Paulo Freire: la “sustantividad democrática”

Anuncio
Paulo Freire: Sustantividad democrática, filosofía, educación y
participación ciudadana
La apuesta incondicional de Freire por la democracia
Nunca conocí a un defensor más acérrimo de la democracia que Paulo Freire. Claro, que alguno
podría objetar, está bien, pero ¿qué entendía por democracia Freire? Es cierto, cuando hablamos
de democracia casi siempre está latente un supuesto no explicitado referido a qué entendemos
por este concepto. En una de las tantas charlas de Paulo en las que tuve el gusto de participar
(Buenos Aires, 1993), Freire alabó lo que él llamaba “marco formal” de la democracia
burguesa. Si bien deploró profundamente el contenido, al que definió de perverso, no obstante,
rescató con mucho vigor el marco formal del modelo de la democracia capitalista. Terminó
diciendo algo así, como que teníamos que ser capaces de fundir el marco formal de la
democracia occidental con los contenidos del modelo socialista, por supuesto, refiriéndose a los
socialismos realistas.
No había que pensar mucho para darse cuenta de que lo que subyacía en estas afirmaciones de
Freire era una fuerte crítica al modelo político autoritario de los socialismos realistas. Aunque
muy cuidadoso para no emparentar su crítica con la de los sectores neoliberales, Freire siempre
fue un crítico, tanto del autoritarismo de ciertos sectores de la izquierda que él llamaba
“sectaria”, cuanto del autoritarismo de los socialismos realistas, incluida la Revolución cubana.
En esta misma charla a la que me refiero, Paulo criticó ciertos rasgos autoritarios que él percibía
en el sistema educativo cubano. Más tarde pude comprobar, cuando viajé a Cuba para asistir a
un congreso de educación, que no estaba nada equivocado.
Pero en una entrevista que se le hiciera con ocasión de su tarea como Secretario de Educación
de la Ciudad de San Pablo, Freire da un respuesta que es paradigmática para entender qué
entendía por democracia y en qué medida valoraba este modelo de organización socio-política.
Vale la pena transcribir en forma completa la pregunta y la respuesta:
“Eloi Luhmann: Usted siempre asesoró proyectos revolucionarios de educación, no obstante
estuvo y está poco tiempo en el poder. ¿Cómo se procesa esa relación, la de su propuesta
pedagógica y usted ahora en el poder? La Secretaría de Educación de San Pablo es un órgano de
razonables proporciones como máquina administrativa. ¿Cómo se realiza ese proceso de una
nueva dinámica político-pedagógica en contrapartida con un organismo altamente
burocratizado?
Paulo Freire: Me parece importante comenzar la tentativa de respuesta a esa pregunta
relativizando una afirmación que usted hace: la de encontrarme yo ahora en el poder.
Rigurosamente, estoy en el gobierno municipal de San Pablo, al frente de sus Secretaría de
Educación, lo que, en verdad, me da un poco de poder, pero no el poder. Esto no significa, de
ninguna manera, que ahora tengo el mismo poder que tenía antes. Tengo más de lo que tenía
antes, pero bastante menos de lo que ingenuamente se piensa que tengo. En verdad, somos un
gobierno progresista que no puede realizar todo lo que sueña.
De cualquier manera no veo contradicción en el hecho de, hoy, como Secretario de Educación
municipal, intentar realizar algunas de las propuestas o poner en práctica alguna de las ideas por
las que he luchado desde hace tanto tiempo. En el gobierno municipal, aprovecho el poder que
de él proviene para realizar, por lo menos, parte del viejo sueño que me anima. El sueño de
cambiar la cara de la escuela. El sueño de democratizarla, de superar su elitismo
autoritario, que sólo se puede hacer democráticamente. Imagine usted si yo pretendiese
superar el autoritarismo de la escuela autoritariamente. Una de las cosas gratas en el
1
juego democrático es que no es suficiente con que usted esté convencido del acierto de sus
ideas y del acierto de su práctica. Usted necesita demostrarlo y convencer a los demás”(1).
Paulo Freire, siempre apostó por las sociedades abiertas, rechazando cualquier tipo de
autoritarismos, ya sea de derecha o de izquierda, aunque su sensibilidad por los oprimidos le
impedía criticar de la misma forma a ambos. En sus críticas a los gobiernos socialista, Freire
siempre se preocupó por dejar claro que sus observaciones provenían de alguien que no estaba
en la otra vereda, sino en el campo de la izquierda, pero con una posición realmente autocrítica
y antisectaria.
Como veremos a continuación, son innumerables los momentos de su praxis políticopedagógica en los que él defiende su apuesta incondicional por la democracia, tal como la
entendía, es decir, básicamente como una construcción de políticas y decisiones basada en
consensos.
¿Cuál es el papel de una verdadera educación liberadora?
Con un criterio político Paulo Freire decía que la educación no lo puede todo, pero puede algo.
Sobre qué es lo que puede la educación habló y escribió Freire. Sabemos que el deterioro de la
educación es un indicador que pesa mucho en el imaginario de nuestros pueblos. Decimos que
nuestra educación está mal porque el país está mal. Pero también, en alguna medida, el país está
mal porque la educación está mal. Sin duda, el estado calamitoso de la educación casi siempre
es un reflejo de la situación en la que se encuentra un país. Pero también un país llega a estar en
estado calamitoso, como lo está el nuestro, porque ha descuidado, entre otras cosas, la
educación. Esto quiere decir que, cuando atacamos el problema educativo, no basta referirnos a
la situación deplorable por la que atraviesa la educación, sino que también debemos pensar en la
situación en la que se encuentra el país en todos sus otros rubros: política, economía, empleo,
cultura, salud, vivienda, etc. La educación no puede ser entendida nunca como una variable
independiente. Esta última consideración es lo que Freire denominaba “politicidad de la
educación”.
Una de las preocupaciones teóricas de Freire está en el continuo intento de superar las
encerronas antidialécticas. Desde posiciones que, en realidad, son mecanicistas, pero que
pretenden ser progresistas, no pocas veces estamos tentados a pensar que en la educación no se
podrá hacer nada hasta tanto no se consiga establecer un proyecto político realmente nacional y
popular, que pueda otorgarle sentido a un proyecto político-educativo realmente democrático.
Sostenemos entonces la tesis de que “sin un proyecto político claro no habrá nunca un proyecto
educativo claro”. Desde los supuestos de la politicidad de la educación esta tesis no está lejos de
la verdad. No obstante, debemos tener ciertos cuidados con ella. El peligro está, según Freire, en
pensarla de una forma no dialéctica.
En principio, sin la participación activa de la ciudadanía y, en especial, de los sectores
populares, es imposible pensar en la realidad de un proyecto político auténticamente
democrático y popular. Y a la educación le cabe un papel importante en la tarea de formar
ciudadanía realmente crítica y participativa. Esto quiere decir que no podemos sentarnos a
esperar a que surja un proyecto político auténticamente democrático sin intentar modificarnos a
nosotros mismos y a la educación. El corolario de esta primera reflexión no señala que es
preciso actuar transformativamente sobre la educación que tenemos, aún en ausencia de un
proyecto político de signo verdaderamente democrático.
(1)
Freire, Paulo (1997): La educación en la ciudad. México: Siglo Veintiuno Editores. Págs 8485. Entrevista concedida a Elói Lohmann del Jornal da Fundoeste, Fundación para el
Desarrollo del Oeste del Estado de Paraná, el 30 de mayo de 1989.
2
Veamos otro aspecto importante de la cuestión. Ningún proyecto socio-político transformativo,
aún las revoluciones, pueden ser consideradas como realidades acabadas, es decir, en la
categoría del “ser”, sino que deben ser visualizadas en el orden del “estar siendo”. Para el
pensamiento verdaderamente dialéctico la realidad no “es”, sino que “está siendo”. Cuando una
transformación social progresista, o una revolución “ya está”, esto es, se ha consolidado,
aparece, según Freire, un peligro inminente: su burocratización, su cristalización.
El Subcomandante Marcos explicitó esta idea en su discurso al presidente Vicente Fox en el
Zócalo de México D.F. Marcos distinguió entre “rebeldes” y “revolucionarios”, diciendo: “Los
rebeldes son quienes quieren hacer los cambios desde abajo, a diferencia de los revolucionarios,
que recién buscan implementarlos después de la toma del poder, y desde arriba. El
revolucionario tiende a convertirse en político, y el rebelde social nunca deja de ser un rebelde
social”. Cuando el revolucionario se convierte en político, lo que tiende a producirse es la
cristalización del poder que detenta, ya no es más un contestatario social, un rebelde social.
Aunque Marcos no los haya buscado en Freire, los supuestos de su concepción del poder ya
fueron desarrollados por este último.
La libertad, para Freire, es una libertad “conquistándose”; y la democracia no es nunca algo que
se da de regalo, sino que debe ser conseguida en una lucha cotidiana. La democracia, más que
un derecho, para Freire es algo por lo que hay que luchar todos los días. Por eso, para los
educadores y educadoras realmente progresistas, luchar día a día por una verdadera democracia
no puede significar otra cosa que luchar día a día por una auténtica democratización de la
educación. Y en esta lucha no cabe quedarnos a esperar a que se produzca un milagro, como el
del surgimiento de un proyecto político nacional y popular, que sin nuestra movilización y
participación activa y la de los demás sectores progresistas a los que acompañamos y nos
acompañan, jamás se producirá.
Pero una vez realizada la transformación social progresista o la revolución, en el caso hipotético
de que pudiera darse esta maravilla en una sociedad tan desmovilizada como la argentina, aún
así la cuestión del poder no estaría resuelta. El peligro sería el de una educación “alineada” a un
poder cristalizado, es decir, una educación reproductora de un orden, que pudo haber cambiado
de nombre, pero que, cristalizado, sigue ahogando el ejercicio de una auténtica libertad y una
verdadera democracia. Sería necesario, como lo sostiene Freire, concebir a la transformación
progresista o a la revolución no como un “es”, sino como un “estar siendo”. Esta cristalización
del poder es lo que precisamente Freire le crítico a los llamados socialismos realistas de la órbita
soviética, e incluso, a la revolución cubana.
El corolario de esta segunda constelación reflexiva es que una educación realmente liberadora
no puede ser concebida como un proceso que deba alinearse al poder, de cualquier signo que
sea, sino que debe mantener siempre márgenes de relativa independencia.
La sustantividad democrática y el estado actual de la educación
Los educadores argentinos y latinoamericanos tenemos un serio desafío por delante para el cual
debemos prepararnos. En los informes elaborados y difundidos por la CTERA (Confederación
de Trabajadores de la Educación de la República Argentina) se revela la angustiosa situación de
la mayoría de los docentes del país.
En un estudio realizado no hace mucho por una consultora se revela que el perfil del docente
argentino es el siguiente: mujer, joven, jefa de hogar y pobre. Según este estudio, en la media
nacional, la maestra típica tienen entre veinticinco y cuarenta y cinco años, el cuarenta por
ciento son jefas de familia con entre dos y cinco personas a cargo. Sus hogares, en el cincuenta
por ciento de los casos, están ubicados debajo de la línea de pobreza, con salarios menores a los
quinientos pesos. El ochenta y cinco por ciento no tiene otro empleo y el algunas regiones como
3
el Nordeste y Cuyo, la situación se agrava aún más, ya que siete de cada diez docentes ganan
menos de quinientos pesos mensuales.
En el resto de América latina ocurre algo similar. Los maestros mexicanos, colombiano y
brasileños, ganan aproximadamente lo mismo. En tanto que los docentes norteamericanos
reciben un sueldo mensual que ronda entre los dos mil quinientos a los dos mil ochocientos
dólares. De acuerdo a la Internacional de la Educación (IE), que nuclea a doscientos ochenta
sindicatos de ciento cuarenta y ocho países, los maestros mejor pagos del mundo son los que
trabajan en Ginebra (Suiza), que ganan cuatro mil trescientos dólares por mes trabajando
cuarenta horas semanales.
Ante estos datos se hacen evidente por lo menos dos cosas: la pésima situación socio-económica
de los docentes de Argentina y América latina y la abrumadora desproporción entre su situación
y la de los maestros del llamado Primer Mundo. También estos datos nos permiten reflexionar
sobre las escasas posibilidades de enseñar con espíritu crítico y una adecuada preparación para
ello, que pueden exhibir maestras y maestros que tienen como principal objetivo de sus vidas la
lucha por la sobrevivencia. Es claro, que al desafío por mejorar su capacidad de aprender y
enseñar, se le debe sumar, como fundamental, el de la lucha por mejorar sus condiciones de vida
y de profesión. Por más proyectos de transformación educativa que se formulen, supuestamente
innovadores y creativos, con docentes sometidos a grandes carencias socio-económicas y
culturales será imposible transformar la educación.
Y he aquí uno de los primeros y fundamentales aportes de Paulo Freire a la lucha por la
transformación, en democracia y justicia, de la educación: el supuesto teórico que destaca la
dimensión política de la educación. No es posible transformar la educación sin, paralelamente,
transformar la situación socio-económica de la sociedad y los docentes que en ella viven y
trabajan. No es posible concebir una educación rica con docentes pobres.
Para aspirar a una verdadera transformación social y educativa la situación de los docentes,
como las del grueso de la población, debe mejorar. Pero para ello, es necesario desarrollar
acciones sociales y políticas. Y es sabido que los ciudadanos, -el docente primero es ciudadanono pueden mantenerse por más tiempo apáticos en lo político y desmovilizados en lo social
frente a la crisis de representatividad de la dirigencia, crisis que horada y destruye
sistemáticamente el marco democrático en el que vivimos. Y aquí otra vez conviene enfocar
nuestra mirada al legado freireano.
Lo que Freire llamaba “sustantividad democrática” es uno de los pilares de su propuesta. Y
Freire criticaba esta ausencia de “sustantividad democrática”, aunque por razones diferentes,
tanto en el capitalismo salvaje del neoliberalismo cuanto en los llamados socialismos realistas,
de los cuales ya quedan pocos en el mundo. Cuando Freire rescata, como vimos, el marco
formal de la “democracia burguesa”, lo hace pensando en la libertad de expresión y en la
necesidad de que nunca se vea abortada la posibilidad de pronunciamiento de la gente, del
pueblo. Es por eso que intenta salvar el marco formal democrático señalando sus bondades,
pero, a la vez, resaltando lo diabólico de su sustancia, es decir, lo que lo llena de injusticias.
Pero Freire, que conocía el significado de la ingenuidad política, no pensaba que en el sistema
neoliberal las masas tienen un acceso irrestricto a la palabra, todo lo contrario, lo que prevalece
es la “cultura del silencio”, impuesta a los sectores populares por los sectores dominantes. Si
bien el marco formal democrático posibilita esa expresión, ella les es negada por el control que
los sectores de poder poseen respecto del discurso dominante a través de su manejo manipulador
de los grandes medios de comunicación masivos.
Es por eso, que las ideas de “libertad” y “democracia” de Freire merecen ser pensadas. La
“libertad” porque es una libertad “conquistándose” y la “democracia” porque no se da de regalo,
sino que debe ser conseguida con lucha. Se trata de un valor por el que hay que pelear todos los
4
días. Si profundizamos en estas ideas, nos daremos cuenta de que es necesario concebir el poder
de una manera diferente a como lo venimos haciendo. Desde esta perspectiva todo cambia,
especialmente el análisis de algunas relaciones importantes, como la de gobernantes-gobernados
y la de sociedad-escuela.
Por ejemplo, no es posible que la utopía socialista deba dirimirse entre el antiimperialismo
como hipótesis central de conflicto, que anula toda otra perspectiva, y el dirigismo doctrinario
que suprime todo disenso. Disentir no es ser proimperialista. Se debe poder ser
antiimperialista(1), sin por eso aceptar la burocratización y el dirigismo sin disenso ni crítica.
Pongamos el caso de Cuba: ¿Disentir y criticar a la Revolución es colocarse en una posición
proimperialista? Para la dirigencia cubana y diferentes grupos radicalizados pareciera ser así.
Pero esto no puede ser. No debe ser así. La ausencia de libertad de expresión y disenso también
desmerecen y vacían a la democracia.
Por eso, es útil repensar algunas de las ideas que Freire nos dejó. Por ejemplo, la que señala la
posibilidad de convivencia entre socialismo y democracia y nos invita a deshacernos de una
serie de prejuicios respecto de la “democracia”:
“Me parece que es urgente que superemos un sinnúmero de prejuicios contra la democracia,
asociada siempre a la burguesía. Al oír mencionarla, muchos de nosotros pensamos en
conservadorismo; explotación burguesa, social-democracia. Yo pienso en el socialismo. ¿Por
qué no? ¿Por qué tiene que ser irreconciliable la transformación social profunda, radical, con
libertad?” (Freire, P., 1986: 90).
Las décadas de los sesenta y los setenta no nos dejaron sólo nostalgias de una utopía perdida y
un cúmulo de frustraciones, sino también enseñanzas. Una de ellas, que Freire elabora, es la que
nos señala que el problema fundamental que se da hoy en la lucha por la transformación de la
sociedad no es el de la simple toma del poder, sino el de una toma que se prolongue
creativamente en la reinvención del poder. Como sostiene el propio Freire:
“Es crear un nuevo poder que no tema ser protestado y que no se endurezca en nombre de la
libertad conquistada y para defenderla que, en rigor, debe ser una libertad conquistándose.
Indiscutiblemente, este tema no puede ser pensado sin repensar, al mismo tiempo, el tema de la
democracia, o como lo vengo llamando, el de la sustantividad democrática” (Freire, P., 1986:
90).
La crisis de los socialismos reales que, entre otras cosas, fue una crisis de democracia, avala los
asertos de Freire. La idea de la “sustantividad democrática” aleja a Freire tanto del
neoliberalismo como de los dirigismos socialistas autoritarios. Es cierto que reconoce los
grandes logros del socialismo en el terreno de una justa distribución de la riqueza y de la
cobertura de las necesidades básicas (comida, vivienda, educación, salud, deporte) de las
mayorías, de lo que está muy lejos el sistema neoliberal, pero deplora la burocratización y el
paternalismo de estos modelos. La idea de una necesaria “sustantividad democrática” no puede
detenerse en la solución de los problemas materiales básicos de las mayorías, sino que debe
extenderse más allá de ellos.
La clave de la idea de la “sustantividad democrática” que nos propone Freire está en la
participación crítica y permanente de los sectores populares en la realización y desarrollo del
sueño socialista democrático. Sin una continua participación crítica de las mayorías no es
posible la reinvención del poder. Es por eso que la propuesta educativa freireana, sin bien es
Tampoco uno es “antiimperialista” dogmáticamente, sino por los males que acarrea para la
humanidad, y especialmente para el Tercer Mundo, este programa político-económico-cultural
promovido por los centros de poder mundiales y, especialmente, por la potencia hegemónica de
Estados Unidos.
(1)
5
profundamente política, no es para nada doctrinaria, y menos aún dogmática. Nunca estuvo en
la agenda de Freire una educación adoctrinadora que, en tanto tal, impidiera la libertad
intelectual y política de educadores y educandos. El perfil de educadores y educandos de la
propuesta freireana es el de individuos intelectualmente críticos, movilizados socialmente y
políticamente comprometidos. Se trata de personas capacitadas para pensar libremente, crear,
disentir y participar en todo tipo de acciones sociales y políticas de su entorno social, así como
del mundo. Es claro, entonces, que su propuesta educativa chocará tanto contra la manipulación
discursiva y mediática dominante en el sistema político neoliberal cuanto contra todo tipo de
sistemas dirigistas y paternalistas, sean de derecha o de izquierda.
No hay sustantividad democrática si no hay reinvención del poder. Y no hay reinvención del
poder sin movimientos sociales y populares de diferente signo. Tampoco hay sustantividad
democrática y reinvención del poder cuando la dirigencia política habla “en nombre” de ciertos
sectores de la sociedad:
“Encuentro que la reinvención del poder tiene que ver con la tentativa de disminuir la distancia
que hay el partido que habla en nombre de y lo sectores en nombre de quien habla” (Freire, P.,
1986: 99).
Es necesario que la dirigencia política se vea obligada a inventar distintos espacios y múltiples
canales de comunicación en los que y a través de los cuales se exponga en forma continua la
crítica de la gente, así como se esté permanentemente testeando de qué manera los sectores
populares sienten y comprenden el momento histórico en el que viven. Pero para que esto
último suceda es preciso una superación de la apatía política ciudadana y una continua
movilización popular.
Bibliografía.
CUADERNOS DE PEDAGOGÍA (1998): Homenaje a Paulo Freire. Revista N° 265.
Barcelona: Editorial Praxis.
FREIRE, P., (197O): Pedagogía del oprimido. México: Siglo Veintiuno Editores.
FREIRE, P., (1973): ¿Extensión o comunicación? La concientización en el medio rural. México:
Siglo Veintiuno Editores.
FREIRE, P., (1977): Cartas a Guinea Bissau. Apuntes de una experiencia pedagógica en
proceso. México: Siglo Veintiuno Editores.
FREIRE, P., (1985): Reflexión crítica sobre las virtudes del educador. Buenos Aires: Ediciones
Búsqueda.
FREIRE, P., (1986): Hacia una pedagogía de la pregunta. Conversaciones con Antonio
Faúndez. Buenos Aires: La Aurora.
FREIRE, P., (1990a): Conversando con educadores. Montevideo: Editorial roca Viva.
FREIRE, P., (1990b): La naturaleza política de la educación. Cultura, poder y liberación.
Barcelona: Paidós y M.E.C.
FREIRE, P., (1993): Pedagogía de la esperanza. México: Siglo Veintiuno Editores.
FREIRE, P., (1994): Cartas a quien pretende enseñar. México: siglo Veintiuno Editores.
FREIRE, P., (1995): La educación en la ciudad. México: Siglo Veintiuno Editores.
6
FREIRE, P., (1996): Política y Educación. México: Siglo Veintiuno Editores.
FREIRE, P., (1997a): A la sombra de este árbol. Barcelona: El Roure.
FREIRE, P., (1997b): La educación en la ciudad. México: Siglo Veintiuno Editores.
FREIRE, P., (1998): Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica educativa.
México: Siglo Veintiuno Editores.
GADOTTI, M., (organizador) (1996): PAULO FREIRE: UMA BIOBIBLIOGRAFIA. San Pablo:
Cortez editora. UNESCO. Instituto Paulo Freire.
GADOTTI, M., (2000): Escola Cidada. Brasil: Cortez editora.
LENS, J. L. y YAGÜE, J. R., (1986): La crisis de la educación de adultos. ¿Tecnocracia o
participación? Buenos Aires: Editorial Búsqueda.
LENS, J. L. (2001) Paulo Freire: su praxis peadagógica como sistema. Buenos Aires: IPF-SP.
IPF-AT. Ediciones Yagüe.
LENS, J.L (2008) “Paulo Freire: Sustantividad Democrática y Educación”. En: Movimientos
sociales y Educación”. Ediciones: Buenos libros. Buenos Aires, Argentina. 2008. Roberto
Elisalde y Marina Ampudia (comp.).
MARCOS, S., (2001): La dignidad rebelde. Conversaciones con Ignacio Ramonet. Buenos
Aires: Le Monde diplomatique, “el dipló”.
TORRES, C. A., (1978): Entrevistas con Paulo Freire. México: Ediciones Gernika.
VENTORIM, S., PIRES, M., CASTRO DE ALIVEIRA, E., (organizadores) (2000): Paulo
Freire: A práxis Político-Pedagógica do Educador. Victoria: EDUFES.
7
Descargar