EL CLASICISMO MAYA A pesar de que los mayas nunca formaron una gran unidad política o un gran imperio militar, como es el caso de la Confederación Azteca o del Imperio Inca, no hay duda de que fueron los artífices de la cultura más elaborada e importante de toda la América Prehispánica. De esta civilización no sólo tenemos conocimiento por los numerosos restos arqueológicos que de ella se han descubierto, desde los arquitectónicos hasta los pictóricos, sino también por las descripciones de los cronistas españoles y, lo que es más importante, por las fuentes escritas que los propios mayas nos han legado, ya que tuvieron la costumbre de anotar en códices todo lo relativo a su historia, tradiciones y cuestiones religiosas. En la actualidad, sin embargo, son muy escasos los códices mayas que se han conservado, aunque algunos de ellos son tan interesantes como el Códice Tro-Cortesiano del Museo de América de Madrid (procedente al parecer de la península del Yucatán y escrito hacia el siglo XIV de Nuestra Era). De la lectura de estos códices se desprende vagamente que los mayas procedían de la meseta del Anáhuac, pero nada seguro puede afirmarse, dado que en estas obras se suele confundir la realidad histórica con las alusiones mítico-religiosas. Su expansión geográfica tampoco se ha podido definir con exactitud, aunque se ha señalado que todo el golfo de México estuvo habitado por pueblos de raza mayoide, y que a partir de este núcleo primitivo se extendieron por la península del Yucatán, Campeche, Tabasco, la mitad oriental de Chiapas, la zona de Quintana Roo y ya, fuera del actual país de México, por Guatemala -a excepción de la costa del Pacífico-, por la parte occidental de Honduras y por la antigua Honduras Británica. Lo que equivale a decir que los mayas ocuparon una superficie aproximada de unos 325.000 kilómetros cuadrados. Una cifra que resulta en verdad impresionante, y a la que cabe añadir una cronología que también fue muy dilatada: dícese desde el período Preclásico Tardío hasta la conclusión del período Postclásico, aunque la época clásica de la civilización maya se puede cifrar entre los años 300 y 900 d. C. La arquitectura maya Las construcciones más importantes de las ciudades mayas se disponen en torno al eje de grandes calzadas o alrededor de espacios a cielo abierto, y esta norma, que fue acatada en la mayoría de las ocasiones, tan sólo se vio alterada en aquellas regiones donde las peculiaridades orográficas dictaban la distribución y la orientación de las obras arquitectónicas. Unas obras que se caracterizan por su gran regularidad y por la gran perfección de sus fábricas, hasta el extremo de que para su factura -tal y como comenta José Alcina- los artífices mayas tuvieron que valerse forzosamente de planos o como mínimo de maquetas a escala, así como de plomadas para poder establecer en las obras las líneas verticales. Por añadidura, la arquitectura maya presenta unos elementos formales que la hacen inconfundible, y entre los cuales se pueden señalar los siguientes: los arcos y bóvedas por aproximación de hiladas, lo que implica que los muros tengan un gran grosor y que las distancias sobre las que se erigen estos cubrimientos no sean muy anchas; la crestería o peineta, que a modo de coronamiento exterior se eleva en altura sobre las bóvedas de templos y palacios; las puertas de ingreso, que a veces muestran unos dinteles labrados con bellos relieves, y los vanos de iluminación, que suelen ser de un formato muy pequeño y que ofrecen diseños cuadrados, lobulados o con una curiosa forma de "T" mayúscula. De gran interés resulta también el comentario de las tipologías arquitectónicas mayas, ya que en sus yacimientos se han descubierto una gran variedad de modelos constructivos, caso de los conjuntos palaciales, las estructuras piramidales, los juegos de pelota, los baños de vapor, los depósitos de agua, las fortificaciones y un largo etcétera de construcciones de índole menor. Si bien destacan por su importancia los dos primeros: los palacios, que están compuestos de numerosas salas que por lo general son oscuras, estrechas 1 y mal ventiladas, y las estructuras piramidales, que presentan unas empinadas escalinatas, a veces sin alfardas, y unos templos en su cima de espacios angostos y muy mal iluminados. De los palacios se ha dicho que en ellos se impartiría justicia o que se controlarían los tributos de la producción agrícola, y de las pirámides que son la plasmación arquitectónica de la mentalidad religiosa de los mayas, al simbolizar los trece cielos y los nueve infiernos o mundos subterráneos de sus creencias cosmogónicas. En último término es preciso mencionar que la lista de las ciudades mayas del período Clásico es realmente abrumadora, aunque entre las más importantes sobresalen las de Palenque, Bonampak, Piedras Negras, Yaxchilán, Uaxactún, Tikal, Copán y Quiriguá. Y quizás, como ejemplos más significativos, aunque contrapuestos en sus planteamientos arquitectónicos, los de Tikal y Palenque. De la ciudad de Tikal destaca sobre todo la verticalidad tan acusada de sus pirámides, caso del Templo I, con una altura de 44 metros en relación con la cota de la plaza, mientras que de la ciudad Palenque hay que subrayar las proporciones tan armoniosas de sus construcciones, a la vez que su gran racionalidad constructiva. Dos características que se ponen de manifiesto en el conjunto arquitectónico de El Palacio, con su impresionante "casa-torre", donde al parecer tendrían lugar las observaciones astronómicas que practicaba la casta sacerdotal, y también en el Templo de las Inscripciones, fechado a finales del siglo VII y en cuyo interior se ubica la impresionante cripta del rey Pacal: la única que se conoce hasta ahora en toda la América Prehispánica. La escultura maya No hay duda de que la producción escultórica de los mayas es de una gran relevancia cuantitativa y cualitativa, y en especial el arte del relieve, hasta el extremo de constituir una de las manifestaciones artísticas más refinadas de este pueblo. Una manifestación que si nos atenemos a la naturaleza del soporte suele presentar dos variantes: los relieves de estuco y los relieves de piedra. La talla de los primeros es de suponer que fuera relativamente fácil, mientras que la labra de los relieves pétreos revestía una mayor dificultad: máxime si tenemos en cuenta la inexistencia de instrumentos metálicos y la utilización por parte de los artífices mayas de simples cinceles de basalto o de diorita, aunque con estos instrumentos sabían obtener unas tallas de una increíble belleza, a la que contribuía también la aplicación de una policromía que servía para rectificar, si era necesario, los posibles fallos de los escultores. Es sabido, por otra parte, que los relieves murales constituían la decoración monumental más importante de los edificios mayas, pudiendo servir de ejemplo los paneles de estuco que recubrían los pórticos de El Palacio de Palenque. Tan interesantes como los relieves son las estelas mayas de piedra, siendo uno de los apartados artísticos que cuenta con un mayor número de ejemplares, y ello se debe a su abrumadora presencia en la práctica totalidad de las ciudades mayas. El estilo artístico de las estelas varía según las ciudades, en Copán, por ejemplo, se decoran con alto relieves muy profusos y claroscuristas, mientras que en Seibal se optó por un un relieve más planista y de efectos más caligráficos. La pintura mural maya A pesar de que la pintura mural estaba muy difundida por casi todas las ciudades mayas, son escasas las muestras que han llegado hasta el momento presente. Unas veces por los problemas de perdurabilidad que desde siempre han padecido los ciclos murales, y en otras ocasiones por la inexistencia de una adecuada política de conservación. El mejor ejemplo son los frescos de la Estructura I de la ciudad de Bonampak. Una estructura que fue mandada construir en el año 790 d. C. por el rey Chaan Muan, quien quiso conmemorar de este modo las victorias que había obtenido en sus empresas militares. José Luis Pano Gracia 2