Pirichi el Náufrago y los Maganos de Mariuca Toniuco de la Hornija Gran alboroto en el muelle, había llegado un mercante de bandera extranjera, cargadores, descargadores, carreteros, mujeres con carpancho bajo el brazo, otras con la cestaña con rueco a la cabeza, curiosos de paso y locales, todo tipo de personajes se llegaban al barco amurado y, ¡cómo no!, los niños, los raqueros. En cuanto los raqueros llegaban al muelle en torno al barco, lo primero que hacían era lanzarse al agua y, desde allí, gritaban: - ¡Señor, señorita… tire una peseta, una perruca… verá cómo la cogemos…! Y sí que la pescaban, alguno antes de que llegara al fondo; el más hábil y más avispado de todos era Pirichi, este niño raquero rubio, de ojos azules, flacucho, siempre con la sonrisa en los labios y la voz cantarina de su San Martín de la Mar, tenía gracia y hacía gracia, así que siempre conseguía llevarse más perrucas que los otros. La vida de Pirichi siempre fue la mar. Niño del barco, mariscador de costa y marismas, pescador de barquía, de guadañeta, potera, palangre, redeño… etc., era muy afamado; decían que pescaba mejor que el Culebre de Ambojo, el que se las sabía todas; conocía todos los pozos, las garmas, donde había barcos hundidos, corrientes, marcas, ¡el mejor! Pero donde no tenía rival era pescando maganos de temporada; ahí le llamaban el Rey del Magano. Conocía todos los peces y sabía dónde encontrar cada variedad y cuándo era el mejor momento: cabras, julias, verruguetes, panchos, cabrachos, salmonetes, cachones, pulpos, durdos, mojarras, doradas, lubinas, fanecas, pañosas, brecas, perlas, perlones. Sabía de peces venenosos, como la raya (águila marina), la raya tembladera o el salvareo; para la pesca del congrio y luciatos, preparaba unos aparejos con carnada que nunca le fallaban. A la edad de dieciséis años ya era un marinero pescador enrolado en un barco para faenar el bocarte, la sardina, el bonito, el besugo, el chicharro, el verdel, la caballa, la paparda y otros de costera. En la década de los cuarenta, en el Tardío y en el Golfo de Vizcaya andaban faenando a papardas. Era la tardecilla y ya caía el sol, cuando aparecían las papardas enseñando el lomo por el agua; el patrón se percataba de que los toínos van tras las papardas para comerlas; el barco no daba avante y ordenó a Pirichi que saltase a la barquía, tomando los remos y bogando para seguir a la lancha merlucera, mas este barco se alejaba y alejaba. Cuando ya llevaba más de una hora solo, se desató un fuerte viento sur-oeste; Pirichi se aguantaba con los remos pero el viento, cada vez arreciaba más abriéndose hacia el norte y, además, en aquella lucha se le partió un remo, quedando a la deriva. Se hizo de noche y Pirichi cada vez se veía más adentro, mas no perdía la esperanza de que la lancha suya viniese en su busca; pero nada. Cuando avanzaba la noche amainó la mar, poniéndose mar bella, mas apareció la lluvia que inundaba la pequeña y frágil barquía que Pirichi achicaba con un pequeño tangarte que llevaba a bordo del bote. Pirichi cinglaba como podía y entendía cual era la buena deriva pero muy nervioso, hasta que la noche, el cansancio y el hambre agotasen sus fuerzas; la sed pudo mitigarla con el agua embarcada por la lluvia que, aunque estaba mezclada con el agua salada, se podía beber y así calmar la sed. Extenuado, se durmió hasta el amanecer en el que una fina lluvia le despertó, un poco aterido de frío; no obstante, bebió del agua de lluvia con el milagroso tangarte, cingló un poco para quitar el frío y mirar virando ansioso de encontrar algún barco salvador: no entraba en su cabeza que no lo buscasen y encontrasen. Durante el día, cuando divisaba a lo lejos algún mercante trataba de cinglar hacia él, pero nada; lo mismo en la noche cuando se encontraba con fuerzas y divisaba alguna luz. En todo ese tiempo, rezaba, lloraba, gemía, se acordaba de sus padres y familia; sobre todo de su novia, la Mariuca. De esta forma pasaban los días y las noches, perdiendo la noción del tiempo y ya, casi, la esperanza de ser salvado; el agua de lluvia mantenía con vida a Pirichi, que la mayor parte del tiempo lo pasaba tumbado en la barquía a la deriva. Había perdido la esperanza cuando, a los varios días, dormitando, le despertó el sonoro pitido de un buque enorme. Pirichi se incorporó, comenzando a pedir auxilio, ¡socorro!, gritaba desesperado. Se quitó la camisa para hacer señales, pero estaba agotado y su voz era muy queda, lo que le quedaba de fuerzas le salía de lo más profundo. ¡Auxilio! ¡Socorro, socorro! Cuando, de pronto, notó que el gran buque moderaba la marcha virando hacia su barquía. ¿Me salvarán?, se preguntaba. Efectivamente, el enorme buque se acercó por estribor a la barquía. Los marinos hacían señas, dando tranquilidad y hablando en una lengua que no entendía el náufrago quien, de pronto, ve cómo lanzan por la banda de estribor una escala de gato y que por ella desciende un marinero con dos sogas de cáñamo, para abordar la barquía de Pirichi. El marino hablaba y hablaba. Pirichi no entendía; sólo los signos y los gestos indicaban a su maltrecho cuerpo lo que iban a hacer. Ató el marinero a Pirichi con una soga; con la otra se ató él, y ¡ale!, a la escala de gato. Pirichi tuvo mucha dificultad, no le quedaban fuerzas pero, al final, entre el marinero y los que estaban a bordo del buque lograron izarle a cubierta. La barquía también fue izada a bordo con un puntal del buque de carga. Después de una pequeña exploración médica le invitaron a comer algo de lo suyo: - 1º una sopa caliente de verduras con carne de res y un poco de páprika, BOPLUS, muy rica según les expresaba el náufrago Pirichi - 2º le ofrecieron KOTMETA, que es carne de cerdo picada con un poco de queso fresco muy bueno; parecía una albóndiga aplastada - 3º C/AN que es un té negro, esto ni lo probó. Lo que sí probó fue una copuca de RUSSIAN VODKA que le animó a una sonrisa y unas lágrimas al momento, su alegría le desbordaba por dentro y por fuera, gracias repetía y repetía entre lágrimas y suspiros, diciéndoles: vengan a mi San Martín de la Mar que allí estará la mi Mariuca que les preparará unos maganos encebollados de chuparse los dedos. Gracias, gracias. En cuanto comió y bebió un poco comenzó el capitán a hacerle preguntas: Kak Febia zobut, at Kudte straña, imia. No entendía nada de lo que le preguntaban, que era: ¿cómo te llamas?, ¿de dónde eres? ¿de qué país eres? ¿cuál es tu nombre? Pirichi sólo decía: español, San Andrés de la Mar, Cantabria, me llamo –dándose en el pecho- Pirichi y yo quiero ir a mi casa para ver a la mi Mariuca. ¡No entendía nada y es que el buque y la tripulación eran de bandera rusa! El capitán del barco mercante tomó la decisión de llevar al náufrago y su barquía a La Rochela, Francia, para entregarlo a las autoridades de aquel puerto, que era el más cercano, habiéndole dado el auxilio de náufragos, en la mar océana. El barco pesquero (su merlucera) buscó y buscó aquella noche, y de madrugada se vino a puerto para comunicar al cabildo y autoridades lo ocurrido. Se movilizaron los pesqueros de los puertos de Vizcaya, Guipúzcoa y Cantabria, siendo infructuosa la búsqueda. A los tres días y cuatro noches lo declararon desaparecido, haciendo unos sentidos, llorados y gemidos funerales. Era muy querido Pirichi y muy popular. Días más tarde, cuando todos los cabildos estaban tristes por la desaparición del pescador Pirichi el náufrago, llegaron a San Martín de la Mar noticias procedentes de Francia de que un barco mercante ruso había recogido a un náufrago español que decía llamarse Eugenio Porfirio Anguiamar, y que estaba en La Rochela, Francia. La gente de San Martín de la Mar no se lo podía creer y, además, después de tantos días es imposible que viva y con ese nombre de Eugenio Porfirio y tan lejos… - Ese no puede ser nuestro Pirichi, ¿será otro…? Hasta que ya lo confirmaron el cabildo y las autoridades, enviando un coche a La Rochela con el Presidente y Patrón Mayor del cabildo de San martín de la Mar para recogerle. Cuando llegó a San martín de la Mar le hicieron un clamoroso recibimiento con bombas, cohetes y banda de música. Todos y todas querían tocarle, besarle, abrazarle… Era Pirichi, “El Náufrago”. Cuando en medio de la mar eres náufrago en las olas sólo te queda rezar Y pedirle a Dios a solas Te dé fuerzas y una boya… ¡a que te puedas agarrar! Pirichi, después del naufragio y salvamento no volvió a pescar papardas, se dedicó a pescar en la bahía y mariscar en costa y marismas; seguía siendo el mejor, en competencia con El Greñosu, El Ojubreca, El Mazagote, El Pelu Ratón, El Pacalo y otros personajes. La barquía de Pirichi era la más bonita y la más airosa, la más ligera de la dársena de Molnedo, en Puertochico. Todas las pejinas lo adoraban, como La Cruzona, La Simblusa, La Durda, La Tora, La Jibiona y otras mozas, pero él se había enamorado de “La Mariuca”. Mariuca era una moza marinera y pejina, guapa, ardorosa, rubita y pecosa, de media estatura. Estaba enamorada de Pirichi, se lo insinuaba con requiebros y defendiéndole vehementemente de que otras mozas se lo arrebatasen, pero sabía que tenía que esperar: Pirichi tenía que ir a la Marina para cumplir con la mili; así fue: Mariuca aguardó a que terminase para casarse con él. Terminada la mili, Pirichi se dedicó a la pesca, sobre todo a los maganos y cachones; había ganado en experiencia y ello le propiciaba pescar más, obteniendo un buen capital, lo que le permitiría casarse en seguida con la su Mariuca. Entretanto Pirichi hacía la mili, Mariuca le aguardaba con fidelidad y se preparaba una auténtica mujer de pescador y, cómo no, lo que más le gustaba desde que su madre le enseñó fue cocinar los maganos. Regresó Pirichi El Náufrago de la mili, preparó su barquía a remos, y a pescar maganos. Muy pronto se casaron, siendo una boda muy sonada y bulliciosa; los dos, Pirichi y Mariuca eran muy populares y queridos. Pirichi El Náufrago pescaba y Mariuca vendía y cocinaba; nadie lo hacía como ellos; eran muy felices, hacían lo que querían y, lo que es, es… Todos querían saber cómo lo hacian: - Pirichi, ¿cómo haces para siempre pescar? –preguntaban - Pues ya sabes, buena guadañeta, mucho pulso, y al alba y a la caída del sol con viveza y paciencia, pues ya sabes… apareju en el agua… pez espera, y la realidad es como es –contestaba. - Sí, así hacemos muchos, pero el que más pesca eres tú, Pirichi - Puede ser que los maganos me sientan más gracioso y quieran estar conmigo… No sé, pero lo que es… es y la mar es igual para todos – razonaba La fama de Mariuca iba en aumento; todos querían saber cómo lo hacía, pero ella no le daba importancia, lo consideraba lo más sencillo y, ante la insistencia de los que querían saber los secretos de Mariuca, ella les explicaba: - Mira, hijuca… lo primero que sean frescos; después, quítales lo amargo, no deslavarlos y secarlos con un paño, buen aceite de oliva virgen y sal marina. En una sartén aparte, freír la cebolla roja después de cortada en juliana, friendo hasta caramelizar y que ablande. En otra sartén se cocinan los maganos hasta que tomen la color; cuando la cebolla y los maganos están a punto de guiso, los juntas en una de las sartenes, unidos, como para casarse, que debe ser cuando están a punto, ¡hijuca! Si no están al mismo calor… no los cases, que se divorciarán. La receta más pejina: Maganos encebollados 1 kg. de maganos, 8 cebollas, aceite de oliva virgen, sal marina Preparación: limpiar los maganos. Se saca la cabeza limpiando lo amargo de la tripa y al cuerpo se le quita la espina. A todo el trabajo ponerle lo de Mariuca: mimo, cariño y amor Vocabulario Pirichi: nombre y apodo pejino a personas populares Mariuca: nombre cariñoso y diminutivo de María Carpancho: cesto de costilla de madero con asa Cestaña: cesteña de costilla para llevar a vender el pescado puesta sobre la cabeza; sardineras, pescateras Rueco: rueños: cabecil de tela para apoyar las cesteñas, cestos sobre la cabeza Raqueros: niños de muelle en Santander Perruca: nombre dado a moneda pequeña (peseta) Magano: jibión, txipirón, calamar Bocarte: boquerón, anchoa, pez curado en salmuera con parte de su sangre Carnada: cebo de pesca Toínos: especie de delfines Tangarte: tanque pequeño para achicar agua en las lanchas Cinglar: bogar, remar con un solo remo puesto en popa Barquía: lancha pequeña, mayor que el chinchorro, ideal para pescar maganos, cabras, julias, durdos, etc. siempre a pulso Escala de gato: escalera flexible que se lanza de cubierta al agua Pejina: pejino, pejines: pescadores de los puertos de Cantabria Cachón: nombre dado en la bahía de Santander a: jibia, rellena, sepia, choco Así le cantabra Mariuca a Pirichi: Cuando vuelvas a pescar no te olvides que en Molnedo (Puertochico) hay mozucas con más sal que sal hay en el mundo entero Todo fresco, todo rico, de lo bueno lo mejor el pescao de Puertochico y su gente sí, señor