
sociedad argentina, las familias colocan parte de sus ahorros en dólares fuera del
sistema financiero local. En épocas de incertidumbre este comportamiento se
exacerba acotando incluso los gastos de consumo al mínimo.
A futuro hay dos cuestiones centrales que van a marcar el ritmo de la formación
de activos externos. La primera es qué va a pasar con los abundantes dólares
provenientes de la cosecha agrícola y la segunda cómo va a financiar el gobierno
una política fiscal expansiva con cuentas en rojo y sin acceso –a tasas razonables–
a los mercados de capitales.
Respecto del primer punto, cabe recordar el antecedente del conflicto por las
retenciones móviles. En pleno boom de precios de las commodities la fuga fue muy
intensa, afectando especialmente el consumo en las ciudades del interior. Este año
habrá excedentes significativos pero la incógnita es si se canalizarán o no al
consumo/inversión.
En cuanto al financiamiento del Tesoro, en la medida que se avance sobre las
reservas del BCRA o la liquidez de los bancos, los agentes pueden volver a cubrirse
en dólares. Hasta ahora el conflicto en torno del cambio de autoridades en el BCRA
no generó sobresaltos, pero no está claro si la demanda de pesos se sostendrá en
el caso que se utilicen los stocks mencionados.
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