Fotos: Ana Lourdes Herrera E Únicamente la verdad l título completo de esta ópera es Únicamente la verdad, la auténtica historia de Camelia la tejana (2004). Pero, como ocurre siempre con los nombres muy largos, la gente ya lo simplifica y se refiere a ella como Camelia la tejana. La obra es de Gabriela Ortiz (México 1964). Asistimos al ensayo general y a la primera función de esta compleja obra y le auguro un gran éxito, no por sus méritos musicales y artísticos, que no son pocos, sino por el tema de lacerante actualidad que maneja: la migración ilegal de mexicanos hacia Estados Unidos, el narcotráfico, el contrabando y el crimen organizado: ese bajo mundo donde, como dijera José Alfredo Jiménez, “la vida no vale nada”. El estreno mundial de Camelia la tejana fue en Indiana, en 2008. Pueden verse en YouTube fragmentos de ese estreno mundial. Sin embargo, con motivo de la apertura del Festival de México, se ofreció una versión revisada y corregida de la obra que, nos comentó Sergio Ramírez Cárdenas (subdirector general del INBA), ya están solicitando en diversas ciudades fronterizas mexicanas, donde existe una gran expectativa por verla (auqnue también hay interés por ella en un festival en Francia); pues, aunque no han escuchado la música, ni conocen sus méritos artísticos, lo que los motiva es el tema, punzante, del narco y del crimen organizado y sus siniestras ejecuciones. Por eso, repito, se le augura un gran éxito. La autora no está convencida de que ésta sea una ópera: ella la llama “ópera y corrido/documental experimental”. El libreto tampoco es un libreto; es una compilación de textos periodísticos sobre Camelia, pero funciona. Inconexo como es, mantiene sin mayo-junio 2010 embargo un hilo conductor. No cumple con la estructura de la obra teatral convencional; es en todo caso lo que el pedagogo teatral ruso, Stanislavsky (1863-1938) llama “una pieza”; no hay conflicto ni desenlace, es sólo una pedazo de vida. Este libreto sui generis es obra de Rubén Ortiz, hermano de la compositora. Para quienes no estén habituados a la llamada música contemporánea o música nueva, esta obra puede resultar en exceso difícil, por decir lo menos. Es sin embargo un fascinante trabajo de equipo, con escenografía, vestuario de 10 así coma la puesta escénica de Mario Espinosa. La pequeña orquesta y el coro, también de 10, así como el desempeño de la protagonista Nieves Navarro, soprano dramático mexicana que merece más oportunidades de desarrollar su carrera; ojalá que éste sea ya su despegue. Ella hace de maravilla este complejo personaje que termina cantando casi a capella el ya célebre corrido, lo que requiere que la intérprete esté más que familiarizada con la música popular. Nieves ha cantado en Europa varios protagónicos, pero no ha sido aún profeta en su tierra. Muy bien el director concertador José Areán quien, platicando con nosotros, se dijo muy complacido por los excelentes resultados musicales de la orquesta, coro y solistas, en esta obra que no es para nada fácil. No deja de ser contradictorio que un personaje del que se dice era bailarina de cabaret, prostituta, asesina, contrabandista, narco y otras chuladas más, sea un auténtico ídolo popular, condición que le confirieron, sin duda, el corrido setentero ‘Contrabando y traición’ o ‘Camelia la tejana’ (éxito de los Tigres del Norte) de Ángel “El Tucán” Gutiérrez y la película con Ana Luisa Peluffo pro ópera y Valentín Trujillo (de 1976). Camelia es rebelde, luchona, enamorada, valiente y vengativa, y eso es lo que la vuelve fascinante. La música contiene acertados momentos que evocan géneros como la cumbia, corrido, la música norteña y otros ritmos y estilos que contribuyen a crear un ambiente fronterizo característico. Hay además bailes, video, foto fija, sonidos grabados… todo un espectáculo en un sólo acto, de 80 minutos de duración, donde el público (que abarrotó la sala) la pasó muy bien. Conservador como es el público que asiste a la ópera, porque conservador es el género, recibió muy bien esta obra. Hay que mencionar las sobresalientes actuaciones de Armando Gama y Guillermo Ruiz, dos de las mejores voces baritonales mexicanas. Esta fue una coproducción de la Ópera del INBA, el Conaculta y el Festival de México (antes, del Centro Histórico), y se presentó los días 11, 14 y 16 de marzo de 2010 en el Teatro Julio Castillo. por Mauricio Rábago Palafox D urante una estancia de trabajo en Caracas con la Orquesta Juvenil Simón Bolívar, la compositora mexicana Gabriela Ortiz (1964) recibió el encargo de la Organización de Estados Americanos (OEA) de componer una ópera. Luego de 10 años, el resultado fue Únicamente la verdad: la auténtica historia de Camelia la tejana, cuyo pre-estreno tuvo lugar el 8 de agosto de 2008 en la Universidad de Indiana y se estrenó el 11 de marzo de 2010 en el marco del Festival de México en el Centro Histórico. Todo mexicano debe conocer ‘Contrabando y traición’, ese legendario corrido interpretado por los Tigres del Norte, que narra las peripecias de Camelia la tejana, y su cómplice Emilio Varela. Compuesto por Ángel González en 1972, es el precursor de los narcocorridos de nuestro tiempo. La ópera de Ortiz (con libreto y trabajo de video de su hermano, Rubén Ortiz Torres) se basa en dos historias, la que el popular corrido propone, y una nota roja de Alarma!, según la cual un joven, Eleazar Pacheco Moreno, se dejó decapitar por un tren en Ciudad Juárez y fue llorado (según pro ópera el magazine) por Camelia la tejana. Esas dos Camelias y una tercera, inventada por la televisión, constituyen el eje narrativo de esta ópera singular, que también es un documental (por lo que tiene de investigación y recopilación de textos) y un experimento multimedia (pues incluye, además de las notas periodísticas y la reproducción de una entrevista en TV Azteca, un video filmado en Ciudad Juárez). En su aparente dispersión, esta ópera-reportaje-corrido mantiene una gran unidad. La música —compuesta para quinteto de cuerdas, percusiones, tuba, acordeón y una pista electrónica— se mueve siempre por citas y alusiones a la música norteña: corridos, canción ranchera, cumbia norteña. Así pues, se trata de una ópera que baila y no sólo canta. Hay también referencias al pop, a Revueltas, Takemitsu, Weill (como Juan Arturo Brennan anota), y a Orff (añado), pero todo está filtrado por un oído personal: la música posee una unidad estructural que obliga al espectador a absorberla e incorporarla inconscientemente a lo visible del espectáculo. Está bien escrita para las voces, que se mueven en una especie de declamación rítmica y, ocasionalmente, en el canto. La ópera culmina con una gran escena: el canto conmovedor del corrido ‘Contrabando y traición’ desde lo alto del puente —simbólico centro escenográfico e ideológico—, a cargo de la mezzo Nieves Navarro quien, con su bello timbre, oscuro y brillante, hace de Camelia toda una creación. Hubo un silencio electrizante en la sala al escuchar ese corrido nunca tan bellamente cantado. Imaginativa y a la vez sobria la dirección escénica de Mario Espinosa, muy bien apoyada por su equipo; la dirección musical de José Areán estuvo a la altura de la empresa y todas las voces cumplieron con su compromiso. La ópera de los Ortiz es una interesante respuesta artística a la dolorosa circunstancia histórica que México está viviendo desde hace décadas y que ha empeorado en este periodo de gobierno descabezado: el ejercicio de una violencia de estado que ha obligado a los ciudadanos a responder con la migración, el narcotráfico y la informalidad. De ahí que ese puente en el centro de la escena nos remita a uno de los grandes centros neurálgicos de la vida de México: la urgencia de huir del país a través de ese puente que nos une con el norte y a la vez nos separa de él. o por Vladimiro Rivas Iturralde mayo-junio 2010 mayo-junio 2010 pro ópera