La vi fijamente a los ojos. Observé cada uno de

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La vi fijamente a los ojos. Observé cada uno de sus detalles, mientras ella pasaba lentamente los
dedos a través de su cabello. Observé luego el marco de la puerta, y analicé cada esquina de la
habitación. Cada pared con una tonalidad de rosa infantil diferente, una alfombra digna de ser
comparada con algodón, una cama tan delicada y agradable a la vista, con un colchón cubierto por un
edredón color beige. Luego la vi, recargada contra la pared que quedaba justo frente a la puerta en la
que estaba parada. Di un paso, tratando de no distraerla de su momento de soledad.
"Ya te había escuchado desde hace un rato"
Su voz me sacó totalmente de contexto. Noté en su sonrisa cierta picardía. Quien terminó distrayendo
a la otra de su momento de soledad, fue ella a mí.
"Es hora de dormir, lo era desde que te dije hace una hora que te pusieras tu piyama"
"Lo siento, lo sé, solo que..."
Me sorprendió la expresividad de su voz. Creí haber estado dentro de su mente durante unos
segundos.
"¿Qué pasa? ¿Te hace falta algo?"
Estaba totalmente dispuesta a salir por lo que me pidiera. ¿Necesitaría un nuevo oso de felpa? Tal vez
ella, al tener tan agudo el sentido del olfato, se habría hartado ya de aquel olor a fresas que
desprendía su pequeño osito. ¿Querría algo de comer? Había suficiente helado en la nevera, pero con
tanto frío, tal vez querría un pan caliente, un pastel. Sería que necesitaba una nueva piyama, un
nuevo edredón, o tal vez....
"Quiero que me cuentes uno de tus cuentos, mamá"
"¿Uno de.. Mis cuentos?" Exclamé totalmente confundida.
"Sí. Ya no me das más que un beso de buenas noches. Extraño cuando te quedabas aquí,
contándome un cuento"
"Creí que ya querías ser niña grande, amor.."
"Nunca te pedí que dejaras de contarme cuentos, para eso nunca es tarde"
La brutalidad de sus palabras creó un hueco en mi estómago. ¿Una piyama nueva? ¿Un nuevo
peluche? En qué estaba yo pensando. Me sentí vacía, decepcionada de mí. ¿En qué concepto la había
tenido últimamente? Un alma tan sincera, tan pura y única como la de ella... ¿Qué iba a necesitar del
mundo exterior que no fuera conocimiento?
"Lo siento cariño, tienes razón... ¿Quieres alguno en específico?"
Sonrió. "Quiero que me cuentes de nuevo... El de la princesa que veía con su alma"
De nuevo, un golpe de realidad. No creí que recordara esa historia. Hace tantos años que no la
contaba...
"Muy bien, solo que si no recuerdo algo, no olvides que tú puedes aportar cosas también, ¿vale?"
Ella asintió.
"Bueno... Había una vez una pequeña princesa que tenía seis añ..."
"No mamá," interrumpió, "ahora creció y tiene diez"
Solté una pequeña carcajada. "Perdón, tienes razón. Ella ha crecido, y tiene diez años"
Volvió a sonreír, pero ahora con más ilusión que antes.
"Continúo. Esta pequeña princesa de diez años parecía tener una vida bastante normal... Tenía
amigos, peluches por doquier, una pequeña familia, una cama de princesa, una mamá muy muy
guapa..."
Soltó una carcajada. "Sí, era la mamá más guapa del universo"
Sentí un calor interno, reconfortante. Me acerqué a ella, la cargué y la llevé hasta su cama. Mientras
quitaba el edredón y acomodaba las almohadas, ella con la mano iba buscando las esquinas para
escabullirse entre las sábanas. Toda la maniobra duró menos de cinco segundos, y a penas y
acomodó su cabeza contra la almohada, me pidió que siguiera con la historia.
"Claro, claro... Ella tenía una vida fabulosa, digna de una princesa. Pero..."
De nuevo el vacío en mi estómago, y en mí, en general.
"Pero ella no podía ver nada" Lo dijo con una seguridad y una fuerza tan imponente, que logré sentir
su madurez.
"Cierto, no podía ver nada..." Me senté sobre la cama y acaricié su cabeza. "Nada de su alrededor,
nada como los demás lo veían. Pero ella no veía con los ojos, ella sentía el mundo como nadie más lo
hacía."
Sentí su tristeza. No quiso interrumpirme más ni con una risa ni con un suspiro. Solo se quedó
quieta.
Esperé a que dijera algo.
"¿Por qué mamá? ¿Por qué a mí, por qué no a cualquier otro niño, a cualquier otra niña?" Sufrió cada
palabra.
Me quedé helada, sin argumentos.
"Porque a la princesa y a ti... Las vieron con envidia"
Formó un gesto único, parecía extrañada. Nunca había podido contestar antes esa pregunta
formulada por ella.
"Los dioses, las musas, la naturaleza... Todos sintieron la magia de tu alma, de tu mente, la fortaleza
de tu espíritu. Soltabas una luz que iluminó todo el mundo en solo unos segundos. La habitación en la
que naciste parecía un sol..."
Vacilé un momento y me quedé en silencio. Tal vez ella estaba ya dormida.
"¿Por qué paraste? ¡Continúa!" Dijo exaltada.
"Era tanta luz que los dejaba casi ciegos. Querían tu espíritu, tu esencia, pero temían ser descubiertos
por la humanidad. Así que, recelosos... Fueron a tu habitación y te quitaron..."
"Me quitaron el poder de ver con los ojos, ¿sí mami?"
Enternecí, una lágrima resbaló por mi mejilla.
"Eso hicieron. Pero lo hicieron por miedo. Miedo a que te dieras cuenta del brillo de tu ser e intentaras
quitarles su poder divino, el de mandar sobre la humanidad. Querían que tú nunca te dieras cuenta de
tu gran luz, que eras la princesa más poderosa y fuerte sobre la faz de la Tierra"
"¿Soy una princesa de luz?"
"Sí que lo eres, así que nunca, pase lo que pase, olvides que con cada día que amaneces con una
sonrisa, iluminas todos los caminos habidos y por haber"
Se aferró a mi mano, la quitó de su cabeza y la puso entre sus manos.
"Tal vez no te haya visto a la cara, no sepa cómo luces cuando te arreglas ni cuando despiertas, pero
sé que eres, por mucho, la mamá más guapa que existe en el universo, eres la reina de luz mami, te
amo"
Besó mi mano, buscó rápidamente mi cabeza con su mano y besó de la forma más tierna mi mejilla.
Al mismo tiempo, lágrimas recorrieron todo mi rostro. Ella trató de limpiarlas, acarició mi cabeza, se
acercó a su almohada y se escondió en sus cobijas. Me levanté, tomé su osito de felpa con olor a
fresas y lo coloqué junto a ella.
Miré la recámara de nuevo, pero la noté diferente. No vi las paredes rosas, ni su cama de princesa, ni
la alfombra de algodón. Solamente logré apreciar la perfecta y armoniosa luz que desprendía su
fuerte y poderosa alma, que hasta dormida lograba iluminar toda la habitación.
Fin.
Laurel de Hierro. 
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