José Julio Martín Romero, Febo el Troyano de Esteban Corbera (2003) INTRODUCCIÓN Entre los libros de caballerías se singulariza por numerosos motivos el texto de Esteban Corbera, que escogió para su aportación al género el ampuloso título de Dechado y remate de grandes hazañas, si bien se conoce más con el nombre de Febo el troyano. La obra salió a la luz en Barcelona en 1576 de las prensas de Pedro Malo, quien se arriesgó a sacar al mercado –en esos años de crisis para la imprenta española– un libro de caballerías. Desde 1564 los impresores habían optado por reimprimir obras de éxito seguro: Florisel de Niquea de Feliciano de Silva, y Primaleón, en 1566; la cuarta parte de Florisel de Niquea, en 1568; las dos primeras partes del Belianís de Grecia, en 1573; y sendas reediciones del Amadís de Gaula, en Salamanca y Sevilla, en 1575. Pero nadie parecía dispuesto a una novedad en el terreno de los libros de caballerías entre los años 1564 y 1579, con la excepción del Dechado y remate. Es más, desde la aparición de esta obra hasta 1579 –fecha de las partes tercera y cuarta del Belianís de Grecia– no se publica en absoluto ninguna obra de este género, ni original ni reimpresa, lo que convierte al Dechado y remate en una rareza editorial de la época, rareza motivada por el deseo de impulsar de nuevo este tipo de literatura; sin embargo, fue un intento fallido, pues la obra de Corbera jamás conoció una segunda edición y tan sólo en 1580 (tras tres tímidas ediciones del año anterior) los libros de caballerías resurgen como atractivo editorial, a juzgar por las ocho ediciones que se imprimen ese año. Quizá ese extraño momento comercial en que apareció la obra unido a la juventud de su autor cuando la compuso expliquen su principal peculiaridad: su carácter de centón o pastiche. Si Corbera inicia su texto con claras referencias a otras obras (Espejo de príncipes y caballeros, de Ortúñez de Calahorra; Belianís de Grecia, de Jerónimo Fernández; Olivante de Laura, de Antonio de Torquemada, o la Tercera parte de Florisel de Niquea, de Feliciano de Silva), a medida que vamos avanzando en sus páginas la imitación va convirtiéndose en plagio descarado, de forma que llega a insertar capítulos enteros tomándose sólo la molestia de cambiar el nombre de los protagonistas. Quizá haya que esperar a Jerónimo de Texeda y su Tercera Diana (1627) para encontrar un caso tan evidente de expolio literario. El lector apasionado de los libros de caballerías va topándose con textos ajenos de considerable longitud junto a la inserción de pequeñas frases tomadas de forma literal, lo que hace casi imposible asegurar la originalidad de ningún pasaje de Febo el troyano; también encontramos prosificaciones de poemas de otros autores y aprovechamiento de fragmentos retóricos enteros, especialmente aquellos momentos susceptibles de ser tomados como unidades aislables: el amanecer mitológico, las arengas militares, las quejas de amor, las cartas o la écfrasis de los héroes. Y no sólo nutrió su obra con páginas de otros de libros de caballerías, obras como el Patrañuelo, de Juan Timoneda, o la Selva de aventuras, de Jerónimo de Contreras, también le proporcionaron diversos materiales para Febo el troyano. Sin embargo, este hecho no debe llevarnos a error, el Dechado y remate se presenta como una obra que, si bien procede en un alto porcentaje de la pluma de otros autores, debe su ordenación y recomposición a la habilidad de Corbera, que reorganizó todos esos elementos y construyó su propio libro de caballerías alrededor de dos núcleos básicos: una segunda guerra de Troya y la biografía del héroe: el Caballero del Febo. En el primer capítulo el autor nos introduce de lleno en la guerra de Troya. Allí somos testigos de los amores de Pantasilea y Héctor, de la muerte de éste a manos de Aquiles, de la destrucción © Centro de Estudios Cervantinos José Julio Martín Romero, Febo el Troyano de Esteban Corbera (2003) de la ciudad y del exterminio de casi todo el linaje troyano. Los héroes y heroínas clásicos no son meras referencias cultas, sino personajes que Corbera asume como propios en su ficción. De esta forma, el Dechado y remate se convierte en un texto más sobre la materia de Troya, en el que se narra una fabulosa recreación del linaje troyano a través del personaje de Florante hijo de la amazona Pantasilea y de Héctor quien sobrevive y reconstruye la ruinosa ciudad con mayor esplendor. Pero hasta después de este primer capítulo no se nos narra cómo, pasado el tiempo, se produce una segunda guerra de Troya. Esta vez no está motivada por la fatal belleza de ninguna nueva Helena, sino que se trata de un enfrentamiento entre paganos y cristianos, lo que confiere a este enfrentamiento bélico un valor moral superior: la guerra contra el infiel. Troya se presenta como baluarte del cristianismo. La invasión de esta ciudad supone una amenaza de la verdadera fe. La ciudad símbolo del imperio cristiano nos da la clave sobre la otra tradición que inspiró a Corbera: el asedio a Constantinopla (recordemos las Sergas de Esplandián, el Felix Magno, y otros tantos libros de caballerías que presentan este tópico). El segundo núcleo lo conforma la biografía del Caballero del Febo, que sigue, en parte, los tópicos amadisianos, si bien abandona todos aquellos que ya utilizó para otro héroe, Florante (matrimonio secreto, embarazo clandestino, desconocimiento y posterior recuperación del propio linaje). Eso sí, el Caballero del Febo –como Florante y otros tantos caballeros andantes– presenta en su pecho una extraña marca, señal de su destino heroico. También encontramos en Febo el troyano la importancia de la primera hazaña del héroe antes de ser armado caballero cuando libera a sus abuelos del gigante Brandarfo, contra quien se enfrenta sin blandir espada alguna, tan sólo con un venablo. Especial interés presenta la iniciación amorosa del héroe. Inspirado en un episodio del Olivante de Laura –el purgartorio de Tirses– nos introduce en un lugar paradisiáco en el que se penetra a través de una tenebrosa cueva (resulta inevitable recordar la cervantina Cueva de Montesinos), donde deberá enfrentarse a tétricos y fieros guardianes del sepulcro de Policena: gigantes, monstruos, visiones, fantasmas, serpientes aladas, leones y centauros. Pero una vez dentro puede contemplar a la hermosa hija de Príamo y será precisamente el rostro de Policena el que se transforme para que el héroe pueda admirar la máxima belleza de su tiempo, la hermosura que le cautivará, pero cuya identidad ignora. En busca de esta belleza partirá de la corte troyana en busca de aventuras.La biografía caballeresca del héroe del libro se entrevera con los relatos de aventuras de otros personajes: Listarán de la Gran Fuerça, Aureliano (también conocido como el Caballero del León), y sobre todo, Playartes, quien, con el sobrenombre de Caballero del Pelícano, resulta el más peculiar de los héroes del texto. Su originalidad radica en el hecho de que para (re)crearlo, Corbera fusionó dos caballeros bien distintos procedentes de la Tercera parte del Florisel de Niquea de Feliciano de Silva: Rogel de Grecia y Filisel de Monte Espín. Tanto Rogel como Filisel son dos de los personajes menos leales en amores del libro de Silva, si bien Rogel –digno heredero de Galaor– es el que se muestra más dispuesto a complacer a todas las doncellas con las que se encuentra en su errancia caballeresca. Con la fusión de estos personajes, Corbera consigue hacer compatibles las sentimentales formas de acceder al cuerpo de la amada (Filisel de Monte Espín) y los más desenfadados tratos amorosos (Rogel de Grecia). Así, Playartes, enamorado de Florindia de la Gran Bretaña, le envía cartas expresando la fuerza de su pasión y llora desconsolado la ausencia de su dama, al tiempo que no desaprovecha literalmente ni una ocasión de satisfacer sus juveniles e impulsivas ansias eróticas. Numerosas damas –Garinia, Arlaya, Filisea y alguna otra cuyo nombre no se menciona– se entregan sin demasiados reparos a este brioso héroe. También merece destacarse la figura de Florante, que consigue recuperar todo el esplendor de su linaje y se opone a otros personajes troyanos de libros de © Centro de Estudios Cervantinos José Julio Martín Romero, Febo el Troyano de Esteban Corbera (2003) caballerías. En el Espejo de príncipes y caballeros aparece Orístedes, un caballero troyano sin más posesiones que las virtudes heredadas de sus ilustres antepasados. Se dedica a defender un puente como único rastro de la antigua magnificencia de su genealogía, triste recuerdo de las pasadas glorias. Como Florante, Orístedes es hijo de Héctor y Pantasilea, y criado secretamente por un ama, pero las diferencias con el personaje de Corbera resultan innegables. El poderoso emperador Florante parece una respuesta a la figura de Orístedes, simple caballero andante que el personaje central –griego precisamente– toma en su compañía. Por tanto, frente a un troyano que no es sino un personaje comparsa del verdadero héroe de libro del Espejo de príncipes, Florante (y sus descendientes) se erigen como figuras centrales del Dechado y remate. Así, el troyano Caballero del Febo de Corbera se opone (aunque lo imita) al griego Caballero del Febo de Ortúñez de Calahorra. Por tanto, Corbera se muestra original incluso en su intensa práctica de plagio que supera el concepto de imitación artística que imperaba en la época. En definitiva, Febo el troyano se presenta como rareza editorial, caso insólito de plagio y fusión de materia troyana y tradición amadisiana, lo que lo convierten en un texto singular incluso en un género tan polifacético y heterogéneo como es el de los libros de caballerías hispánicos. José Julio Martín Romero Universidad de Jaén © Centro de Estudios Cervantinos