Eduardo Saavedra y su entorno - CICCP

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Eduardo Saavedra y su entorno
José Mañas Martínez
DESCRIPTORES
INGENIEROS DE CAMINOS
HISTORIA
ARQUEOLOGÍA
SIGLO XIX
ARABISMO
SORIA
TARRAGONA
REALES ACADEMIAS
NUMANCIA
GEOGRAFÍA
FERROCARRILES
Dedicado a la memoria de mis buenos amigos Paco Espinosa y Paul Rickenback
Introducción
En la década de los setenta del pasado siglo XX se vivió entre
los ingenieros de caminos un momento histórico muy interesante. Un joven profesor de la Escuela de Madrid encargado de la
centenaria asignatura de Historia del Arte, con aureola de progresismo y singularidad, accede, aupado por los votos de sus
alumnos de las promociones más jóvenes, a la presidencia del
Colegio de Ingenieros de Caminos e inicia, dentro de la institución, una etapa renovadora, históricamente encuadrada en los
cambios políticos y sociales de los años finales del franquismo.
El profesor era José Antonio Fernández Ordóñez, objeto de un
artículo en este mismo número de la revista “IT”.
Entre las muchas actividades que se pusieron en marcha
por el Colegio en esos años destacan, para los que somos aficionados a los libros y la historia, la creación en 1977 de la
colección de libros “Ciencias Humanidades e Ingeniería” y la
realización de exposiciones relacionadas, en muchos casos,
con los temas de los libros que se editaban en dicha colección.
La colección cumplirá este año sus treinta de existencia y lleva
publicados unos 70 libros que, tocando temas muy diversos,
han ayudado a divulgar la historia de la ingeniería en España.
Un par de libros de esta colección, ambos publicados en
1983, están dedicados a Eduardo Saavedra y Moragas, uno
de los personajes más singulares de nuestra profesión, el ingeniero humanista más importante de su siglo y una de las
personas más polifacéticas que la cultura española ha producido. Aunque conocido por algunos eruditos, como don Cle86
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mente Sáenz García, quien sentía por él una ferviente admiración, era, antes de la publicación de estos libros, un personaje olvidado. La casualidad hizo que cayera en mis manos
hacia 1976 una Publicación Necrológica que, a su muerte, le
dedicó la Real Sociedad Geográfica y que me pusiera a investigar sobre él, lo que me llevó a publicar los dos libros citados, uno de ellos un ensayo biográfico sobre su vida y obra
y otro el catálogo de la exposición monográfica que nuestro
Colegio le dedicó y me encargó realizar. Desde la publicación de estos libros, Saavedra se convirtió en paradigma del
ingeniero humanista, y como tal ha sido repetidamente citado en muchas publicaciones de carácter histórico que en los
últimos veinte años han aparecido sobre nuestra profesión.
A continuación se va a pasar revista someramente a la vida y obra de Saavedra, intentando relacionarla, dentro de
los límites de este artículo, con otros compañeros de su entorno, algunos coetáneos, otros discípulos suyos, que compartieron con él su vocación de centrifugación cultural.
Eduardo Saavedra
Eduardo Saavedra y Moragas nació en Tarragona en 1829.
Su padre, Ignacio Saavedra Dumont, militar, era natural de
La Coruña, y su madre, Francisca Moragas Jenkins, había
nacido en la cercana villa de Riudoms. Los cuatro primeros
apellidos de Saavedra nos revelan un curioso mestizaje hispano-anglo-francés.
Trasladada la familia a Madrid, Saavedra inició sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho, para inmediatamente cambiar de rumbo e ingresar en 1846 en la Escuela
de Ingenieros de Caminos, donde finalizaría brillantemente la
carrera en 1851, siendo el número uno de su promoción.
En la Escuela de Caminos coincidió con unos compañeros
muy singulares con los que mantuvo estrecha relación personal a lo largo de toda su vida, algunos de los cuales tuvieron
lugar destacado en la historia de España: Práxedes Mateo
Sagasta (Nº 1 de la Promoción de 1849), Gabriel Rodríguez
Benedicto (Nº 4 de la Promoción de 1851) y José Echegaray
Eizaguirre (Nº 1 de la Promoción de 1853).
El primer destino profesional de Saavedra fue Soria, donde
permaneció dos años proyectando y construyendo carreteras.
Su trabajo sobre la carretera de Soria a Burgo de Osma le permitió volver a tomar contacto con el mundo latino, recuerdo de
su Tarragona natal, al encontrar los restos de la calzada romana que, desde el Burgo, se dirige hacia Zaragoza. El estudio de esta vía romana le llevaría primero al descubrimiento de
la situación de la famosa ciudad de Numancia, después a la
presentación a la Real Academia de la Historia de un trabajo
sobre la vía y, finalmente, a ser elegido miembro de número de
esta Real Academia a los treinta y dos años de edad, siendo el
académico más joven elegido por esta institución, circunstancia
de juventud académica que no volvería a darse hasta la elección, casi un siglo más tarde, de Claudio Sánchez Albornoz.
Después de Soria, Saavedra es reclamado por la Escuela
de Caminos para dar clase en ella desde 1854 a 1862, impartiendo las asignaturas de Mecánica Aplicada, Mecánica
Racional y Construcción. Durante este tiempo publica numerosos artículos en la “Revista de Obras Públicas”, a cuyo equipo editorial pertenece, y, lo más importante, escribe una serie de textos para sus clases, de los cuales el que ha resistido
mejor el paso del tiempo es su “Teoría de los puentes colgados”, aparecido en 1856.
En estos años de docencia le corresponde a Saavedra realizar diversos proyectos con sus alumnos. Entre ellos destacan
los de los faros de Chipiona, Salmedina y Trafalgar, la carretera de Cudillero a Cornellana por Pravia, en Asturias y los tramos tres y cuatro de la carretera de Garray a Villar, en Soria.
Estos años de profesorado son muy provechosos para sus alumnos, sobre los que ejerce una gran influencia la fuerte personalidad de Saavedra, quien no solo enseña las asignaturas que
le corresponden, sino que, además, despierta en ellos intereses
más generales por la geografía, la historia, la arqueología y la
literatura. Al hilo de los proyectos y de su magisterio va surgiendo en torno a Saavedra un grupo de ingenieros singulares,
como Bruno Moreno, Miguel Martínez Campos y Antonio Borregón Peñalver, de los que más adelante se hablará.
Finalizada esta etapa docente en la Escuela de Caminos,
Saavedra se incorpora a la Compañía del Ferrocarril de Palencia a Ponferrada como Ingeniero Jefe y dirige la construcción
del tramo Palencia-León, inaugurado en noviembre de 1863.
También proyecta el tramo León-Astorga y deja hecho en 1863
el anteproyecto de la línea de ferrocarril de Torralba a Soria,
que no llegaría a construirse hasta treinta años más tarde.
Fig. 1. Retrato de Eduardo Saavedra.
Al sobrevenir la revolución de 1868, llamado por su buen
amigo Echegaray, pasa al Ministerio de Fomento, primero como Jefe del Negociado de Ferrocarriles y después como Director de Obras Públicas, puesto en el que se mantuvo hasta
enero de 1871, cuando, junto con el resto del Gabinete, presenta su dimisión al nuevo Rey, Amadeo de Saboya.
A partir de esta fecha la vida profesional de Saavedra entra en una nueva etapa. Como funcionario, después de otro
año como profesor de Proyectos en la Escuela de Caminos,
pasa a la Junta Consultiva de la Armada del Ministerio de Marina, donde permanecerá casi dieciséis años, para, por último,
integrarse en la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos, último destino de su vida administrativa, donde se jubiló.
Si Saavedra hubiera hecho solo lo arriba brevemente resumido, no habría pasado a la historia profesional más que
como un buen ingeniero y un buen funcionario, pero su actividad intelectual, al margen de su trabajo como ingeniero, es
muy rica y sorprendentemente diversa. A continuación se intentará dar unas pinceladas sobre ella.
Una de las aficiones favoritas de Saavedra fue la arqueología. Muy probablemente su pasión arqueológica se despertó en Tarragona, pero fueron sus años sorianos los que le permitieron profundizar en ella al poder estudiar en detalle el tramo de vía romana que va de Uxama a Augustóbriga, es decir, de Burgo de Osma a Muro de Agreda, y, como consecuencia de este estudio, localizar y desenterrar la antigua ciuI.T. N.º 79. 2007
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Fig. 2. Lámina del artículo de Saavedra sobre
“Astrolabios árabes”, publicado en 1875. Museo Español de Antigüedades.
Fig. 3. Iglesia de San Nicolás, en Soria. Grabado que ilustra
el artículo de Saavedra publicado en 1859 en la “Revista de Obras Públicas”.
dad de Numancia, en el cerro de Garray, en las inmediaciones del Duero. La Memoria que sobre esta vía presenta a la
Real Academia de la Historia no solo es premiada por ésta,
sino que, como ya se ha dicho, da lugar a que le elijan académico. La Memoria se publicó años más tarde, en 1879, y
es un modelo de claridad, erudición y elegancia de estilo.
En 1862 Saavedra ingresa en la Real Academia de la
Historia leyendo un discurso sobre “Las obras públicas en los
antiguos tiempos”, que trata principalmente de las vías romanas en España. Es una de sus obras más interesantes. Dentro de esta línea arqueológica hay que destacar sus trabajos
sobre temas de epigrafía latina, entre los que cabe citar su
colaboración en el libro Epigrafía romana de la Ciudad de
León, del Padre Fita.
Saavedra se encarga, comisionado por la Real Academia
de la Historia, de realizar una serie de campañas de excavaciones arqueológicas en Numancia entre 1861 y 1867 cuyos
resultados nunca se publicaron, pero que fueron de gran utilidad para el arqueólogo alemán Schulten cuando, ya a principios del siglo XX, viene a España y, con la desinteresada
ayuda de Saavedra, desarrolla su gran labor arqueológica en
Numancia. Desafortunadamente sus logros han dejado en un
segundo plano la tarea realizada por Saavedra en el siglo XIX.
El arabismo es otra de las aficiones de Saavedra. Discípulo de Pascual de Gayangos, tuvo una completa formación académica en este campo y estuvo inmerso en el ambiente de los
arabistas más prestigiosos de su época, tanto en España como
en el extranjero. Es una de las raíces del arabismo español
junto con Codera. Su gran dominio del árabe se hace patente
en su “Estudio sobre la literatura aljamiada”, que constituyó su
discurso de ingreso en la Real Academia Española en 1878.
Otras obras suyas como arabista son su artículo sobre “Joyas
arábigas con inscripciones”, su trabajo sobre “Astrolabios árabes”, y su “Estudio sobre la invasión de los árabes en España”.
La ingeniería de Caminos está necesariamente asociada a
la geografía y Saavedra también destacó en el estudio de esta
ciencia. Interesante fue su trabajo “La geografía de España del
Edrisí”, que laboriosamente fue publicando por entregas, entre
1881 y 1889, en el “Boletín de la Sociedad Geográfica de
Madrid”, hoy Real Sociedad Geográfica, institución ésta, por
cierto, cuya fundación promovió él en 1876 junto con Coello y
Maldonado Macanaz, y de la que llegó a ser presidente. La última obra de Saavedra, editada después de su muerte, fue de
carácter geográfico y trataba sobre el Nilo.
La cultura científica de Saavedra es reconocida por la Real
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales al elegirle académico de número en 1868. Su discurso de ingreso, en
1869, trató “De la verdad y la belleza en las matemáticas y
en cuantas ciencias de las matemáticas más inmediatamente
dependen”. De esta institución llegó a ser Vicepresidente y
Presidente de la Sección de Ciencias Exactas. En 1910 esta
Academia le concede la prestigiosa Medalla Echegaray, el
mayor galardón científico español de la época.
Por último hay que citar la faceta de Saavedra como arquitecto. Siempre se interesó por la arquitectura, como lo demuestran sus artículos sobre los monumentos sorianos de San
Juan de Duero y San Nicolás, ambos ilustrados con excelentes láminas dibujadas por él, pero esta afición se profesionalizó en 1870 al recibir el título de arquitecto, finalizada la correspondiente carrera. El trabajo profesional más relevante
que queda de él en este campo es la rehabilitación para sede de la Real Academia de la Historia del viejo caserón del
Nuevo Rezado, obra de Villanueva, en la calle Huertas de
Madrid. Dos proyectos que hizo, pero que no llegaron a
construirse, fueron un edificio para Facultad de Ciencias y
otro para sede del Instituto Geográfico y Estadístico.
Mucho más podría decirse de la vida y obra de Saavedra,
pero haría este artículo interminable. Cuando fallece en 1912,
con él desaparece el ingeniero humanista español más importante de su época y una de las personalidades más polifacéticas que ha dado al mundo nuestro país.
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El entorno de Saavedra
El círculo de los amigos de Saavedra es muy amplio y lleno
de nombres muy conocidos: Cánovas del Castillo, Gayangos,
Fernández-Guerra, Hübner, Echegaray, Madoz, Sagasta, etc.
Pasar revista a estas personalidades sería tarea larga que excedería con mucho el alcance de este artículo. No obstante,
dado el carácter monográfico sobre ingenieros de caminos
singulares que tiene este número de IT, puede ser interesante
decir unas palabras acerca de algunos compañeros de Saavedra en la Escuela de Caminos para enmarcar mejor su figura dentro del contexto profesional de su época.
En primer lugar consideraremos a los compañeros de su
misma edad, pertenecientes a su promoción o a promociones
cercanas, con los que necesariamente tuvo un trato muy estrecho, como corresponde a la vida estudiantil de promociones
muy pequeñas, compuestas por ocho o diez personas cada una.
Entre los ingenieros que finalizan la carrera entre 1849 y
1853 –recordemos que Saavedra acaba en 1851– aparecen
nombres muy brillantes profesionalmente, como Pedro Pérez
de la Sala, gran ingeniero portuario, Leopoldo Brockmann,
constructor de ferrocarriles, o Cayetano González de la Vega, autor de un conocido texto sobre carreteras. Pero lo más
importante es la coincidencia en esos años de tres personas
realmente singulares, buenos amigos entre ellos, que destacan sobremanera sobre sus compañeros por su alto nivel cultural y por sus logros en ámbitos que exceden el campo meramente profesional. Son José Echegaray, Gabriel Rodríguez
y el propio Saavedra. Este trío asumió por derecho propio y
durante mucho tiempo el liderazgo intelectual de sus compañeros. Como al primero se le dedica un artículo en esta revista y, además, es sobradamente famoso, no merece la pena añadir nada sobre él. Sí conviene hablar un poco del segundo, menos conocido. Deliberadamente se va a dejar también al margen a Práxedes Mateo Sagasta, figura singular,
que brilla con luz propia en la historia de la España del siglo
XIX, que se sale del marco de este trabajo.
Gabriel Rodríguez Benedicto nació en Valencia en 1829.
Persona de gran talla intelectual y vocación pública, se acercó
a la política desde una posición ética e idealista y, desencantado, se retiró de ella bastante joven. Ingeniero de caminos y
abogado, buen matemático, como todo este grupo de amigos,
y aficionado a la música, encontró su pasión en el Derecho y,
sobre todo, en el estudio y la enseñanza de la Economía Política. Liberal, librecambista, krausista, ligado a la Institución Libre de Enseñanza, gran amigo de Laureano Figuerola y Manuel Colmeiro, participó activamente en las actividades del Ateneo de Madrid. La revolución del 68 le lleva con Figuerola a
ser Subsecretario de Hacienda, puesto del que pronto dimite.
Su vida quedó reflejada en el libro que le dedicó su hijo, gracias al cual se conocen detalles de aquélla, entre ellos su famosa renuncia a ser ministro, caso insólito en su época, e incluso hoy. Murió siendo un símbolo de independencia y honestidad profesional. Buen amigo de Echegaray, con el que compartió la pasión por el librecambismo, e íntimo amigo de Saavedra, la vida de los tres se entrelaza y constituye un luminoso
núcleo intelectual de la segunda mitad del siglo XIX español.
Por último y para finalizar este artículo se va a hacer referencia a algunos de los alumnos de Saavedra que, influenciados por su magisterio, desarrollaron variadas actividades
extra-profesionales y mantuvieron estrecha relación con él.
Citaremos a los siguientes:
Miguel Martínez-Campos Antón. Hermano del famoso general Arsenio Martínez-Campos. Finalizó la carrera de Ingeniero de Caminos como el número uno de la promoción de
1860. Había nacido en Madrid en 1839. Dejó fama de ser
uno de los alumnos más brillantes que pasó por la Escuela de
Caminos. Profesor de ella, desarrolló luego parte de su vida
profesional en Puerto Rico. Abogado, fue Director de la Compañía de los Caminos de Hierro de Madrid a Zaragoza y Alicante. Senador por la isla de Puerto Rico. Elegido para la
Sección de Exactas de la Real Academia de Ciencias, no llegó a tomar posesión del sillón académico, permaneciendo
muchos años como académico electo. Falleció en 1906. Le
sustituyó en la Academia Vicente Garcini, también ingeniero
de caminos, quien escribió una corta semblanza suya.
Antonio Borregón López-Peñalver. Nacido en Madrid en
1832, perteneció a la promoción de 1860, la misma de Martínez-Campos. Muy influenciado por Saavedra, tiene también
un lugar entre los ingenieros que desarrollaron las líneas ferroviarias del siglo XIX español. Los aficionados a los libros le
debemos unos índices de los artículos publicados en la “Revista de Obras Públicas” desde 1853 a 1882.
Cipriano Martínez y González. También de la promoción
de 1860, al igual que los dos anteriores. Esa promoción debió de trabajar muy directamente con Saavedra a juzgar por
las estrechas relaciones de casi todos sus componentes con él.
Nacido en León en 1834, se aficiona a la arqueología y presenta al menos dos trabajos a la Real Academia de la Historia, uno en 1874 sobre la vía romana de Astorga a Carrión
de los Condes y otro en 1875 sobre la vía romana que va
desde Astorga a las cercanías de Palencia.
Bruno Moreno Guerrero. Nacido en Málaga en 1837, finaliza la carrera en 1861. Amigo de los anteriores, acompaña a Saavedra en numerosas expediciones arqueológicas, algunas veces a pesar de la oposición del director de la Escuela, Calixto Santa Cruz. De versificación fácil, Saavedra lo cita en primer lugar en un artículo suyo de 1905 dedicado a
los ingenieros poetas. Pedro Antonio de Alarcón le dedica su
obra “El niño de la bola” con la siguiente dedicatoria: “Al Sr.
Bruno Moreno, Ingeniero de Caminos Canales y Puertos y
más poeta y literato que muchos que lo son de oficio”. Secretario del Duque de Montpensier, don Enrique de Orleáns y
preceptor de su hijo Fernando.
Enrique Gadea Vilardebó. Nacido en Madrid en 1846, finaliza la carrera en 1869. Influenciado por Saavedra realiza
investigaciones arqueológicas, presentando a la Real Academia de la Historia en 1874 un trabajo sobre la vía romana de
Astúrica a Veniatia.
La lista de los ingenieros de caminos que, a lo largo de generaciones, se beneficiaron directamente del magisterio de
Eduardo Saavedra, o han podido ser influenciados posteriormente por su figura y ejemplo, podría ser muy larga. Ojalá
que las líneas que se le han dedicado en este artículo contribuyan a recordar su persona, su nivel intelectual y el empuje
que dio al cultivo de las humanidades en España, en particular entre los ingenieros de caminos.
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José Mañas Martínez
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
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