2. Mayas

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EL CLASICISMO MAYA
A pesar de que los mayas nunca formaron una gran unidad política o un gran
imperio militar, como es el caso de la Confederación Azteca o del Imperio Inca, no hay duda
de que fueron los artífices de la cultura más elaborada e importante de toda la América
Prehispánica. De esta civilización no sólo tenemos conocimiento por los numerosos restos
arqueológicos que de ella se han descubierto, desde los arquitectónicos hasta los pictóricos,
sino también por las descripciones de los cronistas españoles y, lo que es más importante, por
las fuentes escritas que los propios mayas nos han legado, ya que tuvieron la costumbre de
anotar en códices todo lo relativo a su historia, tradiciones y cuestiones religiosas. En la
actualidad, sin embargo, son muy escasos los códices mayas que se han conservado, aunque
algunos de ellos son tan interesantes como el Códice Tro-Cortesiano del Museo de América
de Madrid (procedente al parecer de la península del Yucatán y escrito hacia el siglo XIV de
Nuestra Era).
De la lectura de estos códices se desprende vagamente que los mayas procedían de
la meseta del Anáhuac, pero nada seguro puede afirmarse, dado que en estas obras se suele
confundir la realidad histórica con las alusiones mítico-religiosas. Su expansión geográfica
tampoco se ha podido definir con exactitud, aunque se ha señalado que todo el golfo de
México estuvo habitado por pueblos de raza mayoide, y que a partir de este núcleo primitivo
se extendieron por la península del Yucatán, Campeche, Tabasco, la mitad oriental de
Chiapas, la zona de Quintana Roo y ya, fuera del actual país de México, por Guatemala -a
excepción de la costa del Pacífico-, por la parte occidental de Honduras y por la antigua
Honduras Británica. Lo que equivale a decir que los mayas ocuparon una superficie
aproximada de unos 325.000 kilómetros cuadrados. Una cifra que resulta en verdad
impresionante, y a la que cabe añadir una cronología que también fue muy dilatada: dícese
desde el período Preclásico Tardío hasta la conclusión del período Postclásico, aunque la
época clásica de la civilización maya se puede cifrar entre los años 300 y 900 d. C.
La arquitectura maya
Las construcciones más importantes de las ciudades mayas se disponen en torno al
eje de grandes calzadas o alrededor de espacios a cielo abierto, y esta norma, que fue acatada
en la mayoría de las ocasiones, tan sólo se vio alterada en aquellas regiones donde las
peculiaridades orográficas dictaban la distribución y la orientación de las obras
arquitectónicas. Unas obras que se caracterizan por su gran regularidad y por la gran
perfección de sus fábricas, hasta el extremo de que para su factura -tal y como comenta José
Alcina- los artífices mayas tuvieron que valerse forzosamente de planos o como mínimo de
maquetas a escala, así como de plomadas para poder establecer en las obras las líneas
verticales.
Por añadidura, la arquitectura maya presenta unos elementos formales que la hacen
inconfundible, y entre los cuales se pueden señalar los siguientes: los arcos y bóvedas por
aproximación de hiladas, lo que implica que los muros tengan un gran grosor y que las
distancias sobre las que se erigen estos cubrimientos no sean muy anchas; la crestería o
peineta, que a modo de coronamiento exterior se eleva en altura sobre las bóvedas de templos
y palacios; las puertas de ingreso, que a veces muestran unos dinteles labrados con bellos
relieves, y los vanos de iluminación, que suelen ser de un formato muy pequeño y que
ofrecen diseños cuadrados, lobulados o con una curiosa forma de "T" mayúscula.
De gran interés resulta también el comentario de las tipologías arquitectónicas
mayas, ya que en sus yacimientos se han descubierto una gran variedad de modelos
constructivos, caso de los conjuntos palaciales, las estructuras piramidales, los juegos de
pelota, los baños de vapor, los depósitos de agua, las fortificaciones y un largo etcétera de
construcciones de índole menor. Si bien destacan por su importancia los dos primeros: los
palacios, que están compuestos de numerosas salas que por lo general son oscuras, estrechas
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y mal ventiladas, y las estructuras piramidales, que presentan unas empinadas escalinatas, a
veces sin alfardas, y unos templos en su cima de espacios angostos y muy mal iluminados.
De los palacios se ha dicho que en ellos se impartiría justicia o que se controlarían los
tributos de la producción agrícola, y de las pirámides que son la plasmación arquitectónica de
la mentalidad religiosa de los mayas, al simbolizar los trece cielos y los nueve infiernos o
mundos subterráneos de sus creencias cosmogónicas.
En último término es preciso mencionar que la lista de las ciudades mayas del
período Clásico es realmente abrumadora, aunque entre las más importantes sobresalen las de
Palenque, Bonampak, Piedras Negras, Yaxchilán, Uaxactún, Tikal, Copán y Quiriguá. Y
quizás, como ejemplos más significativos, aunque contrapuestos en sus planteamientos
arquitectónicos, los de Tikal y Palenque. De la ciudad de Tikal destaca sobre todo la
verticalidad tan acusada de sus pirámides, caso del Templo I, con una altura de 44 metros en
relación con la cota de la plaza, mientras que de la ciudad Palenque hay que subrayar las
proporciones tan armoniosas de sus construcciones, a la vez que su gran racionalidad
constructiva. Dos características que se ponen de manifiesto en el conjunto arquitectónico de
El Palacio, con su impresionante "casa-torre", donde al parecer tendrían lugar las
observaciones astronómicas que practicaba la casta sacerdotal, y también en el Templo de las
Inscripciones, fechado a finales del siglo VII y en cuyo interior se ubica la impresionante
cripta del rey Pacal: la única que se conoce hasta ahora en toda la América Prehispánica.
La escultura maya
No hay duda de que la producción escultórica de los mayas es de una gran
relevancia cuantitativa y cualitativa, y en especial el arte del relieve, hasta el extremo de
constituir una de las manifestaciones artísticas más refinadas de este pueblo. Una
manifestación que si nos atenemos a la naturaleza del soporte suele presentar dos variantes:
los relieves de estuco y los relieves de piedra. La talla de los primeros es de suponer que
fuera relativamente fácil, mientras que la labra de los relieves pétreos revestía una mayor
dificultad: máxime si tenemos en cuenta la inexistencia de instrumentos metálicos y la
utilización por parte de los artífices mayas de simples cinceles de basalto o de diorita, aunque
con estos instrumentos sabían obtener unas tallas de una increíble belleza, a la que contribuía
también la aplicación de una policromía que servía para rectificar, si era necesario, los
posibles fallos de los escultores.
Es sabido, por otra parte, que los relieves murales constituían la decoración
monumental más importante de los edificios mayas, pudiendo servir de ejemplo los paneles
de estuco que recubrían los pórticos de El Palacio de Palenque. Tan interesantes como los
relieves son las estelas mayas de piedra, siendo uno de los apartados artísticos que cuenta con
un mayor número de ejemplares, y ello se debe a su abrumadora presencia en la práctica
totalidad de las ciudades mayas. El estilo artístico de las estelas varía según las ciudades, en
Copán, por ejemplo, se decoran con alto relieves muy profusos y claroscuristas, mientras que
en Seibal se optó por un un relieve más planista y de efectos más caligráficos.
La pintura mural maya
A pesar de que la pintura mural estaba muy difundida por casi todas las ciudades
mayas, son escasas las muestras que han llegado hasta el momento presente. Unas veces por
los problemas de perdurabilidad que desde siempre han padecido los ciclos murales, y en
otras ocasiones por la inexistencia de una adecuada política de conservación. El mejor
ejemplo son los frescos de la Estructura I de la ciudad de Bonampak. Una estructura que fue
mandada construir en el año 790 d. C. por el rey Chaan Muan, quien quiso conmemorar de
este modo las victorias que había obtenido en sus empresas militares.
José Luis Pano Gracia
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