In the mist - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

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1N THE MIST
Al maestro con carino. Una tarde calurosa en Madrid nos
dedicó Octaedro a la Biblioteca «José Ingenieros», de Zarate.
Hay suicidios premeditados desde los cuatro o cinco años. Eternos
suicidios de humo y alcohol: También los hay mezclados con música
y es allí donde aparece la leyenda, donde humo y alcohol comienzan
e insuflar aire caliente al globo legendario y éste sube y sube...
¿Cómo se puede morir a los veintiocho años dejando un reguero
de pólvora apagada y lenta, un sendero tan deliciosamente triste?
¿Qué academia suelta músicos que a los tres años tocan la Segunda rapsodia húngara, de Liszt, de oído y ¡arnés aprenden a leer
correctamente una notación musical?
¿A qué Bix se le ocurre elegir la corneta como su compañera de
viaje (la corneta, con esa boquilla tan pequeña que destroza el labio
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más yoruba) y apoyar los tres dedos sobre las tres válvulas de manera artificial, antiortodoxa?
Al más Beiderbecke. Al más León Bixmarck Beiderbecke. Sólo a
ese personaje insólito se le ocurre nacer un 10 de marzo de 1903
y desaparecer un 6 de agosto de 1931.
Humo, alcohol y jazz envoMan a este blanco extraviado «en la
niebla», sólo disipada a veces por una muchacha desconocida y súbitamente bella, dos o tres amigos y esa corneta envuelta en papel
de periódico, de la cual brotaban las más puras y apasionantes notas
que el jazz ha proporcionado.
Vio nacer su muerte en Davenport, estado de lowa, y, descendiente de una familia alemana inmigrada en Estados Unidos, escuchaba
desde la niñez cómo penetraba por su oído derecho el romanticismo
europeo y por el izquierdo la música que llegaba desde el Mississippi,
con ¡os lentos barcos de espectáculos que remontaban el agua fangosa. El entretejido de nostalgia y melancolía que surgió de ambas
corrientes sería el estilo del niño prodigio, la intuición y la lógica
implacable, el lirismo y la urgencia que no se alejaron jamás.
Rodeado ¡a mayor parte de las veces de músicos mediocres, en
vez de dejarse arrastrar por ellos influía y rescataba valores. Hacía
de la pesadez cosas brillantes y convincentes. Por algo decía Berend
que era el primer gran cool-solist de la historia del jazz. De él a Miles
Davies o Chet Baker hay una línea recta.
Comienza a tocar en público a los dieciocho años con ¡a orquesta
de Dick Voynow, y a los veinte surge el primer conjunto, la primera
gran banda del estilo Chicago: The Wolverines. Y el representante
más destacado de ese estilo se llamó Bix Beiderbecke; él encierra
en sí el concepto del estilo Chicago.
La guerra había influido en la cuna del jazz: Nueva Orleáns. Al
transformarse en puerto de guerra—cuentan—, el comandante de
marina clausura oficialmente —¡qué raro!— el barrio más alegre y
divertido: Storyville, diciendo que constituía «un peligro para la moral
de sus tropas». Por lo tanto, las damas sin trabajo y los cientos de
músicos que la habitaban abandonaron la ciudad, la histórica «Storyville», rumbo a Chicago.
Comenzó lo que sería la gran migración no sólo desde el Sur, y
si el primer estilo de jazz se ¡lama Nueva Orleáns, su verdadera y
más brillante época se desarrolla en Chicago en los años veinte, y estimulado por este aluvión de primera magnitud, por contacto directo
se desarrolla el estilo Chicago. Jóvenes blancos y aficionados trataron
de imitarlo, y al creer que lo copiaban hacen surgir el nuevo estilo.
En éste no se encuentran ¡as improvisaciones múltiples de Nueva
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Orleáns, sino que aparecen más 'as melodías y lo particular,
ta, el
instrumento...
el solis-
The Wolvennes comienzan a grabar en un galpón que la compañía
Gennet, en Indiana, arrendaba junto a las vías del
ferrocarril—grabaciones que debían suspenderse cada vez que pasaba un tren—, y
dichas grabaciones muestran ya un músico maduro de veinte años
que empleaba extraños recursos, pese a los cuales todo el mundo
quedaba hechizado,: Big Boy, Sensation.
Un año más tarde aparece Frankie Trumbauer, su gurú. Un músico
culto y un saxofonista contralto con una barra de hielo en la cabeza,
capaz de interpretar y seguir a Bix en el saxo como ninguno de los
trompetistas.
Con é' realiza sus mejores interpretaciones,
y es que
Frankie era la continuación de Bix, actuaban mano a mano, como en
el caso de Borneo.
Allí hay una entrada dirigida por Bix, Scrappy Lambert cantando
en broma como los grandes crooners de la época y fuego se entregan
los amigos a su pasatiempo favorito: dos compases para uno, dos
compases para el otro; Bix ¡o engaña con un silencio y lo mismo hace
Frank. Variantes de ¡a treta empleada en Baby, won't you please come
home?, frases ascendentes y sólo improvisado sobre la misma frase.
Los amigos se conocían demasiado.
Cuenta
Trumbauer:
En 1926 dirigía yo la orquesta del Arcadia Baliroom en Saint
Louis. Bix y Pee Wee Russell—un buen clarinista—estaban conmigo. En ese lugar se detenían todos los músicos que pasaban y
los que no lo eran también. Está de más decir que la orquesta tocaba cosas que sobrepasaban al público medio de ia época. Entonces, Charles Horvarth me propuso dirigir la formación de Goldkette en Detroit. Cuando le dije que llevaría a Bix conmigo no estuvo muy satisfecho, y me dijo que Bix ya había estado en Detroit
y no se había visto gran cosa. Le contesté que cuestión de aceptar
o rechazar. Entonces reconsideró el punto y dijo finalmente que
estaba conforme, si yo me responsabilizaba por lo que pudiera
hacer Bix, ya que creía que el asunto no andaría bien con él.
Ai comienzo, Bix no sabía leer música. Le enseñamos todo lo
que pudimos durante el tiempo disponible. Lo hicimos trabajar sobre partituras de violín; luego le enseñamos a transcribir las partituras de violín para la trompeta y se desenvolvió bastante bien.
Por lo menos lo hacía lo mejor posible. Nos entendíamos muy bien
y éramos capaces de prever lo que cada uno podía hacer con su
instrumento. Pasábamos horas en el piano componiendo y casi nunca oíamos música popular. Generalmente escuchábamos las sinfonías que nos gustaban. Lo que la mayoría ignora de Bix es que
terminó leyendo bien.
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¡Qué contentas estarían las madres de Davenport!
hacer algo bueno! ¡Sabía leer!
¡El niño sabía
Lo demás, por lo tanto, podía olvidarse. Mejor olvidar que en las
giras con las orquestas de Jean Goldkette y Paul Whiteman no había
quien quisiera dormir con Bix. El olor que despedían sus medias detenía el vuelo de las moscas. Puede decirse con toda honestidad que
fue el abanderado de la mugre bohemia. Un genio que desaparecía
por semanas sin que nadie supiese dónde andaba, que en tabernas
inmundas charlaba con las prostitutas acerca de las óperas de Wagner. Whiteman le pagaba el sueldo como si trabajara—sabía
demasiado bien a quién contaba entre sus filas—y dejaba la silla de Bix
vacía, para que se notara que el genio andaba suelto,
escuchando
alguna cosa rara de Debussy o Stravinsky, deambulando por Chicago
en busca de alguna ambulancia cuya sirena le diera el tono justo para
completar Jazz me blues o el final de Dardanella,
Es que ése era el aire fresco imprescindible
para volver a esas
orquestas de veinte o veinticinco músicos que no eran exactamente
sociedades de beneficencia,
Goldkette mantenía varias orquestas bajo su nombre, con arregladores especiales para cada solista —el de Bix se llamaba Bill Chalis—
y grababan cualquier cosa, desde los primeros jingles, como In my
merry Oldsmobile, con Bix en la corneta y del que se conservan dos
matrices, hasta Clementine, donde el fantasma se lucía encantadoramente. Luego estaba el mamut de Paul Whiteman, donde Bix cobraba
dólares en demasía. Entró en la organización del Rey de! jazz—así
se autodenominaba el filibustero—aterrorizado,
creyendo—quizá
tenía razón—que con los arreglos de Whiteman, modelo de la música
comercial de la época, podría encontrar algo de lo que buscaba, sus
eternas aspiraciones, el brillo de ¡os arreglos refinados y elegantes,
la punta del hilo que conducía a Ravel y los impresionistas.
Y es allí
donde aparece el navegante capaz de capear los temporales más cantábricos, pues los escalofriantes
delirios que suelta el Rey del jazz
—siempre asoma el ejemplo de Sweet Sue y terminará
gustándonos—
sólo se podían aguantar tomando una mano de rizos, tres dosis de
alcohol y el lirismo humorístico que hizo comprar discos y discos a
coleccionistas para escuchar dos corcheas en la corneta abollada de
un quintacolumnista
puro y salado.
...una corneta se desgajó del resto y dejó caer las dos primeras notas del tema, apoyándose en ellas como en un trampolín.
Bix dio el salto en pleno corazón, el claro dibujo se inscribió en
el silencio con un lujo de zarpazo. Dos muertos se batían fraternalmente, ovillándose y desentendiéndose, Bix y Eddíe Lang {que
se llamaba Salvatore Massaro) jugaban con la pelota l'm coming,
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CUADERNOS HISPANOAMERICANOS. 364-366.—17
Virginia, y dónde estaría enterado Bix, pensó Oliveira, y dónde Eddie
Lang, a cuántas millas una de otra sus dos nadas que en una noche
futura de París se batían guitarra contra corneta, gin contra mala
suerte, el jazz.
...el pobre Bix se tenía que arreglar con un coro y gracias,
apenas entraban en calor' zas, se acabó. Lo que habrán rabiado
cuando grababan discos.
...tan ajenas a ellos y anacrónicas como la corneta de Bix entrando y saliendo desde un tiempo diferente (*),
Todo esto en 1927, cuando aparecen bien notorios los principios
de una neumonía que lo despacharía rápidamente al infierno. Su sitio
ideal, pues en ei cielo azul celeste ya estaba una novelista (o algo
así) llamada Dorothy Baker, que escribió un engendro titulado Young
man with a horn y al que Hollywood le estampó su sello
inconfundible
con Kirk Douglas en el papel de Bix, y Harry James
(¡¡¡socorro!!!)
en la espeluznante banda de sonido. Los seres queridos
disfrutando
del espacio sideral (más o menos por allí debe de estar el cielo).
Aquí, en la terracota inmunda, Bix escribía algunas cosas para
piano, que grabaría él mismo: In the mist, In the dark...; hizo algunas
cosas con Hoagy Carmichael, famoso por su canción Polvo de estrellas...; se compraba ropa, y cuando no, la pedía prestada; escapaba de
los ensayos, comía maníes y bocadillos todo el año, fugaba al baseball
cuando actuaba en un hotel de la calle 44 con su amigúete George
Hermán Ruth, The Babe, y la neumonía andaba a sus anchas, no descansaba.
Humo y alcohol hasta la muerte, esperándola con las manos
en los bolsillos, sonriendo, pensando en los agudos de Roya! garden blues, en la maravillosa noche que había cobrado el sueldo
entero y escuchando a Bessie Smith cantar un blues le arro'¡é todo
el dinero para continuar oyendo la más dulce voz, la voz más dulce.
Esta noche me afeitaré el bigote, antes de que lleguen los estudiantes de Princeton a insistirme de que vaya al baile con mi
corneta... 3 de agosto. Los jóvenes amantes del jazz que no comprenden para nada «mis problemas de salud», como dicen los que
me cuidan y que yo tampoco entiendo demasiado, y los ahuyento
con otro whisky desastroso, y vuelven gritando como locos ¡¡No,
Bix, no dance!! ¡¡No, Bix, no dance!!
Y estamos paseándonos en Princeton, en esta tarde demasiado
fresca para una voiturette descubierta. Con la palidez que tengo
debo parecer un santo, San Bix de los infiernos tiernos... No insistan con esta procesión, paganos!!!!!
Me resfrío, nada más que un resfrío y a los seis de agosto me
despido de todos ustedes.
(*)
Cortázar, Julio: Rayuela. Barcelona, Edhasa/Sudamericarta, 1977, pp. 55 a 57.
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Lo enterraron en Davenport, y uno de sus imitadores, Andy Secret,
que lo había sustituido en la orquesta de Whiteman, tocó a capella
Davenport blues, una de las primeras composiciones de Bix. Estaban
sus amigos y su hermano, que más tarde pasó a ser director del
cementerio, y muestra a los peregrinos la tumba victoriosa.
Y entre oscuridad y niebla andan saltando aún veintiocho años de
jazz: Singin' the blues, Sorry, At the jazz band bal!, Margie...
Veintiocho años que escuchamos aún al pequeño maestro y a sus
discípulos Bunny Berigan, Bobby Hackett y Jimmy McPartland, tres
trompetistas originales y vitales.
Escuchar a esos Wolverines con Bix en ¡a corneta; Jimmy Hartwell, clarinete y saxo alto; George Johnson, saxo tenor; Dick Voynow,
piano; Bob Gillette, banjo; Min Leibrook, tuba, y Vic Moore, batería.,.
Otra agrupación: Bix and the Rhythm Jugglers, Tommy Dorsey, trombón; Don Murray, clarinete; Paul Mertz, piano; Tom Gargano, batería...
Otra: Sioux City Six, Miff Mole, trombón; Frankie Trumbauer, saxo;
Rube Bloom, piano; Min Leibrook, tuba, y Vic Moore, batería.
Y ¡as grandes bandas con corneta, trompeta, trombón, clarinete,
saxo melódico en do, saxo alto, barítono, bajo, víolín, piano, celesta,
guitarra, banjo, batería, vocalista, coro, director...
... y yo que ya estoy harto bebo el último whisky esperando la
primera palada de tierra...
...las sirenas de las ambulancias están desafinadas un cuarto
de tono. Y eso que no sé leer!!
HUGO GAITTO
Núfiez Morgado, 5, 7.° C
MADRID-16
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