tierra arrasada - Lino Marcos Budiño

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TIERRA ARRASADA
Por los cuentapropistas de turno.
Dr. Lino Marcos Budiño
Mar del Plata, Enero, 2016
El peronismo es un sentimiento popular que adquiere valor
político en la Doctrina Nacional Justicialista. Lo primero es cosa del
pueblo, lo segundo de los dirigentes. Y cuando éstos últimos no están a
la altura de las circunstancias, directamente no son peronistas ni
merecen llamarse justicialistas. Son bandidos y filibusteros, mentirosos y
estafadores. Son cuentapropistas, ¡bah!
JDP
Tierra arrasada o tierra quemada es un término que se
utiliza con frecuencia y que deriva de la estrategia empleada –
durante la Segunda Guerra Mundial- por los ejércitos de la Unión
Soviética para impedir que las fuerzas alemanas pudieran avanzar
en el territorio ruso.
Significa: impedir que el enemigo triunfe.
Argentina no está en guerra y en consecuencia no
tenemos enemigos armados orientados a la ocupación del territorio
nacional.
Solo que entre nosotros, los comandantes políticos,
siempre arengan a su tropa para identificar y aniquilar al enemigo,
que es tal, porque piensa distinto: un poquito o mucho. Quizás
piensa lo mismo pero tiene diferencias, o no piensa nada, pero no
apoya lo que dice el Comandante.
Hace más o menos cien años que venimos en este
camino sinuoso y empinado, pero con una logística que arranca en
1955 al proscribir al partido original del presidente Perón y se
agrava en adelante sin solución de continuidad.
No obstante, los seguidores de etiqueta comicial y
banderas de colores camaleónicos, llamados penosamente
“peronistas” se han especializado en estas tácticas bélicas,
quemando todo a su paso cuando la victoria eleccionaria cayó en
manos de la oposición.
Lo hemos visto en la última retirada del Comandante
Menem, y en la reciente derrota de la Comandante Fernández de
Kirchner. Empezó contra Alfonsín. ¡Ojo!
De la Rúa y Macri, para el criterio de estos militares de
pantalonetas y ojotas de marcas caras, no eran considerados
oponentes democráticos, sino dragoneantes miserables con
agrupaciones de soldados domésticos, impertinentes y
desgraciados, con la insolencia de ocupar el Poder Político.
Esa patología psiquiátrica, que ya casi se transforma en
una sociopatía delirante – y esto es lo peligroso porque sale de la
literatura médica para engrosar los documentos de la perversidad
criminal – describe el escenario que estamos viviendo hoy día, en
Jujuy, el Mar del Plata y el vórtice de energía nacional que es el
área central.
De Nisman a los Tres Convictos no hay diferencias:
desnudan, nada más y nada menos, que una estrategia de
aniquilamiento nacional, de tierra arrasada.
¡A quemar los campos, así van a aprender que con
nosotros no se juega !
Martínez de Hoz y Cavallo hicieron lo suyo, pero en el
marco de una estrategia bélica orientada a condicionar el fabuloso
potencial argentino para evitar competencia internacional. Estos
cambiaron la ocupación con artillería y barcazas de desembarco,
por endeudamiento externo, endiosamiento del sistema bancario y
destrucción del aparato productivo.
¡Nos salvamos por un pelo de pagar la deuda con
territorios!
El HIV argentino, que en sesenta años fue
desarmonizando primero y perforando después el sistema
inmunológico nacional, hoy se encuentra listo para dar la batalla
final a un cuerpo casi sin defensas e inmune a la medicación
tradicional.
La Argentina tiene pocas posibilidades de utilizar
remedios extranjeros, porque el Gran Laboratorio Globalizador ha
sido el cómplice “all estero”
La Argentina es un cuerpo demasiado rico para que
sea movilizado por los propios órganos.
Y todo esto sucede porque no tenemos identidad
colectiva. La tuvimos y la perdimos. Por egoístas, cancheros y
petulantes.
No todos, obviamente. Son pocos pero hacen ruido,
Tienen poder, y si no lo tienen meten miedo. Pueden ser 30
piqueteros los que frenan la circulación de 2 millones de
compatriotas.
Son 35 inadaptados los que perjudican a 50.000 hinchas
que están tranquilos en las tribunas.
Son un grupo de empresarios, minúsculo, que remarcan
y remarcan para salvar su plata y hacérsela perder a millones de
argentinos.
Son tres o cuatro dirigentes gremiales, usurpadores del
ideal sindical, los que defienden por igual a honestos y a sátrapas, y
que se arreglan con los abogados de la oposición, con la patronal y
con la justicia cómplice.
Son nuestros dirigentes que se ponen la camiseta
partidaria, para traficar desde conciencias hasta polvitos blancos.
Son estos tipos, de camisetas distintas y de partidos
distintos que se asocian entre ellos en idénticas fechorías,
traicionando a los votantes, a los principios republicanos y a su
propia familia.
¡Hay patria! Así NO.
Contar hasta diez, respirar profundo y quizás una
oración de paz, nos haga ver que la Patria es el Alma Grande de los
Pueblos, que el oponente también es nuestro hermano, que la
ideología es el argumento temporal del Poder.
La historia corta de la sociedad humana – que es la
historia larga de la generación de seres vivos que dura en la
memoria hasta que la muerte nos cambia de dimensión y de
proyecto – nos muestra las tonterías universales del conflicto, el
dolor idiota de las guerras y la frenastenia de los odios pasajeros,
que la gente cree permanentes.
Cortar los puentes del diálogo, matar al enemigo
circunstancial, esparcir por los caminos de la democracia el
“miguelito”, traicionar con zancadillas y gozar con la impotencia
ajena, no es bueno a la luz de una inteligencia superior.
Es peor. Significa persistir en el bárbaro error de creer
que la vida es el momento eterno, no un tránsito hacia una cosa
distinta.
A veces, esta existencia amarilla del resentimiento, la
envidia y los fracasos propios nos cambian la perspectiva de la
maternidad-paternidad que gozamos con el nacimiento de nuestros
hijos biológicos.
Si por un instante pudiéramos ver a la política como la
forma más coherente de marchar juntos tomados de la mano,
tendríamos una Argentina mejor, menos vulnerable a las
ambiciones internacionales de los poderosos de turno, y mucho
menos vulnerable a las ganancias fáciles de la viveza criolla, la
narcopolítica y la corrupción en general, que anida en nuestros
bajos deseos.
Estos últimos elementos son las células enfermas del
sida argentino, que es indispensable y urgente reformular, porque
podemos hacerlo.
La principal bacteria que afecta a nuestro sistema
inmune es la degradación cosista en la que hemos caído, pese a las
advertencias de Alberdi en los inicios de la República y más acá
Ingenieros, Bernaldo de Quirós y Posse entre muchos otros.
Los argentinos – parece – que tenemos los valores
cambiados, dados vuelta, desteñidos.
Es más importante el “conventillismo mediático” de los
programas del cotorreo televisivo, que las sesiones legislativas. Más
atractiva la discusión a los gritos de políticos que hoy se aman y
mañana se odian, que los documentos secretos que inoculan
veneno en los glaciares, el subsuelo o los pactos internacionales
denigratorios.
Más entretenida la ruta de los prófugos que la
complicidad de los funcionarios DE LOS TRES PODERES.
De seguir en este camino el suicidio colectivo está a la
vuelta de la esquina.
Como solemos afirmar con frecuencia, son los dirigentes
los que deben comprender la gravedad del caso y predicar con el
ejemplo, porque el pueblo no gobierna en forma anárquica.
“El que se vayan todos” fue una tontería más del hombre
acorralado por la impotencia.
Votar a un individuo y luego no exigirle, es como lavarse
las manos, en una clara situación de comodidad. En términos
morales es: Complicidad.
Los partidos tradicionales, cuando se desgastan
comienzan a deshilacharse, y cada trozo gordo de ese género
deteriorado pretende asumir el liderazgo pequeño y especulativo de
la camiseta ocasional.
Efectivamente, lo que los convoca es el Poder y no la
Filosofía, menos la Historia y absolutamente nada en materia de
Principios.
El peronismo, por ejemplo, tiene muchas camisetas pero
ninguna flor.
¿Tiene algo que ver el menemismo, el duhaldismo y el
kirchnerismo con la Doctrina Nacional Justicialista?
¿Qué sucedió en el pasado con el Socialismo, y luego
con el Radicalismo?
El ponerse la camiseta tiene mucho que ver con el
futbol, hasta en el tema de la mayor degradación que son los
barrabravas, y por ello los encuentros deben jugarse con una sola
de las hinchadas, porque el odio asesino siempre está presente.
Quemar los campos, es nada más y nada menos que la
emboscada de los “barra”, el homicidio desde las sombras y la
pérdida de la razón colectiva que significa caer en la alienación
mental.
En el enfermo mental predominan los síntomas
subjetivos sobre los objetivos, que tienen para él un valor de la
realidad sobre lo que no se admite discusión alguna. En la
enfermedad colectiva – la sociopatología – las muchedumbres
pierden la conciencia sobre su “enfermedad”: se fanatizan.
Sigue siendo un tema de dirigentes, de comunicadores
sensatos, de escritores situados más allá del bien y del mal y de
políticos que abracen materialmente el viejo consejo radical: el que
gana gobierna y el que pierde acompaña, universalizado por
Perón al persuadir al ciudadano en la siguiente frase. “Para un
argentino no debe haber nada mejor que otro argentino”.
Lo contrario está en la pluma del Senador Hernández,
cuando nos dice en el Martín Fierro, que nos devorarán los de
afuera.
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