Leyenda - ceip infantes de lara

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Leyenda
La leyenda de los siete Infantes de Lara
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La leyenda de los siete Infantes de Lara, viene
reflejada en un romance anónimo. Como en todo
romance, de carácter histórico, es difícil separar en su
contenido leyenda y realidad. Los personajes,
anduvieron por tierras de Burgos , Soria y Andalucía,
pero es en La Rioja, en el Monasterio de Suso, junto
a tres reinas navarras, donde podemos encontrar los
sepulcros de los siete hermanos.
Con el fin de honrar los esponsales de Ruy Velázquez, señor de Vilviestre, con doña Lambra de Bureba, del
linaje del Conde de Castilla, se celebraron grandes fiestas en Burgos, a las que acudieron doña Sancha,
hermana de Ruy Velázquez y mujer de Gonzalo Gustios, en compañia de sus hijos, los llamados Siete Infantes
de Lara.
En una discusión que tuvo lugar durante las ceremonias, Gonzalo González, el menor de los Infantes, mató a
alvar Sánchez, primo de doña Lambra. Esta se consideró afrentada e incitó a su esposo a que hiriera a
Gonzalo, entablándose la lucha entre los dos bandos, hasta que por mediación del propio Conde de Castilla y
de Gonzalo Gustios se estableció la paz y los siete infantes acompañaron a Doña lambra a sus estados de
Barbadillo.
En ellos, y por instigación de doña Lambra, un criado arrojó a Gonzalo González un cohombro o pepino
manchado de sangre; los siete infantes, ofendidos, se vengaron matando al sirviente, que se había refugiado
vajo el manto de su señora.
Nuevamente, por persuasión de ella, Ruy Velázquez, urde una traición contra los de Salas; aparentando estar
desagraviado, mandó a Gonzalo Gustios a Córdoba con una carta en árabe dirigida a Almanzór, en la que le
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decía, que decapitase al emisario y que acudiera a la frontera, donde le haría entrega de los siete hijos de
Gonzalo.
Almanzor, sin embargo, se limitó a encarcelarlo, dándole para su servicio a su propia hermana, de la que tuvo
un nuevo hijo, Mudarra González, el vengador. Entretanto Ruy Velázquez, con el pretexto de hacer una
incursión en tierra de moros, ordenó a sus sobrinos que, en compañía de Nuño Salido, su hayo, fueran al
territorio de Almenar.
Nuño Salido aconsejó a los infantes que se retirasen, por haber tenido malos agüeros; pero ellos desoyeron sus
palabras y prosiguieron la correría, hasta que de improviso se encontraron rodeados de moros; se dan cuenta
de la traición de su pariente y luchan y luchan desesperadamente hasta que sucumbiendo al número, son
descabezados uno a uno ante el propio Ruy Velázquez.
Sus siete cabezas y la de Nuño Salido son recogidas y enviadas a Almanzor, que las muestra a Gonzalo
Gustios. Es el momento de más trágica emoción de la leyenda, cuando el padre toma una tras otras las "siete
amadas Cabezas" de sus hijos y habla con cada una de ellas, como si aún viviesen.
Almazor, compadecido, le concedió la libertad. Al disponerse a marchar, la hermana del caudillo musulmán le
hace saber que va a ser madre, y Gustios le encarga que si lo que va a nacer fuera varón, que se lo mande y
vengue a sus hermanos, partiendo un anillo y dejándole la mitad, con el fin de que con ella pueda identificar a
su vástago. Gustios, en compañia de las ocho cabezas, regresa a Salas.
Después de varios años, Mudarra González, informado de todo, se dirigió a la tierra de su padre, donde éste le
reconoció.
Poco después desafía y mata, cara a cara, a Ruy Velázquez y cuando muere el conde Castellano, se apodera
de doña Lambra y la quema viva, con lo que se considera cumplidamente vengado.
Relato tomado de la Introducción puesta por Florentino Zamora, a la edición de la Historia gráfica de los
Siete Infantes de Lara, con láminas de A. Tempesta y grabados de Otto Venio, publicadas en Amberes en
1612; la reedición se hizo en Madrid en 1950
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