Los doce trabajos de Hércules

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Heracles es uno de los héroes más célebres y populares de la mitología clásica. Hijo del dios Zeus y de una humana, nuestro héroe es víctima de los celos de la diosa Hera, esposa de Zeus. Hera castiga cruelmente a Heracles a lo largo de su vida: retrasa su nacimiento para que no pueda ser rey, intenta deshacerse de él introduciendo dos serpientes en su cuna, le enloquece provocando que mate a sus propios hijos y, finalmente, le castiga a ejecutar doce trabajos terribles bajo las órdenes del rey Euristeo. El león de Nemea Euristeo ordena a Heracles que le traiga un león enorme y feroz que asola la región y devora a sus habitantes y rebaños. Como es invulnerable a las armas de los hombres, lo acorrala en su cueva bloqueando con una red una de las dos entradas. Lo aturde golpeándolo con una clava de acebuche (olivo silvestre) en el hocico y lo mata estrangulándolo. Lo despelleja con las propias zarpas del animal: con su gruesa piel se confecciona una capa y con su testa un casco, a modo de coraza protectora. La hidra de Lerna En una zona pantanosa, Heracles tiene que destruir una serpiente de agua terrible: su aliento es mortal y tiene nueve cabezas que se regeneran y duplican cuando son cortadas. La hace salir del lago lanzándole flechas y conteniendo la respiración. Durante el combate, al héroe le ayuda su sobrino Yolao, y a la hidra un cangrejo gigantesco (que manda Hera). Para impedir que las cabezas vuelvan a crecer, tras cortarlas cicatriza las heridas con fuego. Finalmente, toma la cabeza central, que es inmortal, y la entierra bajo una gran roca. Aprovecha la bilis de la hidra para empapar sus flechas y tornarlas venenosas. La cierva de Cerinea Euristeo impone a Heracles la caza de una cierva muy veloz con patas de bronce y cuernos de oro. Es una de las cinco ciervas consagradas a Artemisa, diosa de la caza y de los bosques: por eso Heracles debe llevarla viva ante el rey. El héroe la persigue durante un año entero hasta que, agotada, la cierva intenta atravesar un río. Heracles aprovecha ese momento para capturarla disparándole una flecha entre las patas delanteras, sin herirla. Tras explicarse ante Artemisa, continúa su camino con la cierva cargada a los hombros. El jabalí de Erimanto Heracles tiene que entregar a Euristeo un jabalí salvaje que saquea los sembrados y en invierno frecuenta los bosques de cipreses. Capturar este animal entraña una dificultad extraordinaria: con fuertes gritos, lo hace salir de su escondrijo entre los matorrales, lo empuja hasta un profundo ventisquero de nieve y lo reduce saltando sobre su lomo. Lo ata y lo carga hasta el palacio del rey. Cuando Euristeo lo ve, se asusta tanto que se esconde dentro de una gran jarra de bronce fabricada por él mismo como refugio en caso de peligro. Los establos del rey Augías Augías (hijo del Sol, Helios) es el hombre más rico de la tierra porque hereda de su padre un enorme rebaño de bueyes divinos. Pero lo guarda en unos establos que no se han limpiado desde hace más de treinta años. El rey Euristeo, para humillar a Heracles, le ordena que se encargue de ello en un solo día: el héroe abre las dos paredes laterales de los establos y desvía el curso de los ríos Alfeo y Peneo para que las aguas corran en su interior y arrastren el estiércol. Héracles sólo recibe como premio la décima parte del rebaño, ya que Augías afirma que el trabajo ha sido realizado por los dioses fluviales. Los pájaros del lago Estínfalo Heracles debe exterminar una plaga de peligrosas aves con el pico, las alas y las patas de bronce. Viven alrededor de un lago donde se multiplican de forma extraordinaria. Cuando remontan el vuelo, descargan excrementos venenosos y plumas a modo de dardos sobre los hombres, los animales y los campos. Heracles permanece en la orilla sin saber qué hacer: las aves son demasiado numerosas y el lago impenetrable. Entonces Atenea, diosa de la guerra y la sabiduría, le proporciona un címbalo de bronce: haciéndolo sonar, el héroe provoca que los pájaros se asusten y levanten el vuelo, momento en el que los mata con sus flechas. El toro de Creta Al morir el rey de la isla de Creta, se disputan el trono sus tres hijos; Minos, el mayor, pide a Poseidón (dios del mar) que le favorezca y el dios le manda un toro precioso como signo de reconocimiento a su derecho a gobernar. Ahora bien: debe sacrificarlo como muestra de lealtad divina. Pero, cuando lo ve, Minos se queda admirado y decide quedárselo y sacrificar a otro. Como castigo, Poseidón enloquece al toro. Euristeo ordena a Heracles que lo capture vivo. El héroe se embarca hacia Creta y, lanzándose desde un árbol sobre el toro, inicia una larga lucha para domarlo. Finalmente le pone una anilla en la nariz. Las yeguas de Diomedes Diomedes es el rey de una tribu belicosa que habita en la región de Tracia (nordeste de Grecia). Guarda en unos establos unas yeguas tan feroces que se alimentan con la carne de los huéspedes confiados. Heracles se embarca con algunos voluntarios y se las lleva para Euristeo. Perseguido por la tribu hasta la playa, las deja a cargo de su amigo Abdero, quien muere devorado por ellas. El héroe logra desembarazarse de sus perseguidores abriendo un canal para inundar la llanura con el agua del mar, y vence a Diomedes con un golpe de clava para después darlo de comer a las yeguas. El cinturón de Hipólita Admete, la hija de Euristeo, pide el cinturón de Hipólita, reina de las amazonas, unas mujeres guerreras que disponen de los hombres para realizar las tareas domésticas mientras ellas luchan y gobiernan. Famosas jinetes, llevan arcos de bronce, hachas y escudos en forma de media luna, y lucen cinturones confeccionados con pieles de animales. Hipólita, atraída por el héroe, le ofrece el cinturón sin condiciones. Pero Hera, disfrazada, hace correr el rumor de que Heracles quiere raptar a la reina. Las amazonas se sienten engañadas y atacan al héroe, que apresa a la capitana: Hipólita le entrega el cinturón como rescate. Los bueyes de Gerión El rey Euristeo manda a Heracles a Eriteia para que consiga hacerse con un maravilloso rebaño de bueyes rojos. Su dueño es Gerión (un gigante terrible de tres cuerpos con tres cabezas, y seis brazos y piernas), quien los manda custodiar al fiel pastor Euritión y a su perro bicéfalo Ortro. El héroe se embarca en la copa de oro del Sol (Helios) para llegar al occidente lejano y, después de muchas aventuras africanas y de erigir sus célebres columnas en el estrecho de Gibraltar, mata al pastor, al perro y después a Gerión, atravesando sus tres cuerpos con la espada. Finalmente, tras un viaje muy largo y lleno de obstáculos por el continente europeo, entrega los bueyes al rey Euristeo. Las manzanas de oro de las Hespérides Como regalo de boda para el dios Zeus y su esposa Hera, Gea, diosa de la Tierra, les regala unas manzanas de oro. Hera las planta en su jardín, custodiado por un dragón-­‐serpiente y por las tres ninfas Hespérides. Son hijas de Atlas, el titán condenado por Zeus a sujetar los pilares que separan la tierra del cielo. Para conseguir las manzanas, tal como le manda el rey Euristeo, el héroe tiene que pactar con Atlas: él le sostendrá la carga, y el titán podrá ir a buscarlas. Cuando regresa con las manzanas, Atlas se propone llevarlas él mismo al rey, pero es engañado por Heracles, que le pide que sostenga los pilares un instante, mientras se pone una almohada. Una vez liberado, huye rápidamente con el trofeo. El can Cerbero Heracles tiene que descender al Inframundo y llevarse a Cerbero, el perro guardián que impide la salida de las almas y la entrada de los vivos. Es un perro gigantesco, con tres cabezas de las que mana una baba venenosa, una cabellera de serpientes y una cola acabada en aguijón de escorpión. Para llevar a cabo la gesta, Heracles es preparado por Hermes (dios mensajero) y Atenea (diosa de la guerra y la sabiduría). Tras compadecerse y liberar algunas almas, el héroe se presenta ante Hades, dios de los muertos: éste le permitirá llevarse al perro si consigue dominarlo sin armas. ¡Dicho y hecho! 
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