¿calidad o excelencia universitaria?

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¿CALIDAD O EXCELENCIA UNIVERSITARIA?
PRÓLOGO
En el debate público sobre la educación universitaria y secundaria en Chile,
tenemos la impresión que ha venido pasando como contrabando conceptual e
ideológico el concepto de calidad.
Se habla entonces, en nuestra opinión con frecuente liviandad, de calidad
universitaria como si la educación superior pudiera asemejarse a la calidad y
como si la educación universitaria y los procesos académicos pudieran
compararse de inmediato con productos o servicios industriales y económicos. Un
extensa bibliografía ha logrado construir a lo largo de un siglo una amplia
tipología de la calidad, aplicada a los más diversos procesos productivos y de
servicios, al interior de una estructura industrial y de una economía de mercado.
¿Es la educación superior o universitaria un producto? ¿un servicio…?
El propósito de este ensayo es presentar un análisis crítico en torno a los
conceptos de calidad y excelencia, cuestionando la pertinencia del uso en el
ámbito académico y universitario de la noción de calidad procedente de las
ciencias de la administración empresarial en un ámbito cualitativo cuyos
parámetros de funcionamiento y estándares de exigencia presentan caracteres
mucho más amplios, complejos y diversos.
Manuel Luis Rodríguez U.
Punta Arenas – Magallanes, primavera de 2011.
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ALGUNAS INTERROGACIONES SOBRE LA CALIDAD
Los criterios con los que se mide y evalúa la actividad universitaria y los procesos
académicos, son cruciales a la hora de determinar los rangos y parámetros con los
que dichos procesos van a funcionar y van a ser medidos y cualificados.
La cuestión de la calidad, como componente de la problemática productiva, parece
venir desde la antigüedad, pero históricamente se trata de un concepto que surge
asociado a la segunda revolución industrial y a la instalación de criterios cada vez
más objetivos y medibles de racionalización de los procesos productivos.
Sus orígenes entonces se encuentran en el mundo occidental y anglosajón, aunque
–como se verá más adelante- el concepto de calidad encontró un fuerte impulso
dentro de la cultura empresarial japonesa en el período posterior a la II Guerra
Mundial. Esta perspectiva histórica nos parece que es clave para comprender el
origen, los fundamentos ideológicos y el sustrato cultural en que surgió la noción
de calidad.
La calidad aparece y tiene su origen como un concepto proveniente desde el
campo disciplinario de la administración de empresas. La apropiación cultural del
concepto de calidad, ha sido un proceso paulatino, progresivo y expansivo, desde
EEUU y Japón inicialmente acerca de la gestión de las empresas y corporaciones,
hacia otros campos del desempeño productivo, y posteriormente durante la
segunda mitad del siglo xx se extendió a casi todo el mundo.
Una pregunta estratégica que debiera estar presente en este debate, es saber si el
complejo problema educacional universitario y el mejoramiento de los procesos
académicos a las que aluden las demandas estudiantiles y ciudadanas en el Chile
de hoy, pasa por las diferencias existentes entre la noción de calidad o la noción
de excelencia.
Creemos que debemos cuestionarnos la noción de calidad con la que se pretende
analizar el proceso académico en una universidad.
Y este cuestionamiento dice relación con la noción de universidad desde la cual se
asume el concepto de calidad. Si la universidad la entendemos como un espacio
educativo y de formación integral superior que produce y transmite conocimientos y
saberes al más elevado nivel posible de la ciencia, y si entendemos que la educación
universitaria, la experiencia académica, es la concreción organizacional de los
procesos formativos, investigativos y pedagógicos de creación y transmisión de
saberes científicos superiores, entonces la calidad escapa a esta perspectiva
académica y universitaria.
La universidad, a lo largo de una tradición histórica de más de cinco siglos, se
caracteriza y distingue por la universalidad de los conocimientos que imparte, por
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la creación imaginativa y sistemática de nuevos saberes científicos y por la
aplicación de procedimientos y de los más exigentes estándares que garanticen y
aseguren la docencia, la investigación y la extensión.
¿El proceso académico que tiene lugar al interior de una universidad, es un
proceso productivo, industrial? ¿Los profesores y académicos son acaso
individuos productores o factores productivos dentro de una usina y, por lo tanto,
los alumnos universitarios son clientes de un mercado? ¿Un alumno universitario
egresado con altas calificaciones es un “producto de buena calidad”?
Más aún…
¿Un alumno universitario que se conforma con las notas mínimas para aprobar
(4.0), sería entonces un “producto de mala calidad”? ¿La sala de clases o el aula es
una unidad productiva dentro de una industria? ¿Cómo podrían medirse los
niveles de rendimiento de una asignatura universitaria, el aprendizaje de un
alumno o los efectos multiplicadores de un proyecto de investigación desde el
punto de vista de su productividad? ¿Bastaría con una serie de mediciones
cuantitativas? ¿Una asignatura de Etica Profesional, por ejemplo… es productiva?
Debajo del concepto de calidad, subyace un fundamento ideológico definido.
Solo una poderosa matriz ideológica economicista y neoliberal sustentada en una
estructura económico-financiera y político-social, ha logrado hacer pasar este
sutil y formidable “contrabando ideológico” proveniente de las entrañas del
capitalismo industrial estadounidense (Taylor, Ford, Edwards, Shewhart, Deming,
Pearson) y japonés (Koyanagi, Ishikawa, Misuno, Asaka), a principios del siglo XX,
que tiene por contenido principal y propósito la fijación y la aplicación de un
conjunto de estándares de administración, de recursos y tecnología que mejoren
el proceso productivo y sus resultados o productos.
La calidad surge entonces como un concepto y como un criterio dentro de la
cultura empresarial anglosajona –luego occidental- y encontró una fuerte
implantación e impulso, después de la II Guerra Mundial en Japón. El que las
primeras nociones de calidad hayan aparecido en el mundo empresarial e
industrial occidental y anglosajón, no debiera extrañarnos, toda vez que ésta
obedece a una tradición protestante (Weber dixit…) y a una cultura individualista
burguesa basada en el culto al éxito personal y material, en el lucro individual
como fruto permitido y en la noción de riqueza como resultado del esfuerzo.
La austeridad protestante, propia del capitalismo anglosajón basada en la
disciplina y la autodisciplina, y que está en la base filosófica de las nociones
occidentales de calidad, encontró también terreno fértil y propicio en la cultura
japonesa (y su componente shintoista), articulada en torno al renunciamiento
personal ante el esfuerzo grupal o corporativo, al trabajo abnegado, disciplinado y
sistemático y a una ética individual del honor, el ascetismo y la voluntad.
La calidad “versión anglosajona” terminó enriqueciéndose y perfeccionándose en
el contexto de la exigente y rigurosa cultura empresarial japonesa (derivada a su
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vez, del rigor castrense de los militares japoneses, transformados ahora después
de 1945 en patrones de industria), dando forma a una calidad “versión japonesa”,
llevada al extremo total, en tanto razón económica y moral conmovida por las
imperiosas necesidades de la reconstrucción después de la II Guerra Mundial.
¿Es posible introducir coherentemente los criterios y estándares de la calidad
productiva, a los procesos académicos y universitarios en los cuales el contenido
principal son la producción, investigación y transmisión de conocimientos?
¿Son siempre completamente medibles y cuantificables las dimensiones
cualitativas del proceso educativo universitario: la motivación, la voluntad y las
ganas de aprender, la perseverancia, la lealtad, la probidad, la resiliencia…?
EXCELENCIA ACADÉMICA
En cambio, el concepto de excelencia universitaria, traduce una concepción
efectivamente académica del proceso educativo dentro de una casa de estudios
superiores, que supone el establecimiento de estándares crecientes de exigencias
en el aprendizaje y en el conjunto del proceso de la enseñanza.
Hay que subrayar esta noción: la educación no es un acto único, no es un hecho
que sucede en un espacio social o cultural fijo, único y determinado: la educación desde una perspectiva sociológica- es un proceso, es una secuencia compleja de
acciones que ponen en movimiento a un conjunto de estructuras y sistemas, de
manera que lo que ocurre, por ejemplo, dentro del aula, es a la vez el resultado y
el punto de partida del funcionamiento complejo de una estructura académica,
administrativa, financiera, logística y tecnológica que sustenta la acción pedagógica
que ocurre en la sala de clases.
La excelencia académica se traduce y se expresa en la exigencia académica,
entendida como la aplicación de los estándares científicos y procedimentales más
exigentes, comprensivos y rigurosos en el proceso pedagógico, de investigación y
de extensión. Desde este punto de vista se entiende que la excelencia académica
funciona como una categoría que permite cualificar trabajos, funciones y
procesos, de manera que se pueda hacer una distinción claramente identificable
entre resultados de valor o de carácter científico y resultados de valor precientífico o no científicos. Ella permite a su vez, aportar a la construcción, la
jerarquización y la reproducción de valores cualitativos significativos para cada
una de las disciplinas que tienen lugar en el espacio universitario.
Pero, ¿desde dónde se puede exigir excelencia académica?
¿Quién exige calidad y ahora excelencia académica al interior de la institución
universitaria?
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No puede negarse que la excelencia es el resultado de un cierto número de
dispositivos institucionales que contribuyen a asegurar el funcionamiento de una
disciplina científica al interior de la universidad.
Demás está decir que los dos polos principales de la excelencia académica están
radicados en el profesorado y en los alumnos. La excelencia académica pasa por
un proceso riguroso de formación universitaria del profesorado (1), de
capacitación, entrenamiento y perfeccionamiento, evaluación y control del
desempeño profesoral en las casas de estudio superiores.
La universidad es también y sobre todo, un espacio de excelencia académica en la
medida en que sus profesores y/o docentes cumplen con estándares superiores
de formación y de capacidad pedagógica e investigativa.
Pero también la excelencia académica ocurre y se manifiesta a través de alumnos
que proviniendo desde una educación secundaria de calidad, cumplen con los
estándares suficientes y crecientemente máximos de exigencia, de rigor científico,
de compromiso y responsabilidad con sus deberes académicos.
La excelencia educacional universitaria ha sido definida mediante el concepto
según el cual: “…en relación con el educando individual, excelencia significa un
desempeño realizado al máximo de la habilidad individual en modos que ponen a
prueba los límites máximos personales en las escuelas y en el lugar de trabajo. En
relación con las instituciones educativas, excelencia caracteriza a la universidad que
establece altas o ambiciosas expectativas y metas para todos los educandos y luego
trata en toda forma posible de ayudar a los estudiantes a alcanzarlas.” (2).
Nos parece relevante poner el acento en el concepto de “poner a prueba los límites
máximos personales” del alumno, que propone esta definición: ello significa que el
alumno debe sentir, entender y asumir que el esfuerzo que se le va a exigir para
que aprenda, que los recursos intelectuales que el profesor va a poner en juego en
la sala de clases y en todo el proceso de aprendizaje, y que los estándares de
exigencia y de evaluación que va a construir y aplicar la universidad, están
dirigidos a “poner a prueba los límites máximos personales” del estudiante, y no se
debiera aceptar la medianía, la mediocridad, la copia o el mínimo esfuerzo
posible.
Si queremos calidad, debemos rendir el máximo y con la máxima calidad posible;
y si queremos excelencia, debemos ser excelentes en la enseñanza, por un lado, y
en el aprendizaje, por otro lado. Así, la “regla de oro” de la excelencia académica
podría ser que solo alumnos excelentes merecen profesores excelentes, y solo
excelentes profesores merecen excelentes alumnos. Pero ni la calidad ni la
excelencia son criterios de discriminación, sino que de inclusión positiva exigente.
1
A este respecto, ¿no debiera llamarnos la atención que en Chile las universidades forman
profesores para la enseñanza básica y la enseñanza media, pero que no existen carreras de
pedagogía para profesores universitarios, es decir, para profesores destinados a ejercer la docencia
en universidades?.
2
National Comission on Excellence in Education. A Nation at Risk: The imperative for Education
Reform. EEUU, Washington, 1983. The Cronicle for Higher Education.
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“La excelencia académica constituye uno de los elementos de
mayor importancia y controversia en la educación superior
contemporánea; pues su determinación se encuentra
estrechamente vinculada a los procesos de la evaluación
curricular y la acreditación académica de las Universidades.
La calidad académica no es una abstracción, sino un referente
social e institucional y sus resultados tienen que ser
analizados, no sólo en términos cognoscitivos y conductuales,
sino en cuanto a la producción intelectual y científica, y cómo
dan respuestas a las universidades, a las necesidades
planteadas por el encargo social.” (3).
Veamos algunos parámetros conceptuales a través de los cuales UNESCO entiende
el rol de la universidad en la sociedad actual.
La Declaración Mundial de la UNESCO sobre la educación superior, de 1998,
propone como misión de la universidad:
“a) formar diplomados altamente cualificados y ciudadanos responsables, capaces
de atender a las necesidades de todos los aspectos de la actividad humana,
ofreciéndoles cualificaciones que estén a la altura de los tiempos modernos,
comprendida la capacitación profesional, en las que se combinen los conocimientos
teóricos y prácticos de alto nivel mediante cursos y programas que estén
constantemente adaptados a las necesidades presentes y futuras de la sociedad;
b) constituir un espacio abierto para la formación superior que propicie el
aprendizaje permanente, brindando una óptima gama de opciones y la posibilidad
de entrar y salir fácilmente del sistema, así como oportunidades de realización
individual y movilidad social con el fin de formar ciudadanos que participen
activamente en la sociedad y estén abiertos al mundo, y para promover el
fortalecimiento de las capacidades endógenas y la consolidación en un marco de
justicia de los derechos humanos, el desarrollo sostenible la democracia y la paz;
c) promover, generar y difundir conocimientos por medio de la investigación y,
como parte de los servicios que ha de prestar a la comunidad, proporcionar las
competencias técnicas adecuadas para contribuir al desarrollo cultural, social y
económico de las sociedades, fomentando y desarrollando la investigación científica
y tecnológica a la par que la investigación en el campo de las ciencias sociales, las
humanidades y las artes creativas;
d) contribuir a comprender, interpretar, preservar, reforzar, fomentar y difundir las
culturas nacionales y regionales, internacionales e históricas, en un contexto de
pluralismo y diversidad cultural;
3
Salas P., R.: La calidad en el desarrollo profesional: avances y desafíos. Revista Educación Médica
Superior. v.14 n.2 Ciudad de la Habana Mayo-ago. 2000. Consultado el 2 noviembre 2011 en la
página web: http://scielo.sld.cu/scielo.php.
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e) contribuir a proteger y consolidar los valores de la sociedad, velando por inculcar
en los jóvenes los valores en que reposa la ciudadanía democrática y
proporcionando perspectivas críticas y objetivas a fin de propiciar el debate sobre
las opciones estratégicas y el fortalecimiento de enfoques humanistas;
f) contribuir al desarrollo y la mejora de la educación en todos los niveles, en
particular mediante la capacitación del personal docente.” (4).
La excelencia fija estándares y asume roles dentro del sistema académico
universitario, propone y establece parámetros de exigencia comunes y
compartidos por toda la comunidad universitaria y que son exigibles desde la
comunidad científica.
La excelencia en el plano de la investigación implica la aplicación rigurosa de
parámetros de exigencia científica y disciplinaria en el proceso de diseño,
implementación y análisis de los resultados.
Un concepto de excelencia académica supone, por lo tanto, la aplicación de los
más altos niveles de exigencia y estándares hacia todos los actores que
intervienen en el proceso educativo universitario, desde el aula hasta la sala de
exámenes, desde la teoría hasta las prácticas: exigencia y rigor para que los
alumnos aprendan cada vez más y mejor, exigencia y rigor para que los profesores
enseñen, exigencia y rigor para que los procesos académicos y administrativos
sean conocidos y funcionen.
No es posible entender por lo tanto la excelencia sólo como una práctica docente
(es decir, relativa a la función educadora de los profesores y docentes), sino
también como un conjunto de exigencias a las que debe someterse el estudiante
para probar su aprendizaje y para demostrar que merece ser promovido. La
excelencia académica en la universidad, es un atributo exigible a todos los que
concurren al “acto educativo”, tanto directa como indirectamente: alumnos,
profesores, administrativos y directivos, siempre entendiendo que “yo exijo,
porque me exijo“.
**
4
UNESCO, La educación superior en el siglo xxi, visión y acción, Paris, 1998.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
National Comission on Excellence in Education. A Nation at Risk: The imperative
for Education Reform. EEUU, Washington, 1983. The Cronicle for Higher
Education.
Salas P., R.: La calidad en el desarrollo profesional: avances y desafíos. Revista
Educación Médica Superior. v.14 n.2 Ciudad de la Habana Mayo-ago. 2000.
Consultado el 2 noviembre 2011 en la página web: http://scielo.sld.cu/scielo.php.
UNESCO, La educación superior en el siglo xxi, visión y acción, Paris, 1998.
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