Ensayo psicoanalítico sobre el orgasmo femenino

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Ensayo psicoanalítico
sobre el orgasmo femenino
* Alcira Mariam Alizade
l. Introducción
Al plantearme escribir sobre el orgasmo en la mujer, salieron a mi
encuentro múltiples reflexiones e incertidumbres. Por de pronto, toda
la complejidad de la sexualidad femenina.
El orgasmo no es un tema frecuentemente abordado desde el punto
de vista psicoanalítico. Pareciera ser dominio de los sexólogos. Quizá
porque constituye una categoría intermedia, un concepto límite en
el campo de intersección cuerpo-psique, o por su naturaleza misteriosa.
El propio Freud, al construir el andamiaje teórico-clínico de la
ciencia psicoanalítica, emplea "Orgasmus" aproximadamente una docena de veces y siempre en referencias tangenciales.
Intentaré discernir la especificidad del campo sexual femenino, para
trasladarla seguidamente a la idea del orgasmo en la mujer. Desde
la diferencia sexual anatómica, la identidad del varón aparece como
menos cuestionable dada la evidencia de un órgano (el pene) que
." Dirección: Ocampo 2561, 2~ "L", (1425) Capital Federal, R. Argentina.
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funciona a manera de marca que le aseguraría de entrada su pertenencia al sexo masculino. La mujer, en cambio, nace en la supuesta
carencia de marca corporal que la designe tal. Acceder a la identidad
femenina implica atravesar un intrincado recorrido.
Llegada al mundo imaginariamente signada por no ser (varón), y
no tener (pene), es ella, sin embargo, quien ha de protagonizar aventuras corporales fundamentales: menstruación, embarazo, parto, lactancia. .. orgasmos. Así como la sangre en la menarca, la leche en la
lactancia, el embarazo, el orgasmo también ha de emerger de su
cuerpo como un avatar más de su sexualidad, con características
enigmáticas. No es exactamente ubicable, no tiene un producto visible que certifique que ha tenido lugar, puede fingirse fácilmente.
Todos los intentos por circunscribir el orgasmo femenino serán
meros recortes parciales, incompletos, a veces hasta ridículos, que
aplican un modelo único de satisfacción sexual, tendientes a obturar
el develamiento del enigma femenino. En el informe Hite sobre sexualidad femenina (p. 183) 1, leemos esta terminante definición: "Las
conocidas investigaciones de Masters y Johnson han probado de un
modo concluyente que todos los orgasmos en las mujeres son causados por la estimulación del clítoris (tanto si es directa como indirecta) " *. Este tipo de aserciones a lo sumo podrán dar cuenta de
algunas maneras en que un cuerpo de mujer logra cierto placer, cierta
descarga energética mediante la estimulación de las dos zonas erógenas principales (clítoris, vagina), pero nada dice de la puesta en
juego de otro orden sexual, aquel que burla las leyes biológicas preconcebidas en un cuerpo atravesado por el lenguaje. Cuerpo con el
cual cada mujer recorre su camino singular en la expansión de su
sexualidad y en las resonancias producidas en el encuentro con el
cuerpo deseante del otro.
Si seguimos a Freud en las ocasiones en que enfatiza la bisexualidad femenina 2, diremos que la mujer goza de dos maneras. Por un
lado, participa de la forma viril de gozar, con su clítoris, su vagina,
su concentración erótica en la catectización de un órgano único, su
ilusión fálica de últimas en la identificación con el hombre. Por el
otro lado, ferneninamente, con lo oculto, lo indefinible, la fantasía
de los orígenes, la regresión thalásica J, la difusión del erotismo, la
i1egalidad corporal.
Queden las preguntas pendientes. Desglosaré algunos momentos relevantes en el tránsito a la feminidad para insistir en algunos interro1 Shere Hite: El informe
Hite. Estudio de la sexualidad femenina. Plaza y Janés, 1978,3! edición.
* Véase también: Angel Garma: "Investigaciones recientes sobre la sexualidad
femenina". REV. DE PSICOANÁLISIS, XXIV, 2, 1967.
:1 "Sobre la sexualidad femenina".
3 Thálassa: una teoría de la genitalidad. Letra Viva, Buenos Aires, 1983.
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gantes. ¿Qué es el orgasmo para una mujer? ¿Un orgasmo o muchos
orgasmos? ¿Es condición de feminidad? ¿Son medibles, cualitativamente diferenciables? ¿Cómo goza una mujer?
II. Del recorrido de la feminidad y su relación con el orgasmo
Al principio fue el claustro materno, allá en las profundidades de los
orígenes inaprehensibles. Con el nacimiento, el pecho y el cuerpo entero de la madre en interacción con el del recién nacido se constituyen en los objetos inaugurantes de experiencias de plenitud y de goce.
Esta interacción de dos cuerpos que se desean mutuamente crea un
campo de intimidad máxima. La erogenización se extiende más allá
de las zonas erógenas en las caricias, miradas, y el baño de palabras+
que inunda a la recién nacida. Freud observa que durante el amamantamiento 5 tiene lugar "una reacción de la naturaleza del orgasmo". Orgasmo oral de acuerdo con la fuente de la pulsión, u
orgasmo del cuerpo entero si nos atenemos a la difusión del erotismo
a todo el cuerpo que conduce a "conciliar el sueño".
El erotismo oral se traslada tempranamente al pene siguiendo la
ecuación pene-pecho (M. Klein, E. Jones). Freud enuncia también
esta equivalencia en su trabajo sobre Leonardo de Vinci. "La inclinación a tomar en la boca el miembro del hombre y chuparlo, acto
incluido por la sociedad burguesa entre las repugnantes perversiones
sexuales, es, sin embargo, frecuentísimo entre las mujeres de nuestra
época [ ] y parece perder su carácter repulsivo para la mujer enamorada [
;] esta situación, tan implacablemente condenada, tiene
un origen inocentísimo. No es sino la transformación de otra en la
que todos nos hemos sentido felices y contentos; esto es, de aquella en
la que, siendo niños de pecho, tomábamos en la boca el pezón de la
madre o de la nodriza y chupábamos de él. La impresión orgánica
de este nuestro primer goce de la vida debe de haber quedado indeleblemente impresa en el hombre" 8.
Estos tempranos idilios erógenos se ven interrumpidos debido al
conflicto que genera en la niña la diferencia de los sexos. El pene, con
su carga narcisista, aparece en su devenir libidinal. Y aun cuando la
vagina, espacio virtual, sea sede de precoces sensaciones, esto no impide
que el atributo de máxima valoración sea conferido al pene, imagen
• Didier Anzieu, "Elementos de una teoría de la interpretación". Imago, 8.
5 Sigmund Freud, Tres ensayos de teoría sexual. B.N. (1968), I, p. 792.
6 Sigmund Freud, Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci. B.N., 11, p. 469.
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ideal de un órgano, de un sexo. Una suerte de "tragedia biológica"
marcaría su ser sexuado carente de pene. No lo tiene, o lo ha perdido, o "alguna vez le crecerá", todas opciones mortificantes. "Castrada", envidiará el objeto idealizado cuya posesión calmaría su
ansiedad. El valor fálico queda adscrito al pene y a sus desplazamientos de significación, conservando el ligamen con los orígenes
anatómicos, por lo cual todo lo masculino suele aparecer fetichizado,
contaminado por ese poder imposible atribuido al falo.
Desilusionada ante la incompletud de la cual culpabiliza a la madre, al amor sucede el odio. La niña huye del espacio preedípico y se
refugia en el padre. Lo reprimido retorna, y el cuerpo de un sexo
será objeto de fantasías hacia el sexo opuesto. Con el marido posteriormente podrá reeditar las vicisitudes del amor preedípico y volver
a jugar las escenas de amor-odio, frustración y venganza '. El fantasma de la mujer-madre se asoma detrás del objeto sexual hombre
y se convierte en soporte de distintas fantasías: madre mortífera,
madre amante, etc.
Leemos en Freud: "Las mujeres caracterizadas por una poderosa
vinculación con la madre, en cuyos análisis he podido estudiar la
fase preedípica, siempre me narraron, que, al aplicarles la madre
enemas e irrigaciones intestinales, solían oponerle la mayor resistencia, reaccionando con miedo y con aullidos de rabia [. .. ;] el acceso
de furia después de una enema sería comparable al orgasmo consiguiente a una excitación genital" 8.
En la aparición de un equivalente orgásmico (la furia) tropezamos
con la fantasía de la madre fálica. El enema que penetra a la niña
analmente reactiva las frustraciones y satisfacciones de las cuales
el objeto madre fue sostén. Escenario donde se desarrolla un drama
de carencias y se hace presente la profunda herida del narcisismo
infantil.
Si quiere devenir mujer deberá aceptar recibir un día un pene
en forma de niño y acatar feliz la autoridad masculina. De lo contrario uno de los tres caminos a que Freud la remite será: el complejo
de masculinidad, la renuncia a toda sexualidad o la elección homosexual de objeto.
Pero habría una vuelta más. Más allá de la aceptación de la castración, cierto auspicioso descubrimiento de un espacio nuevo, el
campo de lo propiamente femenino. Enajenada en la inútil nivelación
de la diferencia sexual, este territorio yace ignorado y ha de ser
recuperado en el tránsito hacia la feminidad.
, Sigmund Freud, "La feminidad", en Lecciones de introducción al psicoanáli-
sis. B.N., 11.
I
Sigmund Freud, "Sobre la sexualidad femenina". B.N., 111.
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En el espacio de la transferencia analítica tiene también lugar la
transmisión propicia para acceder al gradual develamiento de esta
virtualidad dormida.
Escribe R. Z. de Goldstein 9: "Ha sido un prejuicio muy arraigado
en el psicoanálisis considerar -con Freud- oscuro y complicado el
desarrollo psicosexual de la niña; esto ideologizó lo femenino en psicoanálisis". Esto lleva a pensar en cierta represión en nuestra cultura a la transmisión del goce femenino en tanto recreación y cultivo
de un espacio de encuentro de mujeres recorriendo los misterios del
ámbito que reside más allá de la castración.
Desde esta perspectiva, el desplazamiento de la zona erógena (del
clítoris a la vagina) pierde consistencia, y aparece como un nuevo
sacrificio artificial que le sería solicitado a la mujer para dirigir
o encauzar la supuesta vía normal de su sexualidad. A mi entender,
esta teorización de anestesia clitorídea versus orgasmo vaginal homologa en demasía el erotismo femenino al masculino. Empobrece la
comprensión de la sexualidad femenina y, bajo la apariencia de esclarecerla, la vuelve a sumergir en ese "continente negro" del que Freud
nos habla en "Análisis profano".
María Bonaparte, pionera del psicoanálisis, es tajante. Escuchémosla: "El clítoris, ese pequeño falo de la mujer, debe seguir la
suerte de esos órganos temporales, tales como el timo, que después
de haber desempeñado su función durante un tiempo transitorio deberán sucumbir a la involución" 10. Más adelante agrega: "Sin embargo, la realización biológica más notable del organismo femenino
es justamente el poder derivar la libido clitorídea, que es una fuerza
masculina, y su máxima expresión, el orgasmo, hacia vías propiamente femeninas, transfiriendo el centro erógeno desde el clítoris,
substratum masculino, hacia la vagina cloacalj -y esta transferencia
es a veces tan completa que el clítoris queda insensible. La mujer
con posibilidades orgásticas vaginales supera entonces a menudo al
hombre, ya que parecería que las mujeres ultravaginales fueran justamente aquellas en las que el orgasmo se produce con la mayor
facilidad e intensidad" 11.
Síntoma de sí misma, L. Flem 12 cuenta que uno de sus motivos
de consulta a Freud en 1925 fue "alcanzar la normalidad orgásmica".
Rumores chismosos en París dicen que llegó a hacerse extirpar el
clítoris en su profundo deseo de dejar libre el camino a la erogenización de la vagina.
, Raquel Zak de Goldsteín, "El 'continente negro' y sus enigmas". REv. DE PSIXL, 2, 1983, p. 249.
10 La sexualidad
de la mujer. Citado por Olga Salas en La femineidad. Nueva
Visión, Buenos Aires, 1987.
11 Marie Bonaparte, La sexualidad
en la mujer. Hormé, Buenos Aires.
12 Lydia Flem, Freud et ses patients,
Hachette,
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En la cita de M. Bonaparte, "superar al hombre" y "ultravaginal"
son expresiones que resuenan con connotaciones competitivas en la
esfera de una etapa fálica sostenida a ultranza, en la cual la caída
de los blasones narcisistas atribuidos al pene-falo no ha tenido lugar.
Otra importante psicoanalista, F. Dolto 13, dedica al orgasmo un
capítulo de su libro sobre sexualidad femenina. Y nos ofrece una
nueva receta acerca del goce en la mujer. Distingue, según vías neurofisiológicas, cuatro orgasmos distintos en la mujer: el clitorídeo, el
critorídeo-vulvar, el vulvo-vaginal y el útero-anexial. Confiere a cada
uno una dinámica precisa, declarando al último (el útero-anexial)
como el mejor, el más satisfactorio. El orgasmo útero-anexial " ... se
confunde erróneamente con los orgasmos precedentes, sobre todo con
el orgasmo vulvo-vaginal, porque no es experimentado conscientemente por la mujer y por lo tanto nunca lo menciona".
De tanto rotular las etapas de la sexualidad, se pierde la dimensión
de riqueza pulsional, del entremezclamiento de las zonas erógenas
que caracteriza a la forma de gozar femenina. Las esquematizaciones
intentan circunscribir un fenómeno que escapa a los derroteros conocidos.
III. El orgasmo femenino
La forma masculina de alcanzar un orgasmo impregna las fantasías
de la mujer (y del hombre) en lo que respecta al orgasmo femenino, a saber: erección, movimientos espasmódicos, explosión eyaculatoria, período refractario posterior a la detumescencia del pene,
emisión de semen. Se habla entonces de mujeres que durante el
orgasmo segregan gran cantidad de flujo, "casi como una eyaculación", o que luego de alcanzar el orgasmo quedan exhaustas y totalmente insensibles como si hubiesen sido alcanzadas por la detumescencia del pene. Incluso el grito de la mujer en el orgasmo sería el
soporte o la garantía de que "eso" ha sucedido.
El orgasmo femenino se espeja así en la mítica del funcionamiento
sexual del varón.
y alguna mujer querrá tener orgasmo como otrora soñó con tener
pene. Busca ese orgasmo tangible, importante, localizable, reprimiendo sus percepciones eróticas y auto descalificando parte de su erotismo.
13
Franeoise Dolto, Sexualité [émenine. Hachette, p. 172. [Hay trad. cast.]
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En la escucha analítica, aparece como queja de una ausencia, lamento de algo faltante en el acto de amor, o de algo obtenido luego
de un dificultoso "trabajo sexual". Se pone de manifiesto la fantasía de una carencia en oposición a las mujeres que sí lo tendrían
siguiendo una ecuación orgasmo-falo.
Otras veces, en sintomático silencio, la mujer calla toda asociación
referida a los avatares de su cuerpo deseante.
Puro espejismo narcisista, por un lado, aunque por otro, en la
queja o pregunta acerca del orgasmo, la mujer también se cuestiona
acerca de su feminidad. Lo que puede llevar a "mentir" el orgasmo
o a creer que eso que le pasa es. En su mentira se traduce la complejidad de la búsqueda de su camino erógeno.
.
La puesta en juego de la envidia al pene se expresa de distintas
maneras en la intimidad erótica de una mujer. En el caso de la
mujer frígida, ésta puede estar revindicando su triunfo fálico frente
al partenaire impotente en hacerla gozar. Los resultados son tragicómicos. Mucho se ha escrito sobre el cuerpo como falo, rigidez corporal con que una mujer "tolera" hacer el amor simbolizando ella
el pene erecto. En otros casos sostiene en una virginidad inalterable la
victoria fantaseada sobre la castración. También suele ocurrir que
el orgasmo únicamente advenga en el preciso instante en que el
hombre eyacula, exactamente sobre la detumescencia del pene. Orgasmo por orgasmo, es condición de goce que el pene caiga flácido.
Es frecuente verlas "desesperar" en su falta de goce, yendo de un
objeto sexual a otro, con la ilusión de encontrar el hombre que les
enseñe acerca de sí mismas, que las introduzca a su condición femenina, tratando de desprenderse de la rivalidad inconsciente que fundona de coraza en el acceso a la feminidad.
Todas historias de supuestas conquistas.
Una viñeta clínica ilustra esta temática. Se llama Andrea y era
esperada Andrés. Dice: "Pasa un hombre y lo miro. Pasa una mujer y la miro ... Veo una mujer desnuda y me puedo excitar ... y
me hace dudar de mi feminidad... A veces me parecía que tenía
pene, en la secundaria, me ponía la bombacha y el hueso de la pelvis
era muy saliente ... Me acuerdo de que era como si tuviese pene".
Instalada en un espacio psíquico Andrés-Andrea, recreando el mito
del andrógino, despliega sus fantasías en relación al lugar fallado de
su identidad. "Mamá decía que yo tenía cola de adelante y cola
de atrás. La vagina, ni noticias... La primera vez que me puse un
tampón no sabía bien dónde había que ponerlo ni cómo, me daba
calor y me angustiaba, me daba vergüenza no saber dónde estaba
la vagina. .. y el miedo cuando empezaron a crecer los pechos, uno
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antes que el otro, y si tenía una sola teta, me muero ... era como
ser deforme." Más adelante agrega: "La sensación mía siempre fue
que el orgasmo es una sensación muy intensa en todo el cuerpo,
como que hay otros orgasmos pero era importante llegar al grandote,
los demás como que medio desgastan, uno pierde fuerzas, los orgasmos menos intensos siempre los desvaloricé, como que en vez del
gran orgasmo uno chico es más pobre ... Ya me entristece la cosa.
Además para mí. .. yo analizaba un tema y llegaba a la conclusión
de que el pene era lo más grande del mundo y mágico como que
sentía que de alguna manera esto no se va a modificar nunca porque
sigo convencida de que los hombres son superiores".
Más allá del "falo grandote" se abrirá el espacio defensivamente
desvalorizado. En el supuesto "orgasmo chico" se perfila la alternativa de entregarse a un movimiento libidinal que ya no depende de
la diferencia de los sexos.
Apartado el falo como hechizo, ¿qué le queda al ser femenino?
Un nuevo espacio, por donde se insinúa el vacío, espacio a atravesar,
salto necesario para asomarse y bordear el precipicio de la castración
y lanzar el cuerpo en una aventura sin nombre, en una suerte de
regresión, de experiencia despersonalizan te. Es el acceso a una capacidad diferente de disfrutar del cuerpo. El placer preliminar gatilla
un movimiento regresivo que podría homologarse con la denominada
"regresión thalásíca" que describe Ferenczi a. Mediante la anfimixis
(unión) de todos los erotismos y las múltiples fantasías y movimientos identificatorios corporales que tienen lugar durante el coito, la
pareja emprende un camino regresivo hacia los orígenes onto y filogenéticos, en un viaje de "sueño".
Todo el cuerpo deviene zona erógena susceptible de despertar al
placer desde la singularidad de cada mujer. Al mítico orgasmo estruendoso, al estilo masculino, se contrapone la superficie gozosa
de un cuerpo que se redescubre permanentemente, fuente de pequeños orgasmos, o medianos, o grandes. No hay medida, no hay número, no hay ley que estipule cómo se debe gozar.
Lo que bajo el dominio de la envidia al pene se hubiera expresado
como anestesia u obstáculo, recibe ahora las gracias de un cuerpo
sumergido en la plenitud de la carencia.
Las distintas zonas erógenas funcionan como epicentros desde
donde se despliegan oleadas sensoperceptivas.
Orgasmo oral, anal, visual, táctil, auditivo, clitorídeo, vulvar, vaginal ... , las multiplicidades combinatorias abren su juego.
a Sandor Ferenczi, Thálassa: una teoría de la genitalidad, edición citada.
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Los orgasmos fluyen, se expanden caprichosamente por el cuerpo
dibujando un mapa arbitrario de zonas erógenas cambiantes e inesperadas.
La conocida pregunta "¿Qué quiere una mujer?" quedará sin respuesta. Pedirle a una mujer que sepa, que nombre, es sustraerla de
su lugar femenino. En todo caso querrá espantar los fantasmas edípicos paralizantes para hallar el camino regresivo y entregarse mansamente en brazos del hombre que la transporte al paraje alucinado de
la desposesión, éxtasis amoroso donde los emblemas caen y adviene la
sumersión en una historia de la que sólo da cuenta el inconsciente.
La herida narcisista abierta en la supuesta castración vergonzante
de un cuerpo "deforme" o mutilado da paso al rencuentro con el
narcisismo primario y los efectos inconscientes.
Entrega, por otra parte, que va más allá del principio de placer,
que introduce la dimensión del principio del Nirvana, que pone en
juego un placer total que abarca el cuerpo entero.
Pueden aparecer expresiones de miedo al descontrol o a la locura.
Dice E.: "Si durara mucho tiempo, creo que una podría volverse
loca". Hay pérdida de límites, suspensión de las representaciones.
Como si se tratase de un innominable viaje al inconsciente, facsímil
de una experiencia de desaparición y resurrección.
Desde la vertiente lacaniana, esto podría conceptualizarse como el
anudamiento de los tres registros, formando distintas posibilidades.
Respecto de lo imaginario, los fantasmas actúan a la manera del
sueño, revistiendo imágenes o sensibilizando el cuerpo para los efectos orgásmicos. Emergen imágenes visuales, voces desarticuladas,
sonidos, que remiten a "otra escena" inconsciente. El nivel simbólico
se expresa en la elección de un objeto sexual por donde hay un
reconocimiento de la castración en ese hombre necesario para hacer
el amor. Lo real, a su vez, asoma en ese imposible ir más allá de los
límites del cuerpo, goce máximo alcanzado por donde se perfila lo no
simbolizado. Se bordea aquello que está detrás de la represión primaria. Este encuentro con lo real explicaría el miedo a la locura o
al encuentro con una parte del cuerpo despedazado. Se abandona
entonces la capacidad orgásmica con horror, escapando de una vivencia de lo siniestro desbordante. Otras veces, el placer del cuerpo
puede llegar hasta cierto lugar para chocar con el fantasma narcisista
omnímodo que se resiste a la incompletud y prefiere no entregarse
para pasar a gozar en otro lugar, a merced del hombre fálico y
completo.
Hay un punto imposible de fijar en el orgasmo. Cada mujer va con
su cuerpo hasta donde puede.
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IV. El orgasmo femenino y el hombre
Si la mujer ignora, el hombre supuestamente sabe. En la performance sexual, el pene erecto produce la marca visible del erotismo.
El hombre dirige la función. A veces, controlando paso por paso su
trabajo sexual, cumple, impecable, su rol directriz: erección, estimulación de la mujer con miras a que obtenga su orgasmo, eyaculación.
Ser tierno para el hombre puede ser sentido como la expresión
de un rasgo femenino. A este temor a feminizarse se suma otro:
el de asistir al desborde erógeno de una mujer. Por ello, defensivamente, tal vez extreme el control de la sexualidad de su compañera
o aparente cierta violencia por donde su masculinidad quede asegurada. (María nos cuenta durante una sesión cómo su flamante marido
la vuelve súbitamente en sí con una cachetada cuando está por tener
su primer orgasmo, internándose desde ese día en la frigidez.) La
mujer frígida, desde esta perspectiva, calma el miedo a la castración
del hombre, reconfirmando la diferencia de los sexos y garantizando
su integridad narcisista.
Por otra parte, "la niña [ ... ] parece tener más necesidad de ternura" 15. Esto lleva a que A. M. de Vilaine-Montefiore proponga: "Y
si los hombres hiciesen el amor como nosotras damos el pecho,
nutriéndonos con el líquido de vida, penetrándonos tiernamente, maternalmente, profundamente... Su deseo, su erección, no como una
violación, una violencia hecha a la naturaleza, a la vida, a la ofrenda,
sino como esponsales ... " 16
A este ejercicio de ternura se oponen inconscientemente muchos
hombres en quienes lo femenino engendra temor. El horror a los
genitales sin pene, esa herida abierta de la castración, los conduce
como al Diablo, "a emprender la fuga cuando la mujer les muestra
su vulva" 17. Porque, en su goce, ella le habla al hombre de su propia
muerte, evocación intolerable. ¿Por dónde goza ella, en tal desmedida? ¿Qué secreto oculta? ¿Morirá, enloquecerá? Será tildada de
ninfómana, tendrá fiebre uterina, vade retro. .. Nuevamente aparece
lo siniestro, lo demoníaco, lo innominado.
15
18
17
Sigmund Freud, "La feminidad".
A. M. de Vilaine-Montefiore: "De qui suis-je en devil?, Sorciéres,
Sigmund Freud, "La cabeza de Medusa". B.N., III, p. 385.
N~ 18.
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Al hombre no le será ahorrado atravesar el desfiladero de su castración y sortear los fantasmas de la bisexualidad para acompañar a
una mujer al continente desconocido.
La carta 102 de Freud a Fliess dice:
"Un caballero importante y muy acaudalado (director de banco),
de unos sesenta años, viene a consultarme respecto de las rarezas de
una muchacha que es su amante. Me aventuro a expresarle que
quizá sea completamente anestésica, respondiéndome que, por el
contrario, tiene de cuatro a seis orgasmos durante un solo coito.
Pero ya al acercársele él es presa de temblores, e inmediatamente
después del coito cae en un sopor patológico, durante el cual habla
como si estuviera en hipnosis; también ejecuta sugestiones poshipnóticas y luego queda con una amnesia total del episodio. El la
casará, y seguramente será anestésica con su marido. Es evidente
que el viejo la domina a través de la posible identificación con el
poderoso padre de la infancia, permitiéndole liberar así la libido
adherida a las fantasías. ¡Muy instructivo ... !"
Amén de todas las reflexiones a que invita esta carta, me interesa
subrayar el pronóstico de frigidez futura impartido por un Freud
sorprendido ante tanta misteriosa sexualidad que motivó la consulta
del no menos azorado caballero.
J. Cournut, en un original trabajo 18, estudia el fantasma del "orgasmo infinito" de la mujer, y los temores que genera en el hombre.
Confiere a la mujer el status de diabólica, de bruja, como atestiguan
numerosas referencias de la literatura y el folclore. El hombre observaría aterrado la travesía del goce sobre un cuerpo de mujer.
"Dime cómo era, allí donde estuviste, allí de donde creí que nunca
volverías", es una posible pregunta que arriesgará un hombre que
sí ha cuestionado su propia feminidad.
A esta fantasía de orgasmo infinito atribuye muchas frigideces o
eyaculaciones precoces, en tanto serían defensas, en ambos integrantes de la pareja, frente al posible desborde pulsional y la aventura
orgásmica. "[ ... ] es así que, para la tranquilidad de las parejas, un
gran número de mujeres gozan como hombres, a pequeños golpes,
o grandes ráfagas, en proporción al orgasmo masculino".
Hemos ido recorriendo, a lo largo de este trabajo, las dificultades
en acercarnos a ese espacio de la feminidad tan vapuleado y sofocado como continente negro. En contra de toda receta preconcebida,
fue un objetivo de estas líneas poner de relieve el particular e írre18
J. Cournut, "L'orgasme infini",
Revue Fr. de Psychanalyse,
1977.
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petible camino erótico de cada mujer. En suma, trátase de espacios
conquistados a la neurosis y a fuerza de desafiar las vivencias de
locura y de lo siniestro.
Espacio que el sabio Tiresias anunciaba cuando ensalzaba el goce
femenino. Las distintas versiones de Tiresias que enfatizan la relación
cuantitativa entre la intensidad del goce del hombre y el de la mujer
(siete veces más, nueve veces más, diez veces más) reflejan cómo
este goce escapa a todo intento de aprehensión exacta. Simplemente
indica un lugar incomparable y diferente.
Resumen
Este trabajo estudia el orgasmo femenino buscando desmitificar ciertos puntos
de la teoría psicoanalítica que obstaculizan su comprensión. El placer erótico de la mujer queda entonces anquilosado en una dinámica que se espeja
en el funcionamiento sexual del varón, lo que empobrece enormemente el
abordaje de la sexualidad femenina y no deja de tener consecuencias clínicas
importantes.
La autora distingue netamente entre el placer como descarga de energía
de una zona erógena relevante (clítoris, vagina, etc.) y la puesta en juego de
otro orden sexual, aquel que burla las leyes biológicas preconcebidas en un
cuerpo atravesado por el lenguaje.
La mujer goza de dos maneras. Por un lado participa de la forma viril de
gozar, con la concentración erótica en la catectización de un órgano único,
su ilusión fálica de últimas en la identificación con el hombre. Por el otro
lado, femeninamente, con lo oculto, lo indefinible, la fantasía de los orígenes, la
regresión thalásica (Ferenczi), la difusión del erotismo, la ilegalidad corporal.
Basado en la teoría freudiana y apoyado en las citas de Freud sobre el
orgasmo, el trabajo desglosa el recorrido de la feminidad. Leemos así cómo
el pecho y el pene, objetos de tempranos idilios erógenos, se ven afectados
cuando se instala el conflicto generado en la niña por la diferencia de los sexos. El pene, con su carga narcisista, poseerá el atributo de máxima valoración. El valor fálico queda adscrito al pene y a sus desplazamientos de significación, conservando el ligamen con los orígenes anatómicos por lo cual
todo lo masculino suele aparecer fetichizado.
Una vez recorridos los caminos de la feminidad postulados por Freud, se
plantea una nueva vuelta. Más allá de la aceptación de la castración, cierto
auspicioso descubrimiento de un espacio nuevo, el campo de lo propiamente
femenino. Enajenado en la inútil nivelación de la diferencia sexual, este territorio yace ignorado y ha de ser recuperado en el tránsito hacia la feminidad.
Desde esa perspectiva, la autora cuestiona algunas ideas: la tradicional del desplazamiento del clítoris a la vagina, la teorización de anestesia clitorídea versus
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orgasmo vaginal que homologa en demasía el erotismo femenino al masculino y lo sumerge en el "continente negro". Discute las ideas de María Bonaparte al respecto y las de F. Dolto. Considera que de tanto rotular las etapas
de la sexualidad se pierde la dimensión de riqueza pulsional, del entremezclamiento de las zonas erógenas que caracterizan la forma de gozar femenina.
La forma masculina de alcanzar un orgasmo impregna las fantasías de la
mujer (y del hombre) en lo que respecta al orgasmo femenino. Diversas
viñetas clínicas ilustran esta problemática, donde se destaca la ecuación orgasmo-pene. Desde ese lugar, algunas mujeres buscarán tener un orgasmo
tangible, importante, localízable, reprimiendo sus percepciones eróticas y autodescalificando parte de su erotismo.
Apartado el falo como hechizo el ser femenino encuentra un nuevo espacio
por donde bordea el precipicio de la castración y lanza el cuerpo en una
aventura sin nombre, en una suerte de regresión, de experiencia despersonalizante. Es el acceso a una capacidad diferente de disfrutar del cuerpo. Todo
el cuerpo deviene zona erógena susceptible de despertar al placer desde la
singularidad de cada mujer. Para el orgasmo femenino no hay número, no
hay medida, no hay ley que estipule cómo debe ser su placer. El temor a la
emergencia de lo siniestro, o vivencias de muerte, o a la locura, generan
mecanismos defensivos y el refugio en la neurosis, frenando los movimientos
libidinales del cuerpo.
En el último apartado, "El orgasmo femenino y el hombre", se considera
la importancia del sentimiento de ternura en la vida erótica de la mujer y los
obstáculos que, desde el hombre, dificultan el despliegue de la expansión
erótica en la compañera. Principalmente, el temor del hombre a feminizarse
y el temor a asistir al desborde erógeno de una mujer. Por ello, defensivamente, puede extremar el control de la sexualidad de su mujer. Al hombre
no le será ahorrado atravesar el desfiladero de su castración y sortear los
fantasmas de la bisexualidad para acompañar a una mujer al continente
desconocido.
Résumé
ESSAI
PSYCHANALYTIQVE
AV SUJET DE L'ORGASME
FEMININ
Ce travail étudie l'orgasme féminin en cherchant a démystifier certains aspects
de la théorie psychanalytique qui entravent sa compréhension. C'est ainsi
que le plaisir érotique de la femme reste done ankylosé dans une dynamique qui se reflete dans le fonctionnement sexuel de l'homme, ce qui appauvrit énormément l'abordage de la sexualité féminine et a des conséquences
cliniques fort importantes.
L'auteaur distingue nettement entre le plaisir en tanta que décharge d'énergie d'une zone érogéne fort importante (clitoris, vagin, etc.) et la mise en
jeu d'un autre ordre sexue1, c'est-á-díre, celui qui se moque des lois biologiques
préconeues dans corps traversé par le langage.
La femme jouit de deux faeons, D'une part, elle participe de la facón virile
de jouir, avec la concentration érotique mise dans l'investissement d' un seul
organe, en dernier lieu, son illusion phallique dans l'identification avec l'homme. Et, d'autre part, elle jouit féminiment, avec ce qui est caché, avec ce qui
est indéfinissable, avec la fantaisie des origines, avec la régression thalassique
(Ferenczi), avec la diffusion de l'érotisme, avec l'illégalité corporelle.
350
Alcira Mariam Alizade
Ce travail, en se fondant sur la théorie de Freud et en s'appuyant sur les
citations de Freud concernant l'orgasme, détache le parcours de la féminité.
Nous pouvons voir ainsi, comment le sein et le pénis, qui sont l'objet d'idylles
érogénes précoces, sont frappés lorsque s'installe le conflit généré chez la
petite fille par la différence des sexes. Le pénis, avec son investissement
narcissique, sera celui qui a l'attribut le plus estimé. La valeur phallique reste
affectée au pénis et a ses déplacements de signification, tout en conservant
le lien avec les origines anatomiques, raison pour laquelle tout ce qui est
masculin apparait généralment fétichisé.
Apres avoir parcouru les chemins de la féminité préconisés par Freud,
quelque chose de nouveau apparait. Au dela de l'acceptation de la castration,
pointe une découverte de bon augure, concernant un espace nouveau, le champ
de ce qui est féminin a proprement parlero Aliéné dans le nivellement inutile de
la différence sexuelle, ce territoire demeure ignoré et sera récupéré dans le
passage vers la féminíté.
C'est a partir de cette perspective, que l'auteur s'interroge au sujet de cero
taines idées: l'idée traditionnelle du déplacement du clítoris au vagin, celle
de la théorisation d'anesthésie clitoridienne par opposition a l'orgasme vaginal
qui homologue trop l'érotisme féminin et le masculin et le plonge dans le
"continent noir". L'auteur discute aussi les idées de Marie Bonaparte a ce sujet,
et celles de F. Dolto, et elle montre qu'elle considere qu'á force d'étiqueter
les étapes de la sexualité, l'on perd la dimension de richesse pulsionnelle,
de l'entremélement
des zones érogénes qui caractérisent la faeon de jouir
féminine.
La faeon masculine d'atteindre un orgasme, impregne les fantaisies de la
femme (et del homme) en ce qui a trait a l'orgasme féminin. Différentes
images cliniques illustrent ce qui vient d'étre dit, et la est soulignée l'équation
orgasme-pénis, C' est a partir de cette place que certaines femmes chercheront
a obtenir un orgasme tangible, important, localisable, tout en refoulant leurs
perceptions érotiques et en auto-disqualifiant une partie de leur érotisme.
Une fois que le phallus en tant que sortilége est mis de coté, l'étre féminin
trouve un nouvel espace dans lequel il se trouve au bord du précipice de la
castration et lance le corps dans une aventure sans nom, dans une espece
de régression, d'expérience dépersonnalisante. La porte est ouverts vers une
nouvelle et différente capacité de jouir du corps, Le corps entier devient
zone érogene susceptible d'étre réveillée au plaisir a partir de la singularité
de chaque femme. Pour l'orgasme féminin il n'y a pas de nombre, il n'y a
pas de mesure, il n'y a pas de loi qui puisse stipuler comment doit etre son
plaisir. La terreur a l'émergence de l'inquiétante étrangeté, ou a des éprouvés
de mort, ou encore a la folie, fait naitre des mécanismes défensifs et prendre
refuge dans la névrose, tout en freinant les mouvements libidineux du corps.
Dans le dernier alinée, "L'orgasme féminin et l'homme", l'auteur considere
l'importance du sentiment de tendresse dans la vie érotique de la femme et les
obstacles, qui, El partir de l'homme, entravent le déploiement de l'expansion
érotique chez sa partenaire. 11 s'agit, fondamentalement de la crainte de
l'homme a se féminiser, et la crainte d'assister au débordement érogene
d'une femme. C'est pour cela, que, d'une facon défensive, il peut pousser
El l'extréme le controle de la sexualité de sa femme. L'homme ne se yerra
pas privé de devoir traverser le col de sa castration et d'éviter les fantasmes
de bisexualíté pour accompagner une femme dans le continent inconnu.
Ensayo psicoanalítico sobre el orgasmo femenino
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Summary
PSYCHOANALYTICAL
ESSAY
ON THE FEMININE
ORGASM
This work delves into the femenine orgasm trying to bring to light certain
items of the psychoanalytic theory which hinder its comprehension. Women's
erotic pIeasure remains then stagnant in a dynamic reflexed in men's sexual
functioning; this stagnation deeply empoverishes the approach on femenine
sexuality and it constantly produces important clinical consequence.
The author clearly distinguishes between pleasure --considered as energy
discharge of a relevant erogenous area (clitoris, vagina-, etc.) and the working out of a different sexual order, the one which breaks through preconceived biological laws in a body pierced with language.
Woman enjoys pleasure in two ways. On the one hand, she participa tes
in the virile way of having pleasure, by means of the erotic concentration on
the cathexis of a unique organ, eventually her phallic illusion in the identification with mano On the other hand, in a femenine way, with the hidden, the
fantasy of origins, the thalassic regression (Ferenczi) , the diffusion of erotism,
the body illegality.
Based on Freud's theory and supported by Freud's cites on orgasm, this
work analyzes the trace of femeninity. Thus, we read about how the penis
and thc breast, early idyllic erogenous objetes, are affected when the conflict
produced by the difference of sexes during the chilhood is placed. The penis,
having a narcisistic load, will possess the upmost valuable attribute. The
phallic value is adscribed to the penis and to its signification displacements,
keeping the link with the anatemic origins by which everything masculine
seems to be fetished.
Once the roads to femeninity Freud has posed have been analyzed, there
comes up a new problem. Far beyond the -acceptance of castration thereis a favourable discovery of a new space, the field of the properly femenine.
Alienated in the useless leveling of the sexual difference, this territory remains
ignored and has to be recovered in the transit towards femeninity.
Based on that approach, the author discusses sorne ideas: the displacements
of the clitoris to the vagina, the theorization of the clitoral anesthesia vs.
vaginal orgasm which greatly homologates the femenine erotism to the masculine, submersing it into the "dark continent", She also debates Maria Bonaparte's ideas on the subject as well as those from F. Dolto. She considers
that in so much labeling the stages of sexuality, there is a loss in the dimension of the instinctual richness, of the intermingling of the erogenous areas
which is characteristic of the femenine way of achieving pleasure.
The masculíne way of reaching the orgasm satura tes the fantasies of women
(and men) in relation to the femenine orgasmo Several clinical lines exemplify this problem, where the equation orgasm penis is pointed out. Considered form that standpoint, sorne women will try to have a tangible, important,
localized orgasm, consequently repressing their erotic perceptions and selfdisqualifying part of their erotismo
Once the phallus as magic spell is left aside, the femenine being finds a
new space through which it borders the cliff of castration, launching the
body into a nameless adventure, a sort of regression, a dispersonalizing expericnce. It is the entrancc to a different capacity for enjoying the body. AH
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Atcira Mariam Alizade
the body becomes an erogenous area, capable of waking up to pleasure
according to the singular characteristics of each woman. As far as the femenine orgasm is concerned, there is no number, no measure, no law instructing
how pleasure should be achieved. The fear to the emergence of the sinister,
of death or madness genera tes deffensive mechanisms and the shelter in the
neurosis, therefore stopping up the libidinous movements of the body.
In the last part, "The femenine orgasm and the man", the importance
of the feeling of tenderness in the woman's erotic life is considered as well as
the obstacles which, as seen from the man's standpoint, hinder the display
of the woman's erotic expansion; mainly, the fear man possesses to become
femenine and the fear to atend the woman's erogenous overflow. In that
sense, defensively, he may take careful precautions in order to control bis
woman's sexuality. Man will have to go through the cliff of bis castration,
sorting out the ghosts of bisexuality in order to accompany a woman towards
the unknown continent.
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