Algunos interrogantes sobre las intervenciones humanitarias en el

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Algunos interrogantes sobre
humanitarias en el siglo XXI
las
intervenciones
Luis Sánchez Pérez
Comunicación presentada en el Congreso "La seguridad europea en el siglo
XXI", Universidad de Granada, 5-9 de noviembre de 2001
"Proclamar que la fuerza no es un argumento suficiente es olvidar la
naturaleza de la política, en la que aquello que se gana o aquello que se
pierde tiene efectos retroactivos. Si pudiésemos retirar la fuerza de la
política sólo permanecerían los valores de la verdad o de la moral; pero tal
retirada es imposible y sólo podemos, en el mejor de los casos, esforzarnos
en conservar aquellos valores o integrarlos en la política. Aquí aludo a un
problema fundamental, tan difícil que mis contemporáneos han intentado
vanamente solucionarlo"
CZESLAW MILOSZ. Une Autre Europe.
París, 1959, pág. 122.
Parece evidente que el viejo principio de no injerencia está
cambiando y un nuevo movimiento hacia el principio de intervención
limitada está ganando terreno. Esta comunicación analiza brevemente la
sustancia del principio naciente de la intervención limitada y sus
consecuencias desde el punto de vista europeo.
La intervención de la OTAN en Kosovo ha marcado ese momento de
no retorno, el antes y el después en las Relaciones Internacionales y el
temblor que ha logrado agrietar los pilares de la Sociedad Internacional: el
statu quo se ha tambaleado y el gigante Goliat que parecía invencible e
inamovible, ha resultado tener, parafraseando a Quevedo, los pies de barro,
cediendo ante el humilde David.
Kofi Annani[i], a la sazón Secretario General de las Naciones Unidas,
ha reconocido que estamos ante una nueva era y que la intervención de la
OTAN en Kosovo ha supuesto realmente un hito, que no un punto de
inflexión. Sin embargo, como todo lo que cambia produce temor y
desconfianza, la Comunidad Internacional recela ante los posibles peligros
que pueden surgir en torno a esta figura llamada injerencia humanitaria.
Con todo esto se pretende demostrar que pese a todos los cambios
acontecidos, aún queda mucho camino por recorrer pues aún sigue
existiendo en las Relaciones Internacionales un doble rasero que se aplica
según las circunstancias y los sujetos que intervienen en cada caso ad hoc y
el peso de la soberanía sigue siendo importante y determinante en la
balanza de los intereses del ciudadano frente a los del estado.
Ante este nuevo principio de injerencia, surgen una serie de
interrogantes en torno a qué conditio sine qua non deben darse para que
una intervención pueda ser considerada pertinente:
1/. ¿Quién puede intervenir?: La practica reciente ha introducido una
distinción radical entre intervenciones colectivas e intervenciones lideradas
por Estados. Por un lado, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
puede decidir intervenir en un Estado determinado, independientemente del
consentimiento de su gobierno en aras a mantener o restaurar la paz y la
seguridad internacional, en aplicación del capítulo VII de la Carta de San
Francisco de 1945. El único límite del Consejo de Seguridad es respetar el
procedimiento y condiciones estipuladas en el propio capítulo VII.
Las Naciones Unidas han actuado casuísticamente, encontrando
apropiada la intervención, en primer lugar, ante las situaciones domésticas
que constituyen amenazas para la paz y la seguridad internacional (por
ejemplo los kurdos en el Norte de Irak, Bosnia, Somalia, Haitíii[ii]). Surge el
problema de la arbitrariedad del Consejo de Seguridad que sí interviene en
unos casos y en otros no (no intervención en Sudán, no protección a los
kurdos en Turquía o a los chiítas en Irak por ejemplo), es decir, el uso del
doble rasero. En segundo lugar es el criterio de sufrimientos masivos y
sistemáticos. La debilidad de este criterio estriba en la dificultad de
especificar lo que constituye una “violación masiva”. En tercer y último
lugar la no necesaria aprobación del estado afectado para llevar a cabo la
intervención, pues depender de tal consentimiento puede frustrar las
pretensiones de ayuda.
Por el otro lado, los estados individualmente pueden también
intervenir militarmente, incluso sin la aprobación expresa del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas, pero sólo bajo ciertos y estrictos requisitos
que son discutidos infra. Moralmente, no está prohibido la acción unilateral,
en tanto en cuanto que no haya una inmediata alternativa viable. No cabe
duda de que las masacres son una cuestión de interés universal, por lo que
no rechaza este tipo de actuaciones individuales (por ejemplo la
intervención de la India en Bengala contra Pakistán). No sólo están
permitidas las intervenciones colectivas sino también las unilaterales en
crisis que amenacen la paz internacional y en casos de violaciones masivas
de los derechos humanos, pues no está claro que la acción llevada a cabo
por las Naciones Unidas o una alianza de grandes o medianas potencias,
tenga necesariamente un mayor grado de moralidad que con respecto a la
de un estado en solitario. Deben ser autorizadas por Naciones Unidas o por
una Organización que actúe con consentimiento de ésta (la O.E.A. por
ejemplo en Haití). Cuando las Naciones Unidas y la organización
internacional regional resultan impotentes para actuar por problemas
internos, el estado deberá ser autorizado por la ONU en todo caso. Con
respecto a las intervenciones colectivas, siempre que sigan los dos primeros
criterios. Sin embargo, podemos encontrarnos en una de estas dos
situaciones: inacción o bloqueo del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidasiii[iii]. ¿Qué ocurriría entonces? ¿Debe primar la legalidad sobre la
moralidad, observando impávidos el desarrollo de los trágicos
acontecimientos?. La intervención de la OTAN en Kosovo al margen de la
legalidad internacional es un claro indicio del problema planteado.
Pensamiento igualmente expresado en el Libro Blanco de la Defensa 2000,
donde se afirma "(...) aunque en caso de bloqueo del Consejo de Seguridad,
la actuación bajo el principio de injerencia humanitaria podría llegar a
constituir la respuesta de la Comunidad Internacional en los casos de
flagrante violación de los derechos humanos".iv[iv] Michael Walzer afirma que
no hay razón moral alguna para adoptar la postura de pasividad en espera
de la llegada de las NN.UU. (esperando el estado universal, esperando al
Mesías,...). De algún modo justificaría ese statu quo y de algún modo sería
cómplice de tales agresiones, pues al lavarse las manos cediendo el peso de
la carga a la Organización Internacional mundial o regional, estaría
adoptando una postura conservadora e inmoralv[v].
En todo caso, como norma básica, el Consejo de Seguridad tiene una
responsabilidad inicial, por lo que los estados están sólo amparados para
actuar cuando el Consejo de Seguridad esté inhabilitado para tomar esa
responsabilidad. ¿Cuándo está el Consejo de Seguridad imposibilitado para
actuar? En el caso de Kosovo, la acción de la OTAN fue tomada sin previa
autorización porque era seguro que un veto en el Consejo de Seguridad
impediría una solución efectiva. Como Robin Cook, a la sazón Ministro de
Asuntos Exteriores británico, puntualizó "regretably, the threat of veto by
two Permanent Members made Security Council action impossible despite
the majority support for our cause"vi[vi].
2/. ¿Bajo qué circunstancias se puede intervenir?: En el caso de Kosovo, la
OTAN actuó para prevenir una catástrofe humanitaria y para restablecer la
paz y la estabilidad en la región. Ambas razones fueron siempre citadas
conjuntamente: la OTAN nunca alegó actuar para mantener la paz y la
seguridad exclusivamente y esto revela la importancia respecto del nuevo
principio. El papel regional de la OTAN ha sido ampliamente percibido como
legítimo y en concordancia con los principios y propósitos de la Carta de
Naciones Unidas y así fue posteriormente reconocido por el Consejo de
Seguridad de la ONU.
Según el Concepto Estratégico de la OTAN, están defendiendo los
propósitos y fines de la Carta de San Francisco, lo cual no significa
necesariamente que estén siempre a la disposición del Consejo de
Seguridad o de otras Organizaciones Internacionales. El hecho de que
pueda actuar sin el consentimiento del Consejo de Seguridad obliga a la
OTAN a interpretar y aplicar tales principios correctamente.
Igualmente, en los casos de situaciones humanitarias particularmente
serias, existe una obligación de intervenir. Es una obligación moral ante los
genocidios para impedir tales masacres. Está claro que los estads no
pueden intervenir en cualquier lugar. Ruanda ha sido un claro caso en que
se debió intervenir, como así lo afirma el Secretario General de NN.UU., Kofi
Annan, en su discurso ante las Asamblea General: "In essence the problem
is one of responsibility: in circumstances in which universally accepted
human rights are being violated on a massive scale we have a responsibility
to actvii[vii]".
Otro caso de intervención es aquel en que se produce para rescatar
a nacionales bajo ciertas condiciones. La última intervención británica en
Sierra Leona en el año 2000 ha sido un claro ejemplo de la probada
aceptación de la Sociedad Internacional para rescatar nacionales en serio
peligro en otros países, cuando el gobierno de esos estados no tienen ni la
voluntad ni los medios de protegerlos. Otros ejemplos prueban la facilidad
de abusar de tal idea. De ahí la importancia de establecer y respetar las
condiciones correctas de dirigir este tipo de intervenciones humanitarias.
Estas condiciones incluyen: que el gobierno debe tener una responsabilidad
activa o pasiva en la situación originada; que el peligro para con los
naciones debe ser verificable; que la operación militar debe estar limitada a
la realización de los objetivos de salvar vidas y que esta operación debe
acabar una vez los nacionales han sido rescatados.
3/. ¿Cuándo se debe intervenir?: Es decir, se debe postergar la
intervención hasta el fracaso de los esfuerzos diplomáticos y otros medios
pacíficos de coerción, o por el contrario, en determinadas ocasiones el
empleo inmediato de la fuerza puede constituir el método más adecuado y
único capaz de evitar el agravamiento de la crisis. Clinton, a la sazón
presidente de los Estados Unidos, dijo estar impresionado por la idea de que
“en tan sangriento siglo, han muerto millones de personas por la tardía
reacción de las democracias ante el mal y la agresión”viii[viii]. El caso de la
provincia de Kosovo en Yugoslavia tras un largo proceso de negociaciones
en Rambouilletix[ix], precedido de la Resolución 1160, fue finalmente
abocado a una intervención militar por parte de la OTAN. Se deben intentar
acciones diplomáticas antes de recurrir finalmente a la fuerza. Sin embargo
esto puede llegar a ser un castigo divino similar al de Prometeo, inutilizando
esta posibilidad. Es una falacia lo del llamado "último recurso", puesto que
siempre cabe intentar algo antes de recurrir a la fuerza: otra nota
diplomática, otra resolución de NN.UU., otro encuentro. Así que sería
absurdo en su sentido literal, decir que los estados pueden usar la fuerza
sólo como último recurso, pues ésta devendría moralmente imposible de
ejecutar. Incluso en determinadas ocasiones, el retrasar la intervención
puede acarrear un empeoramiento de la situación humanitaria y por el
contrario, siempre se debe apostar por la negociación cuando ésta pueda
llevar a una eventual solución pacífica.
4.¿Cómo se debe realizar la intervención?: Existen dos posibilidades
de aplicación de medidas coercitivas: las militares y las sanciones
económicas.
Estos
instrumentos
deben
dirigirse
a
cambiar
el
comportamiento o para llevar a los responsables ante la justicia. La
efectividad del uso de la fuerza depende del las características del objetivo.
Dirigir el uso dela fuerza al conflicto en vez de a las partes beligerantes, tal
y como fue realizado a principio de los años noventa en Bosnia y Somalia,
conlleva a fallos políticos estrepitosos. La fuerza militar debe ser
proporcional con el objetivo humanitario y debe respetar el Derecho
Internacional Humanitario. La intervención militar es el último resorte para
resolver una crisis con insoportables consecuencias humanitarias. Las
medidas coercitivas deben ser adoptadas en directa relación con el objetivo
de prevenir la catástrofe humanitaria y no dirigida hacia otros fines. La
intervención militar debe ser confinada estrictamente a las acciones de
fuerza que sean necesarias para alcanzar el objetivo humanitario. Cuando el
ánimo de restablecer la paz y seguridad es prioritario, el objetivo concreto
de la intervención es más difícil de definir y consecuentemente sus medios.
En cualquier caso, la intervención militar debe respetar las reglas del
Derecho Internacional Humanitario. Sin embargo, mientras los principios de
necesidad y proporcionalidad son reglas del derecho de la guerra bien
establecidas, su aplicación en casos específicos son problemáticos. El dilema
tiene varias facetas. No existe una regla que pueda determinar que acciones
militares específicas son necesarias para lograr un fin justo.
Por otro lado, la intervención abrumadora puede provocar un rápido
fin del conflicto. Más aún, las acciones de fuerza son naturalmente llevadas
a cabo para producir un efecto letal, y no siempre es posible separar a los
inocentes de aquellos efectos incluso si son realizadas con el máximo
cuidado. Pese a tales problemas, las reglas generales se aplican, y
seguramente más intensamente en operaciones militares que son diseñadas
para prevenir crisis humanitarias y restablecer la paz y la seguridad.
En el caso de Kosovo, los informes evacuados por algunos ministros
de defensa han acentuado que los miembros de la OTAN fueron respetuosos
con el Derecho Humanitariox[x]. Durante la operación KFOR en Kosovo, se
puso énfasis en evitar lo que se denominaba "misiones de arrastre por el
terreno", es decir, de evitar la tendencia de que las fuerzas militares
empezaran a sumir funciones que se consideraban propias de civiles. Pero
al final fue quedando cada vez más claro que el éxito militar no era posible
por sí solo. Esto ayudó a forjar unos vínculos cada vez más estrechos entre
las fuerzas de mantenimiento de la paz y sus numerosos homólogos civiles.
Las medidas militares deben estar apoyadas en instituciones civiles,
completarse y coordinarse a fin de que las Operaciones de mantenimiento
de la Paz puedan tener éxitoxi[xi].
Así las cosas, no se ha de olvidar que el interés nacional es un factor
condicionante entre las consideraciones políticas de los estados cuando las
decisiones para intervenir son tomadas. Los estados serán proclives a las
intervenciones para prevenir crisis humanitarias que tengan lugar en sus
fronteras o puedan afectar a su seguridad regional. Es más, las
intervenciones por razones humanitarias son costosas y los estados estarán
más propensos a participar en aquellas en las que el interés nacional este
en juego. Pero, masacres de grandes dimensiones y genocidios deben ser
parados sin pararse a considerar si afectan a los intereses nacionales o no.
La condición más importante que limita las intervenciones son los medios
adecuados al objetivo marcado. Actualmente, los objetivos demandados de
intervenciones militares legitimas reclama el uso de medios sofisticados.
Sería impensable detener una tragedia humanitaria a través de una guerra
a gran escala que podría causar incluso más daños humanos. Si los
potenciales intervinientes no tienen los medios adecuados, la no
intervención sería la mejor opción, incluso si otras circunstancias que
permitieran la intervención estuvieran presentesxii[xii]. Además, una
intervención bienintencionada que no esté realizada con los medios
apropiados puede degenerar en un escenario indeseado para los
intervinientes.
El Informe Brahimi de las Naciones Unidas extrae una serie de
conclusiones sobre la necesidad de una disposición de fuerzas potentes y
una estrategia razonable de fomento de la paz. Así cuando una de las
partes conculca reiteradamente las cláusulas de un acuerdo de paz, no se
puede seguir tratando a las dos partes por igual, pues mina la credibilidad
de la misión. De ahí que las misiones deban tener la autoridad suficiente
para usar la fuerza para hacer frente a la violencia, y la capacidad y
determinación necesarias para derrotar a los agresores. Ello implica unas
fuerzas mayores, mejor equipadas y más costosas capaces de suponer una
amenaza disuasoraxiii[xiii].
En todo caso, un número de preguntas han surgido en cuando a la
adecuación de la fuerza militar. Los ataques sobre objetivos fijos con efecto
sobre los civiles, las dificultades de evitar los daños colaterales mientras se
bombardean desde mucha altura, el uso de materiales contaminantes como
productos químicos contaminantes y el uso de bombas clusters, partes de
las cuales permanecen sin explosionar, han sido mencionados por
parlamentarios, ONG's y autores como prueba de la ilegal e imparcial
campaña de la OTAN.xiv[xiv] Walzer destaca la dificultad que conlleva el
computar elementos en juego como la soberanía o derechos. Él insiste en
apuntar hacia las consideraciones obvias de prudencia y utilidad como
condiciones limitadoras del objetivo de la justicia en tiempo de guerra. Hay
tres estrategias según el profesor HOFFMAN. Una minimalista, que actúa
sólo en casos de política humanitaria, propia de la Cruz Roja. Otra segunda
que apoya la actuación con refuerzos militares que mantengan la paz. La
tercera estrategia es la más ambiciosa y aboga por un uso más amplio de la
fuerza que tenga por objeto el desarme de los contendientes, o bien obligar
a una parte a aceptar el acuerdo que han aprobado la otra parte y los
países que han intervenido o finalmente para desalojar a un tirano del
poder. Es la que Hoffman denomina resolutiva. Teniendo en cuenta que la
guerra no es predecible y que la rodea, en términos de Clausewitz , una
niebla, se ha de apostar por tomar en consideración las expectativas
razonables de éxito. Unos apuestan por o bien usar la fuerza masivamente
o no utilizarla. Es la llamada doctrina Weimberger. Para saber la cantidad
óptima, hemos de determinar el objetivo que queremos alcanzar y de ahí el
número de fuerzas a emplear. Nuevamente, en Kosovo las medidas
militares adoptadas fueron determinadas tanto por el objetivo a conseguir
como por la opinión pública de los países de la OTAN, con la aplicación de la
teoría de los Toffler, la llamada Zéro Mortxv[xv]: intervención aérea sin tropas
de infantería.
Es el resultado de la nueva idea de guerra, una guerra postheróica,
una guerra limitada en medios y objetivos, basada en la confianza de la
superioridad tecnológica, la de unas armas de precisión que llevan a una
guerra cara, pero en la que la reducción al mínimo de las bajas, en primer
lugar propias y en segundo lugar ajenas, es posiblexvi[xvi]. Sin embargo, tras
el fatídico ataque del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas y al
Pentágono en los Estados Unidos, la opinión pública ha aceptado de forma
unánime la posibilidad de que se produzcan bajas en las propias fuerzas
armadas, debido sobretodo al nuevo tipo de conflicto bélico al que han de
enfrentarse.
Un punto clave de la capacidad de la OTAN para afrontar con eficacia
los retos del nuevo escenario internacional de seguridad es el aumento de la
movilidad y la capacidad de despliegue de sus fuerzas. Por eso resulta
lógico que el concepto estratégico de la OTAN considere la capacidad de
despliegue y de movimientos como "operativos esenciales" de las fueras de
la Alianza y que la Iniciativa sobre Capacidades de Defensa, iniciativa de la
OTAN incluya el despliegue y la movilidad como áreas en las que se debe
centrar el proceso de cambio.
Los estados ingerentes necesitan asegurar que suficientes recursos
estén disponibles para sus intervenciones. Los recursos pueden ser
necesitados para implementar y reforzar regímenes sancionadores, y
pueden también ser requeridos para compensar a algunos estados por las
perdidas asociadas con la implementación de las sanciones. Similarmente,
las intervenciones militares deben ser llevadas a la práctica con suficientes
recursos. Esto no quiere decir que para tener éxito, tales operaciones deben
necesitar unas capacidades militares abrumadoras, son que necesitan
suficiente potencia de fuego y una correcta mezcla de fuerzas –poder aéreo
y tropas de infantería- para hacer un buen trabajo.
El uso limitado de la fuerza puede ser suficiente en las guerras
tradicionales. Actualmente, las organizaciones militares tradicionales
pueden ser más vulnerables a los usos coercitivos de la fuerza que una
guerrilla o unos luchadores insurgentesxvii[xvii] ( y a los hechos nos remitimos
en relación a Ben Laden y los actos terroristas). El Presidente de la
Asamblea de la OTAN, D. Rafael Estrella afirmaba en un comunicado de
prensa que los países europeos necesitaban un sistema de seguridad
adaptado a los actuales miedos que nos acechan, no los de la Guerra Fría, y
en consecuencia el armamento y las armas que sean compatibles con cada
unoxviii[xviii].
El poder aéreo queda como una herramienta extremadamente
problemática en situaciones de conflictos internos y en situaciones donde
masivas violaciones de derechos humanos están teniendo lugar. Se olvida a
menudo que los ataques aéreos de la OTAN en Bosnia –especialmente
aquellos antes de la ofensiva del verano de 1995- y en los Balcanes en 1999
mostraron la utilidad limitada del poder aéreo en este tipo de situaciones.
Se demostró que los ataques aéreos no pueden sustituir a las fuerzas
terrestres.
Las Fuerzas Terrestres siguen siendo la base indispensable de la
versaitilidad estratégica. Las Fuerzas Navales y Aéreas son el complemento,
nunca el reemplazo, de la capacidad de desplegar y de adaptarse a las
peculiares condiciones y objetivos de un conflicto dado que tienen las
Fuerzas Terrestresxix[xix].
En resumidas cuentas, el hecho de llevar a cabo una intervención
está rodeado de una serie de cuestiones muy delicadas, donde los matices
son determinantes ala hora de decidir si finalmente se va o no a llevar a
cabo tal actuación de injerencia por razones humanitarias. Cuestiones de no
fácil respuesta que plantean siempre una postura ambivalente y dicotómica.
El dios Jano de las dos caras observa desde el Olimpo los buenos deseos
que envuelven a estos movimientos (siempre vistos con recelo por el poder
establecido) los cuales no aspiran más que a hacer más digno la vida de los
seres humanos, de los pueblos por encima de los estados o naciones, según
el propio espíritu de la Carta de las Naciones Unidas. Es un proceso lento,
pero como ocurrió en la construcción de la Unión Europea, la "técnica del
Salami" funciona a base de ir avanzando paso a paso con decisión fuerte. El
principio de la soberanía debe ir dejando un espacio vital al naciente
principio de injerencia, para poder desarrollarse en plena igualdad.
Discurso pronunciado por Kofi Annan ante la última Asamblea General que se reúne en el
siglo XX que se intituló "Dos Conceptos de Soberanía". Nueva York, 20 de septiembre de 1999.
ii[ii] En este paquete de resoluciones del Consejo de Seguridad cabe destacar la 688/91 (apoyo a
la población kurda de Irak), la 794/92 (Somalia) y hasta las primeras resoluciones relativas a la
distribución de ayuda humanitaria en Bosnia-Herzegovina (especialmente la 730/91 y 767/92).
Vid. Capítulo de Josep Baqués, "Las Naciones Unidas en la Resolución de Conflictos" en Carlos
de Cueto y J. Jordán Introducción a los Estudios de Seguridad y Defensa. Ed. Comares, Granada,
2001.
iii[iii] Al respecto, me remito nuevamente al discurso pronunciado por Kofi Anan en Nueva York
intitulado "Two Concepts of Sovereignty". El siguiente pasaje habla por sí mismo: “(…) The
genocide in Rwanda showed us how terrible the consequences of inaction can be in the face of mass
murder. But this year’s conflict in Kosovo raised equally important questions about the consequences of
action without international consensus and clear legal authority. It has cast in stark relief the dilemma of
so-called “humanitarian intervention”. On the one hand, is it legitimate for a regional organization to
use force without a UN mandate? On the other, is it permissible to let gross and systematic violations of
human rights, with grave humanitarian consequences, continue unchecked? The inability of the
international community to reconcile these two compelling interests in the case of Kosovo can be viewed
only as a tragedy. (…)”.
iv[iv] Vid. Libro Blanco de la Defensa 2000. Capítulo I: El Escenario Estratégico. "Nueva Fisonomía
de los conflictos". Pág. 37 y ss.
v[v] El europarlamentario José Mª Mendiluce se muestra partidario de responder con las armas
en determinadas situaciones de injusticia, donde la pasividad puede transformarnos en
cómplices por omisión; y cito: "desprecio profundamente el concepto de neutralidad porque
tenemos la obligación de tomar partido. No se puede permanecer pasivo frente a un violador ni
frente a quienes deciden machacar a una población civil indefensa. Hay un agresor y un
agredido, y tenemos la obligación de responder al agresor. Me pongo enfermo cuando oigo
hablar de neutralidad" El País, 16.4.1996.
vi[vi] Robin Cook, "Guiding humanitarian intervention" Discurso de 19 de julio de 2000.
vii[vii] UN Documents A/55/1 párrafo 37.
viii[viii] Sthephen Rosenfeld. “El Impulso Intervencionista Estadounidense no es una Panacea”.
International Herald Tribune. 3-4 de julio de 1999.
ix[ix] Resolución 1160 de denuncia de la violación sistemática de los Derechos Humanos y la
petición de cese a las fuerzas serbias.
x[x] Vid, por ejemplo Ministro de Defensa de Francia, Les enseignements du Kosovo, París,
noviembre, 1999, capítulo IV.
xi[xi] Vid. Espen Barth Eide, "Las OMP's: Pasado y Presente", en Revista de la OTAN, Verano, 2001,
pág. 6 y ss.
xii[xii] El Secretario General de NN.UU. ha reconocido recientemente (Informe del Secretario
General sobre el trabajo de la Organización, 1999, Documento de NN.UU. A/54/1, párrafo 114):
"Most regions do not have organizations with the capacity to carry out major peacekeeping or peace
enforcement operations. Some regional organizations –most notably OUA- would like to develop a
peacekeeping capacity and it is important that the international community assits them".
xiii[xiii] Vid. C. Bellamy, "Una combinación de Coraje y Compasión" en Revista de la OTAN,
Verano, 2001, página 9 y siguientes.
xiv[xiv] Vid. Amnistía Internacional, Collateral Damage or unlawful killings? Violations of the laws of
war by NATO during Operation Allied Force, Junio 2000.
i[i]
Alvin y Heidi Toffler. Guerre et Contreguerre. Hachette, Paris, 1996. Es interesante ver cómo
pese al incremento de la voluntad de intervención, la sociedad es cada vez más reacia a sufrir
bajas en ese tipo de escenarios violentos, cuando debería ser asumido perfectamente, pues es
algo consustancial al existencia de pérdidas humanas en cualquier tipo de enfrentamiento; lo
que supone una gran presión para los políticos que prefieren utilizar métodos de ataque más
seguros que desvirtúan el propio concepto de enfrentamiento bélico.
xvi[xvi] Eduard Luttwak.(1993): The Endangered American Dream, Touchtone, Nueva York, 1993,
pág. 230.
xv[xv]
Chantal de Jonge Oudraat, "Intervention in Internal Conflicts: Legal and Political
Conundrums", Carnegie Endowment Working Papers, número 15, Agosto 2000.
xviii[xviii] Rafael Estrella, "Los Aliados de la OTAN deben afrontar un nuevo orden mundial"
,Press comuniqué, 6 de octubre de 2001.
xix[xix] Van Riper "La Guerra en el Siglo XXI", Boletín de Información del CESEDEN, núm. 252,
1997, pág 113-122.
xvii[xvii]
Centro de Estudios y Análisis de Seguridad
Universidad de Granada
http://www.ugr.es/~ceas
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