1 Una educación de calidad para todos y entre todos José Luis

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Seminario expertos. J.L. García Garrido
REFLEXIONES SOBRE LAS PROPUESTAS PRESENTADAS EN EL LIBRO
Una educación de calidad para todos y entre todos
José Luis García Garrido
Catedrático de Educación Comparada
UNED
Las siguientes líneas itentan dar respuesta a la invitación, recibida del
Ministerio de Educación y Ciencia, a expresar mi valoración sobre las propuestas
formuladas en el libro de referencia. Aunque la amplitud e importancia de los temas
en él expuestos, así como la oportunidad de la anunciada reforma legal, merecerían
sin duda comentarios mucho más pormenorizados y matizados, me atendré a la
recomendación de brevedad que se me ha hecho, procurando ceñirme a aquellos
aspectos que considero fundamentales. Aludiré a “aspectos” y no sólo a las
concretas “propuestas”, pues considero que éstas se hallan inscritas en un contexto
de reflexión más amplio al que, en ocasiones, también me refiero. Los dividiré por
eso, naturalmente de acuerdo a mi personal criterio, en aspectos mayormente
positivos, aspectos mayormente negativos y aspectos necesitados de mayor
maduración. Mientras que en los primeros seguiré un orden expositivo similar al del
propio documento, en el segundo expondré los que considero como aspectos
negativos atendiendo a laimportancia que yo les concedo, de mayor a menor;
terminaré aludiendo a otros que, como digo, quizá no han recibido en el documento
el trato profundizado que a mi parecer merecen.
1. Aspectos mayormente positivos
1.1.
El primer punto que considero abiertamente positivo es, formalmente
hablando, el propio documento presentado por el MEC, que encuentro muy
bien diseñado y escrito, ameno, claro y concreto. Mi positiva valoración
incluye también a la elección temática que se ha llevado a cabo; seguramente
podrían haberse incorporado al texto otros capítulos, pero pienso que los
elegidos son realmente los fundamentales y que un mayor abundamiento en
otros desorientaría probablemente al lector. Del mismo modo, me parece
positivo el procedimiento de explicar y contextualizar primero cada punto, de
presentar después unas concretas propuestas y de realizar por último algunas
preguntas, si bien pienso que éstas caen a veces en cierto simplismo y
provocan incluso, en no pocos casos, “respuestas pagadas” de antemano.
1.2.
Encuentro positivo el espíritu de diálogo y el afán de llegar a un pacto
altamente consensuado con respecto al futuro de la educación en España
(“un amplio acuerdo social, por el que trabajaremos sin descanso”, en
palabras introductorias de la Ministra). Entiendo que, en este sentido, el libro
encarrila unos términos de debate inicialmente contaminados por promesas
electorales opositoras, más contrastantes que prudentes. Ahora bien: aunque
los encarrila, no estoy seguro de que logre superar tales términos de partida,
ya que, junto a la mesura de las propuestas incluidas en el documento,
permanecen en el aire continuas insinuaciones de litigio propulsadas por
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grupos políticos y sociales que colaboran con el Gobierno e incluso por
destacados miembros del propio Partido Socialista.
1.3.
Encuentro muy positivo el propósito de no caer de nuevo en una profunda
reforma estructural del sistema educativo, así como el propósito de incorporar
al texto legal que se prepare todo aquello que pueda redundar en beneficio de
la educación, proceda de donde proceda. Por la misma razón, me parece
loable el afán de conseguir más una “renovación” altamente participada que
otra nueva “reforma” o, todavía con mayor motivo, una restauración al pleno
de las reformas emprendidas en el período 1983-1996.
1.4.
Encuentro muy oportuna la clarificación que se hace, como punto de partida,
a propósito de la mutua implicación de los conceptos de “calidad” y “equidad”,
dejando asentado que ninguna de ambas puede conseguirse abstrayendo de
la otra. En mi opinión, debería quizá haberse subrayado en mayor medida que
montar la equidad sobre parámetros cualitativamente bajos supone defraudar
de modo especialmente grave a la sociedad en materia, precisamente, de
equidad y justicia.
1.5.
Entrando en aspectos concretos, encuentro positiva la importancia que el
documento concede también al segundo ciclo (3-6 años) de la llamada
educación infantil, proclamando su gratuidad y favoreciendo su acercamiento
inicial a determinadas competencias básicas de aprendizaje. Como se verá
más adelante, mantengo serias discrepancias sobre lo referente al primer
ciclo.
1.6.
De igual modo, me parece muy positiva la intención de que, tanto en el ciclo
anteriormente aludido como, sobre todo, a lo largo de la escolarización
primaria, se preste particular atención a la prevención de los problemas
fundamentales de aprendizaje. Entiendo, de acuerdo con el documento, que
éste es el momento clave para evitar un alto porcentaje de situaciones
posteriores de fracaso. Mantengo a la vez dudas sobre algunas de las
escasas medidas que se proponen y, especialmente, sobre las que no se
proponen. En cualquier caso, me parece positiva la inclusión de una prueba
de diagnóstico al final de la etapa, aunque con las matizaciones que más
adelante haré.
1.7.
Encuentro positivas algunas de las reflexiones y propuestas que se hacen a
propósito de la educación secundaria obligatoria, como, por ejemplo, el
enfoque con que debe afrontarse una repetición de curso (que no es el de
repetir lo mismo) y la cautela general de no favorecer (otra cosa es impedir a
rajatablas) más de dos repeticiones de curso a lo largo de la toda la etapa.
Pero como difiero en aspectos sustanciales con la conceptualización de esta
etapa, me remito a lo que líneas abajo diré.
1.8.
Debo decir algo parecido con respecto al planteamiento que se hace sobre
diversidad y diversificación en la enseñanza secundaria obligatoria. Encuentro
positivas algunas de las reflexiones que se emiten y, en general, la intención
expresa de facilitar un planteamiento lleno de flexibilidad y de atención
personalizada para evitar exclusiones improcedentes y vías muertas. Pero,
como he adelantado, difiero en aspectos sustanciales.
1.9.
Positivas me han parecido las observaciones hechas por el documento sobre
determinadas competencias básicas, relativas al conocimiento de lenguas
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extranjeras o a la familiarización con las nuevas tecnologías. Encuentro, sin
embargo, que las imprecisiones conceptuales y operativas del documento en
esta temática podrían conducir a planteamientos desenfocados.
1.10. La llamada general que se hace al principio de flexibilidad cuando se tocan los
temas del bachillerato y de la formación profesional me parece positiva.
Lástima que tal flexibilidad se vea fuertemente constreñida luego en las
propuestas que se hacen, que sólo muy parcialmente considero admisibles.
1.11. Aunque el planteamiento que se hace del ámbito de los valores me parece
simplista, reduccionista y escasamente operativo, comparto el deseo de las
autoridades de potenciar las acciones escolares en este sentido,
especialmente en la responsabilidad de la escuela en materia de formación
cívica y democrática.
1.12. Las reflexiones efectuadas por el documento con respecto a la tarea clave del
profesorado en la educación y en la mejora cualitativa de la misma me
parecen completamente adecuadas, y las veo como un buen principio para
asentar sobre ellas medidas concretas de renovación. Sin embargo, entiendo
que esto no se cumple después en las propuestas que se realizan, en su
mayoría vagas, difusas, discutibles, voluntaristas, diluídas en cuanto a la
responsabilidad de su ejecución.
1.13. Por lo que se refiere a los capítulos de orden organizativo, me parece
destacable que, por primera vez, un documento educacional de inspiración
socialista distinga adecuadamente entre “dirección” (liderazgo) y
“participación”, haciendo ver la importancia de ambas por separado y en
conjunto, pero no confundiéndolas como hasta ahora. Pienso que, en
coherencia con dicha distinción, pueden extraerse conclusiones más sólidas
que las reflejadas en las propuestas.
1.14. Encuentro muy positivas y de gran interés las consideraciones que se hacen
sobre “autonomía” y sobre “evaluación”, aunque, una vez más, debo añadir
que el contexto que previamente se ha diseñado al hablar (o al no hablar, más
bien) de libertad, derechos y deberes no es demasiado coherente con el
primero de los conceptos, mientras que la imprecisión aletea cuando se habla
de evaluación.
1.15. Por último, estimo positivo el esfuerzo por proporcionar al final del texto una
información estadística clara y concisa a la vez.
2. Aspectos mayormente negativos
2.1.
Me referí más arriba (1.3), valorándola positivamente, a la prudencia del
documento al no caer en profundas reformas estructurales y al proponer más
bien un esfuerzo de renovación general para mejorar la calidad del sistema
educativo. Esto tiene sin embargo una dura contrapartida, que resulta ser a mi
juicio el aspecto principalmente negativo del documento, y es la de sucumbir
ante el “peso del pasado”, si se me permite la expresión. Tienen razón los que
ven el el documento una intención, dictada por el programa del partido, de
restaurar toda la legislación socialista anterior (LODE y LOGSE, y en menor
proporción LOPEG) y a la vez de aplicarle algunos correctivos inspirados
sobre todo en la LOCE (como inspiración directa o como diatriba ante ésta).
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Esto no tendría demasiada importancia si no fuera porque, ante el tan
considerable “peso del pasado”, el documento mira al futuro sólo de reojo.
Sus afirmaciones sobre el siglo XXI, la “sociedad del conocimiento”, etc.,
suenan más a retórica que a convicciones reales, y no son por eso demasiado
creíbles. Hay dos omisiones que ponen esto particularmente de relieve: la
primera, y principal, es la que se refiere al Aprendizaje Permanente (Longlife
Learning) como principio vertebrador de cualquier sistema educativo de
verdadero futuro. En realidad, estamos todavía ante el diseño de un sistema
educativo “por niveles”, bien lejos de conceptualizar las primeras etapas (y
particularmente toda la “escolarización obligatoria”) como un preámbulo y
preparación inicial a la “sociedad del aprendizaje”; y bien lejos de tratar en
profundidad la estructuración de los aprendizajes permanentes. Se me podría
objetar que esto último no puede hacerse sin aludir al papel que en ellos debe
jugar la educación superior, que no es objeto del documento. Pero la objeción
no justifica que el concepto mismo se esfume. En realidad, muchos de los que
el documento considera (con palabras o con posicionamientos) como
“grandes” problemas (como el del fracaso escolar, o como la huída de las
aulas a partir de los 16 años) se convertirían en “pequeños” problemas si se
reconsideraran a la luz del Aprendizaje Permanente. Por lo demás, en este
importantísimo aspecto el documento se distancia de las tendencias
imperantes en los principales países de la Unión Europea y, lo que es
especialmente significativo, de los acuerdos de Lisboa. La segunda omisión
capital es la referente a la naturaleza misma del sistema educativo español.
¿Va a ser realmente “español”, o va a diluirse en 17 sistemas autonómicos?
¿O quizá va a “integrarse” con uno u otro carácter (nacional o plurinacional)
en un sistema “europeo”? No pretendo que el documento resuelva por sí solo
esta espinosa cuestión de claro futuro (tan sometida hoy a presiones de uno y
otro lado), pero al menos sí que la plantee, porque no hacerlo equivale a
hablar por hablar. Parece existir un claro deseo, a lo largo de todo el
documento, de no contrariar en absoluto las pretensiones nacionalistas de
abrirse a “sistemas educativos propios”. Se habla de igualdad y equidad, pero
se olvida que la “cohesión social” dentro de España es una de las primeras
exigencias de una y otra.
2.2.
También alabé más arriba la claridad del documento al hacer
interdependientes los conceptos de “equidad” y de “calidad”. La contrapartida
en este caso es también de gran importancia, y consiste en la práctica
desaparición en el documento de otro concepto igualmente clave e
interdependiente con respecto a los dos: el de “libertad”. Las ambigüedades
del documento en este sentido son más que preocupantes. Las escasísimas
alusiones que se hacen a la “libertad” (por ejemplo cuando se habla de la
LODE en la pág. 93) vienen expuestas en un contexto de “respeto” a las
libertades fundamentales, pero no, como se hace con la igualdad o la calidad,
en un contexto de defensa y de promoción de la libertad en general y de
“libertades” bien concretas en el ámbito de la educación. Más bien se percibe
un hálito de contención o de prevención de esas libertades. Hay en el
documento expresiones y términos cuyo significado conviene aquilatar,
porque no son puramente neutros; se habla, por ejemplo, de “armonizar
derechos individuales con exigencias de planificación”, o de obligada
“participación (de los centros concertados, se entiende) en la escolarización
equitativa”, o de instaurar “formas armónicas y equilibradas de agrupamiento
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de los alumnos” y también de “instrumentos legales que aseguren el
cumplimiento de las medidas”, etc. Cualquier lector avezado sabe que hay
que interpretar estas expresiones estudiadamente ambigüas a la luz de
decisiones políticas tomadas o anunciadas por el Partido Socialista en
algunas Comunidades Autónomas (Cataluña, Asturias, Castilla-La Mancha,
Andalucía) y a la luz también de declaraciones públicas de dirigentes,
parlamentarios, sindicalistas, etc. No es de extrañar que el documento haya
soliviantado, en este sentido, a buena parte del sector concertado. Lo más
curioso es que, al mismo tiempo, el documento realiza un verdadero canto de
alabanza a la “autonomía escolar” (se supone que también de los centros
concertados, no sólo de los públicos), en abierta contradicción con los
síntomas de recorte en materia de libertades que páginas antes insinúa. A
todo esto que estoy diciendo se me puede objetar que esta línea de acción
política es coherente con la ideología socialista y que se orienta así al servicio
del bien común. Yo no participo de esa convicción, y por el contrario sostengo
y estoy en disposición de argumentar (no ciertamente ahora y aquí) que el
principio de libertad es de extrema importancia en el servicio del bien común y
en la mejora de la calidad de los sistemas educativos.
2.3.
Debo referirme a otra importante contrapartida en relación con algo que he
reconocido como virtudes, o aspectos positivos, del documento. Me refiero,
en contraposición al afán de acuerdo y de consenso, al patente espíritu de
dilación, si no de abierta derogación, de las tímidas reformas aprobadas
mayoritariamente y en plena legalidad por el Parlamento Español hace
apenas dos años, y además por procedimientos expeditivos. No me parece
que éste sea el mejor camino para conseguir un clima de consenso. La cosa
resulta todavía más chocante si se tiene en cuenta que el documento no se
muestra, en realidad, extraordinariamente lejos de las medidas últimamente
aprobadas. La sensación que produce su lectura es que lo importante es
componer una música parecida, pero con la letra cambiada, y sobre todo a
cargo de compositores diferentes. Además, resulta incoherente que de un
lado se proclame la urgencia de solucionar los graves problemas que arrastra
el sistema educativo y, de otro, se consagre un tiempo precioso a la sola
discusión sobre las soluciones más pertinentes, cosa que se podría hacer
perfectamente a la vez que se sigue trabajando.
2.4.
Como aspecto negativo del documento y de las propuestas ministeriales
considero el planteamiento que se hace de la educación secundaria
obligatoria, que viene en definitiva a revalidar el que ya hizo la LOGSE hace
14 años, ahora con retoques escasamente significativos. En definitiva, el
documento aboga en favor de una etapa fuertemente unificada hasta los 16
años, de carácter polivalente del principio al final, basada determinantemente
en enseñanzas comunes y, eso sí, admitiendo retoques de tratamiento
personalizado. Retoques que se insinúan, pero que no se concretan, entre
otras cosas porque, en el régimen de flexibilidad que se postula, sería
dificilísimo hacerlo. El Partido Socialista de España se empeña así en
perpetuar una línea de actuación desde años corregida y renovada por los
Gobiernos de la mayoría de los países occidentales, incluidos los de
adscripción socialista. Espero que los responsables político-educacionales
españoles presten la debida atención a documentos como el que acaba de
publicar el correspondiente ministerio del Reino Unido, cuyo mero título pone
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ya suficientemente en evidencia la necesidad de iniciar un planteamiento
diversificado de la educación secundaria (obligatoria y postobligatoria) a partir
de los 14 años de edad. Deberían también prestar atención al documento
francés elaborado recientemente con vistas a la reforma educativa, que sin
ambajes de ningún tipo denomina como “ciclo de diversificación” a los últimos
cursos del collège (secundaria obligatoria”, es decir, a partir de los 13 años de
edad. No estaría de más tampoco analizar las últimas tendencias de otros
países europeos, incluidos los más persistentes (por circunstancias propias
que no son las nuestras) en la idea de secundaria unificada hasta los 16 años,
es decir, los países nórdicos. ¿Se equivocan todos mientras acertamos
nosotros? Dejando aparte los argumentos de orden internacional, sería lógico
esperar que el paquete de educación básica al que tienen derecho todos los
ciudadanos contuviera unos años de iniciación y entrenamiento en
formaciones diversificadas, que van a ser después las más abundantes a lo
largo de toda la vida, mediante el Aprendizaje Permanente. En el fondo, el
documento adolece, como antes la LOGSE, de una visión anticuada (por
niveles) de la escolarización.
2.5.
En parecida línea considero mayormente negativos los aspectos que se
refieren al Bachillerato y a la Formación Profesional. Al parecer, vamos a
persistir en una formación secundaria superior tendencialmente polivalente y
de sólo dos años de duración. Es sabido que esto no ocurre en ninguna parte.
No van a entrar nuestros alumnos en la educación superior en igualdad de
condiciones que los de otros países. Ni van a entrar tampoco en el mundo del
trabajo, si así lo desean, con la misma preparación que otros. Esto debería
preocupar seriamente a quienes tanto valoran el principio, importantísimo, de
igualdad. Puesto que difícilmente vamos a poder añadir un año más a los
estudios secundarios propedéuticos de estudios susperiores, como hacen los
países nórdicos y otros, parece claro que la única solución es la de llevar una
diversificación inteligente (que en absoluto obstaculice el logro de
competencias básicas comunes) a la educación secundaria obligatoria.
2.6.
En su deseo de reinstaurar la LOGSE al máximo posible, el documento insiste
nuevamente en la extremada importancia del período 0-3 años como “tiempo
de escolarización”. Sin poner en duda, primero, la conveniencia general (con
excepciones) de la escolarización temprana y, segundo, la importancia radical
de la educación (no de la escolarización) en los primeros años de vida, deseo
recordar a las autoridades ministeriales que la normativa española de la
LOGSE dista mucho de tener alcance universal. La gran mayoría de los
sistemas escolares del mundo comienzan a los tres años de edad; muy pocos
lo hacen a los dos; algunos lo retrasan a los cuatro; y solamente España y
Chile (que imitó la LOGSE española) se han empeñado en escolarizar a los 0
años. De ahí que el debate sobre si esa etapa o ciclo deba ser “asistencial” o
“educativa” me parece un debate extravagante, fruto de presiones de algunos
padres y madres, de necesidades sociales mal resueltas por otros conductos
y de conclusiones psicológicas apresuradas. A cualquiera le resulta obvio que
tal etapa ha de ser “educativa”, lo que no implica para nada que haya de ser
“escolarizada”, ni que la asistencia extrafamiliar necesaria en numerosos
casos no deba ser a la vez una asistencia educativa. Entiendo francamente
que es un error del documento (o un aspecto negativo) el volver a insistir en
esa cuestión, poniendo en juego un montón de recursos que muchas familias
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podrían y deberían resolver ellas mismas, con las ayudas asistenciales
necesarias. En el fondo, crear una infraestructura enorme en este sector
acabará por crear más problemas de los que intenta resolver. Por el contrario,
el sistema educativo debería fomentar, haciéndola gratuita en todos los
centros sostenidos con fondos públicos, la escolarización temprana a los tres
años.
2.7.
Considero insuficiente el planteamiento que el documento realiza a propósito
de los valores y de su cultivo en la escuela. En primer lugar, me parece
desacertada la insistencia del documento en relativizar la importancia del
esfuerzo personal del educando en la tarea escolar, por mucho que la LOCE
se haya manifestado en sentido contrario. La exigencia de un clima de mayor
esfuerzo no es algo que la LOCE se haya sacado de la manga, sino un
clamor universal de padres, profesores y empleadores. Parece demostrado
que, en el declive que se denuncia, algo han tenido que ver las leyes
anteriores, incluidas (aunque no en exclusiva) las socialistas. Tanto en
páginas iniciales como posteriormente, el documento viene a sugerir que,
aunque está bien que el alumno se esfuerce, antes tienen que esforzarse la
sociedad, el estado, los padres y los profesores. Pienso sinceramente que se
están confundiendo las cosas, y que semejantes insinuaciones en poco
ayudan a mejorar la situación educativa de nuestro país. Por lo demás, echo
de menos un planteamiento mucho más profundo y riguroso sobre el conjunto
de valores humanos, cívicos, morales, culturales y espirituales a los que la
escuela debería de algún modo contribuir, sin olvidar que, como numerosas
investigaciones han demostrado, los valores (o contravalores) que acaban por
prevalecer son los que tienen su origen en la vida familiar, o en la ausencia de
ella.
2.8.
Considero que la propuesta que realiza el documento a propósito de la
enseñanza religiosa en la escuela no solamente no mejora la solución
prevista ya en la LOGSE y mucho menos la prevista en la LOCE, sino que la
empeora. Convertir en contenidos transversales, impartidos sobre todo en
determinadas materias humanísticas y sociales, la instrucción a todos sobre el
hecho religioso y sus numerosas manifestaciones es gana de complicar las
cosas y de persistir en la triste situación de incultura que, en tan gran
proporción, vive la juventud española. De otro lado, esto exigiría una revisión
minuciosa de los programas de las materias en atención a sus contenidos, y
no tanto en atención a las competencias que las materias básicas deben
alumbrar; se contribuiría de este modo a propagar el “conceptualismo” y la
fijación en los contenidos de los que tanto se abomina en el propio
documento. Junto a esto, la confinación de la enseñanza religiosa confesional
a franjas horarias determinadas y discriminatorias me parece un grave
atentado a la libre decisión de las familias que la solicitan.
2.9.
Pese a su patente voluntad de síntesis, considero todavía como insuficiente y
negativo el planteamiento que se hace con respecto al liderazgo escolar y a
los cauces de participación. En realidad, el documento se retrotrae en la
práctica a las disposiciones de la LOPEG, correctoras ya en buena parte
(como lo demostró con disgusto un sector de la propia izquierda en su
momento) de los planteamientos de la LODE. En orden a conseguir cotas
más altas de calidad, es imprescindible que los centros españoles,
particularmente los públicos, recuperen el sentido de orden y de autoridad que
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nunca debieron perder, favoreciendo una conducción eficaz de sus proyectos
educativos y de su gestión diaria. Es imprescindible que la dirección de los
centros tenga, como en la mayor parte de los sistemas educativos de
prestigio, un carácter profesionalizado y colegiado, y que venga ejercida en
condiciones dignas por personal debidamente formado para ello y nombrado
por la autoridad titular de los centros. Es difícil asegurar todo esto, pero desde
luego lo será mucho más si se sigue priorizando la conducción del proceso de
selección de directores y de gestión por parte de los consejos escolares, que,
por el contrario, deberían recalar definitivamente en su condición de órganos
de participación y de asesoramiento, de la misma manera que lo son, a nivel
nacional, el Consejo Escolar del Estado o, a nivel autonómico, los Consejos
Escolares respectivos (sin que esto implique mi acuerdo con la actual
estructura, composición y misiones de estos organismos, muy imperfectos a
mi modo de ver). La incoherencia que, en este sentido, inauguró la LODE
continúa sin ser debidamente resuelta.
3. Aspectos necesitados de mayor maduración
3.1.
A diferencia de otros documentos internacionales antes mencionados y no
mencionados, el documento español de referencia profundiza escasamente
en lo que quizá debería ser uno de sus mayores objetivos: establecer con
claridad cuáles son y deberían ser las tareas exigibles a la escuela y cuáles
son y deberían ser las competencias básicas y los conocimientos que la
escolarización, sobre todo la obligatoria, debería alcanzar en todos y en cada
uno de los alumnos. Las ideas que suministra el documento sobre tan
importantes conceptos son vagas y superficiales, y no dejan claras las
responsabilidades que cabe exigir a las diversas administraciones, entidades
e instituciones, y las que no cabe exigir.
3.2.
En esa misma línea, hubiera sido de desear que el documento hubiera
argumentado y presentado propuestas claras sobre su concepción de
currículum nacional. No parece lógico hablar, incluso en el título, de
“educación para todos y entre todos” y omitir después tan necesaria
referencia. ¿Se sigue pensando en tal currículum como en una determinación
de “contenidos mínimos”? ¿No se trataría más bien de un currículum basado
en “competencias”, más que en contenidos conceptuales, como el documento
no se ahorra de criticar, sin proporcionar empero pistas más clarificadoras?
¿No hubiera sido oportuno examinar críticamente, aunque de modo somero,
el propio concepto de competencia? Pero sobre todo, ¿qué incumbirá al
Estado en la definición de tal curriculum, y qué incumbirá a las
Administraciones, y que podrá dejarse a la “autonomía” de las instituciones?
3.3.
Debo decir algo parecido sobre evaluaciones y controles del rendimiento
escolar y de otros importantes aspectos igualmente evaluables. Algunas
propuestas implican al INECSE, pero no se sabe en qué medida ni con qué
alcance, ni la capacidad de juego que piensa conferirse en estos aspectos a
las Comunidades Autónomas. Se recurre abundantemente a “evaluaciones
internas”, pero se olvida que un esfuerzo colectivo de educación exige
también oportunas evaluaciones externas que no sean siempre “de
diagnóstico”. En resumidas cuentas, entiendo que todos estos aspectos
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deberían haberse presentado de modo más sopesado y maduro ante la
opinión pública.
3.4.
Un aspecto concreto que me ha parecido también insuficientemente
argumentado es el relativo a la propuesta de seguir aplicando, con otras
palabras, una suerte de examen de selectividad como prueba única al final de
la escolarización secundaria, y dirigido al ingreso en las instituciones de
educación superior. Los autores del documento no desconocen –estoy
seguro– que esto se plantea de modo diferente en la mayor parte de los
países de nuestro entorno, y tienen también la oportunidad de explorar
diversas soluciones actualmente en ensayo o en proyecto, como la inglesa.
Sería interesante que proporcionaran a los españoles más datos y más
opciones, para que efectivamente se argumente una mejora y no una simple
vuelta a atrás.
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